4 minute read
El Matterhorn
64SOÑANDO CON EL MATTERHORN
Advertisement
Una mañana despejada de alta presión en abril le permitió a Adi Geisegger y a sus amigos a acercarse a esta montaña ícono de Suiza
“Si puedes soñarlo, puedes hacerlo”, dice el fotógrafo y piloto de paramotor Adi Geisegger. “Para mí, ese sueño era sobrevolar esta hermosa montaña y fotografiarla. Así que lo hice realidad”.
El sueño empezó hace más de dos décadas, cuando Adi era un veinteañero y recién había empezado a volar. Nació en Tirol, Austria y creció rodeado de las cumbres más espectaculares de Europa. Empezó a escalar cuando tenía apenas 10 años.
“He pasado gran parte de mi vida en las montañas y volando sobre ellas. Pero nunca sobre el Matterhorn, el mayor de los íconos. Empecé a pensar en sobrevolarlo en parapente, pero es aislado, como un monolito, por lo que no es tan fácil. En cambio, empecé a planear usar un paramotor”.
Hace cinco años, Adi fue a visitar a Michi Maurer, el hermano de Chrigel Maurer, en Suiza y le contó sus planes. Le dijo inmediatamente, ‘Cuando lo hagas, te acompaño’.
“Luego, el año pasado, vino a visitarme en Alemania. Fue muy extraño. La noche antes, soñé que volábamos juntos sobre la cumbre. Le conté mi sueño y empezamos a planificar bien el proyecto”.
“El primer obstáculo es que está prohibido volar paramotor en Suiza”, cuenta Adi. “Pero la cumbre del Matterhorn marca la frontera entre Suiza e Italia, así que decidimos despegar en el valle de Aosta en Italia para llegarle desde el sur”.
El otro detalle era el clima. “Con viento sureste, nos dimos cuenta que podríamos subir a 4.000m no solo con el motor sino con la ascendencia dinámica para remontar por las laderas en la ruta. Pero solo hay unos diez días al año con poco viento por encima de los 4.000m. Sería una ventana muy corta”.
También estaba el paramotor. “Ambos teníamos motores Miniplane y nos encanta. Es uno de los más pequeños y ligeros del mercado, pero solo tiene 14hp. Pero hablamos con el dueño, Diego Cecchetto, y ofreció hacerle unas modificaciones. Probamos con varias hélices y finalmente encontramos un buen equilibrio entre tamaño y perfil. Con esta máquina, finalmente pensamos que lo lograríamos”.
En este punto, un tercer miembro entró al equipo: la novia de Adi, Melanie Weber. “Le encantan este tipo de aventuras, así que tenía muchas ganas de venir con nosotros. No tenía tanta experiencia como nosotros - solo tiene unos seis años volando - pero estaba segura que podría hacerlo con las condiciones adecuadas. De hecho, pesa apenas 60kg, por lo que era la que más probabilidades tenía de sobrevolar la cumbre”.
Juntos, empezaron a hacer vuelos sobre los 3.000m para probar la tasa de ascenso, consumo de combustible y condiciones. “Decidimos que sería posible, pero necesitaríamos la ayuda de la energía de la naturaleza. La tasa de ascenso de los paramotores era de apenas 0,6m/s por encima de 3.500m y apenas 0,3m/s a 4.500m. Si usábamos solo el motor, también tendríamos problemas de combustible si queríamos hacer un vuelo de ida y vuelta desde el valle de Aosta hasta la cumbre”.
“También descubrimos lo frío que sería. En el punto más alto, harían -23ºC. No sería un problema para el motor, pero si subíamos demasiado lento, sería un problema para nosotros como humanos. Es frustrante porque se tiene mucho calor en la espalda por el motor, pero no se puede aprovechar”.
“Si lo lográbamos, sería el cielo y el infierno juntos,” dijo entre risas.
En abril de este año, finalmente hubo condiciones perfectas. “Había un sistema de alta presión enorme justo sobre el Matterhorn, y el pronóstico era de poco viento y cielo despejado. A las 6am, fuimos al valle de Aosta con guantes y medias calefactables, tres capas de pantalones, trajes de plumas enormes y nos preparamos. Hemos debido vernos muy graciosos”.
“La hierba estaba húmeda, llevábamos tanques llenos y no había viento, así que tuvimos que correr como locos para despegar con nuestras alas (Epsilon 9 EN B de Advance), como ositos”.
“Después de eso, el vuelo estuvo genial. Despegamos en este valle tan estrecho y llegamos a una ladera donde finalmente se logra ver el Matterhorn. Fue un momento especial, pero todavía faltaba. Había apenas 25km hasta la montaña, pero teníamos que subir a más de 4.500m para lograr nuestra meta”.
“Afortunadamente, la ladera va de norte a sur, así que apenas el sol empezó a calentar los precipicios enfrentados al este, empezaron a desprenderse algunas térmicas. Esto nos permitió subir bien hasta 3.500m sin usar el motor todo el tiempo. Fue una mezcla entre vuelo libre y con motor”.
“Pero luego, la ladera se terminó a 4.100m y teníamos que cruzar al Matterhorn - usando solo el motor. Estaba el Dufourspitze (4.634m) y volamos sobre glaciares y lagos. A lo lejos, lográbamos ver el Mont Blanc. De hecho, había visibilidad de 300km”.
“Al final, llegamos a 4.900m, y sobrevolamos el Matterhorn, cuya sombra se extendía sobre el glaciar. Fue espectacular. Hasta logramos hacer un planeo hasta el valle de Aosta. Estábamos muy alto, todo estaba en silencio y las condiciones estaban muy tranquilas. La vista de 360 grados era increíble”.
“El sueño se había hecho realidad”.