Cuadernos 15 portada

Page 1

cuadernos de la secretaría, año II, número 15, Enero 2009 A propósito de Fernando Botero

Volúmenes, formas, llenuras y Razón de Estado Andrés Barazarte

L

a historia del espejo, al igual que la de otros muchos utensilios cotidianos, transcurre paralela a la historia de la humanidad. Instrumento fiable que no traduce la realidad sino que la duplica a través de la reflexión de la luz. Paralela, a esta versión nítida y científica, corre otra articulada al mundo de la cultura que atribuye a este artefacto cualidades fantásticas, mágicas, arcanas. En el marco de este contexto el espejo se transforma en un instrumento misterioso capaz de atrapar nuestras almas, develar nuestro futuro y proporcionar puentes para traspasar el umbral de lo ya conocido y experimentado. En esta versión, el espejo suministra acceso a una realidad invertida que adquiere tras el cristal caracteres autónomos y fantásticos. Las artes plásticas han sabido recoger esta circunstancia mágica. Es así como universos artificiales y simulados adquieren existencia ficcional; al igual que en la literatura fantástica el espejo sirve de entrada a lo mágico e imaginativo. No clonan la realidad, por el contrario, construyen escenarios paralelos de articulación autónoma. Lewis Carrol, Ende, Tolkien, García Márquez, en el campo literario, han mantenido estrecha relaciones con estos espejos mágicos. Fernando Botero (1932) en su pintura, ha creado una lógica y estética personal; diferente a la de los mundos cotidianos y regiones sociales que sus “espejos” duplican.

dad la que refleja su espejo pictórico. El universo boteriano se construye a partir de volúmenes, formas y llenuras. Los personajes que posan en su lienzo, esculturas y cerámicas son seres normales que este creador los ha hecho pasar a través de un tamiz volumétrico. En este sentido, pudiéramos calificar a Botero como pintor de volúmenes y no como retratistas de gordos. “Había una idea. Me di cuenta de que me tentaba la llenura de la forma, la solidez en el espacio, cierta monumentalidad. Cuando entendí eso me entregué completamente a mi obsesión, que era una obsesión por la forma, la llenura, los volúmenes” La lógica y estética de esta obra no ha podido permanecer ajena a la violencia que sacude a su patria. En estos últimos años su espejo intentará duplicar esta realidad; se alejará de las atmósferas bucólicas que impregnaban sus pinturas sobre la vida en villas y campiñas, salas y baños, con seres rechonchos y felices: familias de paseo dominical, sensuales gordas desnudas o un presidente dormido con la banda aún cruzada sobre el pecho. Todos con las mejillas hinchadas de satisfacción y con cierta indiferencia hacia el mundo exterior. Esta abulia será perturbada. Los símbolos de la violencia comenzaran a hacerse presentes en sus lienzos: rostros angustiados, heridos o muertos. Los códigos de “aire de familia” mediante los cuales se observaba la obra de Botero cambian radicalmente. La atmósfera de la violencia peRetratista de gordos o pintor netra su discurso pictórico. Por de volúmenes ejemplo, en su obra Sin título de Son célebres las gordas y gordos 1999 describe un paisaje desolado del universo pintado por Fernando donde yace un cuerpo despedazado, Botero. Sin embargo no es esta cuali- que es comido por buitres. Uno de ellos se encuentra encima de la cara del hombre muerto de manera violenta., que aún tiene los ojos abiertos. Sus colores típicos han sido reemplazados por los tonos grises y los negros. En Masacre en la Catedral plasma una representación del ataque rebelde con cohetes que segó la vida a 120 personas, incluyendo 40 niños, dentro de una iglesia en la ciudad de Cartagena, en 2002. Sobre esta circunstancia señala: “No hay pretensión de realismo. Se quiere reflejar el horror y monstruosidad de cualquier "Muerte de Pablo Escobar", 1999, Óleo sobre lienzo. hecho violento, en

cualquier lugar y en contra de cualquier persona.”

El otro Botero Giovanni Botero (1533-1617). Economista y estadista italiano nacido en Bene Vagienna escribió en 1589 el libro denominado La Razón de Estado. Para Botero este concepto implicaba el conocimiento de los medios adecuados para fundar, mantener y aumentar el Estado. Si se preguntase que empresa es mayor, si la de aumentar o la de conservar un Estado, habrá que responder que esta última. Los Estados se adquieren, en efecto, por la fuerza, pero se conservan con sabiduría. En esa conveniencia de los medios para conservar y engrandecer su señorío incluye Botero no sólo la conveniencia política, sino también la moral. En la actualidad esta doctrina señala que esta circunstancia es una exigencia de tal importancia que los gobernantes se ven constreñidos, para garantizarla, a violar pautas jurídicas, morales, políticas y económicas. Normas estas que se consideran imperativas cuando tales exigencias no se encuentran en peligro. Históricamente, la seguridad interna de Estado ha sido instrumentada para el logro de fines de naturaleza partidista. En este sentido esta doctrina, lejos de preservar las garantías ciudadanas, ha servido de cobertura ideológica para legitimar la perpetuación de las clases políticas en el ejercicio del poder y gobierno. El socialismo del siglo XXI, por ejemplo, pretende elevarse a la condición de Razón de Estado. En este caso una razón excluyente que se cobija bajo el gran mito histórico del siglo XX: la revolución. Ante esta circunstancia, el federalismo y las autonomías políticas pudieran constituir puntos de partida para iniciar una reflexión que permitiría superar esta doctrina decimonónica y, en consecuencia, ajustar nuestros preceptos democráticos a la realidad global de este siglo XXI.

El espejo roto La política contemporánea venezolana se asemeja a un espejo roto. Diversos fragmentos destellan y distorsionan la realidad. Restituir su unidad es una tarea impostergable. Con Octavio Paz podemos afirmar a pesar que “el cántaro se ha roto, el agua se resiste y se rebela”. El pueblo venezolano con sabiduría construirá un nuevo espejo político; diáfano, resistente; en él se reflejará con fidelidad la diversidad de rostros que constituyen el nosotros colectivo.

Fernando Botero Pintor, dibujante y escultor colombiano, en el que la monumentalidad, el humor, la ironía y la ingenuidad se combinan con un admirable dominio del oficio y gran talento. Nacido en Medellín en 1932, inicia su actividad artística en 1948 como ilustrador del periódico El Colombiano, al tiempo que participa en su primera exposición conjunta —Exposición de Pintores Antioqueños— Medellín 1948. Tres años más tarde se traslada a Bogotá y celebra su primera exposición individual (Mujer llorando, 1949). En 1952 viaja a España y sigue estudios en la Academia de San Fernando de Madrid, al tiempo que asiste al Museo del Prado donde estudia y copia la obra de Diego Velásquez y Francisco de Goya. Entre 1953 y 1955 viaja a Francia e Italia y estudia en Florencia pintura al fresco. Tras su regreso a Colombia, en 1955, permanece un año en Bogotá (donde su obra no tuvo buena acogida), otro año en México (conoce a Rufino Tamayo y José Luis Cuevas) y en 1957 visita Estados Unidos. Allí celebra su primera exposición individual en la Pan-American Union de Washington. A los 26 años es nombrado profesor de pintura en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Bogotá, en 1960 se instala en Nueva York y en 1973 fija su residencia definitivamente en París. En principio sus obras revelan cierta admiración por el muralismo mexicano y la pintura del renacimiento italiano (Partida, 1954), pero más tarde estas influencias van desapareciendo en favor de un personalísimo estilo, en el que las figuras engordan y se deforman hasta cubrir en buena parte el lienzo. Sus primeras pinturas muestran una pincelada suelta y concreta, pero poco a poco ésta se empasta, al tiempo que las perspectivas y las figuras se hacen arbitrarias en función de la importancia que tengan en la representación. Botero emplea la gordura como base de una cariñosa burla para comentar ciertos aspectos de la vida. La misma voluptuosidad e ingenuidad que caracteriza su pintura, se encuentra en la escultura cuya producción se inicia en París en 1973. En 1992 Montecarlo y los Campos Elíseos de París acogieron una Exposición de Escultura Monumental, y el Gran Palais (París) otra sobre toros, La Corrida. El tratamiento exagerado en sus proporciones de la figura humana es hoy una de las características inconfundibles de su obra, que ha sufrido pocas variaciones desde sus comienzos. En la actualidad vive entre París, Nueva York y Bogotá.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.