Ernest Zacharevic

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FOCUS

STREET ART

pr i m av e ra 2 01 8

Cuando la ficción supera la realidad

Ernest Zacharevic es uno de los iconos de la revolución silenciosa del ‘street art’ y se ha convertido en una estrella gracias a sus murales con un fuerte componente social TEXTO

David Moreu

IMÁGENES

cedidas por Ernest Zacharevic

La mejor manera para descubrir una historia es remontándose a sus inicios. Ernest Zacharevic nació en Vilna (Lituania) en 1986 y, desde bien joven, demostró una habilidad innata con los rotuladores. Por este motivo, sus padres no dudaron en matricularlo en la escuela de arte nacional con la voluntad de que desarrollara todo su potencial creativo. En aquel ambiente académico tan estricto aprendió los secretos del arte clásico y las técnicas básicas de pintura, aunque también le entraron ganas de vivir otras experiencias y en seguida quiso ampliar sus horizontes. Entonces se trasladó a Inglaterra para

estudiar bellas artes y se dejó arrastrar por el frenesí de la escena cultural del East London. “Lo que me gustaba era una mezcla de los artistas clásicos y de las técnicas académicas, sobre todo por la naturaleza de mi educación”, comenta el muralista. “La pasión por el grafiti surgió más adelante, gracias al ambiente social que empecé a frecuentar. Si te soy sincero, la combinación de estas dos mentalidades opuestas es lo que me inspiró a salir a pintar por las calles”. Cinco años después de licenciarse y con una pasión renovada por el arte urbano, el protagonista decidió coger la

mochila y recorrer el Sudeste Asiático para visitar a un amigo que vivía en la isla de Penang (Malasia). Como es lógico, no podía imaginar que ese lugar remoto le cambiaría la vida para siempre y que ya no regresaría a Europa. El contraste entre las playas y las montañas, el bullicio de unas calles con mucha historia y la asombrosa gastronomía típica le abrieron los ojos a una realidad que desconocía por completo. Solo aquellos viajeros que llegan hasta esas latitudes sin haberse creado expectativas se dan cuenta de que es una provincia muy tranquila y que aún mantiene el sentimiento de comunidad, dos requisitos

imprescindibles para un artista. “El mundo del grafiti en el Sudeste Asiático se limita a un pequeño grupo de rebeldes que no gozan de demasiada libertad de expresión”, explica Zacharevic. “Encontré que era un ambiente novedoso, ajeno a los prejuicios habituales del arte callejero y, además, la reacción de los peatones hacia los murales era mucho más espontánea que en Occidente”. El cambio de escenario y las lluvias del monzón supusieron un giro radical en su concepción del arte. Desde entonces, sus obras se adaptan específicamente al sitio donde irán y los temas deben reflejar algún aspecto concreto de aquel espacio, porque la gente los verá cada día cuando pase por delante. Lo que más deseaba Zacharevic era que los murales se fusionaran con el entorno, que integraran toda clase de objetos cotidianos y que se convirtieran en una parte orgánica del paisaje. Pero para lograr este objetivo, era necesario que resultaran accesibles y llamativos. “A veces me inspiro en la arquitectura o en la atmósfera que desprende el lugar y paso muchas horas allí sentado, pensando en qué tipo de intervención funcionaría mejor”, afirma con una sonrisa. “Normalmente trabajo a partir de retratos, por este motivo siempre voy por la calle con mi cámara a cuestas, haciendo fotos de todo lo que veo. Después intento trasladar esas experiencias a mis obras”. En un giro caprichoso del destino, Ernest Zacharevic se convirtió en una celebridad gracias a las instantáneas de sus trabajos que la gente empezó a compartir en las redes sociales. Unas imágenes donde niños, adultos e incluso gente mayor interactúan de manera inocente con sus murales y aportan un significado nuevo que trasciende fronteras. Gracias a esta fama internacional, el artista ha tenido la oportunidad de exponer en algunas de las galerías más prestigiosas y también se ha involucrado en proyectos para concienciar sobre la necesidad de un cambio en la sociedad. Uno de los más ambiciosos es Splash & Burn, que lo ha llevado hasta la selva de Sumatra para crear una señal de S.O.S. gigante en medio de la vegetación y así protestar contra la deforestación. “Me gusta trabajar y aprender al mismo tiempo, porque siento la necesidad de evolucionar a través de mi arte”, comenta con voz seria. “Vivo como un artista a jornada completa, así que el arte es mi estilo de vida y define mi manera de relacionarme con el mundo que me rodea”.

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Ernest Zacharevic es un joven trotamundos que ha revolucionado el arte urbano mediante unos murales que rompen los límites de la tercera dimensión y recurren a toda clase de objetos cotidianos, como bicicletas, coches e incluso sillas. Un recurso estético que ha causado sensación y que lo ha consolidado en las redes sociales, gracias a los cientos de fotos que hacen los transeúntes cuando se cruzan con sus obras.

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