CUADERNO ÁTICO r e v i s t a
Número 4
d e
p o e s í a
Primavera de 2014
CUADERNO ÁTICO
NĂşmero 4 | Primavera de 2014
Cuaderno ático, Colaboradores: Luis Alberto de Cuenca, Jesús Hilario Tundidor, Sara Castelar Lorca, Óscar Ayala, Ana Martín Puigpelat, Jorge Rodríguez Padrón, Antonio Rivero Taravillo, José Manuel Mora Fandos, José Luis Morante, Enrique Baltanás, José Luis Piquero, Agustín Pérez Leal, Alba González Sanz, José Vicente Sala, Luis Yarza (Julio César Galán), Ignacio Montoto, Rodrigo Olay, Virginia López Recio, Dimitris Angelís, Mercedes Roffé, Luis Miguel Rabanal, Vicente Fernández González Dirección y edición: Juan Manuel Macías Consejo asesor: Olga Bernad, Agustín Pérez Leal, José Luis Piquero y Vicente Fernández González Diseño y maquetación: Tipografía sentimental
© De los textos, sus autores. © Cuaderno Ático
direccion@cuadernoatico.es Revista editada en Madrid ISSN: -
CONTENIDO
L A C . . J H T . . S C L . . . Ó A . . . . . . A M P . . J R P . A R T . J M M F . J L M . . . . E B . . . . J L P . . . . A P L . . . . A G S . . . J V S . . . . L Y . . . . . . . I M . . . . R O. . . . . .
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LA BIBLIOTECA V L R | D A M R . . . . . . . . . . L M R . . . . . . . . V F G (.). . .
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Luis Alberto de Cuenca CARTAS DE AMOR
Después de darse un baño de agua tibia y enjabonarse hasta el agotamiento (para olvidar que aquella mala pécora lo había despedido de su casa, dándole con la puerta en las narices), se acordó de las cartas que había escrito —y no había enviado— a aquella chica de pelo rubio que vivía entonces a una manzana de su casa, en tiempos tan remotos como las oleadas dorias del siglo XII antes de Cristo, la conquista de Troya o las tablillas micénicas de Cnoso, Pilo o Tebas. Buscó las cartas cuidadosamente en todos los cajones de su cuarto y, al fin, las encontró. Las leyó todas a media voz, luchando con las lágrimas, y vio que algunas de ellas contenían fotos de la muchacha, polaroids clandestinas que había conseguido hacerle por la calle, sin que ella se hubiese dado cuenta. Era tan fuerte la experiencia de oler en esas cartas el aroma de aquel amor pretérito que se impuso por K. O. a la tristeza de su actual desengaño. Una vez más se cumplió aquello de que en el pasado es donde hay que buscar las soluciones a las miserias de nuestro presente. Aiguablava, de agosto de
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Jesús Hilario Tundidor BALNEARIO
LADY Life ha tomado sin desdén la cansada pamela y ha puesto la crencha rubia bajo la transparente y pura sutileza del pliegue que ocupa blanca gasa. Respira. Y ofrecida al sol desde los mimbres derrama sobre el músculo el duro enterramiento de la melancolía. En la frente del mar suena de pronto el oleaje. Un albatros describe el tiempo. Su figura es espacio y allí su estela traiciona lo venido. Lo que es. Se instaura nada. Se desvanece memoria en la altura sin límite, mientras que el blanco acontecer del día sus representaciones dispersa. Lady inmóvil viaja. Transita siendo exactitud, un perfil, que imprime al cuadro irrealidad de mediodía y, con todo, es ámbito exactísimo. No hay antes ni después. Calla el mar. Cómbase el agua en el [florero.¿Existe? Rojo y azul que aúnan verdes cálices únicos: ¡las distintas alcobas, las ciudades distintas... sobre la mesa vuelan en aventura y tránsito! Vibran ligeros mundos en toda la unidad del universo que firme en tierra, en brisa, en líquido y en fuego permanece, aunque Dios sea [mudo, aunque no haya retorno, pues la tristeza, al fin, ha donado su origen. Lady Life se sonríe, coloca la tersura de su pamela y sueña.
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Sara Castelar Lorca T , ama la anarquía de la piedra y su evidencia silente. Esta libertad no reconoce el orden de los pájaros, es tosca, impúdica, gravemente digna.
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L , , Artemisa indeleble que atrapa en su crecida la vocación de hembra libertaria, de punzante sirena. Atravesad de espinas el tronco de la herida, alimentad su historia.
De Ved el silencio (inédito)
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Cuaderno Ático,
DE UN LADO EL AGUA Dios es una duda en el costado izquierdo Á Q
De un lado el agua, y los pájaros, como suspiros que abrazan la desolación del cielo, nada saben de su canto ni su olvido, de su vuelo enfermo sobre el hambre. La sed quizás, que no conoce el nombre de su dueño y camina a la sombra como una prolongación del frío. Nada sabe de dios en esta lenta agonía de susurros, nada sabe él de lo que se pronuncia bajo la atroz ternura de los gestos en las manos de un niño. Duele la voluntad a este lado del día que amanece distante entre las grietas, aquí la hierba escribe la revolución del páramo en la lengua perdida. La esperanza es una mujer sin pechos que sonríe con su hijo a la espalda, la curvatura de sus labios crece como una luz que busca su luciérnaga. Es aquí, aquí existe todo lo perdido, aquí los nombres caen para abonar la tierra y las espigas pujan por su reino, aquí la soledad desmiente sus raíces y equivoca la estación de la lluvia, aquí mi corazón… y de un lado el agua.
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Óscar Ayala E , , ya no descansa la manzana aquella que medrosa latía, mirándonos pasar. No gritó. Al arrancarla, suspiró levemente, dejó caer la mirada y procuró que aquel escalofrío corriera por mi mano. En mi mano jugaba a ser redonda y parecer hermosa, y las otras, colgadas, endulzadas de rabia nos juraban venganza, toscamente perfectas. Hace ya mucho tiempo incluso espacio que no comemos ángel. Tanto o más que no guardas tus manos congeladas bajo mis axilas. ¿Por qué ladra la luna precisamente hoy? ¿Y cuánto tiempo lleva tu corazón encima de mi mesa? ¿Por qué no sé decirte que caben más estrellas en una de tus lágrimas que en todo el firmamento y te miro, sediento, esperando, sediento, que revienten?
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Cuaderno Ático,
Q los astros, que rulen los susurros, que sangren las almendras, que ronquen los rincones, que cenice la cena, que me queme la cama, que los malditos versos que esta noche soñé se olviden de que existo, que me permitan salir indemne y sin remordimientos, que se encienda el pan duro, que amanezca el espejo, que tus bragas descifren el misterio de dios, que tus labios se estampen y que el muro sea yo y hasta que el golpe me obligue a florecer. En las manos del miedo; en el galope del miedo sobre el blanco silencio que apesta; en los apuntes clandestinos donde el miedo cifró el presagio de aquella ineludible necesidad de muerte o de belleza; en la voluntad de miedo, en la habilidad de miedo, en el miedo de miedo y, sobre todo, aquí, — —
Óscar Ayala
en donde la marea se levanta, en donde si hubiera dios se clavaría, en donde no me importa que descanse la última mentira del planeta, en tu mirada. En ese punto exacto donde termina el mundo.
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Cuaderno Ático,
E y se baña en las llamas y se corona con la tristeza del destello. Desescama los tejados sin objeto ni delirio. Tiene un fugaz encuentro con la vida en el desierto de una cama y se traslada a otros ojos y contagia a otros ojos y vive en otros ojos. Tu mirada retoza en su carrera y se baña en el marrón oscuro de otros ojos. También con tu mirada tú lamiste mis párpados un día. El juego de romper la cáscara de un grito sin echarlo a perder, de escribir «desdudar» para reírse del corrector del Word, sepultar la palabra bajo un alud de palabras, emborracharse de insomnio hasta la primera lágrima, acariciar la ortiga solitaria cada vez más lenta, violenta, tosca mente para que el latido pugne por desbordarse; el juego de amagar el brillo y retirarse o hacer pequeños cortes en el verso por donde salir a respirar es un juego idiota, ingenuo y amarillo. Y cuando me deslizo en semejante juego es porque no hallo medio de postergar indefinidamente el nacimiento del instinto de existir.
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Ana Martín Puigpelat CINCO SOMBRAS MEDIEVALES
I Sólo la ceniza atraviesa el tiempo y forma alrededor del pedernal la esencia del castillo. Es entonces cuando huele a crueldad a razón de ser humano.
II El azul es el único color que cree en la eternidad por eso tardó en nombrarse tantos siglos. A veces se cree dios.
III Después de hipotecar el futuro regresan a rondarnos las bestias. Habíamos llegado a derribar el miedo pero a través del humo no alcanzamos a ver la sed de la frontera.
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Cuaderno Ático,
IV Los pájaros soñaban el pan hecho pedazos, inventaron antes que nosotros la paciencia. Pájaros ancianos, libertad fingida, corazón de ola en el paisaje.
V Igual que nuestros antepasados buscamos la verdad de la harina y huimos de la intemperie. Aún así no tenemos ya solución.
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Jorge Rodríguez Padrón CUADERNO DE AGOSTO (Fragmentos) (Jamás tan solo como en agosto. Gottfried Benn)
E , la aurora es una bella perspectiva que oponer a tantos amaneceres poéticos: el diorama gris de la lluvia, sobre una tierra brizada en charcos; la mirada despavorida de la grulla: un rostro que te observa sin comprender desde la lejanía imposible de los espejos; la carta del suicida arrastrada entre inmundicias y salitre, como si la vida no acabase nunca, como si tu cuerpo pero las voces rebotan en una niebla sólida de mar tendido en silencio, mientras las gaviotas chillan y picotean con saña el agua roja de los sacrificios por suaves espinas tu mano acaricia la noche, pétalos en la ostentación del labio; la savia fluyendo lentísima en el tallo opulento del mediodía. Sólo adivinas ausencia en la vaga gesticulación de una mujer sin rostro, en la olvidada suavidad de sus formas: agosto sí que es un mes cruel.
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Cuaderno Ático,
(Releyendo a Eliot. Abril )
H . No el color, el soplo De un aire frío que apagara de pronto los últimos rostros conocidos Y la voz: apenas un hilo cárdeno en el anillo de los vitrales, Un brillo de polvo descendiendo desde la cúpula roto Entre palmeras de piedra azul Sobre la cabeza infantil que se reclina dispuesta al sacrificio. Hay un aliento de perfume y tabaco rubio que destila en su oído la dulzura equívoca de una orden; Con sutileza lo obliga. Dura es la palabra; Rebota en las arcadas y hace temblar Los cristales de otra ventana de luz. Y las sombras —premonición— Se consumen acuciadas por esa calle húmeda con fachadas de ladrillo y verdín Que acaba en el promontorio negro Cuya concavidad el mar devora por siglos, con mansedumbre o violencia Debería saber hacia qué playas, por qué laderas azules Se desliza la memoria, camina descalza entre guijarros y entorna los ojos Para soportar el relámpago caliente del sol, cuando se decide Y abandona la casa. Lo ignora todo. Puede decir que lo ha olvidado; pero lo ignora. El pie ingresando en el rectángulo de luz; una sensación de fuego en la planta desnuda; Esa curva vacía en donde espejean, como las escamas brillantes del mar, Figuras y escenarios superpuestos en la escritura De un sueño. El mar está alrededor de nosotros; pero el río está dentro: Luz cernida de silencio; un impulso leve de madera indolente En el agua mansa de la desembocadura. *** — —
Jorge Rodríguez Padrón
Apareció en abril, Cómo de otra manera. En un paréntesis de reposo, en una tregua: la lectura renovada de una palabra que es música y conversación; orden y caos. En los versos de Eliot, la memoria es resplandor; pero también vértigo, y miedo: tus ojos no dan crédito a la imagen de ti mismo que por allí transita, que también se escabulle entre nieblas o sombras de casas y ciudades; en el marco de esa ventana, la página del paisaje que es una costa abrupta —también— del Atlántico. Hermandad del océano abierto al interrogante del otro lado, abismo en donde tantos se perdieron. Eliot, para encontrarse; para que tú te encontraras. Porque también hacia dentro discurren sus turbias calles, su río oscuro, perseverante. Hasta el alma.
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Cuaderno Ático,
(Instantánea . )
E , ; , El aire. La piel, húmeda serenidad, grietas de sombra. La chova, invisible, cacarea; responde El silencio. Existe un trajín dulce de mujer: el oficio La música por las habitaciones de la casa; Ropa sobre la silla blanca, en un cesto Oloroso. El hombre abre la ventana Sobre la tersura —blanco o vacío— del papel. La nada Es una palabra; menos: un levísimo susurro En espiral, ojo el suyo que mira, Que lo mira desde qué fondo y crece La perpleja interrogación como línea azul que respira Hondo hilo de la voz muda En la concentración.
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Antonio Rivero Taravillo LIMONES
Un injerto que el sol hace en las ramas: su genealogía cítrica que pasa desde el verde al tumefacto, del prieto al fosco hasta dejar un golpe seco, el toque de difuntos en el alcorque. Menos cantadas sus espinas que las de las severas rosas de lujosos jardines o invernaderos, también buscan herir, duras uñas de sus manos cerradas, ellas que solo tienen la cubierta de las hojas coriáceas que abanican al mirlo en el verano que, sediento, intuye limonadas en agraz. En las tierras del norte son los haces que alumbran la nostalgia desconchada de los patios nativos, sus tapias más allá de las tinieblas. Balizas del recuerdo, hondas luces de gálibo, al exprimirlos se convierten en flash que nos retrata con pantalones cortos bajo ellos, cabezas de los clavos que sostienen el palio verde de la siesta, fanales del imperio vegetal de su raza amarilla. El día aposentó bajo su cáscara un zumo primordial sin concesiones, ácido, aromático, amargo. Recién cortados, nunca huelen a hoy: — —
Cuaderno Ático,
frescos, su fragancia es antigua como el alba del mundo abierta en gajos.
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Antonio Rivero Taravillo
OTRO ESPEJO DEL MAR
Circunferencia trazada por el compás del hambre. Un amplio cero que se toma a sorbos. En el tazón de sopa me reflejo. No soy yo, sino mi sombra que empañándose cae sobre su turbio líquido, océano recogido en su pequeño orbe y su modesta sima con algas. Al beberla, soy otro mamífero, y no tomo sopa caliente sino plancton. Alimentándome, me vuelvo puro instinto, abandono la razón. Por allí resopla, parece que alguien grita a lo lejos, su lenguaje verbal adivinado. En este instante incorpóreo, desplazo toneladas por el ensueño. Este tazón: mar que se deseca — —
Cuaderno Ático,
y en cuyo fondo me aguarda horrorizado el rostro sucio de un hombre.
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Antonio Rivero Taravillo
PÁGINA, AZOTEA
En la azotea de la página, estas líneas al sol; con acentos y pinzas, los renglones: alambres en que tiendo la ropa limpia del poema tras haberla lavado en borradores sin suavizante, sin separar jamás prendas blancas y oscuras, mezclando alegría con tristeza. Cálida si la lees, a la luz; húmeda, si no vienes, y oscurece. Más cerca del cielo lo que surgió en los sótanos. Allí, en su superficie, lo que brota, centrífugo, del fondo. Lejos del ajetreo de la calle, y cerca del silencio y de los pájaros. En la epidermis, sí, sobre las vísceras y todo el edificio de la vida.
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José Manuel Mora Fandos RYDAL WATER
Recuerdo aquella rinconada en el Lake District, la llaman Rydal Water, aparece en los versos de Wordsworth. La ascensión silenciosa, la mansa cordillera en herradura, un cielo duro, un sol de estío, la hierba castigada. Abajo la corriente, la isla recoleta, el dibujo continuo, la presencia colmada que cela y abre el ser de cada cosa. Fulgor fugaz, terrible como una anunciación es el recuerdo. Luego, el analgésico de las palabras. Pasaron ya: aquí un extraño un trazo roto.
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Cuaderno Ático,
POÉTICA
I Medita todas las palabras: esas que aún brillan al cerrar los ojos y abren un firmamento íntimo en las noches más cerradas del alma; y aquellas que el ojo y la rutina ignoran: miles de conchas bajo el paso y la costumbre inalterable de las olas. Brillan, se ha dicho, las primeras; las segundas son mar donde espejea el primer tipo.
y II Es fácil escribir un verso triste, pausado, imaginista, sin respuesta. Difícil, sin embargo, aquel poema triste como unos niños tristes, pero salvados por el verso que lo cierra: ese que no escribimos «porque no», «porque la vida», porque al cabo es fácil escribir un verso triste.
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José Manuel Mora Fandos
ALCOHOLEMIA
Ir por ahí hurtando matices a las luces, a las sombras; bullirlos en redoma hasta alcoholes purísimos; guardarlos en toscas damajuanas del cajón en el ángulo oscuro; y mesurar el tiempo con ebriedad discreta, como si toda fiesta fuese al dorso de una herida.
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José Luis Morante LA POESÍA DE ANTONIO CABRERA De luz y de abstracción está rodeado todo A C
Tras las tentativas exploratorias del comienzo, Autorretrato y Ante el invierno, Antonio Cabrera (Medina Sidonia, Cádiz, ) consolida trayecto con el poemario En la estación perpetua, ganador del Premio Internacional de Poesía Fundación Loewe y reconocido, unos meses después, con el Premio Nacional de la Crítica). Aquella salida acentúa el registro meditativo y sugiere afinidades cercanas con Francisco Brines, César Simón y Eloy Sánchez Rosillo. El hilo conductor del verso hace de la indagación en la existencia veta temática esencial. Es signo que da coherencia al cauce escritural y tiene un recorrido sin apenas alteraciones en las entregas posteriores, Con el aire y Piedras al agua. Editado en el , En la estación perpetua hace de umbral una solemne aseveración de Miguel de Unamuno: «El gran misterio es la conciencia y el mundo en ella». La madrugadora epifanía de la claridad concede el esplendor de lo diario, esa acumulación de formas y contornos que precisan y delimitan los sentidos. La materia no tarda en guarecerse tras el cristal del pensamiento, mudo testigo de esa intacta luz de lo creado. La fragmentada percepción alumbra en la conciencia escuetas certezas de un tiempo impávido que cifra, en ocasiones, el sentido final de sus mensajes. El pensamiento se convierte en estación perpetua, en refugio tenaz de lo transitorio que, poco a poco, se va disipando en la memoria. En la colección de haikus Tierra en el cielo, los textos se apoyan en un monotema: las aves. Se aborda, con mínimos elementos conceptuales, una escritura de tacto exquisito en la que se encierra el acontecer natural de un elemento vivo del paisaje. Al margen de notas explicativas, las instantáneas dibujan con su triple trazo la diversidad alada del azul en vuelo; versos a la espera de una pluma en el aire, exenta de contaminaciones alegóricas. Los rasgos reales —reflejo y vuelo— mediante los ojos — —
Cuaderno Ático,
limpios del haiku cantan esos serenos indicios de una naturaleza enaltecida. Tierra y cielo, en su humilde apariencia, es un apasionado soliloquio con la ornitología, una de las pasiones del poeta. La primera etapa poética de Antonio Cabrera tiene la condición de un viaje minucioso que pone rumbo a un saber introspectivo y que contempla, con sosegado estar, los espacios de una realidad transitoria con la que el ser individual establece una relación unitaria. Ya he aludido a las constantes vitales que conectan estas entregas de Antonio Cabrera hasta conseguir la identidad de tono: el intercambio relacional entre el hombre y su entorno natural, la proyección reflexiva de lo sensorial y el material filosófico que muestra la luz áurea del discurrir. Otras impresiones añadidas son la serenidad expresiva y el sentido clásico de su poesía. El cuaderno Seis poemas, editado en la colección santanderina Ultramar, adelantaba algunas composiciones de Con el aire, entrega de , tras conseguir el XXV Premio Ciudad de Melilla. Recordemos que la filosofía griega especuló sobre el aire como elemento natural. Anaxímenes lo hizo principio germinal de las cosas y Empédocles lo integró en los cuatro vértices primordiales, junto al agua, el fuego y la tierra. La atmósfera es fuente que niega el vacío y está en cualquier punto de la superficie, aportando los elementos gaseosos básicos para la vida. Antonio Cabrera registra en sus poemas el contacto gozoso con el aire. El sujeto verbal se acomoda en la transparencia del cielo y enumera las nítidas pruebas que conceden al aire un papel activo en el acontecer: hace posible la llama, el leve vuelo del humo, el desplazamiento de las aves y la pausada respiración de quien contempla y comparte los benefactores efectos que dan continuidad al tránsito existencial. De esa participación subjetiva en los procesos naturales surge una afinidad de pensamiento y espíritu, una manifiesta consonancia entre la realidad externa y la conciencia de ser. En ese fondo hospitalario discurre el cauce remansado de lo vivencial. Pero la conciencia también mira el interior, busca lo abstracto, el sesgo brumoso de la reflexión. En esos laberintos del pensar, el sosiego se torna perturbación, como si una brisa húmeda y desapacible azotara con su inclemencia. El título «La habitación de Leipzig» sugiere una referencia cultural inmediata. La ciudad alemana del estado de Sajonia es cuna de conocidos personajes históricos como J. Sebastian Bach y Richard Wagner. También tiene conexiones biográficas con Friedrich Nietzsche, una de las figuras más significativas de la filosofía moderna. Al comentar este poema, el poeta y crítico José Luis García Martín anula cualquier apoyatura cultu— —
José Luis Morante
ral para centrarse únicamente en la nítida línea argumental: la contemplación de la amada dormida. En su estar negligente, el sueño exilia de lo real y dibuja en el silencio de los sentidos apagados oníricos paisajes que desplazan los ángulos de fuga del pensamiento. En ese estado, lo que la ciudad ofrece por la ventana abierta, esos indicios de historia y pensamiento, es simple humo, una estela que no deja espacio y que sólo recupera sitio al despertar. Los poemas centrales, acogidos en «Idea» discurren por un cauce meditativo. Corresponde a las palabras descubrir lo que se manifiesta más allá de la apariencia, dar voz a ese silencio ensimismado que amplía la conciencia. Lo sensorial crea inquietud porque percibe la condición transitoria de la realidad y sus continuos cambios. La claridad del pensamiento concede algunas convicciones: lo que se percibe son signos fugaces que deposita cada amanecida, acaso con un significado secreto, incontestable y mudo. El apartado «De mi nombre» muestra una íntima alternancia de motivos. Son estímulos para la indagación el tenebrismo de una pintura, la sugerente mudez de los objetos domésticos o el despliegue de estampas del paisaje. Un recorrido por lo diverso que plantea al protagonista verbal la ecuación de su sentido: «todo viene hacia mí, todo me esquiva». Lo real instaura un orden natural y apacible en el que encuentra sitio la fugaz trayectoria del yo que contempla y abre sendas nuevas a su solipsismo: «El que cierra los ojos: el mismo que los abre. / Duermo en mí / y mi aurora está en mi nombre. / Afuera siempre, / un rumor al que acudo, una anchura / soñada o sensitiva, / ceremonial, inaccesible, intacta.» Completa el corpus hasta la fecha Piedras al agua, un libro cuyo título sugiere una dimensión simbólica. El aserto «piedras al agua» galvaniza la intuición con un significado sugerente: sobre el reposo de la plata dormida, el choque de la piedra origina una perturbación que se propaga con la misma intensidad en todos los sentidos. La quietud muda en movimiento, dibuja ondas concéntricas. De modo similar funciona la sensibilidad de quien contempla; los elementos externos propagan sus cualidades. El alrededor se posiciona, pugna por mostrarse en el tiempo; completa un inventario de huellas y evidencias. El suceder y los paisajes se complementan en un trascurso ajeno al existir de quien los nombra; plena y condescendiente la realidad se muestra múltiple. Todo es superficie, proximidad y lejanía dispuestas a ser captadas por lo sensorial: «ahora, justamente ahora, / voy a tirar piedras al agua / con las que remover / este limo contrario, / este cieno exterior / de las cosas visibles». — —
Cuaderno Ático,
En el tramo inicial de Piedras al agua es referente clave el mosaico de formas que roza la pupila. Este enfoque muda en la segunda parte del libro donde es línea continua el trazo evocador de la memoria. La rememoración acerca también los contraluces de lo doméstico. Están los efectos duraderos del dolor y la muerte y está la angustia e inquietud que postula el manso cabalgar del presente. La tercera sección comienza con una poética —aunque muy alejada de la teorización metaliteraria— de aliento aristotélico; el poema medita sobre las conexiones entre pensamiento y materia exterior, y concluye de forma memorable con estos versos: «De luz y de abstracción / está rodeado / todo». La claridad ilumina para que el pensamiento complete itinerarios en un estar armónico que observa sin alterar. La función del poema es crear un territorio de conocimiento, una vía de exploración que busca el sentido de un orden natural. El existir conlleva una muda de escenarios que sitúa al hablante lírico entre lo fijo y lo cambiante, en un estar que hace de lo accidental pensamiento y conciencia. La identidad del yo queda sumergida en la celebración calmada del entorno. Percibir aloja al ser en un estado existencial que nos transforma en parte de un todo atemporal. Si hay poetas que entienden cada entrega como un hito disperso, el quehacer de Antonio Cabrera permanece fiel a un ideario estético que aglutina filosofía y meditación de forma continua. El poema elabora un discurso natural con una expresión precisa y trasparente, en la que comparten sitio recogimiento interior y comunicación con la naturaleza, una naturaleza sin tonos arcádicos, cercana y real; el paisaje externo y el espacio interior se relacionan e identifican hasta alcanzar una nueva configuración en el poema. Al cabo, esa es la tarea esencial de la escritura: frente a lo caduco y transitorio, conceder a la existencia una realidad más profunda.
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Enrique Baltanás TIERRA Y AGUA
Cómo será de hondo el pozo de tus días. Mientras más cuerda sueltas menos ves el final y está oscuro, nunca das con el agua que buscas, nunca suena el chasquido de zinc contra la lámina. Sólo sigues soltando larga soga por amor de lo hondo y de lo oscuro, por el amor de ese agua que se esconde, por odio de la tierra que te niega.
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Cuaderno Ático,
HORA FELIZ
Siempre, siempre tememos a las sombras, siempre. Y aún más cuando nos roza el rayo de la luz, y pasa a nuestro lado y se detiene. Nos cuesta soportar su fulgor en lo oscuro. Es recordar, sin ver, la luz en las tinieblas, es volver a meter el puñal en la herida. Hiere la luz si sólo somos sombra, si a su cobijo nos hemos retirado hace ya largo tiempo. La luz, como el amor, nos quema. Porque abre, con su rayo, el más negro recuerdo. Porque duele vivir sabiendo que las horas no coinciden. Porque cuesta acordar los relojes al ritmo de la vida, fijar la hora feliz cuando todas las horas ya han pasado.
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Enrique Baltanás
UNA CUESTIÓN DE CIFRAS
Mi vida se contiene entre dos cifras. La primera ya está escrita. La segunda es aún una incógnita que nadie puede despejar aún. Eso es todo. Dos cifras. Antes una y, después, la otra. Un guión en el medio.
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José Luis Piquero RESPUESTA DE LÁZARO
No merece la pena, no te empeñes. Yo ya he cumplido e iba a disolverme, tan contento. ¿A qué viene esto ahora? ¿Otra vez los afectos y sudar por las noches y bregar y la sed y el dinero? (Sobre todo el dinero). No, gracias. Eso ya son cosas vuestras. Se estaba bien aquí. Los gusanos no son muy exigentes. Uno delega en ellos los detalles. Por lo demás, me gusto. No es que huela muy bien pero puedo estar solo. La gente es tan extraña... Años llevo intentando comprenderla. Aquí no hay amenazas, ni preguntas, ni se espera de ti algo distinto a una quietud insólita. ¿Miedo a vivir? Lo mismo que vosotros, pero sin aspavientos. El mundo es más difícil: hacer lo mismo una y otra vez, y encima Dios, que no te quita ojo, diciendo «Has hecho daño» y «No te esfuerzas». Ya no hago daño a nadie. Podrido estoy más limpio de lo que he estado nunca. Conque puedes coger tu pequeño milagro y esfumarte. Terrazas soleadas, inútiles banquetes. Yo soy perfecto. Busca a otro infeliz que aún se haga ilusiones.
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Agustín Pérez Leal ESPAÑA, NOVIEMBRE DE «Brotes verdes» (Del lenguaje político)
Se aproxima otro invierno. Con túnica de nieve recamada de estrellas se ha vestido la luna de noviembre. Los dardos duros de la noche clavan sus afiladas púas sobre el mundo. El reino de la escarcha es efímero y leve, pero cruel: se ceba en lo pequeño; hiere al débil.
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Cuaderno Ático,
SAN JERÓNIMO LEYENDO UNA CARTA Por Georges de La Tour Museo del Prado
Lo primero que rapta y se lleva la vista detrás, como a un cordero que siguiera temblando aquel olor de madre, no es la púrpura que hierve en la muceta. No es la mano bañada en luz que ajusta la distancia precisa de los lentes oteando el papel. Y no es la sombra de hollada luz, como aura en torno a la cabeza cana. Lo primero es el oro disuelto: es el polvo de oro suspendido en el aire sereno que rodea esta vida cansada de mirar; esta vida que amansa los leones; esta vida cumplida en músico transporte de una lengua a otra lengua; de un ágape a un amor más amplio y firme. Sumergido en la voz que oyen sus ojos, coronado de calma y de silencio, San Jerónimo lee en el día perpetuo del aire oro.
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Alba González Sanz LA BESTIA DEL CORAZÓN
Piensas en el poema que desvele tus culpas y tus fraudes. Hoy sientes limpio el corazón, sangre nueva alienta tus placeres. Hoy quisieras ser niña sin memoria que aprende de su cuerpo en otro cuerpo. Hoy quisieras no mentir en el deseo, jamás haber errado la palabra. Cómo borrar la mácula del odio hacia ti cuando no has sido tú auténtica. Porque Fortuna te concede la memoria, condena del recuerdo de tus faltas. No olvides, muchacha, en la hora dulce, que renegaste contigo, tu cuerpo, tu verdad; que puedes ser miseria y miserable. La vida te apresta un barco nuevo, te deja navegar sin rumbo fijo, y en la bitácora las veces que no has sido dueña de ti y del peso de tu carne. La alerta de naufragio es este hábito de anotar, recontar y conocerte. Dentro de ti el miedo hizo añicos la voluntad solemne de tu dicha. El pobre animal de tus placeres se lame tus antiguos abandonos. Pero ya no hay brújula, cartas o instrumentos. Alguien respira a tu lado. Toma por mapa la herida de la bestia del corazón.
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Cuaderno Ático,
ENFERMEDAD
Tu cuerpo. Te encerraste en él y ahora te ahoga desbordándote. Se alimenta de tu mal, de tu descuido. Guarda un deseo germinal, un antídoto límpido, pero lo aleja de tu hambre voraz. Porque sabe que temes. Porque sabe que mientes. Porque sabe que huyes. Guarda una célula mínima, un origen posible. Cuando llores habrá de liberarse por la sangre ahora espesa de tu vida. Una manzana enferma es tu corazón. Tu deseo dorado espera ansioso el tiempo de la poda y del injerto.
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José Vicente Sala FE DE VIDA
Sin tenerte te tuve, aunque no lo supieras. Y ascendí libremente al acento furioso que en tu frente ofrecía monosílabos tiernos. Dueño sin el contrato del amor. Sólo noche doméstica y austera. Neutral en las pasiones y en los logros. Sin quererte te quise y en la trampa siniestra del vosotros, nunca sabrás quién fui si es que fui entonces un sueño en la ladera de tu boca o acaso un pensamiento que se calla. Mi terrible secreto. Ya lo sabes. No cabe más verdad en un poema que tú nunca leerás. Lo sé y me basta. Fundé ciudades vanas en los cuerpos. Despierta sin razón un hombre solo. No hay riqueza mayor que haber tenido. —en las manos vacías, nacen versos—
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Cuaderno Ático,
NO POR NEGARTE
No por negarte olvido tu presencia. No por vivirte escapas de la muerte. La habitación con flores y un espejo supo callar el mapa que inventamos cuando a la piel le sumas un mañana y todo es indagar en humedales donde el origen tuvo su paciencia. No por ser verso vivirás más horas ni harás del mármol piel de mis heridas. Pero un minuto sí me perteneces y, aunque haya engaño, asumo y deletreo las sílabas que juntos enterramos en el jardín que llaman existencia.
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Luis Yarza (Julio César Galán) I
El ave de María: Ah, de un niño la risa. Vivíamos, el rostro ya vivía.
*** La llanura en el ojo Izquierdo del cernícalo, El ángel bueno del arroyo, La carne de los lirios… Vuelvo a irme de mí, ¿Y si el cielo es un sí?
*** Alma del tallo: blanco junco. Y Dios es un abejaruco. Mi hija juega y la mujer Es la casa. Vida y envés. La chimenea imanta claros Los ojos, claros los más claros. El fuego nos aleja dentro, la mecedora va sin dueño.
***
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Cuaderno Ático,
Moriremos entre flores. Desde la ventana veo en la llanura como caen las aves sin forma. Caen en lluvia santa, caen en llamas, caen en la gracia alunada de María. *** Con los brazos en rosas, mas no en cruz. Con esta fe que da morir Entre las flores. Senda hacia mi sur. Es el bosque románico: vivir. Se desclava la luz.
*** Esa forma del gamo al alba, La huella del lobo luminosa, La mujer al calor de nuestra lumbre, Ese vuelo del verderón al alba. El huerto aún callado. El pueblo de pizarra: nuestra roca. Vivimos en lo amado.
*** Navidad en las semillas sin flores. El año va lento como un buey en la niebla. Miro aquello que amo. La hoguera. Jesús me dijo en sueños no tengas miedo. ***
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Luis Yarza
La Virgen repartida en cerezas: la pasión de Cristo. *** En el fondo del aire escucho la sombra del Dios sin nombre…
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Ignacio Montoto I
Hay un sapo que llora en silencio la sed de los desiertos. Hay un coro de voces blancas escondido bajo las nubes. Hay una procesión de luciérnagas que ilumina las cuevas olvidadas de la memoria. La orquesta revolucionaria y romántica apela al viento con sus dedos, nos somete al compás de la conjetura y esboza una nota sorda que llega a nuestros oídos, esgrime la belleza como fin último y modula la suave cadencia del tiempo sobre la piel carnosa de los labios de la aurora. Todo consiste en descifrar el paisaje mientras la luz articula el lenguaje que nos rodea.
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Cuaderno Ático,
II
Febril hierba de primavera sedienta luz de los olivos... [Hay una nutria escondida en nuestro vientre que todas las noches nos atraviesa el ombligo en busca de alimento. Hay un Atlas donde la muerte se expande a través de los cinco continentes reales: umbría dolor tragedia herida y soledad. Hay una corona de orugas sobre vuestras sienes. El tibio temblor de la sangre os salpica junto a las cáscaras rotas de las uñas. Los tiernos brazos de la muerte nos arrastran hacia la luz? Qué luz? Piedras y frío. El graznido de un cuervo albino bajo tierra... La inasible estela de la madrugada... Que comience la sonata del hueso y el gusano] ...hay un vacío entre esta flor y la siguiente.
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Rodrigo Olay EPITAFIO
Mar Cantábrico. Cima. Cielo. Lápida como un estanque helado de calor en un nicho de noche en llama blanca. La cúspide. Necrópolis de sol. Mes de junio. Luarca. Dos mil trece. «Era yo lo que eres. Serás tú lo que soy».
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Cuaderno Ático,
A PARTIR DE JUAN GELMAN
Tu nombre es la palabra más bella que conozco. No sé cómo te llamas.
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Rodrigo Olay
ROBB STARK DECIDE MARCHAR SOBRE ROCA CASTERLY
Lord Bolton, venid, raudo: partiréis al ocaso. Extremad toda cautela, pues la noche es oscura, alberga horrores y el invierno se acerca. Llevaréis esta carta que lacro a Walden Frey.
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Cuaderno Ático,
HAIKUS
N S J Miro la hoguera No sé si quema más o si tu piel. La luna llena ciñe su plata tenue a tu desnudo. Las sombras corren, a la luz de las llamas. No crezcáis, niños.
M Nada poseo. Solo en el bosque, miro. Me pertenece.
*** Y UNA BREVERÍA Una nectarina es un atardecer redondo.
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LA BIBLIOTECA
Viginia López Recio | Dimitris Angelís ANIVERSARIO
Dimitris Angelís, Aniversario, traducción y prólogo de Virginia López Recio, Valparaíso Ediciones, Granada . Dimitris Angelís (Atenas, ) constituye una de las voces más singulares y destacadas de la poesía griega actual que ha logrado hallar su propio universo poético: Una combinación de su visión política y dudas existenciales con referencias a la mitología griega y a los textos bíblicos.
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Cuaderno Ático,
LA OCULTA PESADILLA DE TELÉMACO
Y siempre, siempre sufrirás en los aposentos el olor indeleble de los pretendientes, en sus fiestas privadas participarás en recitales de insulsos poemas, oirás juramentos de fe que sabes sin embargo que pronto serán olvidados ad gloriam. Tú —susurrabas— a otras cosas estabas destinado. Puesto que el polvo implacable lo cubrirá todo: las discotecas que frecuentabas, las salas de billar, las escaleras de mármol de las interminables confesiones amorosas, en sus ruinas serán descubiertos mañana aquellos nombres reprimidos que te [comprometen, y tú con rotas esperanzas te preguntarás, midiendo las distancias, cómo sobreviviste, sacarás de los cajones cartas amarillentas, romperás promesas incumplidas y viejos resguardos de billetes, planeando de nuevo y a prisa episodios de tu vida ad gloriam. En los funerales de tus amigos con amargura notarás que ya no son escuchadas tus oraciones.
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Mercedes Roffé CARCAJ: VISLUMBRES
Carcaj: vislumbres (Vaso Roto Ediciones, ). La poesía de Roffé sabe rodear el silencio, seduce desde la sensación de abismo, se atreve a bordear los límites de un sentido siempre plural. Poesía que es un viaje de ida y vuelta a la génesis y al futuro de cada palabra, un viaje cuyos puntos más altos suceden cada vez que aparece el relámpago. Es decir, cada vez que Roffé logra capturar, en todo su esplendor, el resplandor poético de las palabras. En Carcaj : Vislumbres, ese poder extra-subjetivo de la palabra transforma la mirada del poeta —y del lector— hasta dejarle entrever aquella alteridad, aquella dimensión suprema que trasciende el plano de lo más inmediato. La mirada y la palabra transitan así entre esas dos instancias —la realidad y lo Real— hasta ofrecer una visión de la existencia humana llevada a su límite expresivo. Mercedes Roffé es una de las voces de la poesía argentina actual de mayor reconocimiento internacional. Madurez de visión y una depurada factura le permiten abordar en este, su noveno poemario, algunos de los aspectos más sensibles de la experiencia humana.
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Cuaderno Ático,
PARTE I
IX la prosperidad del alma acontece como acontecen las torres o esos buques cargados de olvido que atraviesan la ronca estepa de la noche ahhh, la nieve y las góndolas deslizándose bajo antorchas de laurel y saúco embalsamando el aire (¿quién no habría de cantar?) chisporroteo + estrellas + tintinábulos entretanto como una cinta de raso y plata se devana un nombre en el cielo
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Mercedes Roffé
XIII catedrales que alguien construye a voluntad cabañas de humo donde se cobija la espera inexpugnable a uno y otro lado se oye agonizar un instrumento tañido por el agua se arremolina en el aire el son luctuoso se empina y cae como caen tres gotas de sangre sobre la nieve
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Luis Miguel Rabanal TRES INHALACIONES
Tres inhalaciones. Amargord Ediciones, . Colección «Helado de mamey». Diseño de la cubierta: Juan manuel Macías.
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Cuaderno Ático,
CARLOS EDMUNDO DE ORY TRADUCE A VERLAINE Hueles de una manera diferente. C. E. de O.
A los poetas no se les debería dejar solos a partir de las cinco, es pronto para dilucidar lo que acaece en sus cabecitas brumosas. Los poetas son obvios como los aguaceros y las ensoñaciones, igual que los tulipanes cuando el sol no ha salido. Los poetas recrean el cosmos pero para colmo de males su respiración no descansa. Para tanto sinsabor, para tanta perfidia como trota en el pasaje de los precios posibles, los poetas consiguen completar parte de un poema perturbador, delicioso: «Siempre es más amable el espasmo de aquel que el nuestro, nos ata la cintura a su soga, nos sube la tensión al unísono y eso al regicida le da que pensar». Dichosos poetas que nos confiesan sus horas y nos faltan al respeto en un episodio inflexible, el que menos apetece atender junto a la Hortensia y la peladura del kiwi. ¿Estarán en disposición de transfigurarse en este mismísimo instante los poetas en avispas que franquean tan a sus anchas la condenación? A los poetas no hay quien les lea las manos.
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C. P. Cavafis | Vicente Fernández González (ed.) MÁLAGA CAVAFIS BARCELONA
Málaga Cavafis Barcelona. Edición de Vicente Fernández González. Antología de las primeras traducciones catalanas y castellanas de la poesía de C. P. Cavafis y selección de versiones posteriores. Prólogo de Luis Alberto de Cuenca y Francesc Parcerisas. Introducción de Vicente Fernández González y Joaquim Gestí. Epílogo de Juvenal Soto. Fundación Málaga, .
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Cuaderno Ático,
LA CIUTAT ()
Has dit: «Me n’aniré en una altra terra, me n’aniré en una altra mar. Bé hi haurà una ciutat millor que aquesta Cada esforç meu és una sentència que em condemna; i el meu cor sembla un mort colgat dins una tomba. ¿Fins quan ha de ser que em romangui l’esperit en aquest marasme? Cap on sigui que giro l’ull i pertot on miro veig de la meva vida aquí les negres runes, aquí on he passat tants anys i he devastat i he fet destrossa». Uns nous indrets, no els trobaràs, no trobaràs, no, unes altres mars. La ciutat, on tu vagis anirà. Pels mateixos carrers faràs el tomb. I en els mateixos barris t’envelliràs, i en aquestes mateixes cases et sortiran els cabells blancs. Sempre serà en aquesta ciutat que arribaràs. Cap a uns altres llocs, no ho esperis, no hi ha vaixell per’ tu, no hi ha camí. Tal com has devastat aquí la teva vida, aquí, en aquest racó petit, és en tota la terra que n’has fet la destrossa. [T. C. R]
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C. P. Cavafis | Vicente Fernández González (ed.)
LA CIUDAD ()
Dijiste: «Iré a otra tierra, iré a otro mar. Otra ciudad ha de hallarse mejor que ésta. Todo esfuerzo mío es una condena escrita, y está mi corazón —como un cadáver— sepultado. Mi espíritu hasta cuándo seguirá en este marasmo. Donde mis ojos vuelva, donde quiera que mire oscuras ruinas de mi vida veo aquí, donde tantos años pasé y destruí y perdí». Nuevos lugares no hallarás, no hallarás otros mares. La ciudad te seguirá. Vagarás por las mismas calles. Y en los mismos barrios te harás viejo y en estas mismas casas encanecerás. Siempre llegarás a esta ciudad. Para otro lugar —no esperes— no hay barco para ti, no hay camino. Así como tu vida la arruinaste aquí en este rincón pequeño, en toda la tierra la destruiste. [T. M. C D]
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Este cuarto número de C Á ha sido compuesto en XETEX sobre un sistema Linux con tipografías Sabon, Optima y Gill Sans en primavera de