Tocadiscos

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En la víspera del Día D, el maquinista de tercera clase Harry Firman pone unos vinilos mientras él y sus compañeros se preparan para tomar parte en el Desembarco de Normandía.

tocad scos texto DAVID MOREU un repaso con mucho ritmo a la historia de uno de los grandes iconos de la cultura popular del siglo XX, capaz incluso de protagonizar un inesperado 'revival' en plena revolución digital.

L

a escena es inconfundible y se sigue repitiendo cada día en los rincones más inhóspitos del planeta. Alguien saca un vinilo de su funda, lo pone en un tocadiscos, desliza la aguja sobre la superficie negra con ese zumbido tan característico y de repente... ¡Boom! Un estallido de ritmo hace bailar a la gente en los clubes más famosos o nos permite disfrutar de una cena romántica a la luz de las velas. Independientemente de la música que escuchemos, el ‘tocata’ siempre ha estado presente en nuestras vidas, algunas veces olvidado en el baúl de los recuerdos y otras reivindicado como el último gadget de moda, aunque nadie puede negar que es uno de los iconos del siglo XX y que ahora ha encontrado un lugar privilegiado en el universo digital. Todos sabemos cómo funciona y adoramos las portadas de los vinilos, pero ¿conocemos su apasionante historia? 146  e s q u i r e • a b r i l 2 0 1 3

UN INVENTO CON MUCHO TIRÓN. Si emprendemos un viaje en el tiempo en busca de la leyenda del tocadiscos, descubriremos que sus orígenes se remontan a 1877, cuando Edison inventó el fonógrafo en su laboratorio de Menlo Park en Nueva Jersey. Aquel aparato permitía registrar y reproducir sonidos mediante un cilindro de cera que giraba con una manivela, y la primera grabación fue la canción infantil Mary had a little lamb. En medio de una lucha de patentes típica de la época, Emile Berliner presentó en 1897 el gramófono, que funcionaba con un disco de zinc, y contribuyó al inicio del negocio musical. No en vano, la gente pagaba una moneda en las ferias para escuchar canciones en aquel artilugio, que parecía llegado de otra galaxia. En los albores del nuevo siglo, la burguesía marcaba tendencia y las selecciones de arias de ópera se convirtieron en grandes hits, a b r i l 2 0 1 3 • e s q u i r e 147


Daba igual estar en Alaska que en una playa de California, lo importante era contar con un tocadiscos portátil para animar el ambiente.

junto con la música clásica. Curiosamente, la primera grabación completa de una ópera fue Ernani de Verdi, que ocupaba la friolera de cuarenta discos y se editó en 1903 en Inglaterra. Aunque la euforia se vio truncada por la Gran Depresión, no tardaron en aparecer sellos discográficos que querían difundir el blues y el jazz aprovechando que pronto comenzaría la revolución del vinilo. Hasta entonces los discos se vendían en fundas de cartón y nadie se preocupaba por su presentación. Pero aquel panorama desolador cambió en 1939, cuando Alex Steinweiss fue nombrado director de arte en Columbia Records y empezó a crear portadas con ilustraciones a todo color para llamar la atención de los compradores. Dos años después, EE UU entró en la Segunda Guerra Mundial y el Departamento de Defensa decidió editar los V-Disc con canciones y mensajes de artistas famosos que animaran a las tropas en el frente. Asimismo, se decretó que todo el plástico y metal del país debían utilizarse en la industria bélica, motivo por el que los populares jukebox dejaron de fabricarse hasta 1946. La guerra también dejó anécdotas curiosas. Por ejemplo, los nazis prohibieron los conciertos de jazz en la Francia ocupada por considerarlos una influencia decadente de los yanquis. Ello obligó a los miembros de la resistencia a reunirse clandestinamente en sótanos, donde un pinchadiscos ponía música swing y podían bailar hasta el amanecer. Aquellos clubes improvisados se llamaron discothèques y su influencia ha llegado hasta la actualidad. ...Y entonces LLEGÓ EL ROCK 'N' ROLL. Los tiempos estaban

cambiando a pasos de gigante y, con la llegada de los años 50, surgió una generación rebelde y consumista que soñaba con ser libre y 148  e s q u i r e • a b r i l 2 0 1 3

quería diferenciarse del resto del mundo. Los autocines arrasaban con las películas baratas de terror, los fast food causaban sensación y las zapatillas Converse eran el calzado de moda, pero aún faltaba una música que definiera aquel estilo de vida transgresor. Las cosas se precipitaron en 1954, cuando un desconocido Elvis Presley grabó That’s all right en los Sun Studios de Memphis y prendió la mecha del rock ’n’ roll. Evidentemente, las emisoras de radio se dejaron arrastrar por aquella fiebre salvaje y los jukebox de los bares hicieron bailar a los adolescentes con los temas más exitosos del momento. En 1959 se celebró la primera edición de los premios Grammy –en honor al gramófono de Berliner– y la industria musical inició su época dorada gracias a los tocadiscos domésticos, que podían comprarse a plazos. Aquellos aparatos dejaron de ser un producto elitista y rápidamente evolucionaron hacia los reproductores portátiles, que cambiaron para siempre los hábitos de la juventud. Mientras, en los países comunistas, el rock ’n’ roll todavía estaba prohibido porque se veía como la música del diablo, pero las ganas de diversión hicieron que muchos chavales soviéticos se las ingeniaran para piratear los escasos discos de vinilo que tenían utilizando radiografías de hospitales. La revolución cultural era imparable y el desmadre acechaba a la vuelta de la esquina. MáS QUE VINILOS. La década siguiente se inició con la elección de Kennedy y el rock pasó a simbolizar el espíritu contracultural que se vivía en las calles. Pero fue Inglaterra la que, de la noche a la mañana, se consagró como epicentro de la moda y hogar de muchas de las grandes estrellas de la música. Una de las historias más famosas es la que protagonizaron Mick Jagger y Keith Richards, amigos

de la infancia que se reencontraron en 1960 en la estación de tren de Dartford (su pueblo natal). Ese día Jagger llevaba varios álbumes de Chuck Berry y Muddy Waters que llamaron la atención de Richards y les animaron a montar una banda de blues en el garaje tras ‘quemar’ aquellos vinilos en el tocadiscos. Bob Dylan fue otro cantante con aura de leyenda que se alzó como portavoz de las protestas contra la guerra de Vietnam y la segregación racial. Aún así, en 1965 decidió aparcar su vertiente folk, se encerró en el estudio con una banda curtida en el rock sureño y grabó Like a rolling stone, un tema distorsionado que excedía la duración típica de los singles. Por primera vez, una canción ocupaba las dos caras del disco de 45 rpm, lo que dificultó la tarea de los DJ en las emisoras de radio, pero se convirtió en el mayor éxito del artista gracias a en unA la insistencia de sus fans. época marcada En una época marcada por el boom por el 'boom' del surf, del surf, la psicodelia y el pop art, las la psicodelia y el pop art, las portadas de vinilos portadas de vinilos pasaron a ser obpasaron a ser objetos jetos de culto y crearon una mitolode culto gía única. Andy Warhol no dudó en apadrinar a varios músicos en The Factory para ofrecerles sus quince minutos de fama, aunque sólamente trascendió su colaboración con The Velvet Underground y la imagen del plátano que ideó para su álbum de debut en 1967. Otro diseñador habitual del circo del rock fue John van Hamersveld, quien se atrevió con portadas tan icónicas como las del Magical mystery tour de los Beatles o el Crown of creation de Jefferson Airplane. “Entonces la gente compraba

álbumes y cada uno tenía su propia colección porque no se trataba solamente de música, sino que las portadas se consideraban arte”, nos explica el artista desde California. “La prueba es que las copias originales de aquellos vinilos son hoy piezas de coleccionista”. La gran demanda de tocadiscos animó a varias empresas a fabricar modelos adaptados a los automóviles, pero la propuesta no tuvo el éxito esperado y en 1966 se sustituyeron por las primeras cintas magnéticas conocidas como 8-track. Tres años después sucedió la tragedia de Altamont durante un concierto de los Rolling Stones, un hecho que marcó el fin de la utopía hippie y nos dejaba un futuro repleto de incógnitas. El reinado del long play. Los 70 se estrenaron con el

Mundial de Fútbol en México y pudimos ver a los integrantes de la selección inglesa –vigente campeona– escuchando música en un tocadiscos portátil en la sala de espera de Heathrow antes de partir. Su derrota en cuartos de final vino acompañada de la llegada del rock progresivo y los álbumes conceptuales, que concebían los discos como una obra de arte, dotándolos de una estructura para ser escuchados de principio a fin. Esta moda hizo que los singles se convirtieran en vestigio del pasado y que los LP de 33 rpm pasaran a ser los reyes de la industria (aunque se comercializaban desde 1948). En medio de aquella vorágine creativa, Andy Warhol volvió a sorprender con la portada del Sticky fingers de los Rolling Stones, que mostraba unos tejanos ajustados con una cremallera real que podía bajarse dejando entrever unos calzoncillos. Evidentemente, la imagen fue censurada en España y la discográfica tuvo que buscar otra portada menos provocativa. a b r i l 2 0 1 3 • e s q u i r e 149


Diana Ross y los DJ pusieron a todo el mundo a bailar en el mítico Studio 54.

música siempre encima gracias a las nuevas cintas de casete. Este aparato popularizó las mixtapes caseras, como las que grababa John Cusack en la película Alta fidelidad, y abrió las puertas a la ambición tecnológica que caracterizó los años 80. En un sociedad que empezaba a ser dominada por los videoclips de la MTV y las hombreras exageradas, Indeep lanzaban el single Last night a DJ saved my life, pero aquella declaración de amor a los pinchadiscos duró muy poco, puesto que ese año empezaron a comercializarse los famosos CD en Japón, con la promesa de que no se degradaban con repetidas escuchas. El primer disco editado en ese formato sería 52nd Street de Billy Joel.

Tampoco el gran Ali pudo resistirse a la fiebre de los tocadiscos domésticos, protagonistas de la época dorada de la industria musical.

En 1977 The Kinks grabaron Jukebox music en honor a una época idílica que se había perdido en el horizonte, y ese mismo año abrió sus puertas el legendario Studio 54 de Nueva York, iniciando el fenómeno de la música disco. Por primera vez, el ‘tocata’ se convertía en protagonista de las noches más glamurosas (junto con las roller girls y las bolas de espejos), sin olvidar que la figura del DJ se impuso definitivamente como alma de la fiesta. Fiebre del sábado noche confirmaba la influencia de los pinchadiscos y la NASA hizo historia al mandar al espacio la sonda Voyager 2 con un vinilo dorado que pretendía informar sobre la especie humana a los extraterrestres. Los científicos seleccionaron Johnny B. Goode de Chuck Berry como uno de los temas destacados, pero no podían imaginar que otra moda estaba a punto de tomar las calles de la Gran Manzana. Entre rimas y SCRATCHeS. En los parques del Bronx empezaron a reunirse grupos de jóvenes que bailaban breakdance y 150  e s q u i r e • a b r i l 2 0 1 3

lanzaban rimas con sus micrófonos sobre las bases que pinchaban DJ como Afrika Bambaataa y Grandmaster Flash en improvisados equipos de sonido. Eran los inicios del hip hop y todavía no se editaban discos oficiales, por eso la gente grababa los conciertos en cintas de casete y los vendían por las esquinas. “Pero cuando esos raperos empezaron a grabar álbumes, su sonido cambió por completo”, nos comenta Darryl McDaniels, cantante de Run-DMC. “La diferencia fue que nosotros no cambiamos, nunca nos disfrazamos y el público nos veía como los chavales del barrio. Éramos el reflejo de lo que sucedía en la calle y definimos el old school porque era una manera de vivir”. Casualmente, fue Grand Wizzard Theodore el DJ que inventó la técnica del scratch en 1979 cuando su madre le pidió que apagara el aparato y él decidió detener el vinilo con la mano, creando ese efecto sonoro que revolucionaría la música. Pese a todo, la hegemonía del tocadiscos se puso en entredicho con la introducción del Walkman de Sony, que permitía llevar la

ESTE MUERTO ESTÁ MUY VIVO. Los únicos que mostraron lealtad a los vinilos fueron los DJ de hip hop, que utilizaban el tocadiscos como instrumento musical para mezclar toda clase de sonidos. Aquella escena underground nacida en los suburbios se consolidó en la ceremonia de los Grammy de 1983, cuando Grand Mixer DXT acompañó CON la a los platos a la leyenda del jazz Herbie llegada del CD, los Hancock durante la interpretación únicos en mostrar del tema Rock it. Sus scratches dejalealtad fueron los dj de hip hop, capaces de mezclar ron con la boca abierta a millones de toda clase de sonidos con espectadores e influyeron a futuras sus tocadiscos estrellas del rap como De La Soul y los Beastie Boys, que serían los primeros en samplear canciones de otros artistas sin tener permiso. Hasta ese momento, nadie imaginaba que se pudiera grabar música utilizando fragmentos de diferentes discos, pero aquella era la magia de un formato analógico a punto de sucumbir a la era digital. Pese a sus precios desorbitados, las ventas de CD se disparaban de la mano de Nirvana y Pearl Jam. Sin embargo, algunos grupos

de rock alternativo volvieron al do it yourself gracias a fanzines fotocopiados, maquetas grabadas en casete y singles prensados en discos de 45 rpm con portadas hechas a mano. Aquellas bandas surgidas en ciudades como Seattle, Sheffield o Gijón se oponían a los grandes éxitos de las radio fórmulas y los vinilos pasaron a ser un símbolo de su rebeldía contra el sistema. Al tiempo que las guitarras volvían a sonar con fuerza, las raves en naves industriales encumbraron a ciertos DJ como prototipo de artista superventas del nuevo milenio. Comenzó a ser frecuente que gurús de los platos como Carl Cox ganaran horas al reloj con sus aviones privados para pinchar en dos fiestas de fin de año consecutivas en países distintos. Una locura que tuvo su apogeo en los veranos de Ibiza y que hoy sigue moviendo millones de aficionados en pequeños clubes de techno y en festivales como el Sónar. Tras el desengaño del ‘efecto 2000’, la música conquistó el mundo gracias a la invasión de los mp3. Por primera vez la gente podía conseguir cualquier canción fácilmente a través de Internet y, sin embargo, eran muchos los que añoraban la simplicidad del tocadiscos. Desde entonces, las ventas de CD han caído en picado y la industria musical atraviesa una crisis sin precedentes, hasta el punto de que los sellos discográficos han optado por regalar cupones de descarga con la compra de vinilos y apostar otra vez por este formato. En un giro caprichoso del destino, el siglo XXI ha visto renacer el coleccionismo de vinilos, recuperando el arte de diseñar portadas y generando una explosión digital basada en la estética vintage con videjuegos como DJ Hero o el app para iPad Vinyl-The Real Record Player, que reproduce a la perfección el sonido de un tocadiscos, además de ofrecer decenas de modelos legendarios. Puede que las modas tengan fecha de caducidad, pero esta manera clásica de vivir la música ha resurgido en todo su esplendor y aún nos deparará grandes sorpresas. El resto forma parte de la leyenda del rock. a b r i l 2 0 1 3 • e s q u i r e 151


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