GROENLANDIA LA ÉPICA DEL HIELO Tres Aventureros del Año de National Geographic se embarcan en una travesía con kite esquís por el manto de hielo de la gran isla blanca con un único objetivo: cumplir el sueño de descender en kayak uno de los ríos más septentrionales del planeta.
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Ben Stookesberry y Sarah McNair-Landry avanzan con crampones por el cauce helado del río ártico mientras arrastran sus kayaks y trineos cargados con el material y los víveres. Deben caminar por la orilla, donde el hielo parece más resistente, y confiar que aguante su peso sin que la superficie se quiebre. El azul intenso del agua lo invade todo. ERIKnl BOOMER g roe a ndia , l a é pic a del hi el o
Durante la travesía por el río glaciar, los tres aventureros encontraron un tramo bloqueado por un desprendimiento de hielo. La única manera de seguir avanzando consistía en escalar la pared vertical, andar varios metros con todo el equipo a cuestas y descender de nuevo hasta volver al fondo del cañón. ERIK BOOMER
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El río les tenía reservada una sucesión de increíbles cascadas y rápidos. Ben Stookesberry inicia el descenso en kayak de esta catarata de 14 metros que desembocaba en una zona de turbulencias a la que bautizaron «The Gatekeeper» porque ya presagiaban la llegada al océano Ártico. La siguiente tenía cinco metros y la tercera, tres. SARAH MCNAIR-LANDRY NATIONAL GEO GRAPHIC AV ENT URA
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Por Kat Long y David Moreu Fotografías de Erik Boomer y Sarah McNair-Landry
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uando los tres deportistas de élite –y Aventureros del Año de National Geographic en ediciones anteriores– Sarah McNairLandry, Erik Boomer y Ben Stookesberry llegaron a Groenlandia a principios de agosto de 2016, eran conscientes de que la expedición de mil kilómetros que estaban a punto de emprender podía cambiar sus vidas para siempre. ¿El objetivo? Cruzar la isla de costa a costa en un plazo de 45 días para descender los rápidos de uno de los ríos más septentrionales y desconocidos del planeta, que previamente habían localizado en Google Earth. ¿Cómo lograrlo? Poniendo a prueba su experiencia en travesías polares combinando el uso de kite esquís y del kayak en una zona remota de la bahía de Baffin que bautizaron como Twin Galaxies («Galaxias Gemelas»), un guiño a la célebre plataforma que registra los récords mundiales de videojuegos. El resto era una incógnita que dependería de las condiciones meteorológicas, la fuerza del viento y el nivel del cauce fluvial.
Groenlandia, el escenario de esta aventura, es la mayor isla del mundo, un marco geográfico de un blanco cegador. El 80 % de su superficie está cubierta de hielo, y su población es de apenas 60.000 habitantes, la mayoría de ellos inuit. El rigor del clima hace que en estos parajes inhóspitos y a la vez sublimes los escasos núcleos de población, famosos por sus casas de colores, estén diseminados por la escarpada costa occidental. Pero la ubicación en
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el círculo polar Ártico de esta región autónoma perteneciente a Dinamarca es decisiva desde el punto de vista geoestratégico, algo que llevó al Ejército estadounidense a montar la base aérea de Thule en la zona noroccidental durante la Guerra Fría y que hoy alberga diversas estaciones científicas dedicadas al estudio del cambio climático y de la fusión del hielo en Groenlandia. El día que los tres exploradores llegaron a este país de hielo, el sol veraniego brillaba en el cielo, apenas había nubes en el horizonte y lo único que veían desde la barca eran icebergs flotando a la deriva en la inmensidad del océano Atlántico. Era el 7 de agosto. Sarah conocía bien el lugar; hija de un legendario aventurero canadiense y guía ártico, creció en la Tierra de Baffin entre kite esquís y trineos de perros, dedicada a la exploración polar. Su pareja, Boomer, es un kayakista especializado en descensos internacionales de máxima dificultad. Y Ben, también un profesional del kayak extremo, había recorrido los cinco continentes en busca de ríos salvajes. Sin embargo, aquella era la primera vez que emprendían una travesía conjunta y sin asistencia externa, cuyo resultado épico quedaría inmortalizado en un documental. Al desembarcar en el puerto de Kulusuk, un pequeño asentamiento del sudeste de la isla, repartieron el equipo entre los tres trineos (alrededor de 100 kilos de material cada uno), amarraron los kayaks a sus arneses e iniciaron la travesía a pie por el segundo manto de hielo más grande del planeta.
Arriba, los tres protagonistas de esta expedición sin asistencia técnica: la experta en travesías polares Sarah McNair-Landry y los kayakistas profesionales Erik Boomer y Ben Stookesberry. Abajo: primera parte de esta aventura única por Groenlandia, que consistió en atravesar a pie un enorme glaciar con todo el equipo a cuestas.
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Los registros confirmaban que ese era el verano más caluroso en la región desde que se hacen mediciones. Cuando el termómetro se dispara en la zona de ablación de Groenlandia, la superficie helada se fragmenta y se cubre de enormes grietas que dificultan el avance, incluso usando crampones y piolets. Tardaron siete intensas jornadas, con temperaturas nocturnas de hasta -25 °C, en recorrer a pie los primeros 12 kilómetros de esta aventura, al final de los cuales el hielo daría por fin paso a la nieve y podrían utilizar los kite esquís. «Las condiciones cambiaban a diario y necesitamos una semana para perder de vista el océano Atlántico –recuerda Ben–. A partir de ese momento, todo estuvo a merced de la meteorología, de la latitud y del hielo». Una vez culminada esta primera fase caminando sobre el hielo, los kite esquís les permitieron avanzar a mayor velocidad por la interminable llanura blanca que se extendía frente a ellos. Pese a que Ben y Boomer tenían poca experiencia con ese medio de transporte, lograron dominar los fuertes vientos y se vieron capaces de afrontar casi un mes de ruta hacia lo desconocido. Solo debían
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guiarse por las puestas de sol, que marcaban el camino hacia los fiordos del oeste. Pero ninguno de ellos contaba con que una experta como McNair-Landry pudiera sufrir un aparatoso accidente mientras preparaba su cometa y que ese contratiempo pondría en peligro la expedición. El primer día en que se disponían a usar los kite esquís, una repentina ráfaga de viento golpeó a los tres esquiadores y sus cometas se inflaron rápidamente. Sarah intentó soltar el pestillo de seguridad del arnés que llevaba alrededor de la cintura, pero este se atascó. La racha de viento la levantó más de seis metros y, con la misma rapidez, la dejó caer de cabeza sobre el hielo. El casco protector se rompió y ella quedó inconsciente durante unos pocos pero aterradores minutos. Cuando recobró el conocimiento y comprobó que podía moverse con más o menos normalidad, sus compañeros de expedición se enfrentaron a algunas decisiones difíciles de tomar. ¿Debían llamar a un helicóptero para evacuarla? ¿Y si sus lesiones eran menores y malgastaban tiempo y recursos para nada? ¿Podían arriesgarse y seguir adelante sin más?
Izquierda: para no perder tiempo, los exploradores deben proseguir la travesía por la nieve en esquís cuando no hay suficiente viento para utilizar los kite esquís. Arriba: lo más complicado de avanzar por el manto de hielo de Groenlandia es sortear las enormes y peligrosas grietas que se forman en el suelo con el kayak a cuestas.
«Era difícil saber qué debíamos hacer –dice Sarah–, porque en ese momento no conocíamos el alcance real de la lesión». Pero ella decidió seguir adelante y retomaron el plan original trazado al emprender esta aventura. «Queríamos probar una manera novedosa y original de atravesar la isla de costa a costa y llegar a esa zona desconocida para descubrir aquellos ríos septentrionales tan remotos», explica. Ya en 2011 ella y su hermano, Eric, habían completado la primera travesía del Paso del Noroeste con kite esquís. «En Groenlandia hay unos vientos y unas condiciones increíbles. Con kite esquís puedes viajar mucho más rápido y más lejos que únicamente con esquís, sobre todo cuando tienes que arrastrar trineos; estoy hablando de unos 150 kilómetros diarios, según el día, frente a los 20 o 30 como máximo que avanzas esquiando». La mayoría de los exploradores viajan a la isla blanca en invierno, cuando la capa de hielo es gruesa y sólida. Sin embargo, el equipo había decidido ERIK BOOMER (AMBAS)
viajar en verano para que el río formado por agua de fusión hubiese alcanzado su caudal máximo y los meses cálidos hubiesen convertido la superficie del manto de hielo en aguanieve. Soportaron días de lluvias fuertes y una sensación térmica de bajo cero a más de 2.200 metros sobre el nivel del mar, lo que hizo mella en su capacidad de resistencia. Y encontraron campos con profundas grietas que les obligaron a retroceder y desviarse de su ruta para dar con un paso seguro. «Fue un verdadero acto de fe para nosotros –dice Boomer–. Confiábamos en que Sarah sería capaz de encontrar una ruta viable a través de las grietas y los glaciares. La pusimos al frente, nos atamos a ella con una cuerda y la seguimos». Para mantener alta la moral del equipo, Stookesberry cantaba los grandes éxitos de la década de 1980. «¿A quién no le gusta un poco de Phil Collins, por ejemplo, I’m Still Standing, o incluso Time of My Life, de la banda sonora de Dirty Dancing, g roe nl a ndia , l a épica de l h i el o
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Ben Stookesberry durante una de las largas jornadas en las que pudieron avanzar varios kilómetros con los kite esquís gracias a unos vientos perfectos. Debido al retraso acumulado en la primera parte de la expedición, tuvieron que ganar tiempo aprovechando todas las horas de viento de que disponían hasta el anochecer. ERIK BOOMER g roe nl a ndia , l a é pic a del hi el o
especialmente cuando el viento sopla a favor y la cometa acaba de empujarte más de 900 kilómetros a través de Groenlandia?», ríe. Ya en el extremo occidental del casquete polar groenlandés, y después de atravesar con kite esquís esos más de 900 kilómetros, llegaron a una zona cubierta de montículos altos y redondeados que llamaron moguls, por su parecido con las formaciones de nieve de las pruebas de esquí acrobático. «Ese hielo se derrite y se vuelve a congelar cada
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año, formando moguls de hasta tres metros de altura, y las grietas se hacen cada vez más profundas –dice Boomer–. Subes y bajas por un terreno infernal con la carga a rastras. A esas alturas, estábamos más que ansiosos por meternos en el río». Para salir del campo de moguls, el equipo descendió haciendo rápel hasta un impresionante cañón que serpenteaba en medio del paisaje blanco –un desfiladero natural formado por la acción del deshielo– con la esperanza de que el curso de aquel ERIK BOOMER
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Arriba, ruta seguida por la expedición Into Twin Galaxies. El objetivo final era descender en kayak el río glaciar que desemboca en el océano Ártico, pero estaba helado en pleno mes de agosto y había formado un profundo cañón que serpenteaba a lo largo de varios kilómetros hasta desembocar en un lago. En algunos tramos, los aventureros tuvieron que pasar por debajo de enormes túneles de hielo con carámbanos y afrontar el riesgo de desprendimientos.
río glaciar les condujese al nacimiento de las Galaxias Gemelas. Era la jornada 30. Tuvieron que avanzar por debajo de gigantescos puentes de hielo que podrían desprenderse en cualquier momento, y aunque en algunos tramos el agua era lo bastante profunda como para introducir sus kayaks y remar, en otros tuvieron que ponerse los trajes estancos y los crampones y caminar sobre la fina capa de hielo que cubría el río, con el temor de que se quebrara bajo el peso de su equipo. MAPA: FERNANDO J. SÁNCHEZ / EOSGIS.COM
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Cuando salieron del cañón helado, una jornada y 11 kilómetros después, pisaron tierra firme por primera vez tras 32 días de travesía polar. Rodeados de montañas y sin apenas nieve, habían alcanzado el último reto de la expedición: descender el gigantesco y turbulento río que, según cuenta Boomer, encontraron sorprendentemente grande. Alimentado por el agua del deshielo proveniente de los glaciares cercanos, el río serpenteaba por un antiguo lecho rocoso, formando cascadas y rápidos entre los muros de roca de un cañón entre montañas de más de 1.800 metros de altitud. «El lugar era un poco diferente a las imágenes de satélite que habíamos visto en Google Earth cuando preparábamos la expedición –dice Boomer–. Nos sorprendió mucho que la primera cascada del río no apareciese en ninguna de ellas, probablemente porque entonces estaba oculta bajo el agua o tal vez cubierta de hielo». Mientras los tres aventureros transportaban su equipo río abajo, pudieron evaluar la ruta y planear el descenso. «Había grandes cañones y tres o cuatro cascadas de unos 30 metros por las que no osamos descender, pero conseguimos salvar tres cascadas muy respetables y un buen tramo cuya dificultad era de clase IV», dice Boomer. McNair-Landry remó junto con Stookesberry y Boomer a lo largo de las secciones más fáciles, pero solo los dos últimos se metieron de lleno en las cascadas y los rápidos. «El río superó de lejos nuestras expectativas –asegura Boomer–. No podíamos creerlo: habíamos hecho un larguísimo viaje preguntándonos todo el tiempo si íbamos a encontrar agua, aunque solo fuese al final. El verdadero clímax fue la última sección del río, que se convirtió en el punto álgido de la expedición». Llegaron a la bahía de Baffin un atardecer, con -18 °C. groe nl a n dia , l a épica del h i el o
La mayor parte del río estaba cubierta por una capa de hielo lo bastante gruesa para impedir al equipo navegar en kayak, y lo bastante fina como para quebrarse y caer en sus aguas gélidas, como le ocurre a Sarah McNair-Landry. Por este motivo iban equipados con trajes estancos, chalecos hinchables y crampones. ERIK BOOMER NAT IONA L G EO GRA PH IC AV E NT U RA
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Boomer y Stookesberry descienden una ladera acarreando sus kayaks para acometer uno de los rápidos más asombrosos que encontraron en la expedición, alimentados por la fusión de los glaciares circundantes. Sabían que solo podrían lograrlo a finales de verano, aunque no esperaban que el frío extremo llegara tan deprisa a la región. SARAH MCNAIR-LANDRY
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Abajo: el primer día que los exploradores pudieron adentrarse en el cauce del río con los kayaks descubrieron una línea de descenso en el horizonte que desembocaba en un rápido de más de 30 metros de longitud. Una de las orillas era montañosa y la otra estaba formada por el enorme glaciar, que se inclinaba imponente sobre el agua. Derecha: después de haber descendido un rápido con diversas cascadas de gran dificultad técnica, Erik Boomer y Ben Stookesberry comentan la experiencia vivida a bordo de sus kayaks. Tuvieron la suerte de encontrar un río glaciar que transcurría a lo largo de varios kilómetros por un profundo cañón flanqueado por enormes montañas nevadas.
El equipo completó la expedición en 46 días, el 21 de septiembre, y cada uno de ellos se retiró a su respectivo campamento base: McNair-Landry a la isla de Baffin, Boomer a Idaho y Stookesberry al norte de California. Días más tarde, en octubre, McNair-Landry supo que el accidente sufrido con el kite esquí era más serio de lo que habían imaginado: se trataba de una fractura en una vértebra torácica. «Sabiendo lo que sabemos ahora [del accidente], el hecho de que Sarah no solo alcanzase la meta que se había propuesto, sino que además coronase
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su trayectoria de exploradora con una misión de tal magnitud, es para mí una de las muestras de superación de la adversidad más valientes y conmovedoras que he visto», afirma Stookesberry. A pesar de la lesión, Sarah saborea todo lo que el equipo aprendió mientras atravesaba el manto de hielo de Groenlandia. «En una expedición es muy fácil disfrutar de las cosas sencillas que olvidas en tu vida diaria. Aprendes a apreciar esos momentos –dice–. Una taza de chocolate caliente al final de una caminata es la mejor parte del día, la que te hace más ilusión». j ERIK BOOMER (ARRIBA); SARAH MCNAIR-LANDRY (DERECHA)
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