Soy Frank Gotino y acabo de nacer
Soy Frank Gotino y acabo de nacer. Circulo a una velocidad escalofriante rodeado de otros seres como yo. El torrente que formamos va cogiendo volumen, pero la zona es muy quebrada y en cuanto nos descuidamos estamos otra vez cayendo al vacío. La sensación no es desagradable. Después de la caída volvemos a encontrarnos todos juntos y nadie está herido. Ahora veo a un compañero muy arriesgado que en lugar de arroparse en el pelotón, le gusta ir por la parte de fuera y al llegar a las caídas vuela muy alto.-Ten cuidado –le digo- puede ser peligroso.-¿Porque ha de ser peligroso? Al final caigo con todos y no sabes la vista maravillosa que hay cuando vuelas por encima del torrente. Anímate en la próxima. Así que con miedo y la adrenalina a tope, me pongo junto a mi nuevo amigo y cuando notamos la aceleración de la siguiente caída nos movemos hacia la superficie. Subimos rápido porque todo el resto de nuestros compañeros hacen un esfuerzo para sumergirse aterrados por lo que va a pasar. La velocidad es frenética y la sensación de vértigo tremenda. Ya estamos arriba y de pronto notamos que estamos volando por encima del torrente. Que vista tan maravillosa, además del enorme chorro de agua compuesto por todos nuestros congéneres, vemos a ambos lados una preciosa zona de bosque, con árboles enormes. El vuelo es largo. La belleza de alrededor no consigue moderar mi sensación de riesgo, pero mi amigo está disfrutando.-Mira aquellas rocas. Brillan al sol como si fueran de oro. Efectivamente el sol saca de las rocas graníticas una luz fuerte y tamizada al mismo tiempo. Aún estamos en vuelo. Curiosamente cuando flotas fuera del torrente, viajas mucho más despacio. Así que consigo dominar el miedo y disfruto de la sensación de volar. Cuando caigo al fin al torrente lo hago suavemente y me encuentro otra vez con todos mis compañeros, aunque pierdo de vista a mi amigo. Son muchas experiencias para un recién nacido. Solo hace horas que vi la luz, saliendo de un trozo de hielo que goteaba sobre el arroyo mucho más arriba. Cuento mi experiencia a los compañeros que tengo más cerca. Veo sus caras de temor y admiración. Cuando notamos la nueva aceleración les animo a seguirme. Tres se animan y nuevamente vivimos la sensación de velocidad primero al acercarnos a la superficie y el
vértigo cuando nos ponemos a volar. Veo sus caras de miedo y procuro tranquilizarles para que aprecien el placer de volar y de ver cosas tan distintas a las que están acostumbrados. Una ráfaga de viento se lleva a uno de ellos hacia las rocas del fondo. Le perdemos de vista. Nunca le volveremos a ver, pero nosotros no lo sabemos. Al fin al cabo estamos empezando a vivir y descubriendo como son las cosas. Estamos ya en la corriente de nuevo, comentando lo increíble de nuestra aventura y se acercan otros a escucharla. Entonces aparece mi primer amigo, el que me enseñó a volar. Está contento pero al tiempo le noto un poco tenso conmigo. Se aproxima una nueva caída. Todos lo notamos perfectamente. Alzo la voz y digo:-El que quiera disfrutar que me siga. Inicio el movimiento hacia arriba mientras escucho a mi maestro:-No le hagáis caso no tiene mucha experiencia. Venid conmigo. Sale en otra dirección. Nuestros congéneres que ya estaban en marcha dudan de cuál es la mejor opción.-Este tiene más experiencia-Pero ha sido Frank el que nos lo ha contado y con dos más que también lo habían hecho. Se forman dos grupos. Descubro el placer de dirigir a mis colegas y de que mi grupo sea mayor que el de mi primer instructor. Ya no somos un torrente, ya somos un rio. Según vamos avanzando, un montón de compañeros se van uniendo. Solo nosotros lo sabemos porque seguimos volando en todas las caídas de agua. Ahora son cascadas enormes y los vuelos son muy largos. Ya con experiencia y sin miedo, el placer es muy grande, aunque también es verdad que la reiteración le quita interés. Decimos a los demás que ya somos un gran rio, pero no nos creen porque no lo han visto. Solo saben que ahora vamos más despacio. Notamos
como
todos,
incluidos
los
expertos
voladores,
nos
vamos
acomodando y ya hacemos menos esfuerzos por volar. Un día me doy cuenta que mis compañeros, que yo pensaba eran todos iguales, presentan ciertas diferencias. Hay unos que se parecen más a mí y son un poco alargados y otros que son perfectamente redondos. Cuando comprendo esto, miro a mí alrededor y me parece imposible no haberlo visto antes. Además, me doy cuenta que hasta ahora lo que más me gustaba era ir a volar con los que más se parecían a mí, pero de pronto veo un enorme interés en esas preciosos seres perfectamente redondos. Son una maravilla de la naturaleza. También empiezo a sentir una necesidad de estar próximo a estos seres esféricos y su roce en las apreturas de nuestro rio, me produce gran placer. Sigo
aprovechando los rápidos para volar, pero enseguida vuelvo al seno del río para compartir más tiempo con estos seres tan atractivos. Ayer conocí a la gota perfecta, se llama Alba Gotina, y me quede como hechizado. Desde entonces no hago otra cosa que seguirla todo el tiempo. Ella me sonríe, y noto que se mueve mucho para tener claramente la confirmación de que la sigo. Alba no ha volado nunca. ¡Se lo pueden creer! A su edad ha permanecido siempre en el seno del rio. Le he propuesto que lo intente la próxima vez. Me dijo que tal vez. Se acerca un rápido, y voy a verla para proponérselo. Se hace de rogar. Le garantizo su seguridad y me sigue. Subimos lentamente para evitar el vértigo. Esto hace que llegamos a la superficie con poco tiempo para lanzarnos y casi caemos con el torrente. Yo me impulso con fuerza y Alba se une a mí y me coge con miedo. Es un salto alto. Pasados los primeros momentos de tensión, noto que Albea se relaja y empieza a disfrutar.-Mira ahí abajo está el rio, nuestro hogar, allá, el bosque, más lejos las montañas en las que nacimos, y allí adelante, muy lejos, muy lejos empiezo a ver un gran rio enorme que lo cubre todo. Me imagino que es nuestro destino. Alba lo mira todo con sorpresa. Luego se vuelve hacia mí y con ojos de admiración me besa. Yo siento un enorme placer y nos unimos tanto que por un momento somos una sola gota. A partir de ese momento somos inseparables. Hemos volado otras tres veces juntos y siempre con éxito. Alba presume mucho con sus amigas. Pero un día aparece mi primer maestro. Me entero ahora de que se llama Bob Gotino. Hacía meses que no le veía. He de reconocer que ha crecido mucho. Enseguida se ha interesado por Alba. Yo muerto de celos le he retado a ver quién consigue más distancia volando. En el próximo rápido lo veremos. Alba me dice que soy tonto, pero creo que si no lo hago corro el riesgo de que me deje y se vaya con él. Se nota un aumento de la intensidad de la corriente y le llamo:-Bob, vamos a ver ahora quien es mejor volador. Subo rápidamente a la superficie. El secreto según mi experiencia es propulsarse justo un segundo antes de que se inicie la caída. Veo a mi lado a Bob, preparado. Aceleramos mucho los dos aprovechando la corriente. Y llega el salto. Veo con satisfacción que he tomado la delantera. El gran mar de destino ya está muy cerca. He adelantado claramente a Bob y estoy muy satisfecho. Creo ver allá abajo a Alba que me sonríe. Pero en ese momento una fuerte corriente de viento me desplaza violentamente hacia mi derecha. Bob ya está en el rio. Le he ganado
limpiamente porque yo sigo volando, pero ahora estoy en peligro porque el viento me empuja y veo aproximarse las rocas de la orilla. Mis esfuerzos no son eficaces contra el viento. Las rocas están cada vez más cerca. En el último momento veo a lo lejos la cara de horror de Alba y me despido de ella. Intento maniobrar para caer en un pequeño charco, pero no hay forma y caigo contra una roca plana. No siento dolor, aunque mi cuerpo queda esparcido sobre la roca caliente. Entonces, casi inmediatamente, noto un gran calor y subo, subo, subo… Mucho más alto, y mucho más lejos, que en el más largo de mis vuelos hasta ahora. Desde tan arriba, veo al mismo tiempo las montañas en las que nací, el rio que ha sido mi vida, pero también otras montañas otros ríos y otros mares. Me quedo extasiado con la vista. Noto que soy vapor. Ya no tengo cuerpo y sin embargo después de subir mucho, noto que a mi alrededor hay otros seres sin cuerpo que son como yo. Me explican que ahora soy parte de una nube que se pasea agradablemente movida por el viento, viendo desde muy alto todas las maravillas del mundo. Me encanta volar y disfruto mucho de esta nueva vida, pero pienso que le falta el aliciente del peligro. Que ignorancia la mía. Un día empezamos a notar un viento huracanado que nos trae mucho frio y de pronto como un milagro, recobro mi cuerpo y caigo en caída libre. Qué maravilla. Que sensación de vértigo. Ya no tengo miedo porque sé que pase lo que pase, no sentiré dolor y además esta vez no dejo a ningún ser querido como Alba. Caigo en las montañas y el frio es muy intenso. Noto que pierdo las fuerzas. Pero estoy tranquilo. Percibo mi trascendencia en el hecho de que recuerdo ahora como nací. Antes de congelarme me siento feliz de haber vivido.