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El armario no se ha acabado, solo se ha decorado, por Reginaldo Andía Navarro

El armario no se ha acabado, solo se ha decorado

escribe: Reginaldo Andía Navarro*

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fotos: difusión

No, no voy a escribir un poema sobre el tema. Un poema no sería (quizá) tan directo en abordar el tema y muchos podrían padecer en el laberinto de las palabras. Ha habido un problema, hay un problema que sigue latente. No pretendo abordar una historia de la homosexualidad sino darla por sentada: ejemplos sobran, muertos igual. No podría desvincularse de forma total la historia de la homosexualidad de la propia historia de la humanidad por obvias razones.

Si bien a partir de los años 50 se presentaron acontecimientos como los mal llamados «disturbios» de San Francisco, estos tuvieron lugar en un determinado país y sociedad siendo que estos hechos probablemente no hayan tenido mayor repercusión en un país como el nuestro. Por ejemplo: la primera marcha del orgullo en nuestro territorio se realizó en 1995 en la ciudad de Lima con una asistencia que puede contarse con los dedos de la mano. Se han dado diferentes acontecimientos de forma posterior como la aprobación del matrimonio en España, se continuó matando a personas homosexuales en medio oriente y de nuestro lado la homosexualidad ha seguido siendo motivo de burla, siendo que esto último caló fuertemente cuando los medios utilizaron un estereotipo que no tenía fondo y que representaba un personaje poco cultivado intelectualmente y que mostraba preferencia por la superficialidad. La gente se alimentó por años de esta idea falsa sobre los homosexuales. Nadie les habló de Lorca, Puig, Moro o Wilde como tales; es decir abordando su vida de forma completa y no solo «lo que no incomoda». Cuando en las clases de literatura un profesor cita a un autor deja de lado ciertos detalles, salvo si el autor en mención fue heterosexual: sabemos de los amoríos de Vargas Llosa con su tía (esto no es tabú), de los divorcios de algunos, si se casaron o no sin ninguna clase de complicación. Sabemos más de eso que de la propia vida sentimental de César Moro.

Mientras los medios de comunicación causaban conjuntivitis al ojo público, los estudiantes de las generaciones de los 70, 80 y sobre todo a partir de los 90 convivían con compañeros a los cuales consideraban homosexuales, a los que juzgaban en base al estereotipo que los medios les habían vendido. Alguna vez, los jóvenes homosexuales deben haberse preguntado si acabarían siendo esos personajes insípidos, como ahora deben preguntarse los del siglo XXI si es en todo caso el modelo al que deben responder y seguir.

«Las identidades gays, lesbianas e incluso bisexuales han sido reinventadas por el mercado y transformadas en un bien de consumo. Hay quienes compran y hay quienes venden ciertas formas de identidades como las únicas existentes cayendo en estereotipos. Son identidades míticas, irreales, de videoclip. Son identidades pobres en matices y excluyentes. Se trata de vender mitos que la gente está dispuesta a comprar y aceptar. En realidad, existen centenares de “modelos” y por una simple razón: todos siguen siendo humanos con personalidad» comenta Didier Eribon en su libro titulado Identidades.

Sin embargo, no puede dejarse de lado que la sexualidad no puede definir la personalidad. Manuel Puig comentaba algo parecido. Sería absurdo creer que una mujer o un hombre por el simple hecho de serlo se van a comportar de determinadas maneras de forma inmediata y sin influencia del medio, porque en todo caso tendríamos mujeres con el mismo comportamiento sin variación alguna y fácilmente predecibles (lo cual se tiende a pensar, encajándolas en un estereotipo. Las ideas sobre la forma de hablar de las mujeres que no pueden ser entendidas por los hombres son mitos que aún no han sido desterrados).

* Reginaldo Andía Navarro (Arequipa, 1991). Abogado, estudió Literatura y especialización en Historia del Arte. Ha publicado poemas en España, Lima y México. Finalista del concurso de poesía El Búho en el año 2020 con su poemario Estereosexual.

«Nadie les habló de Lorca, Puig, Moro o Wilde».

Si bien podemos considerar que existe actualmente cierto terreno ganado en igualdad; no podemos, creo, afirmar que somos completamente libres o que el armario se ha acabado: lo que han hecho es decorar el armario para hacer más agradable la estancia. Permitir la libertad sexual de forma tácita es sencillo: a nadie le importa lo que no ve, pero dar respeto a los otros, dejar de lado el hostigamiento es lo que realmente debería lograrse. El armario se acabará el día que un homosexual pueda vivir su vida sentimental de la forma en que la vive un heterosexual: indicar que cierta persona le gusta, poder realizar un plan de vida con otra persona, expresar su sentir sin mofas de respuesta. Llega cierta edad en que un homosexual se dará cuenta que puede seguir el modelo de vida de sus compañeros heterosexuales: ir al colegio, elegir una carrera, una pareja inclusive (en el sentido de poder tenerla, aunque esto sea a escondidas en la mayoría de casos) son acciones imitables; el problema comienza cuando se escucha en las charlas cotidianas que otros tienen planes de casarse o convivir. La vida se frena y no existen modelos sencillos a seguir. Abandonar el país de origen es una posibilidad pero que no se encuentra al acceso de todos.

Existe otro espejismo de libertad: tener que acudir a determinado lugar y con determinado público es otra muestra de que para realizar acciones como bailar, tomar de la mano, besar; es necesario esconderse. Aun peor, es aceptar tácitamente que es necesario esconderse.

Ser libre implica más que eso, implica una tolerancia, un respeto, el poder caminar por la calle sin ningún temor de expresar tu amor; y eso es precisamente lo que incomoda. A nadie le interesa lo que no ve y por ello permiten que la gente se junte en algún local, pero asistir ahí es parte de aceptar que para amar te debes ocultar, es aceptar un trato tácito. A eso hay que sumarle los estereotipos denigrantes, de matices pobres que gustan a la gente; si sales de ellos incomodas. Pensar incomoda. Muchos de esos chicos crecen ocultándose y se ven obligados a mantener una doble vida por años, su desarrollo emocional no es óptimo, sus vínculos familiares son aparentes. Las molestias sumadas a lo anterior dan como resultado baja autoestima que puede llevar a las personas en general por caminos peligrosos para cualquiera (promiscuidad en pro de buscar aceptación por mínima que sea, cariño aparente, consumo de sustancias negativas para su organismo o el suicidio). / /

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