En la oquedad del árbol dos pájaros okupas se acurrucan y resguardan del frío. El bulevar blanquea entre ramas desnudas y el cielo anuncia nieve. La mañana se detuvo un momento. Se me helaron las manos, pero no la sonrisa, el hueco del amor.
febrero 2020
FEBRERO
Dame la mano y toma el puerto gris, llovido por un febrero loco de gaviotas. Las grúas deslucen su naranja humedecido. Apriétase el corazón de angustia.
Álvaro Salvador
SARMIENTOS
Toco con una mano los dedos de mi mano estrechos, firmes, tibios, con perfección delineados por las yemas de los dedos de mis manos. Los toco, como si fueran dedos de otra mano, como una carne ajena, como si fuesen dádivas de otro que se acercan a mí y me acarician antes que el tiempo acabe.
ABRIL
Renace abril en una calle semilla de la infancia aspidistras y cal regurgitan sonoras melodías los niños alborotan la luz con sus canciones.
Alta es, altísima la tarde en sus campanas camina el luto a pasos lentos y el incienso que en niebla regresa de un tiempo ya oxidado secreto en el desván de aquella blanca casa.
Abril renace en los ojos serena primavera de aquella calle Alta.
mayo 2020
SAN BLAS
Por la calle San Blas, piedra a piedra, camino hacia la hermosa ruina de mi infancia. Es primavera aún entre los dedos y, sin embargo, huele a rosas viejas y a vino reposado por los años.
Esa niña que fui tiene los ojos tristes, las trenzas despeinadas y la boca sin risas.
No recuerdo sus juegos, la voz de sus canciones, no sé dónde perdió el anillito de oro.
Por San Blas aún la veo, cerca de la bodega, como sombra liviana.
Y me mira.
Y me duele.
PORA veces, si recuerdo, cumplo, entrecogido, la penitencia.
En otras grito ¡Gol! y la alegría me da la llave del Purgatorio.
Existe el Cielo, o el Paraíso, si me sonríes, eres de entonces la Primavera.
JUNIO
La margarita, si deshojada, sorteó el No y me dijo Sí y se hizo aroma como el nenúfar, como el jazmín, como la rosa.
Suspiros de la flor son sus olores.
julio 2020
Hoy es un día hermoso para empezar de nuevo o escapar. Tendida bocarriba contemplo el curvo cielo, la gran burbuja azul que me contiene.
Diría que estoy sola y casi levitando.
Pero de pronto siento algo así como el peso de una hormiga que recorre mi vientre y anida en el ombligo.
¿O es tu mano?
VERDE ARROZAL DE JULIO (detalle) / Pintura vinílica sobre tabla / 40 x 80 cm. Carmen Andréu Mónica DoñaNo tiene siega ni vendimia pero es un tiempo mágico de futuros y nostalgias: la aventura de lo nuevo ante el mar o la montaña y el recuerdo de balcones abiertos a jazmines y estrellas. Las chicharras y grillos de sus largos días tórridos traen nuestro ayer de niños
al hoy de las charlas adultas ante el plato de gambas a la plancha, mientras gaviotas y golondrinas firman con sus garabatos los cielos más felices. Pero con la tormenta del último día el mar y la sierra cambian de color y llega la brisa de los adioses con sus promesas de vuelta.
septiembre 2020
SEPTIEMBRE
Pasiones de la luz que acaso no se agoten en este lívido septiembre y en guirnaldas de niebla pose el pájaro la ceniza delicada que sugiere el otoño.
Estación que se pierde entre las manos como el zumo del sueño que uno admira y quisiera beber sin vanas intenciones, apartando su sed de un tiempo que adelgaza los contornos y hace oscuro su fin.
Para rozar, gozando, inevitables pesadillas en este lívido septiembre, que quisiera vivir alzado de la luz en un espacio sereno de propósitos donde no acabe el amor de tantos pájaros tan bellos que acaso no se agoten.
OCTUBRE
Están sonando los pájaros de los lunes por la mañana a coro con las cuerdas de los viejos tendederos del patio. Imposición de la vida.
Pero yo, paralizada en la cocina, quieta, no soy capaz. Fango. No, no es una forma de hablar.
Llegados a este punto del infierno, roncos de haber llorado, amoratados, hace falta un valor que no tenemos, hace falta un valor que yo no tengo y la vida se sucede a las afueras y dentro de mi teléfono mientras de fango se viste mi familia, mientras el fango.
CONTINUIDAD DE LOS PATIOS
En estos días pajizos del otoño final, cuando la oscuridad, ávida, es señora de las horas y constriñe la luz y la vida, el patio –sarmentoso, anegado de pardos descompuestos y oros melancólicos; taladrado por gusanos febriles y cruzado de húmedas estelas de babosa– muestra su torturada osamenta quebradiza como presagio, como anuncio sobrecogido de la noche más larga, esa en la que los japoneses celebraban el amaterasu, el réquiem por los muertos, a la vez que proclamaban el esperanzador, vivificante término de la reclusión de la Diosa del Sol.
Por algún poder con facultades debería ser proscrito el almanaque, desterrar de nuestras vidas ese tiempo dibujado en tediosa formación de geometría, de ese modo, podría hacer (según me dicta la razón de la utopía) un camino sin fronteras para ti que ignore el finisterre de diciembre y los altos tapiales de los meses, un camino incapaz de giros o recodos para nunca doblegarse a la rueda ritual de los ciclos del año y su resaca. Un camino, como digo, que no tenga memoria y no sepa las rutas de regreso.
Vino al mundo este almanaque el mismo día en que, setenta y un años antes, lo hicieran los Derechos Humanos, el 10 de diciembre, en Artes Gráficas Moreno, S.L. de Bormujos, sobre papel Rives Tradition. La edición ha estado a cargo de María José Navajas, Salvador Compán y Juan Villa. Del diseño y maquetación es responsable Paco Díaz Cebador