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Liebherr creció en los distintos negocios en el 2022 y va por más
El Grupo Liebherr terminó el año 2022 con un nuevo récord de facturación de 12.589 millones de euros. En comparación con el ejercicio anterior, supone un incremento de la facturación en 950 millones de euros o del 8,2 %. Uno de los líderes mundiales en la fabricación de máquinas para la construcción y manipulación de cargas en distintos ámbitos industriales y en los puertos, tuvo estos positivos resultados, más allá de la difícil coyuntura global. En un comunicado, esta empresa familiar con más de 150 filiales en los cinco continentes, señala que hubo que enfrentar un rápido incremento de los precios de los alimentos y el combustible, así como la pandemia de covid aún presente y los confinamientos territoriales que pesaron sobre el desarrollo económico y ralentizaron el crecimiento económico en el pasado ejercicio. No obstante, la facturación de Liebherr aumentó considerablemente con respecto al año anterior. El grupo de empresas ha logrado aumentar claramente su facturación en diez de sus trece segmentos de productos. De este modo, ha superado en 950 millones de euros su anterior récord de facturación de 2021.
Preparación para una elevación combinada de aerogeneradores: dos grúas móviles portuarias Liebherr LHM 550 en la Euroterminal NV de Amberes (AET) de Bélgica.
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Cuatro torres para Fráncfort (Alemania): hasta nueve grúas HC-L están trabajando en las futuristas torres, que se elevan unos 230 m hacia el cielo. El departamento de proyectos Tower Crane Solutions de Liebherr supervisa la construcción desde la fase de planificación, pasando por la fase de construcción y hasta el desmantelamiento del último equipo.
La facturación en los siete segmentos de productos: movimiento de tierras, tecnología de manipulación de materiales, maquinaria para cimentaciones especiales, grúas móviles y sobre orugas, grúas torre, tecnología del hormigón y minería ascendió a 8.561 millones de euros, un 6,9 % más que el año anterior. En los seis segmentos de productos: grúas marítimas, sistemas aeroespaciales y de transporte, tecnología de engranajes y sistemas de automatización, frigoríficos y congeladores, así como componentes y hoteles, Liebherr alcanzó una facturación total de 4.028 millones de euros, lo que equivale a un 11 % más que el ejercicio anterior. Asimismo, aumentó ligeramente su facturación dentro de la Unión Europea, tradicionalmente la región de ventas más potente del Grupo. Las tasas de crecimiento en los mercados de la UE fueron fluctuantes, con una evolución positiva de la actividad particularmente en los Países Bajos e Italia. Liebherr también evolucionó positivamente en Norteamérica y en América Central y Sudamérica, con un fuerte ritmo de crecimiento gracias sobre todo a EE. UU., Canadá y, de nuevo, Brasil.
De todos modos, los resultados de explotación y el resultado financiero disminuyeron significativamente en comparación con el año anterior. Un dato de interés es que el número de empleados volvió a crecer en 2022. A finales de año, el número de empleados del Grupo Liebherr ascendía a 51.321 en todo el mundo, 1.710 más que el año anterior.
Inversiones importantes en investigación y desarrollo
El comunicado agrega que, como empresa de tecnología, el Grupo Liebherr aspira a desempeñar un papel decisivo en la evolución tecnológica de los sectores de interés para el Grupo. Por ello, el año pasado, el grupo de empresas invirtió 588 millones de euros en investigación y desarrollo. Una gran parte de esta cantidad se destinó al desarrollo de nuevos productos. Se iniciaron y continuaron numerosos proyectos de cooperación con universidades, otras instituciones de educación superior e institutos de investigación. El grupo de empresas que en 2022 alcanzó una plantilla de más de 50.000 personas y un volumen de ventas consolidado de más de 12.500 millones de euros, trabaja, entre otras cosas, por aumentar el uso de aceites vegetales hidrotratados (HVO). El combustible, que procede de fuentes de energía renovables, puede utilizarse directamente en una gran parte de la maquinaria de construcción, grúas y maquinaria minera de Liebherr, con lo que también se reducen considerablemente las emisiones de CO2 de las flotas existentes. Una novedad absoluta es la R 9XX H2: la excavadora sobre orugas, galardonada con el premio a la innovación de Bauma por la protección del medio ambiente, se acciona con el motor de combustión de hidrógeno H966 de Liebherr y casi no emite CO2 durante su funcionamiento en la obra – en la foto-. Liebherr también ha continuado investigando los sistemas de combustible para la industria aeronáutica. En 2022 se consiguió poner en funcionamiento con éxito el primero de estos sistemas. En el campo de los accionamientos eléctricos,
Prototipo con capacidad de carga de 2500 toneladas: la nueva LR 12500-1.0 se prueba en el centro de pruebas de Ehingen.
Liebherr ha incorporado desde el pasado ejercicio seis nuevos modelos a su gama Unplugged, compuesta por grúas de orugas con batería y sin emisiones locales, así como por máquinas de hinca y perforación de hasta 400 toneladas aparato de sondeo por percusión. Además, la nueva grúa compacta LTC 1050-3.1 E está equipada con un motor eléctrico además del accionamiento convencional.
Otra novedad de Liebherr es el sistema móvil de almacenamiento de energía Liduro Power Port (LPO) para el suministro de energía a maquinaria y equipos de construcción híbridos o totalmente eléctricos en obras.
La digitalización es también una de las prioridades de desarrollo del grupo de empresas. El nuevo sistema de control de la grúa LICCON3 de los modelos LTM 1110-5.2 y LTM 1100-5.3 ha servido de base para crear una nueva generación digitalizada de grúas móviles. Entre otras cosas, se ha continuado con el desarrollo LiTool, un programa de diseño y simulación para aumentar la calidad de las herramientas de talladura.
En el campo de los componentes, Liebherr ha implementado diversos sistemas de cámara y monitor, así como soluciones de visión global. Con el fin de poder recopilar y procesar datos para la optimización de procesos en la tecnología del hormigón, en el ejercicio de referencia se inició el desarrollo de un software para la tecnología de control. Asimismo, se han optimizado las tecnologías existentes para el control remoto,
Fortescue y Liebherr colaboran para fabricar máquinas para minería con cero emisione la automatización y la conexión en red en varios segmentos de productos. Se ha trabajado, por ejemplo, en el sistema de teleoperaciones Liebherr-Remote-Control (LiReCon). Con él, tanto las grúas como las máquinas de movimiento de tierras —como excavadoras, cargadoras sobre neumáticos ruedas y buldóceres —, pueden controlarse a distancia de forma segura y cómoda. Asimismo, se invirtieron 863 millones de euros en centros de producción y en la red mundial de ventas y servicios. En el segmento de sistemas aeroespaciales y de transporte, Liebherr ha abierto un taller de reparación en Singapur y ha solicitado una ampliación de la planta en Campsas, cerca de Toulouse (Francia). En Austria, ha continuado con la construcción de un nuevo centro logístico en el emplazamiento de Telfs. En Oberopfingen (Alemania) se iniciaron los trabajos de construcción de una nueva fábrica de cilindros hidráulicos y, en el segmento de grúas torre, Liebherr tiene prevista una ampliación de la nave industrial existente en el centro de fabricación de Pune (India). Con la inauguración de la nueva filial de reparaciones en Ehingen-Berg (Alemania), Liebherr ha dado el primer paso en una ampliación a gran escala de las instalaciones en la planta de Ehingen, que permitirá aumentar las capacidades de producción y optimizar la oferta de servicios. Este proyecto deberá estar terminado en 2024. Además, el grupo de empresas invirtió notablemente en medidas de reducción de emisiones y ahorro de energía en varias fábricas, por ejemplo, en sistemas fotovoltaicos, iluminación LED y menores emisiones en el tráfico de las fábricas mediante accionamientos eléctricos y el uso de
Primicia mundial destacada en la Bauma: Liebherr presentó en Múnich una excavadora sobre orugas accionada por un motor de combustión de hidrógeno, que fue galardonada en la Bauma 2022 con el premio a la innovación en la categoría de protección del clima.
HVO. Dice el comunicado, que el Grupo Liebherr ha comenzado 2023 con un volumen de pedidos muy positivo. No obstante, por la guerra de Ucrania, sigue un ambiente de incertidumbre en diversos factores, especialmente por la posible merma de la actividad económica en Europa, la duración del incremento de los precios y la escasez de determinadas materias primas y de mano de obra. Lo mismo ocurre con los cuellos de botella en las distintas cadenas de suministro. No obstante, en general, la caída de la inflación puede reducir la incertidumbre y aumentar así la demanda de productos y servicios del grupo. Tras el éxito de los últimos ejercicios, Liebherr espera que vuelva a crecer la facturación en 2023. Para más detalles www.liebherr.com/ annual-report
Pueden las economías en desarrollo seguir el tren de protección y subsidios de los grandes centros de la economía mundial?. Tendrían que seguir abiertas a la incorporación de tecnología para exportar más valor?. Los subsidios industriales a gran escala parecen ser un lujo que los países ricos pueden permitirse?. Son interrogantes que plantea un reciente y muy interesante artículo publicado en la páigna del FMI por el economista Douglas Irwin, - en la foto- profesor John French de Economía en Dartmouth College y miembro principal no residente del Instituto Peterson de Economía Internacional.
Con el título ¿Deberían las economías en desarrollo seguir a Estados Unidos y China construyendo campeones nacionales?; Irwin hace un interesante análisis de la evolución de las políticas vinculadas al comercio internacional para luego atacar estos temas, desde la situación geopolítica que está cambiando rápidamente el panorama del comercio mundial, más medidas proteccionistas de los grandes bloques mundiales y la OMC que no puede reaccionar.
El artículo es destacado recientemente dentro de los informes de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA) y vuelve a poner en debate el viejo tema de las "protecciones" de algunos países de Sudamérica o Lejano Oriente en ciertos sectores y en qué medida han conseguido resultados concretos para mejorar la vida de la gente .
“El entorno político de hace apenas unas décadas parece un recuerdo lejano. Durante el período de reforma de las décadas de 1990 y 2000, las economías en desarrollo y en transición abrieron sus mercados y adoptaron la globalización. Ese período vio la creación de la OMC, estableciendo un sistema basado en reglas de comercio no discriminatorio. También estuvo marcado por la ausencia de tensiones geopolíticas, ya que China se centró en el crecimiento y Rusia luchó por estabilizarse. Ahora los políticos debaten el futuro de la globalización. Les preocupa la fragmentación de la economía mundial y el incumplimiento de las normas comerciales mundiales. Las intervenciones comerciales van en aumento, en forma de políticas industriales y subsidios, restricciones a la importación basadas en preocupaciones ambientales y de seguridad nacional, y controles de exportación para castigar a los rivales geopolíticos y garantizar el suministro interno”, dice Irwin.
Y allí se pregunta, qué deben hacer las economías en desarrollo para navegar en este nuevo entorno. ¿Deberían adoptar políticas similares, volteándose hacia adentro para proteger sectores clave con subsidios y controles comerciales?
Recuerda que el debate sobre si las economías en desarrollo deben entrar o salir de la economía mundial tiene muchos años. “En la década de 1950, muchos observadores eran pesimistas acerca de las perspectivas de exportación de los países de bajos ingresos y temían que enfrentaran términos de intercambio cada vez más bajos. Se consideraba que las fuerzas económicas mundiales exacerbaban la desigualdad y empujaban aún más a las economías en desarrollo. Se pensaba que se necesitaban políticas de sustitución de importaciones para que sus economías fueran más autosuficientes y menos dependientes de otros mercados. Parte de la razón para volverse hacia adentro fue una interpretación particular de la historia. La creencia de que los países más ricos tenían éxito porque protegían la fabricación dio respetabilidad a la política industrial. Eso resultó ser una mala lectura de la historia. A pesar de los altos aranceles, Estados Unidos se desarrolló como una economía abierta —abierta a la inmigración, el capital y la tecnología— y con un mercado interno excepcionalmente grande que era ferozmente competitivo. Además, los Estados Unidos con aranceles elevados superaron a la Gran Bretaña de libre comercio en ingresos per cápita a fines del siglo
XIX al aumentar la productividad laboral en el sector de servicios, no al aumentar la productividad en el sector manufacturero (Broadberry 1998). En Europa occidental, el crecimiento estuvo relacionado con el traslado de recursos de la agricultura a la industria y los servicios. Las políticas comerciales diseñadas para proteger la agricultura de los precios bajos probablemente retrasaron esta transición en países como Alemania”, detalla.
Pero advierte que si bien la sustitución generalizada de importaciones cayó en desgracia hace décadas, el debate sobre la política industrial continúa hasta el día de hoy. Destaca la experiencia de los países exitosos de Asia oriental que le ha dado un brillo positivo, “pero incluso aquí la historia estándar puede inducir a error. En 1960, Corea del Sur cargaba con una moneda sobrevaluada y exportaciones de solo el 1% del PBI. La capacidad del país para importar dependía casi por completo de la ayuda estadounidense. Después de devaluar su moneda a principios y mediados de la década de 1960, las exportaciones de Corea se volvieron más competitivas y se dispararon, alcanzando el 20% del PBI a principios de la década de 1970. La política principal consistía en establecer un tipo de cambio realista que permitiera que las exportaciones florecieran junto con un crédito más barato para todos los exportadores, no para las industrias específicas (Irwin 2021). La política industrial realmente no comenzó hasta el impulso de la industria química y pesada de 1973-1979, que luego terminó debido a sus costos excesivos e ineficiencia. Pero el rápido crecimiento de Corea ya se había desatado antes de la era de la política industrial”, explica.
Advierte Irwin que el debate sobre la política industrial lleva mucho tiempo estancado. “Algunos lo ven como esencial para el crecimiento de la productividad y la transformación estructural, mientras que otros lo ven como un cómplice de la corrupción y el fomento de la ineficiencia”, dice. Y señala más puntualmente un caso muy cercano. “Algunos apuntan al costoso intento de Argentina de promover el ensamblaje de productos electrónicos en Tierra del Fuego, mientras que otros apuntan a relucientes fábricas de alta tecnología en China y Corea. Los efectos son fáciles de exagerar. Los modelos cuantitativos sugieren que las ganancias incluso de las políticas industriales diseñadas de manera óptima son pequeñas y es poco probable que sean transformadoras (Bartelme y otros 2021)”.
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Pero ahora aparece el caso de Estados Unidos que se une a China en una adopción explícita de políticas industriales. Dice Irwin que China ha estado en el juego al menos desde que el presidente Xi Jinping reafirmó el control estatal sobre la economía, alejándose de las políticas orientadas al exterior de Deng Xiaoping y sus sucesores. La iniciativa Made in China 2025, que consiste en grandes subsidios a industrias específicas, ha dado paso a la idea de "doble circulación", enfocada en reducir la dependencia externa mediante el fortalecimiento del abastecimiento interno por parte de empresas locales y el impulso por la autosuficiencia en tecnologías clave.
Por su parte, añade, Estados Unidos comenzó a proteger las industrias del acero y el aluminio, aparentemente por motivos de seguridad nacional, durante la administración Trump. Con la Ley CHIPS y la Ley de Reducción de la Inflación, EE. UU. introdujo subsidios para "reorientar" la producción de semiconductores y adoptó regulaciones restrictivas de contenido nacional para vehículos eléctricos para garantizar la producción nacional. Y la Unión Europea siempre ha tenido políticas industriales, anunciando en 2020 una estrategia industrial para potenciar su “autonomía estratégica abierta” en la transición hacia una economía verde y digital.
Qué queda para las economías en desarrollo ante lo que califica como el nuevo Consenso de WashingtonBeijing-Bruselas. Apuntar a construir ciertas industrias nacionales a través de subsidios gubernamentales y restricciones comerciales?.
Para el economista, esa sería una estrategia arriesgada. “Los subsidios podrían terminar siendo costosos y los beneficios podrían resultar esquivos. Las restricciones comerciales corren el riesgo de iniciar un giro dañino hacia adentro hacia el proteccionismo que reduciría las ganancias de exportación y, por lo tanto, reduciría las importaciones críticas que compran. Los subsidios industriales a gran escala parecen ser un lujo que los países ricos pueden permitirse. El hecho de que EE. UU., China y la UE puedan permitirse subsidios no significa que otros deban seguirlos”, explica Irwin. Allí hace referencia a Ricardo Hausmann, “Copiar las soluciones de otros países a problemas que no tienes, o centrarte en temas de moda que no son realmente importantes, es una receta no sólo para la ineficiencia, sino para el desastre”.
Si bien el caso argentino de protección a ciertas industrias “sensibles” por décadas, es bastante particular, sin ningún tipo de incentivo a la competencia, políticas económicas erráticas, un control del comercio exterior desarticulado y propenso a la corrupción desde los organismos oficiales que llevan a oscurecer el sistema. Insiste Irwin que las economías en desarrollo, fiscalmente limitadas, no pueden permitirse subsidios generosos para los productores nacionales cuando los balances fiscales son precarios y los beneficios inciertos. Los escasos fondos públicos pueden gastarse más eficazmente en mejorar la salud y la educación y ayudar a los pobres en lugar de destinarlos a las industrias nacionales.
“Del mismo modo, un giro hacia las restricciones comerciales corre el riesgo de sacrificar algunas de las ganancias que las economías en desarrollo han obtenido al participar en los mercados mundiales. Muchos países han logrado avances económicos en las últimas décadas comprometiéndose con la economía global en lugar de cerrar mercados con la esperanza de estimular la innovación local. China no se enriqueció a través de la política industrial, sino mejorando la productividad en la agricultura, permitiendo la inversión extranjera en la manufactura y liberando al sector privado. Las reformas de India de 1991 para desmantelar la “License Raj” de trámites burocráticos que sofocaban la empresa privada y abrir la economía continúan impulsando el crecimiento, aunque se necesitan más reformas. Bangladesh también se ha beneficiado de la apertura a la inversión extranjera, que aporta capital y tecnología, tanto que el país ahora tiene un ingreso per cápita más alto que India. También otros países, desde Etiopía hasta Vietnam, han logrado más con el compromiso económico que con el aislamiento económico, porque se benefician de la tecnología y la inversión del resto del mundo”, explica el economista. Añade que si bien se ha puesto de moda menospreciar las políticas económicas neoliberales del Consenso de Washington, la apertura de ese período de reforma vio convergencia, no la divergencia que había sido la norma histórica, entre los países ricos y pobres de todo el mundo. A partir de alrededor de 1990, las economías en desarrollo comenzaron a crecer más rápidamente y alcanzar los niveles de ingresos más altos que disfrutaban las economías avanzadas (Patel, Sandefur y Subramanian 2021).
“El reciente debate sobre si la globalización está muerta o no, es estéril. No sería aconsejable que las economías en desarrollo dieran la espalda a la economía global y abandonaran la idea de apoyar las exportaciones y adquirir tecnología más allá de sus fronteras. Todavía tienen mucho que ganar con el resto del mundo y mucho que perder si regresan a las políticas de puertas cerradas del pasado”, cierra.
En su artículo, Irwin detalla el caso de China que muestra cómo los subsidios industriales pueden ser una forma ineficiente de gastar recursos escasos. "En 2006, China identificó la construcción naval como una “industria estratégica” y comenzó subsidios masivos a la producción y la inversión, principalmente a través de préstamos baratos. La evidencia sugiere que estas políticas no produjeron grandes beneficios, sino que fueron un desperdicio (debido al exceso de capacidad) y distorsionaron los mercados (obligando a los países más eficientes a ajustarse reduciendo su producción). La participación de mercado global de China creció a expensas de los productores de bajo costo en Japón, Corea del Sur y Europa, pero sin generar ganancias significativas para los productores nacionales (Barwick, Panle Jia, Myrto Kalouptsidi y Nahim Bin Zahur. 2019). Los subsidios se disiparon a través de la entrada y expansión de productores menos eficientes, lo que creó un exceso de capacidad y condujo a una mayor fragmentación de la industria. Los préstamos fueron políticos en el sentido de que las empresas estatales, en lugar de los productores privados más eficientes, recibieron la mayor parte del apoyo. La industria de la construcción naval no generó efectos indirectos significativos en el resto de la economía, y no hubo evidencia de aprendizaje práctico en toda la industria".