El vendedor loco
- Aquí tiene. Serán 79€. - ¿79€? - Sí, así es. Y permítame que le diga que hace usted una buena compra. Precisamente hoy está de oferta. Antes costaba 52€. Nuestra amiga hacía mucho que iba tras ese libro. Era vital para acabar su tesis sobre la flora en la meseta de la Macedonia Occidental. No era barato, pero sí imprescindible. No había tiempo que perder. En ocho días presentaría un trabajo de años. Ese libro era “el libro”. La llave de su futuro. Fue a echar mano del bolso y sacar uno de esos papelitos de colores. Pero entonces se quedó con las últimas palabras de aquel engominado hombrecillo. Si antes costaba cerca de 30€ menos, ¿dónde estaba la oferta? - Oye, perdona. Es que no te he entendido. ¿Dices que antes valía 52€? - Ja, ja, ja. Sí, sí, como lo oye. ¿Tentador, eh? ¡No se lo piense más, mujer! Antes de seguir con él echó un vistazo a su alrededor, por aquello de las cámaras ocultas. No le apetecía ser durante una temporada la idiota de la clase. Y dudaba que aquel imbécil le estuviese tomando el pelo por iniciativa propia; sería extraño dentro de unos grandes almacenes.
- No, a ver, si te le voy a comprar. Pero, no sé, cuando uno hace una oferta, en teoría es para bajar el precio, ¿no? - Aha! Veo que duda. Mire, me cae usted bien. Se lo voy a poner aún más fácil. Si me paga tres, le dejo que se lleve dos. ¿Qué le parece, bonita? Esa noche no había dormido, pero estaba segura de no estar dentro de uno de sus sueños; entre otras cosas porque en ellos siempre aparecían negritos saltando en pelotas mostrándole sus inmensos penes. No. Aquello era raro, muy raro, pero real. ¿Para qué quería dos libros iguales, y al precio de tres? ¿No era al revés, y en los supermercados, con los paquetes de galletas? De pronto lo entendió y le entró la risa. No estaba para bromas, pero había que reconocerle su originalidad al chaval. - Ok, ok. Vale, me rindo. Muy bueno. Je, je. Perdona, es que esta noche no he dormido. ¡Llevo unos días que…! Bueno, a ver, ¿cuánto te debo, entonces? - Pues mire, si paga los tres, serán 237€, más el I.V.A… sacó del bolsillo su mini calculadora - …, 286,77€. Pero vaya, por ser tú... ¿por qué puedo tutearte, no? - ¿Cómo? - Pues que por ser tú vamos a redondear. Venga, ¡290€ y no se hable más!
Tras esto, probó con la mirada asesina. Pero ahora, sin dormir, parecía más bien de yonqui. Y evidentemente no sirvió para intimidarlo. - ¡Venga, venga! ¡Tanto pensar, tanto pensar! ¡Que me los quitan de las manos! La cosa se ponía fea. Ya me la estaba cabreando. - Oye, he venido a por un libro, sólo uno, y uno me voy a llevar. ¿Para qué cojones quiero dos libros iguales? Así que dime cuánto es, con su I.V.A. y todo lo que haga falta, y dejémonos de chorradas, ¿vale? - Ja, ja, ja. Vaya, es una pena. Pero bueno, déjame calcular,... Sí. Con el I.V.A son 95,59€. ¡Y por tu cara bonita te va a salir por 97€! - Joder, ¿dónde te enseñaron a ti a redondear, guapo? Tenía pocas ganas de nada, y menos de discutir con aquel marciano, así que decidió darle lo que pedía. Pero cuando ya le enseñaba el billete, su conciencia le inmovilizó el brazo. Una repelente vocecita interior le recordó que de dejar las cosas así, luego se arrepentiría. - Pues mira, no. No tengo por qué pagarte más de lo que vale. No es justo. - Ya veo, ya veo. ¿Quieres regatear, eh?... ¡Venga, vale! ¡El cliente siempre tiene la razón!... Muy bien, la escucho, ¿qué me ofrece usted?
La pobre no daba crédito. Aquello se acercaba ya al surrealismo. - Hostia, tío. ¿Pero qué es esto? ¿Te crees que estamos en un mercadillo marroquí, o qué? Mira, o me cobras lo que vale o te denuncio en la Oficina del Consumidor, ¿qué te parece? ... Haz el favor y déjate de bromas, que ya no hace gracia. En serio. Paréntesis. El muchacho la mira fijamente a los ojos, pensativo. - Mmm… No sé, no sé,... creo que no me convence usted. Como no suba su oferta... A ver, ¿he oído 98?... ¡99 a la una! ¡100 a las dos! ... La chica agachó la cabeza. Estaba exhausta, y aquel tío parecía haberse chutado cinco litros de café. Una lágrima trepó por el párpado y se asomó al exterior. Se rendía. Al poco empezó a llorar desconsolada. - No, por favor. Anda, que no es para tanto, mujer. El hombre se sentía incómodo. No contaba con una reacción así. - Vaya, ¿me he excedido, no? De verdad que no quería molestarte.
- ¡Pues lo has conseguido!- dijo con voz temblorosa.Joder, ponte en mi lugar. Necesito el puto libro como el comer, y tú parece que lo sepas y me quieras hacer sufrir. ¡No tienes ni idea de lo que estoy pasando estos días! La chica había abierto el grifo y parecía no tener intención de cerrarlo. Él, mientras, pensaba en cómo salvaría una situación así un buen profesional. Le acercó su pañuelo. - Deja ya de llorar, por favor. Mira, ya sé lo que vamos a hacer. Ella dejó de secarse y giró los ojos hacia arriba sin apartar la barbilla del pecho, suplicando el fin de la tortura. Era toda oídos. - Vale ¡a ver qué te parece! Ahora te cobro uno, y los otros dos ya me los pagarás por mensualidades a interés bajo, de amigo. Pero, y siéntate porque ahora viene lo bueno, si te abonas aquí, ahora mismo, a la colección de 24 fascículos ‘El Bricolaje, Hoy’, no pagarás un euro... ¡hasta la semana que viene! Y la cosa no se acaba aquí, ¡nooo! Tirando ya la casa por la ventana, y me la juego, que no salga de aquí, pa tí y pa mí, ¡te doy de regalo … un “Vale” por 18€ para la carnicería del supermercado en la planta sótano! Ja, ja, ja. ¿¡Mejor, eh!? Venga tonta, ¡fuera lágrimas! ¿Qué me dices? ¿¡Ahora sí, no!?