La Casa Municipal

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Una historia de la sede del gobierno porteño

La Casa Municipal

Diseño de portada: DCV Daniel Menchini. JEFATURA DE GABINETE

Foto de portada:1905 aprox. Archivo del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” - FADU - UBA.



Ulises Muschietti

La Casa Municipal Una historia de la sede del gobierno porte単o

JEFATURA DE GABINETE COORDINACION Y SEGUIMIENTO


Coordinación General del Plan Maestro para el Palacio de Gobierno Directora General de Coordinación y Seguimiento

Sra. Sandra Castillo Coordinación Institucional

Lic. Héctor Burgos Coordinación del Programa Edificios Centrales

Arq. Verónica Hachmann Coordinación Técnica del Plan Maestro para el Palacio de Gobierno

Arq. Luis del Valle Investigación Histórica Base y Texto

Prof. Ulises José Matías Muschietti Diseño en Comunicación Visual

DCV Daniel Alberto Menchini Recopilación Fotográfica

Arq. Gustavo Andrés Brandariz Se agradece la colaboración de

Lic. Rodolfo E. Gonzáles Lebrero




Contenido

Introducción ................................................................................9 Sobre Avenida de Mayo ............................................................... 33 Todos los palacios ....................................................................... 69 Hacia Bolívar y Rivadavia ............................................................ 99 Epílogo ..................................................................................... 135 Apéndice documental ................................................................ 145 Bibliografía y fuentes..................................................................175



“Debiendo demolerse la casa expropiada a los señores Zuberbühler, y examinando los magníficos materiales que la constituían, proyecté la construcción de la Casa Municipal en el terreno situado en la esquina de Bolívar y Avenida de Mayo, donde siempre estuvo la Municipalidad, empleando para ello los materiales útiles, provenientes de aquella demolición. De este modo construía una casa económica, instalaba las oficinas con un carácter permanente y ahorraba la exhorbitante suma de 72.000 pesos en sólo arrendamiento”. Francisco Bollini, Intendente de Buenos Aires entre 1890 y 1892.



Introducci贸n

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En el último tramo del siglo XIX y en las dos primeras décadas del XX, Buenos Aires sufrió transformaciones de tal envergadura que a un hipotético viajero de 1880 le hubiera resultado difícil reconocer la ciudad cuarenta años más tarde. Una serie de circunstancias históricas permiten explicar tales cambios, a la vez que entender mejor los conflictos que se encerraban en las nuevas políticas urbanas. Al finalizar el período de las guerras por la independencia, se abrió en el país un largo ciclo de fuerte confrontación política en torno del estado y de la sociedad que se construirían y de qué sectores de las diversas clases dominantes regionales los encabezarían. No fue sino hacia 1880 cuando terminó de consolidarse un proyecto de integración al mercado mundial, que se apoyaba en una producción agropecuaria destinada a satisfacer las necesidades de materias primas y de alimentos de los países industrializados. Tal proyecto tenía como marco general la expansión del capitalismo que se había producido en la segunda mitad del siglo XIX, empujada por los procesos de industrialización originados en el siglo anterior. Aunque Gran Bretaña atravesaba entonces por una etapa de menor crecimiento, la aparición de otros centros de poder económico, como Alemania, Francia, Países Bajos y Estados Unidos de Norteamérica, derivó en un aumento de la producción global y de los intercambios internacionales. La expansión de la producción industrial hizo crecer a su vez en los países centrales la demanda de materias primas y de alimentos, al tiempo que generó fuerte interés por conseguir nuevos mercados de consumo para los productos manufacturados. Como algunas áreas de la Argentina satisfacían buena parte de esas expectativas, se hicieron más intensos los esfuerzos locales para aprovechar aquellas oportunidades. El resultado de esas acciones fue una relativamente firme inserción de la Argentina como abastecedor primario de las economías capitalistas más avanzadas. Se dio entonces un período de gran expansión

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cuyos principales beneficiarios fueron los grupos sociales que poseían tierras desde mucho tiempo atrás o que se apropiaron de ellas gracias a las distribuciones operadas por el Estado a lo largo del siglo XIX. De esta manera, millones de hectáreas quedaron en manos de un grupo muy heterogéneo en su origen, que se constituyó en la clase dominante del período considerado. Esta burguesía, que incluía entre sus intereses económicos al comercio y las finanzas, buscó extraer el máximo provecho de las ventajas comparativas de la pampa húmeda para producir, a un costo relativamente muy bajo, los productos que podían colocarse en el mercado mundial. El proceso exigía llevar a cabo un conjunto de modificaciones políticas, económicas y sociales que facilitaran aquel objetivo. Con el firme apoyo del Estado y la muy favorable situación internacional, los grupos dominantes buscaron superar una serie de problemas tanto técnicos como económicos (la lentitud y la limitada capacidad del transporte terrestre y marítimo, la escasez de mano de obra y de capitales) que frenaban la expansión productiva y limitaban el acceso de los productos agrarios a los mercados europeos. Pero la aplicación de la tecnología del vapor a barcos y ferrocarriles dinamizó los intercambios en las áreas centrales del capitalismo. Y hacia el último cuarto del siglo XIX, la crisis que afectó la economía europea desde 1873 tuvo como contrapartida una intensa actividad para superarla. Nuevos descubrimientos en el plano energético (la electricidad, el uso del petróleo en los motores de combustión), las innovaciones en el transporte (en particular el automóvil) y en las comunicaciones (el telégrafo y el teléfono), entre otras novedades, favorecieron avances fundamentales en los procesos productivos y mercantiles. Tales innovaciones produjeron fuertes impactos en todas las economías de América Latina, y potenciaron el valor económico de los bienes que constituían el objeto de demanda internacional. Estos avances, sin embargo, no habrían podido tener en la Argentina el impacto que tuvieron si no se hubiera resuelto la cuestión política, que tenía en la construcción de un estado nacional su

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objetivo más alto. La edificación de ese estado había empezado a consolidarse en 1862, y se completó en 1880 por medio de la integración política de los diversos grupos dominantes regionales al proyecto de expansión capitalista encabezado por la burguesía porteña. En lugar de resolverse por el enfrentamiento militar, los conflictos entre sectores fueron canalizados desde entonces en el interior de la organización institucional, lo que facilitó la estabilidad necesaria para la estructuración del modelo. El fin de los ejércitos provinciales y la formación de un ejército nacional que monopolizó la capacidad represiva reforzaron el poder de los gobiernos centrales. El proceso, si bien fue conducido por la burguesía bonaerense, contó con la adhesión de las del interior, en especial de las de Santa Fe, Córdoba, Tucumán y Mendoza, y se canalizó a través del Partido Autonomista Nacional (PAN). No fue ajena a esta integración de una clase dominante nacional la redistribución de los ingresos estatales

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en favor de los gobiernos provinciales, lo cual les permiti贸 administrar parte de la riqueza generada principalmente por el comercio exterior.

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La cuestión capital

Esa construcción política debió remover otro obstáculo que impedía la consolidación de un poder central: la autonomía de la provincia de Buenos Aires, y su cerrada pretensión de mantener bajo su jurisdicción a la ciudad puerto. Para Juan Bautista Alberdi, el gobierno de la provincia era la herencia del pasado colonial, ya que el poder virreinal había pasado a manos de “una especie de Virrey o de Presidente del reino entero, transformado por la revolución, en República Argentina. La República fue gobernada por el gobierno que gobernó al virreinato, en el mero hecho de conservar el depositario de ese gobierno en sus manos, a la doble Capital compuesta de la Provincia y Ciudad de Buenos Aires, que contenía el puerto, el monopolio del tráfico, el de su renta y de su crédito, en una palabra, el de su poder real y efectivo todo entero”.1Tal conflicto sólo se resolvió en 1880, cuando las armas del ejército nacional de Julio Roca batieron a las milicias del gobernador de la provincia, Carlos Tejedor. El último paso de aquella unificación política fue la federalización de Buenos Aires, resuelta a fines del gobierno de Nicolás Avellaneda por medio de la ley 1029, del 21 de septiembre de 1880 2. Un mes más tarde, la Legislatura de la provincia cedía “el territorio del municipio de la ciudad de Buenos Aires que ha sido declarado Capital de la República”.3 1

Alberdi, 1887, p. 195.

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Ver texto completo en el Apéndice Documental.

3

Citado en Alberdi, 1887, p. 407.

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La medida resolvió dos cuestiones clave, que permitieron afianzar al gobierno nacional: por un lado el poder central tuvo una jurisdicción directa bajo su control, y por otro, el manejo de las rentas aduaneras le permitió consolidar su estructura y sostener las alianzas con los sectores dominantes de cada provincia. De esta manera quedaba completada, según Alberdi, la organización del país que inició primero la revolución de mayo de 1810 y que siguió luego con la derrota de Juan Manuel de Rosas en Caseros y con su consecuencia política, la Constitución del ’53. “No son personas, son instituciones las que han caído en el cambio de 1880”, escribía el autor de las Bases, “son las Leyes de Indias y la Ordenanza de Intendentes, con su obra más genuina, que era la Capital-provincia de Buenos Aires, en la forma que esas leyes le dieron para avasallar al pueblo argentino, cuando era colonia de España”. Lo que había caído era la unidad compuesta por la ciudad y la campaña de Buenos Aires, una unidad dueña de un “poder colosal”, cuya división en 1880 quitaba “a los reaccionarios para siempre su antiguo poder, cuya plaza fuerte era la ciudad de Buenos Aires”.4 Al constituirse en capital de la república, la ciudad ganó representación parlamentaria en ambas cámaras, y se equiparó así a las provincias. Sin embargo no obtuvo plena autonomía: la Ley Orgánica Municipal - que llevó el número 1260 e institucionalizó su sistema político en 1882 -, determinó que el Congreso fuera el órgano legislativo de la ciudad y que el Poder Ejecutivo Nacional reservara para sí el nombramiento del Intendente, con acuerdo del Senado. De tal manera, el gobierno municipal sólo tuvo funciones administrativas, siempre recortadas o limitadas por medidas que se tomaban en otro lado. Al municipio quedaron reservados el trazado y la pavimentación de las calles, la organización del transporte, del alumbrado público, el sistema de salud (representado sobre todo por varios hospitales que sostenía con sus ingresos), y el cuidado y conservación de paseos y parques, tan caros al gusto de las élites urbanas. Por 4

Alberdi, 1887, pp. 187, 188 y 189.

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otro lado, atributos centrales en toda administración política como la administración de justicia y el manejo de la policía, quedaron en manos del gobierno nacional. La ciudad convertida en Capital Federal en 1880 era más pequeña que la actual. El Río de la Plata, el arroyo Maldonado y el Riachuelo eran sus límites naturales por el este, el norte y el sur respectivamente. Hacia el oeste, se extendía hasta una línea que coincidía con las actuales calle Medrano y avenidas Sáenz y Córdoba. Ocupaba en total unas 4.540 hectáreas. En 1887, la Capital recibió de la provincia los distritos de Flores y Belgrano, y de esa manera se completó la superficie que aún ocupa, de poco más de 18.000 hectáreas. No fue sólo ni principalmente esta nueva dimensión geográfica el cambio más asombroso que sufriría la ciudad por esos años. A partir de 1880, las transformaciones que habían comenzado al menos una década atrás se multiplicaron, y le dieron a Buenos Aires un dinamismo sólo comparable al de un puñado de otras ciudades en el mundo.

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La inmigración

Fue la escasez relativa de población de la Argentina (el censo de 1869 arrojó la cifra de 1.737.026 habitantes) la que reforzó las políticas de fomento de la inmigración que ya venían desplegándose desde algunos años antes. Al menos desde mediados de la década de 1850 ciertos gobiernos provinciales, como los de Santa Fe y Entre Ríos, encararon políticas de colonización y facilitaron la radicación de los recién llegados al entregarles parcelas de tierra. Grupos privados también se ocuparon de reclutar población europea, a la que trasladaron y le proveyeron insumos para la producción agrícola. Sin embargo, para 1880 ambas iniciativas ya eran casi inexistentes. Otras, entonces, fueron las razones del salto inmigratorio que se verificó hacia aquel año. Tanto la desigual incorporación a los procesos de industrialización en algunos países europeos como las crisis económicas de fines del siglo XIX dejaron disponible para las economías en crecimiento de los países periféricos un importante número de trabajadores desocupados en sus regiones de origen. Millones de europeos pobres se trasladaron entonces hacia el norte y el sur de América, donde su llegada generó cambios de importancia en las estructuras sociales y demográficas. La masiva llegada de inmigrantes multiplicó con rapidez la población de la Argentina, que superó los siete millones ochocientos mil habitantes en 1914. Casi la tercera parte de ese total estaba compuesta por extranjeros, venidos sobre todo de Italia y de España, aunque también de Francia, Alemania, Polonia y Rusia. Provenían particu-

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larmente de zonas rurales, pero el alto grado de concentración en la propiedad de la tierra en el país les impidió a la mayoría de ellos convertirse en productores agrarios independientes. Sin embargo, el crecimiento de algunas ciudades, en particular el de Buenos Aires, elevó la demanda de fuerza de trabajo. En definitiva, la mayor parte de los extranjeros se concentró entonces en las áreas urbanas del litoral. El aluvión alteró entonces la tradicional distribución de los habitantes en el territorio del país. Mientras que en 1869 sólo el 33% de la población era urbana, en 1895 ese índice ya había trepado al 42%, y en 1914 al 58%5. Parte sustancial de este proceso de urbanización acelerada se debe a Buenos Aires: si en 1895 la ciudad albergaba al 20% de la población de todo el país, en 1914 su participación llegó al 26% 6. Pero además de estos datos relativos, la población de la ciudad aumentó de modo extraordinario (ver cuadro), a un ritmo que superó al de buena parte de las capitales del mundo. Población de la ciudad de Buenos Aires según datos oficiales AÑO

FUENTE

POBLACIÓN

1869

1er. censo nacional

177.787

1887

1er. censo municipal

437.875

1895

2do. censo nacional

677.786

1904

2do. censo municipal

1914

3er. censo nacional

979.325 1.584.106

Fuente: Cincuentenario de la federalización de Buenos Aires Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.

La superficie de los terrenos urbanizados dentro de los límites de la ciudad se expandió también con notable rapidez: en 1887 el 60 % de la población tenía su vivienda en un radio de dos kilómetros a partir de la Plaza de Mayo, pero en 1895 ese índice había descendido al 34%. Entre ambas fechas, quienes vivían en un radio de entre tres y 5

Lobato, Mirta y Suriano, Juan (2000) Nueva Historia Argentina. Atlas histórico Buenos Aires – Sudamericana, p. 308. 6

Lobato-Suriano, ibid. p. 311.

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cinco kilómetros habían trepado del 12 % al 27 % y más allá de los cinco kilómetros, del 16% al 24%.7 Los barrios alcanzaban así cada vez mayor peso relativo en la Capital. La rápida urbanización originó una serie de problemas nuevos que las conducciones políticas debieron afrontar, aunque no siempre estuvieron a la altura de las circunstancias. El crudo diagnóstico que trazó el Intendente Francisco Seeber8, designado por Miguel Juárez Celman, en el momento en que debió asumir el cargo - mayo de 1889 - mostraba cuán lejos estaba la ciudad del espejo en que prefería mirarse. Sin embargo, la metamorfosis de la ciudad fue rápida, y la idea que del progreso tenían los sectores dirigentes se reflejó en políticas que potenciaron una serie de tensiones que ese mismo desarrollo provocaba.

7

Gorelik, p. 97.

8

El documento se cita en el capítulo 1.

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El lugar de Buenos Aires

José Luis Romero ha señalado la disyuntiva que planteaba a las nuevas burguesías latinoamericanas su vergüenza por “la humildad del aire colonial” que solía mantener el centro de las ciudades. Allí donde pudieron, ellas emprendieron sin vacilar la demolición de lo viejo para dar paso a lo nuevo, “lo que parecía resumir el supremo triunfo del progreso”. “Donde no se pudo o no se quiso llegar a tanto, se procuró organizar el desarrollo de las zonas adyacentes al centro tradicional y el de los nuevos barrios de acuerdo con los modernos principios urbanísticos”9. El debate tuvo en Buenos Aires su formulación específica. Se trataba de consolidar la vieja ciudad modificando su fisonomía pero a la vez manteniendo su centralidad en la vida social y política, o bien de desplazar la metrópoli algo más hacia el norte, sepultando en el olvido el pasado colonial y por añadidura rosista de la gran aldea. Esta fue la perspectiva de Domingo F. Sarmiento10, y el sentido de uno de sus proyectos más novedosos: Palermo. En su perspectiva, la apertura de la Avenida de Mayo - proyecto que lo tuvo entre sus principales opositores - implicaba reconstruir la ciudad, mientras lo que él proponía era refundarla. La idea de ciudad 9

Romero, José Luis, Latinoamérica: las ciudades y las ideas, p.275.

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Sarmiento, como vecino de la parroquia de Catedral al Norte, fue electo miembro del concejo municipal de Buenos Aires en los años 1856-57.

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moderna que tenía Sarmiento, y que se expresaba en el parque como futuro centro, era refutada por la nueva avenida y su marco natural, la Plaza de Mayo11. Pero el proyecto de la avenida era el que entusiasmaba a buena parte de la élite porteña. Miguel Cané, quien más tarde ocuparía la jefatura municipal por un breve período, le escribía en 1885 al intendente Torcuato de Alvear, el ejecutor de las profundas transformaciones del centro de la ciudad, para apoyarlo: “Nos es forzoso, pues (…) abrir calles amplias consultando la fisonomía de la ciudad y la corriente tradicional de hábitos de concentración. Tenemos y tendremos por siglos, reunidas en un corto espacio, la Plaza de Mayo, todas las causas que congregan al pueblo, la religión, los tribunales, la municipalidad, las cámaras, los ministerios, el teatro principal, las estaciones de carruajes, las fiestas cívicas, por fin. Eso es así y modificarlo sería más difícil que todas las obras proyectadas”12. En ese marco general, en el que se identifican al menos dos perspectivas diferentes sobre la ciudad, tuvieron lugar muchos otros debates. Las diferencias sobre el lugar y la estética de los edificios públicos y monumentos, el diseño de plazas y paseos, o el lugar que ocuparían los prostíbulos y la cantidad de ellos que resultaba admisible, por citar sólo algunos de los conflictos abiertos, expresaban ideologías, expectativas, vivencias e intereses encontrados, que se manifestaron vivamente en la prensa, en las salas de sesiones del Concejo Deliberante o del Congreso Nacional, y en las opiniones técnicas de las sociedades profesionales. En esas discusiones chocaban muchas veces los intereses de algunos sectores de vecinos de la ciudad con las necesidades y las visiones de quienes querían hacer de Buenos Aires una vidriera que mostrara al mundo el progreso del que se sentían a la vez artífices y beneficiarios. Los cambios que finalmente se llevaron a cabo transformaron la 11

Para la comprensión de estos conflictos, ver Gorelik, Adrián, La grilla y el parque.

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Cit en Beccar Varela, 1926, p. 484.

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vida urbana de un modo notable, y afectaron también a los sectores populares, que de diversas maneras se resistieron a ellos. Un segundo nivel de confrontación que atravesó la vida de la federalizada Buenos Aires fue el de sus autoridades municipales con los poderes políticos centrales. Las concepciones que se enfrentaron definían de manera diferente el papel de las ciudades en la construcción de un sistema político. De ellas, la más fuerte era la que distinguía un ámbito político, mundo exclusivo de los estados nacionales y las provincias, y uno administrativo que se identificaba con la vida municipal. Si en el primero quienes asumían el protagonismo político eran las personas en tanto ciudadanos de igual capacidad política, en el ámbito municipal debían actuar los vecinos, personas calificadas según la propiedad y la renta. Otras ideas sostenía Sarmiento: para él, el ámbito local tenía una responsabilidad primaria en la construcción de un orden político moderno. Y más aún cuando el permanente ingreso de extranjeros exigía sólidas medidas orientadas a la integración acelerada de aquellos a la sociedad y a la política local. Y era en la ciudad donde esa integración de los inmigrantes era posible, pero ya no como meros contribuyentes sino como ciudadanos13. En sus propias palabras, “el poder municipal es poder primordial, el único que han conocido las ciudades antiguas, el único de los derechos romanos que se salvó de la barbarie de la conquista, el primero que se levantó en la Edad Media contra el feudalismo, hasta producir las libertades modernas, el único en fin en que reposa la libertad y la república en los Estados Unidos, en Suiza, en Andorra, en San Marino”.14 Todavía en 1887, en un artículo publicado en El Diario con el título “La institución municipal”, Sarmiento cuestionaba por su incon13

Gorelik, p. 79.

14

D. F. Sarmiento, Obras, tomo 8, p. 241, cit. en Mouchet, p. 17.

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La Recova, que separaba a la plaza Mayor de la de la Victoria, y que fue demolida por Torcuato de Alvear en 1889, era una edificación característica de la antigua Buenos Aires.1825 aprox L. Mathis.

gruencia con la Constitución un acto presidencial que había suspendido la ley de elecciones y designado concejales suplentes para reemplazar a los electos: “No existían municipalidades en las veinte ciudades argentinas cuando se dio la Constitución - escribía - pero tan necesario al honor de los constituyentes era tapar este agujero que no se harían efectivas las garantías de la Constitución sino donde estuviesen restablecidos los antiguos Cabildos para la gestión de los negocios de la ciudad (...) El Congreso podría legislar sobre la forma de la Municipalidad pero no puede suprimirla, porque la Municipalidad no es suya, puesto que es requisito anterior y previo a su propia existencia”.15 15

Cit. en Mouchet, pp. 20-21.

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Detrás de la Recova, la cuadra de Bolivar entre las calles de la Victoria y Rivadavia, tal como era en la época de la Colonia y como se mantuvo aproximadamente hasta 1880. De izquierda a derecha: el Cabildo, la Casa del Obispo, los Altos de Riglos y los Altos de Urioste.1825 aprox L. Mathis.

Como se ha dicho, no fue éste el resultado final: el municipio porteño quedó subordinado al poder central, con muy poco margen de autonomía. La reducción de la acción municipal a meras funciones administrativas puede explicar en parte la demora en la democratización del sistema político de la ciudad de Buenos Aires, donde sólo los grandes contribuyentes tenían derechos políticos sobre ella16. Y explica también las limitaciones de quienes se hicieron cargo de la administración municipal para llevar a cabo sus objetivos. En tanto el municipio era la Capital Federal, el Poder Ejecutivo Nacional o 16

Ternavasio, Debates y alternativas, 1991.

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el Congreso podían reclamar su jurisdicción en la construcción del gobierno, lo que chocaba con una secular tradición de vida política autónoma en la ciudad. Esas tensiones, que en líneas generales se expresaron en el conflicto siempre presente entre el Concejo Deliberante y el gobierno nacional, fueron resueltas en ocasiones de modo autoritario, mediante la suspensión por largos períodos del órgano legislativo de la ciudad y su reemplazo por comisiones nombradas directamente por el Presidente. Fueron algunas de esas comisiones las que empujaron con más ímpetu los cambios en la fisonomía urbana, destinados no sólo a construir una imagen de Buenos Aires orientada al exterior, sino también a remodelar el espacio urbano de modo más jerárquico, al menos en los alrededores de la Casa de Gobierno.

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Empresas y municipio

A diferencia de lo que sugiere la muy difundida imagen de un Estado poco inclinado a intervenir en cuestiones económicas y sociales, la actividad que los organismos públicos desplegaron para adecuar la ciudad a los procesos en los que se vio envuelta fue intensa y eficaz. Novick y Caride han sostenido que la administración tuvo un rol protagónico en el control de los rumbos del crecimiento de Buenos Aires: “Sin soslayar las presiones de las empresas de servicios públicos extranjeras y de los intereses de los propietarios de tierras y loteadores, es preciso ponderar el rol asumido por las reparticiones del Estado Nacional y de la Administración Municipal en los procesos de urbanización porteña. Desde el fin del siglo, los profesionales locales -ingenieros, higienistas, topógrafos- tomaron a su cargo las obras públicas y de saneamiento elaborando instrumentos de control como el Reglamento de Construcciones (aprobado en una primera versión de 1887), los planos de alineación, los planes de mejoras (1898-1904). Bajo esas directivas, el antiguo municipio y los partidos anexados se iban homogeneizando mediante la forma urbana de la cuadrícula que dio lugar a una urbanización ‘extendida’ y de baja densidad sobre un territorio sin obstáculos geográficos”.17 No fue entonces únicamente la iniciativa privada la que dio respuesta a las crecientes demandas de una ciudad que se expandía a una velocidad desconocida en estas latitudes. Si las empresas satisficieron buena parte de aquellas, lo hicieron bajo el ordenamiento 17

Novick, Alicia y Caride, Horacio, Ciudad versus área metropolitana.

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y el control de la administración pública, cuyos organismos fueron los que impulsaron la modernización de la urbe, a veces a contrapelo de lo que querían diversos sectores de peso en la sociedad porteña. Nada de eso niega, por supuesto, la trama de intereses que existía entre intereses privados y funciones públicas ni el carácter sesgado de las trasformaciones que se ejecutaron: el propio Concejo Deliberante estaba conformado por parte de los mayores contribuyentes de la ciudad, es decir, por sus más ricos comerciantes, productores y profesionales. Pero si Buenos Aires tuvo avenidas, paseos y parques, fue principalmente por la acción municipal, que a su vez contó con el apoyo del Estado nacional. Uno de sus intendentes, Francisco Alcobendas, subrayó en su Memoria la mezquindad de los ricos de la sociedad local: “¿Qué parque, qué institución de beneficencia debe la ciudad al altruismo o la munificencia de las grandes fortunas? No hay entre los establecimientos administrados por la comuna uno solo que acredite en ella esa generosidad traducida en donaciones cuantiosas que ennoblecen, como el timbre más preclaro, la vida de los potentados yankees”.18 El Estado entonces encaró los problemas urbanos regulando las transformaciones a que obligaba el crecimiento. Y lo hizo rápido. A diez años de la asunción de las primeras autoridades de la ciudad ahora capital de la república, la Avenida de Mayo estaba abierta, la Plaza de Mayo unificada, el puerto Madero parcialmente habilitado, decenas de calles pavimentadas. Con el tiempo, el alumbrado eléctrico fue desplazando al de gas, se reglamentó la construcción de viviendas y se cubrieron, si bien de modo insuficiente, las necesidades sanitarias. Varias líneas de tranvía de tracción a sangre recorrían las calles de Buenos Aires y facilitaban así la ocupación de zonas alejadas del centro. Su electrificación, a partir de 189719, aceleró ese proceso.

18

Memorias, 1896, p. 12.

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El Concejo Deliberante había autorizado el 22 de mayo de 1896 el funcionamiento de un tramway eléctrico de la empresa “La Capital”.

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Y aunque no se llevó a cabo en esa oportunidad, el 17 de mayo de 1898 el Concejo Deliberante concedió al señor James G. Killey el derecho a construir y explotar por 99 años un tranvía subterráneo que comunicaría la Plaza Once de Septiembre, punto de concentración de carretas y estación ferroviaria, con el puerto20. Por diversas razones, esta concesión no se efectivizó: hubo que esperar hasta 1913 para que la Plaza de Mayo se uniera con la de Miserere mediante un subterráneo que apenas un año más tarde llegó hasta Primera Junta.

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El Concejo Deliberante lo decidió en la sesión del 17 de mayo de 1898. La concesión se hizo para construir y explotar “para el transporte de pasajeros y carga, una línea de tramways subterráneos que partiendo de las boca-calles de Piedad y Bermejo y Centro América y Cuyo y pasando por debajo de la plaza 11 de septiembre se una en las calles de Centro América y Rivadavia y siguiendo por ésta hasta Entre Ríos y por esta hasta la Avenida de Mayo, por la cual seguirá hasta empalmar con las vías del puerto...” (Acuerdos, 1898, pp. 117-118).

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Conflictos y contrastes

Mientras la ciudad se acomodaba a los intereses y a la visión del mundo de la élite, la modernización en marcha expresaba y fortalecía a la vez la estructura jerárquica de una sociedad que sólo en la forma podía considerarse republicana 21. El espacio urbano no podía escapar a esa jerarquización social que se consolidaba sin prisa y sin pausas. La zona norte de la ciudad fue poblada mayormente por los sectores más ricos: propietarios rurales, grandes comerciantes y empresarios, se asentaron sobre todo en los barrios de San Nicolás y el Socorro, en Palermo y en Belgrano. Al sur, de San Telmo a la Boca, los sectores populares se hacinaron en conventillos e inquilinatos, mientras soñaban con hacer algún dinero que les permitiera poblar los nuevos barrios que se abrían al oeste de la ciudad. Esos barrios, Almagro, Caballito, Flores, eran los que las clases medias empezaban a hacer suyos. La dispar arquitectura que florecía en zonas cada vez más pobladas revelaba la pertenencia a uno u otro de los sectores sociales que compartían, al menos en los datos censales, una geografía urbana que los contenía y diferenciaba a la vez. El centro histórico, como signo de los tiempos, combinó negocios y política. Los alrededores de la Plaza de Mayo estuvieron casi reservados a los grandes edificios públicos con los que la mano por entonces 21

Gorelik, op. cit.

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En la década de 1870, una Plaza de la Victoria rodeada por calles adoquinadas y rieles de tranvía. Al fondo, en Rivadavia y Bolívar, una construcción en varias plantas: la casa de Juan Agustín García. 1872 Gutiérrez Berjman..

más abierta del Estado quiso dar cuenta de su propia consolidación. Y en su entorno, bancos y grandes casas comerciales, a la vez que convertían a Buenos Aires en la capital financiera y mercantil del país, reafirmaban la centralidad de sus funciones en los cambios estructurales de los cuales la ciudad era tributaria. En definitiva, “hacia 1910, con más de un millón de almas, Buenos Aires ya contaba con una infraestructura, un patrimonio arquitectónico y unos servicios públicos comparables a los de las más evolucionadas capitales europeas e impresionaba con sus parques y plazas, sus monumentos y avenidas, sus teatros y museos”.22 Esta imagen del Centenario oculta contrastes que los documentos reinstalan en la lente del observador. La aplicación de los avances tecnológicos y los cambios impulsados por las autoridades municipales y nacionales confrontaron un mundo urbano que se miraba 22

De Luca, Jones y Tula (1998).

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en el espejo de las más importantes ciudades europeas con una realidad rural o semirrural que se obstinaba en permanecer idéntica a sí misma. Lecheros y tamberos, productores de ladrillos, criadores de aves y cerdos, vendedores callejeros, se resistían a los cambios que limitaban y regulaban sus actividades. Las políticas modernizantes, sin embargo, se enfrentaron a las costumbres con tal fuerza que terminaron por imponerse. Y si convivieron por un tiempo los tranvías eléctricos con las vacas23 y los opulentos edificios céntricos con caballerizas y aljibes, la ciudad fue desplazando paulatinamente al campo fuera de sus propios límites. El municipio porteño se plantó desde su creación en el centro del ámbito urbano, aunque la dispersión de sus oficinas lo mantuvo poco visible en la ciudad que administraba. Con las limitaciones señaladas más arriba, tanto el Concejo Deliberante como la Intendencia buscaron, aunque con vacilaciones a veces inexplicables, modificar esa situación. La construcción de un Palacio Municipal parecía una herramienta adecuada no sólo para cumplir las funciones propias del gobierno comunal, sino también para instalar simbólicamente al retaceado poder local. Los resultados de ese esfuerzo constituyen el objeto de esta investigación.

23

El 27 de mayo de 1893 se prohibió la venta de leche con vacas sueltas en las calles del municipio pero por muchos años se mantuvo como práctica habitual en los barrios periféricos.

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CAPĂ?TULO 1

Sobre Avenida de Mayo

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En la planta alta de la Jefatura de Policía, o Casa del Obispo, en Bolívar 13, junto al Cabildo, funcionaron las oficinas de la municipalidad desde 1856 hasta 1886.1774 Buenos Aires nos cuenta.

La ciudad de Buenos Aires no tuvo autoridades municipales hasta 1856. El caudillo entrerriano Justo José de Urquiza había decretado el nacimiento del municipio durante el breve lapso en el que gobernó la provincia en 1852, después de su victoria frente a Rosas en Caseros. Pero esa disposición, inaceptable por su origen para los dirigentes porteños, nunca tuvo vigencia. Dos años más tarde, ya separada Buenos Aires del resto de la Confederación Argentina, se sancionó otra norma, apenas diferente del decreto de Urquiza, pero alumbrada en una legislatura de porteños. No había en esa etapa inicial un ejecutivo municipal que rigiera los asuntos locales de la ciudad, sometida a la jurisdicción directa del gobernador del estado. Funcionaba en cambio una Comisión de Municipales, que se reunió por primera vez el 3 de abril del ‘56 en la planta alta de la Jefatura de Policía, inmediatamente al norte del antiguo Cabildo de Buenos Aires, frente a la plaza de la Victoria. El edificio, que había sido construido en la época del Virreinato para residencia de la autoridad eclesiástica, era identificado en la ciudad como “la casa del obispo”. Allí, en Bolívar 13, tuvo su sede el gobierno

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municipal durante tres décadas. Hacia el norte, completaban la cuadra hasta Rivadavia otras dos casas de dos plantas, conocidas como los Altos de Riglos y los Altos de Urioste. Dos años después de que Buenos Aires fuera federalizada y declarada capital de la República en 1880, se dio al municipio su organización definitiva mediante la ley 1260. En lo sucesivo, el presidente de la Nación designaría al intendente, y los ciudadanos que quisieran participar de las elecciones votarían - de entre los mayores contribuyentes de la ciudad - a los integrantes del Concejo Deliberante. El primer intendente, nombrado en 1883, fue Torcuato de Alvear, que llevaba ya tres años presidiendo la Comisión Municipal. Alvear había nacido en 1822, no en Buenos Aires sino en Montevideo. Pero su padre, Carlos María, no sólo había sido Director Supremo de las Provincias Unidas y un afortunado general: era además una expresión emblemática de la burguesía porteña. La familia de su madre, Carmen Quintanilla, lo vinculaba también con esa clase. Uno de sus hijos sería como él intendente de la Capital y otro, Marcelo T., presidente de la República. Torcuato de Alvear pertenecía, pues, al riñón de la élite dirigente del país. Su mentor no era otro que Julio Argentino Roca, el presidente que lo sostendría a todo trance en sus agudos conflictos con el Concejo Deliberante. La vieja Buenos Aires criolla no era, sin embargo, la ciudad con que la elite quería celebrar su propio triunfo. Alvear fue el encargado de iniciar su transformación en una moderna capital a la europea. Para alcanzar su modelo - la París de amplias avenidas que había diseñado el alcalde Georges Hausmann - no vaciló en demoler cuanto se oponía a esa idea. Así, la antigua Recova que separaba las plazas de la Victoria y Mayor fue derribada para que se abriera la nueva Plaza de Mayo. Solamente los afanes de una comisión especialmente constituida por los ex presidentes Bartolomé Mitre, Domingo Sarmiento y Nicolás Avellaneda pudieron impedir que la piqueta pusiera fin también a la pirámide que rendía homenaje a la Revolución de Mayo desde 1811.

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Nada pudo impedir, en cambio, que se llevara a cabo la mayor de las iniciativas del intendente: la apertura de la Avenida de Mayo. Él se la había propuesto al ministro del Interior Bernardo de Irigoyen, y la había descripto con estas palabras: “un boulevard que partiendo desde la plaza de la Victoria llegue hasta la de Lorea cortando las manzanas intermedias limitadas por las calles paralelas de la Victoria y de Rivadavia”1. El proyecto resultó sancionado por la Cámara de Diputados en 1884 y reglamentado por el Concejo Deliberante en 1885. Tres años más tarde se iniciaron las obras. Pero mientras fogoneaba su proyecto favorito, Alvear se ocupó también del edificio que albergaba a las autoridades municipales. Ya declarada Capital de la República, opinaba el intendente en 1880, la ciudad necesitaba un edificio digno del rango que había sido llamada a ocupar. “Hasta los pueblos más insignificantes – se quejaba en su Memoria a la Comisión - cuentan con edificios que responden mejor que el que poseemos, que no tiene capacidad ni para las oficinas más indispensables”2. Al año siguiente volvió sobre el asunto. En homenaje al médico José Roque Pérez, “presidente de una de las corporaciones anteriores” y muerto “abnegadamente” durante la epidemia de fiebre amarilla en 1871, recordó que él había sido el autor de la primera iniciativa de “dotar al municipio” de un edificio digno de su importancia “y destinado a contener todas las oficinas”. Desgraciadamente, se lamentaba Alvear, no había tenido eco en las autoridades nacionales, y nada se había hecho al respecto en los últimos diez años. Él se proponía remediar la falta. “Con ese propósito - remataba - el año anterior me permití indicar a la Sección Obras Públicas la conveniencia de confeccionar un proyecto, que por sus muchas atenciones no le ha sido aún posible presentar. Insisto en llamar vuestra atención sobre este punto, pues no es (…) decoroso para la autoridad comunal continuar por más tiempo sin ocupar un local en relación con la importancia que reviste”3. 1

Llanes, Ricardo, La Avenida de Mayo (media centuria entre recuerdos y evocaciones), Buenos Aires, Kraft, 1955, p. 26. 2

Memoria, 1880, p. 370.

3

Memoria, 1881, p. 585.

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La Pirámide de Mayo, el Cabildo y la Jefatura de Policia hacia 1832, según el pintor Carlos Enrique Pellegrini.

“La casa histórica donde dictaba sus célebres acuerdos el antiguo Cabildo - señalaba más adelante en el mismo documento - debe ser también la residencia de la actual Municipalidad, que representa a aquel”. Había, no obstante, una puja entre el municipio, la provincia y la nación acerca de quién tenía mejores derechos a la posesión del edificio histórico. Al reclamar rentas perdidas por el desalojo de escribanías alquiladas en el edificio del Cabildo para instalar allí un juzgado de primera instancia, en 1879, Alvear sentaba un precedente que sería invocado por la ciudad treinta años después. Se iniciaba de esa manera una línea que estaba destinada a sostenerse durante mucho tiempo: la que insistía en que el sitio ideal y el de mayor legitimidad para la residencia del gobierno de la ciudad era el Cabildo, o el predio que él ocupaba, o ese predio y los adyacentes. En tanto, las dificultades que planteaba la sede de Bolívar 13, según sostenía Alvear en su Memoria del ’82, se agudizarían cuando como consecuencia de la aplicación de la ley 1260 la municipalidad debiera ser dividida en Departamento Deliberante y Departamento Ejecutivo, “atento a que será necesario separar ambos organismos y proveerlos de oficinas separadas”.4 4

Manual Informativo, Municipalidad, 1981, p. 211.

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Con o contra Alvear

El propio intendente, por otra parte, no las tenía todas consigo en más de un aspecto. Su proyectada avenida levantaba resistencias, y no faltó un concejal que propusiera dejar sin efecto la apertura.5 Hubo tentativas de frenar el proyecto en el Congreso y una dura polémica pública se desató en torno del elevado número de expropiaciones y otras tantas demoliciones que exigía el trazado de la avenida. “Nuestros hombres públicos están afectados del delirio de las grandezas. La expropiación está de moda”, sentenció Amancio Alcorta en un texto escrito en 1887, en medio de los combates judiciales que se multiplicaban en torno de la Avenida de los pleitos.6 La lista de los propietarios expropiados incluía a buena parte de los apellidos del tradicional patriciado porteño. Dorrego, Viamonte, Díaz Vélez, Ezcurra y Ocampo se mezclaban en ella con Huergo, Quesada, Lezica, Obligado, Carranza, Estrada. Alguno de ellos, como Tomás de Anchorena, donó la parte afectada de su terreno. Otros, como Saturnino Unzué, demolieron sus propiedades por su cuenta. Una elevada proporción de las viejas casas, sin embargo, no estaba ya habitada por sus fundadores, que se habían trasladado hacia el norte y habían transformado a sus antiguas residencias en rentables inquilinatos en los que se hacinaban familias de inmigrantes. Ya en 1880 5

Actas, 1886, p. 402.

6

Llanes, op cit, p. 28.

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había en Buenos Aires 2.102 casas de alquiler, con una población de 55.337 habitantes, la quinta parte más o menos del total de la ciudad. “Tal es el número de habitantes que viven en condiciones no muy regulares de higiene”, declaraba el intendente, forzado a un reconocimiento sin embargo obvio: “La clase trabajadora vive entre nosotros mal”7. El otro frente abierto para Alvear estaba en el Concejo Deliberante. A principios de 1884, cuando se había ya lanzado a la demolición de la Recova, el cuerpo lo suspendió en sus funciones “porque no había dado cumplimiento a una ordenanza sobre cierre de los tarros que usaban los lecheros de la ciudad”8. Con el apoyo del Presidente Roca y de su ministro del Interior, Bernardo de Irigoyen, el intendente resistió la medida. Para el diario La Nación, no se trataba de otra cosa que de una “trama que de algún tiempo se venía urdiendo” por parte de miembros del Concejo que le eran “notoriamente adversos”. Lo cierto es que Alvear había desconocido las listas de los mayores contribuyentes de la ciudad - confeccionadas por el cuerpo colegiado -, de entre los cuales los ciudadanos debían elegir a los concejales. El enfrentamiento incluyó una disputa por el despacho del intendente, que el presidente del Concejo, Alberto Larroque, ocupó el 9 de mayo junto a otros concejales que habían votado la suspensión. Alvear, dispuesto a rescatar su oficina y su cargo, acudió acompañado por el Jefe de Policía, Marcos Paz. No hubo arreglo. Alvear y Larroque se reclamaban intendentes. Ni siquiera tuvo éxito la mediación personal del ministro del Interior y del mismo Roca. Al día siguiente, los concejales fueron desalojados por la policía y Alvear recuperó su escritorio. El Poder Ejecutivo encontró propicia la oportunidad para suspender la vigencia de la Ley Orgánica M0unicipal y para designar a dedo a los miembros de la Comisión Municipal que reemplazó al Concejo Deliberante electivo hasta 18909. 7

Memoria, 1880, p. 121.

8

Becar Varela, Adrián,Torcuato de Alvear, Buenos Aires, Municipalidad, 1926, p. 31.

9

Sáenz Valiente, José María, Régimen municipal, Buenos Aires, 1911, p. 270.

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La mirada de Pellegrini sobre la Plaza de la Victoria destaca en este caso la fachada de la Catedral y la Pirámide. A la derecha de la casa de Bolívar 13 pueden verse la de Riglos y la de Urioste.

En 1887, poco antes de terminar su mandato, Alvear tuvo otra grave disputa, esta vez con José Ramos Mejía, Director de la Asistencia Pública. Ese año, Ramos Mejía había enfrentado una epidemia de cólera mediante la organización de un servicio médico extraordinario, que el intendente suprimió apenas pasó el peligro. Poco después, ante una denuncia sobre la negativa a admitir un enfermo en el Hospital de San Roque, el intendente abrió una investigación personal y aseguró que había corroborado la existencia de irregularidades. Ramos Mejía respondió públicamente que Alvear gastaba “sumas enormes en paseos y plazas”, pero no tenía dinero para los hospitales. El intendente lo exoneró de inmediato y tuvo que hacer frente después a una dura polémica en la prensa10. El choque se sintió, otra vez, en el Concejo Deliberante. En la sesión del 4 de marzo, el concejal Francisco Bollini planteó que se había enterado por los diarios de que el Intendente había destituido al Director de la Asistencia Pública. Otros ediles fueron más lejos y el incidente terminó en interpelación, por el problema con Ramos Mejía, y por “el

10

Beccar Varela, op. cit., p. 337.

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En esta acuarela de Pellegrini, el ojo del observador se sitúa junto a la Catedral. En primer plano, a la derecha, la cuadra de Bolívar en la que se alzaría después la Casa Municipal.

desacato que (Alvear) cometía a cada paso a las resoluciones del concejo”11. Tres días después, el Intendente presentó su respuesta por escrito. El concejal Aleu le reprochó que se hubiera ocupado más del ornato de la ciudad que de los problemas de la salud pública, y lo acusó de haber adoquinado “determinados locales en beneficio de empresarios”, en lugar de hacerlo con las calles que van al Hospital de Mujeres12. Alvear se retiró del recinto. La declaración final del Concejo expresaba que había visto “con profundo desagrado que don Torcuato de Alvear, como Intendente Municipal, ha hecho completo abandono de las facultades que la ley y las ordenanzas le conferían, para velar por la higiene y la salud pública”. No contentos con eso, los ediles decidieron integrar una comisión que estudiara el estado de la administración municipal13. La actividad de la Comisión resultó en un informe lapidario para el Intendente: las rentas habían sido “administradas arbitrariamente, sin sujeción a ninguna prescripción constitucional”, la contabilidad había “sido llevada trasgrediendo la Ley Orgánica Municipal”,

11

Actas, 1887, p. 9 y ss.

12

Ibídem, p. 26 y 27.

13

Ibídem, p. 47.

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se habían invertido “sumas cuantiosas, superiores a las fijadas por el presupuesto”, “sin autorización legal y competente, en obras de dudoso interés y de no urgente necesidad”14. No era esa la visión que el propio Alvear tenía de su gestión. El mismo día en que el Concejo decidió interpelarlo, declaraba a La Nación: “Yo dejaré de ser Intendente dentro de cincuenta días; pero no por eso, no por ser astro que cae, me arrebatarán mi girón de honor y gloria conquistada en una lucha tremenda, pero fecunda, de seis años”15. Bastante antes ya se había quejado de que si en sus trabajos “se notara alguna deficiencia, sería debida a las dificultades que hace nacer diariamente el poco espíritu municipal de este pueblo”16. Sin embargo, no fue él mismo su único defensor. La elite gobernante, en la persona del propio Roca, intentó como se verá llevarlo de nuevo al sitial de intendente en 1890, y lo ungió después, por boca de Mitre, como el intendente eterno de la ciudad.

14

Ibídem, p. 62 y 63.

15

Beccar Varela, op.cit., p. 345.

16

Memoria, 1881, p. 607.

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La vuelta del Cabildo

En 1886, Alvear le recordaba al Concejo Deliberante los esfuerzos que había hecho para “dotar a la Capital” de una gran avenida, la de Mayo, pero se quejaba de que la Policía no había aún abandonado su local, lo que se hacía “indispensable para la apertura de la primera y principal manzana”17. La municipalidad, en cambio, dejó en octubre de ese mismo año sus oficinas de Bolívar 13 y se trasladó a una casa alquilada, propiedad de la familia Lezica, en la misma calle entre Victoria y Alsina. Al año siguiente, otra vez en octubre, la administración volvió a mudarse, esta vez a un edificio de Lavalle y Cerrito, por el que se comprometió a pagar setenta y dos mil pesos de alquiler al año. En esa casa, que pertenecía a Jacinta U. de Zemborain y Teófilo Bechman18, funcionó durante casi cuatro años. Fue por esos días que el Intendente Antonio Crespo (mayo de 1887 a mayo de 1888) sostuvo la primera iniciativa formal para que se construyera un edificio propio con destino al gobierno municipal. Crespo quería hacerlo a lo grande. Un proyecto de ordenanza suyo convocaba a concurso para la confección de planos y presupuestos, en el país y en el exterior. Se proponía premiar con diez, cinco y tres mil pesos respectivamente a los tres mejores trabajos, y fijaba un plazo para la presentación que vencía el 1º de marzo de 1888. El proyecto autorizaba además a la Intendencia para comprar un terreno de toda una manzana, y a solicitar en caso necesario una ley de expropiación.19 17

Memoria, 1886, p. 60.

18

La Prensa, 4 de febrero de 1893.

19

Memoria, 1887, p. 119.

44


Ya hay una sola plaza, la de Mayo, entre la Casa Rosada y el Cabildo, en la que se mezclan Carruajes y tranvías. Está abierta la primera cuadra de la Avenida, pero todavía no ha aparecido la silueta de la Casa municipal. Es 1890. 1890 Gutiérrez Berjman 01.

“El edificio que ocupaba en la calle Bolívar 13 - justificaba Crespo su proyecto -, además de su poca capacidad, tendrá que desaparecer en breve por estar afectado por la apertura de la Avenida de Mayo, razón por la cual la Intendencia se vio en la necesidad de alquilar la casa que actualmente ocupan algunas de sus dependencias (…) Mientras no se da principio a las obras de la Avenida se han instalado transitoriamente algunas oficinas de nueva creación, no existiendo al presente, local que pueda habilitarse, en caso de necesidad”20. Calificaba de “primordial necesidad” la construcción del edificio, e insistía en recordar cuál era el destino de la “antigua casa municipal”: la demolición. A apenas cien metros de la antigua sede, en Perú 21/31, se levantaba otra casa ya condenada a la piqueta, la de Carlos Zuberbühler. 20

Ibidem, p. 116.

45


La Municipalidad había ofrecido por ella trescientos setenta y un mil pesos. El propietario no aceptó, y se convino que habría tasación por peritos. Muchos de sus materiales se emplearían cinco o seis años más tarde en la construcción de la nueva Casa Municipal. El Concejo Deliberante no opuso inconvenientes a la iniciativa del Intendente Crespo, a pesar de que en la sesión del 31 de octubre rechazó el tratamiento sobre tablas que propuso Aleu, para quien se trataba de un asunto de fácil resolución. Según sostuvo el concejal, ya se habían cambiado algunas ideas al respecto “con el señor Intendente y colegas”, quienes estaban de acuerdo en que el Palacio Municipal debía emplazarse en el local que ocupaban los Tribunales de Justicia, “por haber sido allí donde funcionó el primer Cabildo que había afianzado la Independencia de la Nación Argentina” y que de esa manera la Municipalidad volvería a “ocupar su antiguo local, recuperando así aquella propiedad que le pertenecía por tradición”. El proyecto pasó a comisión.21 A fines de noviembre, de todos modos, estaba listo el despacho de las comisiones de Hacienda y de Obras Públicas, que aceptaban en general el proyecto. “La Casa Municipal deberá emplazarse en el local que ocupa la casa de los Tribunales, antiguo Cabildo de la ciudad”, resolvía el Concejo, “aumentado con los terrenos inmediatos que el Departamento Ejecutivo juzgase necesarios, a cuya compra se le autoriza”. Por lo demás, se reducían algo los montos de los premios prometidos a los mejores proyectos, y se corría el plazo para su presentación hasta el 1º de septiembre de 1888”.22 La vuelta del Cabildo parecía segura. Incluso el Censo de la ciudad que se levantó ese año lo daba como noticia cierta 23. La ordenanza, sin embargo, nunca se cumplió. Un año después, el 14 de noviembre de 1888, fue reemplazada por un nuevo despacho de la comisión de Obras Públicas sobre el proyecto presentado por varios 21

Actas, 1887, p. 477.

22

Actas, 1887, p. 542.

23

Censo de 1887, p. 149.

46


El Cabildo, todavía con su aspecto original, en 1875. Cinco años después, con la ciudad convertida en Capital Federal, se convertiría en objeto de disputa entre el municipio y el estado nacional. 1875 aprox Bizioli.

concejales para construir el Palacio Municipal. Más ambiciosa aun que la anterior, la nueva norma disponía la construcción del palacio a caballo de la futura Avenida, en dos cuerpos, desde la calle de la Victoria hasta Rivadavia: “En la superficie que ocupa actualmente el Cabildo se construirá el edificio para las reparticiones de la Intendencia, con sus correspondientes oficinas” y del otro lado de Avenida de Mayo, “el otro cuerpo del edificio Municipal para el Concejo Deliberante y sus dependencias”. El intendente quedaba facultado “para efectuar privadamente la compra en particular de las propiedades necesarias” y en el caso de que no pudiera hacerlo así, quedaba autorizado “para solicitar del H. Congreso la ley de expropiación”. El Departamento Ejecutivo haría confeccionar los planos a la brevedad posible y sacaría a licitación pública la construcción de la obra. Cúmplase.24 24

Actas, 1888, p. 439-440.

47


Todo parecía de acuerdo con la voluntarista negación de los síntomas que, en los años previos a la gran crisis, aquejaba a los sectores dirigentes de la ciudad. La edición del censo del año anterior, por ejemplo, abría con una “crónica abreviada” firmada por Mariano Pelliza. Aparentemente sin temor al ridículo, el cronista escribía: “De paso hacemos constar un detalle que muestra a las claras que en la ciudad de Buenos Aires no existe gente pobre: se ha verificado que muchos de los que ejercen la mendicidad por las calles, poseen dinero en los Bancos y aun bienes raíces de consideración. (...) Cuando llegaron a Buenos Aires, a los pocos días de ocurridas las inundaciones de 1884, en Barracas, los donativos de la República Oriental, (...) no se encontró ninguna persona que quisiera recibir aquel dinero, pues (...) ninguna lo necesitaba y hubo que devolverlo”.25 El mismo relevamiento, sin embargo, daba cuenta de que la población de Buenos Aires había llegado a los 404.173 habitantes, y de que el hacinamiento en que vivían las clases populares iba en aumento: el promedio de pobladores por casa había llegado a trece. Apenas un par de meses después de la sanción de la nueva ordenanza, en enero de 1889, el Concejo Deliberante la completó ofreciendo premios para los mejores proyectos de palacio municipal en dos cuerpos. El ganador se alzaría no sólo con diez mil pesos, sino también con la dirección de la obra. Su remuneración en ese concepto montaría el cinco por ciento del costo total. Los avisos deberían publicarse en “las principales ciudades, nacionales y extranjeras”. En marzo se agregaron premios simbólicos: “dos medallas de oro y dos de plata, de cincuenta gramos de peso cada una con la inscripción ‘Municipalidad de la Capital de la República Argentina. Premio - Concurso para la Construcción del Palacio Municipal - 1889’ - Como igualmente dos diplomas”.26 Nadie podría decir que Buenos Aires no daba a la construcción de su palacio municipal el realce que se merecía.

25

Censo de 1887, p. 53.

26

Sesiones, 1er. Semestre de 1889, p. 23 y ss.

48


1880. Una vista completa de la que sería la Plaza de Mayo, todavía partida en dos por la vieja Recova. El período de acelerada modernización y de sostenido crecimiento estaba a punto de empezar. 1880 Zago 0068.

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Sin embargo, sólo habían pasado dos semanas cuando el empecinado concejal Aleu volvió a la carga con su anterior propuesta. Quería que “estando desocupado el local del antiguo Cabildo”, el Concejo Deliberante dispusiera “la traslación de las oficinas de la Intendencia” a ese edificio. Sus colegas de cuerpo lo respaldaron, aunque parece claro que la medida tenía carácter provisional, y no obstaba a la construcción del palacio que debía extenderse a ambos lados de la Avenida de Mayo27. De cualquier modo, la resolución se mantuvo sólo unos días. En la sesión del 29 de marzo, en efecto, se leyó una nota en la que el intendente Guillermo Cranwel observaba la sanción del Concejo respecto del traslado de las oficinas al Cabildo. Aleu dio marcha atrás y propuso suspender “los efectos de aquella sanción”. Se aprobó.28

27

Ibídem, p. 46.

28

Ibídem, p. 62.

50


Una cuadra vacía

En 1889, mientras tanto, se completó la demolición de la parte de los edificios del Cabildo y de Bolívar 13 que debían desaparecer para que se abriera la Avenida de Mayo. El observador que mirara desde la plaza hacia el oeste todavía podía ver, al final de los primeros cien metros vacíos, la casa Zuberbühler. Su dueño, Carlos, un comerciante suizo avecindado en Buenos Aires y casado con Josefa Machain, la madre de sus seis hijos, había muerto a fines del año anterior. La viuda cobró en septiembre el dinero que estableció la Justicia al finalizar el juicio por expropiación que le seguía la municipalidad: nada menos que un millón cuatrocientos cuarenta y dos mil pesos. A las autoridades de la ciudad les quedaba también la tarea de liberar de inquilinos la propiedad. Para eso tenía que conseguir que el Club Francés desalojara los altos de la casa, donde tenía su sede.29 En la vereda norte se alzaba lo que había quedado en pie de la antigua sede municipal. El intendente de Buenos Aires era entonces Francisco Seeber, a quien el Presidente Miguel Juárez Celman había designado en mayo. Seeber había formulado un agrio balance de la situación del municipio en el momento en el que él se hizo cargo, transcurridos apenas ocho años y medio desde su federalización: “totalmente mal empedrada, con tres mil cuadras sin afirmado alguno, con hospitales y lazaretos repletos, con pantanos inmundos en sus alrededores, con cincuenta mil habitantes en la Boca del Riachuelo que viven en casas 29

Sucesión de Carlos Zuberbühler, Archivo General de la Nación, Sucesiones 8811, legajo 32 I G.

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donde las materias fecales y las aguas servidas se estancan debajo de las casillas y flotan en los patios; con tres mil conventillos donde viven ciento cincuenta mil habitantes, (…) durmiendo diez personas en un solo cuarto (…) con asilos de mendigos donde no cabe un pobre, cementerios en los que se violan las reglas más fundamentales de la higiene, mataderos inmundos, mercados y puestos sucios, (…) con ferrocarriles que cruzan a nivel las calles de más circulación y que no han construido barreras siquiera, con teatros donde (…) peligra la vida de los espectadores, con montones de tierra del barrido en las calles (…), con perros sueltos que rabian y muerden a la gente y a los que no se puede matar sin que todos se subleven”.30 Según observadores contemporáneos, sin embargo, difícilmente ninguna otra ciudad del mundo del mismo número de habitantes habría gastado tantos millones. “La administración municipal había sido una arrebatiña”, comentaba el ex gobernador bonaerense Carlos D’Amico en 1890, “este país sufre una enfermedad aguda, cuyos síntomas principales son un desarreglo violento del organismo al manejar dineros públicos”.31 Tal vez abrumado por la crisis que se hacía más honda día por día y que auguraba un colapso inminente, Seeber pidió licencia para viajar a Europa a principios de junio y optó por renunciar ante las reticencias del Consejo Municipal para concedersela. El 4 de junio de 1890 Buenos Aires quedó acéfala. El presidente del Consejo, García Fernández, reemplazante obligado del intendente renunciante, dimitió a su vez dos semanas más tarde para hacerse cargo de la presidencia del Banco Hipotecario. Francisco P. Bollini, vicepresidente del colegiado municipal, se hizo cargo interinamente de la intendencia. Un curioso incidente señaló su debut al frente de la ciudad: el 24 a la noche, un mozo de la confitería del Teatro de la Opera quemó involuntariamente un trapo de limpieza en plena función, y se generó un 30

Citado por D’Amico, Carlos, Buenos Aires. Su naturaleza, sus costumbres, sus hábitos, sus hombres, Méjico, 1890, p. 159 y ss. 31

D’Amico, op. cit., p 161 y ss.

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Carros y carruajes en la plaza de la Victoria, hacia 1889. Ya ha comenzado la demolición del edificio que ocupaba la municipalidad. En la casa de Riglos, una empresa constructora alquila la planta baja. 1888 BsAs nos cuenta.

principio de incendio. Según la crónica periodística, el humo y el olor sembraron el pánico, de modo que público y artistas corrían en todas direcciones. Uno de los asistentes subió al escenario y consiguió que los músicos permanecieran en sus sitios y tocaran el himno nacional, que entonó él mismo junto al cantante Tamagno, hasta que se restableció la calma. Era el Intendente Bollini.32 Apenas un mes más tarde, entre el 25 y el 27 de julio, un movimiento cívico militar protagonizado por la recién nacida Unión Cívica terminó con el gobierno de Juárez Celman. El nuevo presidente, Carlos Pellegrini, reclamó el apoyo irrestricto de la élite para sortear la cri32

La Prensa, 25 de junio de 1890.

53


La primera cuadra abierta para la Avenida de Mayo, hacia 1890. A la derecha, lo que ha quedado en pie de Bolívar 13. En ese terreno se levantará la primera construcción de la Casa Municipal. Al fondo de la cuadra, la casa de Zuberbülher, de cuya demolición provendrán mosaicos y cristales Cuadernos del Café Tortoni, Nº 12, julio de 2004.

sis, y lo tuvo. Su ministro del Interior, nada menos que Julio Roca, no vaciló respecto de quién debía ser designado intendente de Buenos Aires. El hombre era, otra vez, Torcuato de Alvear, que también estaba de viaje por Europa. Roca le envió la propuesta con un telegrama: “Salúdolo Intendente de la Capital. Lo esperamos”.33 A los tres días, por el mismo medio, llegó la respuesta: “Apresuraré el viaje. Muchas gracias. Felicidad al presidente. Torcuato de Alvear”.34 Pero el primer intendente, además de lejos, estaba seriamente enfermo. Cuando llegó a la ciudad se supo que no podría asumir su gobierno. Así que, a falta del candidato ideal, Pellegrini y Roca se conformaron con el consejero que en medio de la 33

La Prensa, 9 de agosto de 1890.

34

La Prensa, 12 de agosto de 1890.

54


En la esquina de Avenida de Mayo y Bolívar, el Intendente Francisco Bollini colocó la piedra fundamental de la casa Municipal el último día del año 1891. Quería construir una casa económica, allí “donde siempre estuvo la Municipalidad”, y ahorrar el dinero que se gastaba en alquileres.Cuadernos del Café Tortoni, Nº 12, julio de 2004.

tormenta se había hecho cargo interinamente del timón del municipio. El 31 de octubre Bollini fue confirmado como intendente. Poco después, el 8 de diciembre, murió Alvear. Un editorialista de El Diario escribió que él había sido “sinónimo de progreso y cultura urbana” y “uno de los pocos hombres a los que la capital de la república les debe una estatua”.35 La Revue Ilustrèe du Rio de la Plata, por su parte, lo llamó “L’Haussman argentin”.36 Probablemente, él habría elegido un epitafio parecido. Bollini, el hijo porteño de un revolucionario italiano que había llegado al Río de la Plata antes de la mitad del siglo y que había 35

El Diario, 9 de diciembre de 1890.

36

Llanes, op. cit., p. 25.

55


Parte del tránsito de la Plaza de Mayo se desvía hacia la Avenida en construcción, en 1890. Muchos esperaban que el gran boulevard contribuyera a descongestionar el centro de la ciudad. 1890 Gutiérrez Berjman 02.

participado de la defensa de Montevideo contra las tropas de Rosas, tenía conciencia de la dramática situación financiera que atravesaba la ciudad. “Mi programa pues, tenía que circunscribirlo a la ingrata tarea de administrar - escribió después en su Memoria -, realizando las mayores economías posibles para tratar de equilibrar los gastos con las entradas. No podía pensar en la ejecución de tanta obra como requiere el municipio para su higienización y embellecimiento (...) ni hacer gastos que podrían calificarse de superfluos dado el estado exhausto del tesoro (...) Las grandes obras que han ejecutado mis antecesores - proseguía -, y sobre todo nuestro primer Intendente, sin regularizar las desde hace tiempo malas finanzas comunales, y los fuertes desembolsos ocasionados sin poseer los recursos para atenderlos, han producido déficits que han debido cubrirse recurriendo al crédito y gravando al tesoro municipal con deudas públicas”.37

37

Memoria, 1890-1892, p. 5.

56


En esas circunstancias, al parecer, la cuadra vacía inspiró a Bollini la idea del proyecto que daría un carácter propio a su intendencia: “Debiendo demolerse la casa expropiada a los señores Zuberbühler, y examinando los magníficos materiales que la constituían, proyecté la construcción de la Casa Municipal en el terreno situado en la esquina de Bolívar y Avenida de Mayo, donde siempre estuvo la Municipalidad, empleando para ello los materiales útiles, provenientes de aquella demolición. De este modo construía una casa económica, instalaba las oficinas con un carácter permanente y ahorraba la exhorbitante suma de 72.000 pesos en sólo arrendamiento”. 38

38

Ibidem, p. 110.

57


La caja de plomo

Antes de que terminara el crítico año ’90, Bollini le pidió autorización al Concejo Deliberante para mandar construir una casa en el terreno municipal. La respuesta tardó seis meses en llegar, pero fue la que el intendente esperaba: “Autorízase al Departamento Ejecutivo, para invertir hasta la cantidad de ciento cincuenta mil pesos moneda nacional (150.000 $ m/n), como maximun, en la reconstrucción de la antigua casa Municipal en la esquina de la Avenida de Mayo y Plaza Victoria”.39 Era el presupuesto que había solicitado Bollini, una suma que le permitía argüir, a favor de su proyecto, que toda la inversión se compensaría con sólo dos años del alquiler que se pagaba en Lavalle y Cerrito. El intendente se quejaría después del medio año de espera como de un tiempo perdido, pero en realidad no lo había sido del todo. Mientras su proyecto se demoraba en los tiempos legislativos, él había iniciado la demolición de la finca de Zuberbühler, “con todos los cuidados para conservar en perfecto estado hasta los mosaicos y cristales”.40 El 30 de septiembre, la empresa constructora Castello y Scala empezó las excavaciones en el predio de Avenida de Mayo y Bolívar, según los planos que por encargo de Bollini había elaborado Juan Cagnoni, el vice director de Obras Públicas de la Municipalidad, un ingeniero de cuarenta años que se había graduado en la Universidad de Buenos Aires en 1878. El último día del año, con los cimientos 39

Actas, 1891, p. 522-523.

40

Memoria, 1890-1892, p. 110.

58


a un metro de altura, se colocó la piedra fundamental de la Casa Municipal. Guardados en una caja de plomo que se había incrustado en la piedra, quedaron entre otros objetos una copia del mensaje del intendente que solicitaba autorización para emprender la obra, otra de la ordenanza que la concedía, una colección de folletos, medallas conmemorativas de la fundación de la ciudad, de los servidores de la humanidad con motivo del combate contra la peste de fiebre amarilla de 1871, de las estatuas de Juan Lavalle y de Federico Brandsen, del Censo de la Capital de 1887, una moneda de la Confederación Argentina acuñada en 1854, y hasta “una pieza de cobre valor de un cuartillo de las primeras usadas en Buenos Aires”.41 Toda la ceremonia tuvo la solemnidad que no tendría en lo sucesivo nada de lo relacionado con la Casa: ni su habilitación, un año y medio más tarde, ni las sucesivas ampliaciones. Los presentes firmaron un acta, que llevaba ya la rúbrica del Presidente y de todo su gabinete, y una copia de la cual está también todavía en la caja de plomo, en algún punto de los cimientos. Antes de cerrar ese cofre, habló el intendente. Dijo que estaba satisfecho de haber sido el iniciador de la obra, e hizo votos para que sus sucesores hicieran todo lo que él no podía, “por la falta absoluta de recursos”. 42 En efecto, la crisis todavía pegaba fuerte. Poco antes, en un solo día y solamente en las obras del puerto de Buenos Aires, habían sido despedidos de su trabajo siete mil obreros de la construcción.43 La misma Casa cuya construcción se ponía en marcha, apenas estuviera terminada sería ofrecida al Poder Ejecutivo como garantía del anticipo de un nuevo empréstito para terminar la Avenida de Mayo.44 En octubre del ’92 asumió la presidencia Luis Sáenz Peña, que el 25 de ese mes aceptó la renuncia de Bollini y designó en su reemplazo

41

La Prensa, 1 de enero de 1892.

42

Ibídem.

43

Scobie, James, Buenos Aires. Del centro a los barrios (1870-1910), Buenos Aires, 1977, p. 177.

44

La Prensa, 3 de marzo de 1893.

59


a Miguel Cané. Muchos encontraron motivos para celebrar. El intendente saliente había hecho “un gobierno municipal digno de todo elogio”, ya que había encontrado “el tesoro municipal completamente exhausto, todos los recursos agotados y una montaña de obligaciones a cumplir”, 45pero Cané era otra cosa. Una larga nota firmada por un tal Juan de la Cruz en El Nacional del 3 de noviembre, señalaba al nombramiento de Cané como el inicio de una “nueva vida” para la metrópoli, como “la aurora de un nuevo día”. “La intendencia Alvear - resumía de la Cruz - se destacó por el ornato y descuidó la higiene, las finanzas, las rentas, la organización administrativa y las reglamentaciones ediles. Las otras que le han sucedido han sido un desastre: Crespo, mi buen amigo y distinguido médico, fue un fracaso sin ejemplo. Seeber un teorizador que demostró no conocer su pueblo, y Bollini una excelente persona sin las aptitudes ni energía que reclama el dificilísimo y complicado gobierno comunal de la capital argentina. Cané ha vivido en Viena, y conoce París como un parisiense”46. El propio interesado, sin embargo, se encargó de bajar las expectativas en su primera reunión con el Concejo Deliberante. Segín dijo a los ediles, por el momento había que “reprimir los naturales deseos de colocar a la ciudad a la altura de los grandes centros europeos y limitarse a lo indispensable”47. Bollini, por su parte, cerró el 31 de octubre su Memoria al Concejo. La construcción de la Casa Municipal ocupaba en ella un espacio central. “Espero que dentro de tres meses la Municipalidad se encontrará instalada en su propiedad”, auguraba. Si bien estaba seguro de que la nueva sede constituía un avance con relación al estado de las cosas hasta ese momento, Bollini era consciente de que ella no resolvería todos los problemas que la falta de un local adecuado planteaba a la 45

El Nacional, 26 de octubre de 1892.

46

El Nacional, 3 de noviembre de 1892.

47

El Nacional, 8 de noviembre de 1892.

60


administración municipal. Sin embargo, parecía haber previsto también cómo seguir avanzando más adelante, ya que dejaba planteada la posibilidad de ampliar el edificio: “la forma adoptada en su construcción permitirá continuarlo cuando los recursos den para expropiar los terrenos linderos a las calles Bolívar y Rivadavia”.48 Mientras tanto, la Casa Municipal se desarrollaba a lo largo de 56,40 metros sobre la Avenida de Mayo. Su frente sobre Bolívar, en cambio, era de apenas 15,45 metros. La superficie total alcanzaba a 860,02 metros cuadrados. “Consta de cinco pisos y subsuelos - describía el intendente - y tiene una altura de 31,20 metros hasta las crestas del techo a la mansarda, y de 48,20 metros hasta la flecha del domo central en el cual se instalará un reloj con cuatro esferas. La superficie cubierta del interior resultó ser de 778,28 metros cuadrados, y la destinada a patios, de 8,74 metros”. 49 El intendente ya era Cané cuando el Concejo Deliberante autorizó al Ejecutivo a gastar setenta mil pesos fuera del presupuesto original para terminar la Casa Municipal, a raíz de las “reformas y ampliaciones que ha sido necesario introducir en el conjunto de la obra”. Se argumentó que los intereses municipales exigían que la obra fuera terminada cuanto antes. El costo que en su momento había calculado Bollini se elevó a doscientos veinte mil pesos.50 Ese mismo verano debió dirimirse la cuestión del ascensor. El Intendente quería que se lo autorizara a adquirir uno hidráulico. Por el importe de que se trataba, argüían algunos concejales, la compra debía decidirse mediante licitación. Pero sólo había una empresa, Devillard, Taglioni y Cía, que podía fabricar un ascensor hidráulico. La urgencia del caso, además, aconsejaba según el Ejecutivo una compra directa, ya que la instalación de las oficinas en el nuevo edifi-

48

Memoria, 1890-1892, p. 45.

49

Ibídem, p. 111.

50

Actas, 1893, p. 36-37 y La Prensa, 19 de enero de 1893.

51

Actas, 1893, p. 45.

61


cio era inminente. Finalmente el Concejo resolvió lo contrario, y sancionó una ordenanza que llamaba a licitación para la “construcción en la nueva casa municipal, de un ascensor con todos los accesorios para su funcionamiento”.51 No se trataba de un ascensor cualquiera. Poco más de un año antes, los señores Devillard y Taglioni habían solicitado patente de invención “por un elevador que han ideado y que denominan ascensor hidráulico o compensador hidráulico”. En la Oficina de Patentes, después de tomarse unos veinte días para estudiar el caso, accedieron a concederles patente por quince años. De modo que el ascensor que se quería colocar en la sede del municipio era un invento local.52 El asunto se resolvió finalmente más de un año después, en mayo de 1894. Como no habían tenido resultados positivos las dos licitaciones que habían tenido lugar, y a las que se habían presentado solamente los señores Devillard y Taglioni, el intendente, que ya era Federico Pinedo tuvo su ascensor hidráulico. Costó veintiun mil pesos.53

52

Sudamérica, 29 de diciembre de 1891. Los apellidos Devillard y Taglione aparecen con muy diferentes grafías en las diversas fuentes. Hemos optado por las que se repiten con mayor frecuencia. 53

Actas, 1894, p. 89-90.

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Final de obra

El año había empezado con buenos auspicios. En su edición especial del 1º de enero, La Prensa sostenía: “El estado económico de la Municipalidad ha mejorado sensiblemente (...) La confianza que ha inspirado la marcha seguida por la administración municipal ha levantado sensiblemente su crédito”. Entre las reseñas se incluía la noticia de que la Casa Municipal, en construcción desde septiembre de 1891 se concluiría en un mes aproximadamente. “Su distribución interior consta de grandes salones divididos por tabiques de madera de dos metros de altura”, describía el diario. Así lo había querido Bollini, quien pensaba que de ese modo habría “mejor orden, más trabajo y mejor vigilancia en el personal.54 La Prensa se felicitaba, además, porque pronto se dejaría de “abonar el arrendamiento anual de 72.000 $ (sic) que (se) paga por la casa actual”. La misma edición informaba, además, que en la Avenida de Mayo se había “avanzado poco por falta de recursos”, pero que no obstante se había librado al servicio “media calle entre Perú y Chacabuco”, y que se habían pedido “dos millones al gobierno nacional para terminar los arreglos con los propietarios”. Y una más, a favor de los partidarios de la modernización urbana, que había desatado sin embargo más de una protesta de los damnificados: el 27 de mayo del año que acababa de finalizar, se había prohibido la “venta de leche con vacas

54

Memoria, p. 45.

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sueltas en las calles del municipio”.55Poco después, sin embargo, el triunfo quedaría para los tamberos urbanos: el 10 de marzo, la ordenanza sería derogada.56 A dos meses de haber dejado su puesto de intendente, y próxima a concluirse su obra principal, Bollini recogía, mientras tanto, algunas módicas mieles del triunfo. Una noticia publicada el 4 de enero, informaba: “Obsequio al Sr. Francisco P. Bollini. En los escaparates de la Sociedad Cooperativa de Sombrerería, de la calle Florida, se exhibe una artística placa de plaza destinada, según reza la inscripción correspondiente, al señor Francisco P. Bollini, por sus amigos y compañeros de tareas. La placa, coronada por el escudo municipal, se halla rodeada de bien modelados óvalos en cuyo centro se lee: ‘Consolidación de la deuda’, ‘Economías’, ‘Nuevas plazas y paseos’, ‘Administración’, ‘Ensanche de los hospitales’, ‘Maternidades’, ‘Patronato de la infancia’, ‘Casa Municipal’, etc. Acompaña a la placa un pergamino suscripto por más de 150 firmas de empleados de la administración, que son los que dedican tan merecido recuerdo a su ex jefe y compañero de tareas”.57 Lo cierto es que el 4 de febrero La Prensa informaba que la Municipalidad había rescindido el contrato alquiler de la casa de Lavalle y Cerrito. Se debían diez meses de alquiler, que montaban en total sesenta mil pesos. En pago, e incluyendo la indemnización porque el contrato vencía en octubre, la ciudad entregó ochenta mil pesos en bonos de la deuda consolidada a la par58. La próxima habilitación de la Casa Municipal, prevista en ese momento para mediados de marzo, parecía motivar audaces iniciativas. El rector del Asilo de Huérfanos, por ejemplo, había propuesto a fines de enero hacerse cargo de los trabajos de la instalación eléctrica

55

La Prensa, 1 de enero de 1893.

56

La Prensa, 11 de marzo de 1893.

57

La Prensa, 4 de febrero de 1893.

58

La Prensa, 4 de febrero de 1893.

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En marzo de 1893 se inauguraron las oficinas muncipales de Avenida de Mayo y Bolívar. El edificio fue construido en poco más de un año por el vice director de Obras Públicas de la comuna, Juan Cagnoni, el décimo cuarto ingeniero que egresó de la Universidad de Buenos Aires. 1893 Gutiérrez Berjman.

en la nueva casa, empleando en la obra “a los alumnos competentes”, y asegurando que el trabajo se haría “a la perfección, en el menor tiempo posible y con maximum de economía”. Lamentablemente, las fuentes no informan qué respuesta se dio al ofrecimiento.59 En marzo se puso en marcha la ocupación del nuevo edificio de Avenida de Mayo y Bolívar. El 6 de ese mes, en efecto, quedaron instaladas en la nueva casa municipal las oficinas de la sección de ingenieros60. Notablemente, en esos mismos días se informó al público que la Intendencia había pedido al gobierno nacional que le entregara al menos un anticipo de los dos millones de pesos que le había otorgado para terminar con las obras de la Avenida de Mayo, y que como garantía de ese anticipo quedaban afectadas todas las propiedades municipales situadas sobre la avenida: la Casa Municipal nacía prendada.61

59

La Prensa, 25 de enero de 1893.

60

La Prensa, 7 de marzo de 1893.

61

La Prensa, 3 de marzo de 1893.

65


El 21 de marzo, por fin, el diario El Nacional informó escuetamente: “Las oficinas de la intendencia se hallan desde ayer instaladas definitivamente en el nuevo local situado, como se sabe, en la Avenida de Mayo”62. Las cuadrillas municipales se ocuparon de “pequeñas obras interiores; construcción de tabiques de madera, etc. etc., pintado y barnizado los estantes de la Contaduría, tabique de la oficina de Estadísticas y rejas de la esquina”.63 Tal como lo había dejado planteado Bollini, el recién nacido edificio comunal estaba destinado a ampliarse. En una ciudad cuya población orillaba ya el medio millón de habitantes y que no paraba de crecer, nadie dudaba de que la administración sería también cada vez mayor. De modo que a mediados de abril el Concejo Deliberante resolvió gestionar ante el Congreso Nacional la sanción de “una ley que declarara de utilidad pública las propiedades linderas con la Casa Municipal”. Hubo alguna oposición pues se aducía que el estado del erario de la Comuna no permitía pensar por el momento en el ensanche del edificio. El propio intendente terció en la discusión, con el argumento de que la tramitación sería larga, de modo que era mejor empezar de inmediato la gestión de la ley. Razón no le faltaba. Pasarían más de seis años antes de que el Congreso sancionara la ley cuyo texto el Concejo Deliberante dejó propuesto como sigue: “Art. 1º Declárase de utilidad pública los terrenos situados en el ángulo con frente a las calles de Bolívar y Rivadavia, linderos por el norte en toda su extensión con la casa municipal. Art.2º Autorízase a la municipalidad para adquirir en propiedad los terrenos expresados en el art. 1º, con destino al ensanche de la casa municipal”.64 En junio, la Municipalidad terminaba de pagar sus cuentas por la construcción de la Casa. Castello y Scala cobraron algo más de sesenta y tres mil pesos por trabajos de albañilería, el señor Baucau recibió doce mil doscientos por marmolería, tres mil trescientos cobró 62

El Nacional, 21 de marzo de 1893.

63

Memorias, 1893-1894, p. 662.

64

Actas, 1893, p. 185.

66


el herrero Monlovaré, y R. Campos y Cia., casi tres mil quinientos por sus mosaicos. La escaleras de Sarlet importaron unos mil pesos, y tres mil las cañerías de gas instaladas por Lee y Molina. La instalación del reloj, en fin, le deparó dos mil pesos al señor Raffo.65 Pero aun con sus cuentas claras, la Casa Municipal que terminó de construirse ya prendada y con un imaginario cartel de insuficiente y provisoria, sufrió además otros ataques. Antes de que terminara el año, Héctor Quesada lo puso en negro sobre blanco: “El intendente Bollini proyectó la utilización de los materiales de una propiedad que debía demolerse (…) y con ellos se ha construido (…) un edificio con aspecto de casa de huéspedes, que si bien puede ser aceptado provisionalmente no puede tolerarse como definitivo (…) El ensanche de la casa actual resultaría siempre feo, costoso, pequeño, y de pésima colocación”.66 Nadie parecía creer que la ciudad de Buenos Aires hubiera encontrado para su gobierno municipal una sede digna de ella.

65

Ibídem, p. 391-392.

66

Quesada, Héctor, Vida municipal de las ciudades europeas y americanas, Buenos Aires, 1893, p. 71.

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CAPĂ?TULO 2

Todos los palacios

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La Avenida de Mayo, inaugurada en 1894, se abría en la Plaza con la Casa Municipal, que todos consideraban insuficiente y provisoria. Muy poco después se abriría la larga polémica acerca de dónde había que construir el Palacio definitivo, “digno de una metrópoli como Buenos Aires”. 1894 Gutiérrez Berjman.

Poco antes de que finalizara la intendencia de Federico Pinedo, el 9 de julio de 1894, la Avenida de Mayo quedó “abierta y librada al servicio público”1. Ese mismo año se adoptó también el actual sistema de numeración de cien unidades por cuadra. La recién estrenada Casa Municipal estaba ahora al 500 de la Avenida de Mayo. La instalación de la administración comunal en su interior, por otra parte, seguía avanzando. El ascensor hidráulico de Devillard y Taglione, patentado en Buenos Aires, tuvo su encargado exclusivo como parte del personal de la Municipalidad. Era un auxiliar de primera, con 120 pesos men1

Comisión de la Avenida, 1896, p. XX.

71


suales de sueldo.2 También hubo un mecánico del ascensor, pero sólo entre 1899 y 1901. El hombre se llamaba Pedro Ravenna, y en 1902 reclamó sin éxito que se mantuviera su empleo3. Mientras tanto, también en 1894 empezaron a practicarse refacciones en la casa que ocupaba el Concejo Deliberante, en la calle Perú al 200, donde había funcionado durante años la Legislatura de la provincia de Buenos Aires. Como un signo de los tiempos, aquí también la Municipalidad quiso ser austera en los gastos y puso en marcha los trabajos con los escasos quince mil pesos que se le autorizaron. Invitados los concejales a inspeccionar las obras, sin embargo, ellos imprimieron un fuerte cambio de rumbo a la refacción, y pidieron treinta mil pesos más, aunque fueron las propias oficinas de Obras Públicas las que ejecutaron la obra con un costo final de cuarenta mil pesos.4 A poco andar, las instalaciones exhibieron sus insuficiencias: en las sesiones de prórroga de los días 28 y 31 de julio de 1896 se discutió en el Concejo un pedido de refuerzos para el “ensanche” de la casa, donde por el aumento del número de concejales y por la creación de la Contaduría, había habido que abrir nuevas dependencias. Fue necesario “construir una antesala de 42 metros cuadrados, una pieza para el archivo de 35 metros cuadrados y ensanchar la sala de la Comisión de Interpretación”. Se colocaron mosaicos en los patios, servicio de agua corriente, cañerías y artefactos de gas. Se alfombraron la antesala, el archivo, la contaduría y las salas de las comisiones. Se compraron más muebles y estanterías, hasta que en definitiva se hubieron gastado en total diez mil pesos más5.

2

Acuerdos, p. 138.

3

Acuerdos, 1902, p. 258.

4

Acuerdos, 1894, p. 293.

5

Acuerdos, 1896, pp. 300-301.

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¿Ensanche o plaza Lorea?

Frente a la Plaza de Mayo, el edificio de la Intendencia levantaba su estrecho frente de apenas quince metros sobre Bolívar, en una forzada convivencia con las viejas construcciones coloniales que valía como testimonio de las decisiones adoptadas en tiempos duros. Sin embargo, a medida que se desdibujaba la impresión de la crisis de 1890, que regresaba la prosperidad, y que la élite dirigente recuperaba su ilimitada confianza en el progreso nacional, volvían por sus fueros algunos grandes proyectos que, en rigor, nunca habían sido del todo abandonados. El 12 de julio de 1897 el concejal Córdoba presentó uno de ellos: que se sacara a concurso la presentación de planos para la construcción de la casa municipal en los terrenos donde se encontraba el mercado Modelo, frente a la Plaza Lorea6. Enviado para su estudio a comisión, el proyecto fue inicialmente desestimado, pero daría mucho que hablar en los años siguientes. En tanto, a partir de 1899 se retomó la iniciativa del ensanche de la Casa Municipal hacia la calle Rivadavia, que había quedado planteada ya en el momento de la construcción de la primera fase. Mientras se incorporaban al edificio existente algunas mejoras7, en el Congreso 6

Acuerdos, 1897, p. 167.

7

Un decreto del presidente Julio Roca del 31 de julio de 1899 autorizó a la Dirección General de Obras de Salubridad, según lo solicitado por la Intendencia a “instalar cañerías y llaves de incendio en el edificio de la Intendencia”. Esos trabajos deberán llevarse “por Administración por no existir en plaza la mayor parte de los materiales necesarios”. El presupuesto fue de $1.217,90 por materiales y mano de obra y $121,10 por confección de planos, inspección, etc. (Registro Nacional, 1899, p. 605).

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Al terminar el siglo, en 1900, la Avenida de Mayo era el centro vital de la ciudad. En ese aĂąo la municipalidad adquiriĂł los Altos de Riglos con el objetivo de ampliar la casa municipal hacia Rivadavia. HabĂ­a, sin embargo, muchos otros proyectos. 1900 aprox Zago BA Ayer.

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se dio el paso inicial: la ley 3881 declaró de utilidad pública los terrenos con frente sobre Bolívar y Rivadavia, linderos por el norte con el edificio, donde se alzaban las casas conocidas como Altos de Riglos y Altos de Urioste. El autor de la iniciativa no era otro que el diputado Francisco Bollini, quien había hecho construir la sede comunal cuando era intendente de Buenos Aires. En su versión original, el proyecto autorizaba al Departamento Ejecutivo a “adquirir en propiedad los terrenos expresados (...) con destino al ensanche de la casa municipal”8. La comisión de Obras Públicas, por medio de uno de sus miembros, el diputado Matías Godoy, retomó los argumentos sobre la urgente necesidad de ensanchar la sede, cuya capacidad era insuficiente. Se alegaba que las oficinas debían concentrarse en un solo sitio, lo que resultaba imposible en las condiciones en que se hallaba el edificio, con el consiguiente perjuicio para el servicio público. La casa era estrecha, ya que en ella podían funcionar sólo sesenta oficinas con doscientos cincuenta y seis empleados, mientras otras cuarenta y seis, con ciento treinta y un trabajadores, debían hacerlo en “locales separados”, por los que se pagaba “alquileres crecidos”, que alcanzaban a veinte mil pesos anuales9. Los terrenos cuya expropiación se autorizaba ocupaban mil seiscientos veinticuatro metros cuadrados, y su precio alcanzaba los setecientos treinta mil pesos. La Municipalidad, afirmó el concejal, podía comprarlos con recursos propios, ya que el proyecto la autorizaba a permutar o vender los terrenos que tenía en la Avenida de Mayo, de un valor estimado en dos millones, y en otros puntos de la ciudad, valuados en algo más de cuatrocientos mil pesos. El diputado Argerich, que revistaba en el bando de los que querían hacer borrón y cuenta nueva con la sede comunal, apeló al proyecto 8

Sesiones diputados, 1899, p. 280.

9

Sesiones, p.280.

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dormido de la plaza Lorea, al recordar que en el Concejo Deliberante existía “una larga serie de estudios” acerca de la manera en que debía construirse un nuevo edificio en terrenos “del antiguo Mercado Modelo, situado sobre la misma Avenida de Mayo”. Bollini, por su parte, se hizo cargo otra vez de la causa que había impulsado casi diez años atrás. Recordó que el Departamento Ejecutivo había acogido desfavorablemente el proyecto del concejal Córdoba y que el Concejo lo había desestimado, y agregó que para la construcción de ese palacio municipal se necesitarían seis o siete millones de pesos, una suma de la que no podía disponer la Municipalidad. El proyecto que se estaba discutiendo, por el contrario, prosiguió, venía patrocinado por el Concejo Deliberante y por la Intendencia, y se fundaba en “razones de conveniencia y economía, aprovechando el momento actual, en que pueden comprarse los terrenos necesarios (...) por muy poco dinero...”10. Finalmente, el proyecto se sancionó, aunque autorizando a la Municipalidad y no al Departamento Ejecutivo a llevar a cabo la compra. En este caso también intervino Bollini en defensa del texto original. Sostuvo que lo que se quería era evitar que se generaran incidentes entre la Intendencia y el Concejo Deliberante, “que por cierto se producen muy a menudo, de los que resulta que obras que podrían hacerse con gran rapidez y economía requieren muchísimos meses y hasta años”. Como ejemplo, recordó la construcción de la primera fase de la Casa Municipal, exagerando un poco en las demoras atribuibles al Concejo. No tuvo éxito.11 La sanción de esta ley el 2 de diciembre de 1899, puso en movimiento al municipio para llevar a la práctica las expropiaciones autorizadas. Después de varios pasos burocráticos, el 5 de junio empezó a discutirse en el Concejo el dictamen sobre “el contrato ad referendum celebrado entre el Departamento Ejecutivo y la señora Mercedes

10

Ibídem, p. 280-281.

11

Ibídem, p. 284.

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Riglos de Anchorena, para la adquisición del terreno situado en la esquina de Rivadavia y Bolívar, destinado a ensanche del Palacio Municipal”12. El terreno, en realidad, no estaba en la esquina, sino antes de ella, ocupada por la casa de Urioste.

12

Acuerdos, 1900, p. 89.

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La difícil compra de Riglos

El trámite en el Concejo pareció darles la razón a las prevenciones que había formulado el diputado Bollini. Un grupo de concejales, en efecto, trató de cerrarle el paso al ensanche y volvió a la carga con el proyecto de la plaza Lorea en un largo y minucioso debate. Fue el concejal Cabanillas el que propuso que la iniciativa referente a la compra del terreno contiguo volviera a comisión para que se lo tratara conjuntamente con el del ya citado Córdoba. Su colega Durán le respondió con el argumento de que el proyecto de Córdoba planteaba construir el palacio en la plaza Lorea, pero que el Congreso, al sancionar la ley 3881, le imponía al municipio mantener su sede donde se encontraba entonces. La posición fue reforzada por el concejal Varela, quien señaló la inutilidad de discutir el proyecto de Córdoba ya que la ley destinaba el terreno del Mercado para la Plaza del Congreso. La lectura del despacho de la comisión de obras públicas, a cargo de uno de sus firmantes, Carlos Morales, incorporó nuevos argumentos al debate. En ese documento se calculaba que para realizar el proyecto de Córdoba, entre las expropiaciones a hacer en las dos manzanas (comprendidas entre las calles San José, Victoria, Lorea y Rivadavia) y el costo de edificar seis mil ochocientos metros cuadrados, se gastarían algo más de tres millones cien mil pesos. El proyecto del ensanche, al incluir la expropiación de los edificios anejos a la Casa Municipal hasta Rivadavia, a razón de ochocientos pesos el metro, implicaba un gasto de un millón trescientos mil más el costo del edificio a construir, todo lo cual demandaría una inversión apenas inferior a dos millones.

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Pero a pesar de la diferencia que todos sus cálculos arrojaban a favor del ensanche, Morales prefería el proyecto de Córdoba. La razón era una cuestión de tamaño: la superficie total del palacio sería allí de algo más de seis mil ochocientos metros cuadrados, contra los casi dos mil quinientos a los que podría llegar en el emplazamiento frente a Plaza de Mayo, y que, según Morales, no alcanzarían para albergar todas las oficinas municipales. A Morales lo entusiasmaban, además, cuestiones estéticas: “Si llega a construirse la plaza del Congreso, el palacio Municipal haría un digno pendant (en francés en el original) al del Congreso Nacional, constituyendo ambos un hermoso adorno para esa gran plaza”.13 Otro recurso de los opositores a la compra de la casa de Riglos y a la ampliación de la Casa Municipal fue la introducción en el debate del choque de competencias entre el Estado nacional y la Comuna. Cabanillas alegó que la ley autorizaba a la Municipalidad a realizar el ensanche, pero no la obligaba a ello. “Yo no creo - decía Cabanillas - que el Congreso tenga el derecho de imponer a la Municipalidad en donde debe construirse la casa municipal y mucho menos de disponer de sus fondos como a él le parezca y no como crea que debe ser la Municipalidad, que es la que va a pagar. Es una aberración”14. El concejal Durán, por su parte, insistió: el Concejo Deliberante no puede derogar una ley del Congreso. La discusión siguió con otros argumentos, como que se violaba el reglamento del Concejo al no tratar en forma conjunta los dos proyectos, o que el Departamento Ejecutivo había hecho mal en enviar al archivo el proyecto de Córdoba: en consecuencia debían devolverse ambos para su estudio en comisión. A pesar de esto, terminaron por imponerse aquellos que estaban a favor del ensanche y se siguió con el debate de ese proyecto. Duró poco: varios concejales se retiraron, y dejaron al Concejo sin quórum. La sesión fue levantada15. 13

Versiones taquigráficas, 1900, p. 395.

14

Ibidem, p. 395.

15

Versiones Taquigráficas, 1900, pp. 398-405.

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El 8 de junio se reanudó el debate. Los argumentos más fuertes contra el ensanche llegaron desde la banca del concejal Pittaluga, quien manifestó que la ley no había previsto “la forma en que debía efectuarse el pago de las fuertes sumas que importaría la expropiación de los terrenos necesarios para la obra proyectada, ni tampoco creaba recursos especiales para evitar el trastorno que debía producir en las finanzas municipales un desembolso tan considerable de sus rentas ordinarias”. Recordó también Pittaluga que el proyecto del concejal Córdoba disponía la construcción de la casa municipal en los terrenos situados en la plaza Lorea con frente a la Avenida de Mayo, “los cuales no sólo ofrecían la ventaja de ser propiedad de la comuna, sino que por su extensión y ubicación favorecían la construcción de un edificio en mejores condiciones para las exigencias y comodidades de la casa de la Municipalidad”. Los argumentos de Pittaluga parecían sólidos: “En la Avenida de Mayo y calles San José, Lorea y Rivadavia existe un terreno del que la municipalidad es propietaria -de 2.289 mts. 66 cm.- y 1.211 mts. 66 cm son de propiedad particular con edificios de poco valor, para cuya expropiación habrá que hacer un desembolso relativamente pequeño. La oficina de Obras Públicas ha tasado este terreno en $200 el m 2 siendo su costo total $242.252. La otra fracción donde estaba situado el antiguo mercado modelo -también de propiedad municipal- tiene 1673 mts. 54 cm 2 que a razón de $200 el metro importaría $334.708. Pagada la fracción a expropiar, quedaría a favor de la Municipalidad la suma de $112.456 y dispondría de un terreno de 3.500 m 2, mientras que con el ensanche que se proyecta, la casa municipal sólo tendrá 2.474 m 2”. Pittaluga alegó además que si a esa diferencia de algo más de ciento doce mil pesos se le sumaban los ochocientos cincuenta mil en que se podría vender el edificio de la Intendencia, se dispondría de dinero para iniciar de inmediato la construcción de la nueva casa municipal en Lorea. Como ese trabajo costaría un millón cuatrocientos mil pesos, la municipalidad sólo debería erogar poco más de cuatrocientos mil.

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Hacer el ensanche costaría mucho más, ya que a la expropiación de los altos de Riglos se le deberían sumar las indemnizaciones por desalojo de los locatarios, que tenían contratos por ocho o diez años, además del costo de la construcción del edificio, que según la oficina de Obras Públicas sería de dos millones de pesos. El municipio no podría pagar esas sumas sin desequilibrar el presupuesto que, según Pittaluga, se venía ejecutando sin desequilibrios desde hacía diez años. Por ello insistió en que el asunto volviera a comisión. Le respondió el concejal Beruti, para quien el proyecto de Córdoba no tenía ya porqué subsistir desde que existía una ordenanza que destinaba esos terrenos para el futuro Palacio de la Industria, y a pesar

Hacia 1911, a punto de iniciarse los trabajos de la ampliación, la Casa Municipal ofrecía un extraño contraste con las otras dos edificaciones de la cuadra, las únicas de la época colnial que subsistían. En la más próxima, los Altos de Riglos, ya funcionaban oficinas de la comuna. 1911 AGN

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de que eso no se había cumplido, no se podía disponer del terreno. En el debate se argumentó también que otra ley del Congreso que estaba por sancionarse dispondría que los terrenos de plaza Lorea se destinaran a la formación de la Plaza Congreso, por lo cual discutir el proyecto de Córdoba carecía de sentido. Contraatacó Cabanillas argumentando que a los cuatrocientos cuarenta mil pesos que se gastarían en la expropiación de la casa de Riglos había que sumarles los que se gastaran en la otra casa (seguramente la de Urioste, aunque él no lo precisó). Además, preguntó retóricamente: “¿Qué interés hay en aumentar esa pésima construcción de Casa Municipal cuando no tenemos necesidad de expropiar, teniendo enfrente y con mayor extensión un bien municipal que no lo usa la Municipalidad? (...) Todas esas cosas me causan extrañeza”. Luego de que se votara negativamente la moción de Pittaluga, el concejal Durán afirmó, entre otras cosas, que de las discusiones que habían tenido lugar al dictarse la ley en las cámaras, se desprendía “claramente que es la voluntad del Congreso el ensanche proyectado, a fin de que la Municipalidad tenga su edificio propio en el local que hoy ocupa”. Terminados los discursos y puesto a votación el proyecto, se aprobó en general. Un nuevo intento de dilatar la discusión16 no pudo con el argumento de la necesidad de resolver la cuestión antes del 30 de junio, cuando vencía el plazo establecido para la aprobación del contrato ad referendum. Ambas fracciones se acusaron mutuamente de obstruccionistas y la votación final fue pareja: quince a trece. El proyecto resultó sancionado como sigue: Art. 1º. Apruébase el contrato celebrado entre el DE y la sra. Mercedes Riglos de Anchorena, por la cual se adquiere la fin16

Esta vez de parte del doctor Martínez Rufino quien hizo notar que el terreno en cuestión era solo una parte de lo que se necesitaba para la realización de la obra y que sería bueno saber el valor total de las expropiaciones a efectuarse, “a fin de poder establecer un plan para el pago de las fuertes sumas que por ese concepto tendría la Municipalidad que desembolsar”.

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ca de su propiedad lindera al Palacio Municipal, con frente a la Plaza de Mayo y compuesta de novecientos sesenta metros con diez y seis centímetros cuadrados de terreno, por la suma de cuatrocientos cuarenta mil pesos moneda nacional de curso legal. Art. 2º. Impútese el gasto a la presente ordenanza. Art. 3º. Comuníquese, etc.17.

17

Acuerdos, 1900, pp. 118-120 y Versiones Taquigráficas, 1900, p. 414-427.

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Del Cabildo a plaza Lavalle

Adolfo Bullrich, el Intendente al que dio su apoyo Julio Roca, que desempeñaba su segunda presidencia, estaba obviamente a favor del ensanche de la casa de Bolívar y Avenida de Mayo. En la Memoria de su administración, transcurrida entre 1898 y 1901, el intendente se mostraba más que satisfecho con el resultado alcanzado con la compra de los terrenos contiguos, calificaba a la operación de “ventajosa”, y destacaba que se había pagado al contado. Agregaba que faltaba adquirir las propiedades con frente a Rivadavia y que por eso no habían podido iniciarse las obras del ensanche, lo cual lamentaba: “El edificio que ocupan parte de las reparticiones municipales tiene que ser ampliado para que responda al carácter que debe tener la casa comunal y permita reconcentrar todas las oficinas”18. Los fuertes debates que se habían dado en el Concejo Deliberante en torno de los dos proyectos para resolver el problema del edificio municipal, ocultaban una seria disputa política que no tardó en estallar. En la sesión del 17 de septiembre de 1901 un grupo de concejales renunció a sus bancas denunciando un estado de desquicio en la administración municipal como consecuencia del acuerdo persistente entre una mayoría del cuerpo y el intendente. En los textos de sus renuncias, que fueron aceptadas, los concejales agitaban la imagen de una bancarrota de las finanzas municipales. Algunos alegaron que esa actitud estaba motivada en un plan 18

Memoria, 1898-1901.

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político de “uno de los partidos militantes”, que consistía en inducir al poder político nacional a que modificara los efectos de la ley orgánica municipal19. Pero la crisis continuó con nuevas renuncias, presentadas el 20 de septiembre en sesión secreta. Se rechazaron varias y se aplazó el tratamiento de otras.20 El conflicto se resolvió de la peor manera. El 30 de noviembre el Congreso sancionó una ley por la cual, hasta tanto se resolviera la reforma de la ley municipal vigente, las funciones encomendadas al Honorable Concejo Deliberante serían desempeñadas por una comisión de vecinos nombrados por el Poder Ejecutivo Nacional. El 21 de diciembre se instaló esa Comisión Municipal, en una sesión presidida por el ministro del Interior, Joaquín V. González. Esta interrupción de la “democracia” municipal, que según se anunciaba iba a durar sólo cuarenta días, se extendió hasta 1908. Lo que no pudo solucionar la Comisión fueron las limitaciones que caracterizaban a la sede comunal. Tal vez por eso, en 1903, el intendente Alberto Casares consideró propicio reflotar, otra vez, el ajetreado proyecto de plaza Lorea, que parecía desechado un par de años atrás. En su Memoria, decía: “La Municipalidad necesita forzosamente un nuevo edificio que presente mayores comodidades para las oficinas y para el público. La casa que actualmente ocupa no reúne las condiciones que debiera tener, ni aun con la ampliación proyectada sobre la calle Bolívar, circunstancia por la cual he pensado que podría construirse la nueva casa en los terrenos ocupados por el mercado Lorea, cuya ubicación no armoniza con el aspecto general de la avenida y menos aún cuando se haya terminado el palacio del Congreso”21. No fue éste el único proyecto que se opuso al del ensanche del Palacio. Durante una sesión de 1905, la del 28 de abril, el concejal Carranza trajo de nuevo al Cabildo al centro de la escena. En una 19

Acuerdos, 1901, pp. 248-250.

20

Ibídem, pp. 256-258.

21

Memoria de 1903, p. 104.

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minuta, pedía al intendente Carlos Roseti que gestionara del gobierno nacional “la entrega a la comuna del edificio del antiguo Cabildo, tan pronto como el Tribunal de Justicia se traslade a su nuevo local de la plaza General Lavalle, con el objeto de construir allí el palacio municipal”. Para Carranza, el sitio que debía ocupar el palacio municipal no podía ser otro, “por sus antecedentes históricos y por su ubicación en el verdadero centro comercial de esta ciudad”. La realización de su proyecto no debía implicar, sin embargo, el abandono del edificio que ocupaba la Intendencia: “una vez construido en el lugar indicado el palacio monumental que exige la importancia de la culta y populosa capital de la República, puede aquel ser destinado a oficinas accesorias o a escritorios particulares produciendo en este último caso una importantísima renta por su situación excepcional”. El proyecto de Carranza, sin embargo, no se agotaba en el Cabildo tal como se encontraba: “Una vez devuelto a la comuna el edificio de que se trata -y que no sabemos qué destino conveniente podría dársele fuera de éste- o antes, el Departamento Ejecutivo podrá sacar a licitación el trazado de los planos respectivos, en el concepto de ser expropiadas las cuatro casas de pequeño fondo que forman el paralelogramo del terreno”. 22 El 13 de junio de 1905 la Comisión Municipal trató el proyecto de Carranza. Abierto el debate, fue el comisionado Pérez quien se opuso, ya que según él no parecía conveniente instalar el palacio municipal en ese terreno de pequeñas dimensiones (cuarenta por sesenta metros). Alegó que sería conveniente elegir una manzana entera, e informó que estaba estudiando una propuesta para comprar una manzana frente a la plaza Lavalle. Por otra parte, señaló que se debía conservar la casa histórica: demoliendo el Cabildo, dijo, “no se respeta la tradición”.

22

Versiones taquigráficas, 1905, pp. 59-60.

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La respuesta de Carranza no se hizo esperar: la casa municipal, sostuvo, debe estar en el centro comercial donde “todo el mundo concurre”. Si el terreno del Cabildo era chico, por otra parte, podía expropiarse el resto de la manzana. Pérez pidió entonces la postergación del tratamiento del tema, y se comprometió además a presentar un proyecto en la siguiente sesión. Efectivamente así lo hizo: el 16 de junio entró el proyecto que firmaron los comisionados Pérez y Nyströmer sobre expropiación de un terreno en Plaza Lavalle para levantar allí el palacio municipal. El propio Bollini presentó otra propuesta que disponía se levantaran planos y presupuesto para la construcción del palacio en el mercado Lorea. Hasta su propio autor parecía dispuesto a dejar atrás a la Casa de Bolívar y Avenida de Mayo. Ambos proyectos se destinaron a las comisiones de Obras públicas y Hacienda. 23 Las dudas que había planteado un miembro de la Comisión en la sesión del 13 de junio acerca de los derechos sobre el Cabildo, por otra parte, habían provocado la postergación del tema. Se había preguntado Tezanos Pintos: “Si nos creemos dueños ¿con qué objeto le vamos a decir al gobierno lo que pensamos hacer con el terreno? ¿Por qué nos vamos a comprometer desde ahora a hacer el palacio municipal? ¿Qué obligación tiene el propietario que exige la devolución de lo que es suyo, de decirle al tenedor precario del terreno: démelo porque lo necesito para tal cosa. Parece que esta frase final fuera una razón que se ha puesto para explicar el pedido del edificio y para inducir a que lo den. De manera que la minuta, en estos términos, puede comprometer el derecho de la municipalidad. Ahora, yo no estoy preparado para decir si la municipalidad es dueña.”24

23

Versiones Taquigráficas, 1905, p. 352.

24

Versiones Taquigráficas, 1905, pp. 336-339.

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Una entrada imponente

En la sesión de la Comisión Municipal del 29 de septiembre de 1905 se leyó el dictamen de la Comisión de Hacienda, que expresaba su acuerdo con que se gestionara “la entrega del antiguo cabildo, para reconstruir en el terreno, una casa municipal digna de esta ciudad”. Al evaluar después como viable desde el punto de vista financiero el proyecto de los comisionados Pérez y Nyströmer, el de la plaza Lavalle, puntualizaba que en este caso no se trataba de una operación mercantil, sino de un acto público que influiría “directamente en la historia del país, en la educación de las generaciones actuales, en el espíritu de las generaciones venideras”. En los párrafos siguientes, el dictamen resumía acabadamente la opinión que la élite dirigente de la ciudad sostenía desde hacía años con relación al edificio histórico: “El cabildo actual, mutilado, viejo, feo, no corresponde por cierto a la situación de la ciudad, a su importancia, a su riqueza; pero responde a la importancia pasada, presente y futura de la ciudad, conservar a su municipalidad ese pedazo de tierra en el que, por vez primera, se hizo carne el germen de la libertad argentina”. No creía la Comisión que se tratara de echar abajo el viejo Cabildo para levantar otro edificio destinado meramente a conservar en sus salas una colección de “sublimes recuerdos”. Se trataba, en cambio, de que un nuevo edificio en ese solar tuviera “el destino que siempre debió tener”: “Nos parece que en él palpitará el alma de la ciudad, que fue su alma la que lanzó las proclamas de 1810 y es la misma que a través de los tiempos, en las claridades u obscuridades del momento, viviente, palpitante, asistió y tomó parte en los acon-

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tecimientos que formaron la república y que levantaron su capital. Estas tradiciones no se deben dejar morir”. A continuación, rebatía a quienes sostenían que el terreno era insuficiente y mal ubicado: “Hay espacio de sobra para levantar un gran palacio municipal, con recinto para su concejo deliberante, con salones de recepción para su departamento ejecutivo. Por un pasaje subterráneo puede unirse este palacio con la casa municipal actual, ensanchada hasta la calle Rivadavia y destinada a oficinas y al despacho diario del departamento ejecutivo. No vemos qué obstáculo serio pueda oponerse a un arquitecto genial para proyectar una obra que, mientras consulta nuestras necesidades públicas, embellezca la gran Plaza de Mayo, y dé una entrada imponente a nuestra avenida. En cuanto a la ubicación, no puede consultar mejor los intereses públicos. Todas las grandes fiestas nacionales se celebrarán siempre entre el palacio de gobierno y el palacio del Congreso - en la avenida y en la plaza -. La municipalidad de la ciudad allí ha de tener su sede”.25 Luego de leída la comunicación, se propuso aprobar el pedido de Carranza, lo cual provocó un nuevo debate. Como la minuta requería al Intendente que gestionara del Poder Ejecutivo Nacional la entrega del Cabildo “para hacer allí el palacio municipal”, lo que en los hechos significaba aceptar ese proyecto, el comisionado Pérez propuso un desdoblamiento: que se gestionara el terreno, pero que se consultara con el Departamento Ejecutivo lo relativo a la construcción del nuevo edificio en ese lugar. Carranza dijo entonces que eso era una propuesta dilatoria, ya que le constaba que el intendente se oponía al proyecto, aún cuando los jefes superiores de la administración estaban “más bien conformes con él”. Finalmente se aprobó la primera parte, es decir el pedido de devolución del Cabildo por parte del Estado nacional. Al discutirse la segunda parte - y a pesar de que según algunos comisionados si 25

Versiones taquigráficas, 1905, pp.72-73

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La idea de diseñar una suerte de gran puerta de entrada a la ciudad desde el río estaba presente en algunos proyectos de remodelación del antiguo centro histórico. 1937 Solsona.

se hubiera votado habría salido el pedido incluyendo la localización en ese terreno del palacio municipal - Carranza retiró su firma de la minuta. De todos modos se postergó la discusión para el martes siguiente26. Al reanudarse la discusión, el 3 de octubre de 1905, los argumentos se concentraron en torno de la localización del futuro palacio. En la detallada defensa de su proyecto, Carranza se animó a sostener no sólo que la mayor parte de los comisionados estaba a favor de él, sino que también lo estaba la mayoría sensata de la población. Como método de exposición, eligió resumir las objeciones que se formulaban y responderlas puntualmente: 26

Versiones taquigráficas, 1905, p. 80.

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Las oficinas municipales, se había dicho, no cabrían en el edificio de cinco pisos proyectado y construido sobre un terreno de dos mil cuatrocientos metros cuadrados, en una superficie aprovechable de doce mil metros cuadrados sin contar el subsuelo. Carranza respondió que las oficinas en uso no ocupaban ni la mitad de esa superficie. Otro de los argumentos consistía en que el vecindario se beneficiaría con el traslado de las dependencias municipales fuera del centro. Carranza adujo que no era así y que en las principales capitales del mundo la casa municipal estaba situada en el corazón de las ciudades. Señaló además que si realmente se hubiera querido proceder de ese modo, se habría debido construir el palacio municipal en Caballito o en Once, en el centro geográfico de la ciudad, donde los terrenos eran más baratos. En plaza Lavalle, por añadidura, había un palacio que pagar y demoler. A la objeción de que si se construyera el palacio en la Plaza de Mayo, junto al Arzobispado, la Catedral y la casa de gobierno, la plaza se transformaría en un desierto por la noche, repuso Carranza que ya estaban allí los tribunales, y que en todo el mundo los lugares más concurridos durante el día son solitarios por la noche. Y agregó una pregunta: “¿qué tiene que hacer el público en la plaza a esas horas, cuando a nadie se le ocurre ir allí a tomar el fresco ni es ya el lugar de paseo de los tiempos de la aldea, de los tiempos de antaño?”. “Se niega también a la idea el mérito tradicional”, cerró el comisionado, “ocupando el palacio municipal el mismo sitio que ocupó el cabildo de la gloriosa revolución de Mayo. No existe, dicen, el edificio antiguo. Sí, pero existe el local y eso es lo histórico, eso es lo que ni las vicisitudes del tiempo ni la voluntad de los hombres podrán jamás cambiar, no el adefesio arquitectónico de los tiempos coloniales”. Los defensores del emplazamiento en plaza Lavalle insistieron. Sostuvo el comisionado Maglioni que “no sólo consideraba reducidas las dimensiones de dicho terreno para levantar en él un edificio de

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las proporciones que debe tener el Palacio Municipal de Buenos Aires, sino que discutía también en lo relativo a la ubicación, inclinándose a dar la preferencia a la Plaza Lavalle, como había sido ya propuesto por otro proyecto” (el presentado por Pérez y Nyströmer). Alegó entre otras cosas que la plaza Lavalle era el lugar que la población estaba “convirtiendo en el mejor edificado y poblado de la ciudad”. Por ello propuso pedir la devolución del Cabildo, y postergar la discusión acerca de qué hacer allí para cuando se estudiara el plan general de reformas en la ciudad. Cuando el comisionado Biedma hizo moción de que se cambiaran las palabras “Palacio Municipal” por “Departamento Deliberante Municipal”, la discusión cambió repentinamente de rumbo. El Intendente Roseti, presente en la reunión, planteó que no compartía la idea de tener un edificio del Departamento Ejecutivo dividido en dos cuerpos por la Avenida, pero que si el destino del terreno que iba a solicitar se le entregara al municipio era la instalación del Honorable Concejo Deliberante, él no tenía objeciones para hacer. Finalmente se aprobó lo siguiente: Art. 1º El DE gestionará del Superior Gobierno Nacional, la entrega del terreno del antiguo Cabildo, ocupado actualmente por los tribunales, tan pronto como éstos sean trasladados a su nuevo local; a fin de que pueda ser construido en él, el Palacio para el Departamento Deliberante de la Municipalidad. Art. 2º Comuníquese, etc.27. A pesar del acuerdo alcanzado, casi dos años después no se habían hecho aún las gestiones pertinentes, como lo evidencia una minuta aprobada en la sesión de prórroga del 2 de julio de 1907. Mediante esa nota, la Comisión solicitaba al Intendente que informara respecto del resultado de la gestión que le había sido encomendada por ordenanza de 3 de octubre de 1905, relativa a la entrega a la Municipalidad del edificio del Cabildo, ocupado por los Tribunales. “Si esa gestión 27

Versiones taquigráficas, 1905, pp. 80-84.

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hubiera sido realizada por la Intendencia con resultado negativo”, puntualizaba, “la H. Comisión pide al señor Intendente quiera servirse indicarle las razones que obstan para que el Municipio pueda entrar en posesión de dicho edificio, inmediatamente después de la traslación de los Tribunales. La H. Comisión se permite recomendar al señor Intendente, el más breve despacho de este asunto”.28

28

Acuerdos 1907, p. 225. No consta respuesta del Intendente a esta minuta por el resto del año.

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Otra vez el Concejo

A fines de 1907 se celebraron elecciones municipales, después de casi siete años sin Concejo Deliberante. Pero diversos cuestionamientos dieron como resultado su anulación. El presidente José Figueroa Alcorta convocó a nuevos comicios que se llevaron a cabo el domingo 2 de febrero de 1908. Aprobados esta vez los procedimientos y el resultado, el día 6 de febrero se instalaron en sus bancas los veintidós integrantes del nuevo Concejo. No fue el del Palacio un tema al que se abocara el renovado cuerpo deliberante en sus sesiones de 1908, a pesar de las crecientes dificultades por las que atravesaba un edificio que era insuficiente para cumplir sus funciones y, además, no reflejaba a juicio de muchos la importancia creciente de la ciudad a la que debía representar. El año anterior, la población de Buenos Aires había llegado a un millón ciento treinta mil habitantes. Fue el Intendente Manuel Güiraldes quien comenzó a destrabar la cuestión del nuevo edificio, aunque los resultados de sus acciones no hayan sido del todo acordes con sus proyectos. Ya en la memoria de 1908, el intendente se extendía acerca de “la necesidad de edificar una nueva casa municipal, que sea por su grandiosidad una administración pública en condiciones de llenar sus fines”. Se trataba de una obra urgente, alegaba, porque la administración era cada vez más compleja, mayor el número de empleados, y tan crecida la cantidad de público, que difícilmente podría haberse citado

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otra repartición pública más concurrida. Güiraldes señalaba, además, que el sitio en el que debía edificarse la nueva sede ya había sido decidido: “El D.E. consideró oportunamente por varas razones, entre otras la de tradición, que la ubicación conveniente es la de la Plaza de Mayo. Sobre los cimientos del Cabildo y de la actual Intendencia, debe surgir un nuevo palacio, substituyendo el histórico Cabildo por la Casa de la Ciudad, que reviva el recuerdo de su obra”29. El proyecto de demoler el Cabildo y construir un palacio en las dos manzanas separadas por la Avenida de Mayo, en el que funcionaran los dos departamentos del gobierno del municipio, ganaba así una importante voz. En su afán de llevar a cabo la vieja propuesta de Carranza, Güiraldes envió un mensaje al Concejo Deliberante, “relativo a la construcción del Palacio Municipal en los terrenos de la Avenida de Mayo, Bolívar, Rivadavia y Victoria”. Entre los fundamentos de su pedido, el intendente señalaba: “No se puede olvidar que la municipalidad es una sola entidad perdurable y que la necesidad imperiosa del ensanche, no lo es como he dicho en miras de la sola comodidad del empleado, sino especialmente de ese gentío que se renueva como ola que sigue a la ola, invadiendo todas las oficinas de la intendencia para satisfacer impuestos, y tramitar todo lo relativo al ornato, salubridad y movimiento de la gran capital. Deben aunarse las fuerzas y construirse el gran palacio de la ciudad de Buenos Aires, donde se pueda trabajar vinculados en la obra común y al calor de vitales energías en favor del bien colectivo. Con una obra doble y desproporcionada se gastará dos veces o más de lo necesario y ello es a todas luces inconveniente”30. Al volver al recinto la nota de Güiraldes con despacho favorable de las comisiones de Obras Públicas y Hacienda, el 27 de abril de 1909, se produjeron algunos debates y reflotaron, una vez más, otras propuestas. El concejal de Ortúzar, por ejemplo, dijo haber presentado un proyecto para descentralizar la municipalidad y dotarla de un palacio

29

Memoria 1908, pp. XXX-XXXI.

30

Versiones taquigráficas, 1909, p. 29.

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en el centro de la ciudad, entre Lorea, Avenida de Mayo, Cevallos y Rivadavia, “con el objeto de poderlo hacer inmediatamente y tenerlo listo para el centenario. Este proyecto ha venido a desbaratarse por una ley nacional que destina estos terrenos a plaza pública, es decir, a desbaratarse en este país donde todo se maneja con expedientes y en que ir al Congreso a pedir la modificación de una ley, es como decir entorpecer el camino a un asunto que es indispensable”. Votado en general el proyecto y el artículo primero, al pasar a la discusión del segundo el concejal Boeri, redoblando la apuesta, calificó a la idea de las comisiones de “raquítica”, pues no le parecía “propio del porvenir de esta gran metrópoli” construir el palacio en medio de otros edificios particulares. Y propuso entonces darle al intendente amplia autoridad para hacer “una cosa grandiosa”. “Que se amplíe la autorización al señor intendente”, abundó, “no en el sentido que vaya a pedir la casa de Lanata y de Roverano, etc., sino que pida autorización para expropiar las dos manzanas”. Luego de alguna oposición fundada en el costo de la obra, pidió la palabra el concejal de Ortúzar quien, extrañamente, dijo adherir ahora a la idea de ampliar el pedido “pero no ya expropiando ‘La Prensa’, sino haciendo una obra como es debido, avanzando sobre la Plaza de Mayo, en un paraje aislado para darle perspectiva, sometiéndolo a un plan general de que no habla el mensaje”31. Finalmente se aprobó autorizar a la Intendencia a gestionar la devolución del Cabildo y la sanción de una ley de expropiación de los terrenos adyacentes para ampliar la superficie donde se construiría el palacio32. La ley, sancionada al año siguiente con el número 7514, abrió la posibilidad de construir la el palacio monumental que abrazaría entre

31

,

Versiones taquigráficas 1909, pp. 28-29.

32

Acuerdos 1909, pp. 31-32. Ver en el apéndice documental el despacho de las comisiones y la ordenanza votada. 33

Como proponía el arquitecto francés Joseph-Antoine Bouvard, entre otras reformas que implicaban toda el área de la Plaza de Mayo. Con estas ideas “coincidía prácticamente todo el campo profesional de Buenos Aires” (Gorelik, p. 228).

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sus dos cuerpos a la Avenida de Mayo33, a la vez que sepultaría en el recuerdo al viejo Cabildo. Dicho de otro modo, después de casi veinte años, era el gran palacio con el que la Capital se disponía a homenajearse en la época del Intendente Crespo, y cuya concreción había sido frustrada por la crisis, el que volvía a planearse con más fuerza. La Casa Municipal de Bolívar y Avenida de Mayo parecía sólo un accidente que se hacía necesario superar.

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CAPÍTULO 3

Hacia Bolívar y Rivadavia

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A principios de 1910, el año del centenario de la República, muchos de los protagonistas de la vida comunal coincidían en que resolver la cuestión del edificio municipal era una tarea urgente. La estructura institucional seguía creciendo y faltaba espacio para la administración. Había incluso un problema estético, planteado por ese corto y elevado frente de la Casa Municipal sobre la calle Bolívar, al que flanqueaban las viejas casas de Riglos y de Urioste: “lo único que queda en pie del tiempo de la Colonia (…) a excepción de lo que resta del antiguo Cabildo”, como había apuntado un observador algún tiempo antes.1 Una revista muy cercana a las opiniones de la Intendencia, tal vez directamente su vocero, no se privaba de hacer campaña en abril de ese año: “El desenvolvimiento que están tomando todas las oficinas por razón de los nuevos servicios a que obliga el crecimiento de la población metropolitana, exige la ampliación del edificio que actualmente ocupa la Intendencia, dentro de un plazo brevísimo, para que no sufra más la comodidad del trabajo ni el público soporte los inconvenientes de la estrechez del local”. Luego de apoyar el ensanche hacia la esquina de Bolívar y Rivadavia y por ésta hasta el edificio de La Prensa, la publicación afirmaba: “La ampliación del palacio municipal es indispensable, y ello debió ser uno de los números que se incorporaron a los festejos del Centenario de Mayo, como expresión de la prosperidad comunal, no marcada por el tono majestuoso del edificio, sino por la necesidad que se ha tenido de él, para la atención de los servicios públicos. (…) Esa obra habrá que hacerla fatalmente, más tarde o más temprano, y no hay, por lo tanto, conveniencia alguna en demorarla, sacrificando la comodidad del presente, sin utilidad alguna para el porvenir”.2

1

Bilbao, Manuel, Buenos Aires desde su fundación hasta nuestros días, 1902, p.13.

2

Revista Municipal, nº 324, del 11 de abril de 1910, pp. 15-16. Ver el artículo completo en el apéndice documental. Mientras, se realizaban algunos trabajos de pintura y de refacción de la instalación eléctrica del Palacio Municipal existente: entre marzo y abril se publicaron sendos llamados a licitación (Revista Municipal, nros. 319 y 325).

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Con el trámite de la que sería la ley 7514, en tanto, el Congreso desbrozó el camino que permitiría al municipio realizar la obra. Y lo hizo con una rapidez inusitada, aunque en verdad el proyecto que alentaban en Diputados no era precisamente la ampliación de la Casa existente, sino “la cosa grandiosa”, “el palacio digno del porvenir” de la metrópoli, que habían resuelto levantar los concejales porteños. En la sesión del 5 de septiembre de 1910 se trató el proyecto de ley que autorizaba las expropiaciones de los terrenos con frente a la calle Rivadavia, pero también de los de la manzana que ocupaba el Cabildo. Sus autores y defensores en el recinto eran los diputados capitalinos Carlos y Manuel Carlés, quien ganaría triste fama años más adelante como fundador de la Liga Patriótica y represor voluntario de obreros en huelga 3. Los crecidos gastos en alquileres, la excesiva descentralización de las oficinas y los reducidos ingresos del municipio se combinaban, según Carlos Carlés, para apurar la sanción de su proyecto, que entre otras cosas autorizaba al Poder Ejecutivo a emitir hasta cuatro millones de pesos para llevar a cabo la empresa4. Sólo cuatro días le tomó a la Comisión de Obras Públicas preparar el despacho favorable y presentarlo al recinto, donde pasó inmediatamente a la orden del día 5. Otro diputado por la Capital, Carlos Meyer Pellegrini, mocionó en la sesión del 28 de septiembre para que fuera tratado junto con el de la expropiación de una manzana de la avenida Alvear, ya que se trataba de “dos asuntos sencillos”. Hubo alguna oposición, fundada en el argumento de que el tema de la expropiación por zonas no era en realidad tan sencillo, ya que se vinculaba con la apertura de las diagonales. Las objeciones fueron vencidas por Manuel Carlés, que entre otras cosas apeló a un mensaje del intendente, aparecido por esos días en los diarios de la ciudad: Manuel Güiraldes reclamaba con urgencia una medida que colocara a las oficinas municipales “en el pie de comodidad, siquiera, que exige el

3

Versión completa del discurso en el Apéndice Documental.

4

Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 1910, pp. 331-332.

5

Sesión del 9 de septiembre en Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 1910, p. 381.

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numerosísimo público que a ellas concurre y los empleados que en ella trabajan”. El proyecto resultó aprobado en general. El diputado Joaquín S. de Anchorena, próximo sucesor de Güiraldes en la intendencia de Buenos Aires, propuso elevar de cuatro a cinco millones la suma que debía emitir el gobierno. Para los Carlés la cifra de cuatro millones era suficiente para la superficie a expropiar (casi tres mil cuatrocientos metros cuadrados en la manzana del Cabildo y alrededor de setecientos en la de la Casa Municipal), pero no parecía cuestión de escatimar el dinero público, así que la concesión no se demoró: si el señor diputado creía que la suma era insuficiente, no había inconveniente en aceptar el aumento. Como Meyer Pellegrini pretendió incluir en el proyecto la expropiación de la manzana delimitada por la avenida Alvear y las calles Arroyo y Libertad, Anchorena creyó oportuno agregar otro

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millón de pesos. Manuel Carlés, que ya lucía su hondo patriotismo, hizo una última salvedad: que al demoler el Cabildo para construir el nuevo palacio se preservara la sala que había sido escenario de los hechos de Mayo de 1810. Los millones de Anchorena resultaron tan aprobados como el homenaje histórico de Carlés 6. El 29, con media sanción, el proyecto ingresó a la Cámara Alta. Apenas un día después, con el número 75147 se aprobó la ley que autorizaba a la Municipalidad a expropiar la manzana del Cabildo, y los edificios de la calle Rivadavia desde la esquina con Bolívar hasta el número 550. Autorizaba también al Poder Ejecutivo a entregar al municipio el edificio del Cabildo, ocupado por los Tribunales. Como se señaló en el capítulo anterior, las puertas quedaban abiertas para avanzar en el proyecto de construir dos edificios con frente a la calle Bolívar, separados por la Avenida de Mayo y entre las calles Victoria y Rivadavia.8 La voz oficiosa de la Intendencia, la Revista Municipal, no ocultaba sin embargo su escepticismo durante los últimos días del mandato de Güiraldes. En un artículo publicado en la edición del 10 de octubre de 1910, dedicado a la alabanza del majestuoso edificio de la Intendencia de Nueva York, insistía con la vieja letanía de que aquí también se trataba de hacer un gran Palacio Municipal. Pero había algo que no cerraba: “La opinión se asombra y retrocede temerosa ante el concepto de que se tome la manzana donde se encuentra el viejo Cabildo - se quejaba el redactor -, y sobre ella se construya un gran edificio, capaz de llenar cómodamente las necesidades de la administración durante una cincuentena de años”.

6

Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 1910, p. 698-99.

7

La única voz en contra fue del Senador Láinez (de la Provincia de Buenos Aires), quien pidió explicaciones sobre el valor de los terrenos, la “suficiencia de la cantidad votada para pagar, sobre el destino que se le va a dar, sobre la oportunidad de esta adquisición...”. Nadie respondió al senador, quien cerró su intervención señalando: “Quiero hacer constar que la suma que se vota es completamente insuficiente para las operaciones que se determinan en el proyecto”. Sesión del 30 de septiembre en Diario de sesiones del Senado, 1910, p. 812-813. 8

En el apéndice documental el texto completo de la ley 7514.

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Esa misma opinión, seguía lamentando la Revista, “prefiere que se vaya plagando de remiendos el estrecho e incómodo local que hoy ocupa el gobierno de la comuna, y que, año por año, se le hagan las adiciones que sean necesarias, aún cuando al final de cuentas se tenga un monumento de indefinido gusto, utilidad y provecho, que haya costado probablemente el triple de lo que importaría abordar de una sola vez esta gran obra. Tantas cosas de discutible utilidad tomamos del extranjero, que bien podríamos haber tomado también en este caso, algo de la sabia previsión del pueblo neoyorquino, que tan bien se destaca en el gigantesco edificio que ha costeado para el gobierno de su comuna”.9 Urgencias municipales y conflictos políticos dieron la razón a ese escepticismo y pusieron límites precisos a aquella propuesta.

9

Revista Municipal, nº 350, pp. 13-14.

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Sobre la casa contigua

Mientras se fantaseaba con el gran palacio a la neoyorquina, en tanto, la Buenos Aires real planteaba nuevos apremios. El mismo día en que el Congreso iniciaba el tratamiento del proyecto que sería la ley 7514, el 5 de septiembre de 1910, la dirección de Obras Públicas de la municipalidad se dirigía al secretario de la intendencia por medio de una nota destinada a señalar un rumbo. De ella se infiere, por lo pronto, que la casa conocida como Altos de Riglos no sólo había sido adquirida por el gobierno comunal en 1900: también había sido incorporada de hecho a la sede de la administración, aun manteniendo sus características edilicias. Pero “la casa contigua”, como se la llamaba, ya había demostrado su insuficiencia. “El aumento continuo de la población de la Capital”, como ya se había dicho tantas veces, exigía “la constante ampliación de los servicios públicos”, lo que a su vez hacía necesario “ensanchar el espacio destinado a las oficinas encargadas de los mismos”, para que los empleados pudieran trabajar “sin los inconvenientes de la estrechez y del hacinamiento”, y para que el público pudiera “ser fácil, rápida y decorosamente atendido”. Algunas de las oficinas, sostenía la nota, estaban tan afectadas por la falta de espacio, y ocupaban “locales tan defectuosamente ventilados” que encerraban “un ambiente muy pesado y peligroso, especialmente durante el verano”. “Para subsanar en parte las deficiencias indicadas - explicaba el anónimo funcionario -, esta Dirección General había tenido la idea de construir dos nuevas alas sobre las

106


107 En 1912, las casas de Riglos y de Urioste estaban a punto de ser demolidas para dar paso al ensanche de la Intendencia. En sus plantas bajas funcionaban locales comerciales. 1912 aprox BsAs nos cuenta 01.

existentes en la casa contigua, pero la antigüedad de esta construcción y la distribución de sus locales, exigen un gasto que no estaría compensado con el escaso beneficio que se obtendría, de manera que hubo de abandonar el propósito”. La idea desechada había sido, sin duda, la más modesta que se le hubiera ocurrido a alguien respecto de la Casa Municipal: no sólo no emprender nuevas y grandiosas construcciones, sino renunciar incluso a la ampliación del edificio existente, para impulsar apenas la refacción de la vieja casa colonial de Riglos. Sin embargo, la idea frustrada devolvió el pensamiento de los funcionarios de Obras Públicas a la razón de ser original de la compra de los Altos de Riglos, y aun más atrás, a la segunda etapa prevista por el ya lejano intendente Bollini: “En estas circunstancias - proseguía la nota -, y dadas las necesidades siempre crecientes de las oficinas, surge una nueva idea: la reconstrucción total de la casa contigua”. En otras

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palabras, el ensanche hacia Rivadavia, que para los municipales no se contradecía en absoluto con el palacio proyectado por la ley 7514. Es que había un mientras tanto: “La construcción de un Palacio Municipal, aún no resuelta, ni en lo relativo a la ubicación, exigirá, por su importancia, un período de tiempo que, sin exageración, puede calcularse en diez años. Mucho antes de cumplirse este plazo, dentro de dos o tres años, será absolutamente imposible el funcionamiento de las oficinas en el local actual, y forzosamente habrá que resolver algo. Por esta razón, este Departamento ha estudiado el anteproyecto que se acompaña, y considerando la construcción como provisoria, esta se ejecutaría con toda solidez, pero con materiales sencillos y económicos y estructura de acero. Este sistema de construcción permitirá también llevar a cabo la obra en un corto plazo y con un costo relativamente reducido”. Los mismos rasgos de veinte años atrás: provisoriedad, sencillez, baratura. Pero además, ahora, funcionalidad: “Por dicho anteproyecto puede fácilmente verse que la distribución adoptada beneficiaría grandemente al público y a las oficinas, estando cada piso en comunicación con el correspondiente de la casa existente”. Gracias a las reformas, el Departamento Ejecutivo sería trasladado a un amplio local, y de esa manera dejaría libre el espacio que ocupaba en varios pisos de la Casa Municipal, para oficinas que hasta ese momento abonaban a particulares “crecidos arrendamientos”. Por primera vez, además, razones de orden estético aparecían entre los fundamentos de un proyecto de ampliación: “Otra considerable ventaja que resultaría de la construcción proyectada, sería corregir la deficiente perspectiva de la fachada actual sobre la Plaza de Mayo. Completado el frente existente, siguiendo la misma arquitectura, se obtiene un conjunto de buenas proporciones que contribuiría a embellecer nuestra Plaza principal”. La dirección de Obras Públicas había estimado que el presupuesto no excedería los doscientos treinta y cinco mil pesos, una suma que

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se consideraba exigua en relación con los beneficios. Se trataba, en fin de una “buena solución provisoria al problema del local”, que permitiría “esperar decorosamente la solución definitiva, o sea la construcción del Palacio Municipal digno de nuestra metrópoli”. Por todo ello se le pedía al secretario que tomara el proyecto en consideración y que obtuviera la autorización de la superioridad10. El secretario municipal trasladó la cuestión al Concejo Deliberante el 28 de septiembre de 1910, casi exactamente cuando se aprobaba en el Congreso la ley que habilitaba la construcción de un gran palacio. El Departamento Ejecutivo seguía minuciosamente la línea argumental de sus funcionarios de Obras Públicas, y adelantaba además la que debía constituir otra característica de la ampliación, la celeridad: “...la obra se realizaría en un breve espacio de tiempo, quizá en seis meses a lo sumo, lo cual ha sido una de las razones que han inclinado mi opinión a favor del proyecto, pues en la rapidez con que aquella se ejecute radica la verdadera solución de esta cuestión”11. Cuando se estaban tramitando estos proyectos, el fin del mandato presidencial de Figueroa Alcorta y la consiguiente asunción de Roque Sáenz Peña, el 12 de octubre de 1910, implicaron la renuncia del Intendente Güiraldes, que fue reemplazado por Anchorena. El nuevo intendente, aunque como se verá tenía en mente otro proyecto, siguió adelante con la cuestión del ensanche, como solución provisoria al problema del espacio de las dependencias municipales. La nota enviada al Concejo Deliberante pidiendo autorización para invertir los doscientos treinta y cinco mil pesos que debía costar la reconstrucción de la casa adyacente al edificio de la Intendencia, recibió una respuesta favorable del cuerpo: el 25 de noviembre de 1910 se autorizó la ampliación de la Casa Municipal según los planos que se agregaban al expediente. El gasto se imputó al inciso 32 del presupuesto de ese año12. 10

Nota de la Dirección General en el Expediente 29631-D-1911 de la Municipalidad de Buenos Aires.

11

Ibidem.

12

Acuerdos 1910, p. 875.

109


Unos días después, el 3 de diciembre, Anchorena afirmaba en una nota que el inciso mencionado no tenía saldo, y teniendo en cuenta que la ejecución de la obra se iniciaría el año siguiente, solicitaba que se imputara el gasto de que se trata al mismo inciso del presupuesto de 191113. El 3 de febrero de 1911 se consideró ese pedido de nueva imputación hecho por el Departamento Ejecutivo, y el pedido se aprobó14. Con el objetivo manifiesto de avanzar en la primera parte de lo que sería el ensanche de la Casa Municipal, el Intendente propuso otorgar la construcción por licitación privada (ya se había utilizado el procedimiento en otras obras), como había planteado el departamento de Obras Públicas o bien realizarlas “por administración” es decir, con los recursos y la dirección del municipio15. El 2 de mayo de 1911 se trató este pedido en el Concejo Deliberante. El debate que se generó en torno de la modalidad de contratación de las obras revela las ideas que sobre el edificio se tenían y las limitaciones mismas del proyecto. Limitaciones no sólo respecto de la función a cumplir por la nueva ala de la casa, sino también como proyección simbólica de una ciudad que se piensa entre las grandes del mundo.

13

Versiones taquigráficas, 1911, p. 17.

14

La resolución quedó como sigue: “Art. 1º Impútese al inciso correspondiente (ejercicios vencidos) del presupuesto vigente, la cantidad de doscientos treinta y cinco mil pesos destinados a la reconstrucción del edificio contiguo al Palacio Municipal. Art. 2º Comuníquese, etc.” (Actas, 1911, pp. 12-13). 15

Ver la recomendación de Obras Públicas y la minuta del DE en el apéndice documental.

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El palacio del Once

En abierto apoyo al ejecutivo municipal, el concejal Guerrico sostuvo que la licitación pública importaba “una pérdida de tiempo”, y que lo mejor era la licitación privada ya que ese mecanismo significaba “escoger las mejores casas de la plaza, presentarles un pliego y exigirles que en un tiempo perentorio presenten un presupuesto terminante y positivo”. “Esta es la forma”, sostuvo, “más aceptada y reconocida y autorizada por la ley nacional de contabilidad”. El secretario de la Intendencia, de apellido Iturbe, presente en la sesión, planteó en la misma línea que la idea del Departamento Ejecutivo era acelerar la obra y hacer economías, y que por eso se solicitaba autorización para ejecutarlas por administración o licitación privada. “Los pisos de algunas de sus habitaciones”, ejemplificó, “o su totalidad tal vez, podrán ser construidos por administración en virtud de que la Municipalidad tiene actualmente un gran stock de maderas apropiadas sin destino, y esta es la oportunidad de aprovecharlas y así también tal vez sea posible aprovechar otros materiales que existen en los depósitos y que no tienen utilidad determinada”. Iturbe estaba convencido, por otra parte, de que la licitación privada era la modalidad más adecuada para los fines que se perseguían. Ella permite, alegaba, “seleccionar los constructores y asegurar que los que han de ejecutar las construcciones son los mejores y más aptos, los más capaces de cumplir con los términos y condiciones que se establecen en el contrato”16. 16

Versiones, 1911, pp.27-28.

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Pidió entonces la palabra el concejal Boeri, quien expresó que si bien daría su voto por la ampliación “de la casa municipal puesto que no puede llamarse palacio municipal…”, pensaba que esto retrasaría el proyecto que tenía el Intendente de descentralizar las oficinas llevándolas a la plaza Once de Septiembre, que era el centro topográfico de la ciudad. Además, se explayaba el veterano concejal, con esa obra “podrán conciliarse los intereses múltiples que va a fomentar el subterráneo…”. Allí sí, decía Boeri, podría hacerse un Palacio Municipal “de acuerdo con la estética y con la importancia de esta gran metrópoli y además descentralizar, realizando lo que todo el mundo solicita y pide, que es la descongestión del tráfico en el centro”. El problema del tráfico, aducía, se agravaría en el futuro por el rápido crecimiento de la ciudad, cuya población llegaría en diez años, según calculaba, nada menos que a los dos millones de habitantes. Si se concedía la comodidad que el Departamento Ejecutivo solicitaba, era muy de temer que los poderes nacionales concluyeran que la Capital ya tenía su palacio municipal que llenaba las necesidades urgentes del momento. “Y como somos latinos y dejamos todo para mañana”, razonaba, “sería mucho mejor que se hiciera definitivamente lo que se trata de hacer ahora adventiciamente. Con este dinero que invertimos en la ampliación de la casa municipal no haremos nada más que una cosa raquítica, insuficiente, mientras que creo que debe haber llegado la oportunidad de pensar en la construcción de la casa definitiva hasta para coincidir como digo, con las nuevas arterias de comunicación que serán los subterráneos y para poder combinar de este modo las necesidades del subterráneo con la ubicación del palacio municipal”17. De modo que a la serie de variados proyectos de palacios y emplazamientos, Anchorena y Boeri venían a sumar ahora, mientras se discutía el ensanche, a la plaza que había reemplazado a los corrales de Miserere de las Buenos Aires colonial y criolla. Con simpleza, el secretario Iturbe respondió que en realidad la resolución de hacer la ampliación ya había sido tomada por el Concejo, 17

Versiones taquigráficas, 1911, p. 28.

112


La construcción del túnel para la primera línea de subterráneos de América del Sur avanzaba en 1912 por la Avenida de Mayo con rumbo al oeste. Su trazado era uno de los argumentos que se esgrimía a favor del emplazamiento de un nuevo palacio municipal en Plaza Once. 1912 aprox La Nación SXX.

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y que lo que estaba en discusión era la forma de llevar a la práctica la obra. Alegó que la estrechez con que se trabajaba, los gastos en alquileres que tenía la municipalidad y las molestias ocasionadas al público que tenía que ir a diversos lados para tramitar expedientes, obligaba a realizar la obra con urgencia: “Es cuestión de vida o muerte para la municipalidad el tener donde alojar sus empleados”, exageraba. Hubo otras opiniones, como la del concejal Guerrico, en contra del palacio en el Once. Boeri, que estaba evidentemente dispuesto a resistir a la ampliación sobre Bolívar, cambió entonces de frente. Su repentina maniobra volvió a poner en el tapete, una vez más, a un monumento inevitable: “Se va a desocupar pronto, en estos días, creo que se está desocupando, el antiguo Cabildo de Buenos Aires, que es de propiedad eminentemente municipal y que, indudablemente, el departamento ejecutivo se apresurará a tomar posesión de él. Allí va a tener un vasto local para ubicar todas las dependencias, por lo menos una gran parte, siempre –como digo- transitoriamente, mientras se haga algo definitivo…”. Ante una intervención del concejal Cánepa - quién preguntó qué dependencias se trasladarían al nuevo palacio -, Iturbe respondió que era posible que cupieran todas. Pero “también es posible”, previno “que cuando esté terminado, dentro de cinco o seis meses, resulte que es menester dar más amplitud a ciertas oficinas del departamento de obras públicas, en especial, que actualmente no tiene comodidad ni para las salas de dibujo, y, entonces, que no quepan allí la asesoría ni la inspección general. Cuando se solicitó esta ampliación del honorable concejo se pensó concentrar ampliando la casa, estas dos reparticiones, pero quizá cuando se termine la construcción no sea posible”. Sin que nadie cuestionara el propósito de emprender una obra que probablemente en pocos meses no cumpliría ya su objeto inicial, finalizó el debate con la intervención del concejal Aguilar, quien remató en defensa de la reforma prevista: “Es conveniente no sólo por la comodidad de las dependencias de la municipalidad sino hasta por la misma estética, pues así desaparecerá de la vista ese

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edificio ruinoso que hoy se ostenta frente a nuestra plaza principal”, en obvia referencia a la casa de Riglos18. La resolución quedó aprobada de la siguiente manera: “Art. 1º Autorízase al DE para proceder, por administración o licitación privada, a la ejecución de las obras de ampliación de la casa Municipal. Art. 2º Comuníquese, etc.”19.

18

Todas las intervenciones en Versiones taquigráficas, 1911, p. 28.

19

Sesión del HCD del 2 de mayo de 1911 en: Actas, 1911, p. 70.

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Los constructores

El 12 de mayo de 1911 los empresarios invitados por el municipio a participar de la licitación privada se presentaron a retirar los pliegos retirar pliegos de condiciones y examinar los planos y presupuestos para “las obras de ampliación del edificio municipal, consistentes en otro cuerpo de edificio análogo al actual en la parte que ocupa la casa anexa Bolívar 11”. Tenían que presentar sus ofertas el 20 de mayo en el despacho del Secretario de Obras Públicas. En ese mismo acto desistió uno de los invitados: Carlos Locatelli, alegando “exceso de trabajo”, se excusó de presentar oferta. Las ofertas se presentaron finalmente el 24 de mayo y fueron las siguientes: • Bonneu Ibero, Parodi y Figini, con oficina técnica en Rivadavia 620, cotizaron el presupuesto oficial con medio por ciento de rebaja (0,5% de rebaja). • Andrés Marraccini, de la calle Lavalle 2353, cotizó “$246.685,55 más el diez por ciento de aumento”. • Prunieres y Cía, de Bartolomé Mitre 858, “aumento de uno por ciento sobre los precios unitarios del presupuesto oficial”. • Alfredo Israel, ingeniero civil y empresario de construcciones, de la calle Maipú al 100, por el presupuesto oficial, “recargado en un ocho por ciento”. • Angel Bollini y Fioravanti Bianchi, de Peña 1073, propusieron el presupuesto oficial más el 9,95%.

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Los trabajos de ampliación de la Casa Municipal sobre la “casa contigua” empezaron en la segunda mitad de 1911. En la foto, del año siguiente, se observan sus señales a la derecha de la breve fachada sobre la calle Bolívar. 1912 Foto AGN .

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En el plazo de una semana, el Departamento de Obras Públicas dictaminó a favor de la propuesta de Bonneu Ibero, Parodi y Figini. El dictamen tuvo en cuenta el mejor precio, pero además el hecho de que “se trata de una empresa constructora que ha demostrado su competencia y seriedad en otras obras municipales”.20 Efectivamente, al menos desde 1909 esta compañía recibía periódicamente pagos del municipio por obras realizadas, como lo demuestran los asientos de tesorería recogidos por la Revista Municipal desde aquel año. Tal vez la mejora del matadero municipal, llevada a cabo en esta época, haya sido una de ellas. Muy fuertes debieron ser las relaciones de los ingenieros constructores Bonneu Ibero, Parodi y Figini con los organismos públicos. En el mismo año en que su empresa comenzaba a levantar el edificio municipal, ganaron una licitación (cuyo llamado publicó La Razón el 16 de febrero de 1911) para la construcción de otro edificio destinado a la Caja Nacional de Jubilaciones y Pensiones en la esquina de las calles Ayacucho y Córdoba. Esta obra se puso en marcha a mediados de año y se terminó a fines de 1912. Ese año, precisamente, la relación con el municipio parece haber sido muy productiva para la empresa: en febrero se presentó a licitación para construir una sala destinada a maternidad en el Hospital Torcuato de Alvear, propuso un precio de alrededor de doscientos veinticuatro mil pesos y ganó la obra, a pesar de que la empresa A. Sacerdoti y Cía. había cotizado casi diez por ciento menos.21 En abril el municipio también aceptó su oferta para construir varias paredes del corralón Garay.22 Frente a la Plaza de Mayo, en tanto, apenas aprobada la obra del ensanche empezó la mudanza de las oficinas que estaban ocupando la casa de Bolívar 11, para que se iniciaran los trabajos. A media20

Toda la información en: Expediente municipal 29631-D-1911.

21

Revista Municipal, nº 423 del 4 de marzo de 1912, p. 18. A mediados de 1911 Bonneu Ibero, Parodi y Figini se presentaron a dos licitaciones para construir casas para obreros, según informó La Prensa del 21 de septiembre de ese año. 22

Revista Municipal, nº 429 del 15 de abril de 1912, p. 18. En todo el año 1912 la empresa cobró del municipio doscientos treinta mil pesos.

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dos de julio las de Obras Públicas se estaban instalando en Carlos Pellegrini y Bartolomé Mitre, donde hasta hacía poco tiempo estaba el Club Español. Estaba previsto que sólo la Dirección de Hacienda quedara “en la casa municipal de la Avenida”. Las obras comenzaron por entonces, a mediados de 1911. La Revista Municipal anotaba: “Se les dará término con la mayor celeridad”.23 Mientras avanzaba con el asunto de su nueva casa, la Intendencia anunciaba el proyecto de unir las Plazas de Mayo y Lavalle con una avenida diagonal. A partir de la novedad se abrieron apasionados y dilatados debates que tuvieron como centro al Intendente Anchorena. Como anticipo de los cuestionamientos que le costarían la renuncia años más tarde, El Nacional abría fuego contra su gestión, cuestionando una política que no tenía fondos “para emplearlos en las mejoras de los barrios suburbanos, y del desheredado sur, porque dicho sea sin ánimo de ofender, circunscribe su acción al reducido perímetro central y a las parroquias habitadas por la gente bien, sin acordarse de que todos los habitantes del municipio merecen igual consideración, porque todos concurren a formar la renta municipal”.24 A poco de iniciados los trabajos del primer ensanche, el 2 de septiembre, la empresa constructora se dirigió al director de Obras Públicas solicitando autorización para utilizar, en los entrepisos de la casa, en lugar de cemento armado como “está especificado en el pliego”, los “tirantes Siegwart también de cemento armado; cuya bondad como resistencia y material es de todos recomendado”. Argüía la firma que “la rapidez de la obra aumentaría muchísimo, cosa que desea la Municipalidad” y el cambio no afectaba al precio aunque, según la empresa, el costo de las vigas era mayor. Aconsejado por Obras Públicas, el secretario Iturbe accedió al pedido. Todos acordaban en que el sistema era bien conocido y en que ya estaba siendo utilizado en “edificios importantes, construidos y en construcción en esta ciudad”. Sobre todo, otra vez, como 23

Revista Municipal, nº 389 del 10 de julio de 1911, p. 14.

24

El Nacional, 23 de octubre de 1911.

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se insistía desde el inicio de los trámites para el ensanche, el apuro apareció como factor determinante: no había inconveniente en autorizar el cambio, “máxime si se considera la fácil aplicación de los tirantes de referencia, y por consiguiente el adelanto de tiempo que se obtendría en la obra, la cual, como se sabe, es necesario terminarla cuanto antes”25.

25

Expediente municipal 29631-D-1911.

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Proyectos viejos, utopías nuevas

Mientras tanto, otros proyectos desfilaban por las oficinas públicas y por las páginas de los medios de comunicación de la ciudad. Una vieja aspiración del municipio había vuelto a ser reflotada sin suerte el 9 de junio, cuando en el Concejo Deliberante se aprobó una minuta de comunicación al Intendente: “El H. Concejo vería con agrado que el DE gestionase la entrega a la Municipalidad, del edificio de su propiedad del antiguo Cabildo, transitoriamente ocupado por los Tribunales civiles, una vez que haya sido totalmente desocupado”26. Algún sector de la prensa se hizo eco de este añejo y persistente conflicto que la comuna y el estado nacional arrastraban, desde la época de Torcuato de Alvear, por los respectivos derechos sobre el histórico edificio. Así, El Diario comentaba, en un artículo titulado justamente “El Cabildo ¿A quién pertenece?”: “Más de diez veces la intendencia se ha dirigido la gobierno solicitando la entrega del Cabildo, y otras tantas el ejecutivo nacional ha negado esa entrega, fundado en que la Municipalidad nunca poseyó el edificio”. Según este medio, ahora la Municipalidad iba a dar una argumentación que reputaba concluyente: “...allí estuvo la policía cuando su presupuesto se sufragaba con rentas municipales (y) las escribanías que allí alquilaban locales pagaban el arrendamiento a la Municipalidad”27. Por otra parte, como ya se ha visto, la ley 7514 había autorizado a la Municipalidad a expropiar la manzana del Cabildo con el objetivo 26

Actas, 1911, p. 143.

27

El Diario, ediciones del 18 y 19 de junio de 1911.

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de construir allí el nuevo palacio de la Intendencia, pero la suma destinada a ello, según el municipio, era exigua 28. Finalmente este proyecto fue evidentemente dejado de lado, pues no se dio ningún paso para concretarlo. Otra iniciativa, que como se ha visto alentaba el Intendente Anchorena, era la de construir un monumental edificio en la plaza Once de Septiembre, uno de cuyas presuntas ventajas describía la Revista Municipal: “suprimir una causa de la congestión del tráfico en el centro, y llevar a otra zona un centro de actividad que tonifique y robustezca su vida y su progreso (…) La construcción del palacio municipal en el Once, variaría de inmediato el aspecto de sus alrededores, y tendríamos un nuevo centro de progreso y actividad que en pocos años sería orgullo de la metrópoli”29. La idea, como se ha visto, había recibido algunos apoyos en el Concejo Deliberante, como el del concejal Boeri, que más tarde se convertiría en un fuerte opositor a Anchorena. El del palacio del Once no era sin embargo un proyecto que disfrutara de consenso general. Al informar acerca de la posible autorización que el municipio concedería a los propietarios de un terreno de Avenida de Mayo y Perú para construir allí una obra privada, en abierta contradicción con lo que establecía de ley 7514, El Diario atacó fuerte. Como la Intendencia aducía que no se avanzaba en el cumplimiento de esa ley porque el gobierno nacional carecía de fondos para las expropiaciones, sostenía la publicación que fuera o no exacto el recurso en que la Intendencia amparaba su resolución, “lo cierto es que le viene al pelo para (...) ese descabellado proyecto que acaricia de edificar el palacio en el centro de la plaza del Once”. Y terminaba con una bravata: “Veamos, ahora, si el Congreso opina lo mismo”.30 28

El Diario, 7 de junio de 1911.

29

Revista Municipal, nº 374, del 27 de marzo de 1911, pp. 12-13. Ver artículo completo en el apéndice documental. 30

El Diario, 6 de junio de 1911. El director del diario, M. Láinez, era senador por la Provincia de Buenos Aires.

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La idea del palacio en la Plaza Once de Septiembre había comenzado a circular a principios de 1911 e incluso en abril se había difundido su diseño,31 pero nunca pasó de allí. El Nacional aprovechó para fustigar al intendente. En un apócrifo reportaje, se mostraba un Anchorena sin respuestas frente a las preguntas que se le hacían sobre diversos problemas del municipio. El periodista finalizaba su entrevista ficticia con una irónica reflexión: “Sobre el proyecto del Palacio Municipal, es casi obvio formular pregunta alguna. Me abstengo, pues de hacerlas, ya que me consta que en las sesiones de prórroga del Congreso no se incluyó el debate sobre el tema. Es una desatención y una negligencia imperdonable”.32 Días más tarde, el mismo diario publicaba en la tapa una caricatura de Anchorena, acompañada de una rima burlona: “Mucho proyecto, mucha parada, pero hasta ahora, nada”.33 Entretanto la ciudad daba en aquel año un paso importante para la modernización en marcha: en octubre se iniciaron las obras del primer subterráneo, que conectaría la Plaza de Mayo primero con la plaza Once (tramo inaugurado el 2 de septiembre de 1913) y luego con el barrio de Caballito (estación inaugurada el 1 de julio de 1914).34

31

Revista Municipal, nº 377, del 17 de abril de 1911, pp. 13-14

32

El Nacional, 28 de octubre de 1911.

33

El Nacional, 31 de octubre de 1911.

34

Una ordenanza del 28 de diciembre de 1909 autorizó a la compañía de tranvías Anglo Argentina a construir una red de “tranways subterráneos”, que comenzaba por la línea Plaza de MayoPrimera Junta. (Cincuentenario, p. 143).

123


124


Hacia 1913, el sector de la Casa Municipal que da a Bolívar y Rivadavia ya se veía terminado desde la terraza de la tienda Gath y Cháves. Los últimos trabajos estuvieron terminados en febrero de 1914. 1913 aprox Zago BA ayer.

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Un ensanche inadvertido

Mientras se construía el primer tramo del ensanche en los terrenos adyacentes al Palacio construido casi 20 años atrás, donde habían estado emplazados los Altos de Riglos, se iniciaba el proceso que llevaría a completar la ampliación, avanzando hasta la esquina de Rivadavia. El 23 de diciembre de 1911, y por moción del concejal Guerrico, el Concejo aprobó el contrato de compra de la finca de la esquina de Rivadavia y Bolívar, autorizada por la ley 7514 del año anterior. La ordenanza establecía: 35 Art. 1º Apruébase el convenio ad referendum que corre a fojas 1 de este expediente, por el que la señora Isabel Urioste de Mallo y señorita Lucía Urioste, venden a la Municipalidad la finca situada en la calle Bolívar números 1 y 7, y Rivadavia números 502 y 518, con la superficie que resulte entre muros ad corpus, dentro de los siguientes linderos: al este y norte las calles antes mencionadas, al Sud la Municipalidad, y al Oeste C. y L. Estrada de Borbón, por la cantidad de ochocientos mil pesos moneda nacional, con destino al ensanche del local de la Intendencia Municipal y formación de la ochava que corresponde a la avenida diagonal. Art. 2º Autorízase al DE para hacer uso del crédito, hasta la cantidad equivalente al precio convenido y a que se refiere el artículo anterior”.36 35

En la ocasión hizo uso de la palabra el secretario de Obras Públicas del DE y solicitó se agregara (como finalmente se hizo) al final del artículo 1º una autorización para la formación de la ochava que correspondía a la avenida diagonal ya proyectada. Se opuso a ello el concejal Canale pues señaló que el de las diagonales aún no era un proyecto de ley y por esto la Municipalidad no podía ordenar obras cuya ejecución no estaba sancionada (Actas, 1911, p. 496).

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Para algunos, los ochocientos mil pesos que pagaba el municipio no sólo constituían “un precio fuera de lo lógico y razonable”, sino que hacían más difíciles las futuras expropiaciones para la apertura de la Diagonal Norte, ya que se facilitaba “una nueva base para la estimación de las fincas en todos los alrededores...”.37 La segunda parte del ensanche, entonces, que en la práctica continuó sin interrupción a la primera, con ocupación de los sectores que iban quedando terminados, ya estaba en marcha en 1912. La encendida polémica que se planteó en torno del principal proyecto de Anchorena, la apertura de las avenidas diagonales, hizo que la construcción de la Intendencia recibiera muy escasa atención, no sólo de los medios de prensa, sino aun de la propia administración municipal. El Diario, por ejemplo, que durante todo el primer semestre de 1912 criticó con fuerza y persistencia aquel proyecto -sobre todo por el gasto que implicaba-, no informó siquiera una vez acerca de los trabajos en la Casa Municipal. Incluso en el interior del gobierno comunal las opiniones estaban divididas: “En la Municipalidad no se habla de otra cosa que de las avenidas”, afirmaba un artículo de la misma publicación el 14 de mayo. Las diferencias eran particularmente duras con el Concejo Deliberante, cuya cerrada oposición llevó al Intendente Anchorena a desafiar a los concejales: “Haré las avenidas con los jueces”.38 En la Memoria de 1912, Anchorena y su administración pusieron en evidencia el escaso interés que tenían en los trabajos del ensanche. En efecto, en medio de otras informaciones sobre obras comunales en ejecución, se cita la “ampliación del Palacio Municipal, por $465.095,12”. Esa media línea es todo lo que se dice - en un volumen de 450 páginas- sobre una construcción que evidentemente no parece 36

El pago a las Urioste se hizo efectivo el 15 de febrero de 1912: $553.332 en letras a 6 y 12 meses y $266.668 con dinero proveniente del Banco Municipal (Revista Municipal del 4/3/1912, nº 423, p. 21 y La Prensa del 14 de diciembre de 1911). 37

El Diario, 21 de junio de 1912. El cuestionamiento era parte de un largo listado de desaciertos que, a juicio del diario, hacían impostergable la renuncia de Anchorena. 38

El Diario, 6 de junio de 1912.

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haber generado expectativas ni en la sociedad ni en quienes tuvieron la responsabilidad de llevarla a cabo.39 Sabemos no obstante que la construcción del último tramo de la Casa Municipal continuó a ritmo sostenido: en agosto de 1912 no sólo se había demolido la edificación existente, sino que ya estaba armado el armazón metálico, y los cimientos estaban completamente terminados.40 También avanzaba la apertura de las diagonales, que captaban cada vez más el centro del debate de las políticas municipales. Mientras La Prensa aprobaba con énfasis las transformaciones propuestas, otros medios informaban acerca de protestas en los barrios de la Boca, Flores y Barracas, afectados por inundaciones que no recibían una equivalente atención de las autoridades. “Mientras la mitad de Buenos Aires se hunde y se derrumba bajo las aguas - denunciaba El Diario en mayo de 1912 - la Municipalidad dedica todo su tiempo y todo el crédito de la comuna a adornar costosamente la otra mitad, abriendo avenidas lujosas y abandonando en la miseria y el peligro barrios enteros, los más poblados de la metrópoli”. Es que “Joaquinito el inútil”, como llamaba ese medio a Anchorena, “no sabe del agua que cubre las camas de los pobres, del pan que falta, de la muerte negra que acecha en las correntadas de las lluvias”.41 Entretanto, en aquellos sectores de la Intendencia que ya estaban en uso se seguían llevando a cabo algunas mejoras. El 7 de junio de 1912 el Departamento Ejecutivo pidió al presidente de la Comisión de Obras Sanitarias de la Nación que se aprobara el proyecto de presupuesto y pliego de condiciones para ampliar el servicio de incendio de la Casa, como se había hecho en el teatro Colón.42 Hubo que licitar dos veces por falta de interesados. La segunda vez se presentó una sola oferente, la firma Agar, Cross y Cía. Ltda., que obtuvo el 39

Memorias, 1912.

40

El Diario, 31 de agosto de 1912.

41

El Diario, 7 y 10 de mayo de 1912.

42

La Prensa, domingo 8 de junio de 1913, p. 17.

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encargo por algo más de diez mil pesos.43 En abril del año siguiente, la Municipalidad también aceptó la propuesta para “construir el revoque en la parte antigua del edificio municipal” que habían hecho Bonneu Ibero y Cía., con un presupuesto de veintisiete mil pesos.44 A principios de junio de 1913 el departamento de Obras Públicas autorizó la inversión de casi dos mil trescientos pesos para construir en hormigón armado los cimientos de la nueva torre del edificio municipal.45 Sólo un mes después, el 9 de julio, la fachada de la Intendencia sobre Rivadavia y Bolívar ya estaba casi terminada, como muestra la fotografía publicada en La Prensa para ilustrar la información sobre la conmemoración de la independencia. La misma foto dejaba ver, de paso, el primer tramo de la diagonal norte, ya asfaltado.46 Algunos elementos fueron agregados posteriormente: en agosto se aceptó la propuesta de Bonneu Ibero, Parodi y Figini para la construcción de las columnas de entrada en la ochava de Bolívar y Rivadavia, a un costo de setecientos ochenta pesos 47. En septiembre se destinaron tres mil doscientos a la construcción de un balcón en el el frente de la calle Bolívar.48 El apuro por terminar la obra seguía siendo el de los primeros días, y llegó hasta el punto de afectar algunos intereses: hacia fin de año la Intendencia indemnizó con tres mil pesos “a los señores Soerting Hnos. Ltda., por rescisión del contrato relativo a instalación de la calefacción en el nuevo edificio municipal, obras que fueron realizadas por el departamento de obras públicas a fin de ganar tiempo”.49

43

Revista Municipal, números 505 (29 de septiembre de 1913); 507 (13 de octubre de 1913); 509 (27 de octubre de 1913) y 511 (10 de noviembre de 1913). 44

Revista Municipal, 480 del 7 de abril de 1913, p. 17.

45

El Diario, 3 de junio de 1913.

46

La Prensa, 11 de julio de 1913.

47

Revista Municipal, nº 498 del 11 de agosto.

48

Revista Municipal, nº 504 del 22 de septiembre de 1913, p. 11.

49

Revista Municipal, nº 517 del 22 de diciembre de 1913, p. 11.

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El único palacio

La altura del edificio, cuya cúpula se destacaba entre los edificios aledaños, despertó algunas especulaciones. El señor Julius Pintsch ofreció a la municipalidad la instalación en la nueva torre de un faro “cuyo costo presupuesta en pesos 9.000. Este estaría constituido por una lámpara de arco voltaico, con dos lentes, y cada uno produciría relámpagos de luz de una intensidad de 10 millones de bujías, visibles en días de buen tiempo desde 80 kilómetros y de 39 kilómetros con cielo nublado”. El objetivo de semejante ofrecimiento era impedir los accidentes que podrían ocasionar los vuelos nocturnos de los pocos aviones que circulaban en la zona. Un artículo de la Revista Municipal respondió, no sin ironía: “Aunque no es mucho 9.000 pesos, gastarse esa suma, en estos momentos de escasez de plata, para una cosa tan inútil como ésta, nos parece un tanto inoportuno (…) en todo caso, si la Municipalidad se halla en tren de desprenderse de dinero, nos permitiríamos sugerirle la conveniencia de cambiar el objeto del desembolso, y en vez de faro para los aeroplanos, adquirir dos naves aéreas y regalarlas a algún campo de aviación, para ejercicio del público”. 50 En diciembre, las obras del ensanche ya estaban en los finales. Los trabajos de electricidad en el frente de la Intendencia le fueron encomendados a otra empresa que reiteradamente había realizado trabajos para el municipio, Claramunt y Romero, cuya propuesta, que suponía 50

Revista Municipal, nº 512 del 17 de noviembre de 1913, p. 9-10 y 13.

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un costo de novecientos ochenta y cinco pesos, fue aceptada 51. Es el mismo mes en que a los ingenieros constructores Bonneu Ibero y cía. les aceptaron el presupuesto “para la construcción de ‘toilettes’ en el nuevo edificio municipal por la suma de $ 4.000 con una bonificación del 0,50 por ciento”.52 El vértigo en que estaba envuelta la obra parece no haber afectado algunas costumbres de quienes la hicieron posible. La Prensa del 5 de enero de 1914 publicaba una breve crónica con el título de “Alarma en la Municipalidad”. “Anoche, poco después de las 12”, narraba el texto, “comenzó a salir humo de la parte del edificio de la Municipalidad, actualmente en construcción, y desde las calles Rivadavia y Bolívar se alcanzaron a divisar llamas de fuego. Llamados los bomberos, en pocos minutos, a las 12,25, llegaron a la Avenida de Mayo, frente a la Municipalidad, al mando del coronel Armesto y del comandante Graneros. Se comprobó que la alarma había sido causada por una fogata hecha por unos obreros que estaban en el subsuelo del nuevo edificio. Con objeto de calentar agua, hicieron fuego con unas maderas y luego abandonaron la pequeña hoguera, la que se hizo más grande debido a que se quemaron unas maderas depositadas en un sitio próximo”. Todo se resolvió con unos baldes de agua.53 Cincuenta días después del episodio, empezó la mudanza del vasto departamento de Obras Públicas a la parte nueva del edificio. El 25 de febrero de 1914 se atendió por primera vez al público en las dependencias recién terminadas. ”Ha contribuido a no entorpecer el movimiento administrativo la buena voluntad de los empleados de la repartición que, a pesar de tener derecho al asueto de estos días (era carnaval), hicieron espontánea renuncia de él”, afirmaba uno de los matutinos de la ciudad. El edificio tenía “amplios y cómodos corredores”, subrayaba el diario, que facilitaban la comunicación como lo requería el numeroso 51

Revista Municipal, nº 514 del 1 de diciembre de 1913, p. 14.

52

Revista Municipal, nº 518 del 29 de diciembre, p. 14.

53

La Prensa, 5 de enero de 1914.

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público, pero la capacidad de ciertos locales no respondía “a las exigencias del servicio”, ya fuera por el exceso de personal o de público. Había oficinas, en cambio, a las que no concurrían los vecinos y en las que los funcionarios estaban muy cómodos, con un espacio excesivo en algunos casos. El ensamble entre lo nuevo y lo preexistente, finalizaba la nota, había implicado la apertura de “diversas comunicaciones en los distintos pisos del antiguo edificio”, que gracias al traslado de algunas oficinas podría ofrecer comodidades de las que hasta ese momento carecía el público.54 El nuevo edificio municipal no hospedó durante mucho tiempo al intendente que finalmente lo había completado, veintidós años después de la colocación de la piedra fundamental en Bolívar y Avenida de Mayo. Si bien algunos sectores de la sociedad porteña venían pidiendo su renuncia desde hacía un par de años, fue 1914 el que vio apagarse la estrella de Anchorena. La muerte de Roque Sáenz Peña le había quitado el más fuerte de sus apoyos, y la incapacidad personal que se le imputaba le restó legitimidad a su mandato. La prensa porteña no había ahorrado adjetivos para calificar su gestión, no sólo por su incompetencia y por la largueza con que empleaba los recursos públicos para exclusiva satisfacción de la élite, sino también por su insensibilidad social, que había sido motivo de ácidos comentarios. Pero fue durante el mes de octubre de 1914 cuando una serie de artículos aparecidos en el diario Crítica preanunciaron el final de la gestión del intendente, miembro de una de las familias emblemáticas de la gran burguesía argentina de la época. “El doctor Anchorena no se resuelve a abandonar la posición sobre la que logró encaramar la suficiencia insolente de su nulidad. Sabiendo (...) que después de intendente no será ya nada más que el platudo Anchorena, se niega resueltamente a abandonar su sitio al sol”, fustigaba Crítica a principios de aquel mes.55

54

La Prensa, jueves 26 de febrero de 1914.

55

Crítica, 6 de octubre de 1914.

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El 24 de octubre presentó finalmente su renuncia quien protagonizara una de las dos gestiones municipales más prolongadas desde la federalización de la ciudad. “¿Será verdad tanta belleza?”, se preguntaba con ironía un periodista ese día. Frente a la histórica Plaza de Mayo se erguía ya completo, entre la Avenida de Mayo y Rivadavia, el único Palacio Municipal que construyó la ciudad, pese a haber fantaseado durante treinta años con muchos otros, más grandes, más monumentales, más suntuosos. Todavía se lo consideraba una sede provisoria para la administración municipal. Al tomarse la decisión de iniciar el ensanche, en el Departamento de Obras Públicas y en el Concejo Deliberante se había estimado que podría “durar diez años en buenas condiciones”57.

56 57

Crítica, 24 de octubre de 1914. Expediente Municipal 29631-D-1911.

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EpĂ­logo

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Después de dos décadas de marchas y contramarchas, la Casa Municipal ocupa toda la cuadra entre la Avenida de Mayo y Rivadavia. Su terminación no impidió que se siguieran proyectando nuevos palacios para la municipalidad. 1919 Zago Av de Mayo.

Provisoria, insuficiente, demasiado chica, demasiado insignificante. Todavía en 1934, veinte años después de que hubiera alcanzado sus dimensiones definitivas, la Casa Municipal, considerada “absolutamente inadecuada”, era un problema que requería “urgente solución”. Así lo creía el propio intendente Mariano de Vedia y Mitre, que gobernó la ciudad durante seis años de la llamada Década Infame, entre 1932 y 1938, y así lo consignó en la Memoria que presentó al Concejo Deliberante en 1935: “Este problema ha preocupado a todas las Intendencias anteriores, y debo señalarlo una vez más para expresar la conveniencia impostergable de una adecuada solución”.1 No faltaba a la verdad de Vedia y Mitre respecto de las intenciones de algunos intendentes que lo habían precedido, aun después del 1

Memoria, 1933 y 1934, p. 201.

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1920: a pesar de todos los cuestionamientos, el edificio de la Intendencia tenía un lugar frente a la plaza de las celebraciones. Todavía faltaba, sin embargo, para que la ciudad lo aceptara como definitivo.

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período de las más encendidas fantasías constructivas. En 1925, el Intendente Carlos Noel se propuso construir un palacio municipal en la plaza Independencia, bordeado por la avenida del mismo nombre y por las calles Bernardo de Irigoyen, Lima, Salta y Estados Unidos, que además debería haber oficiado como remate de la Diagonal Sur. Cinco años después, la Municipalidad estudiaba la posibilidad de instalar su sede en Caballito, en las inmediaciones de Rivadavia y Campichuelo o Rio de Janeiro, o mediante la distribución de varios edificios entre los parques Rivadavia y Centenario.2 La clase dirigente de la ciudad parecía no haber advertido las señas del fin de una época. La edad dorada del país agroexportador que se había inaugurado en 1880, junto con la federalización de Buenos Aires, había llegado a su fin. La Capital seguiría experimentando por cierto profundas transformaciones, pero ellas no podían ser representadas por un grandioso palacio que se constituyera en un monumento al progreso de la Reina del Plata. Los tiempos habían cambiado, y mucho. La vieja élite que quería a París en el Plata ya no podía gobernar a la sociedad argentina. Aun en el segmento de mayor riqueza y de mayores privilegios sociales se habían modificado los intereses dominantes y estaban variando las orientaciones culturales. Los sectores populares, por su parte, se iban a apropiar en pocos años más de ámbitos urbanos que les habían estado históricamente vedados. Es difícil saber en qué momento preciso el edificio de la Intendencia dejó de ser aceptado sólo como una sede mientras tanto para constituirse en la única Casa Municipal, sin más planes de demolición ni de construcción nueva. Como sea, desde en 1940 se volvió a remodelar el Cabildo para devolverle algo de su apariencia colonial, el frente que cierra la Plaza de Mayo por el oeste, sobre la calle Bolívar, adquirió el aspecto que conserva hasta la actualidad. O casi.

2

Gutiérrez y Berjman, La Plaza de Mayo, 1995.

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La fastuosidad de ciertos proyectos que todavía hacían públicos en la década de los veinte parece indicar que la élite dirigente no había advertido las señales del fin de una época. 1923 Solsona.

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En efecto, en el exterior de la Casa se producirían todavía algunos cambios. En algún momento, que acaso haya sido durante los primeros tiempos de la dictadura que quiso llamarse Revolución Libertadora, entre gallos y medianoche quedaron tapiadas las puertas que se abrían sobre la ochava de Avenida de Mayo y Bolívar. Las fotografías de época permiten sólo alguna datación muy aproximada, que un hallazgo arqueológico de julio de 2005 invita a precisar. Debajo de la cámara de aire de un piso de pinotea, en una oficina que funcionaba en esa ochava se encontraron, intactos, el original piso de mosaicos de lo que había sido la entrada, y los peldaños de la escalera que conducía desde la calle a las dependencias interiores. Una página abollada de un ejemplar del diario Clarín del 18 de diciembre de 1955, abandonada en el recinto tapiado, es el indicio que sugiere una fecha más precisa para el momento en que quedaron cerradas las puertas que daban a la Plaza. Si el gesto encubría de algún modo la voluntad de los funcionarios golpistas de obturar el contacto con un pueblo que había aprendido a ganar la Plaza de Mayo, y que ya no la abandonaría ni en los peores momentos de su historia, estaba condenado al fracaso. La democratización de la sociedad argentina, ya iniciada, sólo sería interrumpida durante un prolongado período por la violencia desnuda de sucesivas dictaduras militares. En virtud de la reforma constitucional de 1994, por fin, la Capital Federal se transformó en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tres años después, la Casa alojó por primera vez a un gobierno elegido por el voto popular, y se transformó a su vez en la sede de la Jefatura de Gobierno. Ya nadie en Buenos Aires sostiene, al menos públicamente, que el edificio deba ser demolido para que la ciudad tenga un palacio de gobierno que sea digno de su grandeza. Es posible que la historia reciente del país y de la ciudad haya terminado para siempre con las fantasías de quienes sólo podían aceptar su lejanía del centro del mundo si montaban una escenografía urbana que les permitiera disimularla.

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Con la restituci贸n al Cabildo de algo de su apariencia tradicional, en 1940, el paisaje al oeste de la Plaza de Mayo, sobre la calle Bol铆var, se estabiliz贸. 1940 Antorchas

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Xiovxiov xiov xiov xiov Xiovxiov xiov xiov xiovXiovxiov xiov xiov xiovXiovxiov xiov xiov xiov

La construcción y el sostenimiento de la Casa Municipal fueron posibles un siglo atrás, en ardua coexistencia a veces con el desprecio de que la hacían objeto los paladines de proyectos fastuosos, gracias a parciales y transitorios triunfos de la austeridad y del respeto por el dinero público. Ella es ahora un testimonio de aquellos conflictos.

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ApĂŠndice documental

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Ley que declara a la ciudad de Buenos Aires Capital Federal de la República Argentina Por cuanto: El Senado y Cámara de Diputados de la Nación Argentina, reunidos en Congreso, etc., sancionan con fuerza de Ley: Art. 1º. Declárase Capital de la República el municipio de la ciudad de Buenos Aires, bajo sus límites actuales. Art. 2º Todos los establecimientos y edificios públicos situados en el municipio, quedarán bajo la jurisdicción de la Nación, sin que los municipales pierdan por eso su carácter. Art. 3º El Banco de la Provincia, el Hipotecario y el Monte-pío permanecerán bajo la jurisdicción y propiedad de la Provincia, sin alteración a los derechos que a esta corresponden. Art. 4º La provincia mantendrá igualmente la administración y propiedad de sus ferrocarriles y telégrafos aunque empiece su arranque en el municipio de la ciudad, conservando asimismo la propiedad de los demás bienes que tuviese en él. Art. 5º La nación tomará sobre sí la deuda exterior de la Provincia de Buenos Aires, previos los arreglos necesarios. Art. 6º El gobierno de la Provincia podrá seguir funcionando sin jurisdicción en la ciudad de Buenos Aires con ocupación de los edificios necesarios para su servicio, hasta que se traslade al lugar que sus leyes designen. Art. 7º Mientras el Congreso no organice en la Capital la Administración de Justicia, continuarán desempeñándola los Juzgados y Tribunales provinciales con su régimen presente. Art. 8º Esta ley sólo regirá una vez que la Legislatura de Buenos Aires haya hecho la cesión competente, prestando confor-

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midad a sus cláusulas con arreglo a lo dispuesto en el artículo 3º de la Constitución Nacional. Art. 9º Comuníquese al P. E. Dada en la Sala de Sesiones del Congreso Argentino, en Belgrano a veinte de setiembre de mil ochocientos ochenta. A. del Valle Vicente P. Peralta B. Ocampo J. Alejo Ledesma Pro-secretario del Senado Secretario de la Cámara de Diputados

Autorización del Concejo Deliberante al Departamento Ejecutivo para llamar a concurso la construcción de la Casa Municipal - 28 de noviembre de 1887 “Art. 1º Autorízase al D. E. para sacar a concurso en la República y en el exterior la confección de planos y presupuestos para la construcción de la casa Municipal de la Capital. Art. 2º La nueva casa Municipal deberá emplazarse en el local que ocupa la casa de los Tribunales, antiguo Cabildo de la Ciudad, aumentado con los terrenos inmediatos que el D.E. juzgase necesarios, a cuya compra se le autoriza, así como el gestionar su expropiación previa la declaración correspondiente. Art. 3º El D.E. redactará las bases a que deberán sujetarse los proyectos, publicará los correspondientes avisos, estudiará los proyectos que se presenten y oportunamente los someterá a la elección y aprobación del Honorable Concejo Deliberante. Art. 4º Establécese un primer premio de 5.000$ m/n, un segundo de 2.500$ m/n y un tercero de 1.500$ m/n. Art. 5º Los planos y modelos premiados quedarán de propiedad exclusiva de la Municipalidad, la que podrá confiar su ejecución y dirección a quien mejor convenga, si el autor premiado no aceptase su dirección en iguales condiciones. Art. 6º Señálase el día 1º de septiembre de 1888, para la presentación de los planos y presupuestos.

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Art. 7º Los gastos que demande la ejecución de esta Ordenanza deberán imputarse a la misma y abonarse de rentas generales, mientras no se incluya en el presupuesto. Art. 8º Comuníquese, etc.”1.

Ordenanza del 14 de noviembre de 1888 que designa la manzana del Cabildo para edificar allí el Palacio Municipal “Art. 1º Desígnase como sitio en el que debe construirse el Palacio Municipal de la Capital, el del actual Cabildo y la fracción que resulte, previa apertura de la Avenida de Mayo, entre ésta, la calle de Rivadavia, la Plaza de Mayo, hasta la propiedad Municipal, actualmente ocupada por la casa de comercio de Clayla y Cª. Art. 2º En la superficie que ocupa actualmente el Cabildo se construirá el edificio para las reparticiones de la Intendencia, con sus correspondientes oficinas y en la superficie que resulte entre las Avenida de Mayo, por el sud, la calle Rivadavia por el norte, la calle de Bolívar, por el este; y la propiedad Municipal que ocupan los señores E. Cayla y Cª; el otro cuerpo del edificio Municipal para el Consejo Deliberante y sus dependencias. Art. 3º Queda facultado el D. Ejecutivo para efectuar, privadamente la compra en particular de las propiedades necesarias para el objeto indicado, dando cuenta inmediatamente al H. Concejo. Art. 4º En el caso de no poderse realizar las compras de que habla el artículo anterior en la forma indicada, el D. Ejecutivo queda facultado para solicitar del H. Congreso, la ley de espropiación (sic). Art. 5º El D. Ejecutivo hará confeccionar los planos del Palacio Municipal, a la brevedad posible y sacará a licitación pública la construcción de la obra. 1

Acuerdos, 1887, pp. 543.

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Art. 6º Los gastos que resulten de esta Ordenanza se imputarán al inciso 31 del Presupuesto. Art. 7º Derógase la ordenanza del 28 de noviembre de 1887. Art. 8º Comuníquese, etc.”2.

Decreto del Intendente Municipal del 3 de enero de 1889 llamando nuevamente a la presentación de planos en el concurso para la edificación del Palacio Municipal “Considerando: que el día 1º de corriente, fijado para la presentación de planos en el concurso para los del Palacio Municipal, no concurrió más que un solo proponente; que al día siguiente 2 se presentaron dos proponentes más, con planos y pliegos. Que dada la importancia de la obra es conveniente hacer la concurrencia del mayor número posibles de proyectos. Que el Honorable Concejo Deliberante no ha tomado aún en consideración el pedido de esta Intendencia, sobre fijación de premios para los proyectos superiores que sean aprobados. Que los planos y pliegos presentados han permanecido ocultos y cerrados. Por todo esto el Intendente Municipal DECRETA: Art. 1º Señálase el día 1º de abril próximo a las 3 p. m. para la presentación de planos y proyectos para la construcción del Palacio Municipal, de acuerdo con las bases que estarán de manifiesto en la Secretaría y la Ordenanza respectiva. Art. 2º Convócase a la Comisión nombrada para el día fijado, a fin de que, en el despacho de la Intendencia y ante el Escribano Municipal, se reciba de los planos y proyectos que se presenten. Art. 3º Devuélvase a los interesados los planos y pliegos presentados el 1º del corriente, a efecto de que puedan concurrir en forma el día señalado. Art. 4º Comuníquese, etc.”.3 2

Acuerdos, 1888, pp. 439-440.

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Ordenanza del 14 de enero de 1889 llamando a un nuevo concurso de planos para la construcción del Palacio Municipal “Art. 1. Créanse dos premios como estímulo a los que presenten planos para la construcción de los dos cuerpos del Palacio Municipal. Art. 2. El primer premio será de diez mil pesos m/n. El primero será para el que resulte aprobado, y el segundo para el que le siga en importancia. El autor del proyecto que resulte premiado, será el director de la obra, con la remuneración del 5% del importe total de dicha obra. Art. 3. Los avisos para la presentación de los proyectos respectivos, deberán publicarse en las principales ciudades, nacionales y extranjeras. En los Consulados o Legaciones de las ciudades donde se publicaren los avisos, deberá ponerse a disposición de los interesados en ejemplares impresos a) – el pliego detallado de condiciones. b) – un anteproyecto formulado por el Departamento de O. Públicas, en el cual esté gráficamente representada la distribución de las diversas plantas de los edificios, con las designaciones de las oficinas y servicios necesarios. En dicho anteproyecto se incluirán todas las oficinas municipales, de cualquier naturaleza que sean, y que puedan concentrarse en un solo edificio. c) – todos los demás datos que la Intendencia juzgase oportunos. Los avisos para presentación de los proyectos y presupuestos para el Palacio Municipal, serán expuestos en un paraje público durante un mes, al cabo del cual el Jury, discernirá los premios de esta Ordenanza. Art. 5. Comuníquese, etc.”4.

3

Boletín Mensual de Estadística Municipal, Enero 1889, p. 9.

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Resolución del Concejo Deliberante del 22 de marzo de 1889, suspendida siete días después, que ordena ocupar el local del antiguo Cabildo “Al H. Concejo: Estando desocupado el local del antiguo Cabildo al que deben trasladarse oportunamente las oficinas municipales, según ordenanza de este H. Concejo, y pudiendo fácilmente instalarse ya en el resto del edificio todas las dependencias inmediatas del D. Ejecutivo, con lo que, a la vez que economía para el erario municipal, se conseguirían ventajas y comodidades para el público, el H. Concejo Decreta: Art. 1. El D. Ejecutivo y el H. Concejo Deliberante municipal trasladarán sus oficinas al edificio del Cabildo, dentro de un plazo breve. Art. 2. Queda autorizado aquel para hacer los gastos necesarios para su traslación e instalación que se imputarán a extraordinarios. Art. 3. El señor Intendente podrá ofrecer el local que ocupa actualmente al Ministerio de Justicia, con el contrato existente, a fin de obtener su pronta traslación para las obras de la Avenida. Art. 4. Comuníquese, etc.”.5

Ordenanza del 26 de diciembre de 1890, que fija la altura de los edificios a construirse frente a la Avenida de Mayo “Art. 1º Desde la promulgación de la presente Ordenanza, todo edificio que se construya en las esquinas de la Avenida de Mayo y tenga frente también a las otras dos calles, regirá para todo el edificio la altura uniforme de veinte y veinte y cuatro metros, establecidos para la Avenida de Mayo; debiendo retirarse 4

Acuerdos, 1889, p. 23

5

Acuerdos, 1889, p. 46.

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un metro cincuenta centímetros de la línea actual en las calles de Rivadavia y Victoria. Art. 2º Cuando se construyan edificios con frente a la Avenida, cuyo fondo dé frente a otra calle, su altura será igual a la determinada en el artículo anterior y deberá también retirarse mts. 1.50 de la línea de la última de las calles. Art. 3º Para las casas que se construyan cuyos frentes no lleguen a la Avenida de Mayo, regirán las mismas condiciones. Art. 4º Se hace extensiva a las construcciones sobre las calles Victoria y Rivadavia, en las manzanas afectadas por la Avenida de Mayo, la ordenanza vigente sobre derechos de edificación en esta última. Art. 5º quedan derogadas todas las ordenanzas que se opongan a la presente. Art. 6º Comuníquese, etc.”.6

Nota del Club Gimnasia y Esgrima leída en la sesión del Concejo Deliberante del 26 de junio de 1891, que solicita la preservación del Cabildo de Buenos Aires “Señor presidente. La Comisión Directiva del Club de Gimnasia y Esgrima, continuando con su propósito de propender a que el culto de la patria y el recuerdo de sus hechos se conserve inalterable, viene por la presente a solicitar del H. Concejo Deliberante una disposición que ordene conservar el antiguo Cabildo, en el que aún se encuentra en su primitivo estado, la llamada sala de audiencias, donde se dio el grito de la libertad. Este patriótico pedido no es más que una continuación de lo que han hecho los poderes nacionales, adquiriendo la casa en Tucumán, donde se declaró la Independencia en 1816, restaurándola y conservando en ella los muebles con que estaba adornada en esa época, y 6

Acuerdos, 1890, pp. 371-372.

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bastaría por hoy, teniendo en cuenta la situación actual, el que se dispusiera en el 9 de julio próximo, se colocara en el balcón central, desde donde se anunció al pueblo que era libre y soberano, una placa que, conmemorando este hecho, recordara a las generaciones sucesivas, el glorioso acto histórico que en ese edificio se llevó a cabo. Quiera el H. Concejo, tener la seguridad que llenará un sentimiento patriótico, si accede al pedido que el Club de Gimnasia y Esgrima se permite hacer por la presente. Tomás Santa Coloma - Francisco Argerich”7.

Ordenanza del 30 de junio de 1891 que dispone conservar y restaurar el edificio del Cabildo “Art. 1ºAutorízase a la Intendencia para que recabe del H. Congreso Nacional, una ley que consagre como monumento nacional, la Sala de audiencias del antiguo cabildo, a fin de que no pueda ser destruida. Art. 2º Nómbrase una comisión compuesta de cinco ciudadanos que designará el Presidente del Concejo Deliberante, para que estudie y resuelva la mejor manera de conservar el edificio indicado, y de restaurarlo cuanto sea posible, al estado que tenía el 25 de mayo de 1810. Art. 3º La Comisión que se nombre queda autorizada para efectuar las obras necesarias, con el objeto indicado en el artículo anterior, como también para adquirir los muebles y demás objetos que ornamentaban la Sala de audiencias; y con tal objeto, a promover suscriciones (sic) patrióticas en toda la República. Art. 4º El Director del Museo Histórico entregará oportunamente a la misma Comisión, todos los objetos que existan en ese establecimiento y que hubieran pertenecido al antiguo cabildo. Art. 5º Comuníquese, etc.”8.

7

Acuerdos, 1891, pp. 509-510.

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Ordenanza del 30 de junio de 1891 que autoriza los gastos solicitados para reconstruir la Casa Municipal en Avenida de Mayo y Plaza Victoria Art. 1º. Autorízase al D. Ejecutivo, para invertir hasta la cantidad de ciento cincuenta mil pesos moneda nacional (150.000 $ m/n), como maximun, en la reconstrucción de la antigua casa Municipal en la esquina de la Avenida de Mayo y Plaza Victoria. Art. 2º. El nuevo edificio se construirá de acuerdo con los planos adjuntos, debiendo agregarse un sótano, de tres metros de profundidad a lo menos. Art. 3º. El D. Ejecutivo llevará cuenta de los materiales de propiedad Municipal que se empleen en la obra; ya sean provenientes de las demoliciones que se efectúen en la Avenida de Mayo o de obras paralizadas. Art. 4º. El gasto que autoriza esta ordenanza se imputará a ordenanzas especiales del H. Concejo. Art. 5º. Comuníquese al D. Ejecutivo con remisión de sus antecedentes”.9

Aprobación ad referéndum del contrato por el ascensor - 1894 “Artículo 1º. Se aprueba el contrato ad-referéndum celebrado por el señor Intendente con los señores Devillard y Cª para la instalación de un ascensor en la casa Municipal, por la cantidad de $21.000 m/n, en vista de no haber resultado las dos licitaciones anteriores, imputándose al inciso XXIX del presupuesto vigente. Art. 2º. Comuníquese al DE con remisión de los antecedentes”10 . 8

Acuerdos, 1891, pp. 518-519.

9

Acuerdos, 1891, pp. 522-523.

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Informe de la subcomisión de Hacienda del 29 de septiembre de 1905, sobre diversos proyectos de Palacio Municipal “H. Comisión Municipal: Vuestra subcomisión de Hacienda informó ya favorablemente el proyecto de minuta de comunicación presentado por el señor comisionado Carranza, autorizando al señor Intendente para gestionar del excelentísimo gobierno de la nación, la entrega del antiguo cabildo, para reconstruir en el terreno, una casa municipal digna de esta ciudad. Volvió el asunto a vuestro estudio y de la subcomisión de obras públicas, por haberse presentado en 16 de junio próximo pasado, otros proyectos para reedificación de la casa municipal; uno del señor comisionado Bollini, aconsejando se levantara un palacio en el terreno del mercado Lorea, ampliado por el que ocupa la policía; y otro de los señores comisionados doctor Pérez y el señor ingeniero Nyströmer,-indicando la conveniencia de expropiar o comprar la manzana entre las calles Viamonte, Libertad, Talcahuano y Córdoba. En vista de resoluciones tomadas por el H. Congreso para hacer una plaza ante el palacio que construye en la Avenida Callao y Entre Ríos, el señor comisionado Bollini desistió de su proyecto. La subcomisión de obras públicas manifiesta que, habiendo dictaminado favorablemente en el del señor comisionado Carranza, no cree conveniente entrar a discutir otro. Vuestra subcomisión de hacienda coincide con la opinión de vuestros colegas de la subcomisión de obras públicas; pero no se excusa de manifestar las razones por las que insiste en su dictamen. El proyecto de los señores comisionados Pérez y Nyströmer, en sí es realizable. Según las tasaciones agregadas al expediente la expropiación de la manzana indicada costaría $2.071.059 m/n, y podría pagarse con lo que produzca la venta de la actual casa municipal y terreno adjunto cuyo precio se estima en $2.413.600 10

Acuerdos, 1894, pp. 189-190.

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m/n, quedando así un sobrante para aplicarlo a la construcción de la nueva casa municipal. Pero vuestra subcomisión de hacienda considera que en el caso actual no se trata de una operación mercantil, sino de un acto público que influye e influirá directamente en la historia del país, en la educación de las generaciones actuales, en el espíritu de las generaciones venideras. El cabildo actual, mutilado, viejo, feo, no corresponde por cierto a la situación de la ciudad, a su importancia, a su riqueza; pero responde a la importancia pasada, presente y futura de la ciudad, conservar a su municipalidad ese pedazo de tierra en el que, por vez primera, se hizo carne el germen de la libertad argentina, en el que el eco repitió la frase de nuestros próceres y de donde gobiernos y pueblos han asistido a la formación de la nación. No nos parece que estos sublimes recuerdos se conserven con echar abajo los restos del cabildo actual y levantando sobre sus cimientos un nuevo edificio, destinar sus salas a conservar la colección de pequeños recuerdos, que más que a la nación, hablan al corazón de los hijos de esos valientes que nos dieron patria. Mientras que animado el nuevo edificio por el destino que siempre debió tener, nos parece que en él palpitará el alma de la ciudad, que fue su alma la que lanzó las proclamas de 1810 y es la misma que a través de los tiempos, en las claridades u obscuridades del momento, viviente, palpitante, asistió y tomó parte en los acontecimientos que formaron la república y que levantaron su capital. Estas tradiciones no se deben dejar morir. ¿Qué el terreno es insuficiente? ¿Qué es mal ubicado? No lo creemos. En el terreno del antiguo cabildo hay espacio de sobra para levantar un gran palacio municipal, con recinto para su concejo deliberante, con salones de recepción para su departamento ejecutivo. Por un pasaje subterráneo puede unirse este palacio con la casa municipal actual, ensanchada hasta la calle Rivadavia y destinada a oficinas y al despacho diario del departamento

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ejecutivo. No vemos qué obstáculo serio pueda oponerse a un arquitecto genial para proyectar una obra que, mientras consulta nuestras necesidades públicas, embellezca la gran Plaza de Mayo, y de una entrada imponente a nuestra avenida. En cuanto a la ubicación, no puede consultar mejor los intereses públicos. Todas las grandes fiestas nacionales se celebrarán siempre entre el palacio de gobierno y el palacio del Congreso -en la avenida y en la plaza.- La municipalidad de la ciudad allí ha de tener su sede. En el interés de los ciudadanos, es de todo punto conveniente que las oficinas municipales queden en el centro de los bancos, de la bolsa, de las oficinas nacionales. Si para nuestra vida americana, el tiempo es oro, es ésta la manera de dar oro a los que tienen gestiones con la municipalidad. Único obstáculo el tráfico, obstáculo eliminado por un pasaje subterráneo. Fundados en estas breves razones, nos permitimos aconsejar prestéis vuestra adhesión a nuestro despacho de mayo 30 ppdo. favorable al proyecto del señor comisionado Carranza. M. R. Martínez, N. E. Videla y A. Blosi”.11

Dictamen de las comisiones de Obras Públicas y Hacienda respecto de la propuesta del Intendente Güiraldes de construir el Palacio Municipal en la manzana del Cabildo (debatido en el Concejo Deliberante el 27 de abril de 1909) “El departamento ejecutivo se dirige a vuestra honorabilidad solicitando os sirváis autorizarlo para gestionar del gobierno de la nación la devolución del terreno del antiguo cabildo, donde se hallan actualmente los tribunales de lo civil, y al propio tiempo le facultéis para gestionar también, la sanción de una ley de expropiación a fin de poder adquirir las casas contiguas a dicho 11

Versiones taquigráficas, 1905, pp. 72-73.

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terreno y a la actual intendencia, para construir en esos dos sitios el futuro palacio municipal. El señor intendente, en apoyo de su pedido, manifiesta que se reconoce unánimemente la necesidad de dotar a las autoridades edilicias, de una instalación que convenga a las exigencias de orden administrativo, al propio tiempo que se halle en consonancia con la importancia siempre creciente de nuestra metrópoli. Considera el señor intendente que una instalación en esas condiciones puede obtenerse en los terrenos de la intendencia actual y de los tribunales ampliados con los contiguos que se propone expropiar y encuentra que es esa la ubicación tradicional para la casa de la municipalidad, aparte que hasta por razones de estética, esa ubicación es también conveniente puesto que la construcción de dos edificios monumentales como serán esos, en el término de la avenida es indudable que contribuirán eficazmente a hermosearla. Vuestras comisiones de obras públicas y hacienda participan de la opinión del departamento ejecutivo respecto de la necesidad de dotar a la municipalidad de un edificio que llene ampliamente las necesidades administrativas a la vez que haga honor a la importancia de la metrópoli y dentro de este orden de ideas, consideran que la iniciativa del señor intendente de construir este edificio en el sitio que lo propone es plausible y merece el apoyo de vuestra honorabilidad, tanto más cuanto que, ya en años anteriores, la honorable comisión municipal sancionó un proyecto del señor comisionado Carranza tendiente a obtener del gobierno nacional la devolución del terreno de los tribunales con objeto de destinarlo a la construcción del palacio del honorable concejo. Esta iniciativa del departamento ejecutivo, viene pues a completar aquella de la honorable comisión municipal, pues que permite proveer también a la instalación futura de la intendencia, construyendo con este objeto, en el terreno en que ésta se halla actualmente, ampliado con las casas contiguas hacia el lado de la calle Rivadavia un edificio con capacidad suficiente para instalar con comodidad todas sus dependencias.

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De acuerdo con estas consideraciones, vuestras comisiones de obras públicas y hacienda os aconsejan el siguiente proyecto de RESOLUCIÓN “Artículo 1º. Autorízase al DE para gestionar del Gobierno de la Nación la devolución del terreno del antiguo Cabildo que ocupan los tribunales civiles, con objeto de destinarlo, conjuntamente con el que ocupa actualmente la intendencia, a la construcción del futuro palacio municipal. Art. 2º. Autorízase igualmente al DE para que gestione la sanción de una ley de expropiación a fin de poder adquirir las propiedades contiguas al terreno de los tribunales y al que ocupa la actual intendencia con objeto de ampliar la superficie sobre la que ha de levantarse el referido palacio municipal. Art. 3º. Una vez obtenida la devolución y la sanción de la ley de expropiación el DE remitirá al H. Concejo una nómina de las propiedades que a su juicio deban adquirirse, con su avaluación correspondiente, a fin de votar los fondos necesarios para su expropiación. Art. 4º. Comuníquese, etc.”12.

Artículo publicado en la Revista Municipal del 11 de abril de 1910, que insta a la construcción del Palacio Municipal “El Palacio Municipal. Necesidad de su construcción. Acompañamos sinceramente la propaganda que se viene haciendo en el sentido de que cuanto antes se lleve a la práctica alguno de los tantos proyectos que existen sobre construcción del nuevo palacio municipal. El desenvolvimiento que están tomando todas las oficinas por razón de los nuevos servicios a que obliga el crecimiento de la población metropolitana, exige la ampliación del edificio que actualmente ocupa la Intendencia, 12

Versiones taquigráficas, 1909, pp. 27-28.

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dentro de un plazo brevísimo, para que no sufra más la comodidad del trabajo ni el público soporte los inconvenientes de la estrechez del local. Se han hecho tantas expropiaciones para obras menos urgentes que estas, que bien podría pensarse en la expropiación de lo que resta por Bolívar hasta Rivadavia y por ésta hasta el edificio de ‘La Prensa’, a fin de edificar rápidamente en ese espacio el nuevo palacio, que podría seguir el plan y la línea arquitectónica del actual, para formar con él un majestuoso edificio en que tendrían holgada ubicación todas las dependencias municipales que están diseminadas por distintos puntos de la metrópoli, pagando en concepto de alquileres una respetable suma. No habría de faltar seguramente dinero, para abordar esta obra de improrrogable necesidad y urgencia. Aparte de los fondos disponibles que la Municipalidad tiene en los Bancos, podría procurarse el que fuera necesario levantando en la metrópoli un empréstito, que fácilmente se cubriría dada la confianza y el crédito que inspira la acertada gestión de las finanzas comunales en el presente. La ampliación del palacio municipal es indispensable, y ello debió ser uno de los números que se incorporaron a los festejos del Centenario de Mayo, como expresión de la prosperidad comunal, no marcada por el tono majestuoso del edificio, sino por la necesidad que se ha tenido de él, para la atención de los servicios públicos. Pero no porque ese signo del bienestar económico de la metrópoli no ha podido incorporarse a la exposición de los progresos generales del país, debe olvidarse que es indispensable esa obra para satisfacer las exigencias del trabajo que les está encomendado a las diferentes reparticiones municipales. Esa obra habrá que hacerla fatalmente, más tarde o más temprano, y no hay, por lo tanto, conveniencia alguna en demorarla, sacrificando la comodidad del presente, sin utilidad alguna para el porvenir”13.

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Discurso del diputado por la Capital Federal Carlos Carlés, en apoyo de la sanción de la ley por la que se autoriza la expropiación de varios edificios para construir el Palacio Municipal - 5 de septiembre de 1910 “Motivos igualmente fundados en razones financieras, edilicias y tradicionales, influyen para la sanción del proyecto. El erario municipal de esta ciudad abona actualmente por año la suma de 256.062,40 pesos moneda nacional en alquileres de locales para las oficinas dependientes de la intendencia, cuya casa central es chica para alojar todas sus reparticiones. Este gasto, si bien es indispensable, resulta sensible a las rentas municipales. Sin embargo, sería tolerable ese gasto si no fuera en pago de alquileres de locales a veces distantes de la casa central, distancia que se resuelve en perjuicios de pérdida de tiempo de los vecinos obligados a concurrir de una oficina a otra de la municipalidad. Esa descentralización resiente también el buen funcionamiento de los servicios de la administración comunal. En suma: que las memorias municipales años tras años reclaman de los poderes nacionales un auxilio para remediar ese mal que se reagrava a medida que la ciudad se agranda y sus servicios vecinales se multiplican. Téngase muy en cuenta que, librada a sus propias fuerzas, a la municipalidad le será excesivamente gravosa la tarea de construir el palacio que deberá satisfacer aquella apremiante urgencia. Sus rentas son reducidas, no aumentan en proporción a los servicios reclamados por una ciudad tan extensa, tan poblada y cuyos habitantes reclaman las comodidades del más refinado confort moderno. Nuestra ciudad desempeña una doble misión social. Es la hermosa vivienda sin igual de este hemisferio y es también asiento de las autoridades de la nación. Washington, que en el norte cumple igual misión oficial, exige de las rentas generales de la Nación un subsidio permanente de un 50% de los recursos que satisfacen el presupuesto de gastos municipales

13

Revista Municipal, nº 324, del 11 de abril de 1910, pp. 15-16.

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de su ciudad capital. Entre nosotros sucede lo contrario. Son las contribuciones municipales las que atienden gastos de un orden extraño a su régimen. Tal sucede con la erogación municipal en beneficio de la educación común, cuyo atributo corresponde institucionalmente a los poderes políticos del estado. Desde 1885 a la fecha, la municipalidad de Buenos Aires ha entregado al Consejo nacional de educación la suma de pesos 37.000.000; 27.000.000 en efectivo y 10.000.000 en terrenos. ¡Y todavía le adeuda, más o menos, 13.000.000 más! Total 50.000.000. Como si ese sacrificio no fuera bastante, la administración nacional ha dispuesto de terrenos pertenecientes al municipio para edificar escuelas, siendo uno de los más valiosos las dos manzanas comprendidas por las calles Entre Ríos, Pavón, Sarandí y Constitución, destinada a plaza de ejercicios físicos. Calcúlese lo que la comuna de la ciudad hubiera hecho con todos esos valores. En primer término, su casa. Mientras cada una de las reparticiones nacionales huéspedes tiene mansiones adecuadas, la señora de la ciudad sufre quebrantos y pobrezas. Esta ciudad reclama su casa, cómoda y artística. Se la debe la nación, tan espléndida con todo el mundo, tan indiferente con ella. Siquiera sea como un recuerdo de 1910 y en el mismo sitio del Cabildo de 1810. Sería la más ingrata de las omisiones si el mercenarismo financiero enajenara para fines particulares el terreno que sustentó tanta gloria. Cuando la piedad cívica de los miembros de la comisión del centenario restauraron aquella memorable sala de la Primera Junta, donde el Cabildo de Mayo oyó el primer juramento por la patria, ¡cuántas bendiciones tuvo la idea de su restauración que había de producir tantas emociones en la concurrencia a aquel santuario! El arquitecto genial del futuro palacio de la ciudad, deberá conformar sus planos de manera a conservar intacta aquella sala, alhaja de vicisitudes evocadoras, para que todas las generaciones de argentinos la contemplen con la veneración con que entonamos el Himno Nacional, con el respeto con que nos descubrimos ante la bandera, dispuestos a todo por enaltecerla”.

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Ley 7514 sobre expropiaciones a realizar para construir el Palacio Municipal El Senado y Cámara de Diputados, etc. sancionan con fuerza de - Ley: Art. 1º Autorízase a la Municipalidad de la Capital a expropiar los terrenos de propiedad particular comprendidos entre las calles Perú, Victoria, Bolívar y Avenida de Mayo y destinados a la construcción del Palacio de la Intendencia Municipal de la Capital. Art. 2º Autorízase al Poder Ejecutivo a ceder a la Municipalidad de la Capital el terreno ocupado actualmente por los Tribunales de Justicia en la manzana a que se refiere el artículo anterior y con destino a esta obra. Art. 3º Autorízase igualmente a la Municipalidad de la Capital a expropiar las siguientes propiedades particulares. Calles Bolívar nº 1 y 7 y Rivadavia 502, 508, 512, 518, 522, 526, 528, 530, 532, 536, 540, 542 y 550 con destino al ensanche del edificio que ocupa actualmente la Intendencia Municipal de la Capital. Art. 4º Declárase de utilidad pública la expropiación de los terrenos mencionados en los Art. 1º y 3º anteriores. El Poder Ejecutivo podrá emitir hasta la suma de seis millones moneda nacional en títulos de 5% de interés y 1% de amortización acumulativa con destino al pago de las amortizaciones a que se refieren los artículos anteriores, en beneficio de aquellas obras; y de la manzana comprendida en las Avenidas Alvear, Libertad y Arroyo14. Art. 5º - En la construcción del futuro edificio se conservará en su integridad la sala donde prestó juramento la Primera Junta. Art. 6º Comuníquese al Poder Ejecutivo. Dada en la Sala de sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires, a treinta de septiembre de 1910 - P. Olaecea y Alcorta - E. Cantón - Adolfo Labougle (Sec. del Senado) - Alejandro Sorondo (sec. de la C. de D.D.). Ministerio del Interior - Buenos Aires, octubre 25 de 1910 Téngase por ley de la Nación, comuníquese, publíquese y dése al Registro Nacional. - Sáenz Peña - Indalecio Gómez 15.

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Artículo publicado el 14 de noviembre de 1910 en la Revista Municipal, titulado “Palacio Municipal. Expropiación del terreno para construirlo” “El Ministerio de Interior ha comunicado a la Intendencia que ésta está legalmente facultada por ley del Congreso para proceder a la expropiación de la manzana limitada por las calles Bolívar, Perú, Avenida de Mayo y Victoria, con objeto de construir en ella el nuevo palacio municipal. Es, pues, el momento de poner manos a la obra sin dilaciones, a fin de que la comuna pueda disponer cuanto antes de un local más amplio y cómodo para el movimiento de sus oficinas administrativas, y dar al Concejo Deliberante un recinto más honroso del que actualmente ocupa. Ignoramos cual será el criterio del Intendente, Dr. Anchorena respecto de la magnitud del edificio, pero, si se nos permite una opinión en ese punto hemos de robustecer, una vez más, la que llevamos emitida en diferentes ocasiones. El nuevo palacio municipal de Buenos Aires, no debe resentirse, ni en su magnificencia y capacidad, por simples cuestiones de economía. La comuna se encuentra en condiciones de afrontar una obra gigantesca sin peligro de su capacidad financiera y debe, por consiguiente hacerlo, con el objetivo único de dar a la capital una construcción que sea digna de su importancia y llene satisfactoriamente las necesidades del servicio a que se la destine, no sólo en presente, sino en un porvenir prudentemente calculado. Obras de esta naturaleza, destinadas a perdurar en el tiempo y en el servicio, no pueden hacerse con el criterio limitado de las conveniencias presentes; hay que fundar obras estables para el porvenir, aún a expensas de un sacrificio momentáneo. Sería imperdonable egoísmo proceder de otra forma, deteniéndose por temor al gasto de unos

14

El mismo día de la sanción de esta ley, se sancionó también la 7359, por la cual se autorizó a la Municipalidad a esas expropiaciones para ensanchar la plazoleta situada al frente de dicha manzana. 15

Registro Nacional de la República, 1910, p. 24.

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cuantos cientos de miles de pesos, en el límite de las necesidades actuales. El tesoro comunal puede resistir sin trastorno alguno el costo de la obra por más gigantesca que se proyecte, tanto más cuanto que no será necesario el desembolso inmediato de la totalidad de su precio, sino que podrán encontrarse fórmulas que permitan hacerlo escalonado, sea aplicando a la construcción parte del empréstito que se contrate para sufragar las expropiaciones necesarias, sea haciendo uso del crédito en plaza, para obtener el capital que se requiera. Pero lo fundamental es que ya que se hace la obra, que representará para el erario de la comuna algunos millones, se eche, como se dice vulgarmente el resto, y se le dé toda la magnificencia y amplitud que necesita el palacio municipal de una capital importante y que progresa rápidamente, como Buenos Aires”.16

Dictamen del Departamento de Obras Públicas respecto de la forma de resolver la ejecución de la primera parte del ensanche - 29 de abril de 1911 “Este departamento tiene listos los planos, pliego de condiciones y presupuesto relativo a la ampliación sobre la calle Bolívar de la casa municipal, obra que de acuerdo con la ley de obras públicas debería licitarse en subasta pública pues su costo ascenderá a 250.000 pesos. Pero, teniendo en cuenta esta dirección general la premura con que es necesario ejecutar dichas obras se permite solicitar de la superioridad la autorización necesaria a fin de que ellas se lleven a cabo por administración o adjudicándolas mediante licitación privada a uno o más empresarios, esto es, en análogas condiciones a las de las obras sanitarias de los mataderos. Lo que se propone tiende a evitar los inconvenientes que con frecuencia ofrecen las licitaciones públicas en las cuales entran a competir y adquieren la ejecución de las obras 16

Revista Municipal, nº 355, pp. 15-16.

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empresas o empresarios cuya competencia, capacidad técnica y comercial, aparentemente comprobada en un principio, resultan luego tan deficientes que las garantías y penalidades no bastan para hacerles cumplir los contratos. Si la superioridad aceptara el temperamento propuesto, creo que las prescripciones legales que parecen oponerse a ello, podrían salvarse requiriendo autorización del honorable concejo deliberante. Saludo al señor secretario muy atte”17.

Minuta del Intendente Anchorena al Concejo Deliberante remitiendo el expediente 29631 D-911 - del 1 de mayo de 1911 “Tengo el agrado de remitir a vuestra honorabilidad el adjunto expediente núm. 29631 D. 911, en el que la dirección general del departamento de obras públicas comunica a esta intendencia que ya tiene listos los planos, pliegos de condiciones y presupuestos relativos a la ampliación de la casa municipal sobre la calle Bolívar, y en atención a la premura con que es necesario ejecutar dichas obras, solicita se acuerde la correspondiente autorización para llevarlas a cabo por administración o adjudicándola mediante licitación privada a uno o más empresarios, esto es, en análogas condiciones en que se autorizó la ejecución de las obras sanitarias de los Mataderos de Liniers. Las razones de urgencia que existen en el presente caso, conocidas ya por vuestra honorabilidad, y los fundamentos en que la mencionada dirección apoya su pedido, son suficientemente convincentes por sí mismos, para demostrar que el temperamento propuesto por aquella, es el único que, sin tropiezo alguno, permitirá realizar la obra de que se trata en la brevedad de tiempo que requieran las actuales exigencias administrativas. En tal concepto me es grato dirigirme a vuestra honorabilidad solicitando que os sirváis conferir al departamento ejecutivo 17

Versiones taquigráficas, 1911, p. 29.

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la autorización correspondiente, a fin de proceder en el sentido antes expresado, permitiéndome insinuaros, a la vez, la más pronta resolución del asunto. Dios guarde a vuestra honorabilidad. Joaquín de Anchorena - A. Iturbe”18.

Proyecto de construcción del Palacio Municipal en la Plaza Once Artículo publicado en la Revista Municipal – 27 de marzo de 1911 “No es tan desacertado como algún colega ha supuesto, la idea enunciada por la Intendencia Municipal, de construir el futuro palacio en los alrededores de la plaza del Once. La argumentación que en su contra se ha levantado, es más efectista que de fundamento serio y real. La tradición es un recurso salvador para justificar cualquier empecinamiento o cualquier obsesión en materia de función gubernativa. Pero en este caso la tradición no puede imponerse a las conveniencias generales del país, porque no tiene ninguna eficacia ni reporta ninguna gloria el honrarla, a pesar de todo. Sería valedera la causa, si se tratara de borrarla, para sustituir una gloria real por una aparente, y hubiera sido el caso de hacerla valer en el momento en que el gobierno de la comuna dejó sus salas del viejo Cabildo para instalarse más cómodamente en otra parte. Pero rota por el interregno esa tradición del sitio; asentada ya la casa consistorial de la metrópoli en otro sitio, tanto importa ahora que sea la Plaza de Mayo, como la del Once o cualquier otra, la que ofrezca su perspectiva al monumental edificio que se proyecta. No hay ofensa a la tradición en sacar de la Plaza de Mayo la casa comunal, y en ubicarla en cualquier otro sitio, desde que el lugar nada significa 18

Versiones taquigráficas, 1911, p. 27.

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ni importa desde estos puntos de vista. La tradición es algo más superior que la simple e innocua conservación de un sitio; la tradición es el recuerdo de la moral de una vida o de la magnitud de un acto, que fluye a través de los tiempos, la sensación activa de sus mismos méritos. Pero la conservación del lugar es una tradición muy híbrida, y lo prueba el hecho de que nadie, mirando hoy la vieja aduana, recuerda que allí fue el fuerte; mirando la Bolsa nadie recuerda que por allí hubo un gran teatro; mirando la Avenida de Mayo nadie sospecha siquiera que fue preciso voltear los muros del viejo edificio colonial para abrir esa gran arteria que todo el mundo pondera. Suprimido ese recurso, no hay argumentación positiva que pueda sostener la inconveniencia de ubicar en otro punto que no sea la Plaza de Mayo, el palacio de la comuna. Por el contrario, analizando el punto con criterio desapasionado, no puede menos que reconocerse plausible el propósito de alejarlo de ese sitio, para solucionar dos problemas interesantes de la vida metropolitana; suprimir una causa de la congestión del tráfico en el centro, y llevar a otra zona un centro de actividad que tonifique y robustezca su vida y su progreso. Está probado que alrededor de las grandes reparticiones públicas, se forman círculos de movimiento y de progreso que se ensanchan paulatinamente, buscando su unión a los de otros círculos formados en virtud de la misma causa. La Plaza de Mayo tiene ya sobrados motivos para retener su actividad: la Casa de Gobierno y los Bancos. En los alrededores del palacio de justicia, la edificación ha cambiado en dos años su antigua y misérrima fisonomía, en los del Congreso ha ocurrido igual fenómeno. La construcción del palacio municipal en el Once, variaría de inmediato el aspecto de sus alrededores, y tendríamos un nuevo centro de progreso y actividad que en pocos años sería orgullo de la metrópoli. No es, pues, desacertada la idea; podrá no realizarse si otras razones se oponen, pero desde luego importa establecer que sería lo conveniente llevar ese palacio más afuera, para no recargar el centro y para decorar mejor sus horizontes.”19. 3

Boletín Mensual de Estadística Municipal, Enero 1889, p. 9.

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Proyecto de construcción del Palacio Municipal en la Plaza Once Artículo publicado en la Revista Municipal – 17 de abril de 1911 “El palacio municipal en proyecto. Delineación de la nueva plaza de Once” “Se ha hecho conocer del público el proyecto gráfico de la ubicación que se daría al futuro palacio municipal, según el propósito del Intendente Dr. Anchorena, en el centro de la plaza de Once, ampliada en dos manzanas que se expropiarían al efecto y que en su mayor parte con edificación que se viene en ruinas de vieja, haría económico, relativamente, el traspaso al municipios. No puede menos que considerarse magno el proyecto enunciado, y alabarse la idea, que es, en cierto modo, síntesis de una tendencia que faltaba en el pensamiento gubernativo de nuestro país, de hacer algo perdurable en los tiempos; algo que definiera en el concepto de las generaciones que vengan, una vida y una modalidad menos egoísta que la que hasta ahora han destacado las administraciones actuales. Siempre ha sido el criterio de lo inmediato, de lo mezquino, el que ha precedido el desenvolvimiento de las obras públicas. Con raras excepciones nuestros estadistas han limitado siempre su visual al horizonte de su propia vida, como si la vida y el crecimiento de las naciones jóvenes como la nuestra, debiera terminarse en donde acaba la vida de un hombre. Todo se ha hecho de consiguiente chico, mezquino, adecuado para las necesidades y exigencias inmediatas; sin previsión, sin orden y sin perspectiva económica del porvenir. Quizás en esa limitación ha influido la opinión del público, poco razonador sobre las causas trascendentales de las cosas, que ha visto que la proyección mayor era sinónimo de fastuosidad censurable y de derroche digno de crítica; y los poderes públicos se han detenido en el límite por miedo a esas censuras; miedo que

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Revista Municipal, nº 374, del 27 de marzo de 1911, pp. 12-13.

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no se ha tenido sin embargo, para cosas menos justas y loables que estas de dejar a la metrópoli en condiciones de que aprovechen de nuestro esfuerzo otras generaciones que vengan y hagan justicia al criterio generoso con que hemos procedido. El proyecto del dr. Anchorena, rompe esa tradición de mezquindades y por eso solo merecería aplausos, si todavía no tuviera el pensamiento como mérito mayor, el que hermosearía un barrio de Buenos Aires, tan escaso de lugares públicos agradables, y llevaría vida, animación, riqueza a su extensa zona sin perjudicar, por eso, ninguna otra. Es de desear que el Concejo resuelva este punto en las sesiones de este año, y ya que la ley del Congreso, que señala la manzana del Cabildo para la edificación del palacio municipal, es facultativa para la municipalidad, según tenemos entendido, y en el centenario del año 16, Buenos Aires ofrezca un nuevo barrio transformado, así como el del año 10 ofreció el de la Plaza del Congreso, cuya majestuosidad de grandeza, alaban hoy con entusiasmo los mismos que más acerbamente criticaron el pensamiento de su construcción”20.

Noticia publicada en la La Prensa el jueves 26 de febrero de 1914 “Departamento de Obras Públicas” “Su instalación en la casa central” “El sábado pasado se dio principio a la mudanza de las diversas oficinas que constituyen el departamento de obras públicas de la Municipalidad que, como se sabe, es uno de los más vastos y complicados dentro de la administración de la comuna”. “Ayer, primer día de labor de esta semana iniciada con las fiestas del carnaval, ya estaban las diversas oficinas instaladas casi definitivamente, y fue atendido el público que a ellas acudió”.

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“”Ha contribuido a no entorpecer el movimiento administrativo la buena voluntad de los empleados de la repartición que, a pesar de tener derecho al asueto de estos días, hicieron espontánea renuncia de él.” “Con objeto de proporcionar al público un medio de orientación que facilite sus diligencias, damos a continuación un detalle de la ubicación de las diversas oficinas en los diferentes pisos del nuevo edificio, construido en Rivadavia y Bolívar, junto al antiguo local. Planta baja. Dirección General de Rentas. Piso primero. Se instalará el despacho del intendente y la dirección general de paseos. Piso segundo. Dirección general de obras públicas, secretaría de la misma, mesa de entradas y toda la sección administrativa, como ser: conservación de vías públicas, e inspección. Piso tercero. Inspección general de construcciones particulares con todas sus dependencias y la inspección general de calzadas. Piso cuarto. Inspección general de arquitectura y oficinas anexas, e Inspección general de topografía. Último. Oficina de copias de planos”.

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Revista Municipal, nº 377, del 17 de abril de 1911, pp. 13-14.

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BibliografĂ­a y fuentes

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Bibliografía

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Fuentes

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del Concejo Deliberante correspondientes al año 1887 Municipalidad de la Capital Buenos Aires - Establecimiento tipográfico de (cortado en el original).

Actas del Concejo Deliberante correspondientes al año 1888 Municipalidad de la Capital Buenos Aires - Imprenta del “Courrier de La Plata” – 1888. Actas del Concejo Deliberante correspondientes al primer semes-

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tre del año 1889 Municipalidad de la Capital Buenos Aires – Establecimiento tipográfico ‘Sud-América’ – 1889. Actas del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires correspondientes al año 1890 Buenos Aires - Establecimiento de impresiones Guillermo Kraft - 1892. Actas

del Concejo Deliberante correspondientes al año 1891 Municipalidad de la Capital Buenos Aires - Establecimiento de impresiones de Guillermo Kraft- 1893.

Actas del Concejo Deliberante correspondientes al año 1892 Municipalidad de la Capital Buenos Aires - Imprenta Europea- 1894. Actas del Concejo Deliberante correspondientes al año 1893 Municipalidad de la Capital Buenos Aires - Imprenta Europea- 1894. Actas del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires correspondientes al año 1894 Buenos Aires - Establecimiento de impresiones de Guillermo Kraft – 1896. Actas del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires correspondientes al año 1895 Buenos Aires (Falta la carátula en el tomo consultado). Actas del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires correspondientes al año 1896. Buenos Aires - Imprenta Mariano Moreno - 1897. Actas del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires correspondientes al año 1897. Buenos Aires (no figura la carátula en la edición revisada). Actas del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires correspondientes al año 1898. Buenos Aires - Imprenta de M. Biedma e Hijo - 1897.

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Actas del Concejo Deliberante de Buenos Aires correspondientes al año 1899 (no está la portada). Actas del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires correspondientes al año de 1900. Buenos Aires - Establecimiento tipo-lito “Galileo” - 1901. Actas del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires correspondientes al año de 1901. Buenos Aires - Imprenta Dalmazia - 1902. Actas de la Comisión Municipal de la Ciudad de Buenos Aires correspondientes al año 1902. Buenos Aires - Tip. del Asilo de Reforma de Menores Varones – 1903. Actas de la Comisión Municipal de la Ciudad de Buenos Aires correspondientes al año 1903. Buenos Aires - Tip. del Asilo de Reforma de Menores Varones – 1904. Actas de la Comisión Municipal de la Ciudad de Buenos Aires correspondientes al año 1904. Buenos Aires - Imp. Europea de M. A. Rosas - 1905. Actas de la Comisión Municipal de la Ciudad de Buenos Aires correspondientes al año 1905 Buenos Aires - 1906. (No se menciona la imprenta). Actas de la Comisión Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. Correspondiente al año 1906 Buenos Aires - Imprenta Revista Industrial - 1907. Actas de la Comisión Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. Correspondiente al año 1907 Buenos Aires - Imp. de M. Biedma e hijo - 1908. Actas del Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires.

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Correspondiente al año 1908 Buenos Aires - Est. Gráfico “La Unión” - 1909. Actas del Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires. Correspondiente al año 1909 Buenos Aires - Imprenta Revista Industrial- 1910. Actas del Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, correspondientes al año 1910 Buenos Aires - Talleres Gráficos “Optimus” de A. Cantiello año 1911. Actas del Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, correspondientes al año 1911 Buenos Aires - Establecimiento Gráfico “Centenario” - año 1912. Actas del Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, correspondientes al año 1912 Buenos Aires - Establecimiento Gráfico “Centenario” – 1913. Actas del Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires. Correspondiente al año 1913 Buenos Aires - Talleres Gráficos “Optimus” de A. Cantiello- 1914 Actas del Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires. Correspondiente al año 1914 Buenos Aires- 1915. Boletín mensual de estadística Municipal Publicación dirigida por Florentino M. García, Jefe de la oficina de Estadística y registro de vecindad - Año I, junio-diciembre de 1887. Buenos Aires Imprenta Europea - 1887. Boletín mensual de estadística municipal de la ciudad de Buenos Aires. Resumen demográfico correspondiente al año 1888 Buenos Aires - Imprenta “La Universidad” de Klingelfuss y Ca. - 1889.

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Boletín mensual de estadística municipal de la ciudad de Buenos Aires. (No tiene la portada) Tiene: marzo, noviembre y diciembre de 1888 e incluye abril de 1887. Biblioteca del AGN H584. 1888 1. Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Enero 1889 Buenos Aires - Imprenta Europea - 1889. El director de estadística es Alberto B. Martínez. Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Febrero 1889 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Marzo 1889 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Abril 1889 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Mayo 1889 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Junio 1889 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Julio 1889 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Agosto 1889 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Septiembre 1889 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Octubre 1889 Buenos Aires - (Falta la portada).

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Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Noviembre 1889 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín mensual de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Diciembre 1889 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín trimestral de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Primer trimestre de 1890 Buenos Aires - (Falta la portada). Boletín trimestral de Estadística Municipal de la ciudad de Buenos Aires. Segundo trimestre de 1890 Buenos Aires - (Falta la portada). Censo General de Población, Edificación, Comercio e Industrias de la ciudad de Buenos Aires (levantado los días 17 de agosto y 15 y 30 de septiembre de 1887, bajo la administración de Antonio Crespo), Buenos Aires, Cía. Sudamericana de billetes de Banco, 1889. Comisión Central de la Avenida de Mayo. Memoria presentada a la Intendencia Municipal Buenos Aires - Compañía Sudamericana de Billetes de Banco - 1890. Comisión Central de la Avenida de Mayo. Memoria presentada a la Intendencia Municipal Buenos Aires - Imprenta, Litografía, Fototipía y Encuadernación de Jacobo Peuser - 1896. Congreso Nacional Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación. Debate previo a la sanción de la ley 3881. Congreso Nacional Diario de sesiones de la Cámara de Senadores. Año 1910. Tomo 1 - Sesiones ordinarias. Buenos Aires Establecimiento tipográfico “El comercio” - 1910.

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Congreso Nacional Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. Año 1910. Tomo 2 - Sesiones ordinarias. Buenos Aires Establecimiento tipográfico “El comercio” - 1910. Memoria de la Intendencia Municipal de la Capital de la República correspondiente al año 1886, presentada al H. Concejo Deliberante Buenos Aires – 1887 (Intendencia de Alvear). Memoria de la Intendencia Municipal de la Capital de la República correspondiente al año 1887, presentada al H. Concejo Deliberante Buenos Aires – 1888 (Intendencia de Crespo). Memoria de la Intendencia Municipal de la Capital de la República correspondiente al año 1888, presentada al H. Concejo Deliberante Buenos Aires – 1889 (Intendencia de Cranwel). Memoria de la Intendencia Municipal de la Capital de la República correspondiente al año 1889, presentada al H. Concejo Deliberante por el Intendente Seeber Buenos Aires – 1891. Memoria de la Intendencia Municipal, 1890-1892 Buenos Aires – 1893. (Francisco Bollini - Memoria fechada el 31-10-1892) Memoria de la Intendencia Municipal, año 1903 Buenos Aires - 1904. Memoria de la Intendencia Municipal. 1898 a 1901 (Intendente Adolfo Bullrich), Buenos Aires - Martín Biedma e Hijo - 1901. Memoria del Departamento de Obras públicas de la Nación 1885-1888 Tomo tercero - Buenos Aires - Imprenta “La Universidad” de J. N. Klingelfuss y Cía - 1891. Memoria del Departamento de Obras Públicas de la nación 1889-1891 Buenos Aires.

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Memoria del Departamento Ejecutivo de la Municipalidad de Buenos Aires, años 1933 y 1934 Buenos Aires – 1935. Memoria del Presidente de la comisión municipal al Concejo, correspondiente al año 1880 Buenos Aires – 1881 (Intendencia de Alvear, entregada en febrero de 1881). Memoria del Presidente de la comisión municipal al Concejo, correspondiente al año 1881 Buenos Aires – 1882 (Intendencia de Alvear, entregada en febrero de 1882). Memoria del Presidente de la comisión municipal al Concejo, correspondiente al año 1882 Buenos Aires – 1882 (Intendencia de Alvear, entregada en marzo de 1883). Memoria presentada al H. Concejo Deliberante por el Intendente Municipal Dr. Francisco Alcobendas. Año 1896 Buenos Aires Imprenta Mariano Moreno - 1897. Memoria presentada al H. Concejo Deliberante por el Intendente Municipal Dr. Francisco Alcobendas. Año 1897 Buenos Aires Compañía sudamericana de billetes de banco - 1898. Memoria presentada por el Intendente Municipal Doctor Federico Pinedo. Años 1893 y 1894 (enero a Julio). Buenos Aires - Imprenta de la Lotería Nacional - 1895. Ministerio de Obras Públicas de la República Argentina. Memoria al Honorable Congreso 1 de enero de 1898-31 de julio de 1899 Buenos Aires - 1899. Ministerio de Obras Públicas de la República Argentina. Memoria al Honorable Congreso Año 1899, 1900 y 1er. semestre de 1901 Buenos Aires - 1901.

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Ministerio de Obras Públicas de la República Argentina. Memoria presentada al Honorable Congreso. Octubre de 1904 a junio de 1905. Buenos Aires - Taller Tipográfico de la Penitenciaría Nacional - 1905. Ministerio de Obras Públicas de la República Argentina. Memoria presentada al Honorable Congreso. Junio de 1907 a marzo de 1908. Buenos Aires - Taller Tipográfico de la Penitenciaría Nacional - 1908. Ministerio de Obras Públicas de la República Argentina. Memoria presentada al Honorable Congreso. Marzo de 1908 a marzo de 1910. Buenos Aires - Compañía Sudamericana de Billetes de Banco - 1910. Ministerio de Obras Públicas de la República Argentina. Memoria presentada al Honorable Congreso. Abril de 1910 a mayo de 1911. Buenos Aires - Taller Tipográfico del Ministerio de Obras Públicas - 1911. Municipalidad de la Capital Anuario Estadístico de la Ciudad de Buenos Aires. Año I - 1891 - Buenos Aires - Compañía Sudamericana de Billetes de Banco - 1892. (Director de Estadística Municipal Alberto B. Martínez.) Municipalidad de la Capital Anuario Estadístico de la Ciudad de Buenos Aires. Años XX y XXI - 1910-1911 - Buenos Aires - Imprenta “El centenario” de Alegre y Quincoces - 1913 Registro Nacional de la República Argentina año 1890. Taller tipográfico de la Penitenciaría - 1890. Registro Nacional de la República Argentina, Año 1899, 2do. Cuatrimestre, Buenos Aires, 1899.

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Registro Nacional de la República Argentina. Año 1910. Cuarto trimestre. Octubre, noviembre y diciembre - Buenos Aires - Imprenta de la Penitenciaría Nacional. Registro Nacional de la República Argentina. Año 1911. Primer trimestre. Enero, febrero y marzo - Buenos Aires - Imprenta de la Penitenciaría Nacional. Registro Nacional de la República Argentina. Año 1911. Segundo trimestre. Abril, mayo y junio - Buenos Aires - Imprenta de la Penitenciaría Nacional. Registro Nacional de la República Argentina. Año 1911. Tercer trimestre. Julio, agosto y septiembre - Buenos Aires - Imprenta de la Penitenciaría Nacional. Registro Nacional de la República Argentina. Año 1911. Cuarto trimestre. Octubre, noviembre y diciembre - Buenos Aires - Imprenta de la Penitenciaría Nacional. Versiones taquigráficas de las sesiones del concejo deliberante correspondientes al año 1900 Municipalidad de Buenos Aires (carece de portada el volumen). Versiones taquigráficas de la Comisión Municipal de la Ciudad de Buenos Aires. Correspondientes al 2º período de 1905 Buenos Aires - Imprenta y encuadernación Serantes - 1906. Versiones taquigráficas del Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires correspondientes al primer período de 1911 Buenos Aires - Talleres Gráficos “Optimus” de A. Cantiello – 1911.

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Diarios y revistas Caras y Caretas. Octubre –diciembre de 1911. Diario Crítica. Octubre de 1914. El diario. Diciembre de 1890. Primer semestre de 1911. Enero a agosto de 1912. Junio de 1913. Octubre a diciembre de 1914. El Nacional. Segundo semestre de 1892. Enero-marzo de 1893. Segundo semestre de 1911. Mayo a agosto de 1913. Junio a diciembre de 1913. Fray Mocho. Enero-junio de 1914. La Prensa. Primer trimestre de 1893. Segundo semestre de 1911. Primer semestre de 1913. Primer semestre de 1914. P.B.T. 1er. semestre de 1912. Revista Municipal números 310-361 correspondientes al año 1910 Buenos Aires. Revista Municipal números 362-387 correspondientes a la primera mitad del año 1911 - Buenos Aires. Revista Municipal números 467-518 correspondientes al año 1913 Buenos Aires.

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Otros Diccionario enciclopédico ó Guía Nacional del Comercio, de la magistratura y de la administración de la República Argentina por Francisco Ruiz. Quinto y sexto año de publicación 1878-1879 Buenos Aires - Imprenta de la “Guía Comercial” - 1878. La propiedad raíz y las industrias patentadas de la ciudad de Buenos Aires. Bosquejo estadístico por Francisco Latzina (director de la estadística nacional) Buenos Aires - Imprenta de obras estadísticas de J. N. Klingelfuss - 1882. Sucesión de Carlos Zuberbühler - AGN Sucesiones 8811 legajo 32 I G. Expediente Municipal 29631-D-1911. Año 1911.

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Jefe de Gobierno

Dr. Aníbal Ibarra Vicejefe de Gobierno

Sr. Jorge Telerman Jefe de Gabinete

Lic. Raúl Enrique Fernández Directora General de Coordinación y Seguimiento

Sra. Sandra Castillo

Primera edición: noviembre de 2005 © Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2005 Av. de Mayo 525, Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Impreso en Argentina



Una historia de la sede del gobierno porteño

La Casa Municipal

Diseño de portada: DCV Daniel Menchini. JEFATURA DE GABINETE

Foto de portada:1905 aprox. Archivo del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas “Mario J. Buschiazzo” - FADU - UBA.


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