nº32
noviembre 2014
elmuro [3] andénuno [5]
Doble vida, Eduardo Berti andéndos [6]
24, Cristina Grande andéntres [8]
El camino del cielo, Elena Casero lapuertadelanevera [11] diccionariodesaturno [12] brevemente [13]
Relatos en cadena dindondin [16] decamino [17] entrecocheyandén [19]
Jilaña, Mauricio Rodríguez
novedades
metroligero [22]
Publicamos el relato de un lector, ganador de la convocatoria abierta para noveles Entre coche y andén, en el próximo número volverán a esta sección los alumnos de talleres de escritura colaboradores.
Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | edicion@grupoanden.com | www.grupoanden.com Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz. Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez, Kike Cherta, Juan Martini (Buenos Aires, Argentina) y Mónica Pano (Argentina) Publicidad: edicion@grupoanden.com | Diseño: www.jastenfrojen.com Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com Ilustración portada e interior: © Amalia Satizábal | info@amaliasatizabal.com | www.amaliasatizabal.com
Con la colaboración de:
elmuro
Tema: En las nubes
Ganadora: En las nubes con querubín - Sandra Barral (Palma de Mallorca)
Finalistas:
La Partitura de las nubes - Enrique Pérez (Madrid) N_IV - Rafael Ramírez (México D.F.) Sobre el puente - Joan Otero (Tortosa)
Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a lector@grupoanden.com Consulta las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.com Tema del próximo concurso: Reflejos
Te escuchamos: Cuentos para el andén @cuentosanden lector@grupoanden.com
El número 32 de Cuentos para el andén conmemora el tercer cumpleaños de esta aventura que comenzó en 2011 repartiendo cuentos por los andenes del metro de Madrid. Ahora los lectores de estos cuentos pertenecen a más de 20 países, y encuentran un andén en cualquier lugar donde un smartphone o tablet le quiera regalar estas páginas. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrute
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andénuno
Doble vida Eduardo Berti EN cuanto supe que mi padre había llevado en sus últimos treinta años una doble vida, sucumbí a la curiosidad y averigüé el nombre de su otra mujer y la dirección del otro hogar. Llamé a la puerta con una excusa cualquiera —una inspección de la compañía de seguros, o algo así—, y una mujer alta y equina me invitó a entrar. Entonces no pude dar crédito a lo que veía: el interior de aquel hogar era una réplica perfecta del que habíamos compartido mi padre, mi madre y yo; los mismos muebles, los mismos sillones con el mismo tapizado distribuidos exactamente igual, y hasta los mismos cuadros, los mismos platos de porcelana y las mismas esculturas de yeso. De vuelta en casa, esa noche me dediqué con malévolo placer a desordenar los muebles y a revolver las cosas en los estantes. Mi madre seguía perpleja mis movimientos, pero no le dije nada de mi visita a la casa y cenamos en silencio. De pronto recordé la vez que, siendo un niño, rompí el jarrón chino que flanqueaba el diván. El enojo de mi padre al saber del accidente me había parecido desproporcionado. Ahora podía entenderlo. Podía incluso imaginarlo al día siguiente, destruyendo a conciencia el jarrón igual, solo para conservar la simetría con su otro hogar.
tw Del libro La vida imposible. Ed. Páginas de Espuma, 2014. Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964) ha publicado los libros de cuentos Los pájaros (1994, reeditado por Páginas de Espuma en 2003), Lo inolvidable (Páginas de Espuma) y La vida imposible (2002, Premio Libralire). Es director literario de la editorial La Compañía de Los libros.
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andéndos
24 Cristina Grande ESTOY en Escocia y he soñado con los Monegros. Desde que he llegado no paro de soñar todas las noches y toda la noche. Puede que sea el viento del norte, o del oeste, que sopla con insistencia, o la proximidad del Polo Norte y su campo magnético. En Escocia el cielo siempre está en movimiento. Nubes veloces toda la noche, como en la canción de Petisme. Sueños veloces. En mi sueño voy en un coche con el volante a la derecha por la carretera de Sariñena a Sena. El cereal es más verde que los pastos de Escocia y el cielo azul cobalto como el que saca mi cámara digital. El coche lo conduce el actor José Sacristán. Vamos a 180 por hora por una recta recién asfaltada, sin líneas pintadas. Llegamos tarde. Paramos en una gasolinera y nos atiende una monja pequeñita que arrastra una larga toca negra. La monja nos tima mil pesetas, y eso que estamos en los años setenta, según ella para viajar a Roma. Junto al monasterio de Sijena hay un lago Ness poblado por extrañas aves. El coche ha embarrancado al borde del agua y en nuestro auxilio salen dos gemelas pelirrojas, casadas con el mismo hombre, que no sabe que son dos porque ellas se hacen pasar por una sola. El sol cae a plomo. José Sacristán se enrolla con una de las gemelas sobre unos matojos de tomillo en flor. Yo me quedo en el asiento trasero del coche con las puertas abiertas. Calma total. Me duermo con la cara pegada a la tapicería roja de escai. Y cuando despierto, el cielo de Escocia está quieto, sin una sola nube.
tw Del libro Agua quieta. Ed. Traspiés, 2010. Cristina Grande (Haro, La Rioja, 1962). Ha publicado los libros de relatos La novia parapente y Dirección noche (Xordica), finalista del Premio Setenil 2006. Suya es también la novela Naturaleza infiel (RBA). Ha participado en varios libros colectivos y desde 2002 es columnista de Heraldo de Aragón.
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andéntres
El camino del cielo Elena Casero CUANDO se abrieron las puertas del ascensor, él estaba allí: muerto. Me dio un susto de espanto. Durante unos instantes creí que se trataba de una de sus bromas. Pero no se movía, ni parecía respirar. Con la punta del zapato le di un suave golpecito en el pie derecho. No se inmutó. Esa quietud hizo que me atreviera a aproximarme unos centímetros más. Le volví a dar otra patadita. Nada. Inmovilidad absoluta. Estaba muerto, no cabía ninguna duda. Estaba muerto, tirado en el suelo del ascensor de una forma absurda, tal como la muerte lo había dejado caer, como si se hubiera resbalado hasta el suelo lentamente para no hacerse daño. El cuerpo estaba doblado hacia la izquierda, en posición gimnástica. Los brazos apoyados en el linóleo del ascensor, dando la impresión de que se hubiera querido sujetar antes de la caída. La cabeza la mantenía ladeada hacia el otro lado, relajada, definitivamente resignada ante lo inevitable, y los ojos abiertos, espantados. El susto de verlo allí me mantuvo indecisa el tiempo suficiente como para que las puertas del ascensor empezaran a cerrarse. Pensé que alguien lo había llamado. Del susto pasé a la turbación, ¿qué hacía con él? ¿Lo sacaba del ascensor? ¿Llamaba a una ambulancia? ¿A los bomberos? ¿A la policía? Todo pasó en décimas de segundo. De la turbación pasé al miedo, y debió ser eso lo que me impulsó a oprimir el botón del ascensor para evitar que alguien me lo robara. Respiré con alivio cuando las puertas se abrieron de par en par. Él apareció de
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andéntres
nuevo. No se había movido, por supuesto. Entonces puse una pierna ante la célula fotoeléctrica. De esa forma, mientras pensaba, las puertas permanecerían abiertas y él estaría allí conmigo, a mi vista. Lo contemplé. Lo contemplé como a alguien cercano pero lejano en el tiempo, en el recuerdo y en los sentimientos, como a uno de los muchos muertos que contemplamos a diario en la televisión, con esa frialdad a la que obliga la costumbre. Ni siquiera me molestó que tuviera los ojos abiertos, ni pensé que me pudiera estar observando desde el otro lado del abismo que nos separaba. Si de la sorpresa había pasado a la turbación y después al miedo, ahora mis sentimientos fluctuaban de aquí a la alegría, de la alegría al pánico y del pánico a la sonrisa. El absurdo punto de inflexión entre la vida y la muerte me produjo ganas de reír. Y me salió una carcajada nerviosa que se apagó enseguida. Él seguía allí, en el suelo del ascensor, con el cuerpo descoyuntado, ajeno a mis vacilaciones y cambios de carácter. El cuerpo duplicado en el espejo, a su espalda, como dos siameses imposibles. Yo, mientras, con la pierna doblada en el marco de la puerta, frustrando el efecto electrónico de la célula. Lo miré con detenimiento. Tenía la camisa arrugada, con lo que me había costado plancharla. Por lo demás, nada parecía denotar que hubiera sufrido una muerte repentina. ¿Le habría dado un infarto? Lo más probable. Y volví a reír. Tantos años deseando que eso sucediera, largos años de darle vueltas a esa idea y meditando al mismo tiempo qué haría yo si eso pasara y ahora, de
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andéntres
improviso, la situación caía en mis manos y me daba un ataque de risa. Por el hueco del ascensor escuché una voz enfadada que lo reclamaba. Deslicé la pierna hacía atrás con suavidad. La célula fotoeléctrica emitió un débil destello. La luz roja del botón de llamada se encendió y observé con una sensación de liberación cómo las puertas se cerraban y mis problemas desaparecían de camino al cielo.
tw Del libro Discordancias. Talentura Libros, 2011. Elena Casero. http://elenacasero.blogspot.com.es/ Técnico de Empresas Turísticas. Trabaja en una multinacional. Músico por vocación tardía. Ha escrito: Tango sin memoria (Mira Editores - 1996) reeditado por Talentura Libros, Demasiado Tarde (Mira Editores -2004), Tribulaciones de un sicario (Talentura Libros -2009) y Discordancias (Talentura Libros - 2011). Este mes de noviembre es el lanzamiento de su novela Donde nunca pasa nada (Talentura Libros).
lapuertadelanevera
R. Eudave. hice mi De sus huesos os, una casa; de sus man sa y de sus trampa sin excu era viva. nd ojos, una ba
Carlos Castro
e esperéis. He salido, no m me recordéis. No me lloréis, no era de nada. No hagáis band también, s tro Salid voso lentamente.
Bandera JCR Hermosa ban dera, que sin pan ni trabajo no flamea, ni importa.
Adela es un enigma ve lla Cada rra, o abre que obstruye, cie enigma un ; una puerta que la os an m s la como portan.
Escoba Luis San José ba se eg Fr ona y Esco or sin am declararon su io. ar m ar l salir de
http://cariciasycarencias.blogspot.com.es/
http://cieloveinte.tumblr.com/
Elena Q. Estimado ser humano: Deje de poner una bander a en aquello que cree conqui stado. Yo no soy de nadie. La Luna
Puerta la Claudia Baral s no no a La puert a ar p í ah tá es separa, nju a que volvamos tarnos
Luzma No vendí ni un a escoba a pesa r de publicitarlas como medio económico de locomoción. Decían que esta ban pasadas de moda.
diccionariodesaturno
Una nueva civilización está empezando de cero en Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos, ¿les echas una mano con el diccionario? Participa en www.grupoanden.com
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os s. ed u r bíp s lup aneja de cani . M a le n , D siv ab elo u IDA inest os co corro lero s N l l de de MA ón zad le y ba ial raza laneta c HU oluci cru mab . Ca icente i f a er un S s la lp .M es sup n de en e 1. lum te inf dado ad. Jo a p i p im men o cu vanid Ca ició ron a ol. pos unda r e Alt sum de la s). G com ab vie con umo mu a des s que os. Ja s. u e t. h por l edo e añ imo a 2. H p l l sd m íp es d e a o j u b d r D o i er s 3. ( stitu dores illon int e lo d os s con reda inta m n e e p o, d de e tre l qu m e s i c re ha ím sob as o e O c s J o. E pa ver eos s a ESP cío o less r s a i a g y lo 2 1. Vaeo Fear bjeto pnte. Den o o d i o e un Ot íqu un ralm l e , s u o o, l n q ntran 2. E o. Lite e d i l e e ó otr dit ncu os re l con i te e t s R n e A e e .S de AM tadio o d onde ón i g c s e ac 3 1. E biola de ju se esc ad, dela d e i o e a r c F .A ü t tig cido spe y el o a E n a . m o 2 ca Luz la on s : En desc bu rdes. o lo ísm pie rca arse a A . 3 treg en
brevemente
Reset Semana 7 de concurso: 3 de noviembre de 2014 Ganador: Javier Regalado Herrero El muñeco fue el primero en cerrar los ojos, y acto seguido lo hizo el ventrílocuo, sin saber bien por qué. Contagiado, el público cerró los ojos, e inmediatamente el personal del teatro también. La gente que pasaba por la calle cerró los ojos y en un santiamén la ciudad entera lo hizo, y luego el país. En sólo unos segundos el insignificante gesto se había propagado por todo el mundo. Durante unos pocos minutos toda la humanidad, carente de vista, aspiró, sintió, saboreó y escuchó como nunca antes. El muñeco fue el primero en abrir los ojos, y todos le siguieron de nuevo, pero ya nada sería igual.
noviembre Ciencia inexacta Semana 8 de concurso: 10 de noviembre de 2014 Ganadora: Patricia Collazo Gonzalez Pero ya nada sería igual. Las igualdades fundamentales se habían quebrado, las fórmulas yacían desparramadas a sus pies. El seno de ella, contra toda propiedad, había aparecido elevado al cuadrado y sumado a un coseno ajeno. Él revisó por enésima vez su demostración. Sólo había utilizado identidades irrefutables, axiomas, hipótesis firmes y probadas. No veía donde estaba el error. Tal vez en una interpolación, en una derivada, en un redondeo demasiado inexacto… Ella prefirió la tangente para evitar dar explicaciones. Él recogió uno a uno sus términos, sus signos, sus incógnitas para alinearlos prolijos en otra página. Empezó a pensar en un nuevo teorema.
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brevemente
La lógica del amor Semana 9 de concurso: 17 de noviembre de 2014 Ganador: Ernesto Ortega Garrido Empezó a pensar en un nuevo teorema que demostrarse que la quería, porque ella siempre le insistía en que el amor había que demostrarlo. Asignó variables al tiempo que llevaban juntos, al olor de su pelo al salir de la ducha, a los absurdos silencios que a veces se interponían entre ellos. Estimó el índice la aceleración que sufría su corazón cada vez que ella se desnudaba y cuantificó los celos que sentía cuando le veía tonteando con otro, para después de horas y horas de trabajo acabar concluyendo que en realidad esto del amor no tenía ninguna lógica.
Tiempos modernos Semana 10 de concurso: 24 de noviembre de 2014 Ganador: Puy Moya En realidad esto del amor no tenía ninguna lógica ni en la época de nuestros viejos ni ahora - decía, mientras daba una calada al cigarrillo y dejaba escapar el humo con gesto de niña fatal. Sentada en el respaldo del banco, con los pies sobre el asiento miraba a los chicos apoltronados en la hierba, - el amor es para blandengues. A nosotros nos gusta el sexo sin complicaciones. Todos asentían con exageración, se miraban con gesto cómplice y se reían forzando las carcajadas. Y el que más reía era Ángel. Mientras, arrugaba el papel escondido en el bolsillo en el que había escrito cien veces: te quiero.
tw Relatos finalistas de noviembre del concurso Relatos en Cadena, organizado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccionados en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.
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dindondin
75 años de la Agencia EFE Hasta el 11 de enero de 2015 Casa del Lector. Madrid http://casalector.fundaciongsr.com
Premio Faena a las Artes 2014 Entrega hasta el 30 de enero de 2015 http://www.faenaprize.com
Exposición: Francisco Ibáñez, mago del humor Hasta el 18 de enero de 2015. Círculo de Bellas Artes. Madrid http://www.circulobellasartes.com
Concurso de cuento, microrrelato y crónica “La Historia la ganan los que escriben”. Entrega de originales hasta el 13 de febrero de 2015. Convoca: Secretaría de Políticas Socioculturales del Ministerio de Cultura de la Nación. Argentina http://www.cultura.gob.ar
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decamino
www.versosobrelpentagrama.com
Versos sobre el Pentagrama es un proyecto creado por los músicos Moncho Otero y Rafa Mora, que surge con la idea clara de acercar la poesía de una manera desnuda, sencilla, amena y didáctica a través de la música. Un completo espectáculo poético-musical donde se deja entrever una labor profesional y contrastada de más de catorce años de experiencia en musicalizar e interpretar textos poéticos de muy diversos autores y autoras contemporáneos.
Versos sobre el Pentagrama realiza un recorrido general por la trayectoria poética de estos autores y autoras a través de un medio tan cómodo, lúdico, atractivo y accesible como es la música, con canciones que combinan diferentes ritmos y estilos musicales entremezcladas con recitados y pequeñas referencias biográficas, bibliográficas y anecdóticas de los poetas.
tw El pasado mes de septiembre arrancaron nueva temporada en Libertad 8, Madrid. De entre sus muchos proyectos, destaca Versos de otro tiempo: un homenaje a las poetas olvidadas que formaron parte activa de la Generación del 27, a las que han puesto música a través de la antología Peces en la tierra, de Pepa Merlo.
entrecocheyandén
Jilaña Mauricio Rodríguez ESCAPÉ de casa por amor. Fue a finales del 2003, una semana después de que Alejandra viajó a organizar un mitin en la mina de Catavi. En los primeros días de lo que fue Octubre Negro. Ella estudiaba Sociología. Era socialista, a veces anarquista. A veces cristiana evangélica. En ese entonces yo tenía dieciocho años, cursaba las primeras materias de la universidad y no tenía nada de dinero. Tampoco me importaba. En realidad, con lo poco que tenía me bastaba. La vida era una mierda, mi vida era una mierda. Dejé La Paz, siendo ayudante de chofer en un minibús provincial. Nissan 1990. Marrón. Parabrisas agrietado, luces delanteras descompuestas y carrocería oxidada. En mi segunda semana de trabajo el minibús fue alquilado para transportar a la banda Real Continental. Veinte músicos vestidos con sacos verdes, pantalones blancos. Don Emilio, mi jefe, al principio se negó. Terminó aceptando por el dinero. Veinte veces lo que ganaba en una jornada. La carretera a Oruro está bloqueada, dijo. Iremos por el sendero del contrabando. ¿Cargo los bidones con gasolina?, pregunté. No seas pendejo. Iremos por la ruta de los contrabandistas. Encendió el motor. Luego de un rato, mirándome de reojo, dijo: -En Taucachi llenaremos los bidones. Alístalos. La segunda parada fue en Ayo Ayo. Mi padre fue compositor, me contó uno de los trompetistas. Lo besó el diablo. Lo templó como deben templarse los instrumentos. Mi padre se perdió en este laberinto de tierra. Fue cuando era niño. Fue en Huari. Lo buscaron toda la noche pero ningún paisano lo encontró. Lloró de miedo. No del miedo que todos tenemos ante la oscuridad. Lloró al descubrir el horror que te invade al darte cuenta de que estás perdido desde hace mucho tiempo. Desde que naciste. Desde que sabes que nada tiene remedio. Luego está el beso del diablo. De eso jamás me quiso hablar. Cada vez que estaba borracho me contaba la misma historia. Me decía que bebía como el diablo le había enseñado. El caso es que compuso cien morenadas porque fue templado.
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entrecocheyandén
-También robó cincuenta composiciones a su tío -dijo el platillero riéndose por lo bajo. En todo el camino hacia Ayamayo los músicos cantaron morenadas que trataban de la soledad. De la soledad y el amor. De la soledad y el engaño. De la soledad y el alcohol Caimán. De la soledad y de mujeres extraviadas o raptadas en el altiplano. Pensé en Alejandra con algo de desesperación. Incertidumbre. Tristeza. Sentí náuseas. Me sentí errar entre muchos senderos que no tenían final, lleno del polvo de la carretera que cubría mi garganta. Mira a tu izquierda, dijo don Emilio. ¿Ves ese pueblo? ¡Carajo! Yo era joven cuando se inundó. Recuerdo el agua como un espejo que reflejaba todo. Recuerdo los techos oxidados donde esperaba la gente. ¿Qué esperaba? ¿Ayuda? ¿Piedad? ¿Caridad? Nada de eso. Esperaba como esperaron sus abuelos en la sequía, como esperaron sus padres luego de la granizada que destrozó las cosechas. Pero llegaron unos evangelizadores en una barca. Acogieron a la gente en ella. Hablaron de ayuda, piedad, caridad. Y se llevaron a los más jóvenes. ¡Fueron salvados! En agradecimiento cambiaron de nombre al pueblo por el de la barca: Belén. La inundación pasó. Los jóvenes sólo regresaron para recoger sus cosas. Se despidieron de sus abuelos, de sus padres. De su tierra. Se fueron. Yo también me fui con ellos. -Ahora es un pueblo de viejos. Ya desaparecerá. Sol, tierra seca, polvareda: Angostura. Jiska Pampa. Chata. Challavito. Cerca de Andamarca el radiador del minibús se averió. Mierda, se está saliendo el agua, dijo don Emilio. Hoy no llegamos a ningún otro lado. El viento helado paspaba nuestros rostros. El sol apenas iluminaba con un amarillo enfermizo. Empujamos el minibús hasta la plaza central. Los pobladores eran sombras envueltas en bayetas de tierra. Ingresaban con rapidez a sus viviendas, algunos encendían lámparas a queroseno. Cuando anocheció buscamos alojamiento por el intenso frío. Ningún poblador nos abrió sus puertas. Estamos esperando una reunión, nos decían por las aberturas de las ventanas. Tomaremos decisiones. En La Paz dos de nuestros hermanos
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murieron. Los militares los mataron. Golpeamos, con cierta desesperación, la puerta de una iglesia. Un arqueólogo español llamado Aníbal nos abrió. Cojeaba. Era manco, también tuerto. Esto no es mío, dijo, sólo restauro pinturas coloniales. Pero os dejo pasar la noche con tal de que hagamos jaleo. Con una caja de cerveza os acepto lo que queráis. -Este pueblo está muerto, ¡hostias! Los músicos tocaron hasta el amanecer. Bebimos. Nos emborrachamos. Aníbal me contó que en la Guerra Civil su hermano era un rebelde. Intentó escapar por una sierra pero los militares lo encontraron, lo prendieron, dijo. En La Muiña pararon para comer en una taberna y lo ataron a una argolla que se utilizaba para amarrar al ganado. Después se dirigieron por un macizo en dirección a Montecubeiro, que había sido declarada zona de guerra. Ascendí a escondidas detrás de ellos. Los militares subían alegres haciéndose chanzas, cantando zarzuelas, coplas, como si la guerra hubiese sido parte de la escenografía de papel de una obra escrita por chavales, dirigida por chavales, actuada por chavales, ¡me cago en la leche!, llegaron hasta la punta de aquel cerro y empujaron a mi hermano al suelo, lo desvistieron, lo voltearon, y su rostro miraba al sol, joder, cantaban con una inocencia que jamás vi, que jamás volví a ver. Luego le cortaron los testículos, le quitaron los ojos, le cortaron la lengua. Siguieron cantando. Y lo remataron a palos y a tiros de escopeta. -Fue en septiembre de 1936. Salí tambaleándome de la iglesia, antes del alba. Algunos pobladores se reunían en la plaza. Marcharían a La Paz. La revolución, gritaban. ¡Libertad para nosotros! Y se hicieron lejanos entre el ventarrón. Luego quise llorar como jamás había llorado, pero nada salió. Pensé en dejarlo todo. No regresar a casa. No ir en busca de Alejandra. Y caminé sin mirar atrás, perdiéndome por algún sendero del altiplano.
tw Mauricio Rodríguez. La Paz, Bolivia.
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metroligero - holakokoro
Š Jasten FrÜjen
tw Kokoro es un personaje singular, que se cuela en CpA, para contarte historias en pocas palabras.
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