Jaén

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Depósito Legal: SE-824-2009

Impreso y hecho en Sevilla en los talleres de El Adalid Seráfico, S.L.L. Andalucía. España. MMIX Edición de 400 ejemplares del nº 64 de CUADERNOS DE ROLDÁN

EJEMPLAR Nº


Que la Amistad y la Libertad nos acompaĂąen siempre.


He estado en el castillo de Santa Catalina, y he parado un momento en el Caño Quebrado, esperando las sombras que durante febrero, retornan a su hogar. En Omar y Zoraida, el amor se hace eterno, y un eco de leyenda, de la que bebe el pueblo, interpela a lo oculto, en lo que es Santo Reino. Y a los pies de su cruz, en piedra está el soneto, que escribiera el poeta, al señor de los cielos. Y desde allí el viajero, se siente más cercano, a la verde marea del olivar reseco, y retoma del aire, el olor a aceituna, sintiéndose más tierra, al mirar el paisaje. Agustín Embuena Romero

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Carmen Mรกrquez


EL COLOR DE JAÉN Para Manuel Urbano, atalayero de los mejores caminos de Jaén.

P

ongamos que fue en esta tierra donde me coronó la infancia como rey de los charcos, bandolero de olivos y emperador de horizontes. Pongamos que era azul el color de la infancia, un añil tan moldeable que latía en albercas y cuadernos, oreaba mis sábanas de noche y con él se hacían tirachinas para cazar a traición los mejores deseos. Pongamos que aquel color de la infancia me sigue manchando de azul al Jaén del presente, como si a ti, antiguo pirata de geografías transparentes, se te llenaran de mar y velas las sierras que entonces te miraban, y un oleaje de brisa y vida siguiera estremeciendo sin fin las recias torres de tu tierra inmóvil. Salvador Compán —8—


Miguel Viribay


A Jaén desde el arco de San Lorenzo.

S

i te hubiera soñado... Si veinte años atrás te hubiese soñado y no hubiera conocido otro campo que tu campo ni otros vientos que tus vientos... Si sólo tus piedras y tus olivos hubieran sido mis piedras y mis olivos... Pero hubo otro frío –que no era el tuyo– y otra tristeza que no era tu tristeza. Y otros montes y otro río. Si hubiera nacido en ti y en ti vivido... Manuel Benítez

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Mario Leรณn


LUCIO EL PILOTO

Arrancó su Polikarpov I.16 y ya supe quien era. Voluntario de octubre en cartel de Renau, anduvo de Jaén a Albacete para volar después de Brunete a Bélchite y de allí a Leningrado y Berlín. Pero precipitadas todas sus estrellas, descendía de vuelta a su campo de olivos, avizorando en el atardecer la triste mudanza de aves migratorias por el cielo vacío. Se durmió en la carlinga, dijeron, con el escape abierto, pero su cazadora de piel lo desmentía. Encendidas las luces, planeaba en la noche sobre los olivares, más alto que el azul de las nuevas estrellas. Carlos Abadía

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Carmen Mogollo


Y

a verás cuando llegues las ventanas abiertas y las cortinas del aire fruncidas de olivos que te rozan la cara. Carolina Abadía

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Pepita Santos


SIERRAS DE SILENCIO

Nací de las cenizas de un encuentro, navegué por mil rutas sin un norte, crucé los océanos de la duda y caí, atrapado, en los sargazos donde los informes, donde las lluvias. Sin marcas escapé de las condenas. Hoy atraco en estos montes de luz y de frontera, en un mirador verde que permite anidar a las estrellas. Montañas de sed y fuego, de lindes porosas de mujeres de la noche y azucena, y señores de la pólvora y el olvido. Soy de aquí. A estas tierras, por derecho y silencio, pertenezco. Mario Rodríguez García

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Manuel Mรกrquez


JAÉN

V

uelvo lleno de temblores pasados ha treinta años que me prendiste en amores. Me sentí agua en Cazorla, canto rodado en el Yelmo y aceituna por tus lomas. En Úbeda vi a san Juan, en Baeza a don Antonio –ambos brillan casi igual. Si permites que te pida –ahora que vuelvo a ti– dame el placer de sentir cuanto infundiste en mi lira. Alejandro García Acebes

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Justo Girรณn


SÚPER ANDRÓGINA Proserpina.

L

os árboles caídos en el suelo se han podrido, sus ramas –melodía de drogas, sin descanso– obstruyen la vereda… Pero ¿qué prisa tienes? Vas hacia un fin excitado que revive. ¡Es el infierno! Es la primavera que ha emergido en sus profundidades tu muerte siempre joven; ha nacido otra vez. Vence tu piel itinerarios de tinieblas y acariciando la esperanza –en el imperio del humo hay una esfera herida– vuelves cantando: Es el infierno. ¡Es la primavera! Juan Carlos Abril

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Paco Molinero Ayala


PRIMERA CAÍDA

T

iene el salón la mañana dentro y tú desciendes, para tentarme, de la mañana hasta el sofá azul con tu argumento de lencería y la bandeja del desayuno: esa sonrisa de pan y leche donde los labios húmedos, que se me deshace junto a la lengua como galletas blancas al borde de la saliva. Ese sabor dulce –largo de azúcar– es el pulgar del pie que apuro relamiendo su brevedad de cucharilla. Hilos de mermelada tibia deslizándose lentos por el muslo, y una flor de paté en el lugar exacto que reconozco con dedos débiles. Javier Cano

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Francisco Carrillo Cruz


MELQUISEDEC Para Juan Carlos Navarro.

E

xtraño resonó ese nombre en la bóveda, el olor del incienso y el cadáver expuesto. Se oían las voces breves de aquellos que en el fondo de la iglesia estrechaban sus manos a la espalda o miraban el techo o fijaban los ojos en algún cuadro antiguo de mala calidad en un rincón o altar ensombrecido. Leían las palabras de los textos sagrados que más propicias fueran a oficio de difuntos. Sonó Melquisedec bajo la bóveda y se quedó ese nombre conmigo aquella noche. Si larga fue su vida, es su leyenda breve: tan sólo tres personajes lo mencionan. A mi lado una sombra lloraba y su dolor tan extraño me era que tracé entre las sílabas del nombre los caminos de la huida. Así fue como supe que ofreció pan y vino a Abraham, que volvía de campos victoriosos, que era suave la tarde y las mieses olían y, aunque reyes los dos, la comida partieron como hermanos. Luego nada se sabe, volvería a su trabajo de rey o de hombre viejo. Yo escuchaba el carraspeo al fondo de la iglesia, las sílabas del nombre, el excesivo llanto de la mujer de al lado. Pensé en Melquisedec, la dignidad de aceptar el olvido. Tomás Hernández Molina —24—


Francisco Molina Montero


HOMBRES DUROS

L

os hombres duros se alimentan del rescoldo de los salones fríos. Sufren el embate de las olas pero se dejan querer, porque son duros. Se alimentan de promesas de cosechas y algo del carmín de un beso. Son hombres duros porque la vida no les pertenece. Le es ajena. Son hombres ungidos por esa gracia de las ceremonias. Y tienden a abandonar el campo de batalla con una espada en la mano, porque son duros. Son hombres duros que no se agotan en el caos y sobre su historia siempre hay algún monólogo, algún acto heroico con estatua. Tenaces al desaliento los hombres duros evocan una armonía antigua de rituales, y cosas así. Los hombres duros nunca se hacen preguntas porque tienen todas las respuestas. Protégeme, maestro, de tanta fortaleza. Francisco Morales Lomas —26—


“Pintura 65”. 146 x 97 cm.

Paco Lara-Barranco


NUEVE VENTANAS

Nueve ventanas hay en esa casa con nueve luces que se ven detrás de las ventanas, y siluetas, y músicas que llegan a la calle con un fulgor acústico. Hay tanta luz, tan poco se distingue, ni canciones ni besos, ni habitantes, que me paro a mirar. Desde la calle cuento nueve ventanas: me parece estar viendo un incendio en cada una. Esther Morillas

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Santiago Idáñez


VENUS, ITÁLICA Para Salvador Compán.

No está la imagen rota, sí la piedra fracturada. La precisa línea que marca el brazo mutilado ofrece el inquietante arranque de la luz y subraya el desnudo perfil; su círculo es el espejo en el que, con insinuante tiemblo retenido, el terso seno nacarado se refleja. Vibra el compás en flor de la carne cercenada. La desposesión y el labio del deseo con toda su longitud enervan la libido, mientras el corazón, ojos atrás, se despoja y titila entre los párpados. La tarde, lenta, comienza a tenderse entre la cálida mudez de las sombras; la hora, mansa, recostada y horizontal, escucha. Se advierte en la sala como un murmullo ingrávido, Al pie de la diosa sus ropas recogidas. Y el lívido silencio del mármol al pie de la estatua. Manuel Urbano

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Ă ngeles Agrela


GAZA (o el testimonio de un cálido invierno)

C

erca del mar, a mitad del silencio, lágrima y voz, licuada o caótica en la profunda mirada de las estrellas del bien sufren de gamma draconis por este cielo, que un día fue azul o eternidad para ser hoy ortiga. Mientras… los niños deslían su corazón lentamente verde cetrino en la sobria túnica y duermen abiertos los ojos y no sueñan –no todos latimos paz en la noche- su historia del corazón como melancolía o tallos acuáticos humedecidos en vasos de niebla con una flor licuada o caótica. Cerca del mar, a mitad de un te quiero, se nos escapa la vida, la erótica entrecelada, y ahora sólo desnuda, tu piel, cae en declinada no en amor-amoris sino por copos de fósforo blanco o de algodón. Y te engañas y olvidas: en el Jordán ya no encuentra sendas de agua el sediento. Sean, tal vez, vuestras propias lágrimas si dispersándose muestran tierra a corola y espaldas al cielo, transido -duermen los muertos, no sueñan… ¿Desde cuándo no sueño?-, y ciego de azul, por los cánticos casi descorazonados de Juanes, lobos sin tierra en los bosques de Nottingham. Cerca del Mar, en mitad del desierto, siempre la noche goéthica, h-ética, gótica, parpadeante la luz, los acebuches insomnes, tiemblan fragmentos de Adonis por donde quiera que el rayo descienda en ráfagas: Aquí la florida Tierra de Dios… Y también, inexplicable o en flor, los arrayanes en Soria como los olmos en Gaza se extienden y ellos los cantan si yo les alquilo un verso más esta noche, el precio es ausencia de pájaros, un verso más en el ático del corazón y su sueño: Amapolas. Tengo una sed de amapolas o esponjas narcóticas.

José Cabrera Martos

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Teresa Lafitta


BAFOMET DE LA CATEDRAL DE JAÉN

C

inco siglos sentado en la cornisa acechando la vida de mi gente, mi vida misma. Y yo tan sólo veinte años tras ese arcano de tu risa. La anciana enlutada que va a misa y que nunca notó tu vista hiriente o aquel joven que en balcón de enfrente tanta remota arena sueña y pisa. En mi cruel espejo el tiempo enlaza cada momento al tuyo, en tí me invierte, viejo enigma tenaz que me atenaza. Miro morir el día y puedo verte: este preciso instante tuyo abraza los de mi nacimiento y mi honda muerte. Juan Eslava Galán

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Antonio Gracia


AMANECER EN TISCAR A los Pochos de Peal.

P

roseguimos un largo viaje. La nada se quedó en la espesura de los montes, en las piedras del camino, en la sutileza de los primeros rayos de sol. El viento helado cortaba la sonrisa de la luz. Debíamos ascender. Un zarpazo de verde coaguló la mirada. Debíamos ascender. El vacío ahuyentaba la soledad innata. Debíamos ascender. Tras la última curva, el abrazo con la Peña Negra, resurgir del ser en la Cueva del Agua. Isabel Mª González Muñoz —36—


Carlos Becerra Luna


CARTA DE BAEZA A JABALQUINTO

Te observaba contemplando la voluptuosidad de tus formas, me adentraba en ti buscando tu amorosa sombra, inhalaba mágicos y ansiados aromas te he esperado siglos y llegaste en muy buena hora, tú viniste refrescándome con el ardor de tu boca. Coral Cooper

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José M.ª Andrés Franco


A mis primos Chari y Carlos.

E

ntre las corrientes vivas, en una tarde, junto al Guadalquivir, el mismo que baña los cultivos y olivares de la mora Djayyan. Ella morena, sevillana guapa, ingeniosa, presta a resolver su amor. Él de Jaén, criado en la Imora de guardia, cumpliendo con su servicio militar. Se prometieron en la puerta de la Caridad y se fueron al barrio de Santa María, allí, al pie del caño santo bautizaron a sus cinco hijos Hay amores entre Sevilla y Jaén Hay la fuerza del riego que el agua transporta Hay una lucha continua Y hay vida, vida para no morir. Pablo Naranjo

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Inés R.


LOS OLIVOS DEL SUR

Reflejos del olvido de un sentir entrelazado, deslizado… arrugas, herencia de lo eterno, lleva en fuego tu cuerpo atormentado. Adherencias del tiempo, huecos del recuerdo, espejo del sudor y de la lágrima, tus hojas anuncian, seca… el agua que la tierra anhela donde tu descansas y pides paz al pobre mensajero que en su pico anuncia la plegaria. Sombra hecha luz, acoge al solitario, ausente y pensativo y oculto entre tus ramas Joaquín Verdú de Gregorio

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Lola GaviĂąo


JAÉN EN EL ROSTRO

C

on cara de aceituno me va dejando el tiempo momentos de sigilos y enredos en los setos. Un ritmo monocorde de tordos y olivares, levantan los olvidos en mis labios de tarde. El lazo de mis sueños va trazando dibujos, y el agua de la lluvia es rumor de mensaje. Penetra entre mis brazos el vapor y el relente, ante un cielo azulino de reflejo imponente. El cerco de la luz en la neblina antigua, ha puesto la espesura, donde el acorde roto acoda mis recuerdos en un Jaén que llora, por un Rostro Divino que hermosea las calles. Jesús Solano

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Osorno


Un poeta sevillano medita, cavila y crea y a la urbe de Jaén le compone este poema. Buen catador y gastrónomo este sevillano fuera y en los primeras estrofas de ello da buenas pruebas. El salpicón y los quesos para comenzar la cena con las verdes aceitunas hacen más corta la espera. Fina y oronda morcilla y sabrosos embutidos con un vinillo aloque o recién pisado vino. No soy don Lope de Sosa ni yo en Jaén resido pero ven ligera Inés con un cuartillo de vino. Joaquín —46—


Concepciรณn Ortega Casado


INVITACIÓN A LO DESCONOCIDO

V

en ahora, la noche nos aguarda. Estrellas suntuosas coronan su misterio y la sombra agiganta la desnudez del mundo. Ven conmigo. Su quietud purifica la tenaz geometría del presente, la muda soledad que nos condena. Encendamos un fuego que consuma temores, comencemos a andar sin definir los límites, que nuestros pasos lleven a lo desconocido. Mansos mis ojos beberán los tuyos, deslumbrantes y fríos por la luna, largo trago de nieve dolorosa. Raquel Rico

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Marian Pantoja


Desde las estancias deshabitadas de amor, en las noches de estaño frío. La herrumbre erosiona el alma. Todo vuela ajeno al deseo y el lienzo roto de la vida, nos adentra en un tiempo de derrota. Al sabor de colores y olores que nos vacían. Y la incertidumbre, se adueña como hiedra, en ese; nuestro bosque nublado. José Ramón Vaca

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Rafael Ayala Gรณmez


Dedicado a aquellas personas que de una manera u otra se ven obligadas a dejar su tierra.

Q

uizás en la mañana, comiences tu camino, con los ojos abiertos, buscando la esperanza, guardando entre tus manos el ayer de tu vida. Quizás en la mañana, comiences tu camino, con el corazón roto, sangrando las heridas de tu cuerpo y tu alma. Quizás en la mañana, comiences tu camino con el alma perdida, en la tierra que dejas. Quizás en la mañana, comiences tu camino presuroso llevando a tus espaldas una carga de sombras y recuerdos. Iglola

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Teresa MartĂ­nez


Las Navas de Tolosa.

De soledad vive la vieja ermita, batalla fue que no milagro, y aún así se oye la paz; se oye el silencio, el cielo cabe aquí: lejos la ciudad, el rumor de las máquinas junto al cansancio de las cosas... Agustín Torres Váquez

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Macarena Trigo


LA NEVADA

L

os olivos forman olas de plata, desde el castillo sobre el blanco de la ciudad las agujas de la catedral destacan y en los jardines con el intenso frío, los pétalos helados de una flor se quiebran al tocarla. Todo parece dormido, todo está en calma. José María Bedoya

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Paco Cosano


POR EL OLIVAR EL HUECO A la memoria de mi padre, en su pasión por la tierra.

En el arco del sueño, la infancia eterna. Eco primero:

Del hueso de una aceituna tengo que sacar un tintero, del tintero, una pluma, de la pluma, un palillero... (¡Que lejos estuvo aún el cauce de la arista!) Ferrocarril, camino llano... (¡Qué distinta ahora la saeta del AVE contra el tiempo!)

Eco segundo:

Metamorfosis de las alas en el último vaivén del columpio; exilio de la almendra. (¿Trasgresión o piedad, el huerto sustraido a la urbe?) Sobre la carne de la oliva, la ciencia del aliño. Proust en zapatillas, en la imagen violentada del horizonte íntimo.

Eco tercero:

Por el olivar, el viento y por el viento, las lágrimas y por las lágrimas, un corazón entero abrazado a la tierra: mar de oliva el olivar bajo el azul; lacería de terrones al sol vivo. Voz y surcos de voz constante este sur, costumbre de azahar sin término, de aceite y pan, canto y sangre, luz con luz y sima oculta.

Sin eco:

Es la hora suprema de los ojos; la hora suprema del eje y del espejo. Hoy viene la muerte a desajustar la cuadratura. Por el olivar, el hueco.

Rosario F. Cartes —58—


Marcos Osorno


A Carlos Cerrato, pintor, en recuerdo.

C

on una pincelada indefinida cerró temprano tu pinacoteca, más te ahorraste esa hora que se trueca de ser apasionante en aburrida. Evitaste la fatigosa herida del divorcio, el despido, la hipoteca..., y ver tu piel resquebrajada y seca, esa corteza vieja de la vida. Los dioses te han amado, imaginamos. A quienes aman tienen concedido que en pleno agraz los arrebate el hado. Es decreto de dioses: lo acatamos. Mas, también es el nuestro haber querido tenerte un poco más a nuestro lado. Francisco Núñez Roldán

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Domingo JimĂŠnez


ESCRIBEN Agustín Embuena Romero . . Salvador Compán . . . . . . . . Manuel Benítez . . . . . . . . . . Carlos Abadía . . . . . . . . . . . . Carolina Abadía . . . . . . . . . . Mario Rodríguez García . . . . Alejandro García Acebes . . . . Juan Carlos Abril . . . . . . . . . Javier Cano . . . . . . . . . . . . . . Tomás Hernández Molina . . Francisco Morales Lomas . . . Esther Morillas . . . . . . . . . . . Manuel Urbano . . . . . . . . . . José Cabrera Martos . . . . . . . Juan Eslava Galán . . . . . . . . . Isabel M.ª González Muñoz . Coral Cooper . . . . . . . . . . . Pablo Naranjo . . . . . . . . . . . Joaquín Verdú de Gregorio . Jesús Solano . . . . . . . . . . . . . Joaquín . . . . . . . . . . . . . . . . . Raquel Rico . . . . . . . . . . . . . José Ramón Vaca . . . . . . . . . Iglola . . . . . . . . . . . . . . . . . . Agustín Torres Vázquez . . . . José María Bedoya . . . . . . . . Rosario F. Cartes . . . . . . . . . Francisco Núñez Roldán . . .

PINTAN 6 8 10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 32 34 36 38 40 42 44 46 48 50 52 54 56 58 60

Carmen Márquez . . . . . . . . . Miguel Viribay . . . . . . . . . . Mario León . . . . . . . . . . . . . Carmen Mogollo . . . . . . . . . Pepita Santos . . . . . . . . . . . . Manuel Márquez . . . . . . . . . Justo Girón . . . . . . . . . . . . . Paco Molinero Ayala . . . . . . Francisco Carrillo Cruz . . . . Francisco Molina Montero . Paco Lara-Barranco . . . . . . . Santiago Idáñez . . . . . . . . . . Ángeles Agrela . . . . . . . . . . . Teresa Lafitta . . . . . . . . . . . . Antonio Gracia . . . . . . . . . . Carlos Becerra Luna . . . . . . . José M.ª Andrés Franco . . . . Inés R. . . . . . . . . . . . . . . . . Lola Gaviño . . . . . . . . . . . . . Osorno . . . . . . . . . . . . . . . . . Concepción Ortega Casado . Marian Pantoja . . . . . . . . . . Rafael Ayala Gómez . . . . . . Teresa Martínez . . . . . . . . . . Macarena Trigo . . . . . . . . . . Paco Cosano . . . . . . . . . . . . Marcos Osorno . . . . . . . . . . Domingo Jiménes . . . . . . . .

7 9 11 13 15 17 19 21 23 25 27 29 31 33 35 37 39 41 43 45 47 49 51 53 55 57 59 61


Seráfico

echó este Cu ader se cos n ra, o , ded aza m ica y prensado por d P a c o, Fr a

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