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Cuadernos Nº 15
Enero, 2009
Fascismo: ¿quien insulta a quien?
Sobre las ganas de insultar Jesús Puerta
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igámoslo de una vez: “fascista” es un insulto. Eso me gusta del criterio pragmático en cuestiones de semántica. Remite la discusión al uso. ¿Qué quiere hacer con esa palabra? ¿Quiere dar cuenta de una “esencia” de la cosa, de su “accidente” o “circunstancia”, de una “cualidad”, de una “cantidad”? ¿O simplemente quiere compartir el sentimiento de incomodidad que le ocasiona esa cosa, o desea agredirla, así sea verbalmente, ya que no puede o no debe asestarle directamente un golpe? Umberto Eco, en un capítulo de su libro Cinco textos morales, que previamente fue una conferencia ante unos estudiantes norteamericanos, intenta elaborar una especie de baremo para identificar el fascismo; pero su honestidad intelectual le obliga a decir que en realidad todas y cada una de esas características no se encuentran en los casos de fascismo que se ha conseguido por el camino. De todas formas, define un “aire de familia”, y lo llama, no directamente fascismo, sino “ur-fascismo” o “fascismo eterno”. Unos años después, Manuel Caballero retoma esa lista de rasgos elaborada por el semiólogo italiano e inaugura una línea de ataque argumental contra el chavismo que ha sido muy del gusto de quienes atacan al “rrrégimen” [sic] con cierta pena de compartir acera con “intelectuales” como Carlos Ortega y Manuel Rosales, tal vez porque todavía se creen de izquierda y se identifican con Teodoro Petkoff y Fernando Mires que, al menos, logran hilvanar dos o tres ideas seguidas. No más, claro. La gracia de este ataque antichavista es calificar al chavismo de fascista. La finta no deja de tener su encanto, porque precisamente el insul-
to de fascista se le endilgó a la oposición cuando montó, acompañó, aplaudió el golpe de estado de 2002 y después el sabotaje petrolero de ese mismo año. Motivos no faltan para el uso del insulto en el caso de Chávez: los militares detuvieron y secuestraron al presidente constitucional, el nuevo “presidente” se autonombró gobernante, disolviendo todos los poderes constitucionales, con el aplauso de la alta jerarquía eclesiástica, empresarios y políticos supuestamente “democráticos”. Los medios que dirigieron la acción procedieron a un silencio informativo bestial que luego, cuando el paro, se convirtió otra vez en agitación y subversión abierta. Todavía hay académicos que hablan de “vacío de poder” con tono doctoral, sin alzar la voz y sin vergüenza. Hasta hubo “constitucionalistas” que intentaron justificar lo injustificable. Para no hablar de aquellos que habían aupado el golpe “a lo macho” mandándole pantaletas a algunos militares, meses antes del golpe efectivo.
Del fascismo y otros ...ismos Jorge Castro Deir
E
l asueto navideño resulta a veces halagador, cuando nos permite pequeños excesos gastronómicos y deja espacio para lecturas que veníamos postergando. En el caso concreto, aproveché estos dias para revisar uno de los últimos ensayos, que Emilio Gentile, docente de Historia Contemporánea en la Universidad de
Roma ( La Sapienza), le dedica al fascismo. Gentile es, sin duda, uno de los mas importantes e innovadores historiadores del fascismo en el mundo, al decir de Robert Gordon (Cambridge) y Roger Griffin (Oxford), entre otros. Su visión de uno de los fenómenos mas carismáticos y trágicos del siglo XX, va más allá de las definiciones, y
En boca del chavismo, el insulto “fascista” alude a acciones específicas: aniquilamiento por la fuerza física de la constitución, irrespeto de todas las garantías, aplastamiento de toda una mayoría política, manipulación mediática, cierto racismo y clasismo que se manifiesta en conocidos textos y discursos de los líderes opositores (por ejemplo, aquel memorable editorial de “el Nacional” o aquel manifestante opositor que llevaba un muñeco de Will Smith y afirmaba jubiloso que al fin “sacarían al negro mono macaco”). O sea, el insulto tiene referentes concretos. En el caso de Caballero y sus seguidores, el insulto se basa en analogías, en parecidos, en símiles. Cualquier historiador llamaría la atención de que cualquier comparación tiene que tomar los parecidos, pero también las diferencias. Esto no es tomado en cuenta. Se trata de ver solamente aquello en lo que se parecen Chávez, Hitler y Mussolini, cuando no también Stalin y hasta Pinochet. Que Chávez usa motivos nacionalistas en su discurso: sí, como lo hicieron Hitler, Mussolini y Stalin. Que Chávez insulta en sus discursos a la oposición: sí, como lo hicieron Hitler, Mussolini y Stalin. Que si Chávez busca su reelección: sí, busca eternizarse en el poder como Hitler, Mussolini y Stalin. Que Chávez usa demasiado la figura de Bolívar: sí, como lo hicieron Guzmán Blanco, Gómez, Pérez Jiménez, los adecos (¡Oooops! Se me chispoteó!). Que si viola la libertad de expresión (¿sí? ¿y cómo lo insultan por la televisión, la radio y los periódicos a diario?). Que si interviene teléfonos, que si detiene periodistas por no revelar su fuente, que si ataca preventivamente países extranjeros, que si invierte miles de millones de dólares en armamentos (¡ah, no! ¡usted habla de Bush!).
nos permite las inevitables comparaciones, trágicas casi siempre, ridículas y frustrantes otras veces, con acontecimientos del pasado reciente o de la realidad presente. El espacio permite solo un par de acotaciones sencillas pero pertinentes. Gentile nos dice que “el término fascismo” deriva del símbolo romano del haz lictorio que se puso de moda después de la revolución americana y la revolución francesa. Fue usado por la izquierda italiana para definir una asociación sin estructura de partido. Hablando del fundador del movimiento, nos dice que “Mussolini poseía excelentes dotes de moderno po-
El detalle es que el discurso nacionalista, los insultos en los mítines y hasta la búsqueda de la reelección, no son propias solamente del fascismo. A menos que asumamos que los adecos también fueron fascistas (hay elementos para sostenerlo: las violaciones de los derechos humanos en los sesenta, las bandas armadas para asaltar sindicatos y hasta centros de estudiantes, sólo para iniciar una investigación). Por otra parte, todas esas elecciones y referenda a cada rato tampoco es muy fascista que se diga. Mucho menos la libertad con que se insulta a diario al presidente por la TV. Asumámoslo: la oposición lo que quiere es insultar a Chávez, descargar su ira. No le pidamos que sostengan con hechos y razonamientos su argumentación. No le pidamos peras al horno [sic]. jesus_puerta566@hotmail.com
lítico de masas, sabía suscitar emociones y pasiones con su estilo conciso y violento de orador eficaz...” Luego entra en la calificación del movimiento y nos dice que “este nació como antipartido, para movilizar las masas fuera de los partidos tradicionales. El fascismo novecentista, como fue definido, se proclamaba pragmático y antidogmático, anticlerical y republicano, proponía reformas institucionales, económicas y sociales muy radicales. Los fascistas despreciaban al Parlamento y la Continúa en la página siguiente...