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El ‘pixel art’ ha dejado de ser una disciplina para los amantes de la informática y ha invadido el mundo gracias al colectivo eBoy. Bienvenidos a esta historia de ciudades futuristas, ‘apps’ para móviles y reciclaje digital TEXTO DAVID MOREU

s propongo empezar esta apasionante historia con un back. Los orígenes del pixel art se remontan a principios de la década de los 80 en la soleada California, cuando unos investigadores utilizaron por primera vez ese término para referirse a las imágenes formadas por puntos que aparecían en las pantallas de los ordenadores. Entonces nadie lo veía como una modalidad artística que cambiaría el mundo, más bien era una limitación técnica que debían aceptar con resignación para su trabajo. Evidentemente, la gran revolución llegó con la popularización de videojuegos como Pac-Man y, de la noche a la mañana, la vida de millones de adoles140

centes dio un giro inesperado gracias a ese nuevo pasatiempo de 8 bits y 25 colores que les ofrecía diversión ilimitada. Aunque, con el paso de los años, la resolución de los gráficos fue mejorando, las aventuras se volvieron más complejas y el pixel art cayó en el olvido absoluto. Este panorama tan desolador empezó a cambiar en 1997, cuando entró en escena el colectivo eBoy, formado por tres amigos que habían crecido en la era dorada de los salones recreativos y trabajaban como diseñadores gráficos en Berlín. A pesar de que la tecnología digital ya había conquistado nuestra vida cotidiana, el subconsciente de Kai Vermehr, Steffen Sauerteig y Svend Smital seguía marcado por aquella estética vintage que ellos 141


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La popularidad de eBoy alcanzó cotas insospechadas gracias a sus obras de gran formato relacionaban con el final de la Guerra Fría y pensaron que sería original reinventar el universo inconfundible de su juventud con una mirada contemporánea. “Nuestro reto era trabajar directamente en el monitor del ordenador y ese formato fue la elección más evidente”, nos comenta Kai Vermehr con una sonrisa. “Los píxeles son la parte atómica más pequeña de la pantalla y su naturaleza modular encajaba muy bien con nuestra idea de reutilizar los objetos que creábamos”. Actualmente, los tres miembros de eBoy son considerados como los auténticos padrinos del pixel art porque su fama ha traspasado fronteras y sus obras basadas en elementos de la cultura popular se exponen en las galerías más prestigiosas. Sin embargo, muchos de sus seguidores todavía los aclaman por las recreaciones futuristas de algunas de las ciudades más importantes del mundo que hicieron en A la derecha, un concierto los inicios de su carrera y multitudinario que les abrieron las puertas en una ciudad imaginaria. Abajo, del mercado del arte. “Nos los tres miembros encantan las metrópolis, del colectivo eBoy (Steffen pero lo que proponemos es Sauerteig, una idea ficticia de la reaSvend Smital y Kai Vermehr) lidad”, nos explica Steffen fotografiados en Sauerteig. “La arquitectura la inauguración de una exposición se ajusta perfectamente al

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concepto de pixel art, aunque no se trata de crear simples imágenes bonitas, sino que deben reflejar lo que esas ciudades podrían ser con el paso del tiempo”. Gracias a su creatividad desbordante, han logrado que ciudades tan legendarias como Venecia, Oslo, Boston, Miami, Londres e incluso su Berlín natal tengan una réplica en forma de pixorama y que sus fans puedan encontrar cientos de referencias a la cultura de masas, desde anuncios de marcas reales a iconos del deporte, pasando por celebridades y vehículos de ciencia ficción que parecen auténticos en manos de estos artistas. Del mismo modo que los pintores impresionistas del siglo XIX intentaban captar la fugacidad de los tiempos modernos con el trazo de los pinceles, los integrantes de eBoy también dejan volar libremente la imaginación mediante el uso de tabletas gráficas y de programas de ilustración muy avanzados. Además, su concepción del arte no pasa por hacer bocetos en libretas ni planificar al milímetro la obra que tienen en mente, sino que todos los detalles están abiertos a la improvisación y acostumbran a tomar caminos sorprendentes durante el proceso creativo. “Llega un momento en el que la escena nos habla directamente y entonces puede suceder cualquier cosa”, reflexiona Svend Smital. “Siempre acabamos publicando las imágenes en internet, pero nunca están terminadas al 100 % y, a veces, incluso decidimos actualizarlas al cabo del tiempo con elementos nuevos”. Por este motivo, los tres diseñadores gestionan una base de datos con los millones de objetos cotidianos que han creado punto a punto en su estudio, y así pueden recurrir a ellos como si se tratara de un extenso catálogo para futuros trabajos. Por primer vez en la historia del arte, el reciclaje digital está al servicio de la creatividad y es una fuente de inspiración inagotable en manos de estos magos de la informática. La popularidad de eBoy alcanzó cotas insospechadas gracias a sus obras de gran formato, a las pegatinas con estética retro que vendían a través de su página web y a los fondos de escritorio que sus fans podían descargar gratis desde cualquier portátil conectado a un viejo módem. Sin embargo, su carrera dio un giro inesperado cuando empezaron a recibir encargos de importantes marcas como Adidas, Amazon, National Geographic y Diesel para realizar sus campañas publicitarias más vanguardistas, tanto en revistas impresas como en nuevos medios on line. “No recuerdo exactamente cuándo el pixel art se convirtió en un fenómeno,

pero nuestra primera colaboración con MTV nos hizo ver que empezábamos a ser famosos”, afirma Kai Vermehr. “No supuso ningún problema adaptarnos a esas marcas porque ya formaban parte de nuestro imaginario visual y supongo que querían trabajar con eBoy porque les gustaba lo que hacíamos”. Dentro de estas aventuras comerciales con proyección internacional destacan la campaña Open Hapiness para Coca-Cola con la icónica botella y los enormes carteles de neón adornando las calles de varias ciudades imaginarias, también los diseños exclusivos para camisetas deportivas de Nike y las zapatillas en edición limitada que crearon para la famosa marca DKNY. Puede que internet fuera el gran impulsor de este fenómeno hace una década, pero actualmente todo el protagonismo recae en las apps de los dispositivos móviles, que se han convertido en la mejor plataforma para difundir las creaciones de pixel art en todos

los rincones del planeta. A pesar de que la resolución de las imágenes ya no supone un problema técnico en los smartphone de última generación, los integrantes de eBoy decidieron igualmente adentrarse en este negocio virtual gracias a dos apps tituladas FixPix (un juego de rompecabezas en colaboración con el estudio Delicious Toys) y The Grix (un editor gráfico creado junto al desarrollador de software Felt Tip). “Puede que ya no existan motivos técnicos para seguir utilizando los píxeles, pero a nosotros todavía nos fascinan los recursos únicos que aportan a la hora de interpretar el mundo que nos rodea”, afirma Svend Smital. “Su estética cuadrada, la ausencia de curvas y sus limitaciones formales son una buena manera de encontrar la abstracción”. No en vano, la simplicidad de este arte puntillista y la facilidad de adaptarlo a todo tipo de soportes audiovisuales son dos factores clave que le han garantizado una posición privilegiada (e incluso anacrónica)

en una época donde los avances tecnológicos y las modas se suceden a gran velocidad. Para muchos aficionados, los píxeles son la honrosa excepción que confirma la norma. A estas alturas del reportaje seguramente os preguntaréis cuál es la verdadera magia del pixel art en un momento en el que tanto los videojuegos como el cine de animación han alcanzado niveles de realidad asombrosos. A pesar de que esta corriente artística surgió como una carta de amor a los años 80 y que la nostalgia es una parte fundamental de su éxito, las apariencias pueden jugarnos una mala pasada porque los píxeles también se han convertido en un movimiento reivindicativo que se opone a la industria del 3D y está liderado por artistas rebeldes, diseñadores que rompen tabús y desarrolladores con muchas ganas de divertirse gracias a sus apps. “Un píxel es la forma más básica que existe en un único color, y eso ya es hermoso por sí solo”, nos comenta Kai Vermehr desde su

estudio. “En un mundo orgánico como el nuestro, los píxeles surgen como alienígenas y este conflicto hace que sea un reto trabajar con ellos. También resulta gratificante y nos permite ofrecer nuestra propia visión de las cosas”, añade. Solo tenemos que pasear por las calles de cualquier ciudad real y comprobar que estamos rodeados por millones de puntos minúsculos en tecnicolor, ya sea en carteles publicitarios, en grafitis que acechan en paredes o en la ropa que nos observa inmóvil desde los escaparates. Resulta imposible predecir el futuro, el resultado de unas elecciones o qué complemento marcará tendencia la próxima temporada, pero no hay duda de que el pixel art ha conquistado el mundo y ha logrado que los detalles más pequeños también sean relevantes en este momento de cambio social. Todo lo demás son sueños digitales con ecos vintage que circulan libremente por el ciberespacio. 143


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