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Canción del Sahara

DESIERTO DE SUEÑOS El Erg Admer, un campo de dunas de arena de 20km en el sur del desierto del Sahara que se extiende 100km de norte a sur

Foto: Franck Simonnet

Canción del Sahara

Treinta y un años después de haber visitado Argelia, el fotógrafo Franck Simonnet regresó finalmente - a volar los paisajes de otro mundo del desierto del Sahara. Texto e imágenes de Franck Simonnet

Han pasado treinta y un años desde mi única visita a Argelia. Los recuerdos increíbles de haber cruzado el desierto del Sahara en el asiento trasero del auto de mis padres inspiró mi forma de viajar durante las décadas siguientes: a la naturaleza y libre.

Durante años, me persiguió la idea de regresar, pero las tensiones en la región y el reto de llevar el paramotor siempre me detuvo. Pero finalmente, pude ir en enero. Varias cosas lo hicieron posible, incluyendo conocer a Saadi, un argelino que vive en Francia y que también vuela paramotor.

Salimos de París en mi Toyota Land Cruiser 1988. Contar con tu propio vehículo garantiza una autonomía única y el Land Cruiser, construido como un tractor, era el vehículo ideal para las largas distancias y las carreteras destruidas.

Paso de aduana

Si dejar Francia fue complicado por las huelgas y retrasos del ferry en el puerto de Marsella, no fue nada comparado a lo que nos esperaba en Argel. Saadi luchó días con los agentes aduanales para que liberaran los paramotores.

Le tomó toda su determinación y la bien recibida ayuda de la Federación Argelina de Deportes Aéreos y del presidente del Aeroclub de Djanet, adonde íbamos, para sacar los motores después de cuatro días. Mi registro de Mali, de apenas 48 horas, estaba destruido y al final de la lucha, entendí por qué los argelinos terminan cada oración con inshallah, si Dios quiere.

Apenas teníamos las máquinas, nos dirigimos al sur. El listón interminable de asfalto se extendía hasta el horizonte, pero estaba repleto de controles que nos hacían avanzar lento. La región cerca de la

frontera con Libia y las zonas petroleras y gasíferas entre Hassi Messaoud e In Amenas está fuertemente vigilada. La tensión bajó cuando pasamos Illizi y estábamos comprometidos - seguimos adelante, hacia las montañas de Tassili n’Ajjer.

SUR DE ARGELIA Moulen-naga, en el parque nacional Tassili n’Ajjer

Foto: Franck Simonnet

El oasis de Djanet

El oasis de Djanet fue nuestro verdadero punto de partida. De ahí, planificamos hacer una vuelta por el desierto. Nuestra primera parada en Djanet fue breve porque nuestros anfitriones estaban ansiosos de que descubriéramos las maravillas del desierto rojo de Tadrart, una zona espectacular de pináculos de piedra y dunas rojas más al sur.

Sin embargo, no deben confundirse la velocidad con la eficiencia. Pedí que lleváramos más combustible para los paramotores de lo que imaginaban usar. A 24 céntimos el litro, el precio no era el problema, sino el espacio. Me molesté cuando tuvimos que cargar equipo a un vehículo ya de por sí sobrecargado, porque sabía que tendríamos que descargar todo cada vez que voláramos. Discutí por cosas como una mesa y les expliqué que los nómadas del desierto no tenían muebles y que nosotros también podíamos vivir en el suelo. Resulta ser que solo intentaban hacerme feliz con un poco de comodidad. Nos reímos de ello el resto del viaje.

Nuestros guías eran Amar, Djamal, Abdallah y Hamed. Los primeros tres tenían poca experiencia en parapente y paramotor y todos querían acompañarnos en la expedición.

Viento del desierto

Antes de entrar al meollo del asunto, conversé con mis nuevos colegas. Les dije que vieran dónde estábamos y lo que íbamos a hacer. Que no era el momento de inventar nada nuevo. Que era suficiente volar con un panorama espectacular. Volar en el medio de la nada era la recompensa.

También les advertí de los peligros de volar sobre desiertos de arena. Las grandes extensiones de arena pueden ser engañosas porque es difícil de ver la altura del terreno desde el aire. La curva ascendente de una duna puede pasar por desapercibida. Y de hecho, le sucedió a Patrick a cinco minutos de haber despegado. Sin darse cuenta, chocó contra una duna y se raspó la rodilla. Una advertencia sencilla sin consecuencias graves.

La gran pregunta al principio de un viaje como este siempre era la aerología. ¿Cómo iba a ser el viento y el clima del otro lado del mundo? Tenía miedo que Argelia nos recibiera con viento o inversiones fuertes, pero no fue así. En cambio, los diez días estuvieron sorprendentemente tranquilos.

Por ello, la técnica de despegue sin viento tenía que ser perfecta, sobretodo en la mañana. Los despegues fueron tranquilos, sin un soplido de viento y si tocábamos los frenos antes de acumular velocidad, el ala caía al suelo y había que volver a intentarlo.

Desierto rojo de Tadrart

La imagen del desierto que tenemos la mayoría de nosotros son dunas. Pero este universo mineral esconde mucha más diversidad. Los colores de la arena van de blanca a bermellón. El desierto rojo de Tadrart se llama así por el color de la arena oxidada en la región. Es un paisaje de dunas rojas, macizos de arenisca, mesetas y torrentes, cauces de ríos temporales que solo fluyen unos días al año.

Cerca de Djanet se juntan todos estos paisajes. El cambio de uno al otro es abrupto e inmediato, después de apenas una decena de kilómetros. También es relativamente accesible: es fácil conducir por las carreteras de arena, para ser un desierto, y puedes recorrer al menos 30km por hora.

Sin embargo, hay polvo y arena por todos lados. Hay que tener cuidado al llenar los tanques. Las alas se llenan de polvo. Los granos de sílice se comen el borde de ataque de las hélices. Pero todo ello es señal de que se usa el equipo y de que acumulamos horas de vuelo.

A medida que viajábamos, los guías nos mostraban las innumerables pinturas rupestres y petroglifos que están literalmente en todos los refugios de piedra de la región. Son el testimonio de un “Sahara verde” muy diferente hace 11.000-5.000 años. El “tambaleo” orbital de la Tierra hizo que las zonas climáticas cambiaran y el actual desierto antes estaba cubierto de vegetación y lagos. Más al norte, el parque nacional Tassili n’Ajjer, Patrimonio Mundial de la UNESCO, es hogar de uno de los complejos de arte rupestre prehistórico más importantes del mundo.

La última experiencia de Patrick en el Sahara databa de su época de servicio militar en la década de 1970 en Djibouti. Con nosotros redescubrió la tranquilidad del desierto, su silencio ensordecedor y la noche iluminada por millones de estrellas.

DONDE SOPLA EL VIENTO Siguiendo las líneas sinuosas de las dunas en el Erg Admer. “Siempre sospeché que sería magnífico volar aquí, pero superó mis expectativas”.

Foto: Franck Simonnet

Erg Admer

Vimos muy poca gente por varias razones. Hay muy pocos puntos de agua y por tanto pocos nómadas con rebaños. Además, la guerra civil de la década de 1990 y la inestabilidad de la región ha espantado al turismo. Solo 3500 personas, en su mayoría Argelinos, vinieron durante el invierno de 2018/2019.

Afortunadamente, pudimos contar con nuestro equipo. En cada parada para pasar la noche, se escogía cuidadosamente el lugar y se tomaba en cuenta la posición de los vehículos para protegernos del viento. Hacíamos fogatas y la usábamos para la interminable ceremonia del té. Abdallah preparaba el té, Hamed estaba en la cocina, Djamal tocaba guitarra y cantaba canciones tuareg mientras vigilaba todo. Yo me dejaba arrullar por las canciones hasta que me quedaba dormido.

Cada mañana, había que estar listos para volar a primera hora, a las 7am en enero. En el aire, manteníamos a la vista todo el tiempo a los vehículos. Mientras que nosotros no teníamos que desviarnos mucho para cruzar una duna, o bajar la velocidad para cruzar una meseta, los vehículos sí. Así que esperábamos por los terrícolas en el aire y los encontrábamos siguiendo sus huellas.

Durante un vuelo después de mediodía, empezamos a sentir térmicas. Como había arena y piedras, eran más fáciles de predecir que en las llanuras al norte. Patrick y yo volábamos juntos y nos hicimos señas para ir a aterrizar. Acabábamos de hacer un vuelo que nos marcaría como pilotos. Nos felicitamos y cuando nos quitamos los lentes de sol, nos dimos cuenta que estábamos en el mismo estado emocional, con lágrimas en los ojos.

El último día, después de volar por las dunas de Erg Admer, y justo cuando pensábamos que habíamos terminado, empezó a soplar la brisa. Dividimos los últimos decilitros de combustible que quedaban y despegamos, volamos hasta la cima de las dunas más altas. Una vez allí, hicimos dinámica en modo ahorro de combustible hasta que no pudimos más.

Canción del desierto

Antes de salir a Argelia, sospechaba que sería magnífico. Pero superó mis expectativas. Los paramotores pueden ser una carga al viajar, sobretodo al pasar una aduana, pero cuando se regresa siempre se siente lo mismo, que vale la pena ir y hacer el esfuerzo. Las recompensas son mayores que las dificultades.

A unos cientos de kilómetros al oeste de Djanet están las montañas Hoggar, donde los picos rondan los 3000m. En un álbum de fotos de 1989, hay una foto mía con mis padres en la cumbre de la meseta de Assekrem, donde Charles de Foucauld, un explorador y sacerdote francés del siglo XIX que vivió con los tuaregs construyó una ermita en 1911. Siempre me pareció una mala foto porque me volteé cuando la tomaron y no existía la fotografía digital. Es hora de regresar y volver a tomarla.

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