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LOS NUEVOS HORIZONTES DEL FREERIDING
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ANTÁRTIDA
ALEX HONNOLD, EL HOMBRE ARAÑA
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LOS NUEVOS HORIZONTES DEL FREERIDING
El esquiador suizo Samuel Anthamatten se desliza por la nieve virgen cerca de Rainbow Peak, en Alaska. Él y los deportistas de élite Xavier de Le Rue y Ralph Backstrom buscan lugares remotos donde practicar freeriding, y los localizan con la ayuda de un paramotor.
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LOS NUEVOS HORIZONTES DEL FREERIDING
El esquiador suizo Samuel Anthamatten se desliza por la nieve virgen cerca de Rainbow Peak, en Alaska. Él y los deportistas de élite Xavier de Le Rue y Ralph Backstrom buscan lugares remotos donde practicar freeriding, y los localizan con la ayuda de un paramotor.
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Abril de 2014: durante una expedición a las islas noruegas de Svalvard, el equipo liderado por el freerider francés Xavier de Le Rue emprende una travesía de ocho horas en motos de nieve desde el pueblo de Longyearbyen hasta el campo base a pie de montaña.
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Abril de 2014: durante una expedición a las islas noruegas de Svalvard, el equipo liderado por el freerider francés Xavier de Le Rue emprende una travesía de ocho horas en motos de nieve desde el pueblo de Longyearbyen hasta el campo base a pie de montaña.
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De Le Rue sobrevuela las cimas nevadas de Rainbow Peak junto con el veterano piloto de paramotor Christophe Blanc-Gras. Objetivo: localizar una buena línea de descenso para saltar a la nieve en pleno vuelo con su snowboard y desde allí deslizarse por la FREERI espectacular Di ng ladera.
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De Le Rue sobrevuela las cimas nevadas de Rainbow Peak junto con el veterano piloto de paramotor Christophe Blanc-Gras. Objetivo: localizar una buena línea de descenso para saltar a la nieve en pleno vuelo con su snowboard y desde allí deslizarse por la FREERI espectacular Di ng ladera.
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Cuando el equipo embarcado en esta aventura llegó por fin a Rainbow Peak, la meteorología adversa impidió utilizar el paramotor durante dos semanas. Samuel Anthamatten aprovecha la larga espera para realizar incursiones con sus esquís por las montañasGEO másGRAPHIC cercanas.AVENT U R A NATIONAL
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Cuando el equipo embarcado en esta aventura llegó por fin a Rainbow Peak, la meteorología adversa impidió utilizar el paramotor durante dos semanas. Samuel Anthamatten aprovecha la larga espera para realizar incursiones con sus esquís por las montañasGEO másGRAPHIC cercanas.AVENT U R A NATIONAL
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Por David Moreu Fotografías de Tero Repo
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a imagen de un freerider descendiendo con sus esquís o con su tabla de snowboard por la ladera de una montaña nevada, en medio de una inmensidad blanca sin límites, se ha convertido en un icono de los deportes extremos. El escenario suele ser impactante, de esos que cortan la respiración y que tantas veces hemos visto en fotografías y documentales. Pero, hasta ahora, los amantes de esta práctica solo podían acceder a ellos tras arduas travesías a pie o gracias a helicópteros que, después de varias horas de exploración, los depositaban en tentadoras cumbres desde las cuales lanzarse a velocidad de vértigo por una naturaleza prístina y salvaje. Este panorama empezó a dar señales de cambio en abril de 2014, cuando el triple campeón del mundo de freeriding Xavier de Le Rue se embarcó en un ambicioso proyecto en busca de las mejores líneas de descenso del hemisferio Norte. Su idea consistía en prescindir de helicópteros y utilizar en su lugar un paramotor (un parapente con motor de hélice) biplaza para localizar los picos nevados más espectaculares, acceder a ellos volando en tándem, soltar al freerider en la misma cumbre y filmar su descenso desde el aire para realizar un documental titulado Degrees North. El reto del snowboarder francés, que enseguida contó con la participación de Swatch y The North Face, fue transformándose en una aventura personal de proporciones épicas que revolucionaría este deporte de alta montaña.
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Pero retrocedamos al inicio de esta historia. Hace una década, De Le Rue hizo sus primeras incursiones en la Antártida para participar en el rodaje de diversos documentales de freeriding, aunque la falta de presupuesto impidió contar con helicópteros que inmortalizasen desde las alturas las asombrosas maniobras que se han convertido en su seña de identidad. «Era una sensación rara porque vivíamos experiencias increíbles y disfrutábamos de mucha libertad, pero el material grabado dejaba mucho que desear puesto que nos faltaba esa perspectiva aérea tan necesaria –comenta el deportista de élite–. Desde entonces he estado buscando maneras de rodar desde el cielo sin helicópteros, ya fuera con cometas o con pequeños globos aerostáticos». En aquellos días, el uso de drones todavía no se había popularizado y la única opción era usar un parapente con motor para acceder a las cimas de las montañas, rodar el máximo de escenas posible y ahorrarse largas travesías a pie con el material a cuestas. La idea resultaba tan tentadora que, diez años más tarde, decidió organizar una expedición al archipiélago noruego de las Svalbard, en el
Los tres protagonistas de esta aventura en el campo base de Rainbow Peak en mayo de 2015: de izquierda a derecha, el triple campeón mundial de freeriding Xavier de Le Rue, el snowboarder estadounidense Ralph Backstrom y el esquiador suizo Samuel Anthamatten.
océano Ártico, junto con el esquiador suizo Samuel Anthamatten, para demostrar que era factible. Aquella región gélida e inhóspita, situada a medio camino entre la Noruega continental y el polo Norte, recibió al equipo con temperaturas extremas de –41 °C y un impresionante sol de medianoche que rompía por completo su lógica horaria. Lo que en principio tenía que ser un mero entrenamiento de dos semanas para rodar imágenes desde el paramotor, pronto se convirtió en una experiencia mucho más exigente que puso a prueba su resistencia física y la viabilidad del proyecto. «Yo nací y me crié en Finlandia, pero nunca he pasado tanto frío como aquellos días en Svalbard –recuerda el fotógrafo Tero Repo, quien acompañó a los expedicionarios en aquella aventura hacia lo desconocido–. Lo único que nos preocupaba era protegernos del viento. Además, el trayecto de ocho horas en motos de nieve hasta llegar al campo base pasó factura a todo el equipo». TERO REPO / RED BULL CONTENT POOL (TODAS)
La climatología adversa fue también la culpable del pésimo funcionamiento de las baterías de las cámaras, e incluso el motor del parapente tampoco respondió de forma adecuada, así que los deportistas tuvieron que conformarse con unos breves saltos en tándem cerca del campo base. Pese a todo, la valoración fue positiva y decidieron intentarlo de nuevo en condiciones más favorables. en febrero de , casi un año después de la frustrada expedición a Noruega, Xavier de Le Rue contacta con el snowboarder estadounidense Ralph Backstrom y retoman un antiguo proyecto para explorar las montañas del sudeste de Alaska y completar así el documental. Las imágenes por satélite de Google Earth muestran unas cumbres perfectas para la práctica del freeriding y se proponen alcanzarlas de una forma novedosa: recorriendo la costa en barco para localizar desde el mar las mejores líneas de descenso y acceder a ellas FREERI Di ng
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Por David Moreu Fotografías de Tero Repo
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a imagen de un freerider descendiendo con sus esquís o con su tabla de snowboard por la ladera de una montaña nevada, en medio de una inmensidad blanca sin límites, se ha convertido en un icono de los deportes extremos. El escenario suele ser impactante, de esos que cortan la respiración y que tantas veces hemos visto en fotografías y documentales. Pero, hasta ahora, los amantes de esta práctica solo podían acceder a ellos tras arduas travesías a pie o gracias a helicópteros que, después de varias horas de exploración, los depositaban en tentadoras cumbres desde las cuales lanzarse a velocidad de vértigo por una naturaleza prístina y salvaje. Este panorama empezó a dar señales de cambio en abril de 2014, cuando el triple campeón del mundo de freeriding Xavier de Le Rue se embarcó en un ambicioso proyecto en busca de las mejores líneas de descenso del hemisferio Norte. Su idea consistía en prescindir de helicópteros y utilizar en su lugar un paramotor (un parapente con motor de hélice) biplaza para localizar los picos nevados más espectaculares, acceder a ellos volando en tándem, soltar al freerider en la misma cumbre y filmar su descenso desde el aire para realizar un documental titulado Degrees North. El reto del snowboarder francés, que enseguida contó con la participación de Swatch y The North Face, fue transformándose en una aventura personal de proporciones épicas que revolucionaría este deporte de alta montaña.
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Pero retrocedamos al inicio de esta historia. Hace una década, De Le Rue hizo sus primeras incursiones en la Antártida para participar en el rodaje de diversos documentales de freeriding, aunque la falta de presupuesto impidió contar con helicópteros que inmortalizasen desde las alturas las asombrosas maniobras que se han convertido en su seña de identidad. «Era una sensación rara porque vivíamos experiencias increíbles y disfrutábamos de mucha libertad, pero el material grabado dejaba mucho que desear puesto que nos faltaba esa perspectiva aérea tan necesaria –comenta el deportista de élite–. Desde entonces he estado buscando maneras de rodar desde el cielo sin helicópteros, ya fuera con cometas o con pequeños globos aerostáticos». En aquellos días, el uso de drones todavía no se había popularizado y la única opción era usar un parapente con motor para acceder a las cimas de las montañas, rodar el máximo de escenas posible y ahorrarse largas travesías a pie con el material a cuestas. La idea resultaba tan tentadora que, diez años más tarde, decidió organizar una expedición al archipiélago noruego de las Svalbard, en el
Los tres protagonistas de esta aventura en el campo base de Rainbow Peak en mayo de 2015: de izquierda a derecha, el triple campeón mundial de freeriding Xavier de Le Rue, el snowboarder estadounidense Ralph Backstrom y el esquiador suizo Samuel Anthamatten.
océano Ártico, junto con el esquiador suizo Samuel Anthamatten, para demostrar que era factible. Aquella región gélida e inhóspita, situada a medio camino entre la Noruega continental y el polo Norte, recibió al equipo con temperaturas extremas de –41 °C y un impresionante sol de medianoche que rompía por completo su lógica horaria. Lo que en principio tenía que ser un mero entrenamiento de dos semanas para rodar imágenes desde el paramotor, pronto se convirtió en una experiencia mucho más exigente que puso a prueba su resistencia física y la viabilidad del proyecto. «Yo nací y me crié en Finlandia, pero nunca he pasado tanto frío como aquellos días en Svalbard –recuerda el fotógrafo Tero Repo, quien acompañó a los expedicionarios en aquella aventura hacia lo desconocido–. Lo único que nos preocupaba era protegernos del viento. Además, el trayecto de ocho horas en motos de nieve hasta llegar al campo base pasó factura a todo el equipo». TERO REPO / RED BULL CONTENT POOL (TODAS)
La climatología adversa fue también la culpable del pésimo funcionamiento de las baterías de las cámaras, e incluso el motor del parapente tampoco respondió de forma adecuada, así que los deportistas tuvieron que conformarse con unos breves saltos en tándem cerca del campo base. Pese a todo, la valoración fue positiva y decidieron intentarlo de nuevo en condiciones más favorables. en febrero de , casi un año después de la frustrada expedición a Noruega, Xavier de Le Rue contacta con el snowboarder estadounidense Ralph Backstrom y retoman un antiguo proyecto para explorar las montañas del sudeste de Alaska y completar así el documental. Las imágenes por satélite de Google Earth muestran unas cumbres perfectas para la práctica del freeriding y se proponen alcanzarlas de una forma novedosa: recorriendo la costa en barco para localizar desde el mar las mejores líneas de descenso y acceder a ellas FREERI Di ng
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El archipiélago de las Svalbard, en el Ártico noruego, fue el campo de operaciones donde los freeriders llevaron a cabo los primeros vuelos en parapente con motor para localizar buenas líneas de descenso. En la imagen, sobrevuelan la cordillera de Atomfjella envueltos en una espesa capa de nubes.
utilizando un paramotor, que puede despegar desde las playas remotas o desde la propia cubierta de la embarcación. No sospechan que la meteorología volverá a interponerse en su camino. El equipo al completo aterriza en Alaska el 7 de marzo y se encuentra con el invierno más suave de los últimos 40 años. Apenas hay nieve por debajo de los 900 metros de altitud. Entonces tienen que improvisar un plan alternativo para rentabilizar el viaje y deciden embarcar igualmente en el puerto de Seward (pueblo flanqueado por picos escarpados), navegar hacia latitudes más septentrionales para alejarse de las aguas templadas de aquella región e iniciar una serie de trekkings hacia el interior del territorio con la esperanza de encontrar alguna ladera donde filmar los descensos. Sin embargo, «los bosques costeros eran tan frondosos que fue muy complicado atravesarlos –relata Backstrom–. Además, el viento había estado soplando a más de 100 kilómetros por hora en las montañas y la nieve no estaba en buenas condiciones». Una vez más, el destino les juega una mala pasada y tienen que conformarse con esquiar en algunas colinas cercanas al litoral, mientras observan las altas cimas en el horizonte sin poder aprovechar su enorme potencial para el freeriding. las buenas noticias llegan a mediados de abril, cuando Xavier de Le Rue recibe un correo electrónico de un amigo que trabaja como piloto de helicópteros en la empresa SEABA en Alaska informándole de que está empezando a nevar con fuerza en las montañas cercanas a Haines, una localidad situada por carretera a 850 kilómetros al este de donde ellos habían estado navegando. Como era de esperar, el francés reúne de nuevo al equipo y se desplazan a esa región para retomar el proyecto del documental. Sin embargo, su llegada coincide con un temporal de nieve que hace imposible acceder a Rainbow Peak, la espectacular cumbre que han elegido para filmar los descensos. El riesgo de avalanchas es demasiado grande en esas cotas y la única opción pasa por esperar en aquel minúsculo pueblo a que el tiempo mejore.
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«Todos intentábamos mantenernos ocupados. Samuel se pasaba el día empaquetando el equipo o revisando los mapas –explica Xavier de Le Rue–. Algunos días íbamos a pescar. Queríamos ser positivos, aunque no era fácil porque habíamos invertido muchas energías en la primera parte del viaje y no habíamos obtenido ningún resultado». La rutina en Haines transcurre lentamente y sin novedades, en un ambiente demasiado caluroso para los estándares de la primavera en Alaska. Durante aquella semana, que pasan en cabañas de madera, el equipo se cuestiona la magnitud del reto que se han propuesto y, por primera vez, contemplan la posibilidad de no lograrlo. Pero el 24 de
abril amanece soleado y se trasladan a Rainbow Peak en helicóptero para montar el campo base. «Las noches en los glaciares siempre son especiales y me cuesta mucho dormir, aunque sé que tendré que levantarme al cabo de cuatro o cinco horas para salir a explorar el terreno –comenta Ralph Backstrom–. Lejos del frenesí de la ciudad, quieres aprovechar al máximo cada minuto que pasas en esos lugares y disfrutar del entorno». Acampados a unos 2.000 metros sobre el nivel del mar, la primera noche duermen en tiendas de campaña bajo el espectáculo majestuoso de la aurora boreal, que brilla sobre la inmensidad de la montaña nevada y casi puede tocarse con los dedos.
A la mañana siguiente, los expedicionarios se despiertan con el sobresalto de una avalancha en Grandma’s Wrinkles, la primera línea de descenso marcada en su hoja de ruta. Como es lógico, sus planes de vuelo en paramotor se posponen porque no es seguro acceder a la cumbre en esas condiciones y deciden aprovechar el tiempo libre para aclimatarse, hacer breves salidas con esquís y practicar el despegue con el parapente en presencia de viento. Pero la tormenta no remite en varios días, y el 3 de mayo el campo base amanece cubierto por una gruesa capa de nieve que impide movilizar al equipo. En ese momento de caos generalizado, de nuevo se plantean abandonar la expedición. FREERI Di ng
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El archipiélago de las Svalbard, en el Ártico noruego, fue el campo de operaciones donde los freeriders llevaron a cabo los primeros vuelos en parapente con motor para localizar buenas líneas de descenso. En la imagen, sobrevuelan la cordillera de Atomfjella envueltos en una espesa capa de nubes.
utilizando un paramotor, que puede despegar desde las playas remotas o desde la propia cubierta de la embarcación. No sospechan que la meteorología volverá a interponerse en su camino. El equipo al completo aterriza en Alaska el 7 de marzo y se encuentra con el invierno más suave de los últimos 40 años. Apenas hay nieve por debajo de los 900 metros de altitud. Entonces tienen que improvisar un plan alternativo para rentabilizar el viaje y deciden embarcar igualmente en el puerto de Seward (pueblo flanqueado por picos escarpados), navegar hacia latitudes más septentrionales para alejarse de las aguas templadas de aquella región e iniciar una serie de trekkings hacia el interior del territorio con la esperanza de encontrar alguna ladera donde filmar los descensos. Sin embargo, «los bosques costeros eran tan frondosos que fue muy complicado atravesarlos –relata Backstrom–. Además, el viento había estado soplando a más de 100 kilómetros por hora en las montañas y la nieve no estaba en buenas condiciones». Una vez más, el destino les juega una mala pasada y tienen que conformarse con esquiar en algunas colinas cercanas al litoral, mientras observan las altas cimas en el horizonte sin poder aprovechar su enorme potencial para el freeriding. las buenas noticias llegan a mediados de abril, cuando Xavier de Le Rue recibe un correo electrónico de un amigo que trabaja como piloto de helicópteros en la empresa SEABA en Alaska informándole de que está empezando a nevar con fuerza en las montañas cercanas a Haines, una localidad situada por carretera a 850 kilómetros al este de donde ellos habían estado navegando. Como era de esperar, el francés reúne de nuevo al equipo y se desplazan a esa región para retomar el proyecto del documental. Sin embargo, su llegada coincide con un temporal de nieve que hace imposible acceder a Rainbow Peak, la espectacular cumbre que han elegido para filmar los descensos. El riesgo de avalanchas es demasiado grande en esas cotas y la única opción pasa por esperar en aquel minúsculo pueblo a que el tiempo mejore.
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«Todos intentábamos mantenernos ocupados. Samuel se pasaba el día empaquetando el equipo o revisando los mapas –explica Xavier de Le Rue–. Algunos días íbamos a pescar. Queríamos ser positivos, aunque no era fácil porque habíamos invertido muchas energías en la primera parte del viaje y no habíamos obtenido ningún resultado». La rutina en Haines transcurre lentamente y sin novedades, en un ambiente demasiado caluroso para los estándares de la primavera en Alaska. Durante aquella semana, que pasan en cabañas de madera, el equipo se cuestiona la magnitud del reto que se han propuesto y, por primera vez, contemplan la posibilidad de no lograrlo. Pero el 24 de
abril amanece soleado y se trasladan a Rainbow Peak en helicóptero para montar el campo base. «Las noches en los glaciares siempre son especiales y me cuesta mucho dormir, aunque sé que tendré que levantarme al cabo de cuatro o cinco horas para salir a explorar el terreno –comenta Ralph Backstrom–. Lejos del frenesí de la ciudad, quieres aprovechar al máximo cada minuto que pasas en esos lugares y disfrutar del entorno». Acampados a unos 2.000 metros sobre el nivel del mar, la primera noche duermen en tiendas de campaña bajo el espectáculo majestuoso de la aurora boreal, que brilla sobre la inmensidad de la montaña nevada y casi puede tocarse con los dedos.
A la mañana siguiente, los expedicionarios se despiertan con el sobresalto de una avalancha en Grandma’s Wrinkles, la primera línea de descenso marcada en su hoja de ruta. Como es lógico, sus planes de vuelo en paramotor se posponen porque no es seguro acceder a la cumbre en esas condiciones y deciden aprovechar el tiempo libre para aclimatarse, hacer breves salidas con esquís y practicar el despegue con el parapente en presencia de viento. Pero la tormenta no remite en varios días, y el 3 de mayo el campo base amanece cubierto por una gruesa capa de nieve que impide movilizar al equipo. En ese momento de caos generalizado, de nuevo se plantean abandonar la expedición. FREERI Di ng
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Los tres deportistas iniciaron la expedición a Alaska en la localidad portuaria de Seward, y navegaron por el litoral a bordo de un barco llamado Viking. Con una zodiac se desplazaban hasta tierra firme para poder explorar las montañas nevadas con susesquís y tablas GEO de snowboard. NATIONAL GRAPHIC AVENT U R A
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Los tres deportistas iniciaron la expedición a Alaska en la localidad portuaria de Seward, y navegaron por el litoral a bordo de un barco llamado Viking. Con una zodiac se desplazaban hasta tierra firme para poder explorar las montañas nevadas con susesquís y tablas GEO de snowboard. NATIONAL GRAPHIC AVENT U R A
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Página izquierda, de arriba abajo: Xavier, Samuel y Ralph en una de sus travesías por las montañas del sur de Alaska. Sobrecogedora imagen del campo base en Rainbow Peak iluminado al anochecer por la aurora boreal. El operador de cámara y miembro de la expedición Tim Burgess edita en su tienda de campaña el material filmado. Abajo: mientras aguardaban a que remitiera el temporal en Rainbow Peak, Samuel y Ralph decidieron construir un sorprendente refugio con nieve para pasar las noches, en lugar de dormir en su tienda de campaña.
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Página izquierda, de arriba abajo: Xavier, Samuel y Ralph en una de sus travesías por las montañas del sur de Alaska. Sobrecogedora imagen del campo base en Rainbow Peak iluminado al anochecer por la aurora boreal. El operador de cámara y miembro de la expedición Tim Burgess edita en su tienda de campaña el material filmado. Abajo: mientras aguardaban a que remitiera el temporal en Rainbow Peak, Samuel y Ralph decidieron construir un sorprendente refugio con nieve para pasar las noches, en lugar de dormir en su tienda de campaña.
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Finalmente deciden quedarse hasta mediados de mes a la espera de que la meteorología mejore. Samuel Anthamatten y Ralph Backstrom aprovechan para construir un refugio con bloques de nieve donde pasar las noches, como una alternativa más pintoresca a las tiendas de campaña. Las semanas de espera y los enormes esfuerzos del equipo se ven por fin recompensados el 8 de mayo, porque el sol brilla desde primera hora y ya no hay señales de temporal en las cumbres. En estos casos la veteranía es un grado, y Xavier de Le Rue es el primero en montar en tándem con Christophe Blanc-Gras, el piloto del paramotor, para dirigirse a Grandma’s Wrinkles y observar el territorio desde las alturas. Una vez valorados todos los factores de riesgo, decide fijarse un objetivo, desabrocharse el arnés de seguridad y saltar a la nieve virgen con su tabla de snowboard. En ese momento el tiempo parece detenerse y el silencio se apodera por completo del lugar, hasta
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que el freerider emerge en medio de la inmensidad blanca generando un fuerte estruendo y desciende la ladera con la actitud del pionero que sabe que ha logrado llevar su deporte a un nivel más alto. Aquellos breves segundos que separan las alturas de la tierra firme representan un cambio notable en la filosofía del freeriding, pese a que unos días antes pareciera una gesta prácticamente imposible. «Estaba muy nervioso antes del salto, y de repente sucedió, casi sin pensarlo, porque las condiciones eran perfectas y todo salió sin problemas –recuerda Xavier–. Fue asombroso, y poco a poco empecé a darme cuenta de que el sueño que había albergado durante tantos años al final se había hecho realidad. Un mundo nuevo de posibilidades se abría delante de mis ojos». A lo largo de aquella jornada se suceden los descensos cada vez más espectaculares de Samuel Anthamatten, Ralph Backstrom y del propio Xavier de Le Rue gracias a su creciente confianza
El veterano piloto de paramotor Christophe Blanc-Gras (izquierda) se dispone a emprender el vuelo desde el campo base que el equipo tiene en Alaska. Ralph Backstrom hace tándem con Blanc-Gras para prospectar las impresionantes cumbres nevadas de Rainbow Peak.
en el paramotor. Evidentemente, también hay importantes sobresaltos al «aterrizar» en la nieve. Todos los descensos se graban con cuatro cámaras GoPro acopladas estratégicamente a la estructura del parapente con resultados sorprendentes. Mientras, el resto del equipo contempla las hazañas a pie de montaña y nadie puede contener la emoción con gritos de ánimo. Tero Repo también permanece en el campo base, una ubicación privilegiada que le ofrece los mejores ángulos para hacer las fotografías. El material gráfico que consigue es la prueba definitiva del éxito de la expedición y no tarda en dar la vuelta al mundo. «Mi reto era captar la secuencia de aquellos instantes clave y ofrecer una perspectiva suficientemente amplia del lugar para mostrar la escala de
las montañas –dice el fotógrafo–. La localización era fabulosa. Cuanto más lejos estás del objetivo, más pronunciadas parecen las líneas de descenso». Después de tantos meses de trabajo, el único deseo de este grupo de osados aventureros era que su gesta inspirara a la próxima generación de freeriders a embarcarse en retos de mayor envergadura sin necesidad de helicópteros ni largas travesías a pie por la nieve. Aquella noche el cielo de Rainbow Peak se tiñó de colores brillantes en una celebración con fuegos artificiales y el equipo puso el broche final al documental Degrees North, que se presentaría meses más tarde en el Festival de Cine de San Sebastián de 2015 con gran éxito de público. Hoy día es todo un clásico dentro del género de los deportes extremos. j FREERI Di ng
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Finalmente deciden quedarse hasta mediados de mes a la espera de que la meteorología mejore. Samuel Anthamatten y Ralph Backstrom aprovechan para construir un refugio con bloques de nieve donde pasar las noches, como una alternativa más pintoresca a las tiendas de campaña. Las semanas de espera y los enormes esfuerzos del equipo se ven por fin recompensados el 8 de mayo, porque el sol brilla desde primera hora y ya no hay señales de temporal en las cumbres. En estos casos la veteranía es un grado, y Xavier de Le Rue es el primero en montar en tándem con Christophe Blanc-Gras, el piloto del paramotor, para dirigirse a Grandma’s Wrinkles y observar el territorio desde las alturas. Una vez valorados todos los factores de riesgo, decide fijarse un objetivo, desabrocharse el arnés de seguridad y saltar a la nieve virgen con su tabla de snowboard. En ese momento el tiempo parece detenerse y el silencio se apodera por completo del lugar, hasta
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que el freerider emerge en medio de la inmensidad blanca generando un fuerte estruendo y desciende la ladera con la actitud del pionero que sabe que ha logrado llevar su deporte a un nivel más alto. Aquellos breves segundos que separan las alturas de la tierra firme representan un cambio notable en la filosofía del freeriding, pese a que unos días antes pareciera una gesta prácticamente imposible. «Estaba muy nervioso antes del salto, y de repente sucedió, casi sin pensarlo, porque las condiciones eran perfectas y todo salió sin problemas –recuerda Xavier–. Fue asombroso, y poco a poco empecé a darme cuenta de que el sueño que había albergado durante tantos años al final se había hecho realidad. Un mundo nuevo de posibilidades se abría delante de mis ojos». A lo largo de aquella jornada se suceden los descensos cada vez más espectaculares de Samuel Anthamatten, Ralph Backstrom y del propio Xavier de Le Rue gracias a su creciente confianza
El veterano piloto de paramotor Christophe Blanc-Gras (izquierda) se dispone a emprender el vuelo desde el campo base que el equipo tiene en Alaska. Ralph Backstrom hace tándem con Blanc-Gras para prospectar las impresionantes cumbres nevadas de Rainbow Peak.
en el paramotor. Evidentemente, también hay importantes sobresaltos al «aterrizar» en la nieve. Todos los descensos se graban con cuatro cámaras GoPro acopladas estratégicamente a la estructura del parapente con resultados sorprendentes. Mientras, el resto del equipo contempla las hazañas a pie de montaña y nadie puede contener la emoción con gritos de ánimo. Tero Repo también permanece en el campo base, una ubicación privilegiada que le ofrece los mejores ángulos para hacer las fotografías. El material gráfico que consigue es la prueba definitiva del éxito de la expedición y no tarda en dar la vuelta al mundo. «Mi reto era captar la secuencia de aquellos instantes clave y ofrecer una perspectiva suficientemente amplia del lugar para mostrar la escala de
las montañas –dice el fotógrafo–. La localización era fabulosa. Cuanto más lejos estás del objetivo, más pronunciadas parecen las líneas de descenso». Después de tantos meses de trabajo, el único deseo de este grupo de osados aventureros era que su gesta inspirara a la próxima generación de freeriders a embarcarse en retos de mayor envergadura sin necesidad de helicópteros ni largas travesías a pie por la nieve. Aquella noche el cielo de Rainbow Peak se tiñó de colores brillantes en una celebración con fuegos artificiales y el equipo puso el broche final al documental Degrees North, que se presentaría meses más tarde en el Festival de Cine de San Sebastián de 2015 con gran éxito de público. Hoy día es todo un clásico dentro del género de los deportes extremos. j FREERI Di ng
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Tras lanzarse desde el paramotor, Xavier de Le Rue desciende en snowboard por el impoluto manto de nieve que tapiza una empinada ladera de Rainbow Peak. «El sueño que había tenido durante años se hacía finalmente afirma el freerider.AVENT U R A realidad», NATIONAL GEO GRAPHIC
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Tras lanzarse desde el paramotor, Xavier de Le Rue desciende en snowboard por el impoluto manto de nieve que tapiza una empinada ladera de Rainbow Peak. «El sueño que había tenido durante años se hacía finalmente afirma el freerider.AVENT U R A realidad», NATIONAL GEO GRAPHIC
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ALASKA SALVAJE FREERIDING EN ESTADO PURO A
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Alaska es la última frontera para muchos deportistas extremos. No en vano, hace apenas un cuarto de siglo que los pioneros llegaron a las montañas del sudeste de este territorio y las convirtieron en una de las mecas del freeriding. La expedición liderada por Xavier de Le Rue quería desmarcarse de todo lo anterior, demostrando que se podía recurrir a paramotores para localizar vertiginosas líneas de descenso en su abrupta orografía y acceder a ellas desde el aire con el fin de ahorrarse largas travesías. La idea original consistía en recorrer la costa de Seward en barco, lograr una visión privilegiada de las montañas y despegar con el parapente desde la playa para llegar a las cumbres. Sin embargo, se encontraron con el invierno más suave de las últimas cuatro décadas y tuvieron que desplazarse hasta Haines, 850 kilómetros al este, donde sí nevaba con fuerza. Montaron el campo base en Rainbow Peak y, después de 24 jornadas de tensa espera, pudieron hacer realidad su objetivo.
S
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Rainbow Peak, anatomía de un descenso
A
Anchorage Seward
C
A
N
A
D
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Haines Rainbow Peak
El litoral
Los glaciares
Seward es la puerta de entrada al Parque Nacional de los Fiordos de Kenai, célebre por sus enormes glaciares flanqueados por montañas.
Haines no solo es una meca para los freeriders que exploran sus elevadas cumbres con helicópteros, sino que también está rodeado de glaciares espectaculares.
Tradicionalmente, los freeriders debían emprender largas travesías a pie por las montañas hasta llegar a la cumbre deseada. Ahora, gracias a los paramotores, pueden acceder a cualquier lugar en cuestión de minutos y hacer tantos descensos como quieran.
A diferencia de los helicópteros, los paramotores son tan maniobrables que permiten a los deportistas descolgarse en pleno vuelo y saltar a las cumbres nevadas con sus tablas de snowboard o esquís. El piloto sigue sobrevolando la zona con una cámara para grabarlo y fotografiarlo.
PRÁCTICAS TRADICIONALES Durante muchos años, las expediciones de freeriding para localizar las mejores líneas de descenso en los puntos más remotos del planeta se han basado en prácticas tradicionales como el trekking, el esquí, la escalada y el rápel, unas prácticas en las que el éxito depende de la habilidad de los deportistas.
El parapente con motor se ha convertido en una alternativa a los helicópteros para las expediciones en busca de líneas de descenso de freeriding. Es esencial una buena compenetración entre el deportista y el piloto, porque vuelan en tándem a grandes alturas.
Trekking
Esquí
Escalada
50 °
Rápel
Promedio de la inclinación de las pendientes localizadas por los expedicionarios en Alaska.
TECNOLOGÍA INNOVADORA Desde hace unos años, los freeriders también disponen de la más moderna tecnología para descubrir nuevas vías de descenso. Mediante GPS, drones de ala fija, drones multirrotor y paramotores, pueden sobrevolar las montañas nevadas e incluso acceder a las cumbres con los esquís o la tabla de snowboard.
Abril de 2014
Comienza la expedición en el archipiélago de las islas Svalbard, en Noruega, para demostrar la viabilidad de acceder a las cumbres con paramotor. Frío extremo y primeros ensayos.
FREERIDERS_def.indd 60-61
El sistema antibloqueo (ABS) incorporado a la mochila es un dispositivo que funciona a modo de airbag y aumenta la seguridad del freerider, sobre todo en casos de alud.
1 localizador GPS para determinar la posición
Febrero de 2015
Xavier de Le Rue propone a Ralph Backstrom una aventura en barco por la costa de Seward, en Alaska, adonde llegan en marzo. Es el invierno más suave en 40 años y apenas hay nieve.
1 dron de ala fija de dos metros para explorar
14 de abril de 2015
1 dron de largo alcance para localizar las líneas
Tras recibir un correo electrónico informando de que empieza a nevar con fuerza en la región de Haines, se desplazan 850 kilómetros al este. Su llegada coincide con una tormenta de nieve.
2 paramotores para acceder a la cumbre y grabar y fotografiar
23 de abril de 2015 El temporal de nieve, que dura ya una semana, no remite y frustra el nuevo intento de volar en helicóptero a Rainbow Peak. El equipo contempla la idea de abandonar la expedición.
24 de abril de 2015 La
meteorología mejora y pueden desplazarse a Rainbow Peak para montar el campo base. Salen de travesía para comprobar el estado de la nieve. Hay auroras boreales.
25 de abril de 2015 Por la
mañana descubren que ha habido una enorme avalancha en la línea de Grandma’s Wrinkles, su principal objetivo de descenso. Es la mayor que han visto jamás.
3 de mayo de 2015 El campo
base queda cubierto por culpa de la nieve y del fuerte viento. Se plantean quedarse en Rainbow Peak hasta mediados de mes si no cesa la tormenta.
8 de mayo de 2015 El día
amanece soleado y se atreven a utilizar el parapente con motor. Xavier de Le Rue hace el primer salto en una cumbre y desciende con éxito. Objetivo cumplido.
15/12/16 11:43
ALASKA SALVAJE FREERIDING EN ESTADO PURO A
A
L
Alaska es la última frontera para muchos deportistas extremos. No en vano, hace apenas un cuarto de siglo que los pioneros llegaron a las montañas del sudeste de este territorio y las convirtieron en una de las mecas del freeriding. La expedición liderada por Xavier de Le Rue quería desmarcarse de todo lo anterior, demostrando que se podía recurrir a paramotores para localizar vertiginosas líneas de descenso en su abrupta orografía y acceder a ellas desde el aire con el fin de ahorrarse largas travesías. La idea original consistía en recorrer la costa de Seward en barco, lograr una visión privilegiada de las montañas y despegar con el parapente desde la playa para llegar a las cumbres. Sin embargo, se encontraron con el invierno más suave de las últimas cuatro décadas y tuvieron que desplazarse hasta Haines, 850 kilómetros al este, donde sí nevaba con fuerza. Montaron el campo base en Rainbow Peak y, después de 24 jornadas de tensa espera, pudieron hacer realidad su objetivo.
S
K
Rainbow Peak, anatomía de un descenso
A
Anchorage Seward
C
A
N
A
D
Á
Haines Rainbow Peak
El litoral
Los glaciares
Seward es la puerta de entrada al Parque Nacional de los Fiordos de Kenai, célebre por sus enormes glaciares flanqueados por montañas.
Haines no solo es una meca para los freeriders que exploran sus elevadas cumbres con helicópteros, sino que también está rodeado de glaciares espectaculares.
Tradicionalmente, los freeriders debían emprender largas travesías a pie por las montañas hasta llegar a la cumbre deseada. Ahora, gracias a los paramotores, pueden acceder a cualquier lugar en cuestión de minutos y hacer tantos descensos como quieran.
A diferencia de los helicópteros, los paramotores son tan maniobrables que permiten a los deportistas descolgarse en pleno vuelo y saltar a las cumbres nevadas con sus tablas de snowboard o esquís. El piloto sigue sobrevolando la zona con una cámara para grabarlo y fotografiarlo.
PRÁCTICAS TRADICIONALES Durante muchos años, las expediciones de freeriding para localizar las mejores líneas de descenso en los puntos más remotos del planeta se han basado en prácticas tradicionales como el trekking, el esquí, la escalada y el rápel, unas prácticas en las que el éxito depende de la habilidad de los deportistas.
El parapente con motor se ha convertido en una alternativa a los helicópteros para las expediciones en busca de líneas de descenso de freeriding. Es esencial una buena compenetración entre el deportista y el piloto, porque vuelan en tándem a grandes alturas.
Trekking
Esquí
Escalada
50 °
Rápel
Promedio de la inclinación de las pendientes localizadas por los expedicionarios en Alaska.
TECNOLOGÍA INNOVADORA Desde hace unos años, los freeriders también disponen de la más moderna tecnología para descubrir nuevas vías de descenso. Mediante GPS, drones de ala fija, drones multirrotor y paramotores, pueden sobrevolar las montañas nevadas e incluso acceder a las cumbres con los esquís o la tabla de snowboard.
Abril de 2014
Comienza la expedición en el archipiélago de las islas Svalbard, en Noruega, para demostrar la viabilidad de acceder a las cumbres con paramotor. Frío extremo y primeros ensayos.
FREERIDERS_def.indd 60-61
El sistema antibloqueo (ABS) incorporado a la mochila es un dispositivo que funciona a modo de airbag y aumenta la seguridad del freerider, sobre todo en casos de alud.
1 localizador GPS para determinar la posición
Febrero de 2015
Xavier de Le Rue propone a Ralph Backstrom una aventura en barco por la costa de Seward, en Alaska, adonde llegan en marzo. Es el invierno más suave en 40 años y apenas hay nieve.
1 dron de ala fija de dos metros para explorar
14 de abril de 2015
1 dron de largo alcance para localizar las líneas
Tras recibir un correo electrónico informando de que empieza a nevar con fuerza en la región de Haines, se desplazan 850 kilómetros al este. Su llegada coincide con una tormenta de nieve.
2 paramotores para acceder a la cumbre y grabar y fotografiar
23 de abril de 2015 El temporal de nieve, que dura ya una semana, no remite y frustra el nuevo intento de volar en helicóptero a Rainbow Peak. El equipo contempla la idea de abandonar la expedición.
24 de abril de 2015 La
meteorología mejora y pueden desplazarse a Rainbow Peak para montar el campo base. Salen de travesía para comprobar el estado de la nieve. Hay auroras boreales.
25 de abril de 2015 Por la
mañana descubren que ha habido una enorme avalancha en la línea de Grandma’s Wrinkles, su principal objetivo de descenso. Es la mayor que han visto jamás.
3 de mayo de 2015 El campo
base queda cubierto por culpa de la nieve y del fuerte viento. Se plantean quedarse en Rainbow Peak hasta mediados de mes si no cesa la tormenta.
8 de mayo de 2015 El día
amanece soleado y se atreven a utilizar el parapente con motor. Xavier de Le Rue hace el primer salto en una cumbre y desciende con éxito. Objetivo cumplido.
15/12/16 11:43