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Alas para lanzarme de un puente y volar. César Mora Moreau, colaboración de Biblioteca Diversa Medellín
Alas para lanzarme de un puente y volar
César Mora Moreau*
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Alas para lanzarme de un puente y volar (Escarabajo Editorial) es el nombre del libro de cuentos más reciente de César Mora Moreau, una obra que habla acerca del amor y la vida, pero también de la muerte y el desamor.
Los protagonistas que viven en estos relatos son jóvenes homosexuales que están en la búsqueda del amor, la libertad y de ellos mismos. Son personajes que desean y aman y precisamente en esos sentimientos está su conflicto.
En 2020 el libro fue ganador del Portafolio de Estímulos de la Secretaría de Cultura de Barranquilla en la modalidad de Narrativa.
Acerca del libro:
«Amorosa, exótica, sensual, violenta y melancólica, así es la vida de los protagonistas que encarnan la realidad de una persona gay en Colombia. Doscientos años de violencia y de machismo engangrenado en cada vereda, de costa a costa y en cada ciudad, disparan la violencia contra la diversidad sexual. Y, aunque la esperanza nunca se pierde Alas para lanzarme de un puente y volar es un libro de relatos breves donde el rechazo de la sociedad, los prejuicios sobre la sexualidad, la familia y el amor duelen, pero no quitan la vida. Alientan a seguir sin negar la realidad, a desafiar a la muerte en el borde, arriesgarse, saltar y sobrevivir siendo uno mismo, en la manera en que todos somos.» Juan Manuel Gómez.
«Punzantes, sensibles y sensuales, estos cuentos fragmentarios, pertenecientes a un mundo escindido, plantean una reflexión profunda, un anhelo tras del cual sus personajes intentan encontrarse entre callejones que deben transitar en busca de una pequeña iluminación.» Eduardo Bechara Navratilova.
Sobre el autor:
César Mora Moreau (Barranquilla, 1995). Comunicador social y periodista. Es autor de las novelas Siempre nos quedará Bogotá, finalista del Premio Nacional de Novela Corta 2018 organizado por la Universidad Javeriana, y Al final, el océano, que ocupó el primer lugar en el Premio de Novela Distrito de Barranquilla 2019.
Su libro de relatos Alas para lanzarme de un puente y volar fue ganador del Portafolio de Estímulos 2020 de la Secretaría de Cultura en la modalidad de Narrativa. / /
* Información que nos ha hecho llegar Biblioteca Diversa Medellín - Colombia.
(fragmentos)
Cuento: Leo
«... Quise que fuéramos los reyes de esa playa y no tuviéramos que buscarnos por ninguna cueva. Quise tocarlo. Él me miró a los ojos, y yo lo esquivé. Me sorprendía la cantidad de hombres hermosos que deambulaban por la playa. Escuchaba el acento argentino, el español, las conversaciones en inglés y otros idiomas que no reconocía, y los cuerpos impresionantes que debían ser el resultado de muchas horas de gimnasio. Leo me descubrió viéndolos a ellos y me pareció ver en su rostro una sonrisa de complicidad.
Me acerqué a él, concentrado en su voz y el sonido que nacía del movimiento de sus manos sobre las cuerdas. Mis rodillas se apoyaron contra las suyas. Ninguno se apartó. Nuestros rostros estaban muy cerca, casi a la misma distancia en la que se roban los besos.
—¿Todavía te acuerdas? —me preguntó cuando dejó de cantar, como si la música le hubiera evocado un sentimiento, un recuerdo, del que no fuera muy consciente, hasta ese momento.
Negué con la cabeza, aunque sabía a la perfección de qué estaba hablando.
—Olvídalo —dijo.
—¡Cuéntame, no me acuerdo! —quería escucharlo hablar. Por un momento sentí que estaba de vuelta con Leo, mi amigo, y no con el hijo de los Fernández.
—Mejor así —Leonardo se levantó de la arena, sacó el celular de su bolsillo y me hizo señas para que lo siguiera devuelta al restaurante.
Esta vez no me devolvió ni una mirada.»
Cuento: Retratos familiares
«En el reflejo de sus ojos me miro y no veo nada. Son mis ojos los que están delante de mí, por más que encuentre el parecido con los de él. Ahora que lo pienso, somos casi iguales. La misma expresión seria, con unas cuantas líneas en el ceño, el gesto tenso de los labios. Ensayo sonrisas para mí, para que los otros crean que estoy bien. Guiño el ojo y me peino con los dedos para tratar de darle un sentido a mi cabello.
Soy tan parecido a mi padre, o a su recuerdo, que me da miedo convertirme en un fantasma como él. Lo extraño tanto. También extraño a Jorge y me siento tentando a llamarlo. Por eso odio tomar. El alcohol hace que los recuerdos se mareen y vuelvan a sentirse emociones que se creían superadas. Todo se desordena en la cabeza y a veces los pensamientos se demoran mucho tiempo en volver al lugar en el que estaban. No, no lo voy a llamar.
Jorge era una de esas personas que veías en la calle y te resultaba imposible no darte la vuelta. Iba sudado, con expresión seria y sus cabellos canosos eran el único indicio de su edad. Me sostuvo la mirada mientras lo veía pasar y sus ojos me alertaron sobre algo que estaba a punto de ocurrir. Apenas tuve tiempo de subirme al andén y evitar que el camión me atropellara.
Fuera de todo peligro, el hombre, que vestía una camisa manga larga en una ciudad calurosa, soltó una risita burlona y siguió su camino mientras yo trataba de descifrar los mapas de sudor que estaban inscritos en la tela. Quizás era la primera vez que él me veía, pero yo lo había visto antes.
—Apúrate —gritan y golpean la puerta.
Guardo el celular, me doy una última mirada en el espejo y salgo del baño.
Alma me espera en la silla junto al resto de nuestro grupo y me pregunta al oído por qué me demoré tanto tiempo. Finjo que no la escucho. Ella me acaricia el muslo y me toma de la mano. Ojalá no quiera bailar.
La soledad aparece cuando el volumen de la música no me deja escuchar a los otros. Busco unos ojos que correspondan mis miradas, un cabeceo, una sonrisa, lo que sea. Necesito alguna pista que me diga que ellos también están solos. Frente a nosotros una pareja baila. Las caderas sincronizadas, los movimientos lentos mientras bajan al ritmo de la canción. Ella con los ojos entrecerrados, él fingiendo estar enojado para verse más sexy. No tardarán mucho tiempo en inventarse una excusa para alejarse de sus amigos.
En otra silla veo a un hombre que me mira por un segundo. Quizás está viendo a Alma; también podría estar buscándome. Es enorme, corpulento, negro, aunque su piel se vea violeta bajo las luces de neón. Algo en sus ademanes, en la forma como junta sus manos, denota un poder que me mantiene hipnotizado. El anillo en uno de sus dedos me hace apartar la mirada y buscar a otro hombre.
El DJ mezcla la música. Parece que también mezclara las luces que se transforman al ritmo de las canciones. Ya casi es medianoche y Mauro no regresa. Creo que soy el único que se ha fijado. Los demás solo bailan, se besan, siguen bailando y toman. Me sirvo un vaso de aguardiente y me lo trago para aguantarme a Alma, que insiste en tocarme como si hoy sus caricias pudieran tener un efecto distinto. Y la tienen. Imagino que el hombre frente a mí en realidad está sentado a mi lado, hablándome al oído. Imagino las cosquillas de mi cuerpo. Su barba roza mi cuello, se quita su anillo...»