moneda a principios de la decada de El ‘skate’ y el jazz se convirtieron en dos caras de la misma disenador Ian Johnson explora los los 90 gracias al resurgir de la moda del monopatin. Ahora, el os que adornan sus tablas. limites de esta influencia con las ilustraciones de artistas clasic
‘So What’ (Miles David Quintet: Paul Chambers, Bill Evans, Miles Davis, John Coltrane y Jimmy Cobb)
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‘Ornithology’ (Charlie Parker)
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‘Feeling Good’ (Nina Simone)
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‘Moanin’’ (Charles Mingus)
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‘Cyclic Episode’ (Sam Rivers)
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‘Out To Lunch’ (Eric Dolphy)
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‘Cheeck to Cheeck’ (Louis Armstrong)
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‘Back At The Chicken Shack’ (Stanley Turrentine)
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‘Hat And Beard’ (Out to lunch serie: Richard Davis, Freddie Hubbard, Bobby Hutcherson, Tony Williams, Eric Dolphy)
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ienvenidos a San Francisco, la ciudad que vio nacer el mito de Alcatraz, el movimiento hippie, el estruendo de la psicodelia y el fenómeno de Silicon Valley, además de haberse consolidado como la meca más cosmopolita del skate. Precisamente es en este hermoso rincón del mundo donde vive Ian Johnson, un ilustrador de tablas de monopatín que se ha convertido en una estrella internacional gracias a su trabajo como director creativo en Western Edition, una de las marcas más originales de esta industria y que se encuentra a medio camino entre el negocio deportivo, la rebeldía del jazz y las pasarelas de moda alternativa. “Creo que la magia de muchos discos de jazz es la improvisación, el llevar las habilidades musicales a otro nivel y generar emociones”, nos explica desde su estudio. “Sin olvidar que, a partir de este género, puede explorarse de manera muy interesante la complejidad de la historia norteamericana”. Por este motivo, lo mejor será desempolvar los vinilos de Prestige Records que tengamos olvidados en el desván y emprender un viaje en el tiempo para conocer los inicios de una aventura artística salpicada por colores brillantes, tablas de skate inverosímiles y leyendas musicales de otra época. Ian Johnson nació en Connecticut y desde pequeño ya mostró interés por el dibujo, una afición que le permitía ocupar el tiempo libre de manera creativa después del colegio. No en vano, era el único hijo de un matrimonio con espíritu bohemio que disfrutaba yendo a museos, coleccionando libros de pintura y organizando cenas desmadradas con sus amigos artistas. “Aunque la primera vez que escuché jazz fue en casa de mi abuelo, porque acostumbraba a sintonizar una emisora de radio de Nueva York donde pinchaban discos clásicos”, cuenta el ilustrador. “Supongo que lo descubrí demasiado pronto y no me llamó la atención”. Sin embargo, esa visión del mundo cambió por completo cuando su familia se trasladó a San Francisco a finales de los años 80 y él cayó rendido a los pies de una cultura que empezaba a romper esquemas: el skate. Evidentemente, el sonido que triunfaba entre los adolescentes en aquella época era el hip-hop y nuestro protagonista se dejó llevar por los beats de la vieja escuela y sus rimas incendiarias, hasta que descubrió que muchas canciones de éxito sampleaban ilegalmente temas de jazz. Más que una revelación, se trataba de un secreto a voces dentro de la comunidad alternativa que le abrió nuevos horizontes al enlazar su pasión por la música con el monopatín y el arte. Aunque lo que no imaginaba es que ese universo reivindicativo se convertiría en una profesión que le cambiaría la vida para siempre. Con el paso de los años, Ian Johnson fue a la universidad de Nueva York para estudiar diseño, pero no encontró lo que realmente buscaba y decidió volver a patinar las calles de San Francisco con sus amigos. Entonces conoció a Kent Uyehara, un joven emprendedor que había abierto la popular tienda de skate FTC en 1994, y juntos fundaron la marca Western Edition. Un nombre curioso que hace un guiño cómplice a un barrio de su ciudad que fue un emblema de la integración racial en la primera mitad del siglo XX con sus casas de estilo victoriano y donde floreció una gran escena de jazz. Con estos referentes culturales era inevitable que las tablas que comercializaban
fueran distintas a las de la competencia y una manera de lograrlo era mediante los diseños vanguardistas de sus gráficos. “Todo empieza con un dibujo improvisado a lápiz y si veo que puede quedar bien en una tabla, entonces lo escaneo y lo ajusto a su tamaño final con el ordenador”, explica Ian Johnson. “Aunque, en otras ocasiones, tengo una idea concreta y la dibujo específicamente para una tabla de skate”. Por este motivo no es extraño que el universo visual de esta empresa californiana esté poblado por estrellas de la época dorada del jazz como Miles Davis, Bill Evans, Sun Ra, Nina Simone, Charles Mingus o Eric Dolphy, que aportan una dosis de originalidad anacrónica a un sector tradicionalmente marcado por el punk, la MTV y las grandes competiciones internacionales. Si buscamos los orígenes de la influencia del jazz en la cultura popular, descubriremos que Jack Kerouac ya recorría las carreteras polvorientas de América en coches robados a ritmo de anfetaminas y bebop a principios de los años 50, y que los pioneros del surf esperaban la llegada de olas gigantes escuchando temas de cool jazz en los bares de playa. Aunque tuvieron que pasar tres décadas y muchas modas para que esta música vintage volviera a sonar con fuerza gracias al fenómeno del skate y a los videos promocionales que dirigió un debutante Spike Jonze con temas de John Coltrane en la banda sonora. Es evidente que Ian Johnson se empapó de todas estas influencias generacionales que pretendían sacudir los cimientos de la cultura mainstream, pero actualmente tiene muy claro de dónde surge su inspiración para las tablas. “El diseño de las portadas del sello Blue Note es una parte esencial de mi estética visual”, afirma el artista. “Creo que la simplicidad, el descaro y el estilo con el que utilizaban la fotografía, los colores y la tipografía siguen siendo muy rompedores y se han convertido en el mejor ejemplo de lo que debe ser un buen álbum de jazz”. Esta afición por los sonidos de raíces afroamericanas también le ha llevado a publicar un par de libros con sus ilustraciones más famosas, a organizar exposiciones por medio mundo y a adentrarse en la industria discográfica, gracias a las cubiertas de discos que ha creado para músicos como Diggs Duke, Sach y el omnipresente Gilles Peterson, que no dudan en mezclar hiphop con elementos de jazz. A pesar del éxito, Ian Johnson sigue viviendo en una montaña rusa creativa y las horas de trabajo en su estudio parecen avanzar a otro ritmo, puesto que la música se funde con la magia de las ilustraciones y entonces surge un universo paralelo, regido por sus propias normas visuales. Una clara evidencia de que este artista se ha ganado el privilegio de hacer realidad sus sueños, aunque muchas veces haya fantaseado sobre donde viajaría si tuviera una máquina del tiempo. “Me encantaría ir al Nueva York de los años 40 y visitar el Minton’s Playhouse de Harlem para presenciar los inicios del bebop”, nos comenta con una sonrisa. “Aunque no sé si me gustaría conocer a los músicos en persona porque, muchas veces, la gente que admiras no acostumbra a ser como imaginabas. A veces, ser un simple espectador ya es suficiente”. –DAVID MOREU
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