5 minute read

El miedo es un sentimiento desperdiciado, por RAGGS

El miedo es un sentimiento desperdiciado

LUCIFER Y LOS (7) 8 PECADOS CAPITALES por Gia Lujuria. Ilustraciones: Holydrako y Lilith Emperatriz- Fotografías: Renzo Ramos. Perverso Ediciones, Lima, 2022, 89 pp

Advertisement

escribe: Rafael García-Godos Salazar

La tristeza es el octavo pecado original, advierte el poemario-fanzine desde el inicio; y es también el velo noir que trasluce sus 16 textos agrupados en dos apartados, intercalados con lascivas ilustraciones de criaturas sexuales y diabólicas, y divididos por un álbum de fotografías, «El ascenso de Lilith», donde la autora representa los pecados principales. Además, fue presentado la noche del 11 de junio del 2022 en el ya histórico «Cabaret infernal», evento organizado por «House of Lujuria», donde la autora realizó acrobacias aéreas, bailes, performances y lipsyncs, interpretando cada pecado capital acompañada con audios pregrabados de los poemas.

Abordados desde la teatralidad travesti profanadora y blasfema, los pecados de Lucifer desafían el sistema establecido, a la autoridad, abandonando la fe, para emprender la destrucción de la antigua moralidad, la misma que enfrentó Pasolini, Ginsberg, y tantos otros. Y así, como una Baudelaire trans entregada al fuego maldito, el poema «Lucifer» emerge en las primeras páginas: «se erigió desnuda la bestia» «en medio del pecado llamado orgía», donde todo se quema para la construcción de los nuevos cimientos de una nueva liberalidad expresada en el exceso con el que cubre los espacios y fluidos por donde menea su culisuelto cuerpo endemoniado diseminando sus pecados.

Preparado el escenario y revelada nuestra anfitriona, se nos invita a «comer y beber hasta enloquecer», en «Gula»; y a emocionarnos al «ver subir los números de su cuenta bancaria» en la búsqueda de «crearse un nuevo mundo, un nuevo yo», en el poema «Avaricia», cuando, a la vez, parece decirnos que la fantasía consiste en creer tenerlo todo y ser dueño de nada más que de la imaginación de sentirse rica.

A continuación, encontramos «Lujuria», el poema más intenso y extenso del libro, en términos métricos, así como de mayor expresividad en cuanto al uso de tipografías, símbolos, espacios y la polifonía de la autora. Profundamente homoérotico y transerótico, nos entrega a las placenteras mieles de la fornicación sodomita, a la masturbación, al sexo en grupo y todo placer: «Mi cuerpo demanda placer. / Mis pensamientos lo reclaman», introduciéndonos en su juego perverso de dominación sexual manipuladora («haré que vengas a mí rendido, rendido por tu propio deseo»; «dos cuerpos que violaron las reglas del género» «que el ritual pervertido siga su curso en la oscuridad.»). Asimismo, se podría decir que, en sus seis partes, este poema actúa bajo la estructura circular o de carrusel, cuyo final es en realidad un origen, y que termina en el hermafroditismo: «Venus no tiene género es una niña de múltiples genitales».

Desde la altura de este trono sexual, la voz alecciona, reflexiona, y critica con originalidad la multiplicidad de interpretaciones de la «Vanagloria», «Ira», «Pereza», «Soberbia» y «Tristeza», poemas que cierran la primera sección homónima al título del libro, y que contribuyen a la composición de un maleable cuerpo discurriendo a paso firme en la senda pecaminosa en la que «habremos de convertirnos / en lo que tanto anhelamos, / hemos perdido el miedo, / y muchas otras cosas».

La siguiente sección, «Otros pecados relevantes», presenta seis poemas existenciales en los que Lucifer elige la oscuridad, «pues al mal pertenezco» («Apostasía»), liberada del peso «de esconderme atrás de dios, / me ha permitido soltarme las trenzas» («Blasfemia»), acostumbrada a vivir entre preguntas y recuerdos, revolcándose en el lecho, pasando de mano en mano, de cuerpo en cuerpo, de hoyo a hoyo; como se podría leer en «Purgatorio», cuando dice: «cierro los ojos sobre el lecho, / extiendo mis brazos, / mis piernas, / todo mi cuerpo, / me dejo llevar por su voluntad y sus deseos. / Siempre me encuentro con algún desconocido».

Esa misma perritud y promiscuidad es fuego, fiesta y celebración en la segunda parte del poema «Infierno» —iniciado al comienzo del libro— y que se resuelve en «profanar lo más puro, / lo moral y lo santo / hay que desbaratar le viejo mundo». Asimismo, retomando la idea circular antes aludida en el caso del poema «Lujuria» —o quizás en referencia a los círculos del infierno de Dante—, encontramos la segunda y tercera partes del segundo poema del inicio: «Lucifer», que puede leerse como una plegaria de invocación protectora («te pido que permitas crear y destruirme a mí misma, una y otra vez»), que además describe las gracias, dones, belleza y deseos de Lucifer («no sabe si es pasiva o activa»); así como el miedo que, al parecer, pelea por aflorar por la porosidad de la viralidad de su piel codiciada y deseada por la voz del poema: «Lucifer está enferma / (pero que bien se conserva)», «ojalá nunca deje de tomar sus pastillas, ni de brillar en las pistas de baile. / Que siempre vaya en puti shorts / a las polladas». Ojalá que así sea y poder conocerla algún día, rodeada de su fuego que se alimenta del miedo de creer en lo que ve. / /

This article is from: