La búsqueda, de Miguel Cortéz Gutiérrez

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La búsqueda Miguel Cortés Gutiérrez


Primera edición, no venal, abril de 2020 © Miguel Cortés Gutiérrez, autor © Daniel Zetina, edición e imagen de portada Este libro es un proyecto del autor, desarrollado por infinita, para su promoción no comercial a través de internet y redes sociales, puede ser compartido y reproducido, citando la fuente y al autor. Editado en México - Edited in Mexico


Un viaje al corazón de la aventura

Enlazados con una exacta mezcla de metáforas e imágenes, los breves poemas que integran La búsqueda, de Miguel Cortés Gutiérrez, podrían calificar de cuentos líricos. Más que un libro de himnos o poesías, se trata de una obra construida mediante un método que, esgrimiendo la libertad como su instrumento principal, une con eficacia la prosa con el canto poético. Cada una de las piezas es, además, un artefacto bucólico que al ir desplegando su trama, como si fuese una melodía pastoril, va retratando de igual forma los entretelones de la azarosa condición humana. Llevados de la mano por un poeta que no teme a salir de excursión con sus criaturas, este libro es un paseo por los territorios de la fantasía y, por lo mismo, sólo tiene una ruta perceptible: la imaginación. En “una noche que deja abierta su frontera”, el lector puede encontrarse también con el “pájaro suave del alba” o bien con aquel “invierno, ebrio de relojes”, que tanto inquietaba a Baudelaire. Al abrir estas páginas, el curioso que acepte recorrer la travesía propuesta por el autor, ante todo, debe saber que le espera un emocionante viaje al corazón de la aventura.

Ricardo Sevilla

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A ese Dios mi madre, memoria mi padre, perseverancia Mari, por confabular Annie y Pablo, mĂ­os


Reflejos En tu espejo: trozo de expectativa rota, ventana de anoche donde el infortunio goteó su absoluto adiós, cristal de arena y agua, allí, me veo distinto: otro canto, discurrir oculto de pupilas, alejamiento prendido en la piel: muerde el filo entraña donde dos son el mismo. En idea distinta de espejo peino al alba insinuados hilos de papel, y allí, allí soy otro.

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Cronos Porque a estos tiempos, en que se enraĂ­zan los pies a lunas de papel y sangre, los miden las hambrunas: muertos los relojes, taladas sus manecillas, extintos los relojeros, lo mĂĄs parecido a un cronometrador: pleno de angustias, maduro en premuras, perseguido de maleficio y lĂĄgrima, enloquecido en ganas de pan, es el hambre, hambre de vida para sostenerse en pie a mirar la luna.

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Niña de triciclo roto Pájaro suave del alba cae triste de alas, su canto es sólo un hilo del día que teje tu canto. Daría con gusto de fruto el triciclo roto que guardo, para tu juego de niña con pies sucios de pasos; sé que saltas la cuerda de la tristeza, a solas, y te conformas callada con perder en cada ronda. Pero mi niño es tan hondo como el cielo en las lunas de queso, y su juguete tan roto es para su último juego en mi juego de último silencio.

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Estaciones No es el Otoño un enemigo para la virgen de Primavera, no hay venganza en su holocausto eternamente amarillo, sólo es quien se alimenta de la savia dorada en calendarios. No es adversidad lo que separa a Sol y Luna, no se divorcian ni al alba ni al ocaso, son dos bocas que se unen en perfecto beso guardado en el reloj. No son culpas o temblores Lo grabado Ad Portas de la Historia, sino pasos que sostienen el rostro. Otoño y Primavera, ambos preguntan por la Rosa, las espinas son sólo parte de su día.

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Defensas Por más que los muros se abonen con sangres ajenas, los miedos sean cadena tras la sien, que los pies sean huérfanos nacidos mal de huella y ruta, siempre, aún con flores rotas y malolientes pétalos de estaciones importadas, aún sobre de muerte o de sueño, aún así, caerá la primavera.

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Líneas Deseos de muerte asaltan el lado roto del espejo; revolotea una paloma con el mensaje de su sombra a medio leer; sangra el tiempo sus minutos de ocaso, tan lentos como un río inerte, deseoso de que al paso de su sexo germinen semillas de concreto. Aletea algo entre los filos del espejo: sombras de tiranos de papel, bocas pintadas con la herida del alba, recuerdos de mañana. El día asoma a este vidrio con espalda de cansancio y muro, y a escondidas se escabulle un rostro hasta el absoluto ángulo de la piel y se sostiene en su lado abierto.

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Noctámbulo Es la hora de inicio del atroz oficio nocturno: ya marcó asistencia la araña que cuenta las caras a cada cuadrito del piso, no hay manera posible en su matemática eterna: sobra siempre una herida superficial y fría. Alguien rasga las piernas a la mesa que acuna tantos libros de poesía: gimen los versos de miedo, los consuela medio ensueño. Yo la persigo, cuento pasos y siempre falta una ruta para acunarme en tu lecho. Algo me gime dentro: una mitad de miedo por soñarte despierto.

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Luna AbrĂĄzame, pon la gravedad leve de tus rĂ­os en este territorio que de noche deja abierta su frontera.

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Mareas Igual que la hembra mar se agota abrazada al horizonte, espuma de sudores gime en el borde puro del ĂŠxtasis, de noche mezclo los restos del cuerpo con gritos que la locura de tus horas ha calado en la memoria, tanto asĂ­, aroma a sal debe inundar tu abismo de ansiedad.

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Pannicie Tanto como una planicie extraña la brisa que le copula el alba, esa que espía sus secretos con la luna. Así, tanto como la sed de verano con que el invierno rememora su enojo. Tanto así.

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Sin arma Me traes a la guerra, puedo desangrarme: toda la sangre que quieras, pero no conseguirรกs que muera soldado.

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Invención del Día Una vertiente de ansias, tu piel desdoblada del alba, un suspiro distraído, absoluto, la invención de la sonrisa, tu cuerpo todo en rebeldía, una sombra sudorosa a sexo. Tienes tantas cosas mías. Por qué será que te quiero!

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Noche Mis ojos en tu piel son estrellas sin cielo, fugaces de continente caen hacia el silencio entre desmayos y cuerpos.

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Libro Un verso no se explica, es verso la vida, inevitable y precisa la vida no es mas que amor: poesĂ­a que nadie se explica.

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Cante El invierno, ebrio de relojes, bebe las copas del ĂĄrbol, deja que su boca de nada libere vergĂźenzas ocultas, cae sin tregua, a medio desnudar, ignorante de miedos pernocta por instantes a la vera de fantasmas que se llaman ocaso, noches de frio y viento, albores de temporal. Tambaleante permanece, por meses, en su fragua inundada en elĂ­xir. Cae el invierno y en los besos de noche y caricia, piel entre piel, empapados caen los cuerpos.

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IlusiĂłn Deja al anochecer -diminuta cebra inventadatus senos en mis manos, que se alimenten azules como el cielo en las estrellas, y como el niĂąo, entre labios, le bese un deseo.

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Quimera No hay remedio, el latir es terminal; un día, escondido en la vida, moriré de poesía.

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Ensueño Porque al ocaso -cebra pequeña y erranteno le interesan los fríos, ni las pieles, ni el miedo, sólo se asoma a tus senos, como yo desde las manos, ambos hambrientos de cielo, para encontrar las estrellas.

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Extravío No se pierden pasos o palabras, tampoco los gritos o los sueños. No hay rincones en el viento que puedan despintar el canto a la madrugada. Los incendios son sólo palabras diminutas en las pieles del frío. Nadie pierde nada, aún cuando el reloj se esconde. Todo es un juego donde el alma busca el abrazo de su propio cuerpo.

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Creo Un milagro es un cuerpo frente a otro y ninguno se lanza el frĂ­o a los ojos.

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Si sirviera aĂşn! Para sostener en vida algo que las sombras llaman sombra. Pero los niĂąos prefieren levantarse.

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Iniciaciรณn Nacemos desnudos, nacemos al amor. Nos niegan la desnudez de cuerpo al morir, pero desnuda es el alma. Entre tanto, morimos de amor.

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Escrito Reitero los aullidos que la noche esconde en las estrellas,; caen fugaces los nombres del tiempo ante niños que yacen atónitos en el alma; no se sabe quién apuntó deseos en el viento, no aparecen lobos de hambrienta voz, todo lleva a juego las oscuridades. Al final de cuentas, muy adentro, los que sueñan nunca crecen.

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Ruta Muerto de miedo pateo los miedos, dejo seĂąales para el no regreso. Todo se consuma, aĂşn sobre la muerte, lo dictan las letras del amanecer. De una u otra manera, con la boca hecha besos o por tribunal de suerte, esta noche serĂĄ la hoguera de donde estos cuerpos no vuelven.

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En timidez Asoma tu geografía a esta humedad que no contempla frontera o vestido. Asoma la debilidad del sueño y cae líquida en deseo a esta corriente que reclama furioso el cuerpo de tu cuerpo.

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Lentamente RecĂ­beme en la sorpresa de tu piel y haz que sea fiesta cada beso exiliado de la angustia.

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Paz y Fe Me debato ya con la boca pintada en arenas, con esa lĂ­nea enrollada en la voz. Todo es un titubeo, respirar es una duda. La Ăşnica certeza es el beso exiliado a la boca.

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Tratos La Paz es como la Fe: una idea que se paga muy caro.

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Lamento Ay, esta lluvia que gotea labios, esta noche sin miedo, estas ganas. Y todo se destroza sin moverse, todo cae al frĂ­o desde esta boca empapada en tu cuerpo.

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Historias Si te contara las tantas cosas que desprendidas del ocaso compiten con estrellas e potros del horizonte; cuántas ideas sin piel corren su sangre sin sexo para vestir un labio, caricias de pulmón sin filosofía ni religiones, sin pretextos en ojos esquivos o soles de escenario. Si pudiera desfundir todo este cuerpo que me habita con la sola esperanza de los pajarillos en tus pupilas, sin más razón que el placer en las almohadas. Son tantas las palabras que, encendidas en el rocío, sin miedo se entregan a la luz. Tantas y tanto no poder decir nada. Tantas y solo un saber que te quiero.

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Consciente Podría alimentar el más dudoso amanecer con una sola célula de alma; cultivar pájaros de magia para cambiar la dirección del sol desde los cantos; pedir a las hormigas de la noche un guiño y que las flores crean que por cada primavera arrancada al suelo hay más de una estrella fugaz; correr completamente desquiciado con las manos incendiadas en tus poros; dejar simplemente que la luna beba con las mariposas nuestra agua de labios. Podría poder. Pero a pesar de tanta cifra sin entierro, a pesar de tanto que preguntas, no hay luz ni ala que pueda crecer hasta allí donde te quiero.

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Aplauso Pondré mis manos oscuras fuera del miedo; haré que los labios lancen el peñasco que los oprime; dejare la memoria dispuesta rocío de todos los días; deseare que los pasos finjan escaleras más allá del atardecer; los pasos, la sed de los años, la voz aun sin nombres, las pupilas, esas pupilas que te siguen. Todo. Quedará ante la ventana del oráculo cuando se anuncie tu paso desde el sol.

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Lluvia Lávame las pupilas a la hora en que la luna deja caer su desnudez, en el momento exacto en que los pájaros dejan escapar de sus alas la jaula de la ceguera, en el instante en que los maderos del día comienzan su faena de escenario para la alegría, por el capricho puro que solo el mago de la arena sabe escondido en los espejos. Con agua sencilla, emancipada en tu labio, lava esa memoria de lluvia moldeada a tu forma deja, bajo la luna, como la luna, que te vea.

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Absoluciรณn Un poco es nada, pero mucho es nada para decirlo todo, para decirte todo es poco decirte mucho.

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A cuenta gotas Gotea el atardecer sus enredaderas de esperanza, el alba sus pájaros madrugados, lo hace la noche con sus canicas de ensueño y el niño con su mañana de papel. Gota a gota se olvida la alegría en avioncitos de papel, y las penas entre un café y un abrazo. Gotea el miedo desde el grito del peñasco, el mundo sus llantos en el cuenco de los mares. Solo la ambición llena el precio del alma sin comprar su valor. Para que un océano imprevisto si sus olas son tan solo riesgo para ahogar los ojos.

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Estaciones Invernal primavera de savias, venida de la luna en luchas, humedece la rabia de tu cuerpo que persigue la ajena multitud del territorio que habito, vestido de sed, agónico de hambres, atormentado por el circo de los calendarios, reinventado sin sentido, asido apenas a la utilidad de los pasos que logran recordar la estación de los besos: flores idas a la indómita esperanza. Así, habitante a medio edificar, alma con faltantes piezas para la mirada, mínima expresión de labio y palabra, hombre al fin, ansío una isla de piel, residir en el terremoto de tu calma.

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Quiero decir Antes que lo sepas y que nunca, por pretexto alguno, lo recuerdes, que a pesar de los incendios y las lunas de carbรณn y los ojos extraviados y los locos que enloquecen al mirarnos, que te quiero.

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Desde aquel día Cuando la luna dejó de ser fruto verde y la piel del tiempo fue amanecer sin memoria; desde que la gravedad posó sus postulados en las cuerdas de la primavera y por magia o milagro salieron alas al rostro; desde la razón con que la locura sostiene su canto entre los pétalos de invierno; desde entonces te quiero.

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Así Quiero con los labios, probar la tierra que al amanecer madura en tu cuerpo; destilar a carcajadas el deseo que se oxida en la frontera de tus nombres; respirar cualquier pretexto con que pueda quedarme olvidado en tu caricia. Así, como si nada, suplantar el te quiero del sol en tu sorpresa, y así, como si nada, que me creas.

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Yo Hoy amanecieron en llanto las máscaras, cansadas del peso de la carne, inseguras por el miedo que desatado en el rostro amenaza con no sostener ninguna. Exponer los huesos es mal negocio, nadie aplaude el acto donde la razón de la lucra es la heroína, blasfemia en las tablas, sólo es teatro el circo donde la locura se disfraza de día: jornada asalariada, rodillas en fingida misa. Sólo es obra magna el silbidillo falso que las bocas de papel amontonan en la arcilla de la lengua. Hoy las máscaras amanecieron con su lágrima rota y el rostro se niega a sostener barros y cartones que nada saben del día y su nombre.

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Cómplice Luces de humedad y magia ayudan a que el horizonte eleve su corazón y beba el latir del sol en el instante mismo de su alumbramiento; alguien ayuda siempre al cielo a llorar sus estrellas sobre los deseos que duermen sobre niños niños; a las aves les miden suspiros en las alas y las echan maduras a lo largo de su canto; al pobre cada día se le auxilia para que pueda partir su hambre grande y reparta hambrecitas a sus hijos. Sí. Siempre es necesario que alguien sepa enganchar a otro la huella del último transitar. Quieres, acaso, compartir la culpa de esta última inocencia.

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EL AUTOR

Miguel Cortés Gutiérrez

Atenas, Costa Rica, 29 de abril de 1973. Estudió Historia en la UCR y Pedagogía en la UNED. Director de Teatro Poético William O. Sáenz Patterson, San José. Ha publicado: Los cantos esperados, España, 2007; Cantos boreales, España, 2014; Algunas ideas para guardar silencio, México, 2015; y Temblar de fauces, El Salvador, 2018. Antologías: Talleres Literarios, EUNED, San José, Costa Rica, 2015; Voces del Vino, Books& Smith, New York, USA, 2017; Voces de la Poesía Costarricense, WG, San José, Costa Rica, 2018; Actuales voces de la Poesía Latinoamericana, AVPL, Apostrophes Ediciones, Santiago, Chile, 2018; Poetas Críticos, Cisnegro, México, 2019; Antología Internacional Poetas por la Paz, i-society, Bengala Occidental, India, 2019. Premio Internacional Simón Bolívar, a la Consolidación de una Carrera, Isla Margarita, Venezuela, 2015. Padre verdadero. Ambientalista convencido. Algunos poemas han sido traducidos al italiano, rumano, portugués y bengalí.

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Historia Sello fundado en enero 2019 en la Ciudad de México. Misión Ofrecer servicios editoriales integrales para escritores e instituciones, que se ajusten a sus perfiles y necesidades y materialicen sus potenciales. Visión Posicionarnos como una empresa líder en su ramo, ganando y dando prestigio a nuestros clientes en el mundo editorial. Estilo Lo que nos hace únicos es la personalización de los servicios enfocados en cada cliente, para que los lectores reciban un producto con calidad y belleza. Contacto Correo: infinitaeditorial@gmail.com Facebook: www.facebook.com/Infinita-277143776291823/ Instagram: infinitaeditorial Twitter: @infinitaeditor


La búsqueda se editó entre junio de 2017 y abril de 2020 durante la contingencia en el taller de infinita en Querétaro, México


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