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HUNZA, MORADA DE LOS DIOSES

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ROBO DIURNO

ROBO DIURNO

HUNZA, MORADA DE LOS DIOSES

El famoso valle de Hunza en el Karakórum: ¿reservado para la elite aventurera o apropiado para ‘cualquier’ piloto? Kieran Campbell fue a averiguarlo invitado por los organizadores de la primera Copa Internacional Pakistaní de Parapente

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CIELO ÉPICO Rolf Gibbs despega desde el Nido del Águila

Foto: Kieran Campbell

Extiendo la vela mientras me recupero de la caminata, una buena excusa para parar, echar un vistazo y pellizcarme. Hacía 72 horas, vi el amanecer desde el ferry en el canal de la Mancha y ahora estoy 3km más arriba, pero me rodean montañas mucho más altas de lo que estoy con respecto al nivel del mar. Observo impresionado en todas direcciones mientras me preparo para despegar en el valle de Hunza en Pakistán.

“Estamos organizando la primera competencia de parapente de Pakistán”, escribió el director del evento, Dave ‘Snowy’ Snowden, y me preguntó si vendría. Se iba a llevar a cabo en Muzzafarabad, capital de la franja Azad Cachemira controlada por Pakistán, pero se encuentra en guerra con India y había una buena posibilidad de que girar la térmica equivocada te permitiera ver la línea de control que es la zona de cese al fuego entre estos estados nucleares - y que Bill Clinton declaró ser “la zona más peligrosa del mundo”. Después

de la competencia, habría una visita a la región de Hunza - a dos días por tierra por la carretera del Karakórum desde Islamabad - para explorar los cielos dados a conocer por las aventuras alucinantes de Antoine Girard.

Me interesé, pero no sabía nada acerca de Pakistán y en ese vacío de conocimiento creció mi aprehensión occidental. ¿Será seguro? ¿Ahí no es donde se escondían los talibanes? En el sitio web de consejos para viajeros del gobierno de Reino Unido seguro aclararía todo: “El Ministerio de Asuntos Exteriores no recomienda viajar a ... la carretera del Karakórum ... las inmediaciones de la línea de control”. Quedó claro.

¿Qué pensaba el editor de Cross Country? Después de todo, tomaría buenas fotos: “¡No logro animarte a que vayas!” Snowy esperaba mi respuesta: “Claro que sí”.

Unas semanas después, el vuelo 786 de Pakistan International Airlines transitaba hacia la pista, con 400 pasajeros a bordo y obviamente era el único no pakistaní en el desgastado Boeing 777 desde Londres. Surgieron nuevamente mis aprehensiones occidentales mientras nos alejábamos de Heathrow y de mi zona de confort, pero se disiparon rápidamente cuando los pasajeros me preguntaban adónde iba con acentos marcados de Londes y Birmingham. Su curiosidad creció más aún cuando les mencioné Cachemira y Hunza. La opinión rotunda era que me esperaba una belleza y hospitalidad sin igual y que me encantaría.

A pesar de estar preparado para enfrentar la cultura sudasiática (o los países en vías de desarrollo) donde nada funciona como lo esperaría un occidental, la naturaleza es el primer culpable cuando cambian los planes. El 24 de septiembre, un terremoto de 5.6 afectó la zona. Hubo 40 muertos y casi mil heridos, por lo que el gobierno local canceló el evento para destinar los recursos al desastre. El grupo de lo que serían competidores y yo nos reunimos en el aeropuerto de Islamabad; nos enteramos del cambio de planes y salimos vía la carretera del Karakórum con las montañas que se alzaban entre el smog.

El viaje de dos días a Hunza es de por sí un espectáculo. Las autopistas de la capital de este joven país pasan a ser carreteras que remontan hasta el paso Babusar a 4173m, un atajo.

De regreso a la carretera, la ruta pasa de ser una carretera asfaltada inmaculada a una trocha de tierra al borde de un acantilado sobre el río Indus que rugía más abajo. Los camiones engalanados con colores, reflectores, campanas, hélices y cadenas escupían un humo punzante y melodías que reventaban los tímpanos en una tríada de asaltos a los sentidos. Tanto niños como adultos saludaban calurosamente y con entusiasmo al autobús, la línea delgada de lo que Pakistán espera que sea una creciente industria turística mientras intenta volver a abrirse a los turistas extranjeros.

Nos salimos por las ventanas en medio del aire fresco alpino, como turistas típicos con nuestros teléfonos, cámaras y bastones de selfies tomando fotos sin parar a medida que rebaños de cabras, valles, pueblos y montañas míticas como el Nanga Parbat y Rakaposhi nos pasan en frente. Los incontables puestos de control armados, uno que otro camión con hombres armados y los escoltas obligatorios a horas de la noche son recordatorios de los problemas que siguen azotando a la región. Contemplamos del otro lado del río Hunza la antigua ruta de la seda, que era a veces apenas un camino de cabras al borde de un barranco, y nos detuvimos en la encrucijada entre las cordilleras más grandes del mundo: el Himalaya, Hindu Kush y Karakórum. A medida que las sombras se alzaban lentamente por las montañas la segunda tarde del viaje, observamos con más asombro mientras vemos las primeras alas volando: llegamos a Karimabad, capital del valle de Hunza.

CARRETERA DEL KARAKÓRUM Josh Douglas vuela hacia el oeste, hacia Rakaposhi

Foto: Kieran Campbell

La emoción nerviosa crece durante el desayuno, alimentada por el impresionante paisaje del Rakaposhi de 7700m e historias de las condiciones en el despegue. El piloto australiano Jan Tupy llevaba dos semanas en la zona y sus vuelos en el XContest avivaban nuestra anticipación: los últimos once días había hecho seis vuelos, todos triángulos FAI, el más corto de 122km y el más largo de 229km, récord asiático. Mientras tanto, otro australiano, Shane Tighe hizo idas y vueltas en vivac envidiables demostrando que los puntos y la aventura son compatibles. Mientras caminamos sin aliento los últimos metros hasta el Nido del Águila, ver a Jan en el aire nos estimuló a seguir al despegue a 3000m. Despegar es tan difícil como nos advirtieron; la inversión y el viento suave se combinan en ciclos indecisos. Si tienes suerte de que no se enrede una línea en una roca o un arbusto, sufres corriendo lo más rápido posible por el despegue poco inclinado para lograr la velocidad necesaria a esta altura.

Al haber sido cancelada la competencia de Muzzafarabad, ahora participábamos en una ‘gala’ de parapente; básicamente una forma de hacer un evento de último minuto para volar en el Karakórum. Al no haber mangas, las instrucciones eran sencillas: vuela, no te hagas daño y regresa a tiempo para cenar.

Una vez en el aire cerca del despegue, la mayoría está de acuerdo en que está turbulento. Las alas salen disparadas cuando se encuentran con cañonazos que salen disparados de las rocas calientes. Las puntas vuelven a inflarse violentamente tras sucumbir a los borde afilados de las térmicas. Luego de cada giro, la vista se abre cada vez más y crece mi necesidad de capturar cada paisaje, pero mis manos permanecen firmemente en los frenos; la cámara tendrá que esperar. A 4000m, pareciera que apenas estoy en el primer peldaño de la escalera térmica. Los picos Ladyfinger, Hunza y Ultar me hacen señas miles de metros más arriba, pero sigo con mi plan y vuelo tranquilo un rato para evaluar los efectos de la altura. Lejos del despegue, las condiciones mejoran y finalmente pude saciar mis ansias de tomar fotos.

Podría decirse que Karimabad es el jardín de infancia del vuelo en el Karakórum, sin embargo es fácil sobrestimar las proporciones de este paisaje. Aquí, los procesos geológicos son mayores y superan la habilidad de la naturaleza de colonizar la tierra con poco más que arbustos diminutos. Salvo algunas zonas de bosque y tierra irrigada, el paisaje predominante desde los torrentes de río glacial hasta los picos nevados es de roca implacable, escarpada y sin vegetación. Hasta los ríos tienen tonalidades de azul y gris, saturados con polvo de la montaña triturada por los glaciares.

Mientras volaba hacia el río Hunza, saludo a los niños que gritaban, un recordatorio de que somos un espectáculo y parte de la primera impresión de los locales de la economía naciente del parapente. De vuelta en tierra, nos enteramos que nuestra estancia en Pakistán es una misión diplomática como lo es una aventura de vuelo libre.

El sueño del presidente de la Asociación Pakistaní de Ala Delta y Parapente, Sajjad Shah, era una competencia en Muzzafarabad para mostrar el país al mundo, pero cuando fue cancelada pidió favores que resultaron en hospedaje gratis en el hotel Darbar de Karimabad para los 40 pilotos. El trato fue el característico de un país que está consciente de su reputación en occidente y que lucha por promover una experiencia más positiva mediante las experiencias de los visitantes. Casi todos los funcionarios repitieron: “Ahora son embajadores de Pakistán en sus países”. Nos rogaron que le contáramos al mundo que Pakistán es seguro y abierto al comercio.

El clima en el Karakórum nos soportó tres días, suficiente para empezar a sentirme cómodo en esta zona intimidante y para que algunos tuvieran experiencias inolvidables como volar a más de 6000m y hacer la ruta de 140km hasta Gilgit y regresar, pasando por los espolones del Rakaposhi de 7788m. La semana siguiente con techo bajo y lluvia fue un momento para reflexionar. El primer día, Alex Yaschenko se estrelló cerca del despegue y se lastimó seriamente la columna. Gracias al esfuerzo de los amigos y organizadores, regresó a casa en aeroambulancia gracias a una campaña de recaudación de fondos y empieza lo que será un camino largo para recuperarse.

Puede ser fácil olvidarse de los riesgos y las probabilidades de lastimarse en este deporte y estoy seguro que no soy el único que no ha entendido totalmente las limitaciones de los seguros que me han dado una tranquilidad falsa de que todo saldrá bien en caso de accidente.

Incluso si tu póliza parece infalible en cuanto a rescate, evacuación en helicóptero, hospitalización y repatriación, debes ver si el destino tiene una infraestructura que cubra el seguro y saber el tiempo de autorización (y pago) de los servicios que podrían exceder los límites de la póliza.

ME QUITO EL SOMBRERO Clausura de la gala. El autor se encuentra sentado al frente, en el centro, con barba

En general, me parece que Hunza y la mayor parte de Azad Cachemira es seguro y abierto para el comercio. Obviamente, al aterrizar verás niños curiosos y adultos amables y a veces te ofrecerán té y llevarte de regreso. Nunca me sentí inseguro durante las dos semanas en Pakistán, pero me perdí del último día del viaje en el que un piloto voló sin darse cuenta sobre una zona militar delicada cerca de Islamabad lo que resultó en un ‘arresto’ colectivo durante un par de horas tensas.

La actitud social no fue en general tan conservadora ni ortodoxa como podría imaginarse, sin embargo, hay zonas donde los extranjeros deberían evitar ir sin escolta, como Chilas, por ejemplo. En líneas generales, tuvimos más libertad de movimiento de lo que esperaba. Muchos de los pilotos alquilaron motocicletas para hacer el viaje de ida y vuelta a la frontera con China o para visitar los glaciares, mientras que otros hicieron vuelos vivac en las montañas de menor altura en los alrededores de Karimabad.

Todavía hay riesgos, que junto a la actitud hacia las mujeres, varían mucho en esta región tribal. Resumo mi opinión en una pregunta, ¿regresaría? La respuesta sigue siendo: claro que sí.

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