música 28 MARZO 2008 FOTOGRAFÍA: IÑAKI DÍAZ
conquistó la radiofórmula estadounidense con un sonido ecléctico, atrevido e inclasificable, algo así como una mezcla ‘indi-rock-folk’, y descorchó la botella del éxito entre un público igualmente variopinto. Ahora aparca su lado más estrafalario para mirar atrás y hacer balance
29 MARZO 2008
TEXTO: DAVID MOREU
el patito feo que se subió a las barbas de New York la explicación es muy sencilla... “Cuando era pequeño cantaba canciones de Flashdance y de Los Cazafantasmas, pero un día me di cuenta de que me lo pasaba mejor si creaba mis propias canciones”. Así resume Adam Green su pasión por la música y los inicios de una carrera meteórica que lo han convertido en el crooner más atípico y cool de la galaxia indie. Pero las cosas tampoco han cambiado tanto para este cantautor de 26 años que no se imagina haciendo otra cosa que no sea viajar por el mundo interpretando sus canciones, como si de un trovador moderno se tratara. “En cierta manera, esto es lo que llevo haciendo desde siempre y la verdad es que no recuerdo qué hacía antes, creo que me pasaba el día jugando a los videojuegos”. Adam Green creció en Mount Kisco, un pueblo cerca de Nueva York, pero a los 17 años se trasladó a Manhattan cuando su padre consiguió trabajo como profesor en la Universidad de Columbia y tenían gratis el alquiler de un apartamento durante todo el año. “Entonces no conocía a demasiada gente y pasaba muchas horas tocando en el metro”, recuerda sonriente. Hasta que un día se armó de valor y consiguió debutar en el Sidewalk Cafe, epicentro de la escena folk neoyorquina y lugar de peregrinaje para todos aquellos aspirantes a cantautor que buscaban una oportunidad. Allí retomó el contacto con Kimya Dawson, otra adicta a la música que había conocido en una tienda de discos de su pueblo y que, como tantos otros, intentaba abrirse camino con sus canciones marcianas. La química entre ambos surgió de inmediato y formaron el dúo The Moldy Peaches. Su música era una explosión bizarra a base de improvisaciones y letras surrealistas, que grababan en su casa con una mezcladora de cuatro pistas y una guitarra acústica como único acompañamiento. Pero estas canciones amateurs empezaron a sonar en el circuito alternativo gracias al boca oreja y, de la noche a la mañana, se convirtieron en el grupo de moda de la nueva escena folk de Nueva York. “En nuestro primer concierto llenamos el Bowery Ballroom y recuerdo que me quedé mirando a la gente, pero ninguna cara me resultaba familiar. Entonces me di cuenta de que todos eran extraños”. Extraños o no, la gente adoraba la música sin adi-
tivos de aquel dúo atípico, que no tardó en editar su primer disco de título homónimo y se embarcó en una gira internacional con otros neoyorquinos ilustres, los Strokes. Esta aventura casi iniciática duró hasta el año 2003, cuando Adam Green se cansó del baile de disfraces en que se había convertido el movimiento folk y decidió emprender una carrera en solitario, con la intención de dar rienda suelta a su visión particular del mundo y experimentar con nuevos sonidos. “Una vez leí un artículo en el que me criticaban por no ser un roquero auténtico, ¡cuando yo nunca he pretendido ser un roquero auténtico! Sólo intento hacer algo artístico con mis canciones, utilizando todos los sonidos, ritmos y melodías que llevo dentro, porque es como si tuviera una radio sonando sin parar en mi cabeza”. Esta manera tan peculiar de concebir la música le ha permitido componer y grabar cuatro discos, al frenético ritmo de uno por año, y conseguir el respaldo incondicional de la crítica y del público, aunque la censura en los medios de comunicación haya impedido que sus canciones con letras obscenas y temas surrealistas tuvieran la difusión que seguramente merecían. Pero esto no parece quitar el sueño a este compositor compulsivo, que ahora vuelve para presentar un nuevo disco en el que da otra vuelta de tuerca a su universo personal y nos muestra su faceta más seria y arriesgada, como mínimo en el aspecto musical. “Al principio quería titular este disco Magical America porque he intentado abarcar muchas de las tradiciones musicales que nacieron allí y pensé que sería divertido escucharlo mientras se recorre el país. Pero a nadie le gustó ese título y entonces le pusimos Sixes & Sevens, que también suena bien”. Cuando uno escucha por primera vez este nuevo trabajo se da cuenta de que esta reflexión no podría ser más acertada, pues a lo largo de
sus 20 canciones encontramos pinceladas de blues sureño, melodías playeras, folk marca de la casa y, sobre todo, un torrente de soul que convierte este disco en el más excitante de toda su discografía. “Estas ideas me rondaban por la cabeza desde hacía mucho tiempo. Incluso cuando grababa en mi casa, soñaba con cantar con un coro de gospel o con utilizar instrumentos exóticos”. Seguramente, ésta es su manera personal de revelarse contra los clichés del rock independiente que tanto aborrece y de seguir construyendo su carrera en base a lo impredecible. “Aunque en el fondo todo sigue igual porque no escribo canciones pensando en el dinero”. Una declaración de principios demasiado romántica para los tiempos que corren, pero que en ningún caso le quita las ganas de pasearse por los escenarios de medio mundo y demostrar que, además de buena voz, también tiene dotes de showman. Para los que nunca lo han visto en directo, sólo hace falta recordar su manera de bailar patosa, que ya se ha convertido en un clásico dentro de la escena indie, y que más de uno debe haber ensayado frente al espejo antes de ir a sus conciertos. Aunque las giras también tienen su parte negativa y los interminables viajes en autobús pueden convertirse en la peor pesadilla para un cantante, tal como le ocurrió en el fatídico tour del 2006. “Entonces estaba hecho polvo porque tomaba pastillas para dormir, las mezclaba con alcohol y empecé a tener lagunas mentales. No recordaba nada y un día me encontré tirado en una gasolinera en pijama, porque bajé del autobús en plena noche. No sabía en qué país estaba, sólo quería encontrar una estación de tren, pero no llevaba dinero ni carné de identidad. Tuve mucha suerte al encontrarme con dos chavales belgas que hablaban inglés y conocían mi canción de Jessica Simpson. Me creyeron cuando les dije que estaba perdido y que necesitaba ir a Lyon para telonear
“SÓLO INTENTO HACER ALGO ARTÍSTICO UTILIZANDO LOS SONIDOS QUE LLEVO DENTRO... ES COMO SI TUVIERA UNA RADIO SONANDO SIN PARAR EN MI CABEZA”
no es tan fácil ser verde ROUGH TRADE 2001
ROUGH TRADE 2002
ROUGH TRADE 2003
ROUGH TRADE / SINNAMON
ROUGH TRADE 2005
2003
THE MOLDY PEACHES The Moldy Peaches
GARFIELD Adam Green
UNRELEASED CUTZ AND LIVE JAMZ The Moldy Peaches
FRIENDS OF MINE Adam Green
GEMSTONES Adam Green
ROUGH TRADE / SINNAMON
ROUGH TRADE / SINNAMON
2006
2008
JACKET FULL OF DANGER Adam Green
SIXES & SEVENS Adam Green
música
ADAM GREEN
30 MARZO 2008
FOTOGRAFÍA: SINNAMON RECORDS
a los Strokes y me llevaron en coche hasta allí. Lloré de alegría porque ya estaba pensando en suicidarme”. Esta historia podría ser el inicio perfecto para una comedia desmadrada, pero de momento tendremos que conformarnos con su participación en la banda sonora de Juno, la última joya del cine independiente norteamericano que ya cuenta con cuatro nominaciones a los Oscar. “Sólo es una canción, pero me siento muy afortunado porque aparece en un momento clave de la película y, además, los personajes la cantan al final”. Aunque no se trata de una tema nuevo, sino que es una de las canciones naïf de su primera etapa que, entonces, pasó medio desapercibida y ahora, contra todo pronóstico, está causando furor al otro lado del charco. Incluso el propio Adam Green se sorprende por este éxito. “Por primera
vez The Moldy Peaches son realmente populares, aunque esta fama haya llegado 7 años tarde”. No en vano, la banda sonora de esta película lleva vendidas más de 300.000 copias en Estados Unidos y el boom acaba de estallar en Europa. A pesar de su imagen desgarbada y de su peculiar sentido del humor, Adam Green es un soplo de aire fresco en el panorama musical actual, donde las estrellas tienen una carrera efímera y la mayoría de los artistas se dan a conocer en programas de televisión versionando canciones ajenas. Aunque lo más probable es que ninguno de ellos se prestara a cantar delante de millones de telespectadores uno de los temas desvergonzados de Adam Green. “Es muy extraño ver a gente con talento haciendo una música tan horrible y que, además, se conviertan
“ES EXTRAÑO VER CÓMO SE HACE MALA MÚSICA, PERO SIEMPRE QUE ESCUCHES UNA CANCIÓN HORRIBLE, RECUERDA QUE HAY UN TIPO MUY MAJO DETRÁS” “NUNCA HE PUESTO DE MI PARTE PARA SER UNA SUPERESTRELLA, PERO NO ME QUEJO PORQUE LO QUE NO QUERÍA ERA TRABAJAR EN UN MCDONALD´S” “SIEMPRE ESTÁ PASANDO ALGO EN NUEVA YORK. AHORA HAY MUCHOS GRUPOS INCREÍBLES, COMO VAMPIRE WEEKEND, Y GENTE COMO JEFFREY LEWIS O REGINA SPEKTOR”
en personajes famosos. Pero después te das cuenta de que son personas geniales. Siempre que escuches una canción horrible en la radio, recuerda que hay un tío muy majo detrás”. No sabemos si esta afirmación esconde algún guiño a su persona o, simplemente, se trata de un comentario sobre la música que arrasa en las listas de éxitos, aunque de momento parece ser que la fama y el glamour no le tientan lo suficiente. “Nunca he puesto mucho de mi parte para ser una superestrella, pero tampoco me puedo quejar porque uno de los motivos que me llevaron a escribir canciones fue que no quería trabajar en un sitio como el McDonald’s y, de momento, me va bien”. Nunca está de más saberlo, porque costaría imaginarse a un tipo como él sirviendo hamburguesas en un fast food, aunque las anécdotas de un trabajo como éste no desentonarían en absoluto en sus canciones, ya de por sí repletas de referencias pop y de una visión ácida del mundo que nos rodea. Igual que Brian Wilson en su época de esplendor, Adam Green parece buscar incansablemente la canción perfecta, algo así como una pequeña sinfonía de bolsillo llena de matices y melodías imposibles de olvidar. Entonces ¿por qué el tema Morning after Midnight no podría ser un gran éxito? “No lo sé, podría serlo y vender un millón de copias. Mira, la película Juno ha sido número uno, por lo que mi disco podría ser el más grande jamás grabado”. A fin de cuentas, es la gente quien acaba decidiendo si un disco se convierte en un clásico o si se pierde en el olvido, aunque Adam Green no presta demasiada atención a los convencionalismos musicales y es de los que cree que el público se ha mitificado en exceso. “No puedes intentar comprender quién escucha tu música, quién compra tus discos o quién viene a tus conciertos. No me malinterpretes, me gusta que la gente disfrute con mis canciones, pero no puedo escribir para ellos”. Sea como sea, Adam Green estará presentando sus nuevas canciones en Barcelona y Madrid los días 4 y 5 de mayo, aunque difícilmente olvidará cuando vino de gira en el 2004 y coincidió con los trágicos atentados del 11-M. “Aún tenía muy reciente lo del World Trade Center y me impresionó ver que la reacción de la gente fuera tan parecida. Me acordé de la noche del 11-S cuando todo el mundo salió a la calle porqué estaban hartos de mirar las noticias en la tele y querían encontrarse con los suyos”. Los promotores llegaron a plantearse cancelar el concierto, pero al final decidieron seguir con lo previsto, aunque no se imaginaban cómo respondería el público. “Creo que estuvo bien que tocáramos, porque la gente vino y seguramente habló por primera vez de lo sucedido. No me atreví a decir nada, pero, antes de empezar a tocar, hicieron 5 minutos de silencio”. Adam Green y su pop surrealista son el penúltimo fenómeno musical surgido de Nueva York, una ciudad que siempre ha marcado tendencias y ha repartido su influencia entre todos aquellos que alguna vez han querido estar a la última. Sin ir más lejos, en los 70 fueron los Ramones y el auge del punk, en los 80 los Beastie Boys y su versión blanca del hip hop y a finales de los 90 llegó el turno de los Strokes y la moda del rock alternativo. “Siempre está pasando algo en Nueva York y ahora hay muchos grupos increíbles, como Vampire Weekend, y gente como Jeffrey Lewis o incluso Regina Spektor, que suena mejor que nunca”. Para muchos, esta ciudad tiene algo mágico que la convierte en la gran meca de la música y la gente aún va allí para intentar hacer realidad sus sueños. Ni más ni menos que la historia del propio Adam Green. “Es como aquella canción de la película New York, New York que dice: “Si puedo hacerlo allí, podré hacerlo en cualquier otra parte”.