Cruzando Falsas Fronteras

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juvent ud in d íg e n a

Estar y Ser Indígena Maya El Camino Hacia el Hacer

Foto por David Dennis.

Marlon Noé Sotz

Y

o nací Indígena, pero advertí mi identidad hasta dos décadas más tarde. Desde niño ponía, o a menudo ponían por mí una X o marca en el espacio de Indígena, a la par del recuadro de ladino o mestizo, para identificar mi etnia (en los exámenes, en el centro de salud, en mi inscripción de nacimiento, en los censos, en la universidad). Pero no entendía nada sobre aquello que se formaba en mi conciencia y que se plasmaría en mis actitudes. Pensaba que quizás tenía que ver algo con mi color y aspecto, mis contornos duros, marcados, mi pelo negro o mis labores en el campo. No estaba seguro de ello. De lo que sí tenía certeza era que encajaba mejor en aquel recuadro de Indígena. Sea de las ideas que decía la maestra en la escuela, en mi casa, en la tele o en la calle, estaba en el recuadro de Indígena, no había otra opción. Allí encajaba dentro del ápice de: etnia, pueblo o raza. Interioricé sin mucha singularidad y con normalidad, y entonces, me denominaba como Indígena sin saber nunca lo que significaba serlo, sin asumirlo con conciencia. En mi familia, no recuerdo que mi mamá, papá o alguien más, nos hablara en Kaqchikel, excepto mi abuela materna, quien era la única que se comunicaba en este idioma con nosotros. No se hablaba sobre historias ancestrales, contadas por nuestros abuelos o abuelas. A veces, hablábamos sobre espantos, ánimas, espíritus, oraciones, pero no de nuestras historias; es más, siempre se demeritaba o menospreciaba toda forma de pensar, vivir o revivir aquello que no estaba presente, como el idioma Kaqchikel, el respeto a las ceremonias mayas, el 10 • www. cs. org

tiempo del calendario maya, los saberes sobre cuidados ancestrales, las prácticas comunitarias, etc. Para mí y mi familia, esas formas de vivir eran algo ajeno. Había una ausencia en la vida que no parecía evidente. En mi casa se habla en español, se vive conforme al tiempo consagrado en el calendario gregoriano: navidad, semana santa, vírgenes marías y jesuses, de muchos nombres, una feria, la independencia, día de los muertos y santos — jornadas laborales, rutinas escolares oficiales, y se buscaba el sentido de la existencia del mundo en una moral ocupada por la biblia y la doctrina católica. En la escuela era lo mismo: el estrecho de Bering, la esplendorosa y antigua civilización maya, la extinción de su mundo, las carabelas y don Cristóbal Colón, religiones politeístas, paganas, barbarie, don Pedro de Alvarado y los héroes de la conquista, la colonia, las figuras de la independencia y el indio. Fechas y personajes con apellidos españoles. En fin, los temas generales de los libros de texto usados en Guatemala. Nunca escuche la versión de quienes fueron vencidos: nosotros los indios. En mi recorrido por la escuela, desde la primaria, siguiendo la educación básica, el diversificado e incluso la universidad, no aparecemos en la historia oficial; se nos da muy poca importancia, o aparecemos como sujetos pasivos, víctimas muchas veces, pero nada más. La época que nos incluía con exclusividad era la de la violencia: nombres, muchos nombres de muertos, desaparecidos, secuestrados, torturados, con apellidos en idiomas mayas. En ese pedazo de la historia aparecemos de una manera silenciada e impune. Aun así, he aprendido que estuvimos presentes de otras formas, no sólo


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