RETO SEMANAL CCC LA LUNA

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Núm. 22 10/04/2017


RETO XXII

La luna



Todas las caras de la Luna Cada mes ocurre lo mismo. Al principio, me deja ver un pequeño atisbo de su brillo. Una sonrisa coqueta, un guiño pícaro. Y comenzamos los dos a sentir su influjo. Teatros, conciertos, recitales. Aumenta su luz. Luego, poco a poco, siento más su poder. Ríe; se suelta la melena, corta y salvaje; baila por la noche; duerme hasta tarde cada día. Entonces comienza el torbellino: "todas las noches son noches de fiesta y todas las lunas son lunas de miel". Ya no puedo resistirme a su influencia. Cada chispa es un incendio, cada lágrima un mar, cada nube una tormenta. Sin darme cuenta, está ahí. Totalmente llena. Desbordando con su luz. No puedo dejar de mirarla. Me seducen su fuerza y su elegancia. No me extraña que los primitivos la adoraran. Y sin previo aviso, se empieza a ocultar. Se envuelve voluntariamente en tinieblas y misterio.



Mi casa de la Luna

Tengo una casa en la luna. Solo puedo ir siete días al mes, porque mi casa está en la luna menguante. Con luna llena la casa se inunda de luz y no se puede estar. La luna nueva hace que mi casa se vuelva transparente y no la encuentro.

Cuando la luna crece no tengo casa. Allí tengo además tres estrellas que vinieron un día y se quedaron y cinco árboles blancos que crecieron de repente porque quisieron. Me encanta tumbarme a soñar debajo de ellos. Aunque lo que más me gusta hacer


cuando voy a la luna es montarme a caballo sobre ella, bien agarrada y con las trenzas flotando (el pelo flota en la luna) y mirar lo bonita que es la tierra, tambiĂŠn, cuando se ve desde tan lejos...

Macamen de Vega


Cortar el proximo instante Estaba sentada en el borde menos conocido de mí misma. En el surco de la memoria labré palabras inconexas. Palabras inconexas que me supieron decir cual era la salida. Corrí hacia el témpano roto de la soledad, y…, supo darme la etimología de mis miedos. Iris, ceguera, piel, tierra, sima, roca, cuévano, barro, huella, lengua; números equivocados, a los que nadie responde. En la orilla del mar, la oscuridad se hace amiga de la piel. En aquella noche de ida, la luna se sujetaba en el universo, con la tozudez del dinosaurio que quiso ser dios. En mis manos se rompía el hilo que me sujetaba a los sueños de la luna. Siempre fui tan ilusa, que concebí a Selene como mi diosa de las respuestas. Pensé que ella sujetaba mi normalidad.


Pero hoy, sentada en el borde menos conocido de mĂ­ misma, supe que era la hora de ir, la de volver, la de regresar, la de reiniciar. Era la hora de no vivir, de rendirse al placer de la soledad, de la nada. Era la hora del no tiempo, de la calma absoluta, del no espacio. Era la hora de dejar de vivir, de convertirme en descanso eterno.

Manuela Bodas Puente


La Luna No dices nada pero no hace falta, basta con tu mirada. Retiras el cubierto de la cena de la mesilla y sales hacia la cocina como cada noche, mientras yo sigo desenredando fantasías junto a su cama. “Palabras para nada”, las llamaste una vez que no pudiste más. Tiempo perdido. Porque han pasado ya muchas lunas desde “aquello”; precisamente ella, la luna, es lo único que consigue cambiar un poco la expresión de su cara. Figuraciones mías, dices tú. Más fantasías. Hoy no le cuento que allá arriba, en el cielo, las estrellas, las nubes y la luna, dibujan caballitos y mariposas para él, ni que esos peces de colores que hay pintados en las paredes pueden saltar hasta su cama y hacerle cosquillas en los pies. Hoy le cuento que si se agarra muy fuerte a la esperanza, si se decide a trepar por la cordura


sujetándose sin miedo a esa rama del manzano que roza su ventana, podrá bajar al jardín y balancearse en el columpio que construiste para él, y que entonces le mirarás con admiración y orgullo, y no con esa expresión triste y rendida que siempre le diriges.

Yolanda Nava


La Luna vedette

Cuando todos la ven, la luna lunera se engalana de plata y se pinta lunares negros en su redonda cara. Posa llena y vanidosa para pintores y artistas, cuela entre los dedos del poeta destellos de plata para hacerlos versos. Se divierte rociando de nostalgia el amor perdido, arropando cĂłmplice amores prohibidos y haciendo de la noche un escenario mĂĄgico, refugio de almas insomnes. Pero la luna lunera es voluble y caprichosa. Se cansa pronto de flashes y halagos y ya no soporta al vampiro que revolotea cerca de ella, ni los aullidos histĂŠricos del hombre lobo, ni mucho menos a ese hortera de toro enamo-


rado que se pinta de amapola y aceituna y abandona por las noches la maná. Así que poco a poco se va desprendiendo de su vestido de gala y su maquillaje blanco, y va corriendo el negro telón del escenario para fundirse en la noche y hacerse invisible… hasta que de nuevo eche de menos ser la la vedette de su propio espectáculo.

Flor Méndez Villagrá


Lunatica Me mandaron de corresponsal a la luna. Estaba ya harta de tanto manoseo, tanta chapa y pintura, programación y tensión. Todo el día ahí metida y sometida a ajustes y desbarajustes, hasta que por fin, tal día como hoy, encontré sentido a mi existencia. Permítanme presentarme: me llamo Surveyor III, tercera sonda espacial de la saga. Alunicé en el Océano de las Tormentas hace ya cincuenta primaveras. Aún me emociono al recordar el viaje. Bailé desorbitada durante varios días y consideré que Dios, efectivamente, acertó al cuarto día cuando vio que su obra era buena. Y sólida… como que aquí reposa mi esqueleto metálico, en medio de esta sinfonía que me ha permitido soñar con alguna visita fugaz, no solo de estrellas. Recuerdo cuando llegó Apolo XII, apoteósico, brillante, tan esbelto… y me encontró congelada, cruel destino. Aunque siempre podré decir que mi


reportaje fotográfico viajó por toda la Tierra, y eso no lo consigue cualquiera. Llámenme lunática, pero en este Oceanus tan vasto, duermo bien y yo me basto.

María Jesús Marcos Arteaga


La Luna “Quisiera ser tan alta como la luna”, decía una canción infantil con la que yo jugaba. Siempre me ha fascinado nuestro satélite, contemplarla oronda y espléndida en su fase completa o presente aún en un pequeño cuerno, pueden pasar las horas muertas. Quiero irme a la Luna, anhelo sentir su ingravidez y esconderme en sus cráteres. Es tan poética, siempre presente en nuestros cielos nocturnos, incluso tras las nubes, o aún dejándose ver en amaneceres claros y limpios.

Es testigo impávido de nuestra vida terrenal. Presente en nuestros sueños, nuestros amores y desencuentros. Baños de luna llena para dejarnos impregnar de su luz plateada, que alcanza todos los rincones. Guía muchos aspectos de nuestra vida, ciclos agrícolas, calendarios, ritos religiosos.


Luna quiero irme contigo. Deseo ver la vida desde ahĂ­ arriba, sin implicarme en las miserias humanas, verlas en la distancia para que duelan menos. Sonriendo a los tiernos enamorados que se cobijan bajo tu luz para besarse y dejar que las manos vuelen por la piel. Eres tan cĂłmplice.

Julia Ă lvarez


EMOTIJURADO ha decidido que el ganador de esta semana sea el relato que sigue …a continuación


La Luna “Te voy a regalar la luna un día de estos. Quiero comprobar si tu sonrisa le hace sombra y si su luminosidad puede competir con el brillo y la dulzura de tus ojos de caramelo. Te la traeré cuando esté llena para que no se sienta en desventaja. Lo haré, te lo aseguro. Aprovecharé la noche más serena y subiré, uno a uno, los peldaños de la escalera virtual que estoy construyendo con plumas de ave fénix y aletas de sirena.” Una noche se despertó y él no estaba en la cama. Habrá ido al baño —se dijo— antes de volver a envolverse en los brazos del sueño. Sonó el despertador y nadie más que ella compartía aquel lecho. El miedo la poseyó en un instante, pero se levantó de un salto y salió de la habitación como si fuera un rayo. Aquella luz casi la deslumbra. Abrió los ojos como fuentes cristalinas y se quedó atónita. Allí, sobre la mesa de la cocina una luna de


amor la esperaba. La había fabricado él con sus propias manos durante la noche. Era un hermoso regalo, brillaba con luz propia aquella luna llena. El zumo de naranja, el café con leche y las tostadas formaban una constelación completa.

María José Montero Núñez


“En las noches claras, resuelvo el problema de la soledad del ser. Invito a la luna y con mi sombra somos tres.� Gloria Fuertes


Editado por Puri Sรกnchez para


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