LA UNION HACE LA FUERZA

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LA UNION HACE LA FUERZA En el gran Valparaíso, mi ciudad natal, en uno de los barrios bravos como lo es el Cerro Cordillera, que se ubica entre los cerros Santo Domingo y Cerro Alegre, naciente desde la plaza Etchaurent, en el barrio puerto, hasta Cerro Toro y Playa Ancha en la parte alta, se desarrolla esta nueva historia, en una de las tantas casas antiguas tipo conventillo. El Cerro Cordillera, uno de los primeros cerros habitados por los porteños, después de que llegara el navegante español Juan de Saavedra, a quién se le conoce como el primer español que llegó a sus costas, aún cuando la ciudad ya existía.

Alrededor

del primer embarcadero, donde desembarcó el Santiaguillo, barco de madera de la época en 1536, comenzó a habitarse Valparaíso, el mar entraba en la bahía hasta la actual calle Serrano en la actualidad y donde está la Plaza Echaurrent se enmarca el tradicional Cerro Cordillera, entre las quebradas de San Agustín (hoy calle Tomás Ramos) y Chaparro (hoy una de las principales arterias del cerro que lleva el mismo nombre. Lo principal de Valparaíso, nació aquí en lo que es ahora la calle Serrano, se instalaron las oficinas públicas, las primeras residencias de las autoridades y grandes casonas y las iglesias Santa Ana y San Salvador (hoy Iglesia de la Matriz).

Antes de la llegada

de los españoles, estos terrenos y hacia el cerro Santo Domingo, eran ocupados por los indios Changos del Valle de Alimapu, primeros habitantes de la ciudad, que nunca fue fundada, Pedro de Valdivia después de fundar la capital el 12 de febrero de 1541, nombra a Valparaíso como puerto de Santiago. Precisamente en la calle Chaparro, se conoció una familia porteña, la madre, una mujer nativa del sur chileno, con apellidos autóctonos de etnia mapuche, experta cocinera, su esposo, hombre esforzado, sin oficio, dedicado a la carga y descarga en el puerto y en el mercado de la ciudad, le apodaban el “camión”, por su contextura física, alto, grueso, de grandes manos y brazos, aficionado al alcohol, con ellos cinco hijos, cuatro mujeres y un hombre.

Una familia como tantas otras de Chile, con problemas de

subsistencia, el alcoholismo, les costaba mucho llega a fin de mes, la mujer no podía trabajar puesto que cinco hijos era casi imposible, agregado a que su marido aportaba poco y nada para parar la olla, motivo por el cual deciden internar a las cuatro chicas


en los colegios a puertas cerradas que por esa década de los 60 eran muy comunes, los alumnos se internaban en el colegio los domingos por la tarde y podían volver a casa el viernes por la noche o sábados por la mañana. El chico, de 6 años, cuarto en la sucesión de hermanos, no se pudo internar, vivía ya en la calle, abandonado a su suerte, se buscó la vida y creció en casas de menores, comisarías de policía.

Su afición eran las carteras ajenas, corría como él sólo, cada

día batía records olímpicos en sus huidas de las víctimas y de la policía.

Sus

hermanas de doce años la mayor, de diez, ocho y cuatro años las menores, en los fines de semana volvían del internado, las tres mayores recorrían la ciudad y generalmente trabajaban de gorrillas, cuidando coches en la feria de la Avenida Argentina, para llevar un dinero a su abnegada madre. Corría el año 1970, año en que Salvador Allende, candidato del pueblo, llegaba a ocupar el sillón presidencial de la República de Chile, poco tiempo duró el internado de niñas, ya que a los 15 años la chica mayor se quedó embarazada y para no ser una carga más, cogió su maleta y se fue de la casa, a vivir su propia vida.

La menor de

todos los hermanos siguió internada y sólo quedaban dos hijas en el hogar que generalmente también estaban solas porque su madre trabajaba en el Club Alemán de la ciudad, llegaba tarde noche a la casa, las chicas la recibían felices a su madre porque cada vez, les traía cosas deliciosas para comer, de lo que dejaban los clientes y una que otra comida que le regalaban para llevar a sus hijas.

Esa alegría era

incompleta, ya que el padre casi no paraba en casa, el alcohol lo había cogido por la garganta y no le soltaba, por tanto deambulaba ebrio por la ciudad y dormía donde le pillaba la noche. El hombre optó por buscar una vida fácil y todo el día cargaba un camión y luego se iba a los bares y tabernas que abundaban en el puerto, para darse su cañita y dos y tres, luego volvía al trabajo, luego al bar y así sucesivamente, las hijas lo veían en algún fin de semana, se juntaban en una plaza del sector, a veces él les llevaba donde una hermana que lo quería mucho, quizás lo único que le quedaba, tenía más hermanas pero sólo ella lo acogía en su hogar.

Su hermana era una mujer dócil y amable, hija

de española, su madre había llegado a principios de siglo XX a Valparaíso, proveniente de la madre patria, en un carguero que habitualmente llegaban al puerto cargado con


inmigrantes. Ahí comían y lo aseaban un poco, pero poco le duraba, luego el hombre volvía a la calle y su vicio que poco a poco lo consumía. La mujer, que mantenía su casa como podía, no trabajaba tranquila pensando que sus hijas quedaban solas todo el día, ellas fueron tomando fuerzas de las enseñanza que da la calle, su niñez fue transcurrió crudamente y fueron creciendo en vulnerabilidad completa, con padres ausentes, en ese tiempo una prima cogió el rol de hermana mayor y les cuidaba de todo peligro, en más de una oportunidad las salvó de ser violadas o golpeadas en peleas callejeras.

La situación pudo tener un cambio en los

momentos en la madre decide hacer pareja con un hombre un poco mas mayor que ella, él era un marino mercante ya retirado, por esos días trabajaba en el puerto como estibador, pero el destino a veces se ensaña con algunas mujeres, el hombre al igual que ex marido, también era alcohólico y además se ponía muy violento cuando bebía. El nuevo hombre de la casa, comenzó a dar de golpes continuamente a la mujer, cuando su hijo aparecía por casa tenía que esconderse puesto que el hombre no lo tragaba y lo perseguía para darle de golpes también, como resultado el chico siguió en la calle y las chicas presenciando como golpeaban a su madre cada vez que el señor llegaba pasado de tragos.

El alcohol es un gran aliado para los maltratadores, sacan

fuerzas extras, ven cosas que no lo son y se siente los reyes de la casa, dando golpes y gritos a quienes debieran cuidar y proteger. Pero esta historia, tuvo un final diferente y por eso se las cuento.

Una de las tantas e

innumerables veces que el hombre llegó borracho a la casa, fue diferente desde el principio, a cien metros del hogar, se escuchaban los gritos del hombre llamando a la mujer, bueno eso no tenía nada de extraño, pero las chicas ya estaban curtidas y rápidamente corrían a esconderse porque sabían lo que les venía a caer, el beodo entró a la casa y sin mediar ni un segundo, comienza a gritar e insultar a la madre de las chicas que sorpresivamente salen de su escondite y deciden presenciar en vivo y en directo la discusión, el hombre se enfureció al ver casi desafiantes sus caras, golpeó la mesa y se paró para dirigirse a ellas y a su madre, a ésta casi le acierta un golpe, fue esquivado con un agarrón de sus hijas que la jalaron hacia ellas y la escondieron, el hombre las emprendió contra las menores, la más pequeña recibió un golpe que la desplazó varios metros atrás, se abalanzó contra las otras dos, fue entonces cuando la


mayor de las hermanas, que ya contaba con catorce o quince años, empuñó sus manos y recibió al agresor con un feroz puño en el ojo izquierdo del hombre, luego cogió un trozo de madera y le dio en la cabeza, el hombre cae al suelo, su borrachera hacía más fácil la pelea, la chica se le fue encima se vieron al menos 5 golpes de puños y rasguños en el rostro del hombre que lo único que atinaba a decir era “ya, ya, ya basta”, la madre ordenó a su hija que saliera de encima del hombre, éste se paró, bajó su cabeza y salió de la casa, para nunca más volver. En ese instante se termina la pesadilla de la violencia de género para la familia, la madre y tres de sus hijas, se mudaron de casa, a una choza humilde, que en invierno la lluvia y el viento azotaban con fuerza, las camas se mojaban de tanta gotera, era un infierno vivir así, pero había que comenzar de nuevo y estaban dispuestas a cambiar de vida, durante unos años más, se mantuvo su madre trabajando en el club alemán y las chicas de gorrillas, luego la madre se emplea en una casa de un empresario árabe, se lleva a una de sus hijas a trabajar con ella, la mayor de las hermanas se casa y se va de la casa, la menor se va con unas tías y entonces la vida ya comienza a cambiar, menos el hijo hombre que vivió casi toda su juventud en la sección menores de la cárcel de Valparaíso. La madre por intermedio de su patrón, consigue que le entreguen en comodato un terreno con casa en una ciudad vecina, sigue trabajando con su hija y ésta comienza un curso de Secretaria en un prestigioso instituto de la ciudad. En el año 1979, en plena dictadura de Pinochet, les llega la noticia de la muerte del padre de los hijos de la mujer, fue hallado en la calle, muerto en una noche de frío, la autopsia señalaba claramente Miseria fisiológica y social, enfriamiento prolongado, o sea daban a entender que murió tirado en la calle, pero eso nunca se sabrá, el toque de queda mató también a mucha gente, la noche era de los militares, los que se detenían a la orden de alto, se podían salvar si no tenían antecedentes políticos, pero los que no hacían caso u oídos sordos o simplemente pertenecían a un partido de la Unidad Popular de Izquierda, simplemente eran detenidos, desaparecidos o ajusticiados en la calle, sin que nadie pudiera al menos hacer preguntas.

El hombre

fue enterrado por los militares y yace en una tumba en el cementerio de Valparaíso, su secreto de muerte nunca más se supo.

Hoy yace en una tumba cerca de su madre

española, de quién sólo se sabía que llegó en un carguero, por ahí por el 1900, nunca


supo en que ciudad nació, llegó con una de sus hijas y al poco tiempo contrajo matrimonio con su padre, también tuvieron seis hijos, uno de ellos hombre y miembro de la familia que hoy recuerdo con esta historia. Lo hermoso de esta historia es que todas las hijas hicieron su vida, todas se casaron, tuvieron hijos y nietos, la mujer aún vive, entre todas vencieron a la violencia de género, todas han constituido una familia, la mayor murió el año 2011, víctima de un cáncer que le arrebató la vida, cuando disfrutaba de sus seis hijos, mas siete nietos, la segunda, la que golpeó al maltratador y consiguió revertir junto a sus hermanas la situación de violencia, vive con su madre, está casada, tuvo dos hijos y aún no tiene nietos, con problemas de insuficiencia renal, vive con la necesidad de dializarse tres veces por semana, sin la alternativa de un trasplante renal, en la casa también vive el hermano ya con casi 45 años retirado de sus veloces carreras, trabaja en una amasandería particular; la tercera de las hermanas, tuvo tres hijos y dos nietos, en la actualidad espera la llegada del tercer nieto, estuvo casada, hoy vive con su actual pareja, cría a su tercer hijo, es una mujer admirable, quien conoció como sus hermanas el lodo, la calle, el hambre y la violencia a la que era sometida su madre, como secretaria sacó adelante a su familia, goza de un buen pasar, ella ha sido la excepción, con un empuje envidiable, recibe cada día el amor de sus tres hijos, es adorada por su pareja, jamás sufrió violencia en sus dos relaciones, vive enamorada del hombre de su vida, con él viaja constantemente por todo Chile, también vivió su luna de miel en París, Roma, Milán y Barcelona; la hermana menor tuvo tres hijos también, tiene dos nietos y una empresa de transporte escolar, es la menor de todas, visita a su madre una vez por semana y vive aparentemente feliz. Esta familia venció la violencia de género, se las cuento porque la conozco de muy cerca, para mostrar al mundo que es factible derrotar de una u otra forma a los maltratadores, ya sea con la denuncia inmediata o haciendo frente a estos hombres cobardes que muestran su hombría con golpes, insultos, gritos, sin pensar más que en ellos mismos, que sirva esta historia de incentivo y anime a las personas que sufren esta vida a decir basta y nunca más.


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