nº 352 | OCTUBRE 2017 | 4,95 €
TIEMPOS DE ROCK’N’ROLL / DESDE 1985
ESCENA BUENAVISTA contada por sus protagonistas
CHIC
le freak, c’est chic…
ENDLESS BOOGIE charla telepática con Paul Major
BRIT-POP
auge y caída de un breve imperio
ENTREVISTAS
60 aniversario Stax Records
Josele Santiago Daniel Romano Surfin’ Bichos Robyn Hitchcock Orquesta Mondragón
SouthernSOUL los últimos días de
Otis Redding
CODY CHESTNUTT / JOANA SERRAT / THE DISTRACTIONS / TIM WARREN & CRYPT RECORDS / LUTHER RUSSELL / P.P. ARNOLD / RUBIA / KURT VILE & COURTNEY BARNETT / LADRONCOMIX
INFORME STAX
Otis
I M Á G E O F C A
T E X T O : D A V I D M O R E U N E S : T H E S T A X M U S E U M A M E R I C A N S O U L M U S I C , O N C O R D M U S I C G R O U P Y T L A N T I C / S T A X R E C O R D S
Hace medio siglo que este titán del soul pereció en un accidente de aviación. Con solo veintiséis años, su muerte no solo nos privó de su talento único e irrepetible voz, también de todo aquello que su curiosidad y eclecticismo nos hubiese deparado hasta hoy. Profundizamos en sus últimos días.
EL ÚLTIMO AÑO DE
una leyenda SOUL DEL
ra como un adolescente que disfrutaba al máximo cada segundo de su fama y ponía un gran entusiasmo en todo lo que hacía”, me comentó el músico de sesión Marvell Thomas. “No sabía cómo había logrado ser una estrella, pero tampoco le importaba demasiado. Lo único que puedo decirte es que lo disfrutó mucho”. Estas palabras resumen a la perfección la esencia de Otis Redding, el protagonista de un cuento de hadas acelerado por la urgencia y la transgresión de una época que se ha idealizado hasta límites insospechados. Para los mitómanos se trata de la historia musical más fascinante de la década de los sesenta debido a la brevedad de su carrera, a la intensidad de sus canciones y al legado incomparable que dejó tras su fatídica muerte. Para los escépticos siempre será una incógnita porque el artista de Macon, Georgia, justo había empezado a tomar riesgos a la hora de componer y quería dar un giro radical a su sonido después de la ovación que recibió en el Monterey Pop Festival. ¿Cómo habrían sido sus discos si no hubiera fallecido tan temprano? ¿Habría mantenido intacta su creatividad en plena era Blaxploitation? ¿Habría cerrado Stax Records por bancarrota si Otis Redding hubiera continuado grabando para el sello de Memphis? Estas cuestiones nunca tendrán respuesta y solo sirven para magnificar todavía más la leyenda. Sin embargo, podemos emprender un viaje en el tiempo para recordar el último año de vida del rey del soul y, gracias al testimonio de sus amigos, sumergirnos en los acontecimientos más relevantes que sucedieron hasta que su avión privado se precipitó a un lago helado de camino a un concierto a Madison, Wisconsin, en diciembre de 1967.
Toda retrospectiva debe empezar con un flashback. Otis Redding entró en el Studio A de Stax Records con su eterna sonrisa, saludó efusivamente a los miembros de Booker T. & The MG’s y The MarKeys mientras preparaban los instrumentos, dio un abrazo a su querida Carla Thomas y le indicó a Jim Stewart a través del cristal de la cabina de control que ya estaban preparados para grabar. Era una fría mañana de enero de 1967 y los responsables de la discográfica habían tenido la brillante idea de producir un álbum de duetos con sus dos artistas más famosos para emular el éxito que había conseguido Motown con Marvin Gaye y Mary Wells. Aunque ellos se encontraban en el profundo sur de Estados Unidos y cada sesión que protagonizaban era una aventura de proporciones épicas debido a que no seguían una fórmula preestablecida. 50 | RUTA 66
“Estábamos todos juntos en el estudio porque entonces no había grabadoras multipistas y lo registrábamos todo en directo”, me explicó el trompetista Wayne Jackson. “Piensa que no podíamos permitirnos ningún error porque eso significaba que alguien como Otis tenía que repetir la canción de nuevo. Si parábamos, debía ser solamente por culpa del vocalista”. Aquella jornada terminaron seis temas sin apenas hacer pausas y quedó claro que la crudeza de Otis Redding se complementaba con la sofisticación de Carla Thomas. Unos días después, la hija de Rufus Thomas grabó cinco composiciones más antes de volver a la universidad y el cantante solo tuvo que poner sus pistas de voz en un descanso de su gira norteamericana. El disco se editó en marzo de ese año con el título de King & Queen y escaló hasta los primeros puestos de las listas de ventas gracias a singles tan adictivos como «Tramp» y la versión de «Knock on Wood» que había popularizado Eddie Floyd unos meses antes. Pero la actividad de Otis Redding no se limitaba a grabar de manera esporádica, actuar en clubes y vivir a lo grande en su rancho, sino que también quería aprovechar su estatus para apoyar a otros artistas que se habían cruzado en su camino y que merecían una oportunidad como la suya. Uno de los afortunados fue Arthur Conley, nacido en Georgia solo cinco años después que su mentor. “Lo vio actuar por primera vez en Maryland y se trataba de un chico que justo empezaba su carrera. Otis decidió ayudarlo porque creyó que podría convertirlo en una estrella”, me aclaró Zelma Redding. “Realmente lo consiguió porque le motivaba trabajar con gente más joven para enseñarles todo lo que él había aprendido por su cuenta’’. Otis Redding intuía que en Memphis no dispondría de la libertad suficiente para trabajar con su protegido, por este motivo se trasladaron al pueblo de Muscle Shoals, en Alabama, y grabaron con el grupo de sesión del estudio FAME. El resultado fue «Sweet Soul Music», un single editado por el sello ATCO, propiedad de Atlantic Records, que produjo él mismo y encabezó la lista de éxitos de R&B. En aquellos días, Stax Records se había consolidado como la segunda discográfica de música soul más importante del mundo, riva-
Otis Ray Redding Jr. (Georgia, 1941-Wisconsin, 1967), todavía el inexpugnable King of Soul
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INFORME STAX
Otis
I M Á G E O F C A
T E X T O : D A V I D M O R E U N E S : T H E S T A X M U S E U M A M E R I C A N S O U L M U S I C , O N C O R D M U S I C G R O U P Y T L A N T I C / S T A X R E C O R D S
Hace medio siglo que este titán del soul pereció en un accidente de aviación. Con solo veintiséis años, su muerte no solo nos privó de su talento único e irrepetible voz, también de todo aquello que su curiosidad y eclecticismo nos hubiese deparado hasta hoy. Profundizamos en sus últimos días.
EL ÚLTIMO AÑO DE
una leyenda SOUL DEL
ra como un adolescente que disfrutaba al máximo cada segundo de su fama y ponía un gran entusiasmo en todo lo que hacía”, me comentó el músico de sesión Marvell Thomas. “No sabía cómo había logrado ser una estrella, pero tampoco le importaba demasiado. Lo único que puedo decirte es que lo disfrutó mucho”. Estas palabras resumen a la perfección la esencia de Otis Redding, el protagonista de un cuento de hadas acelerado por la urgencia y la transgresión de una época que se ha idealizado hasta límites insospechados. Para los mitómanos se trata de la historia musical más fascinante de la década de los sesenta debido a la brevedad de su carrera, a la intensidad de sus canciones y al legado incomparable que dejó tras su fatídica muerte. Para los escépticos siempre será una incógnita porque el artista de Macon, Georgia, justo había empezado a tomar riesgos a la hora de componer y quería dar un giro radical a su sonido después de la ovación que recibió en el Monterey Pop Festival. ¿Cómo habrían sido sus discos si no hubiera fallecido tan temprano? ¿Habría mantenido intacta su creatividad en plena era Blaxploitation? ¿Habría cerrado Stax Records por bancarrota si Otis Redding hubiera continuado grabando para el sello de Memphis? Estas cuestiones nunca tendrán respuesta y solo sirven para magnificar todavía más la leyenda. Sin embargo, podemos emprender un viaje en el tiempo para recordar el último año de vida del rey del soul y, gracias al testimonio de sus amigos, sumergirnos en los acontecimientos más relevantes que sucedieron hasta que su avión privado se precipitó a un lago helado de camino a un concierto a Madison, Wisconsin, en diciembre de 1967.
Toda retrospectiva debe empezar con un flashback. Otis Redding entró en el Studio A de Stax Records con su eterna sonrisa, saludó efusivamente a los miembros de Booker T. & The MG’s y The MarKeys mientras preparaban los instrumentos, dio un abrazo a su querida Carla Thomas y le indicó a Jim Stewart a través del cristal de la cabina de control que ya estaban preparados para grabar. Era una fría mañana de enero de 1967 y los responsables de la discográfica habían tenido la brillante idea de producir un álbum de duetos con sus dos artistas más famosos para emular el éxito que había conseguido Motown con Marvin Gaye y Mary Wells. Aunque ellos se encontraban en el profundo sur de Estados Unidos y cada sesión que protagonizaban era una aventura de proporciones épicas debido a que no seguían una fórmula preestablecida. 50 | RUTA 66
“Estábamos todos juntos en el estudio porque entonces no había grabadoras multipistas y lo registrábamos todo en directo”, me explicó el trompetista Wayne Jackson. “Piensa que no podíamos permitirnos ningún error porque eso significaba que alguien como Otis tenía que repetir la canción de nuevo. Si parábamos, debía ser solamente por culpa del vocalista”. Aquella jornada terminaron seis temas sin apenas hacer pausas y quedó claro que la crudeza de Otis Redding se complementaba con la sofisticación de Carla Thomas. Unos días después, la hija de Rufus Thomas grabó cinco composiciones más antes de volver a la universidad y el cantante solo tuvo que poner sus pistas de voz en un descanso de su gira norteamericana. El disco se editó en marzo de ese año con el título de King & Queen y escaló hasta los primeros puestos de las listas de ventas gracias a singles tan adictivos como «Tramp» y la versión de «Knock on Wood» que había popularizado Eddie Floyd unos meses antes. Pero la actividad de Otis Redding no se limitaba a grabar de manera esporádica, actuar en clubes y vivir a lo grande en su rancho, sino que también quería aprovechar su estatus para apoyar a otros artistas que se habían cruzado en su camino y que merecían una oportunidad como la suya. Uno de los afortunados fue Arthur Conley, nacido en Georgia solo cinco años después que su mentor. “Lo vio actuar por primera vez en Maryland y se trataba de un chico que justo empezaba su carrera. Otis decidió ayudarlo porque creyó que podría convertirlo en una estrella”, me aclaró Zelma Redding. “Realmente lo consiguió porque le motivaba trabajar con gente más joven para enseñarles todo lo que él había aprendido por su cuenta’’. Otis Redding intuía que en Memphis no dispondría de la libertad suficiente para trabajar con su protegido, por este motivo se trasladaron al pueblo de Muscle Shoals, en Alabama, y grabaron con el grupo de sesión del estudio FAME. El resultado fue «Sweet Soul Music», un single editado por el sello ATCO, propiedad de Atlantic Records, que produjo él mismo y encabezó la lista de éxitos de R&B. En aquellos días, Stax Records se había consolidado como la segunda discográfica de música soul más importante del mundo, riva-
Otis Ray Redding Jr. (Georgia, 1941-Wisconsin, 1967), todavía el inexpugnable King of Soul
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El cofre del tesoro (Discografía póstuma) “Todos los que estábamos allí desde el principio podíamos ver cómo se aproximaban cambios, sobre todo después de la muerte de Otis Redding”, me contó William Bell. “Él era la mayor estrella de la discográfica y, cuando falleció, Atlantic Records rompió el contrato de distribución que tenía con Stax. A partir de ese momento todo empezó a ir cuesta abajo y se veía claro cómo terminaría”. En esta declaración, el famoso cantante de Memphis hace referencia a la cláusula que se activó cuando Warner Bros. adquirió Atlantic Records a finales de 1967 y se descubrió que Stax Records les había cedido, sin saberlo, la propiedad de todos sus másters grabados hasta la fecha. De la noche a la mañana, Jim Stewart y Al Bell perdieron su exitoso catálogo, al mismo tiempo que se habían quedado sin su artista más emblemático. Asimismo, Jerry Wexler sabía que Otis Redding había pasado por el estudio justo antes de su muerte y, con el objetivo de aprovechar aquel momento de exaltación y de homenajes, pidió a Steve Cropper que mezclara algunos temas inacabados para lanzar un disco lo antes posible. Inicialmente, el productor se negó de manera rotunda porque todo era demasiado reciente. Aunque, al cabo de unos días, se lo tomó como una deuda personal hacia su amigo y el 23 de febrero de 1968 editaron el álbum The Dock of the Bay. Ante la sorpresa de todo el mundo, la canción homónima se convirtió en el primer número uno póstumo de la historia y ganó dos premios Grammy. Un auténtico hito para un artista afroamericano que justo acababa de fallecer y que había dejado tantas incógnitas sobre su futuro. El 4 de abril de ese año, Martin Luther King fue asesinado en el Lorraine Motel de Memphis y las protestas de los ciudadanos afroamericanos alcanzaron cotas de violencia nunca antes vistas. Sin embargo, no incendiaron el estudio de Stax Records porque eran conscientes del papel tan decisivo que habían jugado la discográfica y sus artistas en la lucha por la integración racial. “Otis respetaba mucho al Dr. King y me atrevería a decir que era uno de sus héroes”, me contó Zelma Redding. “Cuando lo asesinaron, tuve que sentarme con mis hijos, que aún eran muy pequeños, y contarles que todos los hombres buenos mueren jóvenes porque siempre hay un lugar mejor reservado para ellos”. Pasados unos meses, Steve Cropper decidió revisar los archivos de Stax Records con más calma y rescató varias canciones que había grabado con Otis Redding durante los dos últimos años de su vida. En junio salió el disco The Immortal Otis Redding, que incluía la balada «I’ve Got Dreams to Remember», un estallido cercano al rock titulado «Hard to Handle» y una incursión en el góspel como «Amen». En octubre de ese mismo año apareció el disco In Person at the Whisky a Go Go, que recogía los mejores momentos de sus actuaciones en aquel famoso club de Los Ángeles dos años atrás. Y en junio de 1969 editaron Love Man, su colección de grabaciones más crudas gracias a la versión de «(Your Love Has Lifted Me) Higher and Higher» y a temas originales del calibre de «Direct Me» o «Got to Get Myself Together», donde Booker T. & The MG’s sonaba como un huracán dispuesto a arrasar con todo. Este álbum se encuentra entre los más sorprendentes de su carrera porque aporta pistas sobre cómo habría evolucionado su sonido y resulta muy espontáneo. En julio de 1970 lanzaron Tell the Truth, donde se hacía evidente que el cofre del tesoro ya había sido exprimido hasta la saciedad. Aunque destacaban temas propios como «The Match Game», escrito junto a David Porter, y «Snatch a Little Piece», además de versiones muy personales de «Out of Sight» de James Brown y de «Slippin’ and Slidin’» de Little Richard. “Era habitual que Otis cogiera un tema de otro artista, que lo que grabara a su manera y que sonara como una composición propia”, afirma su esposa. “Tenía un estilo único y sentía una pasión enorme por la música. Le gustaban los Beatles, los Stones y Bob Dylan. No se trataba solo de R&B o de soul, sino que también escuchaba pop y música clásica”. Dos décadas más tarde, nadie imaginaba que todavía quedaran canciones inéditas de Otis Redding por descubrir. Pero el documentalista Roger Armstrong —uno de los responsables del sello de reediciones Ace Records— localizó 22 temas que se habían extraviado cuando Fantasy adquirió el catálogo de Stax Records y trasladó las bobinas originales a California. Finalmente, en 1992 editaron todo ese material bajo el título de Remember Me, incluyendo grabaciones nunca antes publicadas que abarcan desde 1965 hasta 1967, junto con versiones alternativas de éxitos como «Respect», «Try a Little Tenderness» y «(Sittin’ On) The Dock of the Bay», que ofrecen una nueva perspectiva al proceso creativo del cantante.
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lizando en ventas con la todopoderosa Motown de Detroit. Tanto Jim Stewart (presidente) como Al Bell (jefe de promociones) eran conscientes de que sus artistas habían conquistado el mercado norteamericano y que sus canciones eran la banda sonora del movimiento por los derechos civiles, en un momento en el que Estados Unidos seguía dividido por la segregación racial. Entonces decidieron apostarlo todo y organizar su primera gira conjunta por Europa, con la incertidumbre de que nadie sabía cómo reaccionaría el público al otro lado del Atlántico. En marzo de 1967, una comitiva encabezada por Otis Redding, Sam & Dave, Booker T. & The MG’s, The Mar-Keys, Eddie Floyd, Carla Thomas y Arthur Conley aterrizó en Londres para iniciar la famosa Stax/Volt European Revue —también conocida como Hit the Road Stax—, que los llevaría a ofrecer 28 conciertos en 31 días por ciudades como París, Dublín, Copenhague y Oslo, donde llegaron a reunir a más de 2.000 seguidores que los recibieron como grandes estrellas. “Aquella gente lo sabía todo sobre nosotros, nos esperaban en la puerta trasera del escenario y necesitábamos que la policía nos abriera paso entre la muchedumbre para salir”, recordaba Wayne Jackson. “¿Te lo puedes imaginar? Incluso los Beatles nos mandaron sus limusinas para recogernos después de un concierto. En el fondo, éramos unos chavales del Sur y no estábamos preparados para ese tipo de recibimiento, aunque nos encantó”. Otis Redding era el cabeza de cartel y cada noche se entregaba al máximo en el escenario para superar el espectáculo incendiario de Sam & Dave, que justo acariciaban el cielo con el éxito de «Hold On I’m Comin’». Evidentemente, los responsables de Stax Records alquilaron una unidad móvil para inmortalizar aquella aventura por el viejo continente y editaron varios recopilatorios, entre los que destaca Live in Europe de Otis Redding, una de las pocas grabaciones oficiales en directo que existen del cantante junto a la banda de estudio del sello. De vuelta a Memphis, se vivió una pequeña revolución en las oficinas de la discográfica. Ese viaje había abierto los ojos a algunos de los músicos de sesión, que se dieron cuenta de la influencia que tenían sus canciones al otro lado del mundo y empezaron a reclamar mejoras en sus contratos. No en vano, Steve Cropper y Booker T. Jones compartían créditos como compositores y productores con algunos artistas muy relevantes —lo mismo sucedía con Isaac Hayes y David Porter—, mientras que Wayne Jackson, Andrew Love o Duck Dunn no habían tenido nunca esa oportunidad. Sin embargo, aquellas disputas monetarias pasaron a un segundo plano a principios de junio cuando invitaron a Otis Redding a actuar en el Monterey Pop Festival porque los Beach Boys habían sido baja de última hora. Con muy poco tiempo para valorar la magnitud de la propuesta, Jim Stewart y Al Bell lo organizaron todo para que su estrella desembarcara junto a Booker T. & The MG’s en el primer evento masivo de la era hippie en California. “Sabíamos que era un festival, aunque no imaginábamos todas las celebridades que actuarían y la enorme cantidad de público que asistiría”, me confesó Wayne Jackson. “Estábamos impresionados con tanta gente, pero arrasamos. Fue muy emocionante porque todo el mundo fumaba hachís, menos nosotros, que íbamos muy elegantes con nuestros trajes y los zapatos relucientes”. Aquella actuación tan salvaje apenas duró 25 minutos y se convirtió en el mayor reclamo del documental que el director D. A. Pennebaker realizó sobre el festival, donde también brillaba por méritos propios Jimi Hendrix en su debut en solitario en un escenario norteamericano. A pesar de todo, lo más significativo del evento fue que dos artistas afroamericanos se consagraron frente a una audiencia blanca que los aclamaba como verdaderos ídolos en un momento clave de la lucha por la igualdad racial en su país. “Nunca había visto a Otis tan emocionado como el día que regresó a casa después de actuar en Monterey porque se había dado cuenta de todo lo que había logrado gracias a ese concierto”, rememoraba su esposa. “Recuerdo que estaba feliz por el impacto que había causado y por el hecho de haber llegado a un público completamente nuevo. Estaba exultante”. En los días posteriores, Otis Redding participó en una convención de la industria musical en Atlanta, Georgia, y después se tomó unos días de vacaciones en su rancho. Aprovechando que la mayoría de sus amigos estaban en aquella ciudad sureña por trabajo, el cantante or-
ganizó una barbacoa multitudinaria como muestra de agradecimiento por todo el apoyo recibido en los últimos meses. Visto en perspectiva, fue uno de los escasos momentos de calma antes de la tormenta y lo disfrutó de una manera muy especial. “Otis estaba contento porque quería invitar a mucha gente y, ahora que ya no está entre nosotros, tengo la sensación de que pensaba que esa sería la última vez que vería a todos sus amigos juntos”, se sinceró Zelma Redding. “La comida empezó un viernes a las doce del mediodía y terminó el sábado a las once de la mañana. Vino todo el mundo que estaba relacionado con la industria discográfica, incluso Jerry Wexler y The BarKays. No faltó nadie y fue el mejor momento de su vida”. La presencia de The Bar-Kays entre los invitados no era casual. Aquella joven banda de Memphis acababa de editar un single titulado «Soul Finger» con bastante éxito y empezaba a llamar la atención gracias a sus directos. Otis Redding los había visto actuar en un club llamado The Hippodrome y quedó tan impresionado con el espectáculo, que decidió subir al escenario para interpretar unos cuantos temas junto a ellos. En aquel momento, el emblemático cantante quería dar un giro a su carrera para sonar más contundente y, además, sabía que sus apariciones junto a Booker T. & The MG’s habían sido puntuales porque se trataba del grupo de sesión de Stax Records y tenía muchos compromisos en el estudio. Sin pensarlo demasiado, les propuso a aquellos adolescentes que lo dejaran todo para salir con él de gira. “Todos los miembros del grupo estaban en el último año de instituto, menos yo que ya había terminado. Así que, una vez se graduaron, nos fuimos de gira con Otis por Estados Unidos y entonces ya viajábamos en avión, aunque todavía no tenía el suyo privado”, me dijo el bajista James Alexander. “El primer concierto fue en el Apollo Theater de Nueva York y nunca llegamos a ensayar juntos porque él decía que ya sabíamos las canciones de memoria y que lo haríamos perfectamente. Era increíble porque desprendía mucha energía y era una persona asombrosa”. En agosto de 1967, Otis Redding actuó en The Fillmore en San Francisco y reafirmó su estatus de artista que había logrado derribar los tabús raciales de la época. Justo después decidió pasar una semana en una casa flotante cerca de la playa en Sausalito, California, Todos los que conocieron desde donde veía regresar los barcos al muelle al atardecer mientras debía hacer reposo total. Por primera vez en mucho tiempo, Otis y trabajaron con Otis escuchaba de manera compulsiva el álbum Sgt. Pepper’s Lonely Redding tuvo que calmar a su espíritu indomable y pasó una larga destacan su personalidad Hearts Club Band de los Beatles, que se había editado tres meses temporada en casa, aunque a veces se despertaba en plena noche excepcional y su generosidad antes. El paisaje idílico y aquella música tan transgresora le inspira- soñando que no recuperaba su característica voz de antaño. ron para componer un tema de aires folk que se alejaba de su estilo Aquellos temores lo llevaron a componer de manera frenética y el habitual y encerraba una reflexión sobre los últimos años de su vida. 22 de noviembre de 1967 regresó al estudio de Stax Records para También aprovechó ese momento de tranquilidad para grabar una retomar las sesiones después de recibir el alta médica. Entre los temas demo en una cinta de casete, acompañado únicamente de una guita- que grabó, se encontraba la primera versión de «(Sittin’ On) The rra, y después regresó a su rancho para reunirse con su familia. Dock of the Bay», que había acabado de escribir junto al productor “Me preguntó qué me había parecido la canción y le Nunca había visto a Otis tan emocionado como el día que regresó a contesté que me había gustado, pero que era diferente del resto de su obra. Entonces me contó que deseaba cambiar su casa después de actuar en Monterey porque se había dado cuenta de sonido, que quería dejar de lamentarse y que no se mostraría todo lo que había logrado gracias a ese concierto (Zelma Redding) triste nunca más”, me explicó Zelma Redding. “Le dije que me parecía bien, aunque si cambiaba todas esas cosas ya no sería Otis Redding. Eso es lo que pasaba por su cabeza cuando com- Steve Cropper, y ambos se plantearon que The Staple Singers hiciepuso «Dock of the Bay» y, nueve de cada diez veces que él tenía una ran los coros en la parte final. Aunque no pudieron cuadrar sus agenpremonición, acertaba lo que iba a suceder”. das y los últimos versos quedaron sin letra en aquella toma inicial. Sin embargo, el cantante confiaba plenamente en sus nuevas cancioA principios de septiembre, sin apenas haber meditado sobre el nes y aprovechó los días en Memphis para divertirse junto a sus futuro de su carrera, el cantante hizo las maletas y se trasladó al amigos. Hospital Mount Sinai de Nueva York para someterse a una operación “Me compré un Buick Riviera de color rojo y tapicería de piel y que le extrajeran unos pólipos que tenía en la garganta. Los médi- blanca”, recordaba un sonriente Wayne Jackson. “Cuando Otis lo vio, cos le recomendaron que no grabara ni actuara en varios meses y que me dijo de ir a dar una vuelta y fuimos a comprar pollo frito al Jack RUTA 66 | 53
El cofre del tesoro (Discografía póstuma) “Todos los que estábamos allí desde el principio podíamos ver cómo se aproximaban cambios, sobre todo después de la muerte de Otis Redding”, me contó William Bell. “Él era la mayor estrella de la discográfica y, cuando falleció, Atlantic Records rompió el contrato de distribución que tenía con Stax. A partir de ese momento todo empezó a ir cuesta abajo y se veía claro cómo terminaría”. En esta declaración, el famoso cantante de Memphis hace referencia a la cláusula que se activó cuando Warner Bros. adquirió Atlantic Records a finales de 1967 y se descubrió que Stax Records les había cedido, sin saberlo, la propiedad de todos sus másters grabados hasta la fecha. De la noche a la mañana, Jim Stewart y Al Bell perdieron su exitoso catálogo, al mismo tiempo que se habían quedado sin su artista más emblemático. Asimismo, Jerry Wexler sabía que Otis Redding había pasado por el estudio justo antes de su muerte y, con el objetivo de aprovechar aquel momento de exaltación y de homenajes, pidió a Steve Cropper que mezclara algunos temas inacabados para lanzar un disco lo antes posible. Inicialmente, el productor se negó de manera rotunda porque todo era demasiado reciente. Aunque, al cabo de unos días, se lo tomó como una deuda personal hacia su amigo y el 23 de febrero de 1968 editaron el álbum The Dock of the Bay. Ante la sorpresa de todo el mundo, la canción homónima se convirtió en el primer número uno póstumo de la historia y ganó dos premios Grammy. Un auténtico hito para un artista afroamericano que justo acababa de fallecer y que había dejado tantas incógnitas sobre su futuro. El 4 de abril de ese año, Martin Luther King fue asesinado en el Lorraine Motel de Memphis y las protestas de los ciudadanos afroamericanos alcanzaron cotas de violencia nunca antes vistas. Sin embargo, no incendiaron el estudio de Stax Records porque eran conscientes del papel tan decisivo que habían jugado la discográfica y sus artistas en la lucha por la integración racial. “Otis respetaba mucho al Dr. King y me atrevería a decir que era uno de sus héroes”, me contó Zelma Redding. “Cuando lo asesinaron, tuve que sentarme con mis hijos, que aún eran muy pequeños, y contarles que todos los hombres buenos mueren jóvenes porque siempre hay un lugar mejor reservado para ellos”. Pasados unos meses, Steve Cropper decidió revisar los archivos de Stax Records con más calma y rescató varias canciones que había grabado con Otis Redding durante los dos últimos años de su vida. En junio salió el disco The Immortal Otis Redding, que incluía la balada «I’ve Got Dreams to Remember», un estallido cercano al rock titulado «Hard to Handle» y una incursión en el góspel como «Amen». En octubre de ese mismo año apareció el disco In Person at the Whisky a Go Go, que recogía los mejores momentos de sus actuaciones en aquel famoso club de Los Ángeles dos años atrás. Y en junio de 1969 editaron Love Man, su colección de grabaciones más crudas gracias a la versión de «(Your Love Has Lifted Me) Higher and Higher» y a temas originales del calibre de «Direct Me» o «Got to Get Myself Together», donde Booker T. & The MG’s sonaba como un huracán dispuesto a arrasar con todo. Este álbum se encuentra entre los más sorprendentes de su carrera porque aporta pistas sobre cómo habría evolucionado su sonido y resulta muy espontáneo. En julio de 1970 lanzaron Tell the Truth, donde se hacía evidente que el cofre del tesoro ya había sido exprimido hasta la saciedad. Aunque destacaban temas propios como «The Match Game», escrito junto a David Porter, y «Snatch a Little Piece», además de versiones muy personales de «Out of Sight» de James Brown y de «Slippin’ and Slidin’» de Little Richard. “Era habitual que Otis cogiera un tema de otro artista, que lo que grabara a su manera y que sonara como una composición propia”, afirma su esposa. “Tenía un estilo único y sentía una pasión enorme por la música. Le gustaban los Beatles, los Stones y Bob Dylan. No se trataba solo de R&B o de soul, sino que también escuchaba pop y música clásica”. Dos décadas más tarde, nadie imaginaba que todavía quedaran canciones inéditas de Otis Redding por descubrir. Pero el documentalista Roger Armstrong —uno de los responsables del sello de reediciones Ace Records— localizó 22 temas que se habían extraviado cuando Fantasy adquirió el catálogo de Stax Records y trasladó las bobinas originales a California. Finalmente, en 1992 editaron todo ese material bajo el título de Remember Me, incluyendo grabaciones nunca antes publicadas que abarcan desde 1965 hasta 1967, junto con versiones alternativas de éxitos como «Respect», «Try a Little Tenderness» y «(Sittin’ On) The Dock of the Bay», que ofrecen una nueva perspectiva al proceso creativo del cantante.
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lizando en ventas con la todopoderosa Motown de Detroit. Tanto Jim Stewart (presidente) como Al Bell (jefe de promociones) eran conscientes de que sus artistas habían conquistado el mercado norteamericano y que sus canciones eran la banda sonora del movimiento por los derechos civiles, en un momento en el que Estados Unidos seguía dividido por la segregación racial. Entonces decidieron apostarlo todo y organizar su primera gira conjunta por Europa, con la incertidumbre de que nadie sabía cómo reaccionaría el público al otro lado del Atlántico. En marzo de 1967, una comitiva encabezada por Otis Redding, Sam & Dave, Booker T. & The MG’s, The Mar-Keys, Eddie Floyd, Carla Thomas y Arthur Conley aterrizó en Londres para iniciar la famosa Stax/Volt European Revue —también conocida como Hit the Road Stax—, que los llevaría a ofrecer 28 conciertos en 31 días por ciudades como París, Dublín, Copenhague y Oslo, donde llegaron a reunir a más de 2.000 seguidores que los recibieron como grandes estrellas. “Aquella gente lo sabía todo sobre nosotros, nos esperaban en la puerta trasera del escenario y necesitábamos que la policía nos abriera paso entre la muchedumbre para salir”, recordaba Wayne Jackson. “¿Te lo puedes imaginar? Incluso los Beatles nos mandaron sus limusinas para recogernos después de un concierto. En el fondo, éramos unos chavales del Sur y no estábamos preparados para ese tipo de recibimiento, aunque nos encantó”. Otis Redding era el cabeza de cartel y cada noche se entregaba al máximo en el escenario para superar el espectáculo incendiario de Sam & Dave, que justo acariciaban el cielo con el éxito de «Hold On I’m Comin’». Evidentemente, los responsables de Stax Records alquilaron una unidad móvil para inmortalizar aquella aventura por el viejo continente y editaron varios recopilatorios, entre los que destaca Live in Europe de Otis Redding, una de las pocas grabaciones oficiales en directo que existen del cantante junto a la banda de estudio del sello. De vuelta a Memphis, se vivió una pequeña revolución en las oficinas de la discográfica. Ese viaje había abierto los ojos a algunos de los músicos de sesión, que se dieron cuenta de la influencia que tenían sus canciones al otro lado del mundo y empezaron a reclamar mejoras en sus contratos. No en vano, Steve Cropper y Booker T. Jones compartían créditos como compositores y productores con algunos artistas muy relevantes —lo mismo sucedía con Isaac Hayes y David Porter—, mientras que Wayne Jackson, Andrew Love o Duck Dunn no habían tenido nunca esa oportunidad. Sin embargo, aquellas disputas monetarias pasaron a un segundo plano a principios de junio cuando invitaron a Otis Redding a actuar en el Monterey Pop Festival porque los Beach Boys habían sido baja de última hora. Con muy poco tiempo para valorar la magnitud de la propuesta, Jim Stewart y Al Bell lo organizaron todo para que su estrella desembarcara junto a Booker T. & The MG’s en el primer evento masivo de la era hippie en California. “Sabíamos que era un festival, aunque no imaginábamos todas las celebridades que actuarían y la enorme cantidad de público que asistiría”, me confesó Wayne Jackson. “Estábamos impresionados con tanta gente, pero arrasamos. Fue muy emocionante porque todo el mundo fumaba hachís, menos nosotros, que íbamos muy elegantes con nuestros trajes y los zapatos relucientes”. Aquella actuación tan salvaje apenas duró 25 minutos y se convirtió en el mayor reclamo del documental que el director D. A. Pennebaker realizó sobre el festival, donde también brillaba por méritos propios Jimi Hendrix en su debut en solitario en un escenario norteamericano. A pesar de todo, lo más significativo del evento fue que dos artistas afroamericanos se consagraron frente a una audiencia blanca que los aclamaba como verdaderos ídolos en un momento clave de la lucha por la igualdad racial en su país. “Nunca había visto a Otis tan emocionado como el día que regresó a casa después de actuar en Monterey porque se había dado cuenta de todo lo que había logrado gracias a ese concierto”, rememoraba su esposa. “Recuerdo que estaba feliz por el impacto que había causado y por el hecho de haber llegado a un público completamente nuevo. Estaba exultante”. En los días posteriores, Otis Redding participó en una convención de la industria musical en Atlanta, Georgia, y después se tomó unos días de vacaciones en su rancho. Aprovechando que la mayoría de sus amigos estaban en aquella ciudad sureña por trabajo, el cantante or-
ganizó una barbacoa multitudinaria como muestra de agradecimiento por todo el apoyo recibido en los últimos meses. Visto en perspectiva, fue uno de los escasos momentos de calma antes de la tormenta y lo disfrutó de una manera muy especial. “Otis estaba contento porque quería invitar a mucha gente y, ahora que ya no está entre nosotros, tengo la sensación de que pensaba que esa sería la última vez que vería a todos sus amigos juntos”, se sinceró Zelma Redding. “La comida empezó un viernes a las doce del mediodía y terminó el sábado a las once de la mañana. Vino todo el mundo que estaba relacionado con la industria discográfica, incluso Jerry Wexler y The BarKays. No faltó nadie y fue el mejor momento de su vida”. La presencia de The Bar-Kays entre los invitados no era casual. Aquella joven banda de Memphis acababa de editar un single titulado «Soul Finger» con bastante éxito y empezaba a llamar la atención gracias a sus directos. Otis Redding los había visto actuar en un club llamado The Hippodrome y quedó tan impresionado con el espectáculo, que decidió subir al escenario para interpretar unos cuantos temas junto a ellos. En aquel momento, el emblemático cantante quería dar un giro a su carrera para sonar más contundente y, además, sabía que sus apariciones junto a Booker T. & The MG’s habían sido puntuales porque se trataba del grupo de sesión de Stax Records y tenía muchos compromisos en el estudio. Sin pensarlo demasiado, les propuso a aquellos adolescentes que lo dejaran todo para salir con él de gira. “Todos los miembros del grupo estaban en el último año de instituto, menos yo que ya había terminado. Así que, una vez se graduaron, nos fuimos de gira con Otis por Estados Unidos y entonces ya viajábamos en avión, aunque todavía no tenía el suyo privado”, me dijo el bajista James Alexander. “El primer concierto fue en el Apollo Theater de Nueva York y nunca llegamos a ensayar juntos porque él decía que ya sabíamos las canciones de memoria y que lo haríamos perfectamente. Era increíble porque desprendía mucha energía y era una persona asombrosa”. En agosto de 1967, Otis Redding actuó en The Fillmore en San Francisco y reafirmó su estatus de artista que había logrado derribar los tabús raciales de la época. Justo después decidió pasar una semana en una casa flotante cerca de la playa en Sausalito, California, Todos los que conocieron desde donde veía regresar los barcos al muelle al atardecer mientras debía hacer reposo total. Por primera vez en mucho tiempo, Otis y trabajaron con Otis escuchaba de manera compulsiva el álbum Sgt. Pepper’s Lonely Redding tuvo que calmar a su espíritu indomable y pasó una larga destacan su personalidad Hearts Club Band de los Beatles, que se había editado tres meses temporada en casa, aunque a veces se despertaba en plena noche excepcional y su generosidad antes. El paisaje idílico y aquella música tan transgresora le inspira- soñando que no recuperaba su característica voz de antaño. ron para componer un tema de aires folk que se alejaba de su estilo Aquellos temores lo llevaron a componer de manera frenética y el habitual y encerraba una reflexión sobre los últimos años de su vida. 22 de noviembre de 1967 regresó al estudio de Stax Records para También aprovechó ese momento de tranquilidad para grabar una retomar las sesiones después de recibir el alta médica. Entre los temas demo en una cinta de casete, acompañado únicamente de una guita- que grabó, se encontraba la primera versión de «(Sittin’ On) The rra, y después regresó a su rancho para reunirse con su familia. Dock of the Bay», que había acabado de escribir junto al productor “Me preguntó qué me había parecido la canción y le Nunca había visto a Otis tan emocionado como el día que regresó a contesté que me había gustado, pero que era diferente del resto de su obra. Entonces me contó que deseaba cambiar su casa después de actuar en Monterey porque se había dado cuenta de sonido, que quería dejar de lamentarse y que no se mostraría todo lo que había logrado gracias a ese concierto (Zelma Redding) triste nunca más”, me explicó Zelma Redding. “Le dije que me parecía bien, aunque si cambiaba todas esas cosas ya no sería Otis Redding. Eso es lo que pasaba por su cabeza cuando com- Steve Cropper, y ambos se plantearon que The Staple Singers hiciepuso «Dock of the Bay» y, nueve de cada diez veces que él tenía una ran los coros en la parte final. Aunque no pudieron cuadrar sus agenpremonición, acertaba lo que iba a suceder”. das y los últimos versos quedaron sin letra en aquella toma inicial. Sin embargo, el cantante confiaba plenamente en sus nuevas cancioA principios de septiembre, sin apenas haber meditado sobre el nes y aprovechó los días en Memphis para divertirse junto a sus futuro de su carrera, el cantante hizo las maletas y se trasladó al amigos. Hospital Mount Sinai de Nueva York para someterse a una operación “Me compré un Buick Riviera de color rojo y tapicería de piel y que le extrajeran unos pólipos que tenía en la garganta. Los médi- blanca”, recordaba un sonriente Wayne Jackson. “Cuando Otis lo vio, cos le recomendaron que no grabara ni actuara en varios meses y que me dijo de ir a dar una vuelta y fuimos a comprar pollo frito al Jack RUTA 66 | 53
Pirtle’s Chicken Place. Nos dirigimos al mostrador y todas las chicas que trabajaban allí, con sus gorros y sus uniformes, dijeron: ‘¡Oh, ese es Otis Redding!’. Se pusieron tan nerviosas que no pudieron tomar nota del pedido. Otis se quedó un buen rato hablando con ellas y no paraban de chillar porque él ya era una gran estrella. Al final volvimos a Stax y nos reímos de lo bien que lo había pasado dejando tristes a esas camareras. Le encantaba ser famoso y disfrutaba cada minuto”. El 7 de diciembre, el cantante se encerró por última vez en el estudio junto a Booker T. & The MG’s y la sección de vientos de The Mar-Keys para terminar las canciones que había empezado unos días
verdad, aquel tema quedó inacabado en una lata junto a muchos otros fragmentos de canciones y la estrella se apresuró a coger su avión privado junto a The Bar-Kays para ir a Cleveland, Ohio, donde les esperaban para actuar en el programa televisivo Upbeat el día 9 de ese mes y ofrecer tres conciertos en Leo’s Casino. “Entonces dos personas debían viajar en un vuelo regular porque no había espacio suficiente para todo el séquito en el avión privado de Otis”, me comentó James Alexander. “La rutina era la misma cada día de gira: el autobús dejaba en un hangar a la gente que viajaba en el avión del cantante, los otros dos devolvían el vehículo a la oficina de alquiler y después se dirigían a la terminal para coger otro vuelo”. Algo en lo más profundo de Otis sabía que no disponía de mucho tiempo y, Precisamente eso es lo que hicieron la mañana del 10 de diciembre al llegar al aeropuerto de por ese motivo, puso toda su genialidad en cada cosa que hacía. Solamente Cleveland después de las actuaciones. James estuvo seis años cantando, pero fueron seis años increíbles (Wayne Jackson) Alexander y uno de los asistentes del artista se despidieron de la comitiva con la idea de reenconantes. La leyenda cuenta que en la toma definitiva de «(Sittin’ On) trase unas horas más tarde en Madison. El plan consistía en que ellos The Dock of the Bay» se olvidó de los versos que quería improvisar dos volarían en otro avión hasta Milwaukee, Wisconsin, una ciudad en la parte final y los sustituyó por un silbido que se ha convertido en cercana a su destino, entonces el piloto de Otis volvería a recogerlos una de las melodías más reconocibles de la historia de la música. y se reunirían con el resto de músicos en un segundo viaje. Las preSegún su viuda, fue Steve Cropper quien lo grabó porque su marido visiones meteorológicas eran correctas y el cantante telefoneó a su Emulador de Little no sabía silbar, aunque otras versiones apuntan a que fue el vocalista esposa antes de despegar. Richard en sus inicios, quien lo hizo porque en la bobina original se escucha de fondo como “Lo noté un poco triste y cansado, pero alguien llamó a la puerta y Otis acabó versionando a el productor le animaba a que lo repitiera de nuevo. Sea cuál sea la le dije que ya hablaríamos para decidir varias cosas que teníamos Beatles y Stones pendientes”, me comentó Zelma Redding con voz triste. “De repente me dijo que quería hablar con los niños y yo le respondí que todos estaban dormidos menos Otis II. Habló un rato con él y yo estaba a punto de colgar el teléfono cuando me dijo: ‘Quiero que seas muy buena’. Bromeando, le contesté que siempre lo era y que no sabía a qué se refería. Entonces lo repitió y nos despedimos. Hacia las 15:35 recibí una llamada y me dijeron que el avión se había estrellado en el lago Monona”. A partir de ese momento los acontecimientos se precipitaron y se mezclaron con toda clase de rumores, hasta que empezaron a salir a la luz las primeras noticias fiables. James Alexander y el asistente se enteraron de lo acontecido al ver que nadie iba a recogerlos al aeropuerto de Milwaukee. Y cuando los servicios de emergencias llegaron al lugar del siniestro, encontraron que todos los tripulantes del avión habían fallecido por culpa del impacto, menos el trompetista Ben Cauley que logró agarrarse a su asiento y, a pesar de que no sabía nadar, permaneció a flote en las aguas gélidas del lago hasta que lo rescataron en estado de shock. En Memphis se enteraron de la tragedia por el noticiario de la tarde y pusieron una nota en la puerta del estudio de Stax Records donde informaban sobre la muerte del cantante. Soulsville quedó sumido en un silencio inaudito. “Nadie en aquel edificio había experimentado algo tan triste en su vida”, me comentó Deanie Parker, jefa de prensa del sello. “Perdimos a toda una banda, excepto a dos de sus miembros, y también a Otis Redding en medio del conflicto con Atlantic Records y en medio de la creciente tensión racial que se vivía en el país. Era más de lo que podíamos asumir y pasamos por un período muy complicado”. La familia pospuso el funeral hasta el 18 de diciembre para que los amigos cercanos y todas las personalidades de la industria discográfica pudieran acudir para despedirse del cantante. La ceremonia tuvo lugar en el City Auditorium de su ciudad natal frente a más de 4.500 asistentes, que superaron el aforo del recinto, y el cuerpo fue enterrado en su rancho por petición expresa de su esposa. Jerry Wexler, vicepresidente de Atlantic Records, pronunció el emotivo discurso y estuvo acompañado en todo momento por celebridades como James Brown, Steve Cropper, Duck Dunn y el resto de colegas de Stax Records. Sin embargo, Isaac Hayes y Johnny Jenkins, su descubridor, decidieron no ir al velatorio por miedo a desmoronarse frente a todo el mundo. “Tan solo tenía 26 años y a esa edad no piensas que alguien vaya a morir, es como si te creyeras inmortal y que nadie morirá jamás”, reflexionaba Wayne Jackson. “No piensas ni hablas de ese tema. Y cuando un amigo se va a esa edad tan temprana, representa un golpe muy duro, porque te das cuenta de que la gente puede desaparecer de tu vida. Así fue como me afectó. Aunque algo en lo más profundo de Otis sabía que no disponía de mucho tiempo y, por ese motivo, puso toda su genialidad en cada cosa que hacía. Solamente estuvo seis años cantando, pero fueron seis años increíbles”. * 54 | RUTA 66