9 minute read

Confianza

Confianza

“Mono, ¿qué es lo más importante que hay que traer a un vuelo vivac?” “Es una pregunta fácil, amigo. Trae gente en la que confíes”. Texto e imágenes de Jorge Atramiz

Advertisement

INDIA Mike “Baba” Langle celebra después de remontar desde abajo en el Himalaya indio

Después de diez días tragando polvo e intentando simpatizar con sus demonios, era hora de despedirme de las llanuras de Chelan y descansar un poco de las competencias. Era tarde cuando llegamos a la frontera canadiense. Me despertó la guardia de la frontera que nos recibió con un dulce: “Buenas noches, bienvenidos a casa”: Nunca he entendido las fronteras y sus reglas, pero la forma en la que te reciben cuando las cruzas dice mucho del lugar adonde vas.

Nuestro transporte, un Mitsubishi Delica de 25 años bailaba de un lado a otro cuando llegaba a 100km/h, mientras que el grupo intentaba encontrar la mejor música que se igualara al movimiento orbital de la infalible máquina japonesa de Jim Orava. Fue un momento familiar, un destino familiar, un compañero familiar. El mono Orava y yo hemos cruzado fronteras juntos casi 20 años. Esta vez, volvíamos a su terreno de juego más querido y el lugar al que le ha llamado hogar durante más de 30 años: Pemberton.

Al día siguiente, me desperté en una habitación llena de juguetes de vuelo, revistas de vuelo, historias de vuelo, recuerdos de vuelo, conviviendo en un desorden perfecto: la oficina de Jim. Desde ahí, la primera baliza era el baño para el que había que cruzar un bosque para llegarle. No había turbulencia ni osos en esa transición, pero sí una vista despejada hacia el futuro cercano: la cordillera del Pacífico.

CANADÁ Alex Raymont se une a la fiesta vivac en Pemberton, BC

Después de nuestra larga sesión de desayuno/ té, Orava cambió de ritmo repentinamente, agarró su arnés y empezó a llenarlo de curry instantáneo, pan de pita, salmón ahumado, agua, caramelos artesanales y cigarrillos. Me dio una cocinilla de gas y me dijo que llevara todas mis capas de ropa.

“Jimmy, ¿adónde vamos amigo?”

“Vamos a mudar el campo base más arriba”.

Nos montamos nuevamente en su fiel vehículo japonés y llegamos en un santiamén al despegue alto de Mackenzie, un despegue de revista que Jim y los locales construyeron después de años de trabajo arduo.

El día no se veía épico, pero Jimmy tenía esperanza.

“Va a mejorar, vuela 30km por esa cara y encontrarás el lugar, es imposible no ver el aterrizaje de ladera”.

Dos horas después, estábamos descansando en una pradera en lo alto de la cordillera. Un lugar sin nombre con vista infinita a glaciares y picos nevados.

Mientras el té reposaba y se calentaba el curry, El Mono y yo seguimos con nuestra conversación interminable acerca del vuelo, la vida en la montaña y nuestra filosofía barata.

“Mono. ¿Qué piensas que es lo más importanteque hay que traer a un vuelo vivac?”

“Es una pregunta fácil, amigo. ¡Trae gente en la que confíes!”

La oficina de Jimmy, y mi habitación durante dos semanas

Un salto en el tiempo: es octubre y cambió la frecuencia de radio. El curry instantáneo no era el mejor, así que cruzamos varias fronteras para comer uno hecho con ingredientes frescos. Estamos de vuelta en India.

La tribu creció, con caras conocidas, y las transiciones son un poco más técnicas. Jimmy vuela bajo, en busca de un mínimo de ascendencia, mientras que Ed y Mallinson se unen al equipo de vuelo rastrero. Mientras tanto, el gurú local, Debu, va a la cabeza. Es la primera vez que Debu, que tiene el récord de la zona, ha volado hacia el este.

El líder francés, Antoine, y el Gitano austriaco, Mike, siguen de cerca a Debu. Ambos volaron por esta ruta en 2009 durante la expedición Himalayan Odyssey, que los llevó a un viaje largo y emocionante de Bir a Nepal.

Hago una transición bajo hacia un dique enorme y paso a modo supervivencia. Finalmente, encuentro una térmica potente y alcanzo al grupo de cabeza. Después de volar por un cañón estrecho y ventoso, Debu encuentra un templo al final de la cresta y aterriza. Uno por uno, aterrizamos con Don Choudhury en la pradera tranquila. Es hora de almorzar y compartir historias del terreno intimidante de los últimos 35km.

La misión había empezado el día anterior con un vuelo placentero de Bir al lago Prashar. Después de la última transición, entiendo por qué la mayoría del grupo decidió regresar volando al oeste.

Devoramos unos kilos de poha (bocadillo tradicional indio hecho con arroz aplastado) mientras que los hiperquinéticos del equipo se preparaban para hacer un planeo de final de tarde para mudar el campamento más cerca del despegue del día siguiente. Antoine, Debe y Mike despegan y la masa de aire “flotona” les obliga a hacer una sesión de acrobacia de una hora con acelerador para aterrizar.

Jimmy, Mallinson, Ed y yo tomamos el camino largo. Buscamos agua en el camino y nos encontramos con el resto del equipo en el nuevo campo base. La temperatura baja rápidamente y notamos que todavía había bastante humedad, señal de inestabilidad y buenas condiciones de vuelo.

Al día siguiente, nos despertamos y el día estaba azul y fresco, con cúmulos pequeños a gran altura. Empezamos a prepararnos, pero Mallinson, que acababa de conducir de Delhi a Himachal con su viejo Land Rover, no se sentía bien, así que después de una reunión de seguridad decidimos tomarnos el día para que Jim recuperara fuerzas.

Mudamos el campamento más arriba, cerca de un templo más grande sobre una colina donde encontramos agua, un despegue perfecto y una hermosa comunidad que nos recibió con los brazos abiertos, chapatis calientes y té. Pasamos el día libre conectándonos con los locales que querían saber más de nuestros aparatos de vuelo, comida instantánea y alfombras voladoras. Pasa el día y las nubes se dispersan, dejando un cielo despejado para disfrutar de la noche.

En transición al paso Manali

La fogata se convierte rápidamente en una señal de bienvenida para los locales, que se acercan para intercambiar un poco de sabiduría de montaña por té y bidis. Siempre es instructivo ver cómo la mitad del equipo habla el idioma fluido y por un momento, siento que viajo mientras aprecio la conversación entre Mallinson y uno de nuestros amigos de la montaña. Después, llega Mike y se une a la conversación, seguido de Antoine.

Es loco tener a un británico, un austriaco y un francés conectándose de forma genuina con una persona de estas montañas tan aisladas en su lengua materna. Es fácil ver que para ellos el vuelo vivac en el Himalaya indio es más que una aventura pasajera. No solo han volado por estos rincones del Himalaya, sino que han echado raíces durante décadas. Sus vuelos vivac han sido mucho más que aventuras por un terreno único, ha sido una exploración de su cultura.

Me recosté, seguí saboreando mi té y apreciando otro momento de sabiduría de vuelo. Por un segundo, sentí que también entendía hindi.

Al día siguiente las condiciones están secas y azules, demasiado tranquilas para nuestro gusto. Es finales de octubre y sabemos que la estabilidad está a la vuelta de la esquina. No hay mucho que hacer sino esperar que mejoren las condiciones antes de seguir. La comida se convierte en festín y empezamos a sacar todo: el queso francés maloliente, la botella de whisky, las macadamias hawaianas, los chocolates austriacos, los caramelos recreativos canadienses. Nos da la impresión de que la estabilidad llegó para quedarse, así que no había razón para guardar para después.

Un atardecer hermoso en nuestro campo base y la llegada de la estabilidad

La vista desde el campamento base es única. Podemos ver la magnitud de la cordillera de lejos, una vista que normalmente no vemos en los vivac en alta montaña. La tarde pasa mientras apuntamos a diferentes picos en el horizonte. Cada rincón de la cordillera hace que recordemos viejas historias. Rutas difíciles, aterrizajes horrorosos, noches heladas, transiciones imposibles, recuerdos de la niñez. Por la ventana principal entran un sinfín de experiencias de vida.

El lugar empieza a sentirse como un hogar, con buena comida, comunidad y una vista sin igual, pero después de tres noches en nuestro cómodo campamento base, sabemos que es hora de irse. La ruta hacia el este no se veía prometedora porque hay varios dedos que cruzar y las condiciones eran marginales. Lamentablemente, Nanda Devi tendrá que esperar. Intentaremos regresar volando a Bir.

Es otra mañana azul y tranquila. Orava despega de primero y no encuentra nada, solo descendencia rota y aterrizó 15 minutos después cerca de la carretera principal. Antoine, Debu, Mike, Ed y yo despegamos y sobrevivimos a nivel del despegue durante 20 minutos hasta que empezamos a remontar lentamente y aprovechamos para derivar hacia el cañón estrecho que habíamos cruzado hacía varios días.

Orava subió a pie al despegue y despegó con el otro Jimmy. Encontraron un buen ciclo y nos seguían unos kilómetros atrás. Encontramos una buena térmica en las paredes del cañón ventoso y empezamos a hablar bastante por radio: “Chicos, ¿intentamos ir hacia el valle Kullu?”

“Debu, creo que deberíamos intentar adentrarnos más en el cañón, remontar y encontrar una línea diferente”.

Antoine responde y sin dudar, salta hacia el abismo. Como animales fieles, seguimos al líder y avanzamos en manada. “Juntos remontamos, divididos nos hundimos”. En mi mente, se repite este lema sin cesar y nunca había sido más cierto.

Hacemos una transición entre dos paredes enormes sin salida. Llegamos a un dedo pequeño lleno de cables de alta tensión, donde nos detenemos para intentar remontar y sobrevivir. Debu llega bajo y rasga cerca de los cables una eternidad mientras que Ed y yo hacemos lo mismo 50m más arriba.

Un día con opciones ilimitadas. El lienzo abierto del Himalaya

Antoine decide seguir y vuela muy bajo detrás del cañón; Mike le sigue. Después de 25 minutos de girar a la misma altura, Ed se separa y vuela hacia el dedo siguiente y desaparece. Debu finalmente sube unos metros y empezamos a volar extremadamente bajos por las paredes enormes buscando señales de actividad térmica. Nada se mueve y no estamos a relación de nada.

“Chicos, aterricé bien en un lugar pequeño”.

El reporte de Ed llegó justo a tiempo, así que seguimos hacia el dedo siguiente y apenas llegamos al aterrizaje milagroso que encontró Ed. Mike, que había estado luchando con la estabilidad más atrás, intenta llegar al aterrizaje pero no lo logra por unos menos y tiene que aterrizar en un jardín diminuto entre las casas.

Ahora logramos a ver a los dos Jim que se acercan al cañón y después de escuchar una descripción breve de una odisea, cambian de rumbo y regresan volando al valle, y encuentran un aterrizaje más seguro a orillas del dique. Antoine sobrevive un rato en lo más profundo del cañón hasta que se ve obligado a aterrizar a unos kilómetros de nosotros.

Las almas jóvenes de la montaña corren para darnos la bienvenida y en poco tiempo, nos invitan a tomar té y a visitar el mandir local (templo hindú) en el pueblo. Aprovechamos para agradecer a las deidades de la montaña por habernos protegido. Esta vez, no llegamos a nuestro objetivo y olvidamos los kilómetros que teníamos en mente, pero los pocos que recorrimos fueron intensos y gratificantes.

De vuelta en el valle, la misión termina como siempre: en torno a una mesa, disfrutando un delicioso thali y planificando la siguiente misión con el ingrediente más importante de nuestro festín volador: la gente en la que confiamos.

Encuentra a Jorge Atramiz en jorgeatramiz.com, y síguelo en instagram.com/jorgeatramiz

This article is from: