ITÁLICA
ITÁLICA CUADERNOS DE ROLDÁN SEVILLA MMXXI
CRÉDITOS Edita: Cuadernos de Roldán Coordinación: Antonio Molina Flores Diseño: Manuel Ortiz Maquetación: Paco Díaz Cebador Impresión: Gráficas Moreno, S.L. Bormujos (Sevilla) Edición de 400 ejemplares.
A quienes tendieron su mano
a Cuadernos de Roldán, escribiendo, pintando, dibujando, componiendo, editando, difundiendo y alentando.
O fortunate pastor, augustas vias, theatrum, deorum templa videre est mihi gaudio, Vivere in pace decet et dulcius in anima sentio quam bellum pro patria gerere. Quantae gentes in saeculorum ordine longo loquentur de hoc! Rodericus Carus cuius carmina tristia in aeternum resonant memorantia quale fatum his maneat. Auditis verbis, pastor ingenio turdetano adfectus, respondet: O miles gloriose! audi meum augurium: Tempora et mores mutabunt. Novus ludus nasciturus est factiones ruberalba et viridisalba pugnant pila pedibusque Cancerberum vincentes, sed ubi ludus agi possit, quo nobiles plebesque feliciter vadant nondum etiam scio. Utinam Traianus, ille cuius fama Scipionem aequat, stadium construere iubeat
······ VIII ······
Oh afortunado pastor, grandiosas vias, teatro, templos de dioses verlo me llena de gozo, Está bien vivir en paz y en mi alma lo siento más dulce que luchar por la patria. ¡Cuántos pueblos en la larga sucesión de los siglos de esto hablarán! Rodrigo Caro cuyos versos amargos por siempre resuenan advirtiendo qué destino aguarda a estas cosas. Oido esto que fue, un pastor tocado de gracia turdetana, responde Oh soldado que gloria mereces, escucha mi augurio: Tiempos y costumbres cambiarán. Un nuevo juego va a nacer: los equipos, blanquirojo y blanquiverde combaten a pie y con un balón batiendo al cancerbero, pero dónde pueda jugarse, a dónde nobles y plebeyos felizmente acudan todavía no sé. Ojalá Trajano aquel cuya fama a Escipión iguala, un estadio construir ordene
······ IX ······
Ubi acclamet secundum fortunam laeta voce aut fiero tumultu Provincia baetica ubi Silvius canat: quando rex Ferdinandus cepit Hispalim iam requirebat: Ubi est Italica? Nemesia Matarredona Vizcaíno
······ X ······
Donde clame según la fortuna con alegre rumor o fiero tumulto la provincia bética, donde Silvio cante: Cuando el rey Fernando conquistó Sevilla ya se preguntaba: ¿Dónde está Itálica? Neme
······ XI ······
Noni Lazaga / El capitel
ITÁLICA MANHATTAN
mármoles
cementos anclas hélices ¡cómo fenece todo! ¡ay Fabio qué dolor! ¡cuántas cenizas! ¡qué vastas soledades! ¡qué estragos perpetuos de nosotros mismos! César Antonio Molina
······ XIII ······
Belén Franco / Diana vigilante
QUI HABITAT
Campos de soledad, collado melancólico; sumas
de auroras y brisas peinando los leves jaramagos. Por qué este volver con insistencia al engranaje del viario, a las temperaturas de un nombre, de una identidad, de unas piedras deshaciéndose. A qué buscar en este vacío el resplandor que fue si lo esencial, el alma, nos habita en los fermentos de la lengua, resuena en la belleza que, pese a las mutilaciones, se construye en las epifanías del desnudo, o en la conjunción de las teselas que se hacen figuras, hazañas, en los ojos de los niños. Por qué volver a esta soledad de las vitrinas, a la extrañeza de la mano desmembrada de un dios que tuvo en ella la voluntad del rayo –como todo Padredios–. Por qué volver a la arena que tradujo barruntos de martirios, fulgores de Adriano en los espejos y del teatro, su latir de aldaba interior. ······ XV ······
Hay un eco sonámbulo en el hilo que buscamos; un modo distinto en este sur de luz –como el de aquellas remotas celebrantes de Adonis– de unir la tragedia a la piel de la vida. Rosario F. Cartes
······ XVI ······
Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa.
Rodrigo Caro
A ITÁLICA Soneto alejandrino
Yacen los capiteles corintios en el suelo,
crecen en las teselas el musgo y la maleza; pero un sueño de siglos alberga la belleza de un lugar donde el tiempo dormita sin desvelo. Cómo crece la hiedra en los muros erguidos, cómo acaricia el viento los fustes estriados, la piel de las estatuas, los dioses derribados..., ¡cómo callan las fuentes sonoras sus sonidos! Ya reposa la gloria en sus piedras dormidas y cubre la hojarasca, con un leve descenso, las aguas estancadas de acequias escondidas. ······ XVII ······
Estos mustios collados, estos campos extensos, albergaron grandeza, epopeyas cumplidas, y hoy duermen esplendores olvidados e intensos. Concha Ortega
······ XVIII ······
Rafael Manzano / Restitución hipotética del anfiteatro de Itálica II
HISPANIA, 75 AÑOS ANTES DE J.C. «Por estas hazañas miraban a Sertorio con grande amor aquellos bárbaros… Además de esto, no perdonando gastos, les adornaba con oro y plata los cascos, les pintaba con distintos colores los escudos, enseñábales a usar de mantos y túnicas brillantes, y, fomentando por este medio su vanidad, se ganaba su afición». Plutarco. Vida de Sertorio
Habla el latín de forma deplorable,
ignora nuestros usos y costumbres y con disgusto honra a nuestros dioses. Su forma de vestir ya le delata como alguien que no sabe usar la túnica de forma conveniente. Acostumbrado a sus vestidos rudos, le envanece en cualquier ocasión vestir de púrpura, llevar grandes collares. Sus maneras, sus gestos y ademanes tienen esa altivez orgullosa, ese despego, ······ XX ······
lleno de brusquedad y endiosamiento, del que se cree en todo imprescindible y fía en su valor y en su linaje lo que a la suerte debe. Su desprecio, su vana suficiencia, más ridículos resultan todavía si se piensa que es sólo un extranjero advenedizo al que Roma cobija generosa. No comprendo el afecto de Sertorio por él y por los otros. ¿O es acaso el interés de mantenerles fieles, unidos a su causa, lo que explica que se rodee a gusto de estos bárbaros e incluso les distinga ante nosotros con su amistad y ciega confianza? Tantas contemplaciones son tan sólo como la miel del asno. Porque al cabo, aún se lava los dientes con orina mientras llena su boca con el nombre de Roma. Abelardo Linares ······ XXI ······
Verónica Hernández / Amor nos iguala
EN LAS RUINAS
No vano horror, ni rota pesadumbre,
sino feliz memoria en estos campos donde el azul del lirio Abril combina con jaramagos, cardos y amapolas. Itálica cayó, pero sus huellas al corazón ofrecen y a la mente la paz de unas ruinas, un espacio para fundar el sueño más hermoso. Aquí la elipse de su muda arena y la borrosa mole de sus gradas. Allí las rectas calles y cimientos de simétricas casas con mosaicos. Más allá, bajo tierra, lo que un día contemplemos tal vez, nuevo prodigio de la carne hecha mármol, como aquella adolescente Venus rescatada.
······ XXIII ······
Ejemplo no de muerte este collado, sembrado de cipreses y de rosas, más bien vivo vestigio que proclama la eternidad efímera del gozo. Jacobo Cortines
······ XXIV ······
Elena Montero / Alejandro Magno Italicense
RELECTURA DE RODRIGO CARO Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa. «Canción a las ruinas de Itálica» Rodrigo Caro
No es Itálica, Fabio,
esta lastimosa reliquia que ves, estas cenizas y despojos, ay dolor, salpicados de amarillos jaramagos. No es Itálica, Fabio, ni campo de soledad, ay dolor, ni mustio collado, porque la ciudad vieja se ha hecho nueva en nuestro aliento y esas voces antiguas que oyes inquietar a las ruinas se renuevan hoy en nuestra boca mientras que sus piedras caídas ······ XXVI ······
vinieron a formar los arcos de nuestra mente. No es Itálica, Fabio, disgregación sino una suma que aún sigue creciendo por las largas sementeras del tiempo, para aumentar el fulgor de la sangre y apagar tu lamento, Fabio, ay dolor, con cantos que exaltan a la vida. Salvador Compán
······ XXVII ······
Marian Pantoja / El instante previo
AMANECER EN ITÁLICA Animula, vagula, blandula Adriano In my end is my beginning. T. S. Eliot
Pronto entraré en la noche más oscura, mi alma sus recuerdos dejará sobre esta orilla y nada podrá ya añadir a la muerte más segura un ápice siquiera de amargura; hacia el origen mi alma volará sobre montes y mares, llegará a contemplar Itálica en la altura y, en el preciso instante en que la luz se abra paso en sus calles, dore el trigo y haga vibrar las rojas amapolas,
······ XXIX ······
seré capaz de atrapar al trasluz los recuerdos perdidos de mi amigo y afrontaré la clara muerte a solas. Manuel Ángel Vázquez Medel
······ XXX ······
José Carlos Roldán / Esclavo porteador
ANTE LAS RUINAS DE ITÁLICA
Me digo que ésta podría ser
una bella imagen de la vida (días vencidos de repente, recién saboreado el dulce vino de la juventud, borrados sin vejez ni propia memoria), y que será acaso esa ilusión de paz y olvido, de horas perdidas para siempre, la que urdió en otras almas los emocionados versos que a estas ruinas se dedicaron. Nada ha durado aquí. Ningún esplendor salvo la tarde que inunda el horizonte entregado a mis ojos, ······ XXXII ······
y esa luz que baja de las colinas y dora las piedras. Ni otra vida que no sea el sueño de un mundo fijado en su belleza, primero eterno y después nada. Detenerse como el horizonte en la tarde, pero quién ha nacido ni nacerá para eso. José Daniel M. Serrallé
······ XXXIII ······
Manuel Ortiz / Mercurio, 2019
R oma, que siempre está bajo mis pies,
duerme hipodámica entre piedras claras. Era Itálica, verde de almazaras, y es hoy Tréveris, puerto moselés. Roma, que siempre ronda mi cabeza, vela con su candil la inquieta frente, y rige cada línea de mi mente con mano dulce y sólida certeza. Llenan los recovecos medievales de oscura confusión las capitales de Europa, mas subyace todavía una cuadrícula de la armonía trazada de un ciprés a otro ciprés: Roma, que siempre está bajo mis pies. Victoria Carande
······ XXXV ······
ITÁLICA
Abierta al valle de las grandes aguas, sobre alcor defensivo del torrente, lejos aún de salmodias y campanas, se extiende la gran urbe laboriosa que quiere dar descanso a las espadas. Cumplido ayer su sueño de laureles, hoy, casi a ras de suelo, su queja lastimosa nos conmueve, no solo como espejo de recuerdos de lujos y pasados memorables, sino por esta amarga certidumbre del instante final que nos espera. Ángel Acosta Romero
······ XXXVI ······
ITÁLICA
No es la ruina la piedra,
el jaramago en las rendijas, la tesela bajo la tierra, la escultura cercenada. Es el celeste del cielo, sobre el altozano blanco donde todo se divisa, hasta la propia vida. No es un hueco en la violencia de la historia pasada, de unas gradas deshechas, es el paraíso en la mañana, la desnudez del silencio y el olivo, la belleza que hace inútil el regreso. ¿Qué queda de los que vivieron este sol que quema el alma, de los sueños de la Roma eterna de la lira y de la espada? ······ XXXVII ······
Allí corrió el vino, la sangre y las pasiones, como si sólo fuera una sombra ¡oh Itálica! Donde la vida es una huella oculta, un soliloquio de poder y gloria, una leyenda y una música de amor y muerte, sobre una colina, como un manto, de color blanco y verde. Antonio Varo Baena
······ XXXVIII ······
ITÁLICA
Aquí sobre este alcor donde se asoma orgullosa la luna para ver estas ruinas y el lento renacer del alba en flor y respirar su aroma;
aquí bajo este azul, sobre esta loma, con todo su esplendor y su poder, se posaron, indómitas, ayer las imperiales águilas de Roma. Y fueron levantando con sus alas la que sería Itálica famosa y bien luciera sus mejores galas. Hoy dan fe estos vestigios sin aliento, esta piedra cautiva y silenciosa donde tan sólo se lamenta el viento. Víctor Jiménez ······ XXXIX ······
Fernando García-García / Venus Victory II
A LAS RUINAS DE ITÁLICA
Estos labios, que limpias de hojarasca,
y estas mustias mejillas y ojos tristes, este cuerpo que piensa en su declive mientras mira el espejo en la mañana, la fe de ayer dormida bajo el manto de la razón o de la grama, esfuerzos cuyos frutos entregas siempre al viento, amores cuya espina aún hace daño, fueron un tiempo Itálica famosa: piel tersa, besos dulces, poesía, delirios, ambiciones, frescas rosas que la lluvia arrasó y hoy son, acaso, vestigios de ti mismo entre las ruinas de cuantas esperanzas te fundaron. Antonio Cano
······ XLI ······
Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora campos de soledad, mustio collado, fueron un tiempo Itálica famosa.
Rodrigo Caro
Las piedras, asentadas por los siglos,
son ahora la herida de humillada belleza que los dioses infringieran. Y estas columnas, que nacieron para ser amadas, no son más que turbia ruina parida por el tiempo cuando nos era propicio. Recuerda cuando al mármol los cipreses daban vida. Ya sólo prestan cobijo humilde a pájaros que cantan sus atávicos trinos. Llegan los dionisíacos ecos que el sagrado Betis arrastró, como salpicadura de danzas. Escapados parecen de un ánfora sin dueño. Ante estas piedras cansadas, ······ XLII ······
bajo este lastimado cielo, invoquemos a nuestros dioses para que nadie se atreva a mancillar nuestra Itálica. Sólo al candor del viento y a la perlada luna estará permitido cortejar a esta doncella. Pilar Alcalá
······ XLIII ······
… en la noche callada, una voz triste se oye, …
Rodrigo Caro
ITÁLICA
Ciudad yerta, silenciosa.
De piedras desplazadas. Sepultada de mirtos con sus flores blancas, y de laureles lanceolados. Ciudad ruina, callada. Termas, anfiteatro y tus casas, despojadas de su piel, con el alma fragmentada. Ciudad caída, reservada. En tiempos pasados, coloso romano, con tus hijos: Trajano y Adriano. ······ XLIV ······
Ciudad romana, vacía. Con tu Venus, –Afrodita Anadiomena– de relieves delicados en mármol de Carrara. Memoria eterna de Ciudad Romana. Javier María Castro-Cuadrado
······ XLV ······
María Jesús Casermeiro Castro / Romance del prisionero
POEMA DE ESPARTACO
No me importa morir cuando he tenido
una vida pequeña entre mis brazos y, en vez de ser cruel, en mi regazo cuidé de su orfandad y fui su nido.
No me importa morir si me han herido después de haber brillado el breve plazo que duran los latidos de un abrazo libre, entre cuerpos libres compartido. No me importa morir porque nacimos para el choque de cuerpos, para el beso, y no para la fusta del villano. Aprendimos la luz en los racimos, la libertad nos dio su rostro ileso, y el hermano nos dio su voz de hermano. Manuel García ······ XLVII ······
Carmen Mogollo / Callejón
ITÁLICAS
Me veo mermado y con el pelo blanco
en todos los espejos que me salen al paso y medito en el último café de mi vida en los collados solitarios y mustios. Pienso que también en nuestro tiempo hemos vivido en patios con delfines y ninfas y jardines de mirto con faunos de mármol. Que hemos asistido a festines y discursos para compartir capillas y leyes, y que guardamos en prosa y verso la historia y vivencias de nuestra época. ¿Pero qué quedará de tanta memoria cuando nos entierren las tormentas de arena? Campos de soledad que alguien algún día explorará hasta encontrar la crónica de quienes leíamos los libros de Cervantes y mirábamos los cuadros de Goya. Carlos Abadía ······ XLIX ······
Osorno / Busto de mujer
ITÁLICA
Atando cabos
entre las cenefas alargadas de cipreses salimos de un laberinto de patios al origen del mundo. Ni tritones ni Neptunos en los estanques de hoy para que retomemos el hilo en las fuentes. Carolina Abadía
······ LI ······
Eduardo del Campo Zapata / Chumbera y eucalipto
RENACER DE LAS RUINAS
El cuello erguido,
la cabeza alta, ¿no ves acaso cómo se cimbrean los cipreses escalando la tristeza que les queda para llegar a su profundo cielo azul? Pues sigue su camino, elévate en su ejemplo: en tu soledad de simple hombre, un poco de sol no puede hacer daño. Eduardo del Campo Cortés
······ LIII ······
ROCA MÍNIMA I (Fragmento)
Fui testigo del amor bendito
de Adriano y Antínoo, tal vez vi pasar al poeta de los mil nombres bajo su sombrero de palabras-dinamita. Restos de tierra transparente transforman el [tiempo. Es el siglo de los profetas de la red azul, serán binarios, pero también algún rayo les dicta [incansable: «Somos carne y huesos, pero también razón» Hoy Trajano es el nombre de la calle donde [vamos a escuchar el jazz roto de melismática improvisación, donde Coltrane se [mezcla con el rumor del canto romano de los ecos como el sonido que atravesó el sauce llorón y el albatros
······ LIV ······
de Pink Floyd, y sus echoes que son todo polvo y [aire y cal. «Yo soy polvo y minerales, pero también historia» relatan todas las piedras terrestres. He sido el suelo húmedo de la gran Chichén Itzá el seco contorno de la grava melancólica de [Teotihuacán el rumor inca de la esmeralda Macchu Picchu, la sutil Éfeso rodeada de gatos egipcios, he visto acontecer los ritos amorosos de [Cleopatra y Marco Antonio. Esqueletos del tiempo, las ruinas viven en cada [una de nosotras. Descansando bajo el sol en la ribera oeste del río [Baetis entre Hispalis e Ilipa, una simulacra romae se [levanta imponente. Restos de vida indómita, soy la roca mínima donde todo comenzó. Sofía Sánchez ······ LV ······
César Camarero / Monólogo 4. Desde el confinamiento ( fragmento)
LEYENDA NAPOLITANA
El vivir que perdura
se asienta en la aflicción del pleno día. Un fuego de neumáticos entre vides y arbustos arrancados tus años lleva. Treinta, poco más o menos, no son más que un día de absolvente vida sola. Tu vida habrá pasado cuando acabe el día que reúne al que habrás sido. Triste Eneas en lucha por entonar los cantos del pasado que vendrá. Duele Dido, tu decisión errada, y en sus apariciones duele el Padre perdido, duele el ser que te han dado y te quitan las rutas impensables, los mundos imposibles sin regreso. Dispersas ······ LVIII ······
quedaron las Sirenas antes que tú pudieras escucharlas. Derrotero aberrante enmudecido por la muerte, tu vida pasó, y un canto vives rival de lo que mueres y recuerdas. Al final habrás sido lo que vas siendo ahora: profecía de todo tu pasado hecho memoria, el canto prometido que no serás pero que habrás dichosamente sido. Juan Carlos Marset
······ LIX ······
Daniel Bilbao / Itálica. Casa de los Pájaros
Y LA JUVENTUD… Para Marina Sanz y Chus Cantero
Íbamos a Itálica
a mirar ballet azulado entre piedras secas. La noche era una hoguera blanca bajo la media plata de la luna. Y la juventud... esa rápida obsolescencia de estrellas fugaces. Íbamos a Itálica a ver gente correr entre piedras mojadas. Hombres, mujeres, agónicas respiraciones tras el último resuello de estar vivos. Y la juventud... Uno, entonces, no sabía que tan sólo era un [perfume. Francisco Gallardo
······ LXI ······
AMANECER EN LAS RUINAS
Como un jardín de piedra, las ruinas.
Amanecen los pájaros. Con la primera luz, la llama de su canto se enreda en los cipreses, en la armonía del aire y su claro transcurso, como el de un río invisible. Cantan los pájaros y también es invisible su tiempo: son los mismos que ahora vemos en el mosaico enmudecidos. Sólo el sol y la lluvia sobre el mar diminuto de teselas, donde pisó el esclavo y el patricio, y el héroe que en Itálica recuerda el dormido esplendor de las batallas. Aún cantan los colores de unos pájaros borrados por los siglos: inmóviles perduran en el centro ······ LXII ······
de una antigua mirada, trazando su exacto laberinto. Horas de brisa y luz mientras, muy cerca, protegen los planetas con su magia inmóvil y eficaz el canto de los pájaros, la lentitud de la mañana, el cansado esplendor de estas ruinas. Juan Lamillar
······ LXIII ······
Pedro Barrero / Restitución hipotética del anfiteatro de Itálica I
REMINISCENCIAS ROMANAS A Alejandro y Julia que caminan hacia el futuro
Imperio romano que de la ciencia griega pasó a la
Técnica autóctona, cuyo ejemplo es este Anfiteatro que muestra con claridad lo que se [perdió. La historia mira la tierra y las raíces que yacen en [el fondo, para transformase en Intrahistoria que fue engullida en Ciudades tras la caída del Imperio romano. Así se puede describir este paisaje. Esquilo glorificó la Tierra porque «pare a todos los seres, los nutre y después recibe de nuevo el germen fecundo». Manuel Castillo Martos
······ LXV ······
Fausto Velázquez / En época de pandemia
EPÍLOGO
Se nos escapa la pascua
con el Domingo de Cachos; las nerviosas golondrinas del pasado ayer soñado ya vuelan en otros aires que respiran bulliciosas muchachas de cortas faldas con blusas de telas blancas. (Así pasen cientos de años esperando su retorno, solo el silencio hablará con sonoro desencanto). Ignoramos cuanto importa: que todo pasa callando, que el antes es el después, que el hilo del que pendemos es cuerda de condenado. ······ LXVII ······
(Más vale que todo sea, –al final de tanto trago– que todo el polvo que somos sea polvo de enamorado). Alejandro García Acebes
······ LXVIII ······
El Conde de Casa-Padilla / In Itálica ego
Carlos Montaño / Itálica-teatro
«Antaño corona de Hispania de Roma luciente perla…»
Juan de Mañara A Lucrecia
Estos muros derrotados,
esas piedras cenicientas, donde el tiempo traza su semblanza y soledades el olvido siembra. ¿A dónde los astros erraron? Memoria de su luz no queda. Pues los dioses se vengaron con diligente fiereza. Tanto estrago en sus pasiones, crepúsculo de la tristeza. Bruma, espectro, sombra. Patria de lágrimas, Sevilla vieja. Manuel Rámila
······ LXXI ······
Macu Anelo / Ariadna
EL SUEÑO DE ARIADNA
Cuando despertó
comprendió el abandono midió soñolienta la distancia hacia las velas donde Eolo mandaba el viento del norte allí donde nadie vuelve los ojos. Bajo un acebuche de mil años en el prado que roza la arena había soñado con laberintos y monstruos. Sin su astucia no existiría el héroe no habría muerto el minotauro su medio hermano. Ahora, desnuda de nácar y púrpura aún magullada tras la huida sin familia, sin amigos, sin banderas se sabe traidora de su sangre. Con una brisa templada la pesadilla se rompe en mil pedazos el rencor se vuelve líquido ······ LXXIII ······
por la extraña música de las flautas dobles, los [címbalos, los panderos por la danza simbólica de las ninfas y los sátiros que arrojan pétalos de violetas y flores blancas de [narciso. Y en la desesperanza un rostro ofrece burlón una copa de vino cobrizo y una corona de hojas de vid lanzada al cielo de los dioses. Ricardo de Castro
······ LXXIV ······
Sueña en las piedras el sueño adormecido
de arcanos templos en trémulos silbos que las aves trenzaron en su iniciático vuelo y desde el numen celeste trazaron los lindes de los centros del ágora y en sus límites de columnas quebradas por el aire y por las aguas. El secular silencio medita sin palabras elevando a los dioses de la belleza sin huellas o heridas de culpa, un musitar callado, una sigilosa súplica o una lágrima que gime en las miradas al contemplar lo que siglos desvanecieron y en ruinas testimonian las grandezas de un recuerdo de amores, conquistas, batallas, ciudades, vías y juegos… creando oquedades en espacios y, al contemplarlas, en sus pasados ecos reflejan los vacíos de las almas. ······ LXXV ······
Y tan sólo todo habita la soledad sosegada del silencio en las hierbas que manan en las grietas y en los suelos entresijos de las losas reaparecen los lagartos y en los nidos que pueblan las alturas, el quejido armonioso de los pájaros… Retorna el olvido… La naturaleza recupera lentamente lo que el hombre creyera poseer en su pasado… Joaquín Verdú de Gregorio
······ LXXVI ······
A las colinas de Itálica
Contaba el viejo Apiano que cuando España
no era España, y Roma y Cartago su destino en esta tierra al fuego y la espada se jugaban, el general Publio Cornelio de los Escipiones el más insigne una ciudad fundó en las béticas lomas para retiro y solaz de sus fieles soldados miro su anfiteatro y su necrópolis olvidada recorro sus callejas y mosaicos de ensueño ante mí creo ver de Adriano y Trajano las sombras fantasmas que fueron y un presente que se escapa. Naranjo
······ LXXVII ······
Carmen Márquez / Cariátide
COLUMNA PARA EL OPTIMUS PRINCEPS Inscripción escritura quadrata. Pedestal. Columna Trajana. Roma «El senado y el pueblo romano al emperador César Nerva Trajano Augusto Germánico Dácico (...) Pontífice máximo, tribuno por decimoséptima vez, Imperator por sexta vez, cónsul por sexta vez, padre de la patria...».
Helicoidalmente recogidas sus hazañas,
medio centenar de veces retratado, en la base depositadas sus cenizas, altiva y majestuosa desafía al tiempo: los relieves hablan del divino Trajano, que vio la luz en la soleada Itálica.
Juan Masero Flores
······ LXXIX ······
Fernando Varela Vila
Una urbe antaño erguida
sobre campos de sol y espiga. Impresiones de agua y vida entre los grandes arcos fluían. ¿Qué bárbaras gentes, cansadas de polvo y herida, este suelo de oasis pisaría? Gradas atestadas de júbilo, corredores altivos de estuco. Áureas formas de geometría, reposan perennes en teselas dispuestas. Mirador al viejo mundo, risueños cipreses franquean silentes. ¡Y las termas de aguas mansas, y los ocres prados que exhalan libertad, y los dioses en vigilia!
······ LXXXI ······
No confundáis ingenuamente ruinas con muerte. La grandeza restante es inexorable. Esta bóveda celeste que todo ilumina, este polvo, esta vida, no cesará jamás de deleitar. Marina Guerrero
······ LXXXII ······
Carmen Espina / Diana
ADRIANO RECUERDA EL RÍO BAETIS «Aquel cuerpo tan dócil se negaba a dejarse calentar, a revivir. [...] Todo se venía abajo; todo pareció apagarse». Marguerite Yourcenar «Quizás mis lentos ojos no verán más el sur». Luis Cernuda «Sing to me of that odorous green eve...». Oscar Wilde
R ecuérdate, Adriano, siendo niño,
en largas horas doradas. Revives el soberbio teatro, la colina tras tu espalda, la tranquilizadora cresta de cipreses, los lares, los templos... La eterna paz de tu matria. La noche queda lejos todavía, las sombras se prolongan y se estiran en dirección al río, hacia el Oriente. Niño callado, solitario: vuelves ······ LXXXIV ······
tus ojos hacia dentro de tus ojos. En la orilla del caudaloso Baetis, cada tarde, presientes un deseo que no alcanzas a comprender. Silencio sobre campos de cebada. Amor no conoce ni pronuncia su nombre. Los narcisos inclinan sus pétalos hacia el húmedo barro en la ribera. La corriente serena no te arrastra. Aquí, ahora, en otro río, sientes la profunda punzada de la urgencia cuando Antinoo revive tu pasado. Tu matria se renueva en esta piel que ahora sabes decir con nombre propio: «Antinoo, mi amor, vuelve al río, fecunda con tu Gracia estas ruinas, conduce la corriente hasta otros ojos que mañana en Itálica te admiren». Manuel Broullón Lozano ······ LXXXV ······
J. M. Guerrero / Arquitectos de Itálica
ITÁLICA AMADA
Dentro de estas murallas,
si solo con tu canto revivieras los dioses y batallas, los teatros y fieras, volvería el amor que allí me dieras. Patricia Díaz Bohórquez
······ LXXXVII ······
Magdalena Villalba Rodríguez / TRAIUS MAGIS QUAM ULPIUS
CREPÚSCULO DE ADRIANO
¿Dónde mi alma se sueña
en la hora más larga de la noche más negra? En Itálica, Antínoo. Ya no quiero más mundo, más Roma, ni más nada. Diles que allí me lleven, por Vía Aurelia arriba, por Vía Augusta abajo, en volandita, en andas. O por el Mare Nostrum, subiendo Baelo Claudia. Ya se han visto las Pléyades y el favonio ya sopla. Si la golondrina no vuelve, nuestro camino marcarán las Osas. Tras aquellas Columnas es buena la calzada. Sabrás que hemos llegado porque los pies ya vibran sobre la tierra amada. Y besaré tu cuerpo y al fin seré tu madre. En Itálica. Elisa Alonso Jiménez ······ LXXXIX ······
Paco Cosano / Braciam in vicem
CASA DE NEPTUNO A Manuel Rámila, Juan Masero, Javier M.ª Castro-Cuadrado y Ana Alvea con infinito agradecimiento
Itálica famosa,
mosaicos y teselas, despliegan vida. Trajano erguido columbra en el blancor de su atalaya al rey Neptuno, que emerge de las aguas con su tridente. Ana Recio Mir
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Carmen Herrera Justiniano / El Efebo
MARE NOSTRUM
Sirena en tus crestas de espuma
caracola errante hacia el horizonte. Tus gotas de espuma rizando mi pelo tu bramido asustando mis noches de niña. Te soñaba sin verte, acaso tú me soñabas, niña de agua que se mece en tus vaivenes, unida a ti por el cordón de los sueños por el viejo olor del salitre, en costas lejanas, añorados filos de un mar antiguo. Cuando te sumergías, mi espíritu asustado se asía a caracolas jóvenes, a peces inexpertos que no quieren dejar la orilla pero sienten la fascinación ······ XCIII ······
del profundo silencio de los colores puros. Cuando te soñaba, me asías con tu mano poderosa para compartirme. M.ª Carmen Martínez Gordillo
······ XCIV ······
UN CÉSAR EN ITÁLICA A Miguel Ángel, en recuerdo de sus 5 años
Este lugar de tiempos infinitos
ya sombrea la tarde. El Planetario. Miguel suena con eco entre sus piedras, niño y «niña» se encuentran conectados. –¡Allí Neptuno… Pájaros! –te cuento. Te escondes en el foso y me preguntas: –¿Habrá leones, tita? Te sonrío. –¡No te pierdas el mosaico, Miguel! No tardas en venir a descubrirlo, trotando, emocionado, sin recuerdos. Te asomas y sonríes, mas no escuchas. Y expandes con tu nombre mis latidos. –Miguel, un poco de agua. Sólo sientes. Te quiero como a un hijo y sobre ti proyecto mi viaje del colegio, mis recuerdos, mi infancia en Santiponce, en esta Itálica donde creció tu madre, ······ XCV ······
las flores y escapadas de domingo. Te cuento lo que hice en estas piedras. Te digo qué compré para tu abuela… Mi Itálica de ayer es, hoy, contigo. Te sientes importante como un César y una Itálica inmensa, hoy, te mira. Mi pequeña se arrulla en tus abrazos y una Itálica eterna, hoy, no olvida. Ana López Sousa
······ XCVI ······
Mariángeles Parrilla / Eruca Vesicaria
ANIMULA, VAGULA, BLANDULA A mi hijo Manuel, en su quinto aniversario
Te nacieron
una fría mañana de enero, en las cálidas tierras de Itálica, en el sur del sur de Hispania. Mirada limpia, sabiduría epicúrea, filosofía estoica, definen, con templanza, el arrojo de tu armadura. Las verdes colinas, de tu tierra natal, regadas con las aguas, calmas, del Betis, tatuaron tu pequeña, gran alma, blanda y errante, ······ XCVIII ······
para mayor gloria de los hombres. Estadista militar; emperador poeta, mecenas humanista de la luz y de la paz. ¡ADRIANO, quiero morar ahora, en la desnudez pura de tu ser, único e irrepetible! Déjame ser huésped en el infinito de tu eternidad. Isabel María González Muñoz
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Gonzalo Llanes / Nihil aeternum
LAS RUINAS
Declina lento el día de verano.
Y en la solemne ruina silenciosa quieto el lagarto en la gastada losa se templa al sol que acarició Trajano. Aquí el anfiteatro, que no en vano cantó Rodrigo Caro como rosa de la ciudad. Oh rosa que reposa en el sueño de un tiempo ya lejano. Alrededor olivos seculares se alzan sobre la ruina airosamente entre las viejas piedras esparcidas. Mármoles, piedras: signos funerales. Quizá en la hoja del olivo aliente el soplo de los dioses, y sus vidas. Fernando Ortiz ······ CI ······
Pedro G. Romero / Esclavo, obrero
Trajano se ha dormido. ¿O era Adriano?
Un gavilán vuela sobre el alero de la casa pero no entra en el sueño. Todos se van alejando poco a poco y en silencio. Un caballo blanco galopa con la crin al viento y ahora es negro. Avanza hacia un Trajano que se atemoriza y casi despierta cuando mira de frente y del belfo salen unos colmillos de caballo-lobo que abre las [fauces. Un gorrión se refleja en el ojo del esclavo que [vela su sueño. Se acerca a las migajas de pan sobre la mesa. Sabe que el hombre no despertará de su siesta [imperial. Trajano está dormido y el gorrión de Itálica, [despierto. Los dos notan el calor de un rayo de sol.
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El gorrión mira a Trajano y entra en el sueño. El mismo gorrión sin nombre que ahora picotea sobre esta mesa inestable de la venta. Antonio Molina Flores
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POEMAS Nemesia Matarredona Vizcaíno .................... VIII César Antonio Molina ....................................... XIII Rosario F. Cartes ................................................. XV Concha Ortega ..................................................... XVII Abelardo Linares ................................................. XX Jacobo Cortines .................................................... XXIII Salvador Compán ................................................ XXVI Manuel Ángel Vázquez Medel ....................... XXIX José Daniel M. Serrallé ...................................... XXXII Victoria Carande ................................................. XXXV Ángel Acosta Romero ........................................ XXXVI Antonio Varo Baena ........................................... XXXVII Víctor Jiménez ..................................................... XXXIX Antonio Cano ....................................................... XLI Pilar Alcalá ............................................................. XLII Javier María Castro-Cuadrado ....................... XLIV Manuel García ...................................................... XLVII Carlos Abadía ....................................................... XLIX Carolina Abadía ................................................... LI Eduardo del Campo Cortés ............................. LIII Sofía Sánchez ........................................................ LIV César Camarero ................................................... LVI ······ CVI ······
Juan Carlos Marset ............................................. LVIII Francisco Gallardo .............................................. LXI Juan Lamillar ......................................................... LXII Manuel Castillo Martos .................................... LXV Alejandro García Acebes .................................. LXVII El Conde de Casa Padilla ................................. LXIX Manuel Rámila ..................................................... LXXI Ricardo de Castro ............................................... LXXIII Joaquín Verdú de Gregorio .............................. LXXV Naranjo ................................................................... LXXVII Juan Masero Flores ............................................. LXXIX Marina Guerrero ................................................. LXXXI Manuel Broullón Lozano .................................. LXXXIV Patricia Díaz Bohórquez ................................... LXXXVII Elisa Alonso Jiménez .......................................... LXXXIX Ana Recio Mir ...................................................... XCI M.ª Carmen Martínez Gordillo ..................... XCIII Ana López Sousa ................................................. XCV Isabel María González Muñoz ........................ XCVIII Fernando Ortiz .................................................... CI Antonio Molina Flores ...................................... CIII
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ILUSTRACIONES Noni Lazaga .......................................................... XII Belén Franco ......................................................... XIV Rafael Manzano ................................................... XIX Verónica Hernández .......................................... XXII Elena Montero ..................................................... XXV Marian Pantoja ..................................................... XXVIII José Carlos Roldán ............................................. XXXI Manuel Ortiz ........................................................ XXXIV Fernando García-García ................................... XL María Jesús Casermeiro Castro ...................... XLVI Carmen Mogollo ................................................. XLVIII Osorno .................................................................... L Eduardo del Campo Zapata ............................ LII Daniel Bilbao ........................................................ LX Pedro Barrero ....................................................... LXIV Fausto Velázquez ................................................. LXVI Carlos Montaño ................................................... LXX Macu Anelo ........................................................... LXXII Carmen Márquez ................................................ LXXVIII Fernando Varela Vila ......................................... LXXX Carmen Espina ..................................................... LXXXIII J. M. Guerrero ...................................................... LXXXVI ······ CVIII ······
Magdalena Villalba Rodríguez ........................ LXXXVIII Paco Cosano .......................................................... XC Carmen Herrera Justiniano ............................. XCII Mariángeles Parrilla ............................................ XCVII Gonzalo Llanes ..................................................... C Pedro G. Romero ................................................ CII
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Se terminó de imprimir este número cien de Cuadernos de Roldán, el veintiuno de abril de dos mil veintiuno, treinta y tres años después de la publicación del número cero TEMPUS FECIT SCRIPTA M A N E T