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Nota de Tapa

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Sumario

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NOTA DE TAPA

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Juan Perón y Mao Zedong

Vidas paralelas en las antípodas

Líderes nacionales y populares en un largo período de la Argentina y la China del siglo XX, Perón y Mao coincidieron en grandes definiciones que atravesaron la vertiginosa época de la posguerra, como las ideas en torno al Tercer Mundo, el socialismo nacional o el desarrollo social y productivo de sus pueblos. Lo debaten y analizan aquí protagonistas de esa época polémica y transformadora.

• Sergio Wichsñevsky, Néstor Restivo

Las extraordinarias figuras de Juan

Domingo Perón y Mao Zedong fueron coetáneas. El primero vivió entre 1895 y 1975; el segundo, de 1893 a 1976. Sus perfiles carismáticos generaron en Argentina y en China de mediados del siglo XX trasformaciones profundas y una veneración de masas. Recorrer la historia de ambos y sus influencias recíprocas es una buena oportunidad para analizar una arista de las intersecciones entre las culturas políticas de los dos países.

Más allá de las encendidas polémicas que generan los dos líderes y de aciertos y errores —por un lado grandes conquistas sociales, por otro períodos trágicos como la Revolución Cultural china o el Perón “del escarmiento”—, es innegable que éste y Mao se convirtieron, a lo largo de la mayor parte del siglo pasado, en el centro de la historia de dos pueblos. Pese a que ambos

viven literalmente en las antípodas geográficas, los partidos y movimientos que formaron “el general” y “el gran timonel” se vincularon y pensaron mutuamente, al tiempo que siguen generando pasiones, reivindicaciones, denuestos y revisitas académicas y artísticas de todo tipo.

Dang Dai convocó a algunas voces para analizar paralelos, semejanzas y diferencias entre Perón y Mao, con opiniones escritas y una conversación entre dos de ellas, las de Domingo Bresci, activo participante del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo en los años 70, hoy cura de la Opción por los Pobres y colaborador del CEIL/Conicet, y el sociólogo, escritor y ex director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, todos enérgicos partícipes de los movimientos político-culturales de esos años y lúcidos para pensarlos desde hoy.

—¿Se pueden pensar las culturas china y argentina desde ese complejo vínculo entre Perón y Mao?

HG: Según una anécdota, para mí inverosímil, Mao le pregunta a un izquierdista que lo visita: “¿Cómo está la Argentina?”. Y este hombre que se declara maoísta le responde que “el peronismo es un desastre”, a lo que Mao interrumpe y dice: “pero no, si Ud. vive en Argentina tiene que ser peronista”. La creo una anécdota apócrifa, pero refleja algo. Me doy cuenta de que es un mito porque se repite mucho, pero, como todo mito, refleja algo profundo.

DB: Una vez, el cura Carlos Mujica, luego asesinado por la triple A, toma La Biblia y dice: “Este es el libro rojo de los cristianos”. Lo dice como potenciador revolucionario, no porque ese texto debía reemplazar al Libro Rojo, como podría entenderse. Pero para Carlos, el libro de Mao tenía cierta resonancia evangélica.

—¿Recuerdan la primera vez que escucharon hablar de Mao y cómo impactó en el peronismo?

HG: Pertenecí brevemente a un grupo

formado por Silvio Frondizi, otra víctima de las Tres A. Su principal dirigente venía de esa tradición. Y yo recibía información en mi casa. Mi abuelo la veía y me preguntaba: “¿Qué lees?” Él veía esas cosas extrañas que traía el correo, envueltas en papel biblia... ahí tenés otra referencia bíblica, Domingo (risas). Las leía con fervor y había, y me gustaba, algo extraño, algo que publicaba el Instituto de Estudios Hispanoamericano de Pekín, o algo así. Era emocionante leer algo lejano, exótico y, por supuesto, eso me condujo a la lectura de los libros obligatorios que en el peronismo leíamos todos, literatura ya clásica acerca de la práctica y la contradicción. China era una presencia al representar un modelo de experiencia social colectiva. ¿Qué signifi caba eso para Argentina? El abismo era tan grande y parecía que un librito de Mao podía salvarlo. Y por otro lado, estaba el gesto de levantar un libro, que Hugo Chávez después repitió en Venezuela, la idea de que revolución y libro conjugaban. Luego entendí que un libro para millones de personas generaba recursos y posibilidades pedagógicas que aquí no teníamos. —¿Sabían lo que pasaba en China? HG: Nunca hubo, e igual pasó con la revolución soviética, ningún atisbo de incerteza o antipatía para algo tan lejano, pero tampoco un conocimiento profundo: generalidades sobre el frente japonés, Chian Kai-Shek y claro, André Malraux, que me infl uyó mucho. Tanto su libro La Condición Humana, donde habla de la revolución en Shanghai en 1927, como sus Antimemorias. Ahí Malraux, que está en Pekín, escucha una evocación de Mao sobre el ejército en la Larga Marcha: “Comiendo cortezas de los árboles”. Eso me quedó: una revolución exige sacrifi cios tales que uno se pregunta: ¿Acá uno haría esas cosas? De hecho, hubo mucho sacrifi cio, y algo estoico y heroico en las luchas sociales argentinas, pero comer cortezas de árboles me quedó como el máximo sacrifi cio de alguien que pertenece a una gran movilización. Muchos años después, jóvenes de La Cámpora le pidieron a Néstor Kirchner que les recomendara una lectura y fue justamente Antimemorias.

—Al hablar de iconografías del peronismo y del maoísmo, una vez Daniel Santoro dijo a Dang Dai que una diferencia entre Mao y Perón es que el primero reclamaba el sacrificio permanente y

NOTA DE TAPA

OPINIÓN Alcira Argumedo, diputada nacional por Proyecto Sur, socióloga.

El Tercer Mundo

El tiempo histórico de Perón y Mao es el de la revolución del Tercer Mundo, entre el fin de la II Guerra Mundial y los años '70s, cuando 80% de la humanidad dominada y despreciada por las potencias occidentales durante los cuatro siglos anteriores inició un proceso vertiginoso de revoluciones, descolonización y experiencias populares en Asia, África y América Latina. Nuestro 17 de octubre de 1945 enlaza con la independencia de India en 1947 y de Indonesia en 1948, mismo año del asesinato de Gaitán en Colombia y de la expulsión de los franceses de Vietnam; luego Mao triunfa en 1949 y le siguen Nasser en Egipto y las revoluciones en Cuba y en Argelia, entre los hechos más destacados. En ese marco, la cercanía de Perón y Mao se asocia a la cuestión de la soberanía nacional y el concepto de "pueblo", más complejo y propio de la periferia que el de “proletariado”, más duro y de cuño marxista europeo. Cuando en 1959 Mao empezó a romper con la URSS y la acusó de “social-imperialismo” se refuerzan las coincidencias con Perón, cuyo gobierno había sido criticado por los dos grandes aparatos de prensa mundiales —el de EE.UU. y el de los PC pro soviéticos—, los cuales lo

tildaban de “fascista” justamente porque había definido la Tercera Posición en lo internacional. En 1955 Perón saludó con optimismo la cumbre de Bandung, donde líderes de Asia y África lanzaron lo que más tarde será el Movimiento de Países No Alineados, y en el cual China tendrá un rol protagónico. Perón veía en China una pieza clave para fortalecer al tercermundismo y en La Hora de los Pueblos hablará del “gran Mao”. A su vez, Mao reivindicaba el liderazgo de Perón, y así lo expresó ante militantes argentinos que viajaron a Pekín. Lo mismo pasó con otros que conocieron a líderes de estos movimientos de liberación, donde no todos eran marxistas, pero muchos sí lo eran. Fue el caso del albano Hoxha, quien le preguntó a dirigentes del partido argentino Vanguardia Comunista —que se habían definido como “marxistas, leninistas, maoístas y pro-Albania”— por qué en Argentina no eran peronistas. A su vez, Floreal Ferrara contaba que en un congreso médico, en Ghana, el líder N´Krumah le preguntó sobre el peronismo: le dijo que ellos eran peronistas, como lo había sido Lumumba del Congo.

Para ellos, ser revolucionario en Argentina era ser peronista, dado los lazos del pueblo con Perón y la lealtad demostrada por los trabajadores durante la Resistencia en los largos años de exilio y proscripción. La reformulación maoísta del marxismo, con la idea de contradicción principal y contradicciones en el seno del pueblo, fue incorporada en los debates de los años ’60 y ’70 en el peronismo, junto a la de otros líderes como Ho Chi Minh o escritores como Fanon. Fue un gran movimiento cultural e intelectual del Tercer Mundo, que hasta llegó a países centrales como Francia — Sartre, Simone de Bouvoir, Marcuse— o EE.UU, que recibió ecos del movimiento de la negritud africano: los afroamericanos pudieron al fin votar, recién en 1965. Para Perón, Mao era un líder revolucionario que estaba construyendo un socialismo nacional, ajeno al soviético. Si el mundo iba al socialismo —creía—, cada país definiría su propio modelo, que él llamaba socialismo nacional, y debía responder a su perfil social y cultural: nuestros “cabecitas negras” no eran como los proletarios europeos del marxismo clásico, en cambio se parecían mucho más a los campesinos chinos, los negros africanos o los explotados de siempre en las colonias dominadas a lo largo de siglos por el

Occidente central.

Perón ofrecía pan dulce y felicidad.

HG. Es una gran tesis de Santoro, e interesante, pero cuestionable. Aun así es lícito preguntarse si el pueblo peronista hubiera sido capaz de una entrega sacrificial tan honda. Si uno recorre la resistencia peronista, los informes de John William Cooke, los desaparecidos… no se puede decir que no haya habido sacrificios.

—Domingo, ¿qué les atraía de China a los curas del Tercer Mundo?

DB: Nos acercamos de un modo sencillo. En agosto se cumplieron 50 años de la presentación del “Mensaje de los 18 Obispos del Tercer Mundo”. Allí, un grupo de sacerdotes argentinos impactados por ese mensaje promueven una adhesión y en

pocos meses juntan más de 400 firmas, algo inédito. En 1967 se juntan obispos de Asia, África, Oceanía y América. Nosotros veníamos de una corriente cristiana de la Iglesia, algunos adhiriendo al peronismo, otros no. Pero en ese mensaje había conceptos que nos expresaban plenamente: el Tercer Mundo, los pueblos pobres y los pobres de los pueblos. Nos interpeló y quisimos ser parte. Ya desde 1955 se había hecho una Conferencia en Bandung, con el egipcio Nasser, el indonesio Sukarno, el chino Zhou Enlai y otros líderes. Perón de algún modo estaba conectado. Esos obispos enfatizan que había dos imperialismos: Estados Unidos y la Unión Soviética, y describen las razones de su rechazo a ambos.

Aparece claro que hay otra cosa que viene subiendo, y es China, su gran presencia. Empezamos a sentir una gran afinidad. Fue nuestro primer acercamiento y pensamos: nosotros somos del Tercer Mundo y China también, más allá de toda consideración religiosa, era un planteo geopolítico. —¿Y al peronismo qué le atraía? HG. Como dice Domingo, me parece que por la geopolítica, una expresión muy de esa época. Por otro lado, por el levantamiento de masas que la Revolución China sin dudas tenía. Si uno hace 40 años decía “levantamiento de masas”, no era difícil asociar campesinos chinos a obreros peronistas. O sea, más que el componente social hay uno de irrupción, de movilización,

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FOTOS HORACIO PAONE

Bresci y González. El sacerdote tercermundista y el sociólogo compartieron muchos años de luchas, debates y persecuciones.

de algo que parece extraño, pero que sale de un principio moral y se llama los explotados, los condenados de la tierra. De modo que entonces era muy fácil hacer la hipótesis tercermundista. Uno no se explica cómo se nos fue de entre los dedos aquello, pero abarcaba a las Antillas, Argelia y el resto de África, Latinoamérica, China…, hablamos de tres cuartos de la población mundial. Por eso esta conversación nos lleva a preguntarnos: ¿Qué significa pensar la política? En aquella época surgieron pensadores del Tercer Mundo. Ahora, lo de Bandung y la participación de Perón está algo mistificado, cosa que no está mal en vos Domingo que sos sacerdote (risas). DB: ¡Si vos sos un sacerdote laico! HG: Nosotros pensamos eso bajo el influjo de Jorge Abelardo Ramos. Que ató a Nasser con Perón y con el Tercer Mundo, y lo que Perón venía diciendo tiempo antes sobre la tercera posición. Esa lectura nos juega una mala pasada. Ramos era muy leído, en cierto modo nos formó a todos. Diría que Perón es un tardío tercermundista, aprovecha su idea de la tercera posición para empalmarla y Ramos ayuda diciendo

"Maestro yamigo". Perónle escribió aMao desde suexilio en Madriden 1965. Chinaes un "ejemplo"y una "baseinconmoviblede la RevoluciónMundial", le dice.

que Perón la había anticipado. —¿Perón era revolucionario? DB: En la Conferencia de los 18 obispos por primera vez un documento de la Iglesia habla de socialismo. Cuando llega a nuestro país el debate por un camino nacional al socialismo nos entusiasmamos y así fue que, en 1972, unos 60 sacerdotes vamos a Gaspar Campos a ver a Perón recién regresado del exilio. El nexo fue Mujica. Una revista puso en tapa una foto con el título “El sermón de Perón”. Él nos dio un sermón. Alguien le preguntó por el socialismo y contestó: “El socialismo en Argentina es el justicialismo”. Punto. Se terminó la conversación.

Los muchachos salieron de la reunión a las puteadas.

HG: Cuando apareció la Revolución Cultural, sentimos como un escalofrío favorable, pues muchos veníamos de la lectura de Gramsci, según la cual el inicio de algo importante nace del plano cultural. Y si mal no recuerdo, la idea de Mao de la contradicción principal, y del aspecto principal de la contradicción, no era necesariamente económico, tal como luego escribió Althusser, cuyo maoísmo llegó junto con Gramsci. En ese mundo de una conciencia que le habla a otra, la Revolución Cultural era un regalo del cielo. A los intelectuales

se les daba un lugar más importante que si la clase obrera hubiese sido sólo el sujeto de la historia, o el campesino. Con ese enfoque, el mundo intelectual podía aportar la chispa para el inicio de una gran transformación. La Revolución Cultural, de la que casi no sabíamos nada, sólo el nombre, gran nombre, nos pareció fundamental.

—Perón y Mao murieron casi al mismo tiempo y eso pareció prefigurar un brusco y evidente cambio de época ¿Cómo procesaron ustedes ese cambio de paradigma?

—Mark Fischer, fallecido este año, escribió que “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo” ¿Cómo creen que hoy la memoria de figuras como Mao y Perón pueda jugar un rol?

DB: Para la visión milenaria de la Iglesia, “todos los imperios caen”, menos la Iglesia. Los dos modelos de sociedad que parecían enfrentar al capitalismo, China y la URSS, mutaron al capitalismo. Ya no habría opción. En China hay lo que llaman “socialismo de mercado”. Pero se asimilaron. Soy gramsciano, tengo optimismo de la voluntad. Y trato de socavar en la conciencia de la gente la fortaleza del ca-

“Sermón”. “'El socialismo en Argentina es justicialismo', nos dijo Perón” (Bresci).

La foto que falta

Un sueño que no pudo cumplir Carlos Spadone, hoy presidente de la Cámara Argentino China y en el pasado militante justicialista y con llegada a Perón, sobre todo cuando éste estaba exiliado en España, fue un encuentro entre su líder y Mao. Contó a Dang Dai. “A Perón lo invitaron a conocer a Mao en 1972 y yo iba a acompañarlo. Primero hicimos una reunión exploratoria en París con delegados del

pitalismo, incompatible con el Evangelio.

HG: Aquella época desapareció. Pero ese momento, que podríamos llamar teológico- político, tenía una hipótesis de contención de la tecnología, el simple hecho de pensar sujetos históricos con autonomía y conciencia social y de sí mismos, el cuestionamiento al capitalismo, no dejaban espacio a sujetos que fueran simplemente operadores de la revolución tecnológica. Eso caracterizó al maoísmo y al peronismo. En el peronismo, la idea desarrollista siempre estuvo presente, pero no era un simple desarrollismo, siempre estuvo la idea de la caída, el retorno. Basta leer a Evita en La razón de mi vida para ver que es un libro con una profunda religiosidad. El peronismo, despojado de eso, sí sería sólo desarrollismo. Habría que ver si el maoísmo, despojado del Gran Salto

PCCh y ahí lo invitaron. Pero luego, su secretario José López Rega lo convenció de no ir a Beijing. Viajó él mismo junto con Isabelita y otros dirigentes como su hija Norma y Victoria Bidegain, hija de Oscar, luego gobernador de Buenos Aires. El viaje fue un desastre porque El Brujo pidió plata para Perón diciendo que no tenía para vivir, fue algo horrible, siempre hacía esos papelones, y la cita Perón y Mao, que era la foto de mi vida, no se concretó”.

Adelante, no es lo que finalmente resultó triunfador en el actual período histórico, es decir las fuerzas productivas que llevan el nombre de capitalismo. Pero son fuerzas que vienen desde el siglo XIX o antes, y que tienen una gran carga creativa que hoy vemos en las comunicaciones, pero que Marx analizó con los trenes, etc. China terminó postulando lo que ningún movimiento tercermundista hizo: la idea de que las fuerzas políticas dirijan el desarrollo de las fuerzas productivas. En ese sentido, la experiencia china tiene una profunda originalidad y es muy distinta a lo que se pensó en sus orígenes. Y es también original en una contradicción irresuelta: ¿es la voluntad humana el motor de la historia? ¿o es un conjunto de fuerzas técnicas que pasan a ser algo así como lo que tiene un nuevo rango de utopía?

OPINIÓN Roberto Braschetti, sociólogo experto en peronismo. Centro de Investigadores Biblioteca Nacional

En la misma trinchera

Según mis archivos, la primera alusión directa de Perón a la Revolución China está en una carta del 14 de marzo de 1965 dirigida a Osvaldo Maurín, residente en New York, donde expresa: “Este mundo occidental, tan mal calificado como ‘mundo libre’, es una descarada simulación de valores inexistentes (…) Otro mundo nuevo, con valores reales, avanza desde Oriente con la intención de tomar el mando de la Historia. O nos liberamos nosotros o nos liberan los chinos…”. En 1955, en Bandung, Indonesia, nació el Tercer Mundo. Y en plena guerra fría entre dos potencias mundiales, tanto Perón como Mao se alinearon al nuevo movimiento. Carlos “Pancho” Gaitán, antiguo militante de la Resistencia Peronista, rememora: “En 1965 se armó una misión a China, la primera del peronismo en el marco de un acuerdo que armó Héctor Villalón, con la anuencia y estrategia de Perón. El ejecutor fue el MRP (Movimiento Re-

volucionario Peronista) para conocer la realidad china y hacer una experiencia y capacitación militar”. Viajaron siete militantes (3 peronistas y 4 ex tacuaras del MNRT), con Gaitán como jefe político. “El 1º de mayo, al conmemorar el Día Internacional del Trabajo, hubo una gran fiesta en la plaza Tiananmen. Por supuesto cantamos la ‘Marcha Peronista’”. Gaitán también contó que otro grupo que viajó, encabezado por Elías Semán, entrevistó a Mao y le dijeron: “Nosotros somos maoístas”, a lo que Mao le habría respondido: ‘Eso está muy bien, pero en Argentina yo sería peronista’”. Bernabé Castellano, correo de Perón, recordó a su vez una carta que le llevó a Mao en la que el estadista argentino coincidía en el pensamiento sostenido por líderes asiáticos y africanos, e inspiradas por André Malraux al presidente de Gaulle. “El General, lector de Licurgo pero también de Mao, solía decir, ‘Hasta que no lean el texto de Mao acerca de la contradicción, a nuestros dirigentes

les va a faltar una visión cabal de la realidad política’”. Olga Hammar aporta: “La relación epistolar de Perón con Mao fue consecuencia de las conexiones que hizo (Luis) De la Puente hablando con Mao de las virtudes políticas del líder argentino (…). Jorge (Hammar), como tantos otros, jugó un papel destacado al instalarse en China a pedido de De la Puente”. Mao, cuenta luego, le envió a Perón unos yuyos y un Dragón Azul que colocó en su biblioteca de Puerta de Hierro. Años más tarde, hubo una muestra China en Argentina y Perón, ya presidente por tercera vez, la visitó. Cuando sus simpatizantes comenzaron a vivarlo, Perón levantó sonriente sus brazos y les dijo: “ésta es la hora de Mao”. Y cuando Perón murió, en 1974, expresaron condolencias en la Embajada argentina en Pekín altos líderes políticos del Consejo de Estado y del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional. En una corona enviada por Mao se leía: “A su excelencia Gral. Juan Domingo Perón, Presidente de la República Argentina”. Y Zhou Enlai y Tung Piwu se mostraron “consternados” por la muerte del “célebre estadista”.

Malentendidos

Modelo. “China nos representaba una experiencia social colectiva” (González).

Dang Dai invitó al debate a la profesora y ensayista Beatriz Sarlo, quien en los años de 1970 militó en el Partido Comunista Revolucionario, de orientación maoísta, adhesión que luego repudió. Aunque no aceptó el convite, dijo en un escrito: “No veo demasiado convincente insistir con un paralelo (entre Perón y Mao) que ya ha producido sus malos entendidos: el primero fue que Perón mismo se comparara con Mao; el segundo, que la Revolución China y todos sus éxitos y horrores se pongan en relación con el fenómeno peronista, que no realizó ni las grandes tareas ni cometió sus excesos, para darles un nombre”.

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