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Sobre la Reafirmación
Cuando la cima de esta aglomeración de sedimentos sobrepasa la superficie del agua y se forma la isla, o, dicho de otro modo, una vez llegados al santuario después de una larga peregrinación, hay que habitar el lugar, nuestro ser.
Habitar significa adornarse de su tierra, de su vegetación, de su agua; adaptarse a sus ritmos, a sus estaciones, a su clima; significa convivir con sus imperfecciones, con su geología, con los demás seres vivos o inertes; significa responder a sus necesidades; ofrecerle alimento, cultivo, devoción; significa ser extensión de sus raíces; significa conformar su arquitectura; significa deshacerse de la idea de género y de categorizaciones en torno a la sexualidad o la genitalidad.
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Sólo desproveyéndonos de todos estos estratos de conocimiento, que nos ha legado el hombre blanco, y que son cuanto menos autodestructivos, podremos llegar a ser nosotras mismas; sólo así conseguiremos saber cuáles son los verdaderos deseos de nuestra alma. Cuando esto suceda, nuestro sustrato será suficientemente puro y fértil para poder dar lugar a la vida, para poder cultivar algo trascendente, algo elevado.