Portada: Marco Osorno Marín
Impreso y hecho en Bormujos (Sevilla), en los talleres de Gráficas Moreno, S.L.
Andalucía. España. MMXX
Edición de 350 ejemplares del nº 97 de CUADERNOS DE ROLDÁN
EJEMPLAR Nº
Portada: Marco Osorno Marín
Impreso y hecho en Bormujos (Sevilla), en los talleres de Gráficas Moreno, S.L.
Andalucía. España. MMXX
Edición de 350 ejemplares del nº 97 de CUADERNOS DE ROLDÁN
EJEMPLAR Nº
“Penachos de colores las columnas de humo de los hogares”
Pedro Antonio de Alarcón“Lanjarón, ¡oh sierra! ¡oh naranjo! ¡oh roca!”
“La Alpujarra es un país de ninguna parte”
FGL
“Lanjarón: delirio de belleza permanente”.
“Caminante: levanta el corazón, remonta el vuelo, que aquí la luz es trino de fontana. Estás en Lanjarón, umbral del cielo”
Juan Gutiérrez PadialDescuidadamente bello, era un baúl paticojo sin candado, sin cerrojo, donde no cabía un cabello, donde yo metí mi cuello tras un cerrojo un buen día. Mi madre me sorprendía y se puso colorada con no sé qué en la mirada. Nunca supe lo que había. Supongo que la miseria doblada con mucho esmero; es posible que un babero comprado en alguna feria. Supongo, y es cosa seria, que algún pañuelo bordado, una foto de soldado y sábanas de su ajuar. Yo la veía mirar poniéndome colorado. Supongo que cartas viejas hablando penalidades; supongo que sus verdades amarillas, muy añejas; supongo que unas madejas para algunos calcetines. ¡Ni dinero, ni cojines, ni pulseras ni collares! Un baúl con mil pesares y, como a veces, sin fines.
Antonio CustodioMe llegó el nombre con un paisaje de pitas y chumberas. La palmera larga y solitaria peñas arriba y monte abajo la casa de cal y teja árabe aplastada en el valle junto a un árbol. Tierra de antiguas banderías y refugio de prófugos y españoles secretos, antes de que llegaras tú con las aventuras de aquel inglés al sur de Granada, y nos imagináramos ante un cielo que nos pareció una infinitud cuajada de estrellas. Nos veíamos, jóvenes y enamorados, desnudos bajo el fulgor de nácar de una luna que apenas definía las formas, pero después nunca estuvimos en aquella azotea perdida que soñamos. El vaivén de la vida nos marcó otros derroteros y ahora ya es demasiado tarde.
Carlos AbadíaCantan los niños en la noche quieta arroyo claro fuente serena.
Federico García LorcaCon su horizonte de montículos cuasi teatrales, nevados, plúmbeos. El agua, pendenciera, rencillosa, indomable, fluyendo por sus valles y barrancos, por sus angostas calles escalonadas. Esta es la poesía del Agua. Poesía de Federico, d
Javier María Castro-CuadradoCasi abrazados espiran alcores entre la bruma. Por el perfil de la cuerda aflora una luna púrpura. Como león ruge el río. Brama sordo, como un toro.
¡Relincha, mi corcel tordo, gruñe como un jabalí! Una escoria de guijarros trapalea. Su cristal arrastra los firuletes.
Desde las pardas crestas, trasegando en Paraíso, taja navaja una grieta.
¡Por entre el buen aguazar jalea real, jalea!
Jorge VegaMe subo al Veleta y digo: “desde la altura te miro por intentar encontrar de esta vida su sentido pensando en el más acá: ése que tanto me gusta, ése que tanto me da, ése que tanto me quita, ése que me ríe y mata, ése que viene y se va del alegre ayer pasado al hoy que pasa sin cesar a un mañana impredecible.”
(Con reposo de budista y de andaluz senequista, deduzco que vida muerte viajan juntas de la mano cantando que “to’es pa na”).
Alejandro García Acebes¿Por qué irá el molinero tantas veces a su molino, a sabiendas que en el troje no queda un grano de trigo?
Para ver si aún maquila el rodezno y la navija, si no se han llevado la piedra, el manchón y la larija. Ya le han robado la tolva, el saetillo y la cuchara, el pedestal y la maza, las cerchas y la sonaja.
Sólo le queda el recuerdo de la caz llena de agua, cómo cambiaba la rangua o cernía en la tarara. Hoy al pobre molinero se lo llevan en mortaja mientras otros desvalijan aquella su antigua fábrica.
La comarca de las alpujarras tiene unas características claras que diferencian a sus gentes, siendo una de las más bellas que casi todos sus habitantes están integrados en el paisaje. Quizás todo empezó como la forma adecuada de aprovechar los materiales cercanos, que la naturaleza había puesto a su lado, como los famosos terraos. Con el paso del tiempo, su adaptación al terreno en el enclave de sus poblados culminó esa primorosa tarea con las magníficas panorámicas que permiten al visitante sentirse también dentro del paisaje.
José Luis LópezTeníamos todo el tiempo por delante para prolongar la sierra hasta el mar, pero eso era antes. Ahora la lejanía está cada vez más cerca y por la carretera inaccesible del pasado se vuelve el paisaje distancia.
Carolina AbadíaHay suspiros a temblores en la historia y se esconden en quejidos de luna y ausencia grabando los latidos musicales de una pérdida y un pueblo habitando los conjuntos que de oriente a occidente se fundía en plegaria y vida vertiendo la otredad, hoy en sombras, que fue luz y floresta, hacia los otros en cantos y encaje y surtidores espejos en el agua y en la piedra…
Y su eco voló hacia los montes y en pequeñas mansiones y empinadas cuestas se albergan esos mudos suspiros tan solo escuchados por el pueblo y los poetas…
El fuego que asoló la lucha ardiente de un pueblo desterrado, grababa en su lidia por sus tierras… Hoy es blanco, luto de luz, resurgiendo en las mansiones que hoy habitan los buscadores de callada música, palabras perdidas y una llama que alumbre el recuerdo de una ofrenda…
Ecos en la Alpujarra
Joaquín Verdú de GregorioPináculos de nieve en los cielos del mar, paz en el alma que busca el nirvana, silencios enraizados en los pedregales.
El paso cansado de unos pies ancianos acaricia sus cuestas, los guijarros en sus pies son teclas de un piano infinito de azabache y cal que enmarcan su vida.
Mira la albura del cielo donde los sueños blancos dejan caer sus copos y contempla las ilusiones que escapan de las chimeneas, gorros ancestrales de brujas buenas.
Sube, sube, hacia donde tu espíritu ha volado tantas veces… Arriba está la fuente de la juventud, lugar de cántaros y palabras que llenan la aldea de vidas contadas.
No mires atrás, te conoces sólo cuando descansas para volver a mirar arriba, donde los sueños son surtidores de limpias aguas.
Mª del Carmen Martínez GordilloAl cambio de la Alpujarra de árabe a cristiana le acompañó la lágrima de un poeta, que en retazos de sueños y recuerdos difusos se le escapaba silenciosa.
Era ese extraño momento en que lo irreal pasa a ser real.
Su poesía era un faisán que desaparece en la espesura1.
Su poesía era la respuesta cotidiana a la necesidad de un compromiso transformador de la realidad.
Su poesía era glosa de un misterio inasible de la belleza del mundo.
La identidad del ser humano es flotante y algo filosófico.
Hace un esfuerzo para descubrir cómo se ve el pasado, y cómo se ve el futuro.
Manuel Castillo MartosComo el verso en dictadura cautivo, prisionero de la amarga realidad, prima entre paredes de cristal el deseo por romper tan cruel destino.
Y no es proeza lo que esconde tal falacia de proteger tan sugestiva belleza que, disfrazado de caballeresca nobleza va oprimiendo entre los brazos con constancia.
Giran las agujas del reloj, triste agonía en anhelo constante de tiempos mejores; yerra la incertidumbre ante tanta felonía
pues no es utopía lograr en un futuro que vista la brisa de verde esperanza, aunque, en la andanza, el camino sea duro.
Nieves DíazE l canto del almuédano atraviesa las huertas de naranjos y gira en la noria de las almazaras: la prosodia iluminada del Profeta corre por las acequias del Darro, umbrías y frescas como los palmerales del desierto. El pastor Efialtes conduce a los cruzados por las Termópilas de Sierra Morena, vienen de los reinos de la nieve y de la cota de malla con la lanza de San Jorge y el caballo blanco de Santiago. ¡Dios lo quiere! El estandarte verde del Islam se agita en las Alcazabas temblorosas de las Taifas y las huestes almohades acuden al llamado del Comendador de los Creyentes –Guerra Santa–. El Rey Sancho arrebata las cadenas de Navarra de la tienda de Miramamolín y pone fin a la lid entre la geometría abstracta de los alarifes y la pureza gótica de los canteros. La luna menguante alumbra el ocaso de Al-Ándalus y los últimos abencerrajes retornan hacia el palacio rojo de Granada entre los alminares derribados. Los caudillos cristianos oran ante las vírgenes de madera y lanzan vítores al Dios de los ejércitos, por los zocos angostos pasan los santos en procesión, perfumados con incienso de Arabia.
José Mª Jurado Gª-Posada¡Ay Alpujarra, Alpujarra!
Que grandes suenan estas palabras, desde el Puerto de la Ragua hasta el Puente de Tablate, ahora en silencio, otrora envuelto en mil batallas olvidadas ya en el tiempo, y por el que ya nadie pasa, ni nadie peaje paga.
¡Cómo suenan tus trovos con esa poesía dialogada, cuando tus troveros buscan los recodos de tu folclore y de tu alma, con las rimas y las palabras!
Desde las ventanas abiertas me llegan, cada mañana, las coplillas de tus mujeres que, arremangadas, se afanan aireando sus penas y sus casas, por entre las terrazas de launa y de pizarra, de legumbres y de higos colmadas, extendidas para que el sol pueda secarlas.
¡Ay Alpujarra, Alpujarra! Siempre mirando al sur, entre la Contraviesa y Sierra Nevada…
Manuel Sánchez HerreraEn todas las alturas casi se tocan los cielos si la niebla alcanza. En todas las alturas, expertas en nieves, nacen ríos sin fecha.
Las aguas saben los caminos que conducen al asombro y a la ofrenda.
Y todas viajan, niñas, barranco abajo, pulmón arriba, en busca de su mar –aún ignoran posidonias y pateras–que es el morir.
Mario Rodríguez GarcíaEn el refugio de al Busherat la lluvia fina, marca su piel mojada, exhala el aroma del entorno. El respirar del jadeo, es un bello momento. los pasos, que lentos fijan el tempo. Los besos, imaginados sellan cualquier pensamiento.
Pablo Naranjo CameroLa sierra me está esperando y yo no sé cómo hacerlo, busqué por todos los pueblos con las nubes de los cielos, con el alma que aquí tengo robándole tiempo al tiempo. Los robustos troncos de árboles ya me abrazan en silencio, no es que estuviera dormido mientras acunaba recuerdos, es que habré crecido tanto que el monte me hizo pequeño. En la Alpujarra me quedo oliendo a miel y romero mientras escucho cigarras al son de un canto ligero. Aquí el mundo se para dejando caer el invierno con empeño en la belleza de la piedra y su cortejo que van peinando laderas y apagando sufrimientos. Ya es la nieve la que asoma montaña arriba queriendo el ánimo de los fríos mientras un sol va creciendo. Respiro por las alturas y me crezco por momentos, y el canto frágil del pájaro, termina con este cuento.
El pueblo está despertando. La tibia lumbre del alba pone chispazos de cobre sobre las paredes blancas. En la torre, como un símbolo, erguida sobre una pata, dibuja ya la cigüeña su garabato. Resbalan por la colina, sonoras, las primeras campanadas del amanecer. Despacio, se abren todas las ventanas y un gallo lanza a los aires su clarinazo de plata. Por la escalera del cielo ángeles insomnes bajan y van poniendo las nubes en su sitio, la guadaña breve de la golondrina en la brisa sosegada, y el toro rubio del sol en el centro de la plaza. El campo es una patena. El pueblo es una esperanza. Dios, profesor de prodigios, va dictando la mañana.
A Juan. Nunca podré agradecerle las leves lágrimas de aquel viernes
Las tinieblas no devoraban aún la tarde.
Ni sonaba la lluvia en el alféizar como una dulce cavatina. No sé si las penumbras sorteaban la tristeza. El instante era hermoso como las cosas sencillas. Como intentar abrazar de golpe todas las cosas bellas, antiguas como la infancia. Y recogerlas en la cárcel del pecho, donde aguarda el corazón como un pájaro cautivo.
¡Qué bien estás ahí y aquí –en mi alma–, pueblo mío, sobre tu verde asiento escalonado! El tiempo, que todo lo trastorna en sucesiva mutación, no ha podido contigo, acogido a mi recuerdo, centinela permanente de su hermosura única.
Porque tú, pueblo mío, saliste a mi encuentro, desplegados tus brazos, cuando yo te soñaba, derramados mis sentidos por tu espacioso mar de belleza sonreidora. Te quedabas para siempre dentro de lo más mío. En lo más entrañable y excelso. Y tú sigues surcando por tu cambiante ruta de verdor, como imponente transatlántico, sin riesgo de zozobra, frente a la altivez espumante de tus roquedales nevados. Sin prisa de relojes. Ensimismado en tu redonda singladura.
Juan Gutiérrez PadialDe pronto, cuando menos lo esperas, tras un paso rutinario más en tu caminar, ves en un charco reflejado el cielo, o una música se cuela en tu oído, o un arco iris te inunda la retina, o te amanece de pronto en una ráfaga de luz y...
tomas un desvío del camino y...
te renace en la entraña otro regocijo, la vida estrena otra sonrisa, sientes que todo lo pasado mereció la pena porque todo te trajo hasta allí y...
arrojas los escudos y las espadas, extiendes los brazos, cierras los ojos y...
te lanzas otra vez al vacío como si nada, como la primera vez...
Fernando RubioTiene el agua atrevidas cadencias y construye versos. Hay que levantar los ojos del agua para ponerle límites, para que resbale por las calles empapando las flores deshojadas. Es el agua tan ancha y pura que duele, agua sedienta que rebosa y rezuma en la cal de las plazas, tan límpida que asusta, tan pálida y ligera que desarma. Porque el agua es una deriva que salpica y, como las lágrimas, lava y oxida, por eso hay que besar su sed, la sed del agua que arde en los ojos. El agua es monotonía de gotas, hastío que atraviesa las casas, latido en los campanarios, bostezo en los colegios.
Porque el agua es un horizonte borroso, un contraluz que se yergue como una discreta oración que redime.
Pilar Alcalá García
Una huella en el agua de los días.
Efi Cubero LUGAR DE MANANTIALES
Sólo el misterio nos hace vivir, sólo el misterio… FGL
Ha bajado lo eterno
JRJ
A Lanjarón, en todas sus conjugaciones. A la Asociación Cultural Poeta Juan Gutiérrez Padial.
Como un escenario que respira para abundar el alma, así estas voces debajo del silencio; así en sucesión las formas, los ciclos, lo inefable.
Se ensombran en su turno los crepúsculos delante de mis ojos. Abrazan las cumbres, serpentean trajinando las escalas cromáticas en los aires limpios, y se posan suaves como mantos en las laderas, en los valles… y todo es recogimiento de crisálida.
Adentro, en las entrañas pétreas, los manantiales saturados tiemblan y salen a buscar sus destinos siendo arroyos, acequias, torrenteras… ríos en planos inclinados a la línea de mar.
Como una constante, la transparencia asoma a la vigilia de las fuentes –primero danza, luego eco–eco de ecos prendidos a la canción eterna.
Pero el tiempo es una herida abierta que encuentra redención en el oxígeno.
Lo saben las adelfas que forman ramos nuevos e invocan las lumbres del Poeta junto a las calas vírgenes que replican en frío sus dalinianas trompas.
El pueblo crece lento bajo un sinfín de lunas y en los senos domésticos aún sueñan los niños cielos de azúcar.
Rosario F. CartesYo aún no sabía, en las estribaciones de las Alpujarras, que aquella agua amarga de un manantial lanjaronense era la que ahora bebería en el recuerdo.
Un niño de la mano de un padre y una pequeña cesta con un vaso. Hotel Andalucía, finales de verano, Panés el valenciano de los trajes, en el Hotel Palace grabando unas coplas paternas de flamenco, El Malagueño, el Pinto o a su aire.
El camino era largo hasta los montes nevados, las callejas estrechas. La mañana de tebeos aligeraba el paso hasta el agua fresca de la piscina, honda como el tiempo.
Suena la hora del pasado, el corazón temblando, ¡tan pronto, tan despacio!
Antonio Varo BaenaSe hacía incómodo el silencio en el bar de aquel bello pueblo blanco y alto como de ángeles, en que entramos un día de paso.
Transcurría la tarde ante dos cafés cuyo aroma, cauto, se mezclaba con el olor intenso a ceniza y a fuego consumido por las horas y el vacío.
Mirábamos con embarazo y desgana al otro lado del cristal empañado entre lágrimas cuajadas por un creciente frío que iba de dentro afuera de las ateridas sombras.
La nieve pulcra y discreta seguía allí, hecha hielo, firme como el muro desenladrillado y descosido de la soledad compartida.
Afloraban de la tierra toscas piedras que habían despertado con suave sobresalto y extrañeza, al modo de niños tras incómoda siesta, convertidas en islas desiertas sobre un mar de albor imperfecto y subjuntivo.
Ramas ennegrecidas y yertas se clavaban como lanzas en las nubes bajas, mientras cientos de tréboles arrasados se hacían poso húmedo y amargo.
El invierno llenaba el aire y volvían las miradas a la taza de café dentro de un bar de paso en un pueblo blanco de ángeles olvidados.
Cumbres de luz. Tierra airosa donde el alma se desgarra. Hondura de La Alpujarra que besa la nieve hermosa.
Viejo edén donde reposa el llanto de Boabdil.
Y en los adentros de abril florece la tierra entera al vencer la primavera el invierno y su perfil.
Enrique BarreroSí, puede ser que sea nuevo este sol que descubre apósitos de niebla en la montaña e introduce sus llaves amarillas por las ventanas de la fortaleza.
Aquí, el castillo rojo como un cántaro.
Allá está la cuajada de la nieve pintando paralelas en los hojiblancares.
Y un pájaro que escribe y no lo vemos, un mensaje en la nieve con las letras antiguas del idioma de Dios.
Seguí las pistas y esquivé las trampas. Me mezclé en los colores, entre las flores. Te imaginé pintando claveles y rosas. Busqué recuerdos sin borrones como si nunca me hubiesen hablado de ti y encontré tu armónica y tus pinceles, cuadros de atardeceres y libros de Rubens y supe, entonces, que ahí estabas tú: en las notas, en los lienzos, en mí.
Sandra LozanoNo recuerdo si era más blanca la cal de las casas o la nieve del monte allá arriba. El cielo era azul, radiante, como los veinte años que llevabas en las piernas y en el corazón galopante.
Tenías toda la vida para subir a la cima donde verías los páramos verdes del mar lejano, sin olas, una mancha de óleo en el horizonte.
Bubión, Pampaneira, Capileira, hermosos pueblos tallados en el monte por un escultor gigante cuando se construía, sin prisas, la Tierra. Sí recuerdo la luz, el fulgor de la juventud subiendo hacia lo blanco, el aliento cortado.
Nostalgia de entonces, tus primeras Alpujarras. Llevabas el tiempo en los bolsillos. El sol, ay, estaba en todo lo alto.
Francisco GallardoAyer fue pena mujeres, de Lanjarón a Laroles, asolaron nuestra tierra, enterraron nuestros nombres; Nuestro rey rindió bandera, nuestra gente abandona, ya no somos medialuna, ya ni el cielo nos perdona.
Son la tierra y sus nieves, las callejuelas estrechas, los caños de agua pura, lo que pierdo en la afrenta.
Quiero morir aquí, ahora y resucitar de madrugada, quiero sembrar mi tierra hoy y recogerla mañana.
Esta sangre que me quema por tantos años derramada, ya nunca volverte a ver, Alhambra deshabitada; te soñaré desde lejos, el estrecho nos separa
Son mis memorias de aquí, ya me atan, ya me amarran, y si me olvido de ti, en la noche o en la mañana, coged viento de Levante y llevadme a La Alpujarra.
Úrsula M. BenítezAquí, alejándome del mundo, avanzo despacio hacia la sombra de los árboles, mi andar resuena igual que unas aldabas, golpes de pecho, sobre el campo ingente.
¿Cómo puedo encontrar la senda cuando a sus pies continúo enhiesto? ¿Cómo podré reconocerla siendo solo un rastro que a la cumbre se encamina?
Aquí ya no respiro más que tierra y tierra –a modo del que sobrevive buscándose en lo hondo– y de las salvias silvestres me alimento: he comulgado una pequeña hoja que ha venido humilde hasta mis manos. Con la tarde suena la algarabía de los pájaros que buscan su cobijo y los frondosos arbustos, mis remordimientos, callan en la espesura. Algún estigma sangra por espinos…, y sigo visitando sagrarios entre cerros y laderas –abandonados nidos de la vida–.
Llego a la puerta ajada del barranco, donde siempre hay inmensidad de luz, y ante este altar arrodillado quedo.
Aquí, enraizando, voy creciendo al filo, al borde mismo de la sierra eterna.
Nada es eterno. Nada es perdurable. Solo la certidumbre del tiempo que nos lleva.
Ana Recio MirPetra López
Lavaré mi mirada, ya cansada en el aljibe limpio de tus ojos. Refrescaré mi angustia de silencios en el mudo frescor de tu alcazaba.
Descansaré, al abrigo de tu sombra, del peso de tu piel, inexpugnable.
Aliviaré, sentada en tu ladera, los ardores, la ira y la impotencia. Reviviré, mirando tus perfiles, el perfil de tu amor, visto de frente. Lamentaré en tus patios de arrayán la absurda desventura de quererte. Destrozaré, en añicos de azulejo, ese azul que me clava su cuchillo. Amurallarme quiero contra ti como piedra incrustada en tu muralla, fiel en el tiempo, muda en el silencio, el silencio de los siglos. Noche y alba.
Teresa ArizaLa luz de la mañana se hincha entre las hojas de la palmera. El delicado canto del primer mirlo, la postrera estrella adornando la lejana espadaña.
¡El descanso, la apacible glorieta! Borbotean las aguas cristalinas sobre el mármol de la fuente serena.
Manuel J. Mtnez. de Pinillos¿Qué te atrajo de esta tierra para quedar para siempre [en ella?
Tal vez los nombres biensonantes de Bubión, Úgijar, [Capileira.
O los valles de Alhaurín, Lanjarón y Pampaneira. Miraste al sur de Granada y quisiste descifrar
El laberinto Español: ¡Menudo empeño!
Un pasodoble fue el regalo que te hizo Carlos Cano.
Yo te escribo una soleá, que expresa mejor el llanto. Quisiste salir al mundo y la muerte te alcanzó fuera. Yo salgo poco de casa por si la muerte me llega.
Nada más triste que un Titán que llora, encadenado a un lirio.
Rubén DaríoPensé que eras aire y pregunté a la brisa.
Que eras nube y te busqué en la lluvia.
En la noche errante bajo las estrellas.
En el rumor sin decir del agua.
Como un ángel de verdes alas te descubrí oculta entre las frondas.
En el bermejo fruto y la dorada savia.
En el canto de amor de las aves.
Pensé en la luz y en el fulgor del rayo, y acaricié en la flor encarnada al leve resplandor que se desangra como lágrimas en el mar de los trigales.
Te amé en los senderos claros y en el amor luminoso a la Vida y a la Tierra.
Manuel RámilaAl sur de Granada, Lindando con Almería, Pueblos que se desparraman Unidos por la orografía. Juntos son una comarca, Antaño, de la morería, Rajada por barrancos, Repleta de alquerías: Alpujarra de color blanco. Juan Masero Flores
Este Cuaderno n.º 97 dedicado a Lanjarón y La Alpujarra, se presentó el 29/II en el Hotel España, donde un joven Federico García Lorca se inspiraba los veranos y componía sus primeros versos de juventud.
La edición fue supervisada por Juan Masero y Manuel Rámila, con la inestimable ayuda de Fernando Rubio de la Asociación Cultural de Lanjarón “Poeta Juan Gutiérrez Padial”.
A las máquinas el paciente y eficaz Paco Díaz Cebador.
Tierra alta, umbral del cielo, país de ninguna parte…
LAUS DEO MMXX
Elena Blázquez