Dearq Revista de Arquitectura de la Universidad de los Andes Enero de 2021. Bogotá, Colombia. E-ISSN 2215-969X
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COLOMBIA DESDE AFUERA COLOMBIA FROM THE OUTSIDE
Dearq E-ISSN 2215-969X Revista de Arquitectura de la Universidad de los Andes
Dearq 29 COLOMBIA DESDE AFUERA COLOMBIA FROM THE OUTSIDE Enero de 2021 Alejandro Gaviria Uribe
Rector Universidad de los Andes
Rafael Hernando Barragán Romero Decano Facultad de Arquitectura y Diseño
Claudia Mejía Ortiz
Directora Departamento de Arquitectura
Camilo Salazar Ferro Director
Lucas Ariza Parrado Editor
Felipe Hernández Fernando Lara Editores Invitados
Juliana Pinto Omaña Melissa Ferro Beltrán Gestoras Editoriales
Adriana Páramo Urrea
Coordinadora de Publicaciones - Diseño Editorial
María Camila Joaquí Juliana Pinto Omaña Arte y Diagramación
Ella Suárez Melissa Agudelo Magalhães Corrección de Estilo
Juan Daniel López Montaño Sara Gabriela Pinilla Monitores
Leonardo Finotti
Imágenes de Carátula Y Postales
La Imprenta Editores S.A Impresión
Dearq Universidad de los Andes Facultad de Arquitectura y Diseño Departamento de Arquitectura Carrera 1 Este núm. 18A-70, bloque C, piso 4 Tel. +(571)332 4511 - 339 4949, ext. 5981 Bogotá, Colombia https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq dearq@uniandes.edu.co E-ISSN 2215-969X Precio por unidad: $40.000 pesos (Colombia) Ediciones Uniandes Edificio Barichara, torre B, oficina 1401 Tel. +(571)339 4949, ext. 2133 Bogotá, Colombia http://ediciones.uniandes.edu.co infeduni@uniandes.edu.co Distribución, ventas y suscripciones
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La revista no realiza cobros a los autores por la sumisión de artículos, evaluación por pares, corrección de estilo o publicación. La versión impresa de la revista tiene un precio y puede adquirirse en los puntos autorizados para la venta y comercialización. Todos los contenidos de la revista Dearq, a menos de que se indique lo contrario, están bajo la licencia de Creative Commons Attribution License* *Atribución: Esta licencia es la más restrictiva de las seis licencias principales, sólo permite que otros puedan descargar las obras y compartirlas con otras personas, siempre que se reconozca su autoría, pero no se pueden cambiar de ninguna manera ni se pueden utilizar comercialmente. Universidad de los Andes | Vigilada Mineducación Reconocimiento como Universidad: Decreto 1297 del 30 de mayo de 1964. Reconocimiento personería jurídica: Resolución 28 del 23 de febrero de 1949 Minjusticia. Acreditación institucional de alta calidad, 10 años: Resolución 582 del 9 de enero del 2015, Mineducación
Dearq Revista de Arquitectura de la Universidad de los Andes Enero de 2021. Bogotá, Colombia. E-ISSN 2215-969X
Dearq is a quarterly publication upon 2020 (January-April, May-August
Dearq es una revista cuatrimestral a partir del 2020 (enero-abril,
and September-December), that is published at the beginning of each of these periods, created in 2007 by the Department of Architecture of the Universidad de los Andes (Colombia). Its objective is to contribute to the dissemination of the research, analyses and opinions that the national and international academic community elaborates on architecture, urbanism and related areas. The journal receives previously unpublished and original contents in Spanish and English.
mayo-agosto y septiembre-diciembre), que publica al inicio de cada período, creada en el 2007 por el Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes (Colombia). Su objetivo es contribuir a la difusión de análisis, investigaciones, reflexiones y opiniones críticas que la comunidad científica nacional e internacional elaboren sobre la arquitectura, la ciudad y sus áreas afines. La revista recibe contenidos inéditos y originales, sin postulación simultánea, en español y en inglés.
It is aimed for a scientific community that includes researchers, professionals, students and other interested in contributing with the dialog and the exchange of ideas based on the discussions and issues proposed by the journal.
Está dirigida a una comunidad científica que incluye investigadores, profesionales, estudiantes e interesados en contribuir con el diálogo y el intercambio de ideas basadas en las discusiones y problemáticas abordadas por la revista.
The structure of the Dearq journal is divided in sections:
La estructura editorial de la revista Dearq se divide en secciones:
- The Editorial section is in charge of the editorial team, who introduces the issue's thematic.
- La Editorial está a cargo del Equipo Editorial que introduce la temática del número.
- The Research section integrates a series of documents and content about a specific topic proposed by the journal. They must present advances in or results of research, or thematic reviews from a critical and analytical perspective.
- La sección Investigación reúne un conjunto de documentos que abordan el tema específico del número mediante la exposición de avances o resultados de investigaciones con una perspectiva crítica y analítica.
- The Project section presents a recent and/or meaningful selection of architectural and urban built projects that illustrate and complement the issue’s theme.
- La sección Proyectos presenta una selección de obras arquitectónicas y urbanas recientes y/o significativas, que complementan el tema específico de cada número.
- The Creation section exhibits creative works that address spatial or urban topics through disciplines different from architecture.
- La sección Creación expone trabajos creativos que desde disciplinas distintas a la arquitectura abordan temas de naturaleza espacial o urbana.
Indexation - Indexación Dearq journal is currently available in the following directories and index services: La revista Dearq está incluida en los siguientes directorios, servicios de indexación y base de datos:
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Actualidad Iberoamericana, Centro de Información Tecnológica (Chile), desde 2011 ARLA - Asociación de Revistas Latinoamericanas de Arquitectura (Latinoamérica), desde 2012 Art & Architecture Complete. EBSCO Research Databases (Estados Unidos), desde 2007 Art & Architecture Source. EBSCO Research Databases (Estados Unidos), desde 2007 Art Abstracts (H.W. Wilson). EBSCO Research Databases (Estados Unidos), desde 2010 Art Full Text (H.W. Wilson). EBSCO Research Databases (Estados Unidos), desde 2008 Art Index (H.W. Wilson). EBSCO Research Databases (Estados Unidos), desde 2008 Avery Index to Architectural Periodicals & Avery Architectural and Fine Arts Library. Columbia University Libraries (Estados Unidos), desde 2010 • ANVUR, Agenzia Nazionale di Valutazione del Sistema Universitario e della Ricerca (Italy), desde 2018 • CLASE, Citas Latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (México), desde 2018 • CINECA, Consultor Informático en Italia. Ministerio de Educación (Italia), desde 2017 • DAAI, Design and Applied Arts Index. Proquest (Estados Unidos), desde 2011 • DOAJ - Dictionary of Open Access Journals. Infrastructure Services for Open Access (Reino Unido), desde 2017 • Dialnet - Difusión de Alertas en la Red. Universidad de La Rioja (España), desde 2007 • EBSCO HOST (Estados Unidos), desde 2011 • Electronic Journals Library. Uneserität Regensburg (Alemania), desde 2010 • ESCI - Emerging Source Citation Index. Thomson Reuters (Estados Unidos), desde 2016 • ERIHPLUS - European Reference Index for the Humanities and the Social Sciences (Noruega), desde 2017 • Gale Cengage, Database Title List (Estados Unidos), desde 2010 • Google Académico, desde 2010 • HAPI - Hispanic American Periodicals Index. University of Califonia (Estados Unidos), desde 2012 • LATINDEX - Sistema Regional de Información en Línea Para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (México), desde 2010 • LatinREV - Red Latinoamericana de Revistas Académicas en Ciencias Sociales y Humanidades. FLASCO (Argentina), desde 2018 • MIAR - Information Matrix for the Analysis of Journals. Universitat de Barcelona (España), desde 2012 • Ocenet - Editorial OCEANO (España), desde 2011 • Periódicos CAPES/MEC (Brasil), desde 2014 • Publindex. Colciencias (Colombia), desde 2021 • Redalyc - Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal. UAEM (México), desde 2011 • REDIB - Red Iberoamericana de Innovación y Conocimiento Científico (España), desde 2010 • ROAD - Directory of Open Access Scholarly Resources. ISSN International Centre (Francia), desde 2018 • Socolar - CEPIEC - China Educational Publications Import and Export Corporation (China), desde 2010 • Ulrich’s Periodicals Directory. Proquest (Estados Unidos), desde 2011 • Urban Studies Abstract. EBSCO Research Databases (Estados Unidos), desde 2007
Dearq 28. ABIERTA
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COLOMBIA FROM THE OUTSIDE
Research 6-11
Colombian Architecture from the Outside. A Brief Introduction Felipe Hernández y Fernando Lara
12-19
Letter to my Colombian Friends Fernando Lara
20-27
From excellence to oblivion. On the emergence and disappearance of two decades of architecture in Colombia Giaime Botti y Jorge Francisco Liernur
28-39
40-53 54-67
A Forgotten History of Colombian Architecture: Rural Housing and Modernization during the Liberal Republic Susana Romero Sánchez Modern Fetishes, Southern Thoughts Felipe Hernández Magical Modernism: Latin American Urbanisms and the Imaginary of Social Architecture Daniel Cardoso y Nida Rehman
68-79
Consecrate and exclude: The disputed canon of Colombian architecture, 1951-1981 Hugo Mondragón y Manola Ogalde
80-86
Interview with Carlos Comas Felipe Hernández y Fernando Lara
Projects 87-101
The Fourth Geography Sebastián Trujillo Torres
102-113
COMMUNauté Chêne Pointu Arquitectura Expandida
114-123
Industrial Park and Cultural Barquisimeto Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB
124-135
El Recoveco - Mextrópoli Pavilion Castro Arquitectos + Universidad de los Andes
136-143
Happy - Flatiron Public Plaza Pavilion Studio Cadena / Benjamin Cadena
144-155
Villa Tuileries Laboratory for Architecture and Urban Design / Andrés Ojeda Umaña
156-160 Louvered Townhouse Atelier García / Orlando García
Creation 161-172
Colombia from the Outside: Leonardo Finotti's Photograhpy Claudia Rueda Velázquez
Editorial. Camilo Salazar, Lucas Ariza [ 3 ]
Dearq journal acknowledges the collaboration of the following people
who fulfilled the role of peer evaluators of this issue: La revista Dearq agradece la colaboración de las siguientes personas que cumplieron el rol de pares evaluadores de este número: José Carrasco Hortal, Universidad de Alicante Rafael de Lacour, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Granada Albert Tidy, Universidad de Chile Beatriz Teresa García Moreno, Universidad Nacional de Colombia Ángel Martín Ramos, Universidad Politécnica de Cataluña Fernando Viviescas Monsalve, Universidad Nacional de Colombia Mauricio Muñoz Escalante, Universidad Antonio Nariño Jaime Alberto Sarmiento Ocampo, Universidad Nacional de Colombia Juanita Montoya Galvis, Universidad Nacional de Colombia Diego Alejandro Velandia Rayo, Universidad de Los Andes Marco E. Cortés D., Universidad Nacional de Colombia Eliana Sánchez-Aldana, Universidad de los Andes Ana Gabriela Godinho Lima, Universidade Presbiteriana Mackenzie William H Alfonso Piña, Universidad del Rosario Luis Octavio de Faria e Silva, Escola da Cidade Benjamin A. Bross, University of Illinois Camilo Mendoza Laverde, Pontificia Universidad Javeriana Luis Gabriel Duquino Rojas, Universidad Nacional de Colombia
Editorial Committee - Comité Editorial Andrés Burbano Valdes Universidad de los Andes, Colombia Daniel Cardoso Llach Carnegie Mellon University, Estados Unidos Francisco A. García Pérez Escuela Técnica Superior de Arquitectura, España Daniel Huertas Nadal Universidad de los Andes, Colombia Hugo Mondragón López Universidad Católica de Chile, Chile Sandra Reina Mendoza Universidad Nacional de Colombia, Colombia Carolina Rodríguez Bernal Universidad Piloto de Colombia, Colombia Diego A. Rodríguez Lozano Tecnológico de Monterrey, México Denise Helena Silva Duarte Universidade de São Paulo, Brasil
Scientific Committee - Comité Científico Rodolfo Manuel Barragán Delgado Tecnológico de Monterrey, México Ricardo Castro McGill University, Canada Pilar Chías Navarro Universidad de Alcalá de Henares, España Fernando Lara University of Texas at Austin, Estados Unidos Juan José Lahuerta Universitat Politècnica de Catalunya, España Jorge Francisco Liernur Universidad Torcuato di Tella, Argentina Ángel Martín Ramos Universidad Politécnica de Cataluña, España Catalina Mejia Moreno SSoA University of Sheffield, Reino Unido Ton Salvadó Cabré Universitat Politècnica de Catalunya, España Marta Sequeira Universidade de Évora, Portugal Tatiana Urrea Uyabán Universidad Nacional de Colombia, Colombia Sheila Walbe Ornstein Universidade de São Paulo, Brasil
Note:
Nota:
The Editorial Committee establishes the editorial policy and safeguards its compliance; guides the editorial process in order to guarantee maximum quality, based on criteria established by the databases and evaluation systems of national and international journals; it ensures compliance with the ethical standards of publication in accordance with international standards and validates strategic lines of interest for the launching of new issues, as well as its publication schedule.
El Comité Editorial de la revista establece la política editorial de esta y salvaguarda su cumplimiento; orienta el proceso editorial con la finalidad de garantizar la máxima calidad, en función de criterios establecidos por las bases de datos y sistemas de evaluación de revistas nacionales e internacionales; vela por el cumplimiento de las normas éticas de publicación conforme estándares internacionales y valida líneas estratégicas de interés para el lanzamiento de nuevos números, así como su agenda de publicación.
The Scientific Committee contributes in the national and international academic media to the dissemination of the journal, its numbers, international calls and events and also establishes links with recognized researchers and other academic and investigative bodies to identify possible collaborators , as peer reviewers, guest editors and columnists, among others.
El Comité Científico de la revista contribuye en el medio académico nacional e internacional a la divulgación de la revista, sus números, convocatorias y eventos internacionales y además, establece vínculos con reconocidos investigadores y con otras instancias académicas e investigativas para la identificación de posibles colaboradores, como pares evaluadores, editores invitados y articulistas, entre otros.
Dearq 28. ABIERTA
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COLOMBIA DESDE AFUERA
Investigación 6-11
Arquitectura de Colombia vista desde fuera. Una breve introducción. Felipe Hernández y Fernando Lara
12-19
Carta a mis amigos colombianos Fernando Lara
20-27
De la excelencia al olvido. Sobre la emergencia y la desaparición de dos décadas de arquitectura en Colombia Giaime Botti y Jorge Francisco Liernur
28-39
40-53 54-67
La historia olvidada de la arquitectura en Colombia: La vivienda rural y la modernización durante la República Liberal Susana Romero Sánchez Fetiches Modernos y Teorías del Sur Felipe Hernández Modernismo mágico: Urbanismos latinoamericanos y el imaginario de la arquitectura social Daniel Cardoso y Nida Rehman
68-79
Consagrar y excluir: El canon en disputa de la arquitectura colombiana, 1951-1981 Hugo Mondragón y Manola Ogalde
80-86
Entrevista con Carlos Comas Felipe Hernández y Fernando Lara
Proyectos 87-101
La cuarta geografía Sebastián Trujillo Torres
102-113
COMMUNauté Chêne Pointu Arquitectura Expandida
114-123
Parque Industrial y Cultural Barquisimeto Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB
124-135
El Recoveco - Pabellón para Mextrópoli Castro Arquitectos + Universidad de los Andes
136-143
Happy - Pabellón en Flatiron Public Plaza Benjamin Cadena / Studio Cadena
144-155
Villa Tuileries Laboratory for Architecture and Urban Design / Andrés Ojeda Umaña
156-160 Louvered Townhouse Atelier García / Orlando García
Creación 161-172
Colombia desde afuera: La Fotografía de Leonardo Finotti Claudia Rueda Velázquez
Editorial. Camilo Salazar, Lucas Ariza [ 5 ]
Dearq 29. COLOMBIA DESDE AFUERA
Arquitectura de Colombia vista desde fuera. Una breve introducción Colombian Architecture from the Outside. A Brief Introduction Felipe Hernández
Fernando Lara
Department of Architecture
School of Architecture
University of Cambridge
University of Texas at Austin
fh285@cam.ac.uk
fernandolara@utexas.edu
Cómo citar: Hernández, Felipe y Fernando Luiz Lara. “Arquitectura de Colombia vista desde afuera”. Dearq n.º 29 (2021): 6-11. DOI: https://doi.org/10.18389/ dearq29.2021.01
Palabras clave: arquitectura moderna; colonialidad; descolonización; jerarquía cultural; raza, genero; clase Keywords: modern architecture; coloniality; decolonization; cultural hierarchy; race, gender; class
La idea de hacer un número de la revista Dearq que explorara el panorama de la arquitectura colombiana desde fuera se presentó hace casi dos años, y dado que los autores se encontraban en sitios distantes, nos tomó algún tiempo prepararlo. Por ello, les agradecemos su paciencia y su amable colaboración. La idea surgió a partir de la atención que nuestra arquitectura ha recibido en los últimos años, debido a los desarrollos urbanos de Medellín, a los sistemas de transporte implementados en varias ciudades y a la serie de equipamientos públicos —parques, bibliotecas, colegios— que se han construido a lo largo del país y que han tenido un enorme impacto social. Como profesores de arquitectura en universidades fuera de Latinoamérica, los editores de este número —Felipe Hernández, en la Universidad de Cambridge, Inglaterra, y Fernando Luiz Lara, en la Universidad de Texas, Austin, Estados Unidos— hemos organizado varios eventos para estudiar desde nuestras esferas académicas los recientes desarrollos que ocurren en nuestros países y, en general, en nuestro continente. Al mismo tiempo, dada nuestra participación en eventos locales en Brasil, Chile, Colombia, México, entre otros, nos hemos dado cuenta de que existen interpretaciones diferentes de nuestra arquitectura, y que lo que interesa a una audiencia extranjera de arquitectos y estudiantes de arquitectura es diferente a lo que resaltan los arquitectos locales. Por esta razón, invitamos una serie de arquitectos de diferentes generaciones, preparados en diferentes contextos académicos y residentes en varios países, para presentar a través de sus investigaciones y experiencias diversas visiones de la arquitectura en Colombia. Una segunda motivación para la producción de este número es la opinión compartida por los dos coeditores: existe entre nuestros colegas latinoamericanos —en este caso en Colombia— una fijación académicamente improductiva alrededor de la arquitectura moderna de mediados del siglo XX. Este fue, por supuesto, un
[ 6 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp. 6-11. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
periodo de gran producción arquitectónica en toda Latinoamérica que dejó edificios muy importantes y que sentó las bases de lo que es la arquitectura hoy: su educación, su práctica (incluyendo los marcos legales que rigen su práctica) y la crítica misma de la producción arquitectónica. Ese legado tiene un valor incuestionable que amerita su estudio continuo. Sin embargo, el análisis de esta obra requiere también su crítica, entendida no como la destrucción de su valor e influencia, sino como el estudio riguroso y profundo de las condiciones que produjo —y de la obra misma— en relación no solo con una tradición formal, sino con su contexto social, histórico, económico y cultural. Entonces, se puede presentar la premisa de que la limitante más significativa que existe en Colombia para el estudio de la arquitectura es que se centra en sí misma y, por ello, se ha convertido en un sistema endógeno que no permite el avance disciplinar. Una rama dominante en la academia colombiana consiste en estudiar la forma de los edificios: la relación formal existente entre edificios diseñados por diferentes arquitectos, que forja genealogías a través de las cuales se valida la producción arquitectónica. Un edificio ‘pertenece al lugar’ o ‘responde al contexto’ si continúa una tradición formal relacionada con la obra de arquitectos representativos del movimiento moderno; de lo contrario, se le descalifica por sus características formales. Con este análisis puramente formal se desliga el diseño arquitectónico de su contexto más amplio (histórico, político, social y económico) y se limita el valor de la arquitectura a sus características físicas, visuales y estéticas. En varios eventos en la Universidad de Cambridge con arquitectos colombianos o sobre la arquitectura actual en Latinoamérica, la discusión se ha concentrado en el impacto social de los edificios. Esto ha sorprendido a los arquitectos, acostumbrados a dar extensas explicaciones sobre el origen de la forma de sus edificios y que, en varios casos, esperaban una crítica sobre la materialidad de la
INVESTIGACIÓN
obra en relación con prácticas constructivas y de diseño en Inglaterra y el norte de Europa. Al revisar el trabajo de colombianos como Daniel Bonilla, Alejandro Echeverri y Felipe Uribe, o la obra de latinoamericanos como Alejandro Aravena, Angelo Bucci y Alexia León, para mencionar solo tres, la audiencia compuesta de estudiantes de arquitectura, profesores y arquitectos mostraba gran interés en el impacto urbano de los edificios y sus efectos como catalizadores de procesos de transformación social más amplios. Esta situación se puede entender como una expresión (auto)colonizante en la que los latinoamericanos se sienten obligados a discutir su arquitectura dentro de un marco conceptual occidental —para así ser aceptados, e incluidos—; mientras que los europeos y norteamericanos se concentran en la pobreza y el subdesarrollo. Sin embargo, es importante anotar de manera más positiva que otro aspecto que genera mucho interés entre las audiencias europeas, en relación con la arquitectura colombiana en particular, ha sido la capacidad de gestión para producir enormes proyectos arquitectónicos y urbanos en periodos muy cortos, lo cual es virtualmente imposible en el Reino Unido, por ejemplo. En otras palabras, la obra de los arquitectos colombianos actuales ha suscitado gran admiración no ‘solo’ por sus características formales —que quede sentada su importancia—, sino también por su capacidad transformacional en contextos socioeconómicos, históricos y culturales muy complejos. Si bien este número solo presenta algunas pocas posiciones de las muchas que existen, nos parece que la perspectiva de la arquitectura colombiana vista desde fuera permite contrastar posiciones existentes que, aunque válidas, impiden el desarrollo de nuevas ideas, nuevas metodologías de estudio y diseño, así como nuevas maneras de entender la ciudad. Aquí nos referimos no a la ciudad genérica del discurso moderno universalizante, sino a la ciudad singular —Bogotá, Cali, Medellín, Cartagena, etc.— para enfrentar las realidades diversas de un país multicultural, multiétnico y socioeconómicamente heterogéneo como Colombia; de hecho un país cuya constitución reconoce su diversidad y se compromete a protegerla, aunque paradójicamente los arquitectos pretenden desdeñarla en su determinación de crear una imagen homogénea a partir de los edificios. El propósito de este número no es, de ninguna manera, presentar opiniones que desvirtúen el importante trabajo de nuestros colegas en Colombia, ni mucho menos demoler el enorme y valioso legado de los maestros del movimiento moderno, sino de introducir conceptos y pensamientos paralelos con los cuales generar diferentes aproximaciones al problema de la arquitectura y el urbanismo en Colombia.
El potencial crítico de la perspectiva ‘desde fuera’ La perspectiva desde fuera permite ver aspectos diferentes a esos que por estar inmersos en una problemática social no se pueden percibir claramente o comprender en su totalidad. El filósofo
Ruso Mikhail Bakhtin desarrolló la idea de creative understanding, un concepto poético y provocativo que explica el valor de la perspectiva externa. Como afirma Bakhtin: Creative understanding does not renounce itself, its own place in time, its own culture; and it forgets nothing. In order to understand, it is immensely important for the person who understands to be located outside the object of his creative understanding —in time, in space, in culture. For one cannot even really see one’s own exterior and comprehend it as a whole, and no mirrors or photographs can help; our exterior can be seen and understood only by other people, because they are located outside us in space and because they are others. 1
Traemos a discusión esta propuesta porque nos presenta, por un lado, la importancia de la perspectiva desde fuera; por otro, resalta una situación prevalente en Colombia: la asignación de superioridad al extranjero (ya sea al individuo o al discurso), al Otro, cuya exterioridad lo autoriza como experto. Con ello, tradicionalmente, se le ha dado prioridad a discursos e interpretaciones foráneas, que en muchos casos niegan el valor de razonamientos internos (a esto se refieren Lara, Hernández, Liernur y Botti en sus artículos para este número).2 Si bien, según Bakhtin, para entender creativamente se requiere la exterioridad, también se necesita un cierto dinamismo, es decir, la posibilidad de ocupar espacios diferentes, en diferentes momentos, para visualizar aquellos aspectos que se mantienen ocultos desde una posición estática interior y esos que eluden la comprensión del Otro externo, cuya interpretación puede ser útil pero nunca es completa. Lo importante en esta lectura de Bakhtin es el desmantelamiento de las jerarquías que asignan mayor valor a ciertas posiciones y desautorizan otras. Por lo tanto, una lectura de la arquitectura colombiana desde fuera, hecha por sujetos cuya interpretación está influenciada por su posicionalidad interior-exterior (como lo explica Lara en su artículo), puede ofrecer alternativas para su comprensión creativa, para entenderla no como un todo homogéneo y estático, desarrollado linealmente a partir de sus orígenes europeos, sino para aproximarnos a ella como un permanente proceso influenciado por las múltiples y cambiantes realidades de nuestro país. Esto se hace aún más visible cuando se contrasta el texto de Mondragón y Ogalde con respecto a la creación extranjera del canon moderno colombiano. Cabe anotar que, a diferencia de la arquitectura, cuyo discurso depende casi totalmente del europeo, la tradición filosófica latinoamericana se desarrolla a partir de la capacidad de aproximarse al objeto de estudio desde nuestra propia interioridad como sujetos latinoamericanos, pero usando al mismo tiempo las herramientas críticas que nos ofrece la epistemología occidental, y más recientemente incorporando metodologías de análisis provenientes de otras tradiciones epistemológicas como África y Asia. Filósofos, sociólogos y antropólogos latinoamericanos como Aníbal Quijano
1. Morson y Emerson, Mikhail Bakhtin: Creation of Prosaics, 55. Los énfasis son de los autores. 2. Nótese que si bien se resalta la idea de exterioridad por generar una capacidad crítica importante, se le crítica a Bakhtin la inflexión que otorga autoridad al Otro, por el simple hecho de su externalidad.
Arquitectura de Colombia vista desde fuera. Una breve introducción. Felipe Hernández y Fernando Lara [ 7 ]
Dearq 29. COLOMBIA DESDE AFUERA
(Perú), Néstor García Canclini (Argentina-México), Enrique Dussel (Argentina-México), Walter Mignolo (Argentina-Estados Unidos) y los colombianos Arturo Escobar y Santiago Castro Gómez (e incluso críticos europeos contemporáneos como Boaventura de Sousa Santos) relatan el desarrollo de sus trabajos a partir de una articulación crítica de múltiples discursos académicos, en que dan crédito a influencias europeas, como la Escuela de Frankfurt, la crítica posmoderna desarrollada en universidades anglosajonas (principalmente en los Estados Unidos) y el marxismo, pero al mismo tiempo reconocen la influencia del trabajo producido por colegas en la India, África y el Medio Oriente, y la presencia de tradiciones epistemológicas indígenas latinoamericanas. Con ello pretenden enfrentar la realidad latinoamericana, que como explican todos los mencionados, no puede asumirse solo a través de los métodos interpretativos europeos. Por ello, consideramos una visión ‘desde fuera’ de nuestra arquitectura como una manera —entre otras que pueden existir— de introducir nuevos discursos y herramientas teóricas para ampliar el panorama académico actual y generar nuevas posibilidades críticas que permitan su desarrollo.
Desde fuera de la arquitectura y la crítica Latinoamericana La ‘arquitectura’ también es un espacio. Como arquitectos, estudiantes, académicos, todos accedemos a ese espacio; pero este ya estaba allí: la arquitectura nos precede. Sin embargo, como afirmamos al inicio de esta introducción, y como lo sostienen Liernur y Botti en su artículo, existe el riesgo de que, una vez dentro, se pierda contacto con otros espacios, otras disciplinas, otras interpretaciones del mundo al cual los arquitectos deben responder. En su preocupación por establecer su posición dentro del contexto de la ‘arquitectura’, repitiendo patrones formales, métodos constructivos, materiales, etc., los arquitectos (profesionales, estudiantes y académicos) se desconectan de las realidades sociales del lugar donde practican y rechazan la interdisciplinaridad que les permitiría enfrentar los retos que les imponen esas realidades. Por ello, en este número de Dearq ‘desde fuera’ también implica desde fuera de la arquitectura, lo cual se presenta como una premisa que permite introducir herramientas críticas para revisar la historia de la arquitectura y los métodos con los cuales esta se produce. Por ello, invocamos a filósofos, sociólogos y antropólogos latinoamericanos y europeos cuya obra nos revela un panorama amplio de nuestra propia historia, estableciendo al mismo tiempo una metodología de análisis que permite distanciarnos del eurocentrismo que domina la teoría de la arquitectura en Colombia. Según afirma Boaventura de Sousa Santos en su libro Epistemologies of the South: Justice against Epistemicide, la tarea más importante de nuestro tiempo es que nos distanciemos del pensamiento crítico europeo. “The aim of creating distance in relation to the Eurocentric
tradition is to open analytical spaces for realities that are ‘surprising’ because they are new or have been ignored or made invisible, that is deemed non-existent by the Eurocentric critical tradition”. 3 Como lo indica el subtítulo del libro, Justice against Epistemicide, se trata de hacer justicia a las tradiciones epistemológicas que han sido ignoradas —asesinadas— o invisibilizadas por la crítica europea bajo el manto de la ‘modernidad’. Sin embargo, como lo hemos afirmado, esto no significa la negación de lo europeo, pero sí la inclusión de otras historias, experiencias y cosmovisiones. En sus propias palabras: […] keeping distance does not mean discarding the rich Eurocentric critical tradition and throwing it into the dustbin of history, thereby ignoring the historical possibilities of social emancipation in Western modernity. It means, rather, including it in a much broader landscape of epistemological and political possibilities. It means exercising hermeneutics of suspicion regarding its ‘foundational truths’ by uncovering what lies below their ‘face value’. It means giving special attention to the supressed or marginalised smaller traditions within the big Western tradition.4 Santos es tan solo uno de los muchos teóricos contemporáneos que formulan la necesidad de cuestionar rigurosamente, y distanciarse, de la tradición crítica europea. Este ha sido un tema central del pensamiento latinoamericano que, de hecho, ha estado presente en la arquitectura, aun cuando allí no se haya desarrollado tan profundamente como en otras disciplinas. Ya nos decía Edmundo O’Gorman, en 1958, que la Invención de América (título de uno de sus libros) implicó la apropiación violenta de un territorio y su inscripción dentro del imaginario eurocristiano, lo cual relegó a los habitantes originarios de este continente, y a sus culturas, a la inferioridad. De hecho, desde los años setenta, Enrique Dussel se concentró en estos sujetos inferiores, excluidos y vigilados en las encomiendas y reducciones, subyugados en las senzalas u oprimidos por el patriarcalismo —para mencionar tan solo algunas de las muchas opciones de alteridad que se generaron a través del colonialismo—. Igualmente, el sociólogo peruano Aníbal Quijano se refiere a estos sujetos como los desdichados de la modernidad,5 para quienes debido al colonialismo europeo la modernidad no es una opción, sino una imposición. Se hace claro que los desdichados somos todos los latinoamericanos y no solo sus minorías étnicas. Por ello, el concepto de justicia al que alude Santos en el subtítulo de su libro, y que se materializa en la convocatoria para distanciarnos de la tradición crítica europea, se convierte en un propósito obligatorio también para la arquitectura: es esencial que empecemos a articular un discurso sobre nuestra propia arquitectura desde nuestra propia perspectiva;
3. Santos, Epistemologies of the South, 43 y 44. 4. Ibid., 43 y 44. 5. Emulando al médico psicoanalista, crítico cultural y activista Franz Fanon, originario de la isla caribeña de Martinica y autor de Les Damnés de la Terre (1961), publicado en inglés bajo el título The Wretched of the Earth (1963) y en español como Los condenados de la tierra (1963).
[ 8 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp. 6-11. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
INVESTIGACIÓN
de lo contrario, como afirma el filósofo colombiano Sergio Castro Gómez, si continuamos representándonos a nosotros mismos “según las reglas del saber occidental moderno, estamos reforzando, en clave epistémica, los mismos mecanismos de dominación colonial” que nos han relegado a la subalternidad.6 Precisamente aquí radica nuestro compromiso con el discurso descolonial latinoamericano que proponemos en nuestros artículos. Por lo tanto, las críticas que presentamos en este número de Dearq intentan superar los fetichismos que han regido la historiografía de nuestra arquitectura, pero no declaran superadas, antiguas, obsoletas o sin validez otras posiciones existentes; incluso aquellas que son opuestas a las aquí presentamos. De hecho, siguiendo a Enrique Dussel, de quien hago aquí una paráfrasis, el tiempo ha llegado en América Latina para pasar a posiciones de mayor complejidad que nos permitan conectar la arquitectura con su contexto, no únicamente el contexto físico, sino sus contextos sociales, culturales, económicos, étnicos y demás.7
El contexto de los artículos Este número de la revista Dearq empieza con una carta del arquitecto brasileño Fernando Luiz Lara a sus colegas colombianos. Siguiendo esa larga tradición de pensamiento latinoamericano a la que nos referimos anteriormente, Lara deplora la incapacidad que existe en todo el continente para escribir la historia de la arquitectura a través de una mirada propia y en relación con nuestras realidades y experiencia, en vez de continuar inscribiéndonos dentro de la linealidad del movimiento moderno en la cual nuestra arquitectura existe como un desarrollo posterior, secundario e imperfecto. Lara nos recuerda que si estudiamos nuestra historia desde una perspectiva crítica, descolonizada, descubriremos el papel central que ha desempeñado América Latina en el desarrollo mismo de la arquitectura y el urbanismo modernos. En otras palabras, descubrimos que en realidad ocupamos una posición central en el desarrollo de un discurso cuyos autores, en su mayoría europeos o norteamericanos, se han dado a la tarea de inscribirnos como el producto tergiversado de un proceso iniciado por ellos durante la segunda industrialización. Por ello, Lara alude al trabajo del sociólogo colombiano Arturo Escobar, quien demuestra que no es posible entender el mundo moderno —la modernidad— sin aceptar que dicha condición está conectada ineludiblemente al colonialismo de los siglos XVI al XX, y cuya influencia sigue presente en la cultura actual. Así, la modernidad inicia con la colonización de América y, por lo tanto, nuestra historia está ligada a la de la modernidad: su desarrollo coincide con el de nuestras culturas, nuestras sociedades y las ciudades donde vivimos. Lara nos pregunta: “Why do Colombian and Brazilian architects and architectural historians need to study their buildings in relation to architectural production in other parts of the world?” y posteriormente propone que nos concentremos en nuestras propias instituciones, y el análisis crítico de nuestros logros más recientes, no con el fin de
inscribirlos dentro de la historia occidental, sino para entender su valor y continuar respondiendo al reto que nos presentan nuestras ciudades. En sus propias palabras: “Instead, I propose to call your attention to Colombian institutions that make such an architecture possible, institutions that, I am not at all shy to say, are the best in the Americas right now”. La carta de Lara a sus colegas colombianos demuestra que la arquitectura y las estrategias de intervención y diseño urbano que hemos logrado desarrollar en Colombia durante los últimos veinticinco años representan un avance continental significativo que requiere un cambio de aproximación tanto a la práctica como a la enseñanza de la arquitectura. En su artículo “De la excelencia al olvido: sobre la emergencia y desaparición de dos décadas de arquitectura en Colombia”, Francisco Liernur y Giaime Botti se concentran en el periodo inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, un momento muy importante en el desarrollo de la arquitectura moderna en Colombia, cuando los arquitectos —en esa época un grupo muy reducido en número cuyos miembros pertenecían a una élite social y económica de gran influencia política— asumieron el proceso de la modernización como un reto eminentemente técnico. Liernur y Botti explican cómo la experimentación técnica con el uso del concreto reforzado posicionó a los arquitectos colombianos en el mapa internacional del modernismo. Sin embargo, proyectos como el estadio de béisbol de Cartagena de Indias y el hipódromo de Techo eran presentados como arrojadas pero elegantes estructuras resultado de la influencia norteamericana y europea. Las diferentes revistas internacionales que publicaban estos proyectos resaltaban (como lo continúan haciendo los historiadores colombianos hoy) el hecho de que sus arquitectos habían estudiado en Harvard, McGill o Pennsylvania, donde recibieron la influencia de maestros como Gropius y Breuer. Si bien, como lo indica Liernur y Botti, “la red profesional y académica de Harvard definía un marco muy claro en la recepción [y diseminación] de estas obras”, también definía su posición en el desarrollo del modernismo arquitectónico: obras “de carácter casi anglosajón”, como escribe Hitchcock. Liernur y Botti también resaltan el olvido de esta arquitectura a partir de la segunda mitad de la década de 1960 como un posible resultado de cambios sociopolíticos complejos que motivaron, posteriormente, reacciones dentro de la arquitectura en contra del movimiento moderno. A finales de la década de 1960 ya no se asume que la condición de subdesarrollo es un problema de atraso temporal, sino que se le comprende como una condición estructural que no puede superarse a través de la técnica, con lo cual la ‘modernización’ deja de ser la panacea. Al contrario, como lo afirman Liernur y Botti, “la ilusión de la modernización técnica [pasa a verse] como el engañoso espejismo que ocultaba la condición estructural del problema”. En el campo de la cultura arquitectónica esto se traduce en ataques al movimiento moderno,
6. Véase Castro Gómez, Crítica de la razón latinoamericana, 152. 7. Véase Dussel, Filosofías del sur, 44.
Arquitectura de Colombia vista desde fuera. Una breve introducción. Felipe Hernández y Fernando Lara [ 9 ]
Dearq 29. COLOMBIA DESDE AFUERA
como los protagonizados por el Team X, que en Colombia llevaron a la búsqueda de posibilidades de resistencia: el regionalismo crítico, la modernidad apropiada, la identidad. Estas posiciones generaron procesos nostálgicos de romantización de ciertas arquitecturas que se escogieron para representar lo local, excluyendo todas las otras arquitecturas —atrevidas y experimentales— que en realidad originaron el modernismo en Colombia. En pocas palabras, Liernur y Botti nos invitan a revisitar rigurosa y críticamente la historiografía del modernismo en Colombia para (re)escribir, como lo demanda Lara, la historia de nuestra propia arquitectura sin el lente norteoccidental. En su artículo “La historia olvidada de la arquitectura en Colombia: la vivienda rural y la modernización durante la República Liberal”, Susana Romero se refiere a otro aspecto que requiere enorme atención: la falta de estudios profundos y rigurosos sobre la arquitectura rural colombiana. Su artículo se concentra en los proyectos de mejoramiento de vivienda campesina en las décadas de 1930 y 1940, que al ser promovidos por el Gobierno revelan un aspecto central de las estrategias de modernización del Estado. Romero introduce una crítica importante a la periodización histórica comúnmente utilizada por arquitectos que describe la década de 1930 como un periodo de transición entre lo no moderno y el inicio de los procesos de modernización. La tesis de Romero sugiere que, a principios de 1930, el “Estado colombiano ya era modernizante y desarrollista, pero el significado de lo moderno era espacialmente diferente ya que se centraba en el campo y no en las ciudades”. Ella afirma que las políticas y los procesos de modernización que culminaron con los desarrollos urbanos de 1950 tienen su origen en las políticas de desarrollo agrario del siglo XIX y esto generó un campesinado nativo, mestizo e independiente, que se convirtió en “el eje de mayor expansión económica que el país había experimentado hasta entonces”, y con ello impulsó el capitalismo agrario de finales de siglo. La cartilla Arquitectura aldeana y rural, elaborada por el arquitecto Gonzalo Restrepo Álvarez, ofrece un testimonio claro de las estrategias creadas por el Gobierno de López Pumarejo para modernizar el campo, inscribiendo la producción agrícola rural en el sistema capitalista global y, por lo tanto, impulsando el desarrollo urbano tanto en ciudades grandes como en poblaciones pequeñas. Así es como el artículo de Romero revela la importancia de situar la historia de la arquitectura dentro de un contexto más amplio —social, político, económico y cultural— sobrepasando las limitaciones que impone una historia de la arquitectura basada exclusivamente en análisis formales y comparativos. Romero nos recuerda en repetidas ocasiones que la historia de la arquitectura no se puede desligar de todos los procesos sociales, políticos y económicos de la cual es parte; dichos procesos no son un contexto en el cual se desarrolla la arquitectura, de forma aislada, sino que la arquitectura está inherentemente ligada a ellos.
Felipe Hernández, por su parte, abriga el contenido de los tres artículos anteriores, introduciendo una aproximación al estudio de la historia de la arquitectura en Colombia que permite desmantelar las jerarquías impuestas por la construcción eurocentrista que ubica nuestras arquitecturas como “transformaciones, desviaciones y devaluaciones” de la arquitectura moderna europea y norteamericana. Su artículo titulado “Modern Fetishes, Southern Thoughts” demuestra con evidencia irrefutable que “la historia de la arquitectura moderna”, concebida como una historia única y lineal, inscribe la obra de nuestros arquitectos modernos (Salmona, Martínez, Samper, Obregón y demás) de una forma ambivalente, por un lado, reconociéndola como parte de un desarrollo que tuvo su origen en —y por tanto le pertenece a— ciertas partes del mundo occidental y, por otro, clasificándola como inferior a aquella de la que surgió.8 Si bien se puede comprender el interés de los arquitectos e historiadores europeos en mantener su autoridad, resulta paradójico que los arquitectos e historiadores colombianos reproduzcan este tipo de construcción histórica sin cuestionar sus implicaciones. Hernández sostiene que los arquitectos —y quienes estudian y escriben la histórica de la arquitectura en Colombia— tienen la responsabilidad de descolonizar la arquitectura. Para ello es importante conectar tanto el discurso como la práctica de la arquitectura con otras disciplinas que ya han producido metodologías críticas para desplazar la primacía epistemológica occidental, y estudiar las arquitecturas y los urbanismos de otros países en el llamado sur global, cuyas historias y condiciones socioeconómicas actuales son más cercanas a las nuestras. Daniel Cardoso Llach y Nida Rehman proponen una revisión crítica de las narrativas internacionales que han surgido a raíz de los enormes proyectos urbanos construidos en ciudades como Bogotá y Medellín. Dichos proyectos los ha visto la audiencia internacional como ejemplos de un urbanismo redentor que ha transformado ciudades y mejorado las condiciones de vida de miles de personas. Sin embargo, como bien apuntan Cardoso Llach y Rehman, muchas de estas lecturas simplifican su complejidad, por lo cual es necesario problematizar dichas interpretaciones y desarrollar posturas críticas tanto dentro del país como en el exterior. De manera similar a como lo articula Lara en su carta a los colegas colombianos, Cardoso Llach y Rehman resaltan la participación de múltiples actores en la producción de dichos proyectos urbanos, lo cual desmantela el heroísmo político-arquitectónico asignado a unos pocos participantes, e invoca tácitamente metodologías de coproducción del espacio que incluyen a la ciudadanía en general. Esta revisión crítica es útil no solo en la práctica del diseño urbano y arquitectónico, sino también porque conlleva el desmantelamiento de figuras patriarcales inherentemente asociadas al modernismo en Colombia. Finalmente, en su artículo “Consagrar y excluir: el canon en disputa de la arquitectura colombiana, 1951-1981”, Manola Ogalde y Hugo Mondragón reiteran la existencia de un proceso de construcción
8. De acuerdo con William Curtis, en Modern Architecture since 1900, la arquitectura moderna es “propiedad intelectual” de Europa occidental, Estados Unidos y ciertas partes de la Unión Soviética.
[ 10 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp. 6-11. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
INVESTIGACIÓN
histórica en el que aún subyacen estructuras coloniales que no superan la aproximación a través del canon. Treinta años después de Silvia Arango, Ogalde y Mondragón nos recuerdan los procesos de construcción de un canon moderno arquitectónico, que como bien explican ellos en su conclusión, “se instala profundamente en la cultura y protege su cuestionamiento”. Por esta razón, también nos advierten que la revisión crítica del canon es necesaria; pero ello con el fin de conservar su vigencia. En este riguroso y consumado artículo, Ogalde y Mondragón nos ofrecen una versión renovada de la historiografía tradicional del movimiento moderno en Colombia, explicitando su construcción eurocéntrica, aunque escrito por ‘hermanos’ latinoamericanos como Bulrich y Bayón. Los procesos de exclusión mencionados en el título están arraigados en los pensadores de arquitectura por la colonialidad epistémica de que nos habla Boaventura Santos. La gran contribución de Ogalde y Mondragón es recordarnos la importancia de superar un círculo de introspección académica que —como lo sostienen Liernur, Botti, Lara y Hernández— se hace aparentemente insuperable, validando las preguntas que nos hace Lara: ¿será posible desarrollar una aproximación propia a la arquitectura de nuestro país? Por otro lado, surgen cuestionamientos de gran relevancia, como el hecho de que esta historiografía canónica es protagonizada por arquitectos modernos ampliamente reconocidos y únicamente hombres blanco-mestizos de clase económica alta, la mayoría educados en el exterior. Si bien el ejercicio de ampliar y cuestionar nuestra extraordinaria arquitectura moderna con el rigor que lo hacen Ogalde y Mondragón es muy importante, también es necesario enfrentarnos a la desvinculación de ese canon que se construye para ser incuestionable y, por lo tanto, impide el desarrollo del discurso arquitectónico y la aparición de posturas epistémicas propias y diferentes. Considerando que no es posible presentar una perspectiva crítica sin asumir posiciones e interpretaciones contradictorias, se decidió entrevistar al arquitecto brasileño Carlos Comas, una de las figuras más influyentes en el contexto académico de la arquitectura moderna latinoamericana y uno de los curadores —junto a Francisco Liernur, otro contribuyente en este número, y al historiador norteamericano Barry Bergdoll— de la exhibición Latin America in Construction, llevada a cabo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en 2015. Antes de contestar nuestras preguntas, Comas declaró su posición: un hombre, miembro privilegiado de la clase media educada brasileña, que a pesar de vivir en la ‘periferia’ de Brasil (Porto Alegre), viaja constantemente en su condición de arquitecto fuera del país y dentro. Al declarar de antemano su posición, Comas admite que el arquitecto —nótese que hablo aquí en abstracto— ya de por sí ocupa una posición privilegiada a la del layman, las personas que no tienen una educación arquitectónica. Evidentemente, para Comas existen unas jerarquías implícitas tanto en la sociedad como en la arquitectura, e incluso en las relaciones entre el arquitecto y sus clientes, o entre las ‘comunidades’ que construyen y las que usan los edificios. Comas reflexiona sobre el hecho de que dichas jerarquías han sido útiles y aunque concede que presentan aspectos negativos, también las considera necesarias. Comas admite que no está muy enterado del discurso deco-
lonial, pero indica que le causa duda y lo ve como una influencia extranjera. De cierta forma, su incisivo análisis de la aproximación que se tiene hoy respecto a la arquitectura moderna confirma esa relación incómoda entre el legado construido durante un periodo de consolidación nacional alrededor de políticas desarrollistas y una realidad histórica, social, cultural y económica que de muchas maneras no concuerda. Por ello, concluye sugiriendo estudios más amplios a escala continental para estudiar, de forma comparativa, esa relación. Al referirse al fotoensayo del arquitecto brasileño Leonardo Finotti, Claudia Rueda escribe un ensayo titulado “Colombia desde afuera. La fotografía de Leonardo Finotti”, en el cual explora una múltiple condición de exterioridad. Primero, nos habla de la fotografía como medio de creación arquitectónica: su relación con el espacio. Luego, nos presenta al fotógrafo, un arquitecto que encuentra en la fotografía una forma de practicar la arquitectura y de facilitar, a través de la fotografía, una forma constructiva de relacionarnos con el espacio. Además de estas dos formas de exterioridad, Rueda reflexiona sobre el trabajo fotográfico de Finotti, con el cual se generan ‘lecturas’ de la arquitectura continental. De hecho, una arquitectura desde fuera que, en este caso, es analizada por una arquitecta mexicana que explora la arquitectura a través de la fotografía. Este breve artículo nos demuestra, una vez más, las enormes posibilidades que existen en la mirada desde fuera para producir aproximaciones diferentes al legado arquitectónico moderno. En realidad, esperamos que este número de la revista Dearq genere numerosas inquietudes académicas y curiosidad investigativa que permitan el avance disciplinar. Al mismo tiempo, nos interesa proponer las herramientas para evaluar nuestra arquitectura desde unos parámetros conceptuales propios, en relación con nuestra historia y nuestras realidades actuales, ninguna de las cuales se puede desvincular totalmente del pasado colonial que les da origen. De tal manera que nuestras prácticas no sean vistas y evaluadas con relación a un referente considerado correcto y superior, sino como un cuerpo de conocimiento relacionado pero independiente.
Bibliografía 1. Castro-Gómez, Santiago. Crítica de la razón latinoamericana. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2011. 2. Curtis, William. Modern Architecture since 1900. London: Phaidon, 1996. 3. Dussel, Enrique. Filosofias del sur: Descolonización y transmodernidad. México: Akal, 2015. 4. Fanon, Frantz. The Wretched of the Earth. London: Penguin Classics, 2002. 5. Morson, Gary y Caryl Emerson. Mikhail Bakhtin: Creation of Prosaics. Stanford: Stanford University Press, 1990. 6. Santos, Boaventura de Sousa. Epistemologies of the South: Justice against the Epistemicide. London: Routledge, 2014.
Arquitectura de Colombia vista desde fuera. Una breve introducción. Felipe Hernández y Fernando Lara [ 11 ]
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Letter to my Colombian Friends Carta a mis amigos colombianos Fernando Lara School of Architecture University of Texas at Austin fernandolara@utexas.edu
Artículo de Reflexión Recibido: 24 de junio del 2019 Aceptado: 15 de agosto del 2020 Cómo citar: Lara, Fernando. “Letter to my Colombian Friends”. Dearq n.º 29 (2021): 12-19. DOI: https://doi.org/10.18389/ dearq29.2021.02
Abstract Fernando Lara's essay in the format of a letter highlights the achievements of Colombian architecture in the past decades, with a focus of institutional building. The author departs from decolonial theory to argue that we need to move beyond the Eurocentrism that is still prevalent in our discipline. One possible route to decolonize our architectural conversation comes from the work of Colombian anthropologist Arturo Escobar. Despite layers of colonization that are inherent to the modernization processes, Colombian institutional design is something that we should discuss as a success case in our continent. Keywords: contemporary Colombian architecture; modernization/colonization; institutional framework; urban design
Resumen El ensayo de Fernando Lara en formato de carta destaca los logros de la arquitectura colombiana en las últimas décadas, con un enfoque en la conformación de instituciones. El autor parte de una breve introducción sobre la teoría decolonial para argumentar que necesitamos superar el eurocentrismo que aún prevalece en nuestra disciplina. Una posible vía para descolonizar nuestra crítica arquitectónica proviene de las ideas del antropólogo colombiano Arturo Escobar. A pesar de las capas de colonización inherentes a los procesos de modernización, el diseño institucional colombiano es algo que deberíamos discutir como caso de éxito en nuestro continente. Palabras clave: arquitectura contemporánea de Colombia; colonización-modernización; fortaleza institucional; diseño urbano
[ 12 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 12-19. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
INVESTIGACIÓN
I struggled for several months thinking about the right approach to this article. I wanted it short, sharp, and provocative. I also wanted it with the right decolonial tone. Do we need really another Eurocentric piece judging our architecture from afar? Are we not fed up with double standards, the use of foreign concepts, and foreign rules to measure our built environment? These questions are at the core of my current research. In attempting to understand the built environment of the Americas, I struggle with the fact that an overwhelming majority of our knowledge comes from another continent. There is a dislocation between space and knowledge: Despite our deep belief that space matters, our judgment is hardly ever influenced by our own knowledge. As reminded by Edward Said in the classic Orientalism (1974), European culture developed narratives about all other societies on Earth and, as a result, established itself as the center of human knowledge. Instead of asking how Latin American architectures can fit in histories of the discipline written by others, this essay asks what can we learn from Colombia in order to understand the place of the Americas in a global history of the built environment? One possible answer is given by Roberto Fernández in his seminal book, El Laboratório Americano (1997). Fernández discusses how architectural theory, to this day, treats the Americas as a special kind of periphery that turns into an eternal laboratory, in which old experiences are systematically abandoned to explore new ones. America, thus, becomes the place of modernity par excellence, of eternal novelty, a perpetual state of infancy — to use an ethnocentric Hegelian concept that should be outdated but insists in framing our narrative. Adrian Gorelik reinforces the idea of a laboratory, and specifically attributes to the city in Latin America the role of “a machine to invent modernity”.1 Gorelik’s assertion raises a number of questions: Which modernity are we talking about, and what are its real consequences? How can we ever develop a theory for our own modernity? Would it be a “modernidad apropriada”, as discussed by Marina Waisman and Chistian Fernandez Cox in the first Seminarios de Arquitetura Latinoamerica in the 1980s? But as the argument of coloniality goes, could modernity have ever been appropriate if we had no choice but to accept it? Why have we not written our own history, in our own terms yet? A few years ago, the MALBA – Museo de Arte Latinoamericana de Buenos Aires - organized an exhibition that attempted to answer the last question. Verboamerica, an exhibition curated by Andrea Giunta and Agustín Pérez Rubio reorganized the whole permanent collection of the museum using Latin American concepts instead of Eurocentric ones. The result was staggering and makes me wonder why we have not done the same in architecture?
Me esforcé durante varios meses pensando en el enfoque correcto para este artículo. Lo quería corto, agudo y provocativo. También lo quería con el tono decolonial adecuado. ¿Realmente necesitamos otra pieza eurocéntrica que juzgue nuestra arquitectura desde lejos? ¿No estamos hartos de los dobles estándares, el uso de conceptos y reglas extranjeras para medir nuestro entorno construido? Estas preguntas son el núcleo de mi investigación actual. Al intentar comprender el entorno construido de las Américas, lucho con el hecho de que una gran mayoría de nuestro conocimiento proviene de otro continente. Existe una dislocación entre el espacio y el conocimiento: a pesar de nuestra profunda creencia de que el espacio importa, nuestro juicio casi nunca está influenciado por nuestro propio conocimiento. Como lo recuerda Edward Said, en su clásico Orientalismo (1974), la cultura europea desarrolló narrativas sobre todas las demás sociedades de la Tierra y, como resultado, se posicionó como el centro del conocimiento humano. En lugar de preguntar cómo las arquitecturas latinoamericanas pueden encajar en las historias de la disciplina escritas por otros, este ensayo pregunta: ¿qué podemos aprender de Colombia para comprender el lugar de las Américas en una historia global del entorno construido? Una posible respuesta la da Roberto Fernández, en su libro seminal El Laboratório Americano (1997). Allí analiza cómo la teoría arquitectónica, hasta el día de hoy, trata a las Américas como un tipo especial de periferia que se convierte en un laboratorio eterno, en el que se abandonan sistemáticamente viejas experiencias para explorar otras nuevas. América se convierte así en el lugar de la modernidad por excelencia, de la eterna novedad, de un perpetuo estado de infancia, por usar un concepto etnocéntrico hegeliano que debería estar desactualizado; pero que insiste en enmarcar nuestra narrativa. Adrian Gorelik refuerza la idea de laboratorio y atribuye específicamente a la ciudad de América Latina el papel de “una máquina para inventar la modernidad”.1 La afirmación de Gorelik plantea una serie de preguntas: ¿de qué modernidad estamos hablando y cuáles son sus consecuencias reales? ¿Cómo podemos desarrollar una teoría para nuestra propia modernidad? ¿Sería una “modernidad apropiada”, como lo discutieron Marina Waisman y Chistian Fernández Cox en el primer Seminario de Arquitectura Latinoamericana de la década de 1980? Pero como dice el argumento de la colonialidad, ¿podría la modernidad haber sido apropiada si no tuviéramos más remedio que aceptarla? ¿Por qué no hemos escrito todavía nuestra propia historia, en nuestros propios términos? Hace unos años el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires organizó una exposición que pretendía dar respuesta a la última pregunta. Verboamérica, exposición curada por Andrea Giunta y Agustín Pérez Rubio, reorganizó toda la colección permanente del museo utilizando conceptos
1. Gorelik, Das vanguardas a Brasília.
Letter to my Colombian Friends. Fernando Lara [ 13 ]
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latinoamericanos, en lugar de eurocéntricos. El resultado fue asombroso y me hace preguntarme: ¿por qué no hemos hecho lo mismo en arquitectura? Batallo mucho con esta pregunta, porque vivo entre Texas y Brasil, dos periferias de la Gran Colombia que sufren la misma inseguridad colonial, siempre comparándose con el norte “desarrollado”. De hecho, aprendí del antropólogo colombiano Arturo Escobar que nuestra modernización está íntimamente relacionada con nuestra colonización, un marco conceptual importante que desarrollaré más adelante. Por ahora, permítanme remontarme unos siglos para ver la historia de este hermoso espacio que ahora llamamos Colombia. Me estoy aventurando aquí lejos de la zona de confort como académico; pero creo que podemos estar de acuerdo en que los bordes norte de los Andes fueron el hogar de varias culturas sofisticadas, conocedoras y técnicamente avanzadas, como los muiscas y los taironas, junto con los quimbayas y los calimas (caribes). Todos ellos fueron exterminados casi por completo por el holocausto amerindio; su población descendió de 3,5 millones en el siglo XVI a 800.000 a finales del siglo XVIII, y aumentó a 1,3 millones en 2005. En términos relativos, la población indígena descendió del 100 % al 3,4 %; mientras que los no indígenas pasaron de 0 a 40 millones (0 al 96 %). Entre tanto, poco más de un millón de africanos fueron vendidos como esclavos y llevados a Colombia para sustituir a la población indígena que realizaba trabajos forzados. Para mí, es imposible hablar de espacio, en general, o del entorno construido, en particular, sin tener en cuenta esas cifras: la aniquilación de varios millones de indígenas por parte de los europeos siempre debería enmarcar nuestra discusión. Los lectores deben haberse dado cuenta a estas alturas de que me refiero a la historia de todo el continente americano, y no simplemente, a la parte sur. Concede y toma algunos detalles locales, nuestros espacios contienen las historias del holocausto amerindio, así como la historia de varias formas de servidumbre y esclavitud, las cuales forman la base de nuestra modernización. Durante décadas, Jürgen Habermas ha sido una importante referencia académica para discutir la noción de modernidad y los procesos de modernización que conlleva. En sus escritos, tales procesos son transformadores y empoderadores. Un enfoque tan optimista de la modernidad y la modernización puede explicar por qué todavía estamos muy encantados con estos conceptos en la arquitectura: amamos nuestros edificios modernistas, planeamos la modernización de las infraestructuras, luchamos por la modernidad como sinónimo de construcción. O, mejor aún, apostamos por el desarrollo como sinónimo de arquitectura. Propongo que aquí todo arquitecto, dentro y fuera de Colombia, lea la obra de Arturo Escobar, y cuanto antes mejor. Escobar ha dedicado su vida a mostrar que la modernización tiene un lado oscuro llamado colonización: la idea de que las formas de vida de una población son mejores y, por lo tanto, deben imponerse a otras poblaciones: Por casi cincuenta años, en América Latina, Asia y África se ha predicado un peculiar evangelio con un fervor intenso: el ‘desarrollo’. Formulado inicialmente en Estados Unidos y Europa durante los años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial y ansiosamente aceptado y mejorado por las élites y gobernantes del Tercer Mundo a partir de entonces, el modelo del desarrollo desde sus inicios contenía una propuesta históricamente inusitada desde un punto de vista antropológico: la transformación total de las culturas y formaciones sociales de tres
I struggle with this question a lot because I live between Texas and Brazil, two peripheries of the Gran Colombia that suffer from the same colonial insecurity, always comparing themselves with the “developed” North. Indeed, I learned from Colombian anthropologist Arturo Escobar that our modernization is intimately connected to our colonization, an important conceptual framework that I will develop later. For now, allow me to go back a few centuries to look at the history of this beautiful space we now call Colombia. I am venturing here far from my scholarship comfort zone, but I think we can agree that the Northern edges of the Andes were home to several sophisticated — knowledgeable and technically advanced — cultures such as the Muiscas and the Taironas, along with the Quimbayas and the Calimas (Caribs). All of those were almost completely exterminated by the Amerindian holocaust, their population dropping from 3.5 million in the 16th century to 800,000 by the end of 18th century, rising to 1.3 million in 2005. In relative terms, the indigenous population dropped from 100% to 3.4% while the non-indigenous went from 0 to 40 million (0 to 96%). Meanwhile, a little over 1 million Africans were sold into slavery and brought to Colombia to substitute the indigenous population providing hard labor. It is, to me, impossible to talk about space, in general, or the built environment, in particular, without taking those numbers into consideration, the annihilation of several million indigenous people by the Europeans should always frame our discussion. Readers must have realized by now that I am referring to the history of the whole American continent and not simply to the southern part. Give and take a few local details, our spaces hold the histories of the Amerindian holocaust, as well as the history of various forms of serfdom and slavery, all of which form the basis of our modernization. For decades Jürgen Habermas has been a major scholarly reference to discuss the notion of modernity and the processes of modernization that it entails. In his writings such processes are transformative and empowering. Such an optimistic approach to modernity and modernization may explain why we are still very much enchanted by these concepts in architecture: we love our modernist buildings, we plan modernizing infrastructures, we strive to modernity as a synonym for building. Or better yet, we strive to development as a synonym of architecture. I propose that, here, every architect, inside and outside Colombia, read the work of Arturo Escobar, and the sooner the better. Escobar has devoted his life to showing that modernization has a dark side called colonization — the idea that the ways of life of one population are better and, therefore, should be imposed on other populations. According to Escobar: "...por casi cincuenta años, en América Latina, Asia y África se ha predicado un peculiar evangelio con un fervor intenso: el “desarrollo”. Formulado inicialmente en Estados Unidos y Europa durante los años que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial y ansiosamente aceptado y mejorado por las elites y gobernantes del Tercer Mundo a partir de entonces, el modelo del desarrollo desde sus inicios contenía una propuesta históricamente inusitada desde un punto de vista antropológico: la transformación total de las culturas y formaciones sociales de tres continentes de acuerdo con los dictados del llamado Primer Mundo. Se confiaba en que, casi que por fiat tecnológico y económico y gracias a algo llamado planificación, de la noche a la mañana milenarias y complejas culturas se convirtieran en clones de los racionales occidentales de los países considerados económicamente avanzados." 2
2. Escobar, La Invención del Desarrollo, 47.
[ 14 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 12-19. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
INVESTIGACIÓN
Escobar’s contribution to 21st century scholarship is to stitch modernization and colonization together as faces of the same coin. We have been trained to abhor colonization and to worship modernization. Only when we understand that they are elements of the same process, can we understand the crisis of the contemporary world as the crisis of white, heterosexual, males, the ones who have always been favored by modernization and development as we know it. Both our contemporary crisis of inequality and our struggle with so called “identity politics” are the result of this long process of modernization/colonization. The process of constructing this unequal modernization was tested first in the Americas, and architecture has been instrumental in its construction. However, modernization was only possible because multiple histories were erased, symbolic barriers raised and exclusions naturalized, as reminded by Roberto Fernandez’ book, El Laboratório Americano (1997). This applies in varying degrees to Colombia and to Brazil, as well as to the United States and Canada. Perhaps that is why I feel so at home in Colombia; I know the invisible codes, its modernization process, the stratification of its society, and the spatial logic of its cities. The cognitive reading of urban space is such that I can inhabit Bogota, Medellin, and Cartagena (the cities I have visited) with almost exactly the same body-space relationship that I develop from my decades in Brazil. The relational engagement that I establish with the built environment of Colombian cities is very familiar because the layers of significance derived from such encounter are very similar to what I experience in Brazil. I could, therefore, read the amazing architecture of Rogelio Salmona, Fernando Martinez Sanabria, and German Samper with the same lenses that I use to read Niemeyer, Costa, and Mendes da Rocha. Following my previous scholarship, I could, perhaps, write about the dissemination3 of Martinez Sanabria’s ideas to a broader public (Bogota does look like a brick city from above) or the incomplete utopias4 of Salmona and Samper. Or I could read the architecture of Giancarlo Mazzanti, Daniel Bonilla, Felipe Mesa, and Ana Elvira Velez with the same lenses that I use to read Angelo Bucci, Arquitetos Associados or Carla Juaçaba5. But again, using the same framework would give me very similar results. In an essay written with Kevin Alter many years ago, we took the challenge of discussing buildings from all over the Americas in search of precision and authenticity, denouncing its double standards: The North is always celebrated by its high level of precision and the south by its authenticity. It is very much like the knowledge/culture paradox of NATO-centrism: The North has knowledge and the South has culture.6 In this short essay, I hope to invert that equation by looking not at authenticity, or rawness, in Colombian architecture; we have plenty of foreigners writing about that. They organize exhibitions about our modern architectures in New York and publish books trying to fit our buildings into their account of an architectural history. That is fine, they can boost their careers and get promotions at their universities. But why do we need to do the same? Why do Colombian and Brazilian architects and architectural historians need to study their buildings in relation to architectural production in other parts of the world? Instead, I propose to call your attention to Colombian institutions that make such architecture possible. Institutions that, I am not at all shy to say, are the best in the Americas right now.
continentes de acuerdo con los dictados del llamado Primer Mundo. Se confiaba en que, casi que por fiat tecnológico y económico y gracias a algo llamado planificación, de la noche a la mañana milenarias y complejas culturas se convirtieran en clones de los racionales occidentales de los países considerados económicamente avanzados.2 La contribución de Escobar a la investigación del siglo XXI es juntar modernización y colonización como caras de la misma moneda. Hemos sido entrenados para aborrecer la colonización y para adorar la modernización. Solo cuando comprendamos que son elementos de un mismo proceso, entenderemos la crisis del mundo contemporáneo como la crisis de los hombres blancos (heterosexuales) los que siempre han sido favorecidos por la modernización y el desarrollo, tal como los conocemos. Tanto nuestra crisis contemporánea de desigualdad como nuestra lucha con las llamadas políticas de identidad son el resultado de este largo proceso de modernización/colonización. El proceso de construcción de esta modernización desigual se probó primero en las Américas, y la arquitectura ha sido fundamental en ello. Sin embargo, las modernizaciones solo fueron posibles porque se borraron múltiples historias, se levantaron barreras simbólicas y se naturalizaron las exclusiones, como lo recuerda el libro de Roberto Fernández, El Laboratório Americano. Esto se aplica en diversos grados a Colombia y Brasil, así como a Estados Unidos y Canadá. Quizás por eso me siento tan a gusto en Colombia: conozco los códigos invisibles, su proceso de modernización, la estratificación de su sociedad y la lógica espacial de sus ciudades. La lectura cognitiva del espacio urbano es tal que puedo habitar Bogotá, Medellín y Cartagena (las ciudades que he visitado) con casi exactamente la misma relación cuerpo-espacio que desarrollo desde mis décadas en Brasil. El compromiso relacional que establezco con el entorno construido de las ciudades colombianas es muy familiar, porque los niveles de significación derivados de tal encuentro son muy similares a lo que experimento en Brasil. Pude leer, por lo tanto, la asombrosa arquitectura de Rogelio Salmona, Fernando Martínez Sanabria y Germán Samper con los mismos lentes que uso para leer a Niemeyer, Costa y Mendes da Rocha. Siguiendo mi proceso académico, tal vez podría escribir sobre la diseminación3 de las ideas de Martínez Sanabria a un público más amplio (Bogotá sí parece una ciudad de ladrillos desde arriba) o utopías4 incompletas de Salmona y Samper. O podría leer la arquitectura de Giancarlo Mazzanti, Daniel Bonilla, Felipe Mesa y Ana Elvira Vélez con las mismas lentes que uso para leer a Angelo Bucci, Arquitetos Associados o Carla Juaçaba.5 Pero, nuevamente, usar el mismo marco me daría resultados muy similares. En un ensayo que escribí con Kevin Alter hace muchos años, asumimos el desafío de discutir edificios de todas las Américas en busca de precisión y autenticidad, denunciando su doble estándar: el norte siempre es celebrado por su alto nivel de precisión, y el sur, por su autenticidad. Se parece mucho a la paradoja OTAN-centrista conocimiento/ cultura: el norte tiene conocimiento y el sur tiene cultura.6 En este breve ensayo, espero invertir esa ecuación sin mirar la autenticidad o la crudeza en la arquitectura colombiana; tenemos muchos extranjeros escribiendo sobre eso. Organizan exposiciones sobre nuestras arquitecturas modernas en Nueva York y publican libros que tratan de encajar nuestros edificios en su relato de la historia de la arquitectura.
3. Lara, “Dissemination of Design Knowledge: Evidence from 1950s’ Brazil”. 4. Lara, Incomplete utopias: Embedded inequalities in Brazilian modern architecture. 5. Lara, “Brazilian Architecture: centripetal and centrifugal moments”. 6. Alter y Lara, Latitudes.
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Eso está bien, pueden impulsar sus carreras y obtener ascensos en sus universidades. Pero, ¿por qué tenemos que hacer lo mismo? ¿Por qué los arquitectos e historiadores de la arquitectura colombianos y brasileños necesitan estudiar sus edificios en relación con la producción arquitectónica en otras partes del mundo? En cambio, propongo llamar su atención sobre las instituciones colombianas que hacen posible dicha arquitectura. Instituciones que, no me da vergüenza decirlo, son las mejores en las Américas en este momento. Para desarrollar esto, permítanme comenzar con la historia de un encuentro aleatorio. Estaba una tarde lluviosa en el Aeropuerto El Dorado, esperando un vuelo a Medellín que se retrasó. Escaneando las paredes de la habitación en busca de un enchufe eléctrico para cargar mi computador (probablemente porque llegué tarde a una tarea de escritura, como lo estoy ahora), me senté junto a un caballero que estaba haciendo lo mismo: solo en un rincón remoto donde se había dejado un enchufe para salvar a los viajeros dependientes de la computadora. Cuando me acerqué al asiento y conecté mi cargador al enchufe disponible, el caballero levantó los ojos de su pantalla y miró hacia arriba para reconocerme. Se trataba de Sergio Fajardo, el exalcalde de Medellín que había sido recientemente elegido gobernador de Antioquia. No pude evitar presentarme como arquitecto/urbanista en su peregrinaje obligatorio a Medellín, la ciudad de la eterna primavera y las asombrosas políticas urbanas. A los dos minutos de la conversación, Fajardo dijo que no se merecía ningún crédito por las maravillas urbanas de Medellín: “todo estaba ahí antes, ya sabes, simplemente aproveché las instituciones fuertes de la ciudad y las desperté”. Su vuelo fue llamado, nuestra conversación de veinte minutos terminó y una pregunta permaneció conmigo durante años: ¿de qué instituciones estaba hablando Fajardo? Según la mayoría de los relatos encontrados en los medios arquitectónicos, todo se debió a su liderazgo y al talento de Giancarlo Mazzanti, Felipe Mesa, Camilo Restrepo, Felipe Uribe y Ana Elvira Vélez, guiados por visionarios como Alejandro Echeverry y Jorge Pérez Jaramillo. Ni una sola revista de arquitectura habló de las siglas mágicas: EPM y EDU. Para ser justos, un artículo del New York Times (18 de mayo de 2012) de Michael Kimmelman le da crédito a EPM por su papel principal en la transformación de Medellín. Pero no es solo Medellín, Colombia tiene la Ley 80 de 1993, que dicta la competencia de diseño para los principales edificios públicos. En Bogotá, el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) funciona de manera similar a la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU) en Medellín. ¿Por qué es esto importante? Porque otros países de las Américas no cuentan con ese marco legal o institucional. Me horroricé al darme cuenta de que una gran mayoría de mis colegas arquitectos y estudiosos de la arquitectura de todas las Américas no tenían ni idea de la importancia del diseño institucional en el éxito de las políticas urbanas contemporáneas colombianas. Hemos insistido en retratar las maravillas del diseño actual como resultado de arquitectos geniales y políticos audaces. Parecemos estancados en el mito de Kubitcheck/ Niemeyer, PRI/Pani o Pérez Jiménez/Villanueva; pero no hemos entendido que las ciudades de hoy son diferentes, más complejas y heterogéneas de lo que fueron durante la primera mitad del siglo XX. El sueño de la modernización del siglo XX no se materializó, al menos no del todo, ni en Colombia ni en algunas partes del Sur Global; de hecho, la modernización nunca se materializó del todo en ninguna parte. Lo que me dijo Fajardo fue muy revelador: que Colombia ha sido capaz
To elaborate on this, allow me to start with the story of a random encounter. I was at El Dorado airport one rainy afternoon, waiting for a flight to Medellin that was delayed. Scanning the walls of the room for an electrical plug to charge my computer (much probably because I was late on a writing assignment, as I am now), I sat by a gentleman that was doing the same, alone on a remote corner where a plug was left to save computer-dependent travelers. When I approached the seat and connected my charger to the available plug, the gentleman raised his eyes from his screen and looked up to acknowledge me. It was Sergio Fajardo, the former mayor of Medellin, who had been recently elected governor of Antioquia. I could not avoid introducing myself as an architect/urbanist on its mandatory pilgrimage to Medellin, the city of eternal spring and amazing urban policies. Two minutes into the conversation, Fajardo said that he does not deserve any credit for Medellin’s urban wonders, “it was all there before, you know, I just took advantage of the strong institutions of the city and stirred them up”. His flight was called, our twenty-minute conversation was over, and a question remained with me for years: Which institutions was Fajardo talking about? According to most accounts found in architectural media, it was all because of his leadership, and the talent of Giancarlo Mazzanti, Felipe Mesa, Camilo Restrepo, Felipe Uribe, and Ana Elvira Velez, guided by visionaries such as Alejandro Echeverry and Jorge Perez Jaramillo. Not a single architectural magazine talked about the magic acronyms: EPM – Empresas Publicas Municipales - and EDU – Empresa de Dessarollo Urbano. To be fair, an article at the New York Times (May 18, 2012) by Michael Kimmelman gives credit the EPM for its main role on the transformation of Medellin. But it is not only Medellin; Colombia has the Ley 80, from 1993, that dictates design competition for major public buildings. In Bogota, the Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) works in a similar way as the EDU in Medellin. Why is this important? Because other countries in the Americas do not have such legal framework or institutions. I was appalled to realize that a large majority of my fellow architects and architectural scholars from all over the Americas had no clue of the importance of institutional design in the success of Colombian contemporary urban policies. We have insisted in portraying current design wonders as the result of genial architects and bold politicians. We seem stuck on the myth of Kubitcheck/Niemeyer, PRI/ Pani, or Perez Jimenez/Villanueva, but we have not understood that cities today are different, more complex and heterogeneous than they were during the first half of the twentieth century. The dream of twentieth-century modernization did not materialize, at least not fully, either in Colombia or in order parts of the Global South — indeed modernization never materialized fully anywhere. What Fajardo told me was very revealing: that Colombia has been able to develop an institutional framework than can support a creative approach to the urban realities of its cities. We just need to learn to study them from within, understand their challenges and, then, capitalize on those existing frameworks that allow positive transformations. To start a broad and un-scientific survey on the role that legal and institutional structures play in urban design and architecture excellence, I interviewed 17 architects7 from 7 different Latin American countries in 2011. To all of them, I asked the same three questions: 1) What are the most common processes for appointing design teams to undertake government projects? 2) What are the limitations and problems with the current process of design selection? And 3) what would be the best way to commission good quality design of public spaces
7. The interviewees were: Juan Rois, Gerardo Caballero, and Monica Bertollino, from Argentina; Renato Anelli, Jorge Jauregui, Pedro da Luz Moreira, and Marcelo Palhares Santiago, from Brazil; Liliana Ricardo and Jorge Pérez, from Colombia; David Barragán and Maria Augusta Hermida, from Ecuador; Rafael Yee, from Guatemala; Carlos Ortiz, Axel Becerra, and Gabriel Montemayor, from Mexico; and Enrique Larranaga, fromVenezuela.
[ 16 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 12-19. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
INVESTIGACIÓN
in your opinion? The answers to the first question were as different as the slang used on the streets of those 7 countries, but a strong consensus emerged on the other two: we need to include design criteria into the selection process. It was clear from the interviews that healthy and strong municipal institutions are one of the main attractors (positive inducers) of good public space. Apart from Colombia, no other country in Latin American has a national (or federal) law mandating architectural competitions for major public buildings. The absence of a strong design-based legislation creates a series of distortions and the end result is, despite few exceptions, mediocre. Brazil, for instance, has a law that forces the government to hire the cheapest bid, based only on quantitative construction criteria and “expertise” measured by counting only the number of square meters built by a practice. There is no qualitative design consideration anywhere in the process. In Mexico, an antiquated system of 3 bids allow politicians and their favorite architects to easily manipulate design contracts. Architects help their friends with higher bids here and get rewarded later when their friends return the favor. Over the past 25 years in Colombia, the Ley 80 brought about the mechanisms to judge architectural and urban design, thus raising the bar for the entire country: That is why Colombian architecture has attracted so much international attention. Yet, before a competition is drafted, public institutions need to decide what to build and where. From Colombia, we learn that both the IDU in Bogota, and the EDU in Medellin, play those roles quite well. They are strong municipal offices in charge of, on the one hand, developing an urban strategy for the city and, on the other, executing that strategy in order to guarantee positive urban transformations. All design projects are then assigned by competition, and these are administered by the relevant regulatory body, architectural competitions, as well as some large-scale urban projects, are often run by the Colombian Society of Architects. There is, therefore, an opportunity to integrate knowledges, to seek a balance between decision-making at the urban and architectural level through design, which allows architects to assess design quality more critically while the inter-disciplinary institutions address urban challenges. Liliana Ricardo, deputy director of the IDU in Bogota, told me about how different offices (transportation, health, drainage, electricity) work together in project teams organized around areas of the city. In Argentina, my interviewees told me how difficult it is for them to even communicate between different municipal offices, let alone cooperate in the implementation of projects. Indeed, that is also the case in Curitiba, the most famous of Brazil, where the integration of transport and public space is essential, as is the possibility of maintaining planning continuity beyond the short cycle of mayoral elections. Last but not least, cities need money to invest in infrastructure. After strong developmental decades between the 1950s and the 1970s, Latin America experienced a deep financial crisis in the 1980s and a dismantling of public infrastructure projects after the 1990s. The privatization of public utilities (servicios públicos) left the cities of the region starved of funds that should be used in re-investment. With weak regulation and weaker enforcement, private utility companies decided to distribute their profits between stockholders (short-term return) instead of investing in better infrastructure for a sustainable future.
de desarrollar un marco institucional capaz de apoyar un enfoque creativo de las realidades urbanas de sus ciudades. Solo tenemos que aprender a estudiarlas desde adentro, comprender sus desafíos y, luego, capitalizar esos marcos existentes que permiten transformaciones positivas. Para iniciar una encuesta amplia y no científica sobre el papel que cumplen las estructuras legales e institucionales en el diseño urbano y la excelencia de la arquitectura, entrevisté a diecisiete arquitectos7 de siete países latinoamericanos diferentes en 2011. A todos les hice las mismas tres preguntas: 1) ¿cuáles son los procesos más comunes para nombrar equipos de diseño que llevan a cabo proyectos gubernamentales? 2) ¿Cuáles son las limitaciones y problemas con el proceso actual de selección de diseños? Y 3) ¿cuál sería la mejor manera de encargar un diseño de espacios públicos de buena calidad en su opinión? Las respuestas a la primera pregunta fueron tan diferentes como la jerga utilizada en las calles de esos siete países; pero surgió un fuerte consenso sobre las otras dos: necesitamos incluir criterios de diseño en el proceso de selección. De las entrevistas se desprende claramente que las instituciones municipales sanas y fuertes son uno de los principales atractores (inductores positivos) de un buen espacio público. Aparte de Colombia, ningún otro país de América Latina tiene una ley nacional (o federal) que exija concursos de arquitectura para los principales edificios públicos. La ausencia de una legislación sólida basada en el diseño crea una serie de distorsiones y el resultado final es, a pesar de contadas excepciones, mediocre. Brasil, por ejemplo, tiene una ley que obliga al Gobierno a contratar la oferta más barata, basándose únicamente en criterios cuantitativos de construcción y “experiencia”, medida contando solo la cantidad de metros cuadrados construidos por una práctica. No hay ninguna consideración de diseño cualitativa en ninguna parte del proceso. En México, un sistema anticuado de tres licitaciones permite a los políticos y sus arquitectos favoritos manipular fácilmente los contratos de diseño. Los arquitectos ayudan a sus amigos con ofertas más altas aquí y son recompensados más tarde cuando sus amigos devuelven el favor. Durante los últimos veinticinco años en Colombia, la Ley 80 generó los mecanismos para juzgar el diseño arquitectónico y urbano, lo que elevó así la barra para todo el país: por eso la arquitectura colombiana ha atraído tanta atención internacional. Sin embargo, antes de que se redacte un concurso, las instituciones públicas están obligadas a decidir qué construir y dónde. De Colombia nos enteramos de que tanto el IDU en Bogotá como el EDU en Medellín desempeñan esos roles bastante bien. Son fuertes oficinas municipales encargadas, por un lado, de desarrollar una estrategia urbana para la ciudad; por el otro, de ejecutar esa estrategia para garantizar transformaciones urbanas positivas. Luego, todos los proyectos de diseño son asignados por concurso, y estos son administrados por el organismo regulador correspondiente; además, los concursos de arquitectura, así como algunos proyectos urbanos a gran escala, a menudo están a cargo de la Sociedad Colombiana de Arquitectos. Existe, por tanto, una oportunidad de integrar conocimientos y de buscar un equilibrio entre la toma de decisiones urbana y arquitectónica a través del diseño, lo que permite a los arquitectos evaluar de forma más crítica la calidad del diseño mientras las instituciones interdisciplinarias abordan los retos urbanos. Liliana Ricardo, subdirectora del IDU en Bogotá, me contó cómo las diferentes oficinas (transporte, salud, drenaje, electricidad) trabajan juntas en equipos de proyectos organizados
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en áreas de la ciudad. En Argentina, mis entrevistados me dijeron lo difícil que es para ellos incluso comunicarse entre diferentes oficinas municipales, y mucho menos cooperar en la implementación de proyectos. De hecho, ese es también el caso de Curitiba, la más famosa de Brasil, donde la integración del transporte y el espacio público es fundamental, así como la posibilidad de mantener la continuidad de la planificación más allá del breve ciclo de elecciones a la alcaldía.
The case of Sabesp in São Paulo is exemplar. Privatized in 2002, the company responsible for providing water and sewage for 20 million inhabitants of the largest city in South America, distributed 2 billion USD in dividends in the following 10 years. In 2014, after two years of lower precipitation, the reservoirs around São Paulo were operating at 5% capacity and water was rationed in several areas of the metropolis — coincidentally, the poorest neighborhoods.
Por último, pero no menos importante, las ciudades necesitan dinero para invertir en infraestructura. Después de fuertes décadas de desarrollo entre 1950 y 1970, América Latina experimentó una profunda crisis financiera en la década de 1980 y el desmantelamiento de proyectos de infraestructura pública después de la década de 1990. La privatización de los servicios públicos dejó a las ciudades de la región hambrientas de fondos que deberían utilizarse en la reinversión. Con una regulación débil y una aplicación más débil, las empresas privadas de servicios públicos decidieron distribuir sus ganancias entre los accionistas (rendimiento a corto plazo), en lugar de invertir en una mejor infraestructura para un futuro sostenible. El caso de Sabesp, en São Paulo, es un ejemplo. Privatizada en 2002, la empresa encargada de suministrar agua y alcantarillado a veinte millones de habitantes de la ciudad más grande de Suramérica, distribuyó dos mil millones de dólares en dividendos en los siguientes diez años. En 2014, después de dos años de menor precipitación, los embalses alrededor de São Paulo estaban operando al 5 % de su capacidad y el agua estaba racionada en varias áreas de la metrópoli, casualmente, los barrios más pobres.
In that scenario, is it remarkable that EPM survived the privatization frenzy of the 1980s and 1990s, which, in that city, coincides with the worse crisis of public safety and violence? Controlled by the municipality, which still owns the majority of shares of the company, the EPM projects an investment budget of 6 billion COP (2 billion dollars) for 2018–2021. It may not sound like much, but think this: it is equivalent to the amount spent in Rio de Janeiro over a period of three years (between 2012–2015, in preparation for the Olympic Games), a city with 3 times the population of the capital of Antioquia.
En ese escenario, llama la atención que las empresas públicas municipales de Medellín sobrevivieran al frenesí privatizador de los años ochenta y noventa, que en esa ciudad coincide con la peor crisis de seguridad pública y violencia. Controlada por el municipio, que aún posee la mayoría de las acciones de la empresa, la EPM proyecta un presupuesto de inversión de seis mil millones de pesos (dos mil millones de dólares) para 2018-2021. Puede que no parezca mucho, pero piense esto: equivale a la cantidad gastada en Río de Janeiro durante un periodo de tres años (entre 2012-2015, en la preparación para los Juegos Olímpicos), una ciudad con tres veces la población del capital de Antioquia.
As reminded by Arturo Escobar, there is a nasty colonialism intertwined with Colombia’s modernization process. Nevertheless, the country built something remarkable in its institutional embrace of design quality.8
Not that everything is perfect in the Colombian context. Fajardo himself is part of a broad political articulation that crushes the left and assures that the centerright and far-right have a virtual monopoly at the national level. It is well known abroad that Antioquia holds the core of Uribismo. It is also well established in the literature that the social stratification by law ends up stigmatizing the poor and becomes the greatest barrier to social mobility. In fact, not everything that EPM does is wise and/or responsible (vide Hidroituango failures).
Looking at Colombian architecture from abroad should not be about the beautiful buildings designed by talented architects since the turn of the millennium.Yes, they are important and they deserve praise, but they are the tip of much larger structures, legal and institutional — the ones that really matter. The lesson that all of us in the periphery of Gran Colombia need to learn is how to build like you.
No es que todo sea perfecto en el contexto colombiano. El propio Fajardo es parte de una amplia articulación política que aplasta a la izquierda y asegura que el centro-derecha y la extrema derecha tengan un virtual monopolio nacional. Es bien sabido en el exterior que Antioquia tiene el núcleo del uribismo. También está bien establecido en la literatura que la estratificación social por ley termina por estigmatizar a los pobres y se convierte en la mayor barrera para la movilidad social. De hecho, no todo lo que hace EPM es sabio o responsable; véanse los fracasos de Hidroituango. Como lo recuerda Arturo Escobar, hay un colonialismo desagradable entrelazado con el proceso de modernización de Colombia. Sin embargo, el país construyó algo notable en su adopción institucional de la calidad del diseño.8 Mirar la arquitectura colombiana desde el exterior no debe tratarse de los hermosos edificios diseñados por talentosos arquitectos desde el cambio de milenio. Sí, son importantes y merecen elogios; pero son la punta de estructuras mucho más grandes, legales e institucionales las que realmente importan. La lección que todos los que vivimos en la periferia de la Gran Colombia debemos aprender es de qué modo construir como ustedes.
8. Escobar, La invención del desarrollo
[ 18 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 12-19. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
INVESTIGACIÓN
References 1. Alter, Kevin y Fernando Lara, eds. Latitudes. 2. Austin, TX: Center for American Architecture and Design, 2014. 2. Carranza, Luis E. y Fernando Luiz Lara. Modern Architecture in Latin America: Art, Technology, and Utopia. Austin: University of Texas Press, 2015. 3. Escobar, Arturo. La invención del desarrollo, 2.ª ed. Popayán: Universidad del Cauca, 2014. 4. Fernández, Roberto. El Laboratorio Americano: Arquitectura, geocultura y regionalismo. Madrid: Biblioteca Nueva, 1997. 5. Gorelik, Adrián. Das vanguardas a Brasília: Cultura urbana e arquitetura na América Latina. Belo Horizonte: Editora UFMG, 2005. 6. Hernández, Felipe. Beyond Modernist Masters: Contemporary Architecture in Latin America. Boston: Birkhäuser, 2010. 7. Hernández, Felipe, Mark Millington e Iain Borden, eds. Transculturation: Cities, Spaces and Architectures in Latin America. Amsterdam: Rodopi, 2005. 8. Lara, Fernando. “Brazilian Architecture: Centripetal and Centrifugal Moments”, introduction. In Brazilian Architectural Guide, editado por Bruno Santa Cecilia. Berlin: DOM Publishers, 2013. 9. Lara, Fernando. “Dissemination of Design Knowledge: Evidence from 1950s’ Brazil”. The Journal of Architecture 11, n.º 2 (2006): 241-455. https://doi. org/10.1080/13602360600787165 10. Lara, Fernando. “Incomplete Utopias: Embedded Inequalities in Brazilian Modern Architecture”. Architectural Research Quarterly 15, n.º 2 (2011): 131-138. https://doi.org/10.1017/S1359135511000558 11. Said, Edward W. Orientalism. New York: Vintage, 1974.
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De la excelencia al olvido. Sobre la emergencia y la desaparición de dos décadas de arquitectura en Colombia From excellence to oblivion. On the emergence and disappearance of two decades of architecture in Colombia Giaime Botti
Jorge Francisco Liernur
Departamento de Arquitectura y Ambiente Construido
Universidad Torcuato Di Tella y
University of Nottingham Ningbo China
Universidad Católica de Chile
giaime.botti@nottingham.edu.cn
Artículo Invitado Recibido: 25 de enero del 2019 Aceptado: 15 de agosto del 2020 Cómo citar: Botti, Giaime y Jorge Francisco Liernur. “De la excelencia al olvido. Sobre la emergencia y la desaparición de dos décadas de arquitectura en Colombia”. Dearq nº. 29 (2021): 20-27. DOI: https://doi.org/10.18389/dearq29.2021.03
Resumen En el contexto de la posguerra, la producción de un importante y activo sector de los arquitectos colombianos empezó a ganar espacio en las publicaciones internacionales y posicionó a Colombia en el mapa del modernismo. Con la lectura de algunas de las mayores revistas de arquitectura publicadas en Europa, Estados Unidos y América Latina se dibuja un cuadro preciso sobre la valoración de esta producción, que resistió hasta los años setenta. Luego, esta imagen empezó a desaparecer del discurso crítico e historiográfico, resultado de un nuevo clima, basado en la nostalgia por un mundo no globalizado que se refugiaba en la recuperación de lo “humano” y de un esencializado carácter nacional. Palabras clave: historiografía; modernismo; técnica; recepción; identidad
Abstract After WW2, an important and active group of Colombian architects got involved in a process of modernization still primarily intended as a technical challenge. Their architectural production started being featured in international publications, positioning Colombia in the world map of modernism. The review of some of the major architectural magazines from Europe, USA and Latin America defines a clear frame on the reception of this production, from which the work of professionals trained in the USA and their bold structural experimentations in concrete stood out. In this way, the image of Colombian modernism was constructed, lasting until the 1970s. Then, this image started disappearing from the critical and historiographic discourse, as a result of a new cultural climate, based on the nostalgia for a non-globalized world, which looked back at the category of “human” and an essentializing national character. Keywords: historiography; modernism; technique; reception; identity
[ 20 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 20-27. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
INVESTIGACIÓN
Introducción La arquitectura moderna de Colombia es internacionalmente conocida y valorada. En la actualidad, cualquiera que posea algún interés por esta disciplina conoce las transformaciones introducidas por vistosas obras públicas en ciudades como Medellín o Bogotá. Hasta hace muy poco, sin embargo, ese mismo supuesto observador global se hubiera limitado a identificar como el más importante arquitecto colombiano a Rogelio Salmona y, probablemente, a su arquitectura como el producto de un inteligente rescate de una tradición local. Así, la historia de la arquitectura moderna en Colombia vendría a tener al día de hoy dos etapas principales: la del padre fundador (y sus hermanos) y la de sus hijos (con impulsos parricidas como cualquier hijo bien nacido). Los autores de este ensayo creemos, sin embargo, que esta es una historia mutilada, porque antes de que emergiera el genial autor de las Torres del Parque, Colombia contó con una extraordinaria producción modernista que la historiografía de las décadas recientes se ocupó de cancelar o, al menos, de minusvalorar. Trataremos de mostrar que esto es así y de explicar brevemente el porqué de esa mutilación. En los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y en contraste con la devastación y con los aún persistentes dolores que aquejaban todavía a buena parte del mundo afectado por el conflicto, los países latinoamericanos disfrutaban de un presente optimista y en apariencia prometedor. Importantes masas campesinas cifraban en la
emigración hacia las ciudades sus esperanzas de superación y las élites dirigentes imaginaban que sería posible reproducir el camino de crecimiento que habían seguido los países más exitosos; un éxito que en la posguerra se identificaba con Estados Unidos. Con la Misión Currie, Colombia fue el primer país latinoamericano que procuró incorporarse al nuevo esquema financiero internacional que emergía de Bretton Woods. Cuando aún no existían los bloques africanos, mediorientales o asiáticos, más allá de sus debilidades y de sus rencillas internas, en la recientemente creada Organización de las Naciones Unidas, los países al sur del río Bravo constituían un bloque considerable, cuyo peso devenía al menos en acciones simbólicas, como el hecho de que la gestión del nuevo edificio de la Organización en Nueva York fuera asignada al colombiano Eduardo Zuleta Ángel, a la vez que dos sobre los diez miembros del equipo de proyecto del edificio fueran arquitectos de la región. Ser modernos no parecía una utopía inalcanzable, en la medida en que se apostara a una adopción sin hesitaciones a las nuevas tecnologías. Un importante y activo sector de los arquitectos colombianos de esos años intentó guiar su obra dentro del marco de tales ideas. Así, desde 1946, la producción colombiana empezó a ganar espacio en las publicaciones internacionales. Al releer algunas de las mayores revistas de arquitectura publicadas en Europa, Estados Unidos y América Latina1 se dibuja un cuadro muy claro sobre la valoración que tuvo, en la cual destacaban las obras de profesionales de formación norteamericana, sus experimentaciones en
1. Considerada la importancia de la hemerografía como fuente primaria para esta investigación, son necesarias algunas aclaraciones. En primer lugar, por razones de “agilidad” del texto, se citarán de manera completa, incluyéndolos en la lista de referencias final, solamente los artículos de revistas de los cuales se traen citaciones o informaciones detalladas. De otra forma, la simple mención a la publicación de una obra de arquitectura en una revista se hará indicando el nombre de la revista, el número y el año. En segundo lugar, se quiere subrayar que, si el artículo no presenta autor explícito, se ha elegido indicar como autor el nombre de la revista, para que los editores asuman así la autoría correspondiente.
De la excelencia al olvido... Giaime Botti y Jorge Francisco Liernur [ 21 ]
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estructuras de concreto y un desprejuiciado uso de nuevas técnicas y materiales. Revistas y libros ayudaron a cimentar una imagen clara del modernismo en Colombia; sin embargo, en los años setenta esta arquitectura empezó a ser vista como demasiado internacional y, por lo tanto, inadecuada para representar un carácter auténticamente nacional. El paso siguiente fue su desaparición del discurso historiográfico y del espacio de la investigación académica y, finalmente, la construcción de una nueva imagen de la arquitectura colombiana contemporánea.2
La excelencia técnica en la época de la ilusión Después de una década de experimentaciones, al menos en parte patrocinadas por el Estado modernizador de los gobiernos liberales, en las crecientes turbulencias políticas de los años cuarenta, y hasta a pesar de ellas, un variado grupo de arquitectos e ingenieros posicionó a Colombia en el mapa del modernismo internacional. Con limitados recursos públicos y, a menudo, a través de sus empresas privadas, ellos desarrollaron una arquitectura de excelente calidad constructiva y reconocida funcionalidad. Aunque el país volvía a precipitarse al abismo del conflicto político tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, en 1948, al mismo tiempo empezaba el reconocimiento internacional de la labor de estos arquitectos, comprometidos con un proceso de modernización, como decíamos, aún entendido como un desafío eminentemente técnico. En ese año, una extraordinaria obra de arquitectura e ingeniería llegó en las páginas de las mayores revistas internacionales del sector. Se trataba del estadio de béisbol 11 de Noviembre, en Cartagena de Indias, levantado en tiempo récord, según el proyecto de Jorge Gaitán Cortés, Édgar Burbano, Álvaro Ortega y Gabriel Solano, con los cálculos estructurales de Guillermo González Zuleta. En Estados Unidos, los editores de Architectural Record subrayaron la atrevida estructura en voladizo de la cubierta. Tan atrevida
que pidieron la opinión de algunos ingenieros neoyorquinos. En el texto, se remarcó la rapidez y la calidad de la ejecución de esta obra pública, pero sobre todo se destacó la conexión entre los diseñadores y Estados Unidos: Ortega y Solano habían estudiado en Harvard (y antes en McGill y University of Pennsylvania, respectivamente), y Gaitán en Yale. Sin embargo, con esta obra de tan atrevida invención plástica, ellos parecían alejarse de una supuesta “timidez anglosajona” en el ámbito estructural.3 En los años siguientes, este proyecto apareció en numerosas revistas, desde Inglaterra hasta Argentina. En 1948, fue publicado en The Architectural Review,4 luego en Nuestra Arquitectura5 y, más tarde, en la cubana Arquitectura,6 así como en revistas europeas de enfoque más técnico.7 Aún en 1959, una foto del estadio aparecía en una página de la revista brasileña Módulo.8 No por casualidad, Concrete Quarterly, editado por el Concrete Centre de Londres, lo mostró como ejemplo de estructura atrevida (otra vez bold), pero de inspiración española, a pesar de las reconocidas conexiones con Est dos Unidos.9 Aún más indicativo fue el enfoque e cogido por L’Architectured’Aujourd’hui. El estadio se presentó en un número dedicado a Walter Gropius y su influencia a través de la enseñanza en Harvard: “Cet construction d’une grande élégance peut être considérée comme un exemple classique des possibilités offerte par le beton armé”.10 Diez años más tarde, otra estructura deportiva en voladizo, el Hipódromo de Techo, diseñado por Álvaro Hermida Guzmán con el ingeniero Guillermo González, fue publicada en México11 y Francia.12 La experimentación en concreto, llevada a cabo con ingenio y maestría plástica, pero más que todo con racionalidad y economía de recursos, empezó a definir así la imagen del modernismo colombiano. En este cuadro sobresalían los arquitectos que habían trabajado en el proyecto de Cartagena y se enfatizaban sus relaciones con las más avanzadas
2. Mondragón López y Lanuza Rilling, “El intricado juego de la identidad”. 3. Architectural Record, “Pitching a Bold Curve in Concrete”. 4. The Architectural Review 105, n.º 629 (1948). 5. Nuestra Arquitectura, “Solano, Ortega, Gaitán”. 6. Arquitectura, n.º 237 (1953). En el mismo número fue presentado el estadio El Campín de Bogotá y un texto tomado de Proa. 7. Informes de la Construcción 7, n.º 1 (1948); Schweizerische Bauzeitung 70, n.º 25 (1952). 8. Módulo, n.º 13 (1959). 9. Concrete Quarterly, “A Boldly Cantilevered”. 10. L’Architecture d’Aujourd’hui, “Oeuvre d’architectes formés”. 11. Arquitectura México, n.º 68 (1959). 12. L’Architecture d’Aujourd’hui, n.º 89 (1960).
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experiencias de enseñanza en Estados Unidos. La red profesional y académica de Harvard definía un marco muy claro en la recepción de estas obras. En Argentina, Ortega y Solano encontraban espacio en Nuestra Arquitectura. Sobre el estadio se notaba que el hormigón representaba el “elemento estructural económicamente más accesible” y se subrayaba la racionalización de la estructura, de la cual había sido eliminado cualquier elemento superfluo, hasta el relleno entre hierros del voladizo.13 De manera parecida, en torno a un edificio de departamentos se relevaba la racionalización de los espacios y el aprovechamiento de todos los materiales disponibles, del hormigón a la madera.14 El mismo Ortega estuvo trabajando entonces en Buenos Aires y la pertenencia a esta red, que incluía a Marcel Breuer y al argentino Eduardo Catalano, claramente favoreció la difusión de sus obras. Al final de 1949, con material recogido de Proa, en otro número de la revista comparecieron tres proyectos de Ortega, Solano y Gaitán.15 Las palabras clave, como otras veces, fueron economía, sencillez, lógica, sobriedad y uso de materiales locales. Casas diseñadas por estos profesionales, así como por Cuéllar, Serrano & Gómez y otros más, desarrollaban los conceptos defendidos por Gropius y Breuer, como se observaba desde las páginas de la revista A Arquitectura Portuguesa e Cerâmica e Edificação.16 Ortega y Solano, tanto por su red profesional como por su posición de vanguardia en el ámbito de la prefabricación,17 gozaron en esos años de buena visibilidad internacional, sobre todo en las revistas norteamericanas. Fotografías de la estación de buses de Bogotá y de la construcción de viviendas económicas con el método vacuumconcrete, del cual Ortega poseía la patente para Colombia, acompañaron un detallado artículo de The Architectural Forum sobre las bóvedas de con-
creto.18 Del mismo modo, estas imágenes y las de la Capilla del Gimnasio moderno de Juvenal Moya fueron utilizadas en otro artículo sobre bóvedas y cáscaras en concreto.19 Ortega llegó a construir en Filadelfia una piscina cubierta con elementos prefabricados.20 En un texto de Architectural Record se explicó su método para superponer las bóvedas ligeras y utilizar la tecnología del vacío no solamente para moldearlas, sino también para levantarlas.21 El paso de Le Corbusier por el país y su huella en la producción local pasó casi inadvertido en el ámbito internacional, con más que todo referencias a los proyectos de planeación de Josep Lluís Sert y Paul Lester Wiener.22 Entre tanto, grandes firmas, que a menudo gestionaban también la parte constructiva del proyecto, levantaban importantes edificaciones comerciales, como torres para oficinas y bancos y algunas obras públicas de calado: infraestructuras deportivas, palacios gubernamentales, edificios universitarios y hospitalarios. Desde Estados Unidos, la mirada hacia el sur continuaba oscilando entre voluntad de descubrimiento y benevolencia paternalista. A la hora de hacer su selección para Latin American Architecture Since 1945, Henry-Russell Hitchcock dedicaba gran atención a Colombia, a pesar de tener un conocimiento directo muy limitado. Como expresión de un “estilo internacional” basado en la adopción de las nuevas tecnologías, el historiador norteamericano hacía hincapié en las experiencias formativas de los colombianos en Estados Unidos y sus relaciones profesionales con el norte, subrayando las diferencias con otros países latinoamericanos. En la exhibición y en el libro, la firma Cuéllar, Serrano & Gómez destacaba como una de las protagonistas en el escenario latinoamericano, y también se mencionaban Ortega & Solano, Jorge Arango, Obregón & Valenzuela, Francisco Pizano, Bruno Violi y Juvenal Moya. La producción colombiana, según Hitchcock, se caracterizaba por su “carácter casi anglosajón”, un “diseño claro y bien
13. Nuestra Arquitectura, “Solano, Ortega, Gaitán”. 14. Nuestra Arquitectura, “Edificio de departamentos”. 15. Nuestra Arquitectura, n.º 10 (1949). 16. Citado en Furtado y Cardoso, “A mediatização do habitar”. Estas consideraciones se leyeron en A Arquitectura Portuguesa e Cerâmica e Edificação, n.º 5 (1954), un número monográfico dedicado a la casa colonial y a proyectos residenciales en Colombia. La revista ya había publicado otro número monográfico sobre el país —n.º 2 (1952)— basado en materiales de Proa y dedicado al urbanismo y a la vivienda colectiva, incluyendo proyectos del Instituto de Crédito Territorial y de varios arquitectos. 17. Martínez, “Un pionero de la prefabricación en Colombia”. 18. The Architectural Forum, “Shell Concrete Today”. 19. The Architectural Forum, “A New Approach to Structures”. 20. The Architectural Forum, “Multishell Precast Concrete”. 21. Architectural Record, “Precast Shells Stacked”. 22. L’Architecture d’Aujourd’hui, n.º 33 (1950) y n.º 80 (1958); Architectural Record 114, n.º 2 (1953).
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organizado”, los “excelentes estándares técnicos” y la “sobriedad en el diseño y sólida técnica”, con lo que se diferenciaba de la demás arquitecturas del continente.23 Quizás por estas mismas razones, poco antes Sigfried Giedion había prácticamente excluido Colombia de su recopilación A Decade of New Architecture,24 a pesar de conocer personalmente muchos arquitectos colombianos a través de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna y de saber que Josep Lluís Sert los valoraba como los mejores en América Latina después de los brasileños.25 Sin embargo, el suizo estaba entonces buscando epicentros alternativos del modernismo, más en línea con sus planteamientos sobre la nueva monumentalidad y las síntesis de las artes, y claramente, la imagen dibujada por Hitchcock y muchas revistas internacionales cabía muy poco en este di curso. En cualquier caso, Colombia parecía gozar de una cierta relevancia en el desarrollo del modernismo internacional en la posguerra, a juzgar por el historiador estadounidense, que en su Architecture: Nineteenth and Twentieth Centuries no dudaba en mencionar al país a lado de Brasil, México y Venezuela, aunque en este caso sin hacer referencias precisas a ningún arquitecto.26 En Colombia, la actividad edilicia seguía fuerte en los años cincuenta; la construcción en concreto dominaba la práctica, gracias también a las innovaciones del método del reticular celulado de Doménico Parma. Cuéllar, Serrano & Gómez lideraban la profesión y su trabajo seguía despertando interés en las publicaciones internacionales. En la revista paulistana Habitat, el edificio del Seguros Bolívar fue presentado como un moderno ejemplo de arquitectura para oficinas, concebido con un diseño eficiente, una planta efectivamente abierta y dotado de todas las instalaciones para su perfecto funcionamiento: “A estrutura foi executada em concreto protendido, e a impressão que favorece ao expectador é de uma leveza de concepção, tão pura em sua manifestação exteriorizante, que faz
lembrar certos aspectos da arquitetura de Mies van der Rohe”.27 Ese mismo edificio, el Ecopetrol y la sede de la Sociedad Colombiana de Ingenieros fueron publicados también en Arquitectura México.28 En Inglaterra, la firma protagonizó un largo artículo de Concrete Quarterly, que recogía proyectos de varios arquitectos bogotanos. En el texto, volvía a ser presentada una imagen muy parecida a la propuesta por Hitchcock: “In spite of this, Colombian architecture makes up in the general excellence of design and execution for what it may lack in visual excitement. Finishes and workmanship are of a standard unrivalled anywhere in South America, as indeed is the quiet competence of design generally”.29 Sobresalían entonces los grandes edificios de oficinas de la firma —como el Seguros Bolívar, el Bochica, el Acción Cultural— y el nuevo aeropuerto internacional de Bogotá, todos construidos con el sistema reticular celulado. Además, fueron presentados proyectos como el Banco de la República, del español Alfredo Rodríguez Orgaz; el edificio Esso, de Martínez Cárdenas, y el Senda, de Esguerra & Herrera. Igualmente caracterizados por estructuras en concreto perfectamente ejecutadas eran el supermercado Rayo, de Pizano, Pradilla & Caro, y la Biblioteca Luis Ángel Arango, de Esguerra, Sáenz y Samper. En la imagen que se construía, más que los grandes programas públicos que habían marcado el auge del modernismo en países como México o Brasil, destacaban ahora en Colombia obras privadas y empresas que utilizaban métodos innovadores, fueran el concreto al vacío o el reticular celulado. Edificios comerciales e industriales, residencias para la clase media alta y otros sofisticados programas privados, como los clubes campestres, seguían apareciendo en las revistas internacionales.30 Fuera de Bogotá, el desarrollo de las ciudades seguía patrones parecidos a los de la capital y así también crecía la profesión. Sin embargo, el enfoque de los medios impresos especializados, nacionales e
23. Hitchcock, Latin American Architecture, 37 y 41. Citas originales: “almost Anglo-Saxon character”, “clear and well organized design”, “excellent technical standards”, “sobriety in design and sound technique”. 24. En la primera y segunda edición, respectivamente de 1951 y 1954, Giedion solo presentó el estadio de Cartagena. 25. Mumford, The CIAM Discourse. 26. Hitchcock, Architecture: Nineteenth and Twentieth, 412. 27. Habitat, “Edificio Seguros Bolívar”. 28. Arquitectura México, “Edificios diversos en Colombia”. 29. Concrete Quarterly, “Colombian Architecture”, 16. 30. Una lista no completa incluye también: Jorge Arango y Obregón & Valenzuela para el Country Club de Bogotá en Arts & Architecture 63, n.º 8 (1946), Progressive Architecture 35, n.º 3 (1954) y L’Architecture d’Aujourd’hui, n.º 80 (1958); Arango, en The Architectural Forum 102, n.º 1 (1955) y Progressive Architecture 44, n.º 12 (1963); Esguerra & Herrera y Alberto Manrique en L’Architecture d’Aujourd’hui, n.º 76 (1958); Violi y Robledo, Drews & Castro respectivamente en Integral, n.º 2 (1955) y n.º 9 (1957); Ricaurte, Carrizosa & Prieto en Arquitectura México, n.º 66 (1959); el edificio del CINVA en Arquitectura [Cuba], n.º 235 (1952), Architectural Design 27, n.º 8 (1957), Architectural Record 122, n.º 3 (1957) y L’Architecture d’Aujourd’hui, n.º 80 (1958).
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internacionales, quedaba sobre la capital, como bien lo evidencia la selección operada por Hitchcock en Latin American Architecture. Y antes, en el precoz artículo de Chloethiel Woodard, en The Architectural Forum de 1946, solo se mostró una obra de Vieira & Vázquez en Medellín.31 De hecho, a pesar de la calidad del modernismo que se desarrollaba en muchas ciudades, esto tuvo muy poca visibilidad, con algunas excepciones. En un largo ensayo de L’Architecture d’Aujourd’hui, que recogía una buena selección de proyectos bogotanos, se vieron también la Fábrica Colombiana de Tabacos, de Nel Rodríguez y John Sierra, en Medellín, y tres casas de los arquitectos caleños Lago & Sáenz.32 En la revista brasileña Acrópole, después de la visita de Rino Levi al CINVA de Bogotá y su paso por Medellín y Cali, se presentó, bajo el título “Arquitetura na Colombia”, tal vez con un sentido de representatividad, el edificio de apartamentos Santa Mónica en Cali, de Borrero, Zamorano & Giovanelli,33 una de las firmas más interesantes de la década. Sin embargo, la imagen de la Arquitectura en Colombia, como demostraba el libro de Carlos Martínez,34 hasta en su segunda edición, seguía siendo, de hecho, la de la arquitectura en Bogotá.Y esto no ha cambiado durante largo tiempo.
El olvido en la época de la desilusión Sin embargo, a contrapelo de esta difundida valoración internacional, se estaban gestando las bases de un discurso historiográfico radicalmente diferente. En el seno del mismo nuevo esquema financiero internacional de la inmediata posguerra se había sancionado una definición que maduró varias décadas más tarde y que cambió las expectativas hacia el futuro, y con ello de los sistemas de valoración. El entonces llamado Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (actualmente Banco Mundial) emitió en 1948 una resolución por la que se establecía, por primera vez, la frontera entre el mundo “desarrollado” y el “subdesarrollado”, siendo esta la de un ingreso per cápita de 100 dólares mensuales. En las décadas que siguieron se fue haciendo cada vez más claro que esa frontera era mucho más dura de atravesar que aquella de la paralelamente inventada “cortina de hierro” entre Occidente y los países del llamado socialismo real. El take off, que como
una controlada vía para dejar atrás el subdesarrollo habían estado promoviendo Walter Rostoff y los intelectuales demócratas que impulsaron a Kennedy y su Alianza para el Progreso, se fue percibiendo como no menos utópico que los voluntaristas “saltos hacia adelante” que trataron de encarar Stalin, Mao Tse Tung y otros líderes del socialismo real. En América Latina, esos fracasos fueron el fondo sobre el que comenzó a recortarse la idea de que el “subdesarrollo” no era, como se había supuesto, un fenómeno de simple atraso temporal, sino un problema estructural. Había que asumir entonces que la técnica no era la llave para ser modernos. Es más, que quizás tampoco se trataba de reivindicar a la modernización como una panacea. O una conclusión aún más radical: que la ilusión de la modernización técnica era el engañoso espejismo que ocultaba la condición estructural del problema. Mientras tanto, en los años sesenta esa ilusión del progreso basado en la técnica (y más profundamente la fe en la razón como guía) también entraba en crisis en el mundo “desarrollado”. Dos factores confluyeron para dinamitar esa creencia. Por un lado, a lo largo de los llamados "treinta gloriosos" (1945-1975), la expansión del estado de bienestar fue reduciendo por debajo de lo admisible la tasa de acumulación, lo que empujaría al Capital a promover el brutal desmontaje de las políticas de igualación que se inició a mediados de los años setenta. Por el otro, casi al mismo tiempo, por razones opuestas, también importantes sectores de esas mismas sociedades, a uno y otro lado de la “cortina”, comenzaron a proclamar su crisis, llamando a un nuevo realismo de lo imposible. En el campo de la cultura arquitectónica internacional, primero, el relativamente tímido disparen sobre el modernismo del Team X e, inmediatamente después, el llamado populista a abandonar la fe de herencia iluminista en la razón, la coherencia, el progreso y la austeridad abrieron paso a un desmontaje de la “arquitectura moderna” y se inició lo que deberíamos llamar demolición posmoderna del futuro. Es que con el abandono de esa herencia, el futuro desapareció de la escena, primero, mediante el intento de recuperación de un efímero culto por el pasado y luego con una cínica reivindicación del puro presente.
31. Woodard, “Colombia”. 32. L’Architecture d’Aujourd’hui, “Colombie”. 33. Acrópole, “Arquitetura na Colombia”. 34. Martínez, Arquitectura en Colombia. La primera edición (1951), editada con Jorge Arango, fue reseñada en L’Architecture d’Aujourd’hui, n.º 44 (1952); Domus, n.º 276-277 (1952); Werk 41, n.º 5 (1954), y Acrópole, n.º 203 (1955).
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Está claro que el futuro como esperanza estaba en el corazón de la utopía modernista. Como tan lúcidamente lo advirtió Terry Eagleton,35 un sector de los posmodernistas euroestadounidenses con nostalgias modernistas creyó ver, heideggerianamente, en los márgenes, en las fisuras, en la “diferencia” insoslayable del “otro”, la única posibilidad de resistencia a la liquidación capitalista de todo valor.
primeras décadas de excelente modernismo en Colombia descritas en la primera parte del artículo. Un eclipse al que contribuyó especialmente la labor de un conjunto relevante de historiadores y críticos locales, preocupados sobre todo en hacer una tabula rasa de la cual pudiera resaltar la producción de Rogelio Salmona y algunos más como representantes de aquella “alteridad resistente”.
En la crítica de la arquitectura, esa posición se sintetizó en la fórmula del “regionalismo crítico”36 que, puesto de cabeza, se tradujo en Latinoamérica como “modernidad apropiada”.37 Nacían así categorías que permitían situar exitosamente la obra de algunos arquitectos que desde el final de los años sesenta habían empezado a ganar reconocimiento internacional. La nueva ola, como la llamaba el crítico estadounidense C. Ray Smith en un artículo de Progressive Architecture sobre el estado de la arquitectura en América Latina después del paso de Le Corbusier, era protagonizada en Colombia por Rogelio Salmona, Fernando Martínez y Guillermo Bermúdez: “In Bogota, the modern hero is Alvar Aalto, whose work is taken as a point of departure by Fernando Martinez and others”, escribía Smith, quien seguía elogiando el conjunto San Cristóbal de Salmona y Hernán Vieco como “one of the most distinguished low-cost housing projects anywhere” y considerando el uso de la diagonal como prueba de la teoría de la evolución simultánea: “for the New Generation in South America is making the same things happen that are happening in architecture world-wide”.38 En los años siguientes, Salmona empezó a aparecer en revistas de Francia,39 Italia40 y España;41 mientras que la arquitectura de ladrillo comenzaba a marcar el panorama urbano de Bogotá, como anotaban desde las páginas de El Arquitecto Peruano.42 De tal forma, estos arquitectos se abrieron el paso en las revistas y, al llegar a la década de 1980, se produjo el eclipse definitivo de aquellas dos
Conclusiones No debería entonces sorprender que este momento fue igualmente decisivo en el ámbito de la recepción de la producción arquitectónica colombiana. Dos libros influyentes de estos años ayudan a entender el cambio. En su famoso Arquitectura latinoamericana, Francisco Bullrich, aunque solo mencionara a Colombia en la introducción, resaltaba las figuras de Salmona y Ortega & Solano,43 abrazando así la lectura —de una larga tradición que remontaba al menos a Walter Curt Behrendt y Sigfried Giedion— de una contraposición entre una cultura arquitectónica orgánica y una racionalista. Una lectura que en Colombia se había desarrollado explícitamente desde la Segunda Bienal de Arquitectura de 1964. Unos años más tarde, Damián Bayón y Paolo Gasparini publicaban una panorámica de la arquitectura latinoamericana, seleccionando a un arquitecto por cada país:44 empezaba así la equivalencia Colombia = Salmona. Esta elección podría explicarse fácil con el casi contemporáneo estreno de la obra maestra de Salmona, las Torres del Parque. Sin embargo, esta mostraba la existencia de un clima nuevo: el surgimiento de un juicio basado en la nostalgia por un mundo no globalizado; una nostalgia refugiada en la recuperación de lo “humano”, de la singularidad, de una mano de obra tradicional y relativamente barata y, sobre todo, de una idealizada comunidad local y de un esencializado carácter nacional.
35. Eagleton, Las ilusiones del posmodernismo. 36. Frampton, “Towards a Critical Regionalism”. 37. Fernández Cox, “Hacia una modernidad”. 38. Smith, “In South America”, 152 y 161. Una de las primeras obras significativas de Salmona (en colaboración con Bermúdez), el conjunto residencial El Polo, ya había sido publicado en Estados Unidos en Architectural Forum 118, n.º 4 (1963). 39. L’Architecture d’Aujourd’hui, n.º 130 (1967) y n.º 192 (1977). En el primero fue publicado un conjunto de viviendas económicas realizado con Hernán Vieco; en el segundo, las Torres del Parque y la casa Amaral. 40. Controspazio, n.º 8 (1972). 41. Arquitectura, n.º 151 (1971) y Arquitecturas Bis, n.º 9 (1975). 42. El Arquitecto Peruano, “Una arquitectura para el ladrillo”. 43. Bullrich, Arquitectura latinoamericana 1930-1970. 44. Bayón y Gasparini, Panorámica de la arquitectura.
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La historia olvidada de la arquitectura en Colombia: La vivienda rural y la modernización durante la República Liberal A Forgotten History of Colombian Architecture: Rural Housing and Modernization during the Liberal Republic Susana Romero Sánchez Investigadora independiente sr575@cornell.edu
Artículo de Reflexión Recibido: 25 de enero del 2019 Aceptado: 14 de mayo del 2020 Cómo citar: Romero Sánchez, Susana. “La historia olvidada de la arquitectura en Colombia: La vivienda rural y la modernización durante la República Liberal”. Dearq nº. 29 (2021): 28-39. DOI: https://doi.org/10.18389/dearq29.2021.04
Resumen El artículo analiza la “campaña por el mejoramiento de la vivienda campesina”, puesta en marcha por el Instituto de Crédito Territorial durante la República Liberal (1930-1946). En contraste con las narrativas tradicionales sobre la arquitectura moderna en Colombia, que ignoran los experimentos en arquitectura rural o los consideran parte de una prehistoria, aquí se muestra que la vivienda campesina influyó en el posterior desarrollo de la vivienda social moderna. El artículo argumenta que la campaña de vivienda rural era un elemento central de una noción de lo moderno en Colombia, que se basaba en el próspero mediano propietario campesino. Palabras clave: vivienda campesina; Instituto de Crédito Territorial; modernización; conflicto agrario; colonización; arquitectura moderna; vivienda social
Abstract The article analyzes a “campaign to improve rural housing” advanced by the Instituto de Crédito Territorial during the Liberal Republic (1930-1946). Traditional narratives about modern architecture in Colombia have ignored experiments in rural architecture or considered them part of its pre-history. In contrast, the article shows that rural housing was in fact influential in the later development of modern housing for low-income sectors. The article argues that the rural housing campaign was a central element in a conceptualization about what was modern in Colombia, which was based on the ideal of the prosperous medium rural property owner. Key words: rural housing; Instituto de Crédito Territorial; modernization; agrarian conflict; colonization (homesteading); modern architecture; low-income housing
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Introducción: Una nación campesina y moderna Este artículo cuenta la historia de un episodio olvidado —o, incluso, tomado con indiferencia— de la arquitectura en Colombia: la vivienda campesina. Frecuentemente, esta se asocia con las construcciones vernáculas que caracterizan a los asentamientos rurales, es decir, casas fabricadas con materiales obtenidos localmente como el bahareque y la guadua, techos de paja y, en algunas ocasiones, estructuras rudimentarias e inseguras. Pues bien, la historia a la que este texto se refiere se vincula con los esfuerzos del Estado colombiano para transformar de modo sustancial el ambiente construido en ciertas áreas rurales, a través de una campaña de vivienda campesina que remplazaría esas estructuras rudimentarias, frágiles e “inadecuadas” con casas construidas “técnicamente”. En específico, este artículo se centra en los intercambios de ideas y propuestas que originaron “una campaña por el mejoramiento de la vivienda rural” a cargo del Instituto de Crédito Territorial (ICT), la agencia de crédito y construcción de vivienda social del Estado, creada en 1939.1 Los arquitectos, por supuesto, intervinieron activamente en estas discusiones y programas.
más amplia.2 En efecto, la vivienda campesina fue una preocupación primordial del Estado durante la década de 1930, por muy buenas razones y todas relacionadas con las políticas de modernización. En memorandos y reportes oficiales, revistas y periódicos, debates en el Congreso y otras publicaciones, intelectuales y reformistas (como Luis López de Mesa, filósofo de la educación; el ingeniero Alejandro López, y el médico higienista Luis Patiño Camargo), altos funcionarios estatales (como Carlos Lleras Restrepo, ministro de Hacienda y fundador del ICT), banqueros (como Julio Lleras Acosta, tío de Carlos Lleras Restrepo, gerente y fundador del Banco Central Hipotecario) y empresarios (como Mariano Ospina Pérez, el cerebro detrás de la creación de la Federación Nacional de Cafeteros) discutieron el significado de la modernización y las maneras mediante las cuales Colombia podía convertirse en un país moderno. Con propuestas sobre planeación y diseño, los arquitectos contribuyeron a que estos intelectuales, reformistas y altos funcionarios consideraran la vivienda una estrategia fundamental para modernizar el país.
La historia de la campaña por el mejoramiento de la vivienda campesina revela aspectos centrales sobre las estrategias de modernización del Estado y sugiere que esta produjo consecuencias muy importantes en el desarrollo de la vivienda social en Colombia y de la arquitectura moderna, de manera
Aunque parezca contradictorio, estos personajes consideraban que Colombia podía ser un país moderno, a pesar de ser sobre todo rural. El concepto de modernización implicaba la posibilidad de romper con el pasado mediante un proyecto político de Estado. Los encargados de diseñar ese proyecto
1. La frase entre comillas es de José Vicente Garcés Navas, primer gerente general del ICT, en uno de los innumerables artículos que publicó promocionando la labor del instituto. Véase Garcés Navas, “Campaña por el mejoramiento de la vivienda rural”, 19-29. 2. Este artículo recoge algunos de los argumentos centrales de mi tesis doctoral en historia, la cual sitúa la creación y los primeros años de operación del ICT en el contexto de las políticas de modernización desde la década de 1920 hasta El Bogotazo. Mis argumentos sobre la modernización se basan en la lectura del Archivo de la Presidencia de la República y otras fuentes publicadas, y sobre el ICT se fundamentan en de las actas de su Junta Directiva, fuente previamente desconocida en los análisis sobre el instituto. Véase Romero Sánchez, “Ruralizing Urbanization”.
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político durante la República Liberal (1930-1946) explícitamente consideraban que Colombia era “ante todo su campo”3 y, firmemente, creían que podían consolidar una nación moderna y rural. Estos modernizadores entendían que el país en ese entonces era en su mayoría agrario y que la más importante fuente de riqueza era la producción cafetera —en últimas, la caficultura había transformado al país durante las primeras décadas del siglo XX—. Por lo tanto, durante los años treinta, modernizar no significaba (aún) urbanizar e industrializar. En Colombia, de acuerdo con los modernizadores, la ruptura sustancial con el pasado no se realizaría mediante la expansión de la industria y la proletarización de los campesinos en las ciudades; el país rompería con el pasado estableciendo la presencia del Estado nacional en zonas rurales donde estaba ausente y transformando condiciones como la pobreza, el analfabetismo o la insalubridad, las cuales a lo largo de su historia habían impedido la materialización del sujeto nacional ideal: el mediano, próspero, mestizo, propietario rural. Para ello era necesario solucionar los conflictos sociales sobre la tierra que se vivían en varias regiones del país, anclando la población rural al campo, promoviendo la economía agraria y consolidando una dinámica clase campesina.4
¿Una prehistoria de la modernización? La idea de que una sociedad predominantemente rural podía ser moderna cuestiona las narrativas tradicionales sobre la modernización y lo moderno en Latinoamérica. Con frecuencia se asume que los latinoamericanos adoptaban acríticamente las ideas sobre modernidad que provenían de Europa y de Estados Unidos, sin considerar las condiciones reales de las sociedades en las cuales esas ideas se materializarían. Esto no significa que los colombianos pensaran en la modernización en desconexión con el resto del mundo.5 Del mismo modo, que en los años treinta el campo fuera el motor de la modernización en Colombia no indicaba que la urbani-
zación y la situación social en las ciudades no generaran preocupación y que los gobiernos municipales y sus élites no intervinieran en la realidad urbana. En últimas, fue en respuesta a la necesidad de procurar el “embellecimiento” de Bogotá y regular su crecimiento que los liberales contrataron a Karl Brunner —un europeo— como director del Departamento de Urbanismo de la municipalidad, a finales de 1933. Sin embargo, con la creación del ICT como una agencia de crédito y construcción de vivienda rural, el Estado colombiano introdujo el asunto de la construcción de vivienda como una estrategia nacional de modernización a través de la planeación rural, no urbana. Un análisis de la vivienda rural que privilegie el contexto histórico en el cual se creó el ICT, examinando a fondo sus fundamentos y objetivos, revela que la historia de la vivienda campesina no es un evento desconectado de la historia de la vivienda moderna en Colombia. De manera más general, entender las políticas de vivienda campesina en el contexto de la larga historia de la modernización en Colombia muestra que la década de 1930 no fue un periodo “premodernizante” o de transición hacia el Estado desarrollista que se consolidó hacia finales de la década de 1940 —uno que efectivamente privilegiaba la industrialización y la urbanización ordenada como ideales de lo moderno—. Durante la década de 1930, el Estado colombiano ya era modernizante y desarrollista, pero el significado de lo moderno era espacialmente diferente, ya que se centraba en el campo y no en las ciudades. Por supuesto, las ideas sobre lo moderno y la modernización de la primera mitad del siglo XX en Colombia tenían raíces en procesos anteriores definidos por la compleja relación entre lo urbano y lo rural. Al igual que en otros países latinoamericanos, las políticas de modernización en Colombia durante el siglo XIX buscaban expandir la agricultura comercial y establecer un mayor control político sobre la dispersa población rural. En ese sentido, aunque
3. Gartner, Informe del Ministerio de la Economía Nacional, 1939, 12. 4. Véase Romero Sánchez, “Ruralizing Urbanization”, 132-165. La consolidación de una “clase media rural” como ideal de la modernización en Colombia se presentaba como objetivo de ambos partidos, Liberal y Conservador, en sus programas políticos. Véase López, “Idearium liberal (1931)”, 215-224, sobre los idearios del Partido Liberal, y véase “Programa de Acción Social: posición del Partido Conservador con respecto a conflictos entre trabajo y capital”, 1346-1350, sobre el programa social del Partido Conservador. 5. Durante la década de 1930, las conferencias internacionales de arquitectura y planeación y panamericanas de vivienda y arquitectura se convirtieron en un foro muy importante de discusión e intercambio de ideas. Los profesionales y empresarios colombianos, por supuesto, participaron en dichos foros e intercambios. El asunto de la vivienda rural, por ejemplo, fue discutido formalmente en el Primer Congreso Panamericano de la Vivienda Popular, el cual tuvo lugar en Buenos Aires, en 1939. El jefe de la delegación colombiana era Julio Lleras Acosta, gerente del Banco Central Hipotecario y miembro de la Junta Directiva del recién creado ICT. Representantes de Argentina, la Liga de las Naciones y Colombia evidenciaron cómo las políticas de vivienda rural eran centrales para el desarrollo económico y social nacional. República Argentina, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Primer Congreso Panamericano de la Vivienda Popular, 41-50, 288-293, 576-577.
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los mayores beneficiarios de ese tipo de progreso fueron comerciantes y especuladores urbanos —de hecho, las ciudades de la Belle Epoque de finales de siglo se consolidaron gracias a la expansión agrícola y comercial—, transformar el campo era un requisito para alcanzar el anhelado “progreso”. Bajo lemas como “gobernar es poblar”, los gobiernos latinoamericanos buscaron transformar el campo con políticas de colonización de tierras e inmigración.6 En Colombia, a diferencia de otros países, la colonización de tierras condujo, en ciertas regiones, a la formación de un campesinado nativo, mestizo e independiente, el cual impulsó el capitalismo agrario de finales de siglo. En especial, dicho productor rural independiente fue el eje de la mayor expansión económica que el país había experimentado hasta entonces: el auge cafetero.7 El proyecto modernizador de la República Liberal buscaba reproducir el modelo ideal del pequeño propietario cafetero (un campesino independiente, mestizo y próspero) de las montañas occidentales del país, desconociendo la enorme diversidad social y espacial del campo colombiano. La ruptura con el proyecto decimonónico consistía en reconocer las consecuencias negativas del capitalismo agrario, corregir las falencias estatales y fortalecer al sujeto campesino. En este contexto, la vivienda campesina se convirtió en una herramienta central del desarrollismo impulsado durante la República Liberal. Sin embargo, para los historiadores de la arquitectura en Colombia, la década de 1930 es una “prehistoria” o una etapa de transición hacia la consolidación de la arquitectura moderna. Es el tiempo durante la cual el ejercicio de la arquitectura se institucionaliza con la creación de la Facultad de Arquitectura en la Universidad Nacional, la formación de la Sociedad Colombiana de Arquitectos y la centralización en el Ministerio de Obras Públicas de la mayor parte de la
actividad constructora del Estado. Es cuando los primeros signos de funcionalismo se dejan ver en medio de una experimentación estilística que mezclaba estilos importados con propuestas orgánicas.8 En cuanto a la historiografía sobre vivienda social, esta le ha puesto muy poca atención a los programas de vivienda rural, por considerarlos la prehistoria de los programas masivos y urbanizadores. De acuerdo con la historiografía tradicional en arquitectura, durante los años treinta el Estado todavía no había adoptado plenamente los principios modernos sobre la vivienda (urbana), ya que los procesos de urbanización e industrialización eran incipientes en el país. Estas interpretaciones definen a la campaña de vivienda campesina como parte de una etapa “higienista” e incipiente de la política de vivienda social.9 Por lo tanto, las narrativas tradicionales sobre la arquitectura moderna en Colombia, muy enfocadas en las propuestas formales y urbanas, han olvidado la importancia de la producción arquitectónica durante la República Liberal, en particular las discusiones sobre la vivienda campesina, considerándolas manifestaciones de una época de transición hacia la consolidación de la arquitectura moderna. Sin embargo, estas narrativas separan el ejercicio de la arquitectura de su contexto político, económico y social, al desconocer que hacia la década de 1930 en Colombia ya existía un proyecto de desarrollo fundamentalmente moderno.
Planeación rural La narrativa tradicional sobre la historia de la arquitectura en Colombia ha entendido la relación entre arquitectura y modernización como si la modernización política, económica y social fuera simplemente el contexto donde se desenvuelve la práctica de la arquitectura. En este sentido, según esta narrativa, el desarrollo de la arquitectura se dio de manera
6. Sobre la relación entre el campo y la ciudad en la evolución de las ideas sobre lo moderno durante el siglo XIX, véase Romero, Latinoamérica, las ciudades y las ideas, capítulo 3. La centralidad del campo en un proyecto moderno que en últimas privilegiaba a la ciudad como centro de la “civilización” explica, por ejemplo, la ambivalencia en el discurso de Domingo Sarmiento, uno de los exponentes más representativos de la noción decimonónica de que la civilidad era urbana, hacia el “barbarismo” idílico y místico del campo. Véase Sarmiento, Facundo. 7. LeGrand, Frontier Expansion and Peasant Protest in Colombia, 14-17. 8. Arango, Arquitectura de la primera modernidad en Bogotá, 12-23; Arango, Historia de la arquitectura en Colombia, 249254; Niño Murcia, Arquitectura y Estado, capítulo 10; Niño, “Colombia”, en Bergdoll et al., Latin America in Construction: Architecture 1955-1980, 173-175. Carlos Niño, al analizar los proyectos arquitectónicos para escuelas rurales durante la República Liberal, aunque reconoce que los gobiernos Liberales buscaron la modernización del país, considera este proyecto mayormente fallido y a la arquitectura producida como una manifestación de una “primera modernidad”. Véase Niño Murcia, “Política y arquitectura”. 9. Saldarriaga et al., Estado ciudad y vivienda, 35-38. Los recuentos históricos publicados por el mismo ICT refuerzan la idea de que la campaña de vivienda campesina fue corta y no tuvo mayor impacto en la historia de las políticas de vivienda en el país. Véase, por ejemplo: Instituto de Crédito Territorial, Una política de vivienda para Colombia; Instituto de Crédito Territorial, Apuntes sobre el desarrollo urbano; Inurbe e Instituto de Crédito Territorial, Medio siglo de vivienda social en Colombia, 1939-1989.
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paralela a la modernización del país, no en conexión con ella. Pero la relación entre las labores de los arquitectos y las labores de los agentes de modernización del Estado es dialéctica, es decir, así como los proyectos arquitectónicos reflejaban la preeminencia de ciertos ideales políticos y sociales, los arquitectos contribuían a la construcción (literalmente) de esos ideales. En otras palabras, arquitectos y urbanistas eran agentes centrales de los proyectos de modernización social ya que, desde muy temprano, le ofrecieron al Estado una herramienta fundamental para materializarlos: la capacidad de reorganizar el espacio social a través de la planeación y la construcción. Por lo tanto, el análisis de las ideas sobre el ambiente construido y las propuestas sobre cómo transformarlo es fundamental para entender cómo se conceptualizaba lo “moderno” y la modernización en Colombia. Los arquitectos estaban en constante diálogo con altos funcionarios estatales, por medio de propuestas sobre planeación, construcción de infraestructura y vivienda. Tal vez estos proyectos no se hayan realizado, o no hayan funcionado como se esperaba, pero su discusión y elaboración constituyen procesos fundamentales en la historia de la modernización en Colombia. Las propuestas de los arquitectos sobre estrategias para transformar el campo colombiano en el corazón de un país “moderno” comenzaron a mediados de la década de 1930. Una de estas se plasmó en Arquitectura aldeana y rural, una cartilla de construcciones rurales elaborada por el arquitecto antioqueño Gonzalo Restrepo Álvarez, en 1935. Era parte de la Biblioteca Aldeana o una serie de publicaciones que eventualmente conformaron la colección de bibliotecas rurales que se llevaron algunos municipios como parte del programa de Cultura Aldeana. Este último fue ideado por el ministro de Educación del primer Gobierno de Alfonso López Pumarejo (19341938), el antioqueño Luis López de Mesa, para promover la “cultura campesina” y llevar programas
educativos a las zonas rurales.10 En consecuencia, el principal objetivo de la cartilla era educar: propagar entre constructores artesanales, propietarios y trabajadores rurales nociones fundamentales sobre materiales, estructuras y técnicas de construcción. Para este fin, Restrepo Álvarez elaboró una cartilla sencilla e ilustrativa con indicaciones sobre cómo escoger el mejor suelo, preparar el terreno para sentar las bases de la construcción, levantar la estructura y seleccionar materiales.11 Una primera mirada a la cartilla sugiere que la principal preocupación que animaba su publicación, y la necesidad de mejorar la vivienda en el campo, era la solución de los problemas de higiene. Por ejemplo, uno de los capítulos explicaba métodos detallados para construir letrinas y baños, mecanismos para manejar residuos y basuras y garantizar el acceso al agua potable. De hecho, se puede afirmar que la campaña por la vivienda rural era, en efecto, “higienista”. Sin embargo, al analizar las propuestas sobre vivienda rural en el contexto más amplio del desarrollo y la modernización, así como su discurso higienista, estas revelan su carácter político más amplio. La construcción de vivienda y el planeamiento rural se constituían como una manera de facilitar una de las principales políticas agrarias de los años treinta, encaminadas a solucionar el intenso conflicto social que se vivía en ciertas áreas: la parcelación y la redistribución de tierras. La higiene, en realidad, era un discurso políticamente neutral que les permitía a los funcionarios estatales intervenir en asuntos mucho más sensibles relacionados con la propiedad sobre la tierra.12 Fundamentalmente, los promotores de la campaña de vivienda campesina, como Carlos Lleras Restrepo, esperaban que facilitando el acceso a la propiedad rural, a través de la intervención estatal en municipios y veredas, los campesinos se anclaran a la tierra y se consolidara la tan anhelada clase media rural.13
10. Sobre el programa de Cultura Aldeana, véase Silva, República Liberal, intelectuales y cultura popular, capítulo 3. Restrepo Álvarez provenía de una familia vinculada al sector de la construcción y al desarrollo urbano de Medellín y, por lo tanto, muy conectado con las élites modernizadoras de Antioquia y de Colombia. Su hermano Antonio ocupó cargos en la administración municipal y lideró la construcción de varios edificios públicos en la ciudad. Véase Cámara de Comercio de Medellín. 100 empresarios: Historias de vida. 11. Restrepo Álvarez, Arquitectura aldeana y rural. 12. Alfredo García Cadena, gerente del Banco Agrícola Hipotecario, encargado de la parcelación y distribución de tierras, defendía la construcción de vivienda rural, enfatizando la importancia de ofrecerles a los campesinos la oportunidad de gozar de una “casa bonita, saludable e higiénica”, en el contexto de las controversiales parcelaciones desarrolladas por el Banco. Véase Banco Agrícola Hipotecario, La parcelación de tierras en Colombia. 13. La historiografía sobre las políticas de higiene, salud pública y renovación urbana en varias ciudades latinoamericanas ha mostrado cómo la higiene justificaba la intervención del Estado en los espacios privados de los sectores populares. Véase, por ejemplo: Meade, “Civilizing Rio”: Reform and Resistance; Bliss, Compromise Positions; Armus, The Ailing City. Sobre el caso de Bogotá y las políticas higienistas de prevenir el consumo de chicha, véase Calvo Isaza y Granados, La ciudad en cuarentena.
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Figura 1. “Una aldea-jardín en la Colonia Agrícola de Sumapaz”. Diseño de Roberto Ancízar Sordo y de Gonzalo Restrepo Álvarez. Fuente: Restrepo Álvarez, Arquitectura aldeana y rural.
La cartilla de construcciones rurales sugiere que una de esas formas de intervención era la planeación espacial en zonas de conflicto y donde se estaban realizando programas de colonización y parcelación de tierras. La cartilla incluía un plano para la Colonia Agrícola de Sumapaz, un proyecto de colonización y parcelación de tierras del Estado, creado en 1929, en la región comprendida entre los municipios de Icononzo y Cunday (Tolima) y Pandi (Cundinamarca).14 Restrepo Álvarez y Roberto Ancízar Sordo recrearon una “aldea jardín” como modelo de desarrollo de esta colonia agrícola. No era casual el hecho de que el proyecto de la aldea jardín se centrara en la Colonia Agrícola de Sumapaz. Era el epicentro de la movilización campesina desde los años veinte. En la zona, ligas campesinas y asociaciones de colonos rurales se habían organizado para reclamarle al Estado nacional un acceso más justo a la tierra, el agua y otros recursos, y los mercados. Es más, era una región en la cual el conflicto
sobre la tierra se había convertido en un problema particularmente complejo y caracterizado por una gran confusión sobre los títulos de propiedad. En esta zona, grandes hacendados y comerciantes cafetaleros se habían beneficiado de olas de colonización campesina, al reclamar como suyas las tierras de colonos, y estos últimos, aunque habían mejorado sus parcelas, no les tenían títulos formales.15 Sumapaz era una región de gran importancia política y económica para el Gobierno nacional ubicado en Bogotá, debido a su cercanía a la capital y a que era considerada su despensa. Por lo tanto, solucionar el conflicto en Sumapaz se convirtió en un requisito para el avance de la modernización, puesto que era imposible consolidar la clase media rural si los campesinos no eran propietarios formales. Es más, los gobiernos liberales habían establecido la Colonia Agrícola con el fin manejar el conflicto y crear una clase de activos propietarios campesinos a través de la colonización dirigida de tierras del Estado.
14. Sobre la historia de la Colonia Agrícola del Sumapaz, véase: González Arias y Marulanda, Historias de frontera. 15. La literatura sobre el conflicto agrario en los años treinta es extensa. Véase, por ejemplo: Sánchez, Las ligas campesinas en Colombia; LeGrand, Frontier Expansion; Marulanda, Colonización y conflicto, y Londoño Botero, Juan de la Cruz Varela.
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La propuesta de Ancízar Sordo y Restrepo Álvarez era de gran importancia. Provenía, en parte, de las nociones de planeación derivadas de la “ciudad jardín”, planteadas inicialmente por Ebenezer Howard como una estrategia para reducir las graves tensiones sociales que se vivían en las ciudades inglesas, consecuencia de la industrialización y urbanización aceleradas de finales del siglo XIX. La estrategia para desacelerar el crecimiento urbano consistía en que la población se reubicara en pequeñas comunidades semiurbanas y prácticamente autosuficientes donde, a través de la planeación y administración científica, se encontraría un balance entre, por un lado, el beneficio comunitario y la iniciativa individual y, por el otro, las vidas urbana y rural.16 Los arquitectos colombianos, al igual que Howard, consideraban que la planeación a través de estas aldeas jardín podía contribuir a la solución del conflicto social (rural, en el caso colombiano) y, por lo tanto, el proyecto de la Colonia Agrícola del Sumapaz tenía una connotación eminentemente política. En últimas, Ancízar Sordo y Restrepo Álvarez propusieron un modelo de asentamiento en el cual los campesinos podían, en teoría, relacionarse de manera cooperativa e independiente. Por tal razón, en la aldea-jardín en Sumapaz los edificios que representaban la vida colectiva se ubicaban en el centro (la iglesia, la escuela, el restaurante escolar, la biblioteca aldeana, la oficina de correos y telégrafos y la casa de Gobierno); mientras que esta área central era de fácil acceso a través de todos los caminos que conducían a las fincas de los campesinos. Pero los arquitectos colombianos invirtieron la conceptualización de Howard sobre la autonomía comunitaria, la cual se basaba en la colectivización de la propiedad agraria. Ancízar Sordo y Restrepo Álvarez privilegiaron la propiedad privada, individual y rural sobre la vida colectiva y pública como solución al conflicto social y a los desequilibrios entre campo y ciudad y entre lo individual y lo colectivo.17 Construir viviendas en el campo, por lo tanto, no era simplemente una política higienista. Era una estrategia fundamental para solucionar el conflicto rural,
ya que ello permitiría que los campesinos se mantuvieran en sus tierras y evitaría olas de migración hacia las ciudades, como lo preveía el modelo de la ciudad jardín. De hecho, la construcción de vivienda rural había sido discutida y utilizada como una política de planeación en programas de rehabilitación y modernización rural en Europa después de la Primera Guerra Mundial. Influidos, en parte, por la ciudad jardín, los modernizadores europeos habían implementado programas de colonización y de reorganización de la población rural en varios países con el fin de mejorar la situación social y económica de los campesinos.18 Carlos Lleras Restrepo, ministro de Hacienda del Gobierno de Eduardo Santos (1938-1942) y creador de ICT, sabía de la posibilidad de utilizar la planeación y la construcción de vivienda como herramientas para manejar los problemas sociales rurales, reorganizando el espacio social en las veredas colombianas.19 Aunque el diseño de Restrepo Álvarez y Ancízar Sordo no se llevó a cabo, es posible argumentar que los principios que lo inspiraron, a su vez, motivaron a Lleras Restrepo a crear el ICT como una agencia de crédito y construcción de vivienda para campesinos, es decir, un esfuerzo para materializar las nociones de planeación rural.
Aprendiendo de la experiencia El ICT experimentó de muchas maneras con la construcción de vivienda de bajo costo.20 Uno de los más importantes, por supuesto, era el aspecto financiero: el instituto diseñó varias estrategias de manera que los préstamos que otorgaba favorecieran a los campesinos más necesitados, principalmente aquellos que no tenían títulos formales sobre sus tierras. Es importante señalar que, aunque casi la mitad de las casas del ICT durante 1939-1942 fueron construidas en Cundinamarca, también llevó sus construcciones a zonas distantes en departamentos como Nariño, Valle, Santander, Cauca, Caldas, Boyacá y Meta. Desde muy temprano, uno de los problemas que el ICT enfrentó al tratar de expandir los beneficios de su campaña a campesinos de todas las regiones del país y de todos los niveles socioeconómicos fue el costo de las construcciones. Este problema no
16. Véase Howard, Garden Cities of To-Morrow. 17. Ibid., capítulo 2. 18. Sobre la influencia del movimiento de la ciudad jardín en las discusiones sobre planeación en Europa, véase: Buder, Visionaries and Planner. Entre las políticas de colonización y de mejoramiento de la vida rural en Europa, basadas en programas de vivienda y planeamiento, se encontraban: distribución de tierras (Polonia y Yugoeslavia), repoblamiento y creación de comunidades (Holanda y Suecia), mejoramiento de las condiciones de vivienda rural (Bélgica, Reino Unido, Francia y Holanda) y financiamiento de cooperativas (Alemania). Véase League of Nations, European Conference on Rural Life 1939. 19. Lleras Restrepo, Reseña histórica del Instituto de Crédito Territorial, 8 y 9. 20. Los argumentos de esta sección los desarrollé con más detalle en Romero Sánchez, “Ruralizing Urbanization”, 226-255, basándome en las actas de la Junta Directiva del ICT.
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Figuras 2 y 3. Fotografías del antes y después de la construcción de una vivienda campesina en Suesca (Cundinamarca), en 1941. Nótese que los arquitectos que dirigieron la obra, quienes posan al frente de la nueva casa, eran Jorge Gaitán Cortés y Jaime Nieto Cano, quienes, al igual que Vargas Rubiano, consolidaron carreras muy importantes como arquitectos modernos desde finales de los años cuarenta. Fuente: El Mes Financiero y Económico, n.º 47 (abril de 1941), 20.
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solo se relacionaba —aunque era un aspecto muy importante— con el hecho de que transportar materiales de construcción a veredas donde no llegaba ningún tipo de caminos era muy costoso, al igual que llevar ingenieros o arquitectos profesionales que supervisaran las obras. El problema del costo tenía también que ver con los imprevistos técnicos y los sobrecostos que implicaba la utilización de ciertos materiales que resultaban desconocidos a los constructores locales y la imposibilidad de supervisar todas las obras desde Bogotá.21 Para poder construir casas económicas y durables, los arquitectos que trabajaban para el ICT como supervisores experimentaron con materiales y diseños. Por ejemplo, Hernando Vargas Rubiano, como supervisor de las obras del ICT en varios departamentos, utilizó la tecnología del terraconcreto, un material económico, porque permitía utilizar una baja proporción de cemento, y durable. Vargas Rubiano aprendió sobre el terraconcreto durante un entrenamiento en la Universidad de Pennsylvania, el cual fue financiado por la Unión Panamericana y el ICT a finales de 1941 y comienzos de 1942. El ICT quería que Vargas Rubiano visitara proyectos de vivienda rural en el sur de Estados Unidos como parte de su entrenamiento y así conoció del experimento que el arquitecto Alfred Kastner adelantaba con este material en las construcciones que adelantaba en el estado de Virginia. Aunque los resultados iniciales del empleo del terraconcreto en las construcciones campesinas del ICT no fueron muy satisfactorios, el instituto continuó trabajando con este material y otras técnicas de construcción en el laboratorio de materiales creado en la Universidad Nacional en Bogotá.22 Adicionalmente, la necesidad de estandarizar diseños, técnicas de construcción y materiales, con el fin de reducir costos y simplificar procedimientos en obra, llevaron a que el instituto publicara una cartilla de construcciones rurales elaborada por el
arquitecto Alberto Wills Ferro y el ingeniero Gustavo Maldonado. La Cartilla de construcciones rurales era una guía técnica, con tablas y fórmulas sobre combinaciones, proporciones y métodos constructivos. Wills Ferro, quien era el director de la sección técnica del ICT y también recibió financiamiento del instituto para avanzar estudios de posgrado en Columbia University, daba pasos fundamentales hacia la estandarización y la homogeneización de la construcción de la vivienda social, principios que luego caracterizaron los proyectos de vivienda urbana.23 Por ejemplo, los nuevos diseños estandarizados de las casas modelo no solo solucionaban inconsistencias y desajustes de diseños anteriores (los arquitectos del instituto comprendieron que las áreas sociales eran menos importantes para los hogares de las familias campesinas que un depósito, por ejemplo, o que en climas cálidos la gente prefería corredores y pórticos exteriores para “tomar el fresco”, que espacios como salones), sino que también le abrían la puerta a tecnologías como la autoconstrucción y la construcción progresiva de vivienda al permitir casas modelo que pudieran ampliarse fácilmente.24 Una vez el ICT se embarcó en la financiación y construcción de proyectos de urbanización para los sectores populares, estos se beneficiaron enormemente de la infraestructura, los experimentos, las discusiones y el conocimiento técnico desarrollado para mejorar y hacer más viables las construcciones rurales. También arquitectos como Vargas Rubiano y Jorge Gaitán Cortés, quienes se convirtieron en importantes figuras de la arquitectura moderna en Colombia, comenzaron sus carreras en el ICT, a través del cual establecieron importantes vínculos con las agencias estatales. Aunque Carlos Martínez alguna vez calificó a las casas campesinas del ICT como “desgraciadamente desapacibles, pobres y sin estudio”25 y a pesar de que para el Estado resultó siendo muy difícil y costoso regular las tensiones sociales en
21. Ibid., 250-252. 22. Ibid., 245; Vargas Rubiano y Vargas Caicedo, “El terraconcreto en Colombia”, 120-124. 23. Sobre las tecnologías de estandarización y prefabricación utilizadas en los proyectos urbanos del ICT a partir de finales de los años cuarenta, véase: Sánchez Holguín, “Colombia´s History of Modern Architecure”, 114-123. 24. Wills Ferro y Maldonado, Cartilla de construcciones rurales. Sobre la cartilla, véase Ramírez Nieto, “El Instituto de Crédito Territorial”. Carlos Niño, con razón, sostiene que los diseños rurales de arquitectos como Restrepo Álvarez imponían en las sociedades rurales tipologías urbanas al incluir comedores y salas, por ejemplo, dado que para muchas comunidades campesinas la vida social sucedía al aire libre, no en las casas. Véase Niño, Arquitectura y Estado, 216. Sin embargo, es importante anotar que la experimentación del ICT con la vivienda rural no solo condujo a que los arquitectos reconceptualizaran los principios rectores de la construcción de vivienda, sino que creó la necesidad de que se vincularan expertos en asuntos sociales para que las propuestas técnicas fueran coherentes con las necesidades y costumbres de los beneficiarios. Este fue un aprendizaje que ocurrió durante el proceso de construcción de vivienda rural. 25. Proa n.º 6 (enero de 1947), 29.
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Figuras 4 y 5. Dibujos de fachadas principal y laterales y perspectiva de la casa tipo 6 para “clima caliente” del Instituto de Crédito Territorial en 1946. Esta casa era en bahareque embutido y tenía como un eje un corredor para “tomar el fresco”. Fuente: Wills Ferro y Maldonado, Cartilla de construcciones rurales.
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el campo a través de la construcción de vivienda y el crédito, las lecciones aprendidas durante los primeros años de existencia del ICT son fundamentales para entender su historia posterior. No es exagerado afirmar, entonces, que la historia del periodo dorado de la vivienda social urbana y de las grandes urbanizaciones financiadas por el Estado empezó en el campo.
Conclusiones La historia de cómo y por qué fue creado el ICT y su campaña de construcción de vivienda rural demuestra que la arquitectura rural fue esencial para el desarrollo de los proyectos de modernización de la República Liberal: con ella se buscaba solucionar el conflicto agrario, anclar la población rural a la tierra y mejorar las condiciones de vida en el campo. Aunque la experiencia fue corta y caracterizada por múltiples obstáculos que, en últimas, impidieron la efectiva materialización de la modernización rural liberal, las enseñanzas aprendidas y los progresos técnicos, financieros y sociales marcaron de manera definitiva la política de vivienda social (urbana y rural) en Colombia durante años posteriores. A diferencia de lo sugerido por la historiografía tradicional sobre arquitectura, la historia del ICT nos enseña que la práctica de la arquitectura en Colombia, incluso antes de la consolidación del movimiento moderno, fue mucho más amplia que el trabajo de unos cuantos arquitectos, quienes en sus diseños urbanos adaptaron a las ciudades colombianas propuestas estilísticas y formales provenientes de Europa y Estados Unidos. Este artículo demuestra cómo la creación del ICT se basó en propuestas sobre planeación rural basadas en la construcción de vivienda para la solución de conflictos sociales y, por lo tanto, el instituto era una estrategia central para solucionar las limitaciones de la modernización rural, no una política marginal e incipiente en un proceso de modernización que se encontraba en su prehistoria. Así, el artículo muestra la importancia de que para el estudio de la historia de la arquitectura en Colombia se consideren las experiencias de los profesionales y expertos vinculados con la construcción de vivienda social (tanto urbana como rural) de una forma más analítica y en conexión con el contexto político y social en el cual las políticas de vivienda fueron desarrolladas.
[ 38 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 28-39. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
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La historia olvidada de la arquitectura en Colombia: La vivienda rural y la modernización durante la República Liberal. Susana Romero Sánchez [ 39 ]
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Modern Fetishes, Southern Thoughts Fetiches Modernos y Teorías del Sur Felipe Hernández Department of Architecture University of Cambridge fh285@cam.ac.uk
Artículo de Reflexión Recibido: 24 de junio del 2019. Aceptado: 15 de agosto del 2020 Cómo citar: Hernández, Felipe. “Modern Fetishes, Southern Thoughts”. Dearq nº. 29 (2021): 40-53. DOI: https://doi.org/10.18389/dearq29.2021.05
Abstract This article problematizes the uncritical fascination zwith modern architecture, approached here through the notion of the fetish. Uncritical fascination with modern architecture has caused many architects to disengage from the socio-political realities of Colombia in order to design buildings that look like twentieth-century European precedents. Such an endogamous approach forecloses the possibility for architectural innovation, keeping architects in a vicious circle of repetition. The concept of coloniality is introduced as a vehicle to overcome the limitations of the modernist project, and the reproduction of colonising principles that give priority to European discourses and ideas. Finally, the article further discusses the concept of coloniality through recent debates on African cities and the emergence of ‘postcolonial urban theory’. The aim is to demonstrate that architectural scholarship in Colombia would benefit greatly from an engagement with southern theory, as well as from a greater emphasis on the contemporary urban condition, and the complex history that has lead us to where we are currently. Key words: Modern architecture; Eurocentrism; Coloniality; Decolonization; Postcolonial urban theory
Resumen Este artículo cuestiona la fascinación con la arquitectura moderna que ha existido en Colombia desde principios del siglo XX. La arquitectura moderna, descrita aquí a través de concepto de ‘fetiche’, se asume como un discurso euro-céntrico que requiere un riguroso cuestionamiento crítico desde la academia con el fin de superar las limitaciones que impiden desarrollos propios e innovaciones más a tono con las realidades socio-culturales de nuestro país, con ello superando las superficialidades formales y ambientales derivadas de un discurso académico primordialmente español muy reducido y colonizarte. Se introduce el concepto de colonialidad, extraído del trabajo académico de varios pensadores latinoamericanos, con el fin de iniciar una revisión rigurosa de los discursos que sostienen la fijación con el movimiento moderno en Colombia. Posteriormente se crean conexiones teóricas con discursos urbanos desarrollados en África que permiten una aproximación a la situación de nuestras ciudades a través de un filtro diferente al europeo, y mucho más cercano a la realidad de la ciudad colombiana. Palabras clave: Arquitectura moderna; Eurocentrismo; Colonialidad; Descolonizacion; Teoría urbana postcolonial
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INVESTIGACIÓN
In September 2018, the School of Architecture at Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano organized an event entitled Arquitectura y Educación. The speakers were all male, white-mestizo, and educated at the three most prominent schools of architecture in the capital of Colombia: Universidad de Los Andes, Universidad Javeriana, and Universidad Nacional. Although neither the organizers, nor anyone in the audience seemed to have noticed the homogeneity of the panel, this apparently insignificant detail is very relevant, considering that this issue of Dearq examines Colombian architecture from the outside. From outside, it is clear that Colombian architecture remains dominated by white-mestizo, middle-class men who have the social and cultural capital, as well as the economic capacity, to run a practice. Since its creation in 1962, no Afro-descendant or indigenous architect has ever won the Colombian National Award for Architecture, and only two women have received it: Eugenia Mantilla de Cardoso, in 1973, for the Auditiorio León the Greiff, and Silvia Arango in 1992, for her book, Historia de la Arquitectura en Colombia. Indeed, only one woman has received the national award for a “Proyecto Arquitectonico”, confirming the assumption that women are better placed in academia than in practice. Ana Elvira Velez, from Medellín, won the Biennial Award in 2006, a year when the national award was not held. Moreover, important themes such as race, class and gender have certainly not been a central theme in debates about architecture in Colombia, a profession that can be safely described as elitist. Elitism in the profession relates not so much to the fact that architects themselves belong to a socio-economic elite, but rather to the exclusions caused by the narrow representation of Colombia’s socio-cultural, racial and gender diversity in architectural practice. Admittedly, a single academic event does not provide sufficient evidence to judge the condition of an entire profession. Yet, there is ample evidence to
demonstrate how narrowly represented architecture is in Colombia — in both theory and practice — as well as the barriers that such limited representation cause for understanding the realities of Colombian history and the condition of its society today. In a country whose constitution recognizes and vows to protect its ethnic and cultural diversity, indeed a country where 48.7% of the population are women, the lack of recognition of these groups — ethnic minorities and women —, as well as their absence from discussions about the country’s architecture is immensely revealing: It demonstrates the existence of hierarchical systems that underpin the exclusion of certain social groups. In this article, I will argue strongly that these hierarchical systems are based on colonial principles that remain dominant and, ultimately, prevent architects from finding adequate solutions to the most pressing issues in architecture today. Thus, this article starts by problematizing the uncritical fascination with modern architecture, the fetish, a phenomenon that has caused many architects to disengage from the socio-political realities of the country in order to design buildings that look like twentieth-century European precedents. Such an endogamous approach forecloses the possibility for architectural innovation, keeping architects in a vicious circle of repetition: reproducing. In the second section, I will then introduce the concept of coloniality as a vehicle to discuss how Colombian architectural production has been historicized and is currently theorized. Finally, I will further discuss the concept of coloniality addressing recent debates on African cities and the development of “postcolonial urban theory”. The aim is to demonstrate that architectural scholarship in Colombia would benefit greatly from an engagement with southern theory, as well as from a greater emphasis on the contemporary urban condition, and the complex history that has led us to where we are currently.
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A Fascination with Modern Architecture: The Fetish At the event Arquitectura y Educación, held at the Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano, architect Leonardo Alvarez presented his award-winning project for the School of Nursing at Universidad Nacional de Colombia. The building is an elegant, wellaccomplished, concrete structure that sits on a difficult site opposite the School of Law, and adjacent to the Schools of Medicine and Veterinary Science. It generates an interesting landscape at various levels, leading towards the audacious structure of large cantilevers and seemingly tilted floor plates partially elevated on pilotis. The question that ensued was obvious: What does its merit consist of? The architect presented the building alluding to the use of references taken from Swiss architect Le Corbusier, and from the quintessential Colombian architect, Rogelio Salmona. In Alvarez’s own words, he appropriated the facades from the Swiss and the staircases from the Colombian. Additionally, the architect commented on the way his building responds to local environmental conditions, such as the variability of natural light in Bogotá, and the outstanding views of the Savannah that can be seen from the roof terrace — both key themes in modern architecture. It appears that, for Alvarez, the merit of his building lies on the fact that he can connect his own building with a tradition of architectural modernism, both internationally and in his own country. In his presentation, there was no mention of the people: the students who will use the building, their experience of architecture, of education, or indeed no discussion of larger questions about changing conditions of education in an era of rapidly evolving pedagogical technologies. The architect himself explained that he received the commission and set out to design a building responding solely to two criteria: the given brief, and a set a pre-conceived formal characteristics. The other two architects who presented that evening took a different approach. No doubt both are influenced by modern architectural discourse; no doubt architectural form is important for them; and no doubt both aspire to receiving national and international recognition. However, they articulated the design of their buildings as a process that also develops in connection with the people who will eventually use them. Indeed, one of them organized workshops with children in order to generate key elements of the architectural form and to determine the spatiality of the classroom. For Daniel Bonilla and Ricardo La Rotta, educational briefs require
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careful investigation because pedagogical theories, teaching methods and technologies are changing rapidly. For these architects, designing an educational facility implies analysing the processes by which students of different ages learn. As a result, it is also necessary to explore the changing relationship between teachers and students, which in turn leads to questioning concepts such as classroom, workshop, or laboratory. This kind of critical approach to architectural design does not prevent formal exploration. The buildings produced by these three architects share multiple characteristics and are all adventurous and sophisticated in multiple and different ways — I am certainly not arguing that any of these architects is better than the other two. The point is that a possibility exists for locating architectural merit in the relation between buildings and people rather than between buildings and buildings, or between architects and architects. While the former approach would enable architects to address directly specific aspects of Colombian society attempting to find adequate solutions, the endogamy of the latter approach has the opposite effect: It isolates architects from the complex realities of our society, focusing only on the form of buildings. Let us explore Colombian architectural discourse in the 1980s and 1990s in order to understand the source of this fascination with modern architecture and its genealogy. Colombian architects and historians in those two decades were busy trying to develop arguments to validate their practices so they could insert themselves in the history of modern architecture, assumed as a singular, univocal narrative. In so doing, these architects developed what can now be seen as naïve scholarly strategies to construct a coherent account demonstrating their accomplishment doing something the Europeans had created: modern architecture. However, they failed to notice — and still have not — the way in which the Europeans had already inscribed the architectures we produced into their own history, and, in their account, Latin American architectures were seen as transgressions of an original. In other words, the Europeans found failure precisely where Colombian architects and historians found success. Inadvertently, the architects and historians of the 1980s and 1990s reconstructed a colonial narrative that allowed Western architectural discourse to remain superior.
INVESTIGACIÓN
Figure 1. School of Nursing at Universidad Nacional de Colombia. Architect Leonardo Álvarez. Photography: Rodrigo Dávila
Figure 2. Preschool San José. Architect Daniel Bonilla. Photography: Rodrigo Dávila
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Figure 3. Art School at Pontificia Universidad Javeriana. Architect Ricardo La Rotta. Photography: Rodrigo Dávila
My emphasis on the fact that the Europeans had already claimed modern architecture to be their own is based on written evidence. From Sir Banister Fletcher’s A History of Architecture on the Comparative Method, first published in 1896, through the books by Kenneth Frampton, Francesco Dal Co, and William Curtis, the inscription of nonWestern architectures has always been ambivalent — both a recognition and a denigration at the same time. A clear example of this ambivalence is found in the way William Curtis claims ownership of modern architecture. He argues that “the modern movement in architecture was the intellectual property of certain countries in Western Europe, of the United States and of some parts of the Soviet Union”.1 With this statement, Curtis creates a relationship of dependency in which anyone using modern architecture outside those countries is indebted to the owners, and must credit them for their use, otherwise intellectual property rights would be infringed — at least metaphorically. Note that his book, published in 1982, also indicates that, “by the end of the 1950s,
1. Curtis, Modern Architecture Since 1900, 491. 2. Ibid, 491. 3. Ibid, 567. 4. Ibid, 635.
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transformations, deviations and devaluations of modern architecture had found their way to many other areas of the world”,2 continuing to affirm, in a subsequent chapter, that “it was not until the 1940s and 1950s that modern forms had any appreciable impact on the less developed countries, and these forms were usually lacking in the poetry and depth of meaning of the masterworks of the modern movement”.3 At his most charitable, Curtis admits that the Latin Americans were able to carry out “judicious adjustments of generic features of modernism to the climates, cultures, memories and aspirations of their respective societies.”4 Paradoxically, in her book, Historia de la Arquitectura en Colombia, published in 1989, Silvia Arango praises the work that Curtis denigrates as the product of a process of asimilación consciente, or conscious assimilation. Clearly, Arango’s main objective was to articulate a narrative that allowed Colombian architecture to find a place in the world’s architectural history, written by Europeans. In her own words:
INVESTIGACIÓN
"El inicio de este proceso de asimilación consciente es el que permite enfrentar los nuevos factores que irán abriéndose paso en la década del 70, dándole a la arquitectura colombiana un lugar en el contexto latinoamericano e internacional."5
In her effort to identify an architecture capable of attaining international recognition, Arango is at pains to underline every possible connection between Colombian architects and their European counterparts. For example, she points out that there was a first period of modern architecture influenced primarily by Le Corbusier through the uncritical appropriation of building techniques — such as reinforced concrete — and the implementation of CIAM urbanism to build infrastructure and satisfy housing demands.6 The second phase, that of conscious assimilation, was influenced by Bruno Zevi, Frank Lloyd Wright, and Alvar Aalto, architects who, in Arango’s view, were more concerned with “the place” in the phenomenological sense of the word.7 Arango also assigns importance to the origin of the architects, their education, and training. She explains that Rafael Obregon’s father was Spanish, and that he was educated in the United States, England, and France.8 Manuel Lago and his partner, Jaime Saenz, were educated in the United States where they had “direct contact with Mies van Der Rohe, Walter Gropius and Frank Lloyd Wright”.9 German Samper worked for Le Corbusier, as did Rogelio Salmona, who spent seven years in Paris, working at Rue de Sévres while also attending lectures given by Pierre Francastel.10 Arango feels the need to establish these connections in order to validate the work of Colombian modernist architects. The main argument does not focus on the way these architects developed solutions to the socio-economic problems of the time — the impact of poverty, social inequality, racial segregation and urban fragmentation on the quality of life of people, or the very fabric of cities — but to the way they embraced the principles of modern architecture and tried to implement them in Colombia. Arango did not notice that, in writing a history of Colombian architecture based on the fact that the protagonists were educated abroad and had worked for European and North American masters,
she was ratifying Curtis’ claim of ownership, while simultaneously reconstructing a colonial narrative that prioritizes Western knowledge. In a recent book titled Ciudad y Arquitectura: Seis generaciones que contruyeron la América Latina moderna, Arango attempts to dissociate herself from the formalist approach of her earlier book. In the introduction, she diverts the focus away from the “architectural object (objeto arquitectónico)”, an approach that — she admits — presents limitations, to place emphasis on the architects and the urbanists who build modern Latin America.11 At no point throughout the book, however, does she analyze in detail the socio-political contexts in which buildings are inscribed, other than by describing salient historical events in chronological order. Moreover, as she specifically indicates in the section called “sobre el procedimiento”, her book is the result of a rigorous and meticulous examination of numerous collections of plans, photographs and architectural drawings, but does not include interviews with residents, employees, or builders of the buildings and cities she studies. As a result, she can only present a thorough formal analysis of buildings through the abstraction of the image and the opinion of designers, in complete isolation from the socio-cultural and political context in which buildings exists. While she concedes that Latin American territory cannot be assumed to be homogeneous, the closest she gets to discussing differences across the continent is in reference to climate — the way in which architects often validate formal and material choices distancing themselves from the preferences of the people. For Arango, “las comunidades arquitectónicas y urbanas se influyen recíprocamente en un proceso fecundo y creador, en el cual ha participado America Latina en la época moderna”.12 It follows that Arango’s main intention is to argue that Latin American architects did not copy from their European and North American colleagues but took part in a simultaneous process of development: contributing to modern architecture rather than simply reproducing it. Even the notion of “generation” is taken from Ortega and Gasset — as she explains herself — ratifying unquestionably her attachment to European methods of historicization.
5. Arango, Historia de la arquitectura en Colombia, 247. 6. Ibid, 216 7. Ibid, 237–8. 8. Ibid, 231. 9. Ibid, 231. 10. Ibid, 243. 11. Arango, Ciudad y arquitectura: Seis generaciones que construyeron la América Latina moderna, 14. 12. Ibid, 15.
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Thirty years later, the aim still is to find a place in modern architecture as if it were the only discursive route to value the remarkable work of mid twentieth-century Latin American architects. The point she continues to miss is that modern architecture is a “knowledge”, not simply a formal repertoire of urban and architectural forms to which one can contribute some. As such, both architects and historians remain enmeshed in a western epistemological system that undermines their contribution. In other words, we would never be able to study the reality of Latin American cities, which, on the whole, have not been designed by architects and do not respond to singular and clearly traceable genealogies (to use her own words), but to a convoluted and often antagonistic processes that do not fit her methods of historicization. Please note that I concentrate on the work of Silvia Arango not in order to diminish her contribution to academic discourse in Latin America, but, rather the opposite, because, as the author of two of the most important publications on the subject, her work becomes both a reference and a platform to develop newer, and more nuanced, approaches to study both Colombian and Latin American architectures. Moreover, in the past thirty years — since the publication of Arango’s first history of Colombian architecture — no other book has been published in Colombia, with the same scholarly ambition, and many of those published tend to celebrate modern architecture in the same fashion, fetishizing, as I have argued, the contribution of Le Corbusier and the legacy of modern architecture. Publishing statistics are telling. For example, Ediciones Uniandes has published four books on Le Corbusier over the past ten years (three by the same author) and two more about the work of Colombian Modernist architects who worked for him: Rogelio Salmona and German Samper. Also, since its creation, Dearq has dedicated three issues to Le Corbusier (issues 2, 14, and 5) and two issues to modern architecture in Colombia and Latin America (issues 3 and 12 respectively). As such, 19% of the issues of this magazine have been dedicated to modern architecture. Admittedly, several other issues of this journal address pressing questions in Colombian architecture, embracing an ampler agendas, including gender (women in architecture), social disparities (informal architecture and urbanism), as well as conflict: architecture for peace. That is why I believe that Dearq is the most appropriate academic publication to introduce a decolonizing agenda. 13. Quijano, “Coloniality and Modernity/Rationality”, 170.
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Latin American Theory and the Decolonizing Agenda At this point, I would like to invoke a strong current in Latin American scholarship that has developed since the mid-1960s, generating a range of methodological approaches to question the authority of Western knowledge. Such questioning enables the inclusion of a multitude of epistemological traditions that had been excluded since the colonial era and, therefore, remain peripheral in contemporary academic debates. In particular, I want to focus on the concept of coloniality, coined by Mexican sociologist Pablo González Casanova in 1965, and later developed by Peruvian Anibal Quijano, a term that has been regularly deployed by other Latin American critics such as Sergio Castro Gomez (Colombia), Arturo Escobar (Colombia) and Walter Mignolo (Argentina). Quijano often links the term coloniality to power, la colonialidad del poder, referring to the persistence of colonial principles and structures in contemporary society. These principles and structures are often imperceptible precisely because they are prevalent, embedded in the racial, political and social hierarchies imposed by the European during colonialism. A clear example is the fact that ethno-racial minorities, particularly Afro-descendant and Indigenous groups continue to be discriminated against, currently representing the majority of the poor, under-educated, and unemployed population of the country who live in deprived conditions, either on the peripheries of cities or rurally. Let us stress here that no Afro-descendant or Indigenous architect has ever won the Colombian National Award for Architecture since its creation in 1962 and that these two ethno-racial groups remain under-represented in schools of architecture, judging panels, and professional bodies throughout the country. “Coloniality, then”, in Quijano’s own words, “is still the most general form of domination in the world today, once colonialism as an explicit political order was destroyed”.13 However, Quijano sustains that coloniality is not exhausted in the problem of racist social relations, but extends to all other instances of an Euro-centered colonial/modern world, becoming the cornerstone of the coloniality of power. Power is central because every aspect that we explore — economic disparities, political representation, the parameters of architectural judgment, etc. — will always revert back to the prevalence of colonial principles of control and the hierarchal organization of our society.
INVESTIGACIÓN
Indeed, the fact that the history of Colombian architecture is represented through the work of white/mestizo architects educated abroad, and whose buildings look like those designed by their EuroAmerican masters — for whom they worked — is the clearest expression of coloniality in Colombian architecture today. In his remarkable book, Critica de la Razón Latinoamericana (1996), Colombian philosopher Santiago Castro Gomez affirms (referring to the work of Gayatric Spivak) that, "...no existe un sujeto colonizado que, irrumpiendo desde la exterioridad de las estructuras imperiales, pueda articular su voz a través de los discursos de las ciencias humanas europeas. Quien pretende representar al subalterno en un discurso articulado según las reglas del saber occidental moderno (sociología, etnología, e historia, etc.) está reforzando, en clave epistémica, los mismos mecanismos de dominación colonial."14
That is why I maintain that it is a mistake to represent the history of Colombian architecture — and the contemporary practice of architecture in the country — according to narratives and analytical methods which developed at a particular moment in global history when colonialism was still at its height. Similarly, the effort to “try to find a place for our architecture” in such a history, as Arango does, is a highly questionable scholarly practice. It is possible to understand why Curtis makes such a great effort to undermine non-Western contributions to the development of modern architecture, after all, claiming its ownership on behalf of Western Europe, the United States and the Soviet Union, is an attempt to retain their authority.15 However, it is less comprehensible that Colombian historians submit uncritically to those narratives in order to gain access to a system that has already condemned them subalternity. In fact, the ethical responsibility of Colombian historians ought to be that of delinking themselves from those narratives in order to write our own history, rather than trying to find a place in someone else’s.
This is precisely the aim of a Latin American critique that has gained strength since the 1960s, yet a kind of critique that has found little echo amongst architects in Colombia, who still continue doing what Castro so sternly warns us against: to try to articulate our voice through a discourse of domination in order to find a place within it. That’s is why I find the concept of coloniality to be very useful, for as the Argentine philosopher Walter Mignolo explains, “Coloniality points toward, and intends to unveil, an embedded logic that enforces control, domination, and exploitation disguised in the language of salvation, progress and modernization, and being good for everyone”.16 Moreover, citing Colombian philosopher Castro Gomez, Mignolo addresses the importance of decolonizing epistemology, that is, contesting the hegemony of Western knowledge according through which our buildings are transgressions, deviations and devaluations of modern architecture. "Decolonizing Western epistemology means to strip it out of the pretense that it is the point of arrival and the guiding light of all kinds of knowledges. In other words, decolonizing knowledge is not rejecting Western epistemic contributions to the world. On the contrary, it implies appropriating its contributions in order to then de-chain [them] from their imperial designs."17
Thus, I maintain strongly that the ethical responsibility for Colombian architects, architectural historians and theorists is to embark on the difficult project of decolonizing architectural discourse in order to overcome the limitations — and immense scholarly perils — of presenting modern architecture as “the point of arrival and the guiding light of all kinds of knowledge”. More importantly, delinking our architectures from dominant Euro-American narratives — especially those which focus mainly on generating form — would allow Colombian architects to respond to the challenges that our cities pose, and to find solutions to many of its problems.18
14. Castro-Gomez, Critica de la razón Latinoamericana, 152. 15. Authority is used here in the double sense of the word, both as authors and possessors of the power to sanction. 16. Mignolo, The Idea of Latin America, 6. 17. Mignolo, The Darker Side of Western Modernity: Global Futures Decolonial Options, 82. 18. Indeed, creativity and innovation require a departure from established practices: how would Colombian architects innovate if their objective is to find a place in something that already exists. While I disagree with Curtis, he is right arguing that during the 1950s and 1960s, Developing World architects, or Colombian in this case, were largely only reproducing generic features of modern Euro-American architecture. Indeed, Leonardo Alvarez’s description of his own work reinforces that position demonstrating how Colombian architects seem only to be able to copy.
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I do not intend to question the valuable contribution of our extraordinary modernist architects to the development of architectural discourse and practice in Colombia. Nor do I intend the undermine the architectural validity of their buildings, which are elegant, functional, very well built and many have withstood the test of time graciously — to set the record straight: I strongly disagree with Curtis. However, as contemporary scholars, our responsibility is to scrutinize their contribution rigorously and fairly, just as it is also our scholarly responsibility to review the way in which their contribution has been historicized. Silvia Arango’s book remains important in Colombian architectural academia, but it presents only a partial and very limited survey of the country’s architecture, subjecting it to subalternity. It is important to note that recent work in cities like Medellin, where the innovative transport systems, and some of the libraries and public spaces that have been created throughout the city, along with the Unidades de Vida Articulada (UVA), demonstrated that Colombian architects are, indeed, developing design methodologies to respond more accurately to the urban realities of contemporary Colombian cities. There are also more modest architectural projects in distant and deprived communities — many devastated by rural violence — which are evidence of changing attitudes towards minorities on the peripheries. The work of Simón Hosie in El Salado (Bolivar), or the minute but significant urban provocations of the group Arquitectura Expandida, are also examples where architects have deployed their technical and creative skills to produce elegant buildings that belong to an international aesthetic, while simultaneously responding the complex, and often gruesome, realities of minority groups in the country. Most of these architects, however, are male, white-mestizo, and educated at prestigious universities in Colombia and abroad. Therefore — and please read carefully — the point is not to question, or diminish, the value of the outstanding work produced by practitioners in Colombia, but to reveal the narrow frame within which these practices exist and the even narrower terms within which they are theorized by academics.
Turning to the City and Learning from the South Decolonizing Western epistemology is an interest of academics throughout the Global South, not only in Latin America. This common interest has generated valuable South-to-South collaborations, which, in turn, have produced fruitful methodologies to study non-Western cities and their architectures. Indeed, cities have become —again — central to architectural discussions, surpassing the enthrallment with building form; or “el proyecto”, as it is called in the reductionist Spanish technical tradition. In fact, some of the most insightful urban studies have been produced in relation to African cities, generating an entire scholarly movement called “postcolonial urban theory”. It is my contention that, as Latin American architects, there is more we can learn nowadays from Africa than from European cities and their architectures. The dominance of western conceptualizations of architecture and cities has diverted attention from Africa. According to such conceptualizations African cities have failed and, therefore, they are not worthy of scholarly attention. What seems never to have occurred to colleagues in Colombia is that the Africans thought the same about our cities, and hence, everyone in the Global South was looking at the West for referents. That is why decolonizing Western architectural knowledge is of paramount importance: because there is much to learn from the unique configurations, as well as the complex historical and socio-economic characteristics of Southern cities which have undoubtedly made an immense contribution to the development of contemporary global urban cultures.19 Before I refer to the impact of postcolonial urban theory, it is important briefly to review some of the themes explored by social scientists, cultural theorists, urbanists and philosophers in Africa, identifying the areas of overlap with the group of Latin American theorists discussed above. In his book On the Postcolony, the Cameroonian philosopher Achille Mbembe wrestles with many of the same issues that concern Latin American scholars. For him,
19. The urban and architectural innovations of architect Edgar Pieterse at the African Centre for Cities, as well as the outstanding academic work of AbdouMalique Simone and Sussan Parnell, come readily to mind. Their work introduces a wealth of interpretative and analytical tools, which, in turn, contribute to the production of innovative public spaces, housing policies and public-private collaborations. Similarly, collaborations between Universidade Federal do Rio Grande do Sul in Porto Alegre and various institutions in Mozambique and Angola have led more nuanced approximations to the city, which surpass the mere formalism that Neil Brenner criticizes so acutely.
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INVESTIGACIÓN
"It is now widely acknowledged that Africa as an idea, a concept, has historically served, and continues to serve, as a polemical argument for the West’s desperate desire to assert its difference from the rest of the world. In several respects, Africa still constitutes one of the metaphors through which the West represents the origin of its own norms, develops a self-image, and integrates this image into the set of signifiers asserting what it supposes to be its identity."20
Note that Mbembe refers to “Africa as an idea, a concept”, which shares with Edmundo O’gorman’s argument that [Latin] America is an invention,21 and is indeed the title of Mignolo’s book cited above, The Idea of Latin America (2005). More importantly, Mbembe argues that Africa is conceived by the European to be different so that Europe can emerge superior in the process, allowing it to establish the norms that determine its relationship with Africa. Following the logic of Said’s Orientalism, that insightful analysis of the process through which an exteriority is required to validate the constitution of Europe as the locus of enunciation of modernity and authority, Mbembe proposes that only when we are able to inhabit the gap which opens between the invented Other and the inventing Self can we address the shortcomings of cultural representation — and, here, both Other and Self are multiple, varied and heterogeneous entities, both marked by internal differences, tensions and contestations. As such, the claim for author-ity becomes questionable, because the condition for that claim is based on its univocality. Central to Mbembe’s critique is a focus on the historical realities and continued struggles of people against the structures that have placed them in the position where they are: African, black, poor, or Muslim. For Mbembe, “...the constitution of the African self as a reflexive subject also involves doing, seeing, hearing, tasting, feeling, and touching. […] Thus, the African subject is like any other human being: he or she engages in meaningful acts. (It is self-evident that these meaningful human expressions do not necessarily make sense for everyone in the same way.)."22
In that final note, timidly expressed within brackets, Mbembe’s critique is at its most potent. To make sense of these meaningful acts of human expression we need continually to develop alternative and ever more complex methodologies to approach the realities of African culture, society, politics, its multiple economies and, of course, its cities. These realities do not make sense for everyone in the same way, but they cannot be dismissed on that basis. They may not be intelligible according to the parameters of a given epistemology — say Western — but are the result of meaningful acts that belong to, and exists within, alternative systems of knowledge. Let us bring this discussion to the realm of architecture by analyzing the opening sentence of AbdouMaliq Simone’s book For the City yet to Come.23 He starts the book affirming that “African cities don’t work”. To an inattentive reader this may sound like an acceptance of failure. Yet Simone uses this as a provocation in order to advance an acute critique of methods of analysis that interpret African urban conditions in relation to an imaginary Western city against which African cities are considered faulty. The argument that results from the articulation of Mbembe and Simone is that African cities may not make sense to everyone in the same way, yet they provide home for millions of Africans and are the result of specific circumstances that make sense to those who live in them. That is why turning to the people is necessary in order to overcome the shortcomings of a history that focuses only on objects — the buildings, the physical fabric of cities — without addressing the people who inhabit them. In a more recent publication, Simone problematizes the colonial origin of urbanization in Africa in relation to people. For him, "...the importance of colonialism is not that it gave rise to cities in what was for the most part a rural continent. Rather, the crucial move was to shape urbanization so cities would act instrumentally on African bodies and social formations. They would act on them in ways that made various endogenous forms of, and proclivities toward, urbanization possible only within the context of an enforced engagement with the European world."24
20. Mbembe, On the Postcolony, 2. 21. Edmundo O’Gorman was a Mexican writer, historian and philosopher, author of the influential book The Invención de América (1958), amongst others. He was the brother of architect and painter Juan O’Gorman. 22. Mbembe, On the Postcolony, 6. 23. Simone, For the City yet to Come: Changing African Life in Four Cities, 1. 24. Simone, “On the Worlding of African Cities,” 18–19.
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Here, Simone makes a fundamental point: He interprets the colonial city as an instrument to “enforced engagement with the European world”. The city imposes on the colonized body, on the people, a complex system of social relations, economic transactions (capitalism), political structures (democracy), ethno-racial exclusions, and so on, which cannot be eluded. Cities use their physical infrastructure in order to position citizens and resources strategically, so that they can be deployed efficiently and be accounted for. That is why Simone wishes to: "...extend the notion of infrastructure directly to people’s activities in the city. African cities are characterized by incessantly flexible, mobile, and provisional intersections of residents that operate without clearly delineated notions of how the city is to be inhabited and used. These intersections, particularly in the last two decades, have depended on the ability of residents to engage complex combinations of objects, spaces, persons, and practices. These conjunctions become an infrastructure—a platform providing for and reproducing life in the city."25
Here, Simone frames the notion of people as infrastructure and, as such, sets an immense challenge to architecture and urbanism, a challenge that is captured very effectively by Arturo Escobar, who elegantly introduces a new agenda for design, beautifully articulated in the first chapter of his volume Designs for the Pluriverse. "What is required is a new kind of metro-fitting made up of design strategies capable of bringing about new infrastructures of life. Adaptation and resilience will have to be revisited through the creation of grounded, situated, and pervasive design capacity by communities themselves who are bound together through culture and a common will to survive when confronted with threatening conditions, not by global experts, bureaucrats, and geo-engineers who can only recommend the business-as-usual approaches that emerge from impoverished liberal mind-sets. All of this will call into question the notion of the city as an enduring socio-material form—perhaps the end of the modernist city, once the symbol of dynamism and progress. In short, the “recreation of urban life should occupy a central position in the structural changes that must occur if ‘we’ humans are to have a viable future” […] Reimagining the city along these lines will have to be part of any transition vision and design framework. "26
I hope to have been able to show that decolonial though in architecture requires that architects find ways to articulate their work in relation to the people they work for, not only in relation to the work of their peers and their predecessors. It is also necessary that architectural academics connect buildings to the complex socio-political and spatial conditions in which they exist, rather than perpetuating genealogical (or generational) structures of validation. I propose that engaging with the city could facilitate that connection with people, with history, and the colonial narratives of power inherent in its spatial configuration. Only by turning to the people could a true history of cities be written, including the numerous and complex historical experiences of those who live in conditions of coloniality. That is how we would be able to understand that southern cities are as much a product of modernity as those in Europe and North America. Indeed, only by turning to the people would we be able to come to terms with the fact that the differences, fragmentations, disparities and contestations that characterize our cities represent the reality of our modernity. It is very important to stress that “coloniality” does not refer only to a condition that exists in former colonial contexts: It exists everywhere. The modern world cannot be understood without colonialism, or, to put it differently, colonialism is constitutive of modernity. Thus, if “coloniality” is the living legacy of colonialism, it affects everyone in the world, not only the former colonies. Postcolonial urban theory has generated a global geography of urban analysis that amply overcomes the limitations of modern architectural discourse — and the boundaries of modern urban theory — which places a singular (and imaginary) notion of city at the center. As Neil Brenner puts it, "In contrast to the totalizing, empiricist settlement fetishism of urban age ideology and other mainstream discourses of global urbanism, postcolonial urban studies embraces a reflexively relational approach to the construction of cityness. Rather than reifying the city as a generic, universal settlement type, this approach is productively attuned to the multiple socio-spatial configurations in which agglomerations are crystallizing under contemporary capitalism, as well as to the transnational,
25. Simone, For the City yet to Come: Changing African Life in Four Cities, 407. 26. Escobar, Designs for the Pluriverse: Radical Interdependence, Autonomy and the Making of Worlds, 40.
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inter-scalar and often extra-territorial webs through which their developmental pathways are mediated or “worlded”."27
Having demonstrated how turning to the city is essential in order to understand the situatedness of architectural practices in Colombia (i.e., how cities reveal the position of architecture within colonial narratives of power, but also how these could be challenged), let me now address the second part of this section’s heading, “learning from the South”. It refers to an important opportunity currently emerging in the Global South enabling us to study our cities and architectures while simultaneously challenging the dominant framework of modernism — modern urban theory, and the modern movement.28 This is not simply because, as the South African urban scholar Edgar Pieterse argues, “the failure of the Western modernist adventure in much of the global South leaves open the cracks through which other practices, rationalities and worldviews can be glimpsed”,29 but also because in Colombia we have failed fully to engage the realities of a colonial history, and how the legacy of that history continues to hinder our understanding of cities and architecture. Turning to the city and learning from the South is an invitation to embrace critical methodologies that would allow Colombian architects and urban scholars to overcome their fetishistic approach to modernism — which offers only a generic settlement type that failed throughout the Global South — engaging head-on the heterogeneity of our urban reality: the residential spaces produced by a stagnated middle-class; the architectures produced by excluded minorities; the pockets of indigeneity that appear in cities, with their spatial appropriations and alternative economic practices; the mostly Afrodescendant urban peripheries found in large conurbations; the very notion of a peripheral urbanism; and so on and so forth. It is in those contexts where we find our modernity and it is misleading — as well as irresponsible — to continue to wrestle against that reality from architectural academia.
Conclusion The purpose of this issue of Dearq is to present perspectives of Colombian architecture from outside. I took outside to be both a geographical position,
outside Colombian, but also as a disciplinary one, outside architecture as a discipline. I have argued in the past that architectural scholarship in general suffers greatly from an endogamy that prevents interand cross-disciplinary collaborations. This interest may result from my own personal experience. Not only do I live outside Colombia, I teach architecture at the University of Cambridge — where I was the first Colombian ever to hold a permanent position — and currently I am the first Latin American scholar to be Director of a Center of Latin American Studies in Cambridge, where architecture is not taught. However, many of our students at the center study cities, and architecture is a continuous topic of debate. That is why the narrowness of architectural discourse in Colombia worries me much, especially given the fact that many Colombian scholars lead a global discussion on decolonizing western epistemology. I find it interesting, yet completely unacceptable at the same time, that we read Colombian theory at Cambridge — and, indeed, Oxford, ETH, Harvard, MIT, Columbia, and many other architecture departments in Europe and North America — while my Colombian colleagues are unaware of work produced by outstanding academics in their own country, indeed, their own city: Bogotá. In this article, my aim is to introduce the work of that extraordinary group of Latin American scholars who have developed a new agenda for historicizing, theorizing and (I maintain) transforming Latin America. As I have shown, their work offers an opportunity for architects to exceed their fascination with modernism, seen as an aspiration for cities and the preferred image of buildings. Such an approach has artificially homogenized the history of architecture, which in turn has caused a homogenization of practice as well; a reductionism that contradicts the heterogeneous reality of our cultures and societies. Homogenization causes exclusions, and those exclusions represent a violence against those who are set apart. I believe the work of Colombian scholars such as Sergio Castro Gomez, Arturo Escobar, Mara Viveros, and Latin Americans such as Anibal Quijano, Enrique Dusel, and Water Mignolo, amongst others, emerges as an immense resource to enhance architectural academia in Colombia, de-linking it from western epistemology while connecting with the realities of our peoples.
27. Schmidt and Brenner, “Towards a New Epistemology of the Urban?”, 162. 28. In the case of Colombia, it is also important to wean architects off Spanish scholarship. 29. Pieterse, “Grasping the unknowable: coming to grips with African urbanisms,” 15.
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We started with an anecdote about the presentations of three renowned Colombian architects, all male, white-mestizo, middle-class, and educated at the three most prestigious universities in Colombia because decolonizing architecture does not simply refer to delinking from a dominant western epistemology, or to challenge modern architecture (which for many in Colombia has turned into a fetish). Decolonising architecture also refers to dismantling class barriers, gender stereotypes —the hetero-normativity of modern architecture rooted in the figure of the male master — as well as the racial classifications that exclude minorities from having an impact on architectural discourse. Mara Viveros has written extensively about these issues: race, gender, intersectionality, and white privilege in Colombia.30That is why both Arturo Escobar and Walter Mignolo remind us that we must not ignore the existence of such a thing as internal colonialism, whereby the same structures of domination that were previously imposed upon us by the European are perpetuated internally by dominant white-mestizo groups who support their claim for authority on the knowledge received from the colonizer. The self-described “black-lesbian-mother-warrior” Audre Lorde poignantly articulated a devastating critique of western epistemology and patriarchy when she claimed that “the master’s tools will never dismantle the master’s house. They may allow us temporarily to beat him at his own game, but they will never enable us to bring about genuine change”.31 Modern architecture, taken both as discourse and as practice, is that tool, passed on to us to keep us busy with the master’s concerns while we ignore the blatant realities of our mostly poor and heterogeneous societies. I therefore join Lorde insisting
that it is academic arrogance to assume any discussion about architecture without examining our many differences, and without the input of the poor, the Afro-descendant, the women, the LGBT+ communities who inhabit, and built, our cities. Colombia has produced, and continues to produce, outstanding architects. I have mentioned many in this article — and in they are mentioned here it is because I consider them exemplary cases — but it is important that practitioners and academics connect with the realities of the people, rather than continuing to search a place in a global, univocal, and inherently hierarchical discourse. The value of our architecture is here, in Colombia, and it is here that we need to search for it. I brought in the outstanding work of colleagues working about African cities in order to demonstrate how a broader interdisciplinary perspective, engaging the complex historical realities of the multiple groups of people who live in those cities, enables architects and urbanists to generate innovative responses to the challenges of our contemporary urban cultures. Embedded in this argument is a proposal to create stronger links with architects and academics in the rest of Latin America, in Africa, and in India, where colleagues are confronted with similar urban situations: poverty, lack of infrastructure, socio-economic inequalities, racial discrimination, etc. These countries share a history of colonialism, which is an inherent part of the world’s modernity. Learning from the South does not mean that we cease to interact, and learn, from Europe and North America. It means that we develop a capacity judiciously to articulate multiple and often contrasting epistemological positions so that we can generate our own knowledge as the route to validate our own practices.
30. See Viveros, M. (2019) “Social Mobility, Whiteness, and Whitening in Colombia,” in the Journal of Latin American and Caribbean Anthropology, Vol. 20, No. 3, 496–512. See also Viveros (2007) “Discriminación racial, intervención social y subjetividad: Reflexiones a partir de un estudio de caso en Bogotá,” in Revista de Estudios Sociales [online], No. 27, 106121. Other articles, and her ethnographic work on the peripheries of Bogota, have been included in her book, Les couleurs de la masculinité, published in French by Le Couverte. 31. Lorde, The Master’s Tools Will Never Dismantle the Master’s House, 19.
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INVESTIGACIÓN
References 1. Arango, Silvia. Historia de la arquitectura en Colombia. Bogotá: Escala, 1989. 2. Arango, Silvia. Ciudad y arquitectura: Seis generaciones que construyeron la América Latina moderna. México: Fondo de Cultura Económica, 2012. 3. Castro-Gómez, Santiago. Critica de la razón Latinoamericana. Bogotá: Editorial de la Universidad Javeriana, 2017. 4. Curtis, William. Modern Architecture Since 1900. London: Phaidon, 2000 (1982). 5 Escobar, Arturo. Designs for the Pluriverse: Radical Interdependence, Autonomy and the Making of Worlds. Durham and London: Duke University Press, 2018. 6. Lorde, Audre. The Master’s Tools Will Never Dismantle the Master’s House. London: Penguin, 1979. 7. Mbembe, Achille. On the Postcolony. Los Angeles: University of California Press, 2001. 8. Mignolo, Walter. The Idea of Latin America. Malden: Blackwell Publishing, 2005. 9. Mignolo, Walter. The Darker Side of Western Modernity: Global Futures, Decolonial Options. DurhanLondon: Duke University Press, 2001. 10. O’Gorman, Edmundo. La Invención de América. Mexico: Fondo de Cultura Económica, 1958.
11. Pieterse, Edgar. (2011) “Grasping the unknowable: coming to grips with African urbanisms”. In Social Dynamics: A Journal of African Studies, 31 n.° 1 (2011): 5–23. 12. Quijano, Aníbal. “Coloniality and Modernity/Rationality”. Cultural Studies, 21 n.° 2-3 (2007): 168–178. 13. Schmidt, Christian and Neil Brenner. “Towards a New Epistemology of the Urban?”. City, 19 n.° 2-3 (2015): 151–182. 14. Simone, AbdouMaliq. “On the Worlding of African Cities”. African Studies Review, 44 n.° 2 (2017): 18– 19. 15. Simone, AbdouMaliq. For the City yet to Come: Changing African Life in Four Cities. Durham: Duke University Press, 2004. 16. Simone, AbdouMaliq. “People as Infrastructure: Intersecting Fragments in Johannesburg”. Public Culture, 16 n.° 3 (2004): 407–429. 17. Viveros, Mara. (2019) “Social Mobility, Whiteness, and Whitening in Colombia”. The Journal of Latin American and Caribbean Anthropology, 20 n.° 3 (2019): 496–512. 18. Viveros, Mara. (2007) “Discriminación racial, intervención social y subjetividad: Reflexiones a partir de un estudio de caso en Bogotá”. Revista de Estudios Sociales [online], n.° 27 (2007): 106–121.
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Magical Modernism: Latin American Urbanisms and the Imaginary of Social Architecture* Modernismo mágico: Urbanismos latinoamericanos y el imaginario de la arquitectura social Daniel Cardoso Llach
Nida Rehman
School of Architecture
School of Architecture
Carnegie Mellon University
Carnegie Mellon University
dcardoso@cmu.edu
nrehman@andrew.cmu.edu
Artículo de Reflexión Recibido: 10 de marzo del 2020 Aceptado: 30 de noviembre del 2020 Cómo citar: Cardoso Llach, Daniel y Nida Rehman. “Magical Modernism: Latin American Urbanisms and the Imaginary of Social Architecture”. Dearq nº. 29 (2021): 54-67. DOI: https://doi.org/10.18389/dearq29.2021.07
Abstract This article critically overviews the evolving portrayal of Latin American architecture and urban design, particularly by United States and European observers, as the realization of a modernist aspiration to align design with social causes. With a focus on the coupling of architectural and nation-building projects in Colombia, the article urges for a closer look at the conditions and entanglements of architectural production in the region’s uneven political and spatial landscapes. Keywords: Latin American Architecture; Colombian Architecture; Latin American Urbanism; Social Urbanism
Resumen Este artículo analiza críticamente la representación cambiente de la arquitectura y el diseño urbano latinoamericanos, a través de observadores estadounidenses y europeos, como la realización de una aspiración modernista de alinear el diseño con las causas sociales. Con un enfoque en la combinación de proyectos arquitectónicos y de construcción nacional en Colombia, el artículo insta a una mirada más cercana de las condiciones y enredos de la producción arquitectónica en los desiguales paisajes políticos y espaciales de la región. Palabras clave: Arquitectura Latinoamericana; Arquitectura Colombiana; Urbanismo Latinoamericano; Urbanismo Social * This article expands an earlier, shorter essay by the authors. See Cardoso Llach and Rehman, “Functional Utopias”.
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INVESTIGACIÓN
Figure 1. A view of the Parque Biblioteca España, a public library in a comuna in Medellín, Colombia, by the office of Colombian architect Giancarlo Mazzanti. The building has been closed since 2013 because of problems with its structure and cladding. Photo Credit: Ateya Khorakiwala, 2010.
Introduction Over the past several decades, an image of Latin American architecture and urbanism has developed as the virtuous alignment of progressive politics and modern design. Rooted in a long-standing view of the region from the outside as the place “where modernist dreams came true”1, this image appears prominently in global architectural and urban discussions, rendering Latin American cities as experiments in radical urbanism and architecture, and enlivening modernist aspirations to cast architecture as both a vehicle and a stage of social change. The image of Latin American cities as laboratories for democracy and social change is supported by
international professional, academic, journalistic, curatorial, and policy networks. The 2015 MoMA exhibition, Latin America in Construction 1955-1980, for example, surveyed the region’s postwar record of development projects such as housing, universities, hospitals, and other public works, offering, at the same time, an apt window into the region’s remarkable architectural production during this period and a document of the evolving portrayal of Latin American architecture through the AngloEuropean gaze. The exhibition’s lead curator, architectural historian Barry Bergdoll, notes how Latin American architecture in the post war, and Brazil’s in particular, seemed to inscribe the promise of a more progressive society, offering war-depleted nations hopeful visions for the future.2
1. Moore, “Latin America Was a Place”. 2. Bergdoll, Latin America in Construction, 17.
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An earlier exhibition at the MoMA, Latin American Architecture since 1945, curated by architectural historian Henry-Russell Hitchcock in 1955, reported excitedly on the rapid growth of Latin American cities while celebrating this region’s architects’ links to European and, increasingly, North-American models of practice.3 This openly Anglo- and Euro-centric lens contrasts with Bergdoll’s, who grants Latin American architects a greater degree of autonomy — updating the rhetoric of one-directional development that transpires in Hitchcock’s rendition with a globalist one wherein Latin American architects have found a voice of their own. However, despite the attempt to emancipate Southern practitioners from European and North-American influences, the narrative arc, structure, and key themes remain. Referring to Latin America’s urbanization after 1945, Bergdoll notes that “[f]or the first time, architecture and urban planning in Latin America — in particular in Mexico, Brazil and Venezuela — seemed not the belated reflection of examples set in Europe or in the Americas north of the Rio Grande but provisos of a modernization to come: lessons from the “underdeveloped” world (as the region was classified after 1945 in the debates over models of development) useful even for the “developed” world to contemplate in the 1950s and 60s”.4 This evolving portrayal of the region shows that Latin American architecture was then, and remains now, the future.5 But whose future? And, more importantly, how do these images relate to the inevitably richer and more complicated realities of the present? Our main aim in this article is to offer some materials to explore these questions, which we approach through two frames, which are at once local and global. First, we seek to understand Latin American architecture’s place in the architectural imaginary not merely as an outsiders’ account, but rather as the combined expression of global expectations and local efforts to embrace —
rhetorically, at least — architecture’s social and political agencies as part of a broader “social turn” in the discipline. Second, we seek to delineate how these images are produced in the context of the architectural profession’s long-standing entanglement with political narratives and nation-building projects. Rather than a comprehensive review, we use these frames to ask whose future contemporary Latin American architecture is purported to represent, and what present, and alternative futures, may be obscured by it. With the phrase “magical modernism”, which invokes “magical realism” — a literary movement associated with Latin American authors who combined in their work realistic and fantastic elements — we draw a playful parallel between the mechanisms of literary and urban fiction. We offer it as a critical conceptual handle for representations of Latin American cities that combine elements of reality with those of magic, such as discourses that portray urban transformations as “miraculous”.6 Our use of the term resembles but differs from the phrase “magical urbanism” proposed by historian and urban theorist Mike Davis, who uses it to explore demographic, cultural, urban, and political implications of what he terms the “Latinization” of the United States.7 Our use emphasizes instead the rhetorical disclosures of specifically Latin American architecture, embraced by Anglo American and European observers, as agents of social and urban change.
Sleek Utopianism in the Discipline’s Social Turn Stories about architecture in the 1990s and early 2000s often celebrated formal explorations enabled by software-based design processes. The rising tides, halting economies, rapid urbanization, and increasing inequality characterizing the first decade of the 21st century, however, triggered discernable shifts in architectural discourse and practice.8
3. In fact, Hitchcock’s overview of Latin American architecture mostly sees its nineteenth and early 20th century developments as reverberations of European and US movements as, for example, a “belated expression of the team of the Ecole des Beaus Arts” (p. 16). 4. Bergdoll, Latin America in Construction, p. 17. Emphasis ours. 5. As architecture critic Michael Kimmelman concisely put it in a review of the MoMA show for the New York Times, “the region is, once again, the future.” See Kimmelman, “Review: ‘Latin America’. 6. International coverage of the so-called “Medellín Miracle,” for example, has been widespread. See for example CMoss, “Medellín, Colombia”; O’Hanlon and Pearce, “Once a Drug Den” . For critical scholarly perspectives examining the more contingent political processes that unpinning these transformations see K. Maclean, Social Urbanism and the Politics of Violence. For a detailed assessment of the rhetoric of the “miraculous” in international and local rhetoric media to describe socio-spatial changes associated with the strategy of “Social Urbanism” in Medellín see Taylor Davey, “Medellín’s Miracle”. 7. Davis’ use of the term valuably emphasizes the impact of Latin migrations in United States’ cities, emphasizing the unlikely cross-border, transcultural juxtapositions in “national temporalities, settlement forms, ecologies, and levels of development.” See Davis, “Magical Urbanism”. p. 16. See also Mike Davis, Magical Urbanism. 8. Contributing to this problematic context is the more recent resurgence of ethno-nationalisms during this century’s second decade, along with a reactionary aesthetics that promises to “make architecture beautiful again.” McGuigan, “Will the White House” .
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Simply put, socio-environmental urgencies made speculation — both geometric and economic — less palatable. Political sensibilities in the discipline started to gain prominence relative to formal ones, underscoring the importance of critically engaging with issues of, for example, labor, environmental responsibility, and sociopolitical agency.9 With these shifts as a background, Latin American architectural and urban projects have re-appeared as illustrations — particularly in the United States and Europe’s popular press, academic circles, and curatorial circuits — of architecture’s potential to reconcile formal experimentation with a progressive social agenda. Northern interest in Latin American architecture and urban design codifies a kind of cross-equatorial tension, or desire. One of its positive effects is to have fostered more diverse professional and academic continental networks, and enriched AngloAmerican and European architectural discussions, lecture circuits, and architecture faculties with Southern perspectives. While popular understandings of architectural modernism in the United States tend to gravitate towards images of urban decay, Southern modernities seemed to offer a bargain where iconic designs could coexist, successfully, with a social agenda. The work of architects such as Chile’s Pritzker prize winner Alejandro Aravena, Venezuela’s Urban Think Tank, Colombia’s Giancarlo Mazzanti, and — North of the Rio Grande — California-based architect and activists Teddy Cruz and Fonna Forman, among many others, exemplify this particular brand of sleek utopianism. Caracas-based architect Alfredo Brillembourg, from Urban Think Tank, for example, sees architects as top-down social advocates, and calls students to “[invent] a new lexicon to explain to those in power the urban condition, the decay, the informality, in better terms, in terms that they can understand”.10 While working in North-America, Teddy Cruz and Fonna Forman have studied closely the US-Mexico border, casting informal processes of urbanization as opportunities for a “collective imagination as these communities re-imagine their own forms of governance… prompting a new democratic politics of the urban”.11 The fact that their projects are regularly featured in
the international popular press, and in a profusion of exhibitions, symposia, lectures, as well as traveling architecture studios and planning study-tours, is an important communicative success of these practitioners — and of their ability to form broad networks comprising not just architects but also journalists, civic organizations, curators, academics, and politicians.12 The imaginary of Latin America as a site of progressive architectural and urban innovation is thus underpinned by rhetorical practices, political projects, and career pathways as diverse as the region itself. Recognizing how Latin American architecture came to be, again, the future, entails recognizing architecture’s crucial discursive dimension. While every architectural and urban project performs indexically beyond its programmatic functions — to encode, for example, conceptions of citizenship, of power, and of the relationship between the public and private spheres — long-standing concerns about national identity and statehood uniquely underpin stories about Latin American architecture and urban design as agents of social change. There’s much to learn from architecture’s representational politics as buildings come to enact the region’s nation-building agendas along with the aspirations of new professional and academic groups. Nowhere is the entanglement of architectural and political visions clearer than in Colombia, a South American country with a complicated history of violent internal political conflicts and drug war combined with long-standing compliance with US foreign policy dictates.13
Another Boom: Architecting a Different Colombia Aligning physical and ideological infrastructures The reinvention of Colombia into a beacon of democracy and urban entrepreneurialism is supported by a powerful alignment of political and architectural visions. Over the last twenty years, a broad spectrum of state and non-state actors including architects and planners, academics, and journalists in Colombia have been invested in transforming narratives of conflict, poverty, and urban informality
9. See, for example, Deamer and Levinson, “Architectural Workers”; Graham et al., And Now: Architecture Against; Cayer et al., Asymmetric Labors: The Economy; Riano, “Relearning the Social: Architecture”. 10. Design Indaba, “Alfredo Brillembourg: Design Can”. 11. See “Teddy Cruz: How Architectural” and Cruz and Forman, “Disruptive Praxis". 12. See, for instance: Palacio, “Colombia Transformed.”. Furuto, “‘Breaking Borders: New Latin,”. “Crown Hall Roundtables: Emerging Voices”. 13. See, for example Bushnell, The Making of Modern Colombia.
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ment common in representations of Colombia’s architecture and urbanism act multivalently as global exports, internal consumption goods, and as important elements in the consolidation of local professional actors and organizations. Ultimately, to show that the construction of the image of Latin America and its architecture as socially progressive means that uncomfortable realities can be glossed over and that, in turn, architectural artifacts and discourses giving support to these narratives of renewal are often shielded from critical scrutiny.17
into a brighter image of social engagement, crime-reduction, economic integration, entrepreneurialism, and community empowerment.14 Borrowing from Lefebvre, anthropologist Ahmed Kanna has used the term urbanist to refer to this larger social group involved in the production of space. In this context, urbanism refers not only to the physical production of cities, but also to the discursive practices surrounding them: “an ideology and a set of discourses consisting of representations deployed in specific projects of the imagination of the urban”.15 Comprising local and international actors from a range of government, industry, and academic origins, Colombia’s “urbanists”, including star mayors and entrepreneurial architects, as well as voices from academia and from an expanding middle class eager to escape stereotypes of violence and corruption and to participate in the global economy, converge in projects that work to strengthen a new national, and distinctly urban, identity. Specifically, as Luisa Sotomayor discusses in relation to her research in Medellin, spatial strategies have been deployed by municipal governments within contexts where state legitimacy and agency are otherwise limited by histories of state and non-state violence, criminality, marginalization, and profound social inequality. Spatial planning and, particularly, “social urbanism”, in these cases, is seen to “(transform) neighborhoods perceived as unruly”. Following Sotomayor, we might also ask how architectural projects and their accompanying discourses operate alongside other forms of urban planning and policy experimentation “to delimit micro-territories of state action” (but which ultimately fail to address the entrenched and renewing forms of violence, inequality, and, dispossession).16
The Bosque de la Esperanza sports center in Bogota, by the office of Colombian architect Giancarlo Mazzanti, is one example of how rhetorical and formal strategies combine in one of the country’s most prominent contemporary firms. The project, a somewhat over-structured polyhedral truss sustained by a “forest” of steel columns, sits atop a hill in Altos de Cazuca, a neighborhood in the city’s predominately low-income South-West region. As noted by the first author, the project’s coverage in the international press echoed the architects’ project descriptions, praising it as an example of how architecture can foster “inclusion”, “social change”, “hope”, and help build a different identity for the neighborhood and its inhabitants. This warm reception contrasted with the harsh critiques the project received from the — overwhelmingly conservative — sphere of local architectural commentators, who variously attacked the project as wasteful, inauthentic, or self-promotional.18 The international attention Mazzanti’s projects have successfully attracted make it somewhat emblematic of the dynamics we trace here.
A closer look at some projects helps illustrate how architecture is deployed materially and discursively in support of Colombia’s renewal. It is not our purpose here to fully detail the scope and limitations of these practical interventions, but rather to use them as a window into the articulation, in the Colombian context, of material architectures with the political visions and economic interests that animate them. A secondary purpose is to delineate how the promises of social inclusion and community empower-
Another example of the intertwining of space and identity-building is the Parque Biblioteca Publica España. Also designed by Mazzanti’s office, the building is one of a network of publicly funded iconic projects aimed at redressing urban precarity and strengthening the notion of the public in Medellin. Developed with the involvement of the city’s inhabitants, these projects were “conceived as instruments of planning and physical intervention with the aim of creating or reconfiguring new centralities in
Architectures and images of renewal
14. See, for example, Kimmelman, “Fighting Crime With Architecture”. 15. Kanna, “Dubai, the City as Corporation.” See also Lefebvre, “The Production of Space.” For a discussion of the idea of assemblages in relation to the politics and processes of planning circulations see McCann, Roy, and Ward, “Assembling/ Worlding Cities,” 581–89. 16. Sotomayor, “Dealing with Dangerous Spaces.” p. 72. 17. Arturo Wallace BBC Mundo and Bogotá, “Medellín, ¿la Mejor? ”. 18. Cardoso Llach, “Lessons on Realarchitektur” 142–56.
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Figure 2. A 2009 sports center for a low-income neighborhood in Bogota’s South West, designed by the office of Colombian architect Giancarlo Mazzanti, is presented as a “forest of hope”. Photo credit: Google 2013.
Figure 3. During repairs due to problems with the cladding, the structure of the Parque Biblioteca Pública España was laid bare. The graffiti on the walls surrounding the construction site indicate that the project was creatively re-appropriated by the neighborhood. The building remains closed to this day. Photo by Claudia Villa, 2017.
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six zones of [Medellin] where the State accumulates a high social debt”.19 The architecture of the project — three monumental prisms clad in dark stone overseeing the city from atop one of Medellin’s surrounding mountains — is meant to signify a larger cultural transformation. In the words of the architect: " What we wanted to do was a building that would be visible, and that would in some way represent the entire transformation of what Medellin meant. [...] This project attacks the visual, this project is an image. Its interior works as it should and relates lifestyles, but the visual is the key, which causes the community to take ownership of it. This building is part of saying how we propitiate a different life, and how we can propitiate it in purely visual terms."20
The explicit emphasis on the visual and iconic character of the project is worthy of note. Aside from its functional attributes as a library, the project’s key aim is to re-signify the landscape and offer elements to create a new urban identity, through a form that “communicat(es) dignity and recognition amongst residents of the city’s periphery”.21 Missing in the architect’s statement, however, is the recognition that this iconic enterprise operates not only at a local level, but also (and perhaps primarily) at a global one. The imagery of the project, with its apt use of contemporary architectural form-making strategies, along with its associated ideas about empowering marginalized communities, circulates easily in the usual channels of architectural dissemination. It is tempting to conclude that the imagery of the project is designed with those two audiences in mind — or, in fact, that the project is the imagery. However, in 2013, only six years after its inauguration, the black plates that comprised the library’s iconic form began to fall and break, at times even causing injuries. The façade plates were entirely removed in 2014 after an assessment revealed the shortcomings of the cladding structure, its diagonally oriented members now laid bare around the more conventional floor plates and concrete cores, exposing
also a less than glamorous underside of what once appeared as a powerful symbol of urban and social transformation.22 The continuing decay of the Parque Biblioteca Pública España in the Santo Domingo neighborhood of Medellin’s Comuna 2 casts a shadow on the narratives that place miraculous architectures at the center of processes of urban change.
Observing broader networks Let us shift focus and consider how architectural projects such as those described above exist in wider social and institutional networks. To do this, we move to Colombia’s capital, the Andean city of Bogotá, where, like in Medellin, mayoral politics and architectural visions converge. The administration of two “star-mayors” in the 1990s and 2000s, Antanas Mockus and Enrique Peñalosa, help illustrate this. Along with Medellin’s Sergio Fajardo, these two politicians figure prominently in international architectural and urban planning lecture circuits, and their work is frequently discussed in urban planning circles as examples of innovative urban governance. As recently as 2019, to give but one example, they were featured prominently in a lecture by architects Teddy Cruz and Fonna Forman at Carnegie Mellon University, hailed as key agents of a spatial and cultural transformation in their cities. Antanas Mockus is often seen as the catalyst of a cultural, rather than physical, transformation of the city. His policies, the story goes, transformed a city’s psyche to embrace co-existence and respect for life as fundamental values. Mockus was mayor first between 1995 and 1997, and later, in a second term, between 2001 and 2003.23 His administrations are often remembered for his penchant for symbolism and pedagogical tricks, and for a governing philosophy oriented towards rebuilding cultural and civic structures through informal, seemingly insignificant measures aimed at activating people’s personal experiences within large-scale planning strategies: a politics of regulation through participation.24
19. Echeverri and Orsini 2010, cited in: Barbosa da Silva, “Public Spaces Network”. 20. “Maravillas de Colombia.” Translation from Barbosa da Silva, “Public Spaces Network”. 21. Davey, “Medellín’s Miracle” 246. 22. Urban scholar Taylor Davey, drawing from the Colombian journalist Jaime Dario Zapata Villarreal, suggests that the library reveals the “complicated negotiation the project had with the community from its inception” and the tensions between feelings of pride and distrust that residents expressed about the project.See Davey, 260. See also Jaime Dario Zapata Villarreal, “Así fue ‘la película’ de la Biblioteca España,” El Mundo, February 26, 2017, https://www.elmundo.com/noticia/ Asi-fuela-peliculade-la-Biblioteca-Espana/47193. 23. Mockus’s ascent into Colombian politics started with his defiant (and televised) act of pulling his pants down to quiet an auditorium full of rowdy students while he was president of Colombia’s Universidad Nacional, the country’s largest public university, in 1993. While Mockus gained national prominence and won a second term as mayor, he later ran unsuccessfully for president of the country representing the liberal Partido Verde. For a documentary overviewing this politician’s career and his failed 2010 presidential bid, see Martinez Escallon, “La Ola Verde (Antanas’ Way)”.
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Some of the experimental policies of his administration included traffic safety strategies deploying professional mime artists in place of traffic policemen on the streets to embarrass, rather than fine, traffic offenders; public disciplining tactics such as “citizens cards” that allowed ordinary people to approve (thumbs up) or discourage (thumbs down) civic behavior; and the implementation of “voluntary taxes”.25 Reflecting a common view of Mockus’s tenure and achievements in the country, architecture critic Justin McGuirk situates Mockus’ legacy in the mind of Bogotá’s citizens: “[h]is intervention”, he writes, “was in the moral DNA of the city”.26 More than 20 years after his second mandate, this perceived legacy remains an important trope in the city’s local elections, with candidates often claiming the mantle of Mockus’s signature “citizen culture” administration and promising to make, at least in these limited terms, Bogota great again. Intertwined with Mockus’s two mayoral terms are the two terms served by another “star mayor”, Enrique Peñalosa, who succeeded Mockus in 1998 and then gained a second term in 2017. In contrast with Mockus, whose administration is seen through the lens of cultural transformation, Peñalosa’s are often seen through the lens of physical and infrastructural change. Key to these transformations was the implementation, during his first term, of a city-wide Bus Rapid Transit (BRT) system called “Transmilenio” — whose stations and bridges were also designed by Mazzanti’s office. Peñalosa won his second term running on the platform of the perceived successes of his first administration, and on its perceived affinity with Mockus’s “citizen culture”. In contrast with Mockus’s image as a pedagogue, Peñalosa cultivated an image of a technocratic manager with concrete results. However, it is worth noting that, despite running on an ostensibly progressive rhetoric emphasizing the collective value
of public infrastructures, such as parks and transportation networks, Peñalosa’s two terms were the subject of harsh criticism from local progressive and environmentalist groups. During his second term, for example, his repeated attempts to challenge the legal protections to one of Bogota’s largest natural reserves, in a bid to extend urban development northwards, attracted widespread criticism from the country’s scientific and academic communities, as well as from environmentalist groups — whose activism ultimately helped protect the reserve.27 Peñalosa’s image as a “technocrat” was further marred when journalists reported that despite presenting himself as a PhD on multiple occasions and publications throughout his career, he never actually earned a doctorate.28 Peñalosa, however, remains an international presence as a consulting authority on urban issues, particularly those linked to urban mobility and transportation, in both academic and professional circles. In March 2015, for example, Peñalosa was invited to Karachi, Pakistan, to talk to planners, policy-makers and citizen groups about the planning and implementation of BRT lines in Bogotá during his tenure. As the four BRT routes planned for Karachi in 2010 by Japanese consultants started to inch towards realization, Peñalosa’s involvement was widely celebrated by the Pakistani press — who hailed him as a “BRT Guru”.29 In fact, for those living in a city drastically divided along class, ethnic, and political lines, Peñalosa’s central message — that the share of road space in a city is a matter of democracy, urban equity, and social justice, rather than simply technical design — resonated powerfully.30 Further, a certain parallelism made the comparison between Bogota and Karachi appealing to locals, despite their different sizes.31 Like Karachi, Colombia’s capital has a long history of political instability and violent crime, and so, for Karachiites, Bogota’s story seemed to offer a functional and hopeful object lesson.32
24. Mockus, “The Art of Changing a City”. 25. Silva Nigrinis, “Bogotá: de la construcción”. 26. Justin McGuirk, “Radical Cities: Across Latin America” 201. 27. For an overview of the natural reserve, see: González and Felipe, “Cinturones verdes: el papel” For an English summary of Peñalosa’s proposal and subsequent controversy see Buckley, “Bogotá’s Thomas van Der Hammen” Afanador and Carrillo, “Enrique Peñalosa has been lying”. 28. For a detailed account of Peñalosa’s academic credential scandal see: Afanador and Carrillo, “Enrique Peñalosa has been lying”. 29. Maher, “Public Transport: BRTS Guru”. 30. Ibid. 31. While Bogotá is a populous capital with an estimated thirteen million inhabitants in its metropolitan region, Karachi is a 20 million people megalopolis. 32. Notwithstanding the fact that it is usually cities like Dubai and Shanghai that are frequently circulated as models within contemporary urban development practices across South Asia.
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Figure 4. Enrique Peñalosa, former Mayor of Bogotá visits Karachi. Photo Credit: Mahim Maher.
Despite Peñalosa’s well-crafted message of equity and democracy through public-minded urban infrastructure, the global movement of international urban experts — of which he is a prominent member — deserves attention and should not get a carte blanche. It is important to note that the visit by the former Bogotá mayor to Karachi was not at the request of the city government, but was in fact organized and funded by a company under the aegis of the Asian Development Bank, Bahria Town — a company with a financial interest in procuring the contract for one of the BRT lines.33 As the largest developer of private housing real-estate in the country, Bahria Town’s name is synonymous with some of the most expansive — and expensive — gated communities not just in Pakistan, but in all of Asia. In its short but prolific history, the company’s land developments have gained a reputation for building “a state within a state”, a rhetoric that appeals to the increasingly paranoid Pakistani middle-upper classes. Erecting tall, guarded walls segregating its gated communities, forcefully evicting and dispossessing indigenous people, and flouting environmental concerns, Bahria Town represents the very antithesis of Peñalosa’s discourse of urban sustainability and equity.34 As the former mayor’s clout helped gloss over these uncomfortable details, various actors, both public and private, vied for the BRT contracts.35 This seemingly contradictory alliance is an example of how, in a neo-liberal context, problematic structures, compromises, citationary practices, and political alliances underlie the urbanist visions
comprising today’s dominant design and planning discourses. On a more specific note, it is an example of how the image of Latin American cities and infrastructures as realizations of progressive and sociallyminded politics can work to hide — while extending — other ideological and political projects.
Some critical considerations Instead of focusing on charismatic figures, we may usefully focus on wider networks of policy-making, design, academia, and media that position Colombian cities, specifically, and Latin American ones, more broadly, within global discourses about architecture and urbanism, and as exemplars for the challenges of contemporary urbanization. How should stories about Latin American architecture reflect this broader scope? Here, McGuirk provides useful illustration. Proposing Medellín as a “radical city”, he places the emphasis not on designers but on a broader network of actors shaping the city’s transformation, in particular the way the city as a community engaged the politics of urban change. Citing Jorge Perez, head of urban planning under Mayor Sergio Fajardo, McGuirk points that “while architecture was the most visible tool in this process, what really mattered was the commitment of a network of politicians and entrepreneurs to building, and paying for, a new future for Medellín”.36 This process, under the broader planning and policy strategy of “social urbanism”, de-emphasizes the role of a single politician and instead highlights the collective efforts placed
33. In its unsolicited efforts to be awarded the contract, Bahria Town in fact hired consultants from Bogota to start designing certain parts of the system. See Maher, “Mass Transit: Global BRTS”; and “Of Bogota and Karachi”. 34. See Khan and Karak, “Urban Development by Dispossession” 307–30, The company has incited controversy over its partnership with the country’s powerful military, and serious allegations of land encroachment and corruption. See also Magnier, “Pakistan Gated Community”. 35. Peñalosa has also received criticism in Bogotá for designing the BRT systems in a way that forced the city to pay for most of the maintenance to the buses and their infrastructure, while private operators pocket most of the profits. 36. McGuirk, “Radical Cities” 236–7.
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Figure 5. A cable car in Medellín connects the downtown area and a “comuna”. Photo credit: Ateya Khorakiwala 2010.
on the city’s reconstruction.37 Similarly, rather than focusing on the iconic designs (or on Fajardo, whose well-practiced rhetoric of urban renewal McGuirk spots) he notes how, "the lesson of Medellín lies not in the power of libraries and plazas but in the network of political, civic and entrepreneurial agents that gave rise to them. The architecture was merely an expression of that network, and that was the source of its social capital."3
As this example suggests, the production of urbanist visions is not exclusive to star-mayors or even charismatic architects and urban planners, although, as we have discussed, these figures are frequently in the spotlight. It involves a diverse set of practices and social groups, including policy-makers, journalists, activist, critics, lawyers, academics, proselytizers and citizens whose practices constitute what urban scholars refer to as “assemblage work”: the relational and dynamic processes of city-making in a global context where these actors engage in formal and informal networks of learning and teaching about different cities, and constantly re-combine and collage policy ideas and imaginations from places near and far.39
However, in addition to these circuits of exchange, it is also important to examine the circumstances that situate urban and policy actors and their ideas in particular contexts.40 The case of Bogota’s “citizen culture” ascribed to Mockus is a useful illustration. While politically profitable, the mantle of “citizen culture” is not without its problems, and we may usefully ponder whether the attribution of such a broad idea to the figure of Mockus is accurate, analytically productive, or indeed beneficial to the city itself. While aspects of Mockus’s mandate were indeed innovative, and positive urban transformations during the two terms have been well documented,41 Bogotanos may harbor a healthy dose of skepticism towards stories portraying him as a messianic figure who taught them how to be citizens and ask whether human traits such as empathy and respect for human life were truly absent in the city prior to his election. More problematically, casting Mockus as an enlightened outsider bestowing wisdom upon people, as these narratives often do, unhelpfully places him outside (and above) the citizenry he represents. This trope is an expression of a historic reliance on a leader’s personality to explain social change. The Spanish word caudillo, often used in Latin America to describe charismatic leaders with authoritarian inclinations, seems fitting.
37. For an overview of the term, see Dolan, “Radical Responses”. 38. Ibid., 257. 39. Eugene McCann, Ananya Roy, and Kevin Ward use the term assemblage to highlight the circulation and confluence of different urban ideas, models, and strategies, as well as their material and spatial outcomes. McCann, Roy, and Ward, “Assembling/Worlding Cities,” 581–89. Sergio Montero discusses particular practices of “inter-city policy learning” specifically as framed within the discourse of South-South exchange, in his examination of study tours to Bogotá by policy actors from Guadalajara, Mexico. Montero, “Study Tours and Inter-City” 332–50. See also Montero, “Worlding Bogotá’s Ciclovía” 111–31. 40. This entails attention to “the embeddedness and operation of policies and policy actors in specific places.” McCann, Roy, and Ward, “Assembling/Worlding Cities” 584. 41. Silva Nigrinis, “Bogotá: de la construcción”.
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Figure 6. Medellin’s Casa de la Música is a public with rehearsal rooms and other spaces to incentivize the arts in the city. Designed by Felipe Uribe de Bedout and finished in 2004. Here, the building is decorated with traditional Christmas lights and religious motifs. Photo Credit: Daniel Cardoso Llach 2010.
The materials assembled so far show how the stories that accompany the notion of Latin America as “the future” of architecture can hide complex urban and political dynamics, and suggest that our understanding of those very architectures might be enriched by paying closer attention to their broader context. How may we eschew overarching myths of magical urbanism and, instead, find nuance, reveal difference, and specificity? On the one hand, we may first question the narratives assigning certain actors — typically white male politicians, architects or planners — a disproportionate or even epic role in a city’s transformation. These personality-focused analyses tend to obscure the complicated, negotiated and messy processes shaping urban policy — and cities themselves. On the other, it is worth remembering that, aside from yielding attractive buildings, and triggering urban dynamics worthy of analysis, regimes of architectural, urban, and discourse production generate exposure and other career benefits to politicians and architectural professionals. As Spanish sociologist Manuel Castells writes, “innovative urban policy does not result from great urbanists (although they are indeed needed), but from courageous urban politics able to mobilize citizens around the meaning of their environment”.42 As we have seen, the notion of Latin America as both “the future” and a place where “modernist dreams came true” is not merely romantic and vaguely condescending, but also inscribes a wishful rationalization. It forces a complex and diverse reality into an ideologically distinct idea of
42. Castells, “Space of Flows, Space of Places” 582. 43. Said, “Orientalism.” 44. Moore, “‘Latin America Was a Place.’”
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modernity. Just as orientalist discourses essentialize vastly diverse cultural, urban and geographic landscapes into easily transmissible cultural stereotypes,43 the image of Latin America as an arcadia of radical modernism — as a mythical place where twentieth century utopias are in fact realized and flourish — reduces a region with diverse national identities and political histories to a fiction that sometimes works, consciously or not, in support of freemarket urban ideologies.44 Relentlessly searching for an ‘El Dorado’ of architecture and urbanism, and mining the region for success stories apt for global consumption, the cross-national professional and academic networks that emphasize the view of Latin America as “the future” of architecture and urbanism might be contributing to the perpetuation of urbanist models that reproduce, or at least gloss over, ongoing urban inequities.
Conclusion This article has approached critically the portrayal of Latin American architecture by the international architectural community as “the future” of architecture. Exploring alignments of architectural and political projects in some widely circulated architectural and urban projects in Colombian cities, we have contributed materials to complicate this narrative, and to help make visible links across the architectural, the political, and the ideological that challenge fictive, or magical, representations of urban change. We have urged, instead, to develop a critical sensibility that observes wider networks of architectural
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and discourse production and which takes distance from explanations that rely on the prowess of individual architects or politicians. We believe this is important for architecture. Through this de-centered perspective, architects may be better equipped to reflect on their own position within larger political and ideological projects, and mobilize with renewed conscience their considerable capacities for critique and speculation. We believe that architectural knowledge, skills, and media can be mobilized for environmental and political change. However, to achieve this, a broader framework is necessary that nurtures more self-conscious speculations whose beneficiaries are made explicit, and whose consequences are more closely scrutinized. We are aware of the complexities these propositions entail, especially as they can be seen to imperil a profession too dependent on the fluctuations of economy and power. We offer them as aspirations, fully knowing that they run counter to deeply ingrained professional instincts — instincts that make architecture a profoundly conservative profession. We believe that acting on these aspirations is urgent if we are to nurture a more critical architectural culture — one that is able to confront pressing ecological challenges and shape the politics of our shared built environment. Perhaps by embracing that complexity and rejecting simplistic narratives, the contribution of Latin American architecture and architects to building more sustainable and equitable futures can be seen in a new light.
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Magical Modernism: Latin American Urbanisms and the Imaginary of Social Architecture. Daniel Cardoso y Nida Rehman [ 67 ]
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Consagrar y excluir: El canon en disputa de la arquitectura colombiana, 1951-1981 Consecrate and exclude: The disputed canon of Colombian architecture, 1951-1981 Hugo Mondragón
Manola Ogalde
Escuela de Arquitectura
Escuela de Arquitectura
Pontificia Universidad Católica de Chile
Pontificia Universidad Católica de Chile
hmondragon@uc.cl
mcogalde@uc.cl
Artículo de Reflexión Recibido: 10 de marzo del 2020 Aceptado: 25 de junio del 2020 Cómo citar: Mondragón, Hugo y Manola Ogalde. “Consagrar y excluir: El canon en disputa de la arquitectura colombiana”. Dearq nº. 29 (2021): 68-79. DOI: https://doi. org/10.18389/dearq29.2021.08
Resumen Este artículo narra el proceso de construcción cultural del canon de la arquitectura colombiana en el periodo que se extiende entre la exposición Latin American Architecture since 1945, en el MoMa de Nueva York, en 1955, y la exhibición Architectures Colombiennes: Alternatives aux modèles internationaux, en el Centro Georges Pompidou de París, en 1980. Mediante la revisión de cuatro escritos significativos, el texto recorre la manera en que Henry-Russel Hitchcock, Francisco Bullrich, Rogelio Salmona y Anne Berty contribuyeron a la definición histórica de un canon de la arquitectura colombiana, a fin de comprender sus transformaciones y develar las fisuras del discurso que propone. Palabras clave: arquitectura moderna; modernidad; Colombia; canon; consagrar; discurso
Abstract This article narrates the process of cultural construction of the canon of Colombian architecture in the period between the exhibition Latin American Architecture since 1945, at the MoMa in New York, in 1955, and the exhibition Architectures Colombiennes: Alternatives aux modèles internationaux, at the Georges Pompidou Center in Paris, in 1980. By reviewing four significant writings, the text traces the way in which Henry-Russel Hitchcock, Francisco Bullrich, Rogelio Salmona and Anne Berty contributed to the historical definition of a canon of Colombian architecture, in order to understand its transformations and reveal the fissures in the discourse it proposes. Keywords: modern architecture; modernity; Colombia; canon; consecrate; discourse
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INVESTIGACIÓN
Figura 1. Fotografía de la inauguración de la exposición Latin American Architecture since 1945 en el MoMA (23 de noviembre de 1955). Fotografía de Barry Kramer, IN590.12A.
La creación de valor en el campo cultural y la idea de canon Las obras de arte no son diferentes de los objetos cotidianos. Procesos sociales complejos determinan dónde se genera su valor, cómo se distribuyen y quiénes las consumen. Con frecuencia, el mundo del arte se ha percibido como una esfera elevada, mediada por los valores de la libertad creadora y la autonomía expresiva; pero esta visión ingenua —que presupone que el autor es el primer y último origen del valor del objeto artístico— disimula una realidad ineludible: son agentes externos, ajenos a la figura del talento creador, quienes legitiman la obra de arte. Esta lógica de validación, propia del ámbito de la producción cultural, mas a la vez común a otros campos1 sociales, interesó especialmente a Pierre Bourdieu, quien buscó comprender las relaciones y normas que rigen el universo de la creación cultural. Hace ya más de cuarenta años, Bourdieu se preguntó: “¿quién —el pintor o el marchand, el escritor o el editor o el director de teatro— es el verdadero productor del valor de la obra?”.2
El sociólogo francés mostró que la creación de valor en el arte es el resultado de una dinámica social en que participan no solo agentes de producción cultural, sino una serie de “maestros consagradores”.3 Críticos, historiadores, editores y curadores son los verdaderos responsables de la legitimación de las obras de arte, y su actuar está moderado por las instituciones que los respaldan. A las más oficiales, como los sistemas de enseñanza, las academias y los organismos más prestigiosos de difusión —teatros, salas de concierto y museos—, se suman instancias menos formales de legitimación, como revistas y galerías de arte (fig. 1). Mediante la exposición, publicación o puesta en escena, determinan la conservación y transmisión selectiva de determinados bienes culturales. Al hacerlo, los agentes e instituciones de consagración cultural dan cuenta de un poder inigualable: el de establecer cánones culturales. Ellos son capaces de instituir ortodoxias o esferas de cultura legítima, escindidas de otras deliberadamente excluidas. De hecho, Bourdieu plantea que el sistema de “consagración” cultural: “cumple una función homóloga a la de la Iglesia que, según Max Weber,
1. “Espacios de juego históricamente constituidos con sus instituciones específicas y sus leyes de funcionamiento propias”. Bourdieu, Cosas dichas, 108. 2. Bourdieu, El sentido social del gusto, 156. 3. Ibid.
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debe ‘fundar y delimitar sistemáticamente la nueva doctrina victoriosa o defender la antigua contra los ataques proféticos, establecer lo que tiene y lo que no tiene valor sagrado, y hacerlo penetrar en la fe de los laicos’”.4 Como parte del campo de producción cultural, el mundo de la creación arquitectónica no escapa a estas dinámicas de legitimación. Es un hecho que el valor de la obra de arquitectura no depende solo del talento creador del arquitecto; depende, sobre todo, de los agentes externos que la reconocen dentro de un sistema de valores y referencias. En efecto, ¿qué es la arquitectura colombiana sino una construcción erigida a través de revistas, libros, exposiciones y catálogos? ¿Qué es sino el imaginario de un conjunto de edificios, seleccionados deliberadamente por parte de un puñado de curadores, críticos e historiadores? ¿Qué es, sino un canon, resultante de una operación de consagración y exclusión a partir de la producción arquitectónica de un país? En el marco del presente número de la revista Dearq, que se ocupa de las miradas foráneas a la arquitectura de Colombia, este artículo se ha propuesto narrar el proceso de construcción cultural del canon de la arquitectura colombiana y su progresiva transformación entre mediados de la década de 1940 y 1980. Para ello, el texto examina un conjunto acotado de narrativas elaboradas por agentes internacionales y latinoamericanos de consagración cultural. Se trata de un recorrido a través de cuatro relatos, escogidos por la autoridad disciplinar de sus autores y la relevancia cultural de las instituciones a las que se vinculan: Latin American Architecture since 1945, de Henry-Russell Hitchcock (1955); New Directions in Latin American Architecture, de Francisco Bullrich (1969); Panorámica de la arquitectura latinoamericana, de Damián Bayón y Paolo Gasparini (1975), y Architectures Colombiennes: Alternatives aux modèles internationaux, de Anne Berty (1980). Para respetar el marco de la mirada extranjera, no hemos hecho referencia explícita a los libros consagratorios publicados por la editorial colombiana Proa en 1951 y 1963, ni a la tesis de su autor Carlos Martínez, pese a haber sido ellos los responsables de la instauración del primer canon que tuvo la arquitectura moderna colombiana.5 Sin embargo, es justo mencionar que dicho canon recorre como una corriente subterránea las propuestas aquí examinadas ya que, como lo muestran las bibliografías
4. Ibid., 104. 5. Mondragón López, “Arquitectura en Colombia 1946-1951”.
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examinadas por los autores, los libros de Proa fueron, en todos los casos, una fuente primaria de consulta. Si se acepta la tesis de que casi todas las propuestas tuvieron como punto de partida compartido el canon de Martínez, podemos afirmar que los autores se encargaron de superponer sobre él visiones propias, motivados por inclinaciones personales, así como por agendas institucionales.
Latin American Architecture since 1945 de Henry-Russell Hitchcock (1955). Una primera aproximación desde Norteamérica La construcción del canon de la arquitectura latinoamericana —que por momentos guarda una relación de sinonimia con el de la arquitectura de Colombia— comenzó a esbozarse en un momento específico: el 23 de noviembre de 1955. Ese día se inauguró la exposición Latin American Architecture since 1945 en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, que incluía una selección de 46 edificios construidos en once países de Latinoamérica, elegidos por el historiador del arte norteamericano Henry-Russell Hitchcock. Fotomurales de gran escala, planos y diapositivas a color fueron empleados para ilustrar los logros de la arquitectura latinoamericana en los diez años anteriores (fig. 2). En conjunto con la exposición se lanzó un catálogo homónimo de 203 páginas, publicado bajo la autoría de Hitchcock, por el MoMA (fig. 3). Para cerrar el texto principal del catálogo, el autor afirmó que hacia 1955 la arquitectura latinoamericana pertenecía de manera decidida a la corriente internacional general que había dominado la escena occidental desde la década de 1920, es decir, la de la arquitectura moderna. Sus vocabularios locales se vinculaban estrechamente con el de los países latinos del sur de Europa y la influencia de Le Corbusier había sido intensa. Pese a considerar que el continente se había unido tarde a las prácticas modernas, se planteaba que para entonces la arquitectura en Latinoamérica había desarrollado un carácter propio. El material estructural característico era el hormigón armado, principalmente en su forma tradicional, pero también como bóvedas de cascarón; el uso del color — ya sea como pintura sobre estuco, como mosaico de vidrio o como revestimiento cerámico— era extensivo y notable; la integración del arte, bajo la forma de paneles de azulejos o mosaicos figurativos, era un recurso distintivo, y los frecuentes dispositivos de control solar y térmico habían proveído a la expresión de los edificios de efectos plásticos singulares.
INVESTIGACIÓN
Figura 2. Fotografía de la exposición Latin American Architecture since 1945 en el MoMA (23 de noviembre de 1955 - 19 de febrero de 1956). Fotografía de Ben Schnall, IN590.1.
En el cuerpo del texto principal del catálogo, Hitchcock dedicó un fragmento a cada país incorporado en la exposición, entre estos Colombia. El segmento es una de las primeras y más significativas alusiones a la arquitectura colombiana en una publicación internacional. El curador señaló que, pese a haber atraído menos atención que la arquitectura brasileña, mexicana o venezolana, la arquitectura del país andino había alcanzado un carácter específico en los últimos años. Por ejemplo, se diferenciaba de la arquitectura carioca, por su carácter moderado y sobrio. El autor atribuyó este talante discreto al temperamento más mesurado de los colombianos, al fresco clima altiplánico, a una necesidad inferior de control solar y a la formación de un número importante de arquitectos colombianos en Estados Unidos. Además, destacó la excelencia de los sistemas constructivos de la arquitectura de Colombia, que quedaba en evidencia en el uso del hormigón, del acero y, en menor medida, del ladrillo.6 El texto iba acompañado de dos fotografías del edificio Smidt de Bruno Violi (1951) y la piscina del Country Club de Arango y Murtra (1951), cuyas estructuras de acero y vidrio daban cuenta de soluciones constructivas racionales y sensatas que resultaban en una expresión formal carente de pretensiones. Para Hitchcock, estos altos estándares de construc-
Figura 3. Hitchcock, Henry-Russel. Latin American Architecture since 1945. New York: Museum of Modern Art, 1955: Portada del catálogo de la exposición.
ción habían sido llevados a su máxima expresión en la obra de Violi y, especialmente, en la de la oficina Cuéllar, Serrano y Gómez. Además de estos dos edificios, la exposición incluía otras ocho obras de Colombia, la mayoría de ellas ubicadas en Bogotá. Dentro de la sección “Urban Facades”, el catálogo consideraba fotografías de tres obras corporativas: el edificio de oficinas entre las avenidas 6.ª y 7.ª de Montoya Valenzuela (1948), junto con el edificio de la Compañía Suramericana de Seguros (1954) y el edificio Colón (1952-1952) de Cuéllar, Serrano, Gómez y Cía. Como parte del conjunto de 46 fotomurales de gran escala que conformaba la parte central de la exposición, fueron seleccionadas otras cinco obras colombianas. El criterio para su elección resulta claro a la luz de las descripciones que el curador hace de las obras. Para Hitchcock, el edificio para el Curso Preparatorio de la Ciudad Universitaria de Bogotá (1951-1952) “ilustra bien la franqueza y competencia de la edificación colombiana”, pues “sin panoplias de mosaicos o azulejos, Serrano ha usado un vocabulario casi industrial […] que, sin ser monumental, ha alcanzado un efecto de excelencia”.7 Sobre la fábrica de chicles Clark’s de Francisco Pizano (1953), afirmó que “la terminación de los elementos de hormigón refleja el trabajo colombiano de Violi, un discípulo de Perret, e ilustra de buena forma la
6. Hitchcock, Latin American Architecture since 1945. 7. Ibid., 89.
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alta calidad de la técnica estructural en Bogotá”.8 Comentarios igualmente elogiosos acompañaban el taller y estación de buses de Gabriel Solano y Álvaro Ortega (1947) (fig. 4) y el Estadio de Béisbol de Cartagena de Jorge Gaitán, Álvaro Ortega y Édgar Burbano (1947). Este último era considerado por Hitchcock “uno de los ejemplos más espectaculares de bóveda de cascarón en voladizo del mundo” (fig. 5).9 Finalmente, las casas económicas del conjunto La Soledad (1952-1953) —únicos edificios residenciales seleccionados— resultan para él “típicas de la sobriedad de enfoque y las elevadas competencias técnicas de los arquitectos colombianos” (fig. 6).10
Este proceso, según Bullrich, similar al ocurrido en Europa, produjo que la homogeneidad y el purismo formal de la primera vanguardia desembocara en una diversificación regionalista.11 En el libro, Bullrich no incluye obras de arquitectura colombiana —para las que no hay espacio en una publicación tan acotada—. Sin embargo, se excusa de su omisión en el prefacio: “Del estadio de Solano y Gaitán en Cartagena, hasta el conjunto habitacional de Rogelio Salmona en Bogotá, hay un número suficiente de obras en un país como Colombia para estructurar con ellas, y las de otros países latinoamericanos, un volumen similar al presente”.12
Con la exposición y catálogo de Latin American Architecture since 1945, Hitchcock sentó las bases para construir un primer canon de la arquitectura colombiana: su cualidad expresiva más singular era su semblante discreto, pero de gran prestancia; sus ejemplos más característicos correspondían a edificios corporativos y de equipamiento, y sus técnicas constructivas más representativas eran las estructuras de acero y el hormigón, especialmente en forma de bóvedas de cascarón. Por último, su atributo más distintivo era su excelencia técnica y constructiva, que parecía no encontrar parangón en otros países de Latinoamérica.
La ausencia de Colombia en el primer libro de Bullrich se subsana, en parte, en su siguiente obra, New Directions in Latin American Architecture (1969) (fig. 7). Esta publicación —basada en un seminario que Bullrich impartió en la Universidad de Yale por invitación de Vincent Scully, entre 1966 y 1967— presentó el periodo entre 1928 y 1938 en Latinoamérica como dominado por un internacionalismo, que veía en las expresiones locales los símbolos de lo retrógrado. La etapa inmediatamente posterior se presenta como una reacción local contra el funcionalismo de matriz internacional, encarnada en los intentos brasileños por adaptar la arquitectura moderna al clima del trópico, en el interés mexicano por la arquitectura precolombina y colonial y en la toma de conciencia de las implicaciones sociales de la arquitectura de grupos como Austral.13
New Directions in Latin American Architectcure de Bulrich (1969) y Panorámica de la arquitectura latinoamericana de Bayón y Gasparini (1975). Las visiones latinoamericanas de un crítico y un creador Trece años más tarde, la Editorial Sudamericana —con sede en Buenos Aires— publicó Arquitectura latinoamericana: 1930-1970. El encargo del libro por parte de esta casa editorial habría sobrevenido luego de que en 1963 se publicara Arquitectura argentina contemporánea: panorama de la arquitectura argentina 1950-63, por la editorial Nueva Visión, cofundada por Francisco Bullrich. Para el crítico e historiador argentino, una arquitectura propiamente latinoamericana solo emergió cuando el racionalismo abstracto de los años veinte comenzó a ser polinizado por el folclor y el neoempirismo.
8. Ibid., 107. 9. Ibid., 99. 10. Ibid., 144. 11. Bullrich, Arquitectura latinoamericana: 1930-1970. 12. Ibid., 2. 13. Bullrich, Nuevos caminos de la arquitectura latinoamericana. 14. Ibid., 93. 15. Ibid.
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Solo en el último apartado del libro, titulado “La nueva generación”, Bullrich individualizó una obra de dos arquitectos colombianos. Se trataba del conjunto residencial Marulanda (1964-1965) de Rogelio Salmona y Hernán Vieco (fig. 8), que utilizó como una prueba de que “la influencia de Le Corbusier puede estar decayendo”.14 Con su volumetría escalonada, el empleo “brutalista” del ladrillo local y de las tejas onduladas y la disposición en abanico de los volúmenes en el terreno, la obra le parecía a Bullrich más próxima a los experimentos de Oriol Bohigas o Josep Martorell en España y, sobre todo, a los de Alvar Aalto.15 Las cuatro fotografías del conjunto acentuaban el carácter monolítico de los bloques y
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Figura 4. Taller y estación de buses en Bogotá de Álvaro Ortega y Gabriel Mesa Solano (1947).
Figura 5. Estadio de Béisbol de Cartagena de Jorge Gaitán Cortés, Álvaro Ortega y Édgar Burbano (1947).
Figura 6. Barrio La Soledad de Cuéllar, Serrano y Gómez (1952-1953).
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su pronunciada sección en ángulo de 45 grados, que producía unas fachadas triangulares que parecían aludir a las pirámides precolombinas. La nueva acepción de arquitectura colombiana propuesta por Bullrich se distanciaba del racionalismo formal y las referencias a Le Corbusier para acercarse al neoempirismo escandinavo: se caracterizaba ahora por nuevas geometrías más orgánicas, las que buscaban construir relaciones visuales y de orientación con el lugar y optimizar el uso de la mano de obra y materiales locales, principalmente mediante el uso del ladrillo. En 1975 se publicó Panorámica de la arquitectura latinoamericana, de Damián Bayón y Paolo Gasparini, por la editorial Blume con coedición de la Unesco (fig. 9). Este libro se presentó explícitamente como la continuación del libro de Bullrich, de 1969. La publicación se enmarcó dentro del estudio de las culturas de América Latina convocado por la Unesco en 1966, dentro de la colección América Latina en su Cultura —de la cual derivó otro libro significativo, titulado América Latina en su arquitectura (1975)—. Panorámica de la arquitectura latinoamericana recogía las entrevistas realizadas por el historiador argentino Damián Bayón a diez arquitectos latinoamericanos y una serie de 233 fotografías hechas por el fotógrafo ítalo-venezolano Paolo Gasparini. En el caso de Colombia, Bayón entrevistó a Rogelio Salmona. Las fotografías que acompañan la entrevista corresponden casi todas —con excepción de la plaza principal de Villa de Leyva— a obras ubicadas en Bogotá. El ensayo visual osciló entre el registro de un espacio que congrega las instituciones de la República —como la Plaza de Bolívar— y de barrios marginales ubicados en la periferia pobre de Bogotá. Entre medio, Gasparini registró la obra de tres arquitectos y una firma: Fernando Martínez, Rogelio Salmona, Germán Samper y la firma EsguerraSáenz-Urdaneta. De Salmona se publicaron fotografías del conjunto residencial El Polo, el conjunto de viviendas en San Cristóbal y las Residencias del Parque (fig. 10). Bayón y Salmona habían sido alumnos de Francastel en París y en la entrevista Salmona lo cita: “Las ciudades
en América Latina […] implican una atención — como diría Francastel— topológica, o sea, de analizar el sitio, y no solamente el sitio físico, sino el humano en el cual se van a desarrollar para crear una arquitectura que sea perfectamente consecuente con esas necesidades”.16 El arquitecto colombiano se mostraba preocupado por la poca integración socioespacial de las ciudades de América Latina y la imposibilidad de constituir “colectividades”. Estas inquietudes habrían impregnado para él el espíritu del conjunto de viviendas en San Cristóbal: “había que organizar esa comunidad, encontrar un líder, formar una pequeña agrupación […] la gente se ayuda entre sí […] se ha formado una comunidad muy coherente”.17 Luego declaraba que “Lo que me preocupa fundamentalmente es encontrar un espacio adecuado para que haya un buen desarrollo social”.18 Ese mismo proyecto demostraba su preocupación por la integración al lugar, ya que se había asegurado de “que los apartamentos tuvieran terraza y todo el confort posible, que tuvieran la mejor vista a las colinas que rodean Bogotá, que tuvieran mucho sol, etc.”.19 Por otra parte, consideraba que un arquitecto latinoamericano debería conocer la historia de la arquitectura precolombina y colonial, sobrepasar el asunto figurativo que conduce al “folklorismo” y penetrar en el verdadero significado de las formas históricas y sus condiciones ecológicas. Asimismo, debía rechazar el internacionalismo basado en principios universales. Salmona apelaba a un racionalismo constructivo que conduce al empleo de materiales y técnicas locales para la construcción y, por otra parte, a la atención topológica o entrelazamiento de la arquitectura con el lugar: […] esa arquitectura no puede ser internacional porque corresponde a un sitio muy preciso, que tiene por consiguiente características ecológicas muy particulares. A esas condiciones ecológicas, si son parecidas a las de la época colonial, hay que aplicarles el espíritu colonial, porque han hecho su experiencia, han demostrado que son perfectamente habitables, en vez de estar inventando formas que se hacen en otros lados y aplicándolas sistemáticamente aquí.20
16. Bayón y Gasparini, Panorámica de la arquitectura latinoamericana, 69. 17. Ibid., 74. 18. Ibid., 81. 19. Ibid., 81. 20. Ibid., 78 y 79.
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Figura 8. Conjunto residencial Marulanda en San Cristóbal, de Rogelio Salmona y Hernán Vieco (1964-1965). Figura 7. Bullrich, Francisco. Nuevos caminos de la arquitectura latinoamericana. Barcelona: Blume, 1969: Portada del libro.
Figura 10. Residencias El Parque de Rogelio Salmona (1968-1972).
Figura 9. Bayón, Damián y Paolo Gasparini. Panorámica de la arquitectura latinoamericana. Barcelona: Blume y Unesco, 1977: Portada del libro.
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Salmona es un creador; sin embargo, con su discurso se convierte en una figura que contribuye a definir el canon, al enunciar con nitidez una serie de principios normativos para la arquitectura colombiana. En la entrevista, enuncia los elementos que deben distinguir a la arquitectura latinoamericana, en general, y a la colombiana, en particular: promoción de la integración y el desarrollo social de las comunidades, atención a las condiciones del lugar, vinculación con la historia precolombina y colonial y uso de materiales y técnicas constructivas locales.
Architectures Colombiennes de Anne Berty (1980). La consagración europea definitiva El 17 diciembre de 1980 se inauguró en el Grand Foyer del Centro Georges Pompidou la exposición Architectures Colombiennes. Alternatives aux modeles internationaux. Se trató de la primera exhibición realizada en un centro cultural de relevancia mundial dedicada exclusivamente a la arquitectura de Colombia. La muestra, que permaneció abierta al público hasta el 9 de febrero de 1981, presentaba a la audiencia parisina cincuenta obras de arquitectura colombiana construidas en los veinte años anteriores a través de la exhibición de cerca de 150 fotografías y documentos. Junto con la exposición se publicó un afiche, a la venta durante la muestra; el suplemento Spécial Colombie del número 100 de la revista BIP de la École Spéciale d’Architecture de París (fig. 11), y un libro-catálogo de 196 páginas con título homónimo al de la exhibición, editado por Anne Berty y publicado por Moniteur. En la introducción del libro Architectures Colombiennes, Berty plantea que, a excepción de algunos ejemplos clave, en Europa se contaba entonces solo con información fragmentaria sobre la mayoría de los logros arquitectónicos contemporáneos de América Latina. Señala que, por lo general, la arquitectura de los países andinos, incluida Colombia, permanecía entonces asociada en la mente del público europeo a las cualidades pintorescas de las técnicas tradicionales y los valores de su pasado precolombino o colonial. Sin embargo, la exposición demostraba que Colombia había logrado definir una arquitectura original y propia, que había sido capaz de soslayar las trampas de un estilo internacional “estereotípico”.21 En el libro, Berty hace una breve cronología de la evolución del canon de la arquitectura colombiana
21. Berty, Architectures Colombiennes. 22. Ibid., 123. 23. Ibid., 123.
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entre 1955 y 1980. Para ella, en Colombia las formas del estilo internacional encontraron un terreno fértil para su desarrollo. En un primer momento, los modelos del racionalismo europeo se adoptaron e interpretaron con gran purismo y ortodoxia, para luego dar paso —entre 1950 y 1960— a un estilo más asertivo que tomaba como referencia las figuras del “movimiento moderno” norteamericano, como Walter Gropius, Ludwig Mies van der Rohe, Richard Neutra y Josep Lluís Sert —curiosamente europeos emigrados todos—. Esta actitud mimética podría haber esterilizado el camino hacia nuevas experiencias, pero un contexto socioeconómico favorable y una vitalidad cultural condujeron al nacimiento de una arquitectura más específica. “Las tendencias favorecidas por esta arquitectura son aquellas que catalogamos de manera algo confusa bajo los términos de ‘orgánico’, ‘expresionista’, ‘intuitivo’ […]. Los principios de la arquitectura orgánica enunciados por Wright han encontrado un eco considerable hasta el punto de corresponder a ciertas definiciones de la arquitectura colombiana”.22 Sin embargo, para Berty, definitivamente “el lenguaje plástico de Alvar Aalto, con su lenguaje humanista, transpuesto en el ambiente colombiano, introdujo y fundó la alternativa arquitectónica opuesta a la corriente racionalista”.23 Berty considera que la arquitectura colombiana hacía uso de los recursos expresivos de ambos arquitectos extranjeros y los combinaba con otras influencias externas y las inquietudes personales de los arquitectos locales bajo un enfoque “ecléctico”. Luego de esta reflexión, el catálogo muestra la Facultad de Economía de la Universidad Nacional de Colombia, de Fernando Martínez (1959), junto con la Escuela de Enfermeras de la Pontificia Universidad Javeriana (1966) y el edificio del Icfes de Aníbal Moreno (1972) (fig. 12). Seguidamente, Berty transita por los problemas que (a su juicio) plantea la vivienda individual y colectiva; revisa el barrio del club de Polo —donde destaca la etapa desarrollada por Salmona y Bermúdez (1959-1960)— y los conjuntos de vivienda colectiva de la Av. Quito de Esguerra (1962-1970) y Robledo (1962-1965), además de entregar una extensa reseña de las Torres del Parque de Rogelio Salmona (1968-1972). Comenta luego la inclinación colombiana por las escalas pequeñas e intermedias y los desafíos contemporáneos de la habitación colectiva, que ilustra con varios conjuntos de vivienda de pequeño formato (fig. 13). Finalmente, luego de una reflexión sobre la oscilación entre
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Figura 12. Berty, Anne. Architectures Colombiennes: Alternatives aux modeles internationaux. Paris: Moniteur, 1981: Edificio del Icfes de Aníbal Moreno (1968-1972). Figura 11. “A L’Occasion de l’exposition au Centre Georges Pompidou du 18 Décembre au 9 Février 81. Architecture Colombiennes”, Revista BIP Nº 10, École Spéciale d’Architecture de París: Portada de la publicación.
Figura 13. Conjunto residencial Santa Teresa de Jorge Rueda y Carlos Morales (1977-1978).
Figura 14. Conjunto La Esmeralda de Álvaro Botero y Luis Enrique Reyes (1974-1979).
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la experimentación, la tradición y la vanguardia de los arquitectos colombianos, Berty revisa extendidamente el conjunto La Esmeralda, de Botero y Reyes (1979) (fig. 14). Más adelante, la autora presenta el conjunto Savane, de Rodríguez (1964), y, de manera más profunda, el conjunto de la Fundación San Cristóbal de Salmona (1963-1968). Ambos aparecen como ejemplos de edificios que crearon un paisaje urbano a través de una arquitectura “orgánica”.24 El episodio del Pompidou resulta clave en esta narración, toda vez que supone la consolidación definitiva de un nuevo canon para la arquitectura colombiana, que podría resumirse en cinco principios fundamentales. Primero, un carácter sobrio y mesurado, que rechazaba abiertamente lo monumental y ostentoso; segundo, una preocupación por las medidas y la pequeña escala, que se expresaba en el desarrollo de conjuntos habitacionales de tamaño moderado con espacios comunes particularmente cuidados; tercero, una capacidad de síntesis de técnicas de construcción modernas y tradicionales; cuarto, un virtuosismo técnico y plástico en el empleo del ladrillo, y quinto, una atenta integración al lugar a través de recursos lumínicos y relaciones topográficas, así como mediante el uso sensible de la vegetación.25
Reflexiones finales en torno a la arquitectura colombiana En este número de Dearq —que se ha propuesto como un foro de miradas foráneas a la arquitectura colombiana— hemos querido preguntarnos por el significado del término, más allá de la simple filiación nacional, con el fin de mostrar de qué manera la comunidad internacional ha participado decididamente en la construcción y transformación de su canon. Hitchcock y el MoMA dibujaron el carácter de la primera arquitectura moderna colombiana como una mera resonancia de la producción moderna norteamericana. Los edificios corporativos de acero y vidrio y las infraestructuras de hormigón armado daban cuenta del carácter contenido de la arquitectura colombiana y su singular virtuosismo técnico, que se atribuía a factores como el clima fresco de Bogotá, pero sobre todo a una supuesta influencia cultural de Estados Unidos. Bullrich, en cambio, reconoció en el conjunto residencial Marulanda atributos que considera propiamente colombianos: el ladrillo, las formas en aba-
24. Ibid. 25. Ibid.
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nico y la atención a las condiciones del lugar. Sin embargo, para el historiador argentino estas características respondían en gran medida a un fenómeno cultural internacional —vinculado al regionalismo y el neoempirismo—, y no solo al reconocimiento de una supuesta identidad nacional. En efecto, la actitud de intentar “enraizar” un primer modernismo abstracto era una experiencia compartida, que se podía encontrar tanto en la obra de Aalto como en la de Dieste y Salmona. Salmona, por su parte, utilizó hábilmente la entrevista de Bayón para dejar en claro los principios que, a su juicio, la arquitectura colombiana debía seguir para ser considerada como tal. El entronque con el pasado preocolombino y colonial, el reconocimiento de las condiciones del sitio, el uso de materiales y técnicas constructivas locales y la construcción de espacios arquitectónicos capaces de promover la integración y el desarrollo social de las comunidades eran para él los preceptos fundamentales que debían imperar en la producción nacional. Finalmente, Berty y el Pompidou terminaron de consolidar el canon que —tomando progresivamente distancia de Hitchcock— Bullrich y Salmona contribuyeron a construir. Sin reparos, Berty desmereció las primeras experiencias modernas colombianas de los años cuarenta y cincuenta, que tanto había elogiado Hitchcock, al describirlas como el resultado de una subordinación cultural anodina y un mimetismo acrítico. Por el contrario, reconoció en la construcción de conjuntos residenciales a partir de 1960 una superación crítica de esa primera rigidez formal, a través de una integración natural del ideario de Wright y Aalto con el carácter de la tradición nacional. Así, las estructuras organizativas orgánicas, la expresión material fundada en el uso del ladrillo, el foco en el habitar humano a escala doméstica y la integración al lugar terminaron de establecerse como los principios fundantes del canon de la arquitectura colombiana como aún muchos la conciben hoy. Ahora bien, ¿por qué hemos decidido emplear la palabra canon? Sin duda, su construcción favoreció la emergencia de un imaginario reconocible, cuya nitidez puede ser considerada, al menos, útil. Sin embargo, justamente las diferentes acepciones del término canon arrojan luces sobre las fisuras y riesgos de una construcción cultural de este tipo.
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Por un lado, la palabra se refiere a un “conjunto de características perfectas” que definen un tipo ideal.26 Así, la reproducción y difusión selectiva de obras en función de elementos distintivos arquetípicos —considerados representativos de una supuesta identidad nacional— ha implicado la exclusión sistemática de un espectro amplio de edificios y arquitectos colombianos, algunos de los cuales no han gozado del reconocimiento que merecen. Ello, por cierto, ha permitido disimular las tensiones y disonancias de la producción arquitectónica colombiana, en realidad compleja y heterogénea. A su vez, la noción de canon implica la condición de una “regla o precepto”,27 es decir, de un deber-ser. Hasta cierto punto, el canon de la arquitectura colombiana ha establecido un marco normativo que ha conferido unidad; pero, al mismo tiempo, ha condicionado la autonomía expresiva y la libertad creativa de los arquitectos nacionales. Finalmente, es necesario recordar que un canon no se hace presente en la cultura como una construcción ideológica, sino que opera bajo la forma de una verdad histórica. Este disimulo permite que se instale profundamente en la cultura y, sobre todo, lo protege de su cuestionamiento. Creemos que la identificación y revisión crítica de nuestros cánones culturales es una tarea necesaria y permanente, y es la razón por la que ejercicios como el que se propone en este artículo conservan su vigencia.
Referencias de imágenes 1. Latin American Architecture since 1945. Página web del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Imágenes de la instalación del archivo fotográfico de la institución. Acceso el 5 de noviembre de 2020. https://www.moma.org/calendar/exhibitions/2436
Bibliografía 1. Bayón, Damián y Paolo Gasparini. Panorámica de la arquitectura latinoamericana. Barcelona: Blume y Unesco, 1977. 2. Berty, Anne. Architectures colombiennes: Alternatives aux modeles internationaux. París: Moniteur, 1981. 3. Bourdieu, Pierre. Cosas dichas. Buenos Aires: Gedisa, 1988. 4. Bourdieu, Pierre. El sentido social del gusto: Elementos para una sociología de la cultura. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 2010. 5. Bullrich, Francisco. Arquitectura latinoamericana: 1930-1970. Buenos Aires: Sudamericana, 1969. 6. Bullrich, Francisco. Nuevos caminos de la arquitectura latinoamericana. Barcelona: Blume, 1969. 7. Cortés, Rodrigo. Le Corbusier en Bogotá: Por un urbanismo de los tiempos modernos. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Maestría en Teoría e Historia del Arte y la Arquitectura, 2000. 8. Hitchcock, Henry-Russel. Latin American Architecture since 1945. New York: Museum of Modern Art, 1955. 9. Mondragón López, Hugo. “Arquitectura en Colombia 1946-1951: Lecturas críticas de la revista Proa. Capítulo II”. Tesis para optar al grado de Magíster en Arquitectura, Pontificia Universidad Católica de Chile, 2002. https://doi.org/10.18389/dearq2.2008.10 10. Mondragón López, Hugo y Felipe Lanuza Rilling. “El intrincado juego de la identidad: Para una arqueología de la arquitectura colombiana”. Revista Dearq, nº 3 (2008): 2-15. https://doi.org/10.18389/ dearq3.2008.01 11. Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. Espasa. https://rae.es 12. Segre, Roberto et al. América Latina en su arquitectura. México: Unesco y Siglo Veintiuno, 1975. https:// unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000017222 13. Shmidt, Claudia. “Francisco Bullrich y la historia de la arquitectura: Anotaciones en tres momentos”. Revista Vitruvia, n.º 2 (2015): 101-114. https://arqlat. files.wordpress.com/2020/03/shmidt-francisco-bullrich-y-la-historia-de-la-arquitectura-2015.pdf
26. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española. 27. Ibid.
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Interview with Carlos Comas Entrevista con Carlos Comas Felipe Hernández (Eds.)
Fernando Lara (Eds.)
Department of Architecture
School of Architecture
University of Cambridge
University of Texas at Austin
fh285@cam.ac.uk
fernandolara@utexas.edu
Carlos Eduardo Dias Comas (CC) Faculdade de Arquitetura Universidade Federal do Rio Grande do Sul ccomas@uol.com.br
Entrevista Recibido: 24 de junio del 2020 Aceptado: 15 de agosto del 2020 Cómo citar: Hernández, Felipe, Fernando Lara y Carlos Eduardo Dias Comas. “Interview with Carlos Comas”. Dearq nº. 29 (2021): 80-86. DOI: https://doi. org/10.18389/dearq29.2021.06
Abstract Editors Felipe Hernández and Fernando Lara interviewed Brazilian scholar Carlos Eduardo Dias Comas about his encounters with Colombian architecture, from the Seminarios de Arquitectura Latinoamericana in the 1980s and 90s all the way to his role in the construction of a critical assessment of modern architecture in our continent. Keywords: Modern Architecture in Latin America; Brazil; MoMA; Seminars of Latin American Architecture
Resumen Los editores Felipe Hernández y Fernando Lara entrevistaron al académico brasileño Carlos Eduardo Dias Comas sobre sus encuentros con la arquitectura colombiana, desde los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana en los años 80 y 90 hasta su papel en la construcción de una evaluación crítica de la arquitectura moderna en nuestro continente. Palabras clave: Arquitectura Moderna en America Latina; Brasil; MoMA; Seminários de Arquitectura Latinoamericana
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Brazilian architect Carlos Comas very kindly agreed to answer a few questions for this issue of Dearq. Carlos has played a central role in the formulation of a critical interpretation of modern architecture in Latin America and has been an active member of the Seminarios de Arquitectura Latinoamericana for many years. An issue questioning centrality afforded to modern architecture would not have the same value without the views of those who put it there. Similarly, the introduction of academic agendas, such as the call for embracing critically and rigorously alternative discourses that may offset traditional architectural positions, would not be valid without the challenging positions. For that reason, we though that it would be essential to include in this issue a contribution by a figure of such standing as Carlos Comas, whose insightful critique would most certainly take us to task in demonstrating why it is necessary constantly to revise positions, methodologies, theories, and to establish interdisciplinary collaborations while simultaneously strengthening our own disciplinary knowledge (architecture). On the first of June, 2019, we asked Carlos to answer seven questions, and these were his answers. CC: It is a honour, and a pleasure — of sorts, for you are forcing me to think, and thinking always hurts. Before I answer the questions that you have formulated, I must say that I am speaking from the standpoint of a male, privileged, educated middle-class Brazilian architect that came of age in the early eighties, our “lost decade”, who lives in the province but travels a lot and has a cosmopolitan outlook, teaches primarily studio and has had practical experience at the drafting table, CAD monitor, and on the building site. I am primarily interested in how buildings and spaces between buildings take shape,
from the standpoint of the producer, rather than consumer. I do not prioritize meaning, although I know buildings mean something, for if they did not mean anything, they could not work, as Umberto Eco shrewdly argued. Rather old-fashioned, I believe that the cultural status of architecture and construction are diverse. I read architecture as extraordinary construction in a way or another, true to etymology: architecture = arkhi + tekton, or “extraordinary construction”. Every work of architecture is construction, but not every building is architecture, granted that the frontiers between them are fluid. So I see a differentiation of degree and/or kind, if not a hierarchy, of building tasks and architectural concerns in almost every society. Accordingly, the history of architecture is part of, but not the whole history of, the built environment. Monuments have been conventionally architectural concerns, and shelters have been building concerns, granted that most monuments are also shelters, and a shelter can become a monument. It would be tempting to equate architecture to monuments and to associate these to the educated (often seen as oppressive) ruling classes, while referring to shelters as vernacular, or popular, and therefore associated to the subaltern. Such an assumption, however, would be wrong (partially). Our Lucio Costa says that architecture is “construction with plastic intention”,1 which is conscious in erudite architecture (his word in Portuguese for erudite is sabida, or “knowing”) and unconscious in vernacular or popular architecture. Plastic intention is a somewhat ambiguous expression, as it may refer to the producer’s aims or to the consumer’s readings, but I will stick to it for the moment, and remember the commerce between “high culture” and “low culture” went and goes both ways.
1. Costa, Lúcio, Considerações sobre arte contemporânea (1940). In: Lúcio Costa, Registro de uma vivência. São Paulo: Empresa das Artes, 1995. 608p.il.
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Who decides now that a given work is architecture and not construction is a tricky question that usually is faced at least twice, when a program is established, and when the building is finished. I have no answer for that, other than to say it is the “interested communities”, and they also decide what is good and what is bad architecture, and what is good and what is bad construction. Architecture and construction, monument and shelter — those words for me are descriptors, not value judgments. Arguably, people trained to be architects are obviously natural members of those interested communities. However, they do not hold exclusive rights to what I call “architectural knowledge”, and how this knowledge is applied to the design of the built environment. “De arquiteto, gênio e louco todo mundo tem um pouco”, I would say — everyman has an architect in his sleeve, along with a madman and a genius. Let me quote myself around 1986: "Conhecer soluções arquitetônicas é conhecer, primeiro, realizações concretas e singulares: uma sala, uma escada, um pátio, uma rua, uma casa, uma igreja, um museu, um parque, um bairro, por exemplo; em paralelo, é conhecer, ainda que de um modo vago, a estrutura formal dessas realizações: os elementos e relações geométricas que as caracterizam, as especificações técnico-construtivas envolvidas, os atributos figurativos que apresentam. Numa segunda instância, é reconhecer estruturas formais típicas, subjacentes à multiplicidade das realizações arquitetônicas concretas e singulares: identificar tipos de escada, tipos de pátio, tipos de rua, tipos de casa, e assim por diante, tendo como referência seus esquemas de organização geométrica, características técnicoconstrutivas, sua aura figurativa. Ao mesmo tempo, é saber das situações e propósitos a que estão culturalmente associadas, os tipos de problema a que são aplicáveis."2
I emphasized the last sentence to call attention to the connected nature of architectural problems and solutions, and to the fact that if a problem is not defined architecturally it cannot have an architectural solution. Otherwise, what distinguishes or should distinguish the architect from laymen — people that have no specialized or professional knowledge of architecture — is the extension and depth of her/his repertory of architectural problems and solutions, and the greater ability to manipulate that repertory, for instance, in hybridizing solutions, whether operating within one disciplinary tradition
or a collection of disciplinary traditions, high and/or low. From my point of view, this is what accounts for a modicum of disciplinary autonomy and explains why the so-called operative use of both the history of architecture and the history of the built environment is a professional given. We cannot escape it, so better be conscious of it. Eds.: Carlos, you have played a central role in the formulation of a critical interpretation of modern architecture in Latin America. However, the centrality afforded to modern architecture has been questioned very heavily recently. A dominant position today is that we ought to break away from, and surpass, our fixation with modernism. How do you face this challenge in your own work, and what would you advise to our academic colleagues in Colombia? CC: Let me address this question in two parts. First, I will address the part that concerns me, how I face the challenge, and second, what I can tell to Colombian architects. The centrality afforded to erudite architecture (of which modern architecture is a branch) has been challenged for quite a while now. If I remember, just to cite one example, MoMA – Museum of Modern Art showed “architecture without architects” in 1964. And the centrality afforded to the history of modern architecture (with CIAM – Congres Internationale d’Archietcture Moderne - and/or MoMA pedigree) too. Le Corbusier, Aalto, Lutyens were the three heroes of Robert Venturi, in 1966, and the Art Déco craze is from that decade as well. Learning from Las Vegas followed, suggesting iconographical and compositional renewal, rather than throwing modern architecture away. By the way, one of the things I admire about Henry-Russell Hitchcock is that he includes “traditional architecture in the 20th century” in his two histories, 1929 and 1958, and is frank about the problems posed to the historian by formal survival and revival: They are not exciting enough as subject matter! I do not face the challenge of breaking away from, or surpassing, modern architecture, nor do I think there is a fixation with modernism in Brazil. For better or worse, the most stimulating Brazilian work today operates consciously within a modern tradition. And this is a broad roadway, including advocacy planning and design, even favela work as spin-offs; Carlos
2. Comas, Carlos Eduardo, "Ideologia moderista e ensino de arquitetura: duas proposições em conflito." in Projeto arquitetônico: disciplina em crise, disciplina em renovação. São Paulo: Editora Projeto, 1986, p. 33-46.
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Nelson Ferreira dos Santos (1943–1989) is one of the ancestral names that come to mind. Around 1985, when the XII Congresso Brasileiro de Arquitetos was held in Belo Horizonte, and the SESC - Commercial Social Service - Pompéia by Lina Bo Bardi was inaugurated, the thinking Brazilian architect accepted a post-modern condition, but most of them, myself included, were rather unconvinced by post modern architecture, whether the branch was historicist (with Michael Graves on the figurative side and Peter Eisenman on the abstract one) or idealist (with Aldo Rossi on the figurative side and Tadao Ando on the abstract one). At the same time, I discovered, by looking at the masterpieces themselves instead of listening to discourses about them, that they belied the so-called cardinal sin of modern architecture, contempt for context and history. Of course, forms evolve, as well as the technology of construction, and the meaning of forms changes, which is something that bothers very much a lot of people and is ultimately another facet of that disciplinary autonomy. I guess a good example is our grand old man Paulo Mendes da Rocha, at once part of what I am now calling vintage, or historical, modern architecture and of the contemporary modern architecture scene, which includes now several generations and coteries, from Marcos Acayaba to Aleph Zero passing by Brasil Arquitetura, Gustavo Penna, Hector Vigliecca, Marcelo Suzuki, Isay Weinfeld, Marcio Kogan, Arthur Casas. Thiago Bernardes, Jacobsen, MMBB, SBPR, Metro, Andrade Morettin, Una, Carla Juaçaba, Arquitetos Associados, MDC. There have been great patrons too both in the private and the public sector: SESC for leisure and social services centers, and Elisabete França for low-income housing; she was the housing superintendent at the city os São Paulo3 where she coordinated the elaboration of the municipal housing plan.4 Paulo’s houses from the sixties were custom-made but conveyed an idealized vision of technology. Casa Gerassi (1990) used off-the-peg prefab elements developed for the construction of warehouses and factories; drywall is conquering the country. Our problem (in Brazil) is not too much modern architecture. It is too little quality modern architecture: lots of kitsch aimed at the middle classes, substandard shelter for the urban masses, the demise of urban design, illiterate architects and sponsors, the triumph of a shark-like mentality coupled with the victory of social planners over architects at every level of government and private enterprise.
Now let me address the second part of the question. Who am I to give advice to Colombians? I love the Caribbean Sea, salsa, coffee, stories of pirates, the majestic Andes. I admire German Samper writing in Revista Escala 35 about open and closed neighborhood design, and brick walls; those of Expressionist pathos more than those of Beaux Arts ethos, although I found Salmona’s Museo del Oro Quimbaya (1984–1985) quite impressive. I visited it in 1989, after the Seminario de Arquitectura Latinoamericana meeting in Manizales. The formality of the architecture and the exhibition design had the coldness of death and conveyed for me the violence of the Conquest in sharper terms than a more overt reference would do. Anyhow, a student of mine just finished her dissertation on brick, focusing on the work of Solano Benitez. She does mention Colombian brick, but of course could not develop fully the subject. So, how about that, a joint project about modern brick in South America? A comprehensive study including sophisticates and favelados in Colombia, Argentina, Uruguay, Brazil, Paraguay? This is an interested suggestion rather than advice, but you know, “quem não arrisca não petisca” — nothing ventured, nothing gained. Eds.: Knowing as you do the development of architecture in Colombia, what can you tell us about the importance given to the work of a limited number of figures in Colombian architecture, modernist architects, in order to build a history of the whole country? Do you see it as a risk to write a history based on the work of a handful of architects like Salmona, Sanabria, Samper, Obregon, and not many others? CC: A work of architecture is a collective project, much like a stage play or a movie. Cast of thousands! The individual architect or nominal designer is just one of them. Design decisions are not always willed by him, who usually has far less power than it is assumed. We may not like it, but a building is also a commodity, an economic asset (or liability): real estate, bien raiz, bem de raiz, which is the object of a contractual relationship. Yet, our societies do differentiate tasks, and give authorial voice to some architects, who are generally well-connected upper class or would-be upper class people, and more often than not of European descent. Those are star architects we have had throughout history — single names who receive all the credit even if
3. Superintendente de Habitação da Secretaria de Habitação da Cidade de São Paulo, 4. Plano Municipal de Habitação
Interview with Carlos Comas. Felipe Hernández y Fernando Lara [ 83 ]
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we know they have assistants, and their buildings are the product of teamwork. We take shortcuts; we use abbreviations. I recall Jorge Luis Borges, On Exactitude in Science (the original title is Del rigor en la ciencia), a one-paragraph short-story written in 1946 in the form of a literary forgery. Credited fictionally as a quotation from “Suárez Miranda, Viajes de varones prudentes, Libro IV, Cap. XLV, Lérida, 1658”, it imagines an empire where the science of cartography becomes so exact that only a map on the same scale as the empire itself will suffice. “Succeeding Generations... came to judge a map of such Magnitude cumbersome... In the western Deserts, tattered Fragments of the Map are still to be found, Sheltering an occasional Beast or beggar...” Sure, the history of the built environment is built of many histories, and that of the big monuments built by the ruling classes is one of them. It would be foolish not to recognize it and be wary of both idealization and demonization. Conversely, the bigger picture has to enter the conversation, I agree with that. Not necessarily as a separate course: Arguably, research done for studio work in relation to program and site may be the best vehicle for this reality check regarding the built environment. Eds.: As you know these architects were influenced by Le Corbusier, either because they worked with him in Paris, or because they designed buildings that look like his. Indeed, Colombian historians point out that they (Salmona, Sanabria, Samper, Lago, Obregon, etc.) were European themselves, or had European descent, and were educated in either Europe or the United States, as if that were related to the quality of their buildings. My anxiety here is that what seems to validate their work is not the quality of their buildings in relation to their sociocultural context, but the genetics, education, and professional experience of the architects. Do you see this as problematic? CC: Influence. That word. Michael Baxandall has some definitive paragraphs about that in Patterns of Invention. He accurately points out that the active element in the process is the influencer, not the influenced. Besides, “el que roba a un ladron tiene cien anos de perdón, ladrão que rouba ladrão tem cem anos de perdão, it takes a thief to catch a thief”, and we should forgive the former. Part of the success of Brazilian modern architecture has to do with the Brazilians being aware of the sources of Le Corbusier, both academic and vernacular ones.
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Voyage d’Orient reads like Influencias muçulmanas na architectura tradicional brasileira of our neocolonial promoter José Marianno Filho. No wonder that people called Pessac the Arab quarter, and Weissenhof too. And Le Corbusier did not invent any of his Five Points. He is a compiler, and that is his forte. Now, the fact that those Colombian architects you mention have been educated in Europe or the United States may be interesting, up to a point. Biography can add data to the understanding of a project and may be decisive in understanding how the project was commissioned, but biography of the star architect will never explain the collective work itself. By the way, no Brazilian star architect ever worked in Rue de Sèvres 35. What validates their work, in my view, is the way they answered to specific programs (considering program in its broadest sense, which involves why and for whom), site, budget, technological resources, and disciplinary repertory. I am all for micro-history and close reading of projects. I am not against panoramic views, have grappled with them myself, but they need to be anchored in flesh and bones. Eds.: Would you say it is time to overcome those limitations in order to develop more nuanced interpretations of our own architectural history? CC: I hope to have left it clear that I am all for both-, instead of either/or. History of architecture and history of the built environment. Design skills and social conscience. Form as a big a factor in the generation of new form as any other, and yet more often than not a subordinate one, as shows my best recent reading: Obsolescence: an architectural history, by Daniel M. Abranson. Eds.: In the early 2000s, Ramon Gutierrez wrote about architecture as a “colonized knowledge” (un “conocimiento colonizado”), precisely due to the points we just raised in question 3. Fernando and I are very interested in the notion of “decoloniality”, following the work of very influential Latin American thinkers like Anibal Quijano, Arturo Escobar, Boaventura de Souza, and Walter Mignolo. How do you see this agenda, and how do you think it could influence architectural scholarship in Latin America (perhaps in relation to question 4)? CC: “Conocimiento colonizado, conhecimento colonizado”. I am not sure my understanding of it is similar to that of Ramón, but I hate it in both versions.
INVESTIGACIÓN
Everything that comes from the north is good and everything local is bad, as much as everything local is good, and everything northern is bad. An interesting point in Enrique Dussel’s work is his observation that America was the very root of modernity, and modernity was first and foremost an Iberian undertaking, reviled later by the competing and ultimately successful Northern Protestant powers. It contradicts the SAL - Seminarios de Arquitectura Latinoamericana - promoted idea of a modernidad apropiada, this mingling of appropriated modernity and proper modernity that forgets we ex-colonials are modern to the bones from the beginning. I once wrote that marginality regarding the centers of those same Northern Protestant powers was the common condition for Ibero-American countries. That implies for sure an amount of subordination and relative backwardness. At the same time, distance also means an amount of freedom from those centers, and the possibility of doing things our own way. Economic and political dependency does not necessarily entail cultural underdevelopment, and our modern architecture provides ample proof of that. Unfortunately, this is not as generalized a feeling as it should be, partially because of the widespread adoption in our schools of foreign-written historical manuals that ignore or belittle our achievements. We have to fight Northern indoctrination at one end and a Freudian underdog complex, complexo de vira-latas, at the other end. For we are a specific case of ex-colonials. Miscegenation complicates things and so does the fact that the absolute majority of the population speaks Portuguese or Spanish. One can’t compare Algeria, for instance, with Latin America, of which Mexico and Brazil are extreme cases regarding autochthonous cultures. Neither Mexico nor Brazil can help but be at least half-European, unless one accepts the idea that Europe starts only after the Pyrenees. I like what Borges says in The Argentine Writer and Tradition, about the lucidity that comes from being simultaneously inside and outside the West. I am all for claiming that heritage. Why should we deny it? We do not believe in noble savages any longer, but cultural cannibalism is still a fascinating and powerful metaphor. As for decoloniality, what I know of it, it has not caused me much enthusiasm. It seems to stem from the guilt (as opposed to the burden) of the white man, so widespread now at those same centers of Northern Protesant power. Oddly, miscegenation is not a concern, but identity politics is, and for me that amounts to defending cultural
purity on a multi-ethnic basis. “O caminho do inferno está cheio de boas intenções (the road to hell is paved with good intentions)”. Eds.: Changing gears slightly, I wonder how you see recent developments of Colombian cities such as Medellin. It is interesting because the focus used to be Bogota, but for the past 20 years or so, the most remarkable buildings have been produced in Medellin as part of a very interesting urban improvement program. Considering that this issue is titled “Colombia from Outside”, it would be useful to learn how this experience is seen from your perspective. CC: Bogotá and Medellin, they make vivid again that the physical world matters, and architecture is a constituent element of that world. Hooray for them. Eds.: Following from the previous question, do you think that this shift, or displacement if you like — from Bogota to Medellin and other peripheral cities, from an orthodox modernism to more hybrid postures, from mostly isolated projects to interconnected assemblages of buildings — requires different academic approaches, i.e., different forms of theorization and historicization? CC: Well, it depends on what the concept is of orthodox modernism and what one understands by hybrid postures. I would argue that Le Corbusier’s posture is hybrid from the outset and that is part of its success in Brazil. Orthodox modernism to me is mostly the German Bauhaus and the International Style, the same line that revives after WWII in the hands of the likes of Max Bill, implying Fordism, Taylorism, and white smooth boxes. As for the interconnection of buildings, I would say that there is more richness to the urban thinking of modern architecture than what its detractors in the 1960s assumed, even if praxis fell victim to the obsession with the independence and specialization of urban components. The postmodern critique was shallow because it was based on a caricature. Oriol Bohigas said it concisely — we need a city of streets that are almost corridors, and blocks that are almost open. This in-between thing, this capacity for ambiguity and ambivalence — in the sense of accepting opposite things as complementary, and equally worthy of attention — this is for me fascinating, and certainly a core feature of modernism at its best.
Interview with Carlos Comas. Felipe Hernández y Fernando Lara [ 85 ]
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Eds.: Perhaps the question was poorly formulated. I don’t think we are (I am) implying that Modern Architecture, or Modern Urbanism, are (or were) wrong. Nor are we (am I) criticising Le Corbusier or CIAM here. The point that we are trying to make is that, in Medellin, there have been very good buildings (in fact, some of them easily described as modernist) that were conceived as part of an integrated urban plan, which means that their architectural merit can be found “both” in the fact that they are good buildings (erudite, special, etc.) and also in the fact that they are inherently connected with other buildings as part of an assemblage. So, I am proposing that, in a book of architecture — or architectural history — one cannot address them individually — as one could with the Museo del Oro Quimbaya — but one has to address the collectivity [like Brasilia, if you like, where the buildings are important, but the assemblage is probably more significant]. I am arguing that we need to be able to address those two dimensions simultaneously in both history and theory. CC: No, I did not think you were saying that Modern Architecture or Urbanism are wrong. I think we all agree that modern is a formal descriptor, not a value judgment. But it is true that many historians, critics and architects have acritically endorsed the freestanding independent building as intrinsically right, and that is highly debatable. So many classic histories of Modern architecture do not touch on site conditions, and urban connections. I mean, the cardinal sin I mentioned earlier, modern architecture’s contempt for context and history, is more often than not the responsibility of historians and critics and followers rather than masters. For instance, take the Pavillon Suisse as an example; how can we understand that curvilinear one-story block without taking into account that a cul-de-sac provided vehicular access? One of the good things about the research for the reconstruction of the Barcelona Pavilion was the documentation of the existing situation and how that impinged upon Mies’s design. There are many interesting essays
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on Salmona’s Torres del Parque, but I have not seen one –maybe it exists — on the whole block as an urban composition, including the building where he had his office — a good example of the almost closed block called for by Bohigas. I agree with you 100%, there are many situations where the quality of the assemblage (I say composition, that is my Beaux-Arts strain) is even more important than the quality of the constituent buildings. And I see no big difficulty in addressing those two dimensions simultaneously in theory and history, the individual building and the larger picture. At least, that is what I have been doing for a long time, or so I believe. Eds.: Carlos, the fact that we managed to agree 100% on a point may indicate this is a good place to conclude this extraordinary exchange. We would like to thank you very much for your enthusiasm to participate in this issue of Dearq, and also for offering such thought-provoking reflections. You have taken us to task for embracing the decolonial agenda proposed by our Latin American colleagues, and I understand your hesitation, just as I perceive your appreciation in many of your answers. I speak on my own behalf, but surely also on behalf of Fernando, who was unable to participate more actively in this exchange, saying that I feel inspired by our short but challenging debate. I wish we could continue this bouncing of ideas back and forth for much longer, but this issue of the journal has to be printed, and the directors of Dearq are already nervous for my delay. Once again, we are most grateful for your time, patience and enthusiasm.
References 1. Comas, Carlos Eduardo, "Ideologia moderista e ensino de arquitetura: duas proposições em conflito." In: Projeto arquitetônico: disciplina em crise, disciplina em renovação. São Paulo: Editora Projeto, 1986. 2. Costa, Lúcio. Considerações sobre arte contemporânea (1940). In: Lúcio Costa, Registro de uma vivência. São Paulo: Empresa das Artes, 1995.
INVESTIGACIÓN
PROYECTOS
LA CUARTA GEOGRAFÍA Sebastián Trujillo Torres
Interview with Carlos Comas. Felipe Hernández y Fernando Lara [ 87 ]
Dearq 29. COLOMBIA DESDE AFUERA
La cuarta geografía The Fourth Geography Sebastián Trujillo Torres Universidad Nacional de Colombia CEPT University sebastian.trujillo.torres@gmail.com Cómo citar: Trujillo Torres, Sebastián. “La cuarta geografía”. Dearq nº. 29 (2021): 88-101. DOI: https://doi.org/10.18389/dearq29.2021.09
Resumen Este artículo busca teorizar condiciones de la práctica arquitectónica contemporánea, a través de la temática de arquitectos colombianos que hayan trabajado fuera del país, lo que se denomina la cuarta geografía. Para esto, propone una metodología de mapeo que permita establecer inferencias a partir de la caracterización de los procesos y estructuras que componen seis proyectos distintos, representativos de campos operativos contrastantes. Palabras clave: práctica contemporánea; arquitectura; mapear; procesos; estructuras Abstract This article seeks to theorize conditions of contemporary architectural practice, through the theme of Colombian architects who have worked outside the country; something which is called the ‘fourth geography’. For this, a mapping methodology is proposed, which allows to establish inferences from the characterization of the processes and structures that make up six different projects, representative of contrasting operational fields. Keywords: contemporary practice; architecture; mapping; processes; structures
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PROYECTOS
Hace casi una década, Silvia Arango hizo un breve inventario del estado de la arquitectura en Colombia.1 Un diagnóstico que atestigua cómo —fuera de algunas excepciones desperdigadas por el territorio nacional— se podían observar principalmente tres geografías culturales en el país que demostraban una considerable representatividad arquitectónica: la costa atlántica, la zona antioqueña y la sabana de Bogotá. Una disposición que actualiza una narrativa que podemos rastrear incluso a Carlos Martínez quien, por otro lado, habla de un Triángulo de Oro,2 como aquel conformado por Bogotá, Medellín y Cali, que constituia el epicentro arquitectónico hacia mediados de la década de 1960. Más que debatir la consistencia de estas categorías o, incluso, su transformación, este artículo busca explorar la presencia de una cuarta geografía. Un territorio que —aun cuando no contenga límites comunes— participa de una misma autonomía de los contornos que tradicionalmente definen eso que llamamos Colombia. Una serie de territorios por fuera de esos lindes nacionales que, de forma paralela, demuestran desarrollos de amplia significación arquitectónica, bajo el liderazgo de profesionales locales colombianos. Sin embargo, este mapeo de la cuarta geografía no pretende dar un panorama completo de su composición y sus desarrollos, sino entender procesos y estructuras procedimentales
independientes que puedan contribuir al desarrollo del conocimiento disciplinar a partir de condiciones específicas. En ese sentido, para este artículo se seleccionaron seis proyectos arquitectónicos realizados en el exterior por arquitectos locales que estuvieran desligados del mainstream corporativo3 y reflejaran actitudes y tendencias asimilables al pensamiento contemporáneo. En últimas, una búsqueda por perfilar sintomatologías del ejercicio profesional contemporáneo, que paralelamente devele posibles vectores de desarrollo que informen futuros potenciales en la profesión. En esa medida, se utiliza el término geografía más desde su cualidad existencial;4 como la facultad de ordenar el mundo y significarlo a partir de sus características observables —incluso medibles— que pueden eventualmente “mapearse”. Sin embargo, interesa sobre todo entenderla como teorización de una ciencia empírica a partir de las intersecciones con condiciones políticas, ideológicas y económicas, en busca de desdibujar su positivismo para integrar factores históricamente construidos que similarmente constituyen nuestros espacios. Por lo tanto, la geografía se entiende como un cambiante conjunto de sistemas —a veces contradictorios— que imbrican una relación matizada entre territorio-espacio y cultura: algo más cercano a la visión de autores como Peter Jackson, Edward Soja o David Harvey.
1. Arango, “El lugar de lo público: Colombia, un país y tres geografías”. 2. Martínez, Arquitectura en Colombia, 6. 3. En otras palabras, la hegemonía cultural arquitectónica que abiertamente sirve al afianzamiento de las inequidades estructurales del capitalismo, y que se beneficia directamente de estas. Una cultura también asociada a la figura del “Starchitect” y las redes de información que refuerzan sus relaciones de poder (Ponzini y Nastasi, Starchitecture: Scenes, Actors, and Spectacles). En ese sentido, Luis Fernando González, en su artículo “La Biblioteca España o un cadáver exquisito de la arquitectura contemporánea”, hace una crítica aguda dentro de estas líneas, por medio de una ejemplificación criolla. 4. Bonnett, “Challenging Assumptions: Geography”, 40.
La cuarta geografía. Sebastián Trujillo Torres
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Preámbulo La relación de los arquitectos colombianos con el exterior es una materia relativamente inexplorada, en términos reflexivos. A pesar de que es familiar la conexión de los procesos arquitectónicos locales con desarrollos exógenos o globales,5 por lo general este enlace es sobrentendido como una consecución unidireccional en la cual el movimiento natural de la historia marcha desde los epicentros epistemológicos del mundo hacia sus periferias. Hacia nosotros. Una narrativa colonial sumamente presente en la arquitectura y que se actualiza por medio de figuras patriarcales recurrentes: desde Tomas Reed, en la era del romanticismo republicano y la creación del Estado liberal, a Giancarlo Mazzanti, en la era de la irrelevancia Estatal y el neoliberalismo global. Una narrativa que se ve reforzada por el esquema tradicionalista de maestro-aprendiz que persiste en la práctica arquitectónica casi de manera incuestionada y que constituye no solo el flujo natural de corrientes ideológicas, sino la lógica habituada para establecer jerarquías y poderes. Así, la historia de los arquitectos del siglo XX en países como Colombia (como muchos otros del sur global6) siguen un patrón recurrente: el viaje del héroe empieza con su humilde lucha como aprendiz bajo la efigie del maestro primermundista para eventualmente regresar con el fuego prometeico; como el hijo pródigo restituido e iluminado por la verdad.7 Claro, aunque en muchos casos esta relación ha sido fuertemente subvertida,8 la problemática yace en su instauración como statu quo y su naturalización en el interior de la disciplina. Lo interesante de estudiar la cuarta geografía; por tanto, es precisamente el revelar estos esquemas no como absolutos e inquebrantables, sino como relativos y contingentes. Es evidenciar que quienes supuestamente ocupan el papel subor-
dinado y marginal, por otro lado, pueden desempeñar un rol transformativo e incluso central. En esa medida, la Sociedad Colombiana de Arquitectos de Nueva York viene llevando a cabo los Premios de Arquitectura de la Diáspora Colombiana, que precisamente han pretendido visibilizar la actuación de arquitectos ‘locales’ en la globalidad. En sus tres iteraciones —2012, 2014 y 2016— han hecho un esfuerzo interesante por exponer trabajos de toda índole: desde infraestructuras corporativas (Víctor Utria en Sudáfrica, Jorge Uribe con Foster + Partners, Hembert Peñaranda en Italia, Daniel Saavedra o Juan Gabriel Moreno en Estados Unidos) a formalismos vanguardistas (Gloria Andrade en Estados Unidos, Mauricio Cárdenas en Italia y Lina Toro en España) y unos pocos ejemplos de arquitectura socialmente consciente (Mauricio Castaño Giraldo en Panamá, Carolina Saldarriaga con el Laboratorio Nómade en Perú y Abraham Aragón con Comunal en México). Una compilación sugestiva que, aun cuando denota esa plétora fascinante de acercamientos de la contemporaneidad, aplica en sus convocatorias un subtexto de conquista del sueño americano bajo un estandarte identitario muy claro. Por lo tanto, lo que se busca aquí es investigar esa misma diversidad, pero evadiendo los laberintos de la identidad. Más que caer en la trampa de asumir a ‘Colombia’ como una categoría esencial (que define intrínsecamente en términos étnicos, políticos, culturales y demás) enfrentada a una exterioridad hostil (el capitalismo global), es importante examinar el problema desde una perspectiva pragmática; esto es, de confrontaciones contextuales. Por lo tanto, mapear la cuarta geografía implica entender las fuerzas y procesos que conforman las prácticas proyectuales, más que analizar formalidades o estéticas resultantes en cada caso.
5. Desde textos fundacionales, como Historia de la arquitectura en Colombia, de Silvia Arango, se explicita la influencia de la cultura arquitectónica europea desde los siglos formativos al modernismo de la arquitectura colombiana. En el modernismo temprano, sabemos la importancia de figuras como Karl Brunner, Vicente Nasi o Bruno Violi, quienes tuvieron una práctica significativa fuera de Colombia, así como en el cenit del modernismo, con arquitectos formados en Colombia con un impacto internacional: Rogelio Salmona con su proyecto de viviendas en Méndez Álvaro (Madrid) o Germán Samper con su proyecto experimental de vivienda del Concurso PREVI (Lima). 6. Balkrishna Doshi en la India, por ejemplo, demuestra esta tipología al haber sido discípulo de Le Corbusier y Louis Kahn, para luego convertirse en una de las figuras fundacionales de la arquitectura de su país. 7. Cabe resaltar que el uso de pronombres masculinos es intencional, dado que estas tipologías están también basadas en estructuras de poder patriarcales, cuya persistencia es conocida y ampliamente documentada. Véase Stratigakos, Where Are the Women Architects? 8. Desde el punto de vista ideológico, es bien conocido el caso de Rogelio Salmona, que regresó del 35 rue de Sèvres en París para hacer una arquitectura desligada de los cánones del modernismo internacional.
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PROYECTOS
Mapear la práctica
Como ya se había mencionado, para este artículo se eligieron seis propuestas distintas que ilustran diferentes campos operativos en la cuarta geografía. Sin embargo, estas se seleccionaron de un conjunto más amplio que incluía propuestas como Estación Espacial Arquitectos con su centro juvenil en Hua-Fai (Tailandia), que demuestra un interesante planteamiento de arquitecturas de código abierto, HUSOS, y su reconocida renovación de un apartamento en Madrid (España) con una interesante cercanía a las vanguardias madrileñas encabezadas por Andrés Jaque y la Oficina de Innovación Política; Studio Cárdenas, con su Cocoa Cluster en Milán (Italia); DOSMASUNO Arquitectos, con su Centro Municipal de Servicios Sociales en Madrid (España); AGENDA Agencia de Arquitectura + Dellekamp Schleich Arquitectos, con su centro comunitario en Jojutla (México), o Juan Pablo Ortiz Arquitectos, con el Archivo General de la Nación en Ciudad de México, entre otros.9 Lo que todas estas propuestas tienen en común es precisamente que traspasan el simple hecho de localizarse en la cuarta geografía para así revelar explícitamente condiciones arquitectónicas que conllevan aportes disciplinares. Las seis elegidas, representan en sí mismas instancias marcadamente diferentes dentro de un espectro bastante amplio de la práctica. Para esto, los líderes de cada práctica fueron entrevistados para conocer en detalle el desarrollo de su propuesta y —seguidamente— se realizó un ejercicio de mapeo de las distintas estructuras procedimentales y procesos proyectuales que se llevaron a cabo a través de su desarrollo, de tal manera que se pudieran visibilizar las diferencias de los campos operativos de cada cual. En ese sentido, la arquitectura no se explora como un producto formalizado —es decir, no se investiga desde un lente estético, escalar o tipológico—, sino como el resultado de diversas fuerzas heterogéneas; una compleja negociación entre agentes y circunstancias con cambiantes capacidades de poder de decisión. En esa medida, quienes ejercen la arquitectura juegan un rol intermediario entre diversas pujas, las cuales resultan eventual-
mente tangibles en el espacio construido. Por ende, los mapas reflejan precisamente cómo ese juego de tensiones entre diversas condiciones contrastantes10 (por ejemplo, el hecho de que un proyecto contraiga funciones pragmáticas o especulativas o que el método de proyección sea contingente más que estructurado) derivan en la tendencia a ocupar ciertos campos operativos, es decir, marcos de acción y pensamiento desde donde se toman decisiones proyectuales en relación con el contexto, las herramientas, el paradigma disciplinar o una indagación particular, entre otros (figura 1). Igualmente, es importante recalcar el propósito de estos mapas —o esta metodología de mapeo en sí— no como una búsqueda por tomar partido o encasillar categóricamente los distintos acercamientos (en términos de bueno o malo, aprobado o desaprobado), sino por conmemorar el hecho de que no existe una fórmula o un camino único para realizar arquitectura de cualidades espaciales y simbólicas de gran riqueza y complejidad en la cuarta geografía. Algo de aparente obviedad, pero que asume valor en la medida en que legitima estas diversas posibilidades de acción desde sus propias condiciones específicas, por fuera de canales predeterminados. Incluso, a pesar de que intuitivamente se pueda divisar el orden o la consecución de estas propuestas (sin la necesidad de acudir a los mapas), el rol —justamente— de estos mapeos de estructuras y procesos es entender de dónde surgen estas diferencias contrastantes o cercanías asimilables y así exhibir qué podemos aprender de cada cual. En ese orden de ideas, de la misma forma en que no se busca hacer un ranking de arquitecturas en la cuarta geografía, el orden de las propuestas se articula como una sucesión de coincidencias y cercanías, que resulta en una gradación donde lo primero y lo último conciernen a condiciones interesantemente contrastantes. Se busca entonces resaltar el enorme valor que cada postura posee, en conjunción con los posibles aprendizajes que pueden surgir del estudio de cada cual y del porqué es importante seguirles la pista a estos arquitectos.
9. Vale la pena mencionar otras oficinas de arquitectura que han trabajado en el exterior como: TALLER (China), Simón Vélez con Stefana Simic (Francia), Plan: B (Estados Unidos), Daniel Bonilla (Alemania), El Equipo de Mazzanti (Italia) o Felipe Uribe de Bedout (El Salvador). 10. Estos conceptos no se entienden como binarios absolutos y opuestos, sino se hace hincapié en el hecho de que contrastante implica una diferencia variable e, incluso, cuantificable.
La cuarta geografía. Sebastián Trujillo Torres
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Figura 1. Diagrama metodológico para el mapeo de campos operativos. Fuente: Elaboración propia.
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Figura 2. Mapeo 1. Arquitectura expandida: COMMUNauté Chêne Pointu; provocaciones tácticas en Clichy-sous-Bois. Fuente: Elaboración propia.
“De la poética del tornillo a las controversias territoriales”11 Arquitectura Expandida y sus provocaciones tácticas En 2017, Arquitectura Expandida hizo parte de la residencia artística Cosmopolis#1: Collective Intelligence, gestionada por el Centro Georges Pompidou y Ateliers Médicis, en la que —a partir del requerimiento de un proyecto de diseño urbano en la periferia metropolitana de París (Clichy-sous-Bois)— proponen una serie de mobiliarios urbanos móviles para investigar los conflictos constitutivos de los espacios comunes. En este caso, el contexto es el proyecto. Desde la constatación de normativas urbanas (como herencia moderna manifestada en procesos de segregación y guetificación) a la reivindicación pública del sentarse (como acto político) o el reconocimiento del juego no domesticado (como manifestación cultural legítima), el proyecto articula diversas escalas de acción y pensamiento por medio de una premisa básica: provocar el diálogo. Para esto, los arquitectos viven con la comunidad a lo largo de los cinco meses que dura la residencia, para cartografiar las complejidades socioculturales en las que ellos mismos se imbrican, generando tácticas espaciales en colectividad que resultan difíciles de categorizar en términos arquitectónicos. Estas “provocaciones tácticas” surgen así de un activismo comunitario ampliamente informado y estructurado, que se manifiesta a través de un vocabulario plástico ad hoc reticente a las estrictas predeterminaciones de la gobernabilidad y su respectivo urbanismo top down. En esa medida, usan tanto los puntos ciegos administrativos (insuficiencias infraestructurales, limitaciones burocráticas e imaginarios colonialistas) como
las dinámicas urbanas preexistentes en la comunidad (la cultura hiphop, los sistemas de juego o los eventos comunitarios) para recalibrar lógicas de poder en el espacio. Aunque el proyecto estaría en capacidad de evocar ciertas imágenes del urbanismo táctico y otras prácticas horizontales, lo que este equipo propone traspasa fundamentalmente sus lugares comunes. Arquitectura Expandida busca abordar problemáticas estructurales a través de negociaciones humanizadas, críticas agudas al establecimiento y empoderamiento ciudadano, que derivan en transformaciones espaciales contingentes, donde la estética resulta accesoria. Incluso, si bien metodológicamente podría asociarse a prácticas como las de Santiago Cirugeda, Atelier D’architecture Autogérée y Raumlabor en Europa —o Al Borde, Entre Nos Atelier y Semillas en Latinoamérica—, se sitúa en un nicho disciplinar significativamente distinto. Algo interesante de esta práctica —en vista de sus provocaciones tácticas— es cómo las experiencias comunitarias colombianas reverberan en procesos regenerativos en —lo que generalmente se entiende como— uno de los centros epistemológicos del mundo. El esquema del humanitarismo heroico se ve remplazado por sistemas de colaboración descentralizada, donde iniciativas de activismo territorial bogotano informan procesos de regeneración cultural en la banlieue parisina: de las controversias territoriales a la poética del tornillo.
11. Ana López Ortego, entrevistada por Sebastián Trujillo Torres. Procesos y estructuras de las provocaciones tácticas en Clichy-sous-Bois (20 de agosto de 2020).
La cuarta geografía. Sebastián Trujillo Torres
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Figura 3. Mapeo 2. Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB: Parque Industrial y Cultural Barquisimeto. Fuente: elaboración propia.
Experimentos colectivos de una arquitectura progresiva Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB y la reingeniería de un parque industrial En 2015, Antonio Yemail se asocia con Alejadro Haiek e INSITU —con sus respectivos equipos— para desarrollar un encargo de la Comisión Presidencial Venezolana por la Paz y la Vida, que consistía en la proyección de espacios públicos y de recreo a las afueras de Barquisimeto. Lo que inicia bajo una consigna infraestructural básica, se desarrolló como un proceso colectivo de experimentos constructivos que dieron lugar a una serie de amplias transformaciones sociales. Este “parque industrial” —llamado así como referencia al lugar intervenido cuyas dinámicas funcionales se reestructuraron en nuevas secuencias operativas— ofrece una apuesta radical en la resignificación de muchos procesos proyectuales. En esta propuesta, aunque la autoría no se anula —enteramente— lo cierto es que se diluye por medio de una serie de técnicas colaborativas que superponen la sofisticación del diseño arquitectónico e industrial con inteligencias comunitarias y tradiciones constructivas vigentes. Sinergias que llevaron no solo a una evolución del proyecto con base en descubrimientos empíricos, sino también a una transferencia tecnológica en ambos sentidos. Algo que, naturalmente, implicó la ausencia de un esquema básico o inclusive un anteproyecto, pues el proyecto se asimiló como una iniciativa de diseño en tiempo real, en el cual las iteraciones entre dibujo, prototipado y construcción eran
circulares. En este esquema, los errores son bienvenidos como sucesos de aprendizaje. En esa medida, las tipologías arquitectónicas surgen como resultantes híbridas que atienden necesidades programáticas comunitarias (pabellones que albergan restaurantes, talleres, centros de información y demás) en un estadio intermedio entre lo pragmático y lo especulativo. Una condición sumamente sugestiva, ya que comprende una normativización del uso del suelo no por medio de predisposiciones abstractas —ejercidas vehementemente por sistemas burocráticos obtusos—, sino por las necesidades contingenciales de la ciudadanía: “la comunidad es la curaduría”.12 Aunque lo ‘experimental’ en este caso puede confundirse con una connotación formal, en realidad se asocia con las prácticas proyectuales empleadas que finalmente se cualifican con una estética particular. Una estética que funciona como estrategia de valorización material y reprogramación simbólica de contextos marginalizados; pero que en sí misma no es el fin. Experimentos que surgen de una relectura crítica de la modernidad latinoamericana —en colación a desarrollos de una nueva inteligencia arquitectónica global—, donde no hay necesidad de grandes verdades inalienables, sino pequeñas verdades parciales, que se ensayan en el rigor de la práctica.
12. Antoni Yemail y Alejandro Haiek, entrevistados por Sebastián Trujillo Torres, Procesos y estructuras del Parque Industrial de Barquisimeto (25 de agosto de 2020).
[ 94 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 88-101. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Figura 4. Mapeo 3. Castro Arquitectos: El recoveco-pabellón para Mextropoli. Fuente: elaboración propia.
La acumulación del tiempo o de la intuición como razón profunda Castro Arquitectos y el Recoveco En 2016, Lorenzo Castro fue invitado a construir un pabellón escultórico en el Parque de la Alameda (Centro Histórico de la Ciudad de México), para el festival de arquitectura y ciudad Mextropoli. Diseñado y gestionado en un periodo de tres meses, erigido alrededor de la Fuente de Mercurio en un solo día y con una vida útil de una semana —para luego ser desmontado y reciclado—, esta propuesta asume su excepcionalidad en la medida en que ocupa un tiempo, más que un lugar: el tiempo formalizado como evento arquitectónico, tanto como cita histórica. En este caso, la historia es el contexto. Su nombre, Recoveco, alude a ciertas estrategias espaciales de la arquitectura mudéjar y andalusí —como en el caso de la entrada a la Alhambra—, mientras referencia el Museo Experimental El Eco de Mathias Goeritz. Ambos sirven como modelos procedimentales para el desarrollo de la propuesta: en tanto el primero otorga pautas espaciales, el segundo concede valores perceptuales (especialmente en relación con el Manifiesto de la arquitectura emocional). Evidentemente, estos modelos no se utilizan en términos figurativos, sino como pistas del tiempo acumuladas por el ejercicio práctico-reflexivo y que resultan en una metodología de diseño intuitivo. Un hacer donde el raciocinio está intrínsecamente ligado a procesos históricos significativos, in-
teriorizados casi a un nivel instintivo; integrados a una “razón profunda”.13 La propuesta, así concebida, se consolida como manifestación efímera de condiciones persistentes. Asimismo, la colectivización progresiva de este proceso permitió una asimilación de diversas subjetividades como construcción intuitiva. A pesar de que existía la figura del arquitecto principal (asumiendo una clara posición de liderazgo centralizado), el desarrollo del proyecto por parte del equipo de diseño de su taller (en constante intercambio con los arquitectos y carpinteros mexicanos), reforzado por la participación de estudiantes en el proceso (apoyando en términos de modelado y montaje), resultó en una construcción que gestiona la diversidad en distintos niveles paulatinos, para luego desaparecer. Aunque resulta difícil categorizar esta metodología en términos paradigmáticos específicos —lo cual constituye en sí un fenómeno contemporáneo generalizado—, se puede inferir que, a pesar de su imagen novedosa, el proyecto no pretende inventarse nada; reinterpreta contextos desde un generalismo poético, cuya innovación surge del reconocimiento de la imposibilidad de la obra original y, a partir de esta premisa elemental, asume modestamente su exploración de forma inesperada.
13. Lorenzo Castro, entrevistado por Sebastián Trujillo Torres, Procesos y estructuras del pabellón El Recoveco (18 de agosto de 2020).
La cuarta geografía. Sebastián Trujillo Torres
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Figura 5. Mapeo 4. Studio Cadena: Happy. Fuente: elaboración propia.
Los usos de la ambigüedad y otras metodologías abiertas Studio Cadena y su pabellón en el Flatiron Plaza En 2018, Benjamín Cadena ganó un concurso gestionado por el Van Alen Institute, para construir un pabellón bajo el amparo del Flatiron 23rd Street Partnership, en el Flatiron Plaza de Nueva York. Lo que inició como una convocatoria abierta para intervenciones de espacio público —que propiciaran la actividad urbana en invierno— resultó en una propuesta que equitativamente es una resolución abierta a las posibilidades contingentes del lugar. Esta intervención asume el contexto no necesariamente como algo físico, sino como una serie de fuerzas que trabajan en dos sentidos. Por un lado, existen los lineamientos absolutos del establecimiento —que rígidamente reglamentan aspectos de seguridad, ocupación, volumetría y demás—; por otro, una corriente de voluntades —perceptuales, materiales, formales y demás— que se adaptan a las posibilidades que ofrecen los primeros. Lo que usualmente se asumiría como una serie de constricciones prohibitivas (o limitantes creativas), en este caso se entienden como potencialidades: el proyecto se nutre de la negociación inevitable con la realidad. En esa medida, el resultado es un espacio público dentro de otro, el cual, a pesar de apelar a recursos figurativos de repre-
sentación, permiten establecer una amplia conversación con una multiplicidad de experiencias y actitudes. No existe un compromiso ideológico ni la instauración de una gran verdad; la ambigüedad es su orden. Una metodología proyectual de la imprecisión (contrastada con un rigor normatizado en la manufactura) que fluctúa “entre lo más práctico y lo más esotérico”14 y que, aun cuando algunos podrían asociarla con lo que Zaera-Polo llama “el ascenso del populismo”,15 tal vez se podría acercar más a una estrategia de “espacio suelto”.16 Una práctica que implica la ausencia de una definición exclusiva y cerrada de cualidades funcionales, temporales o simbólicas que, por el contrario, prospera en el potencial de la indeterminación. Asimismo, es interesante observar cómo este acercamiento se alinea con actitudes más amplias, que buscan focalizar el declive de la función dogmática disciplinar. Evidencia, asimismo, cierto agotamiento con la sobrediscursificación de la arquitectura y el advenimiento del giro poscrítico,17 tan característico de la escuela anglosajona de principios de este siglo. En esa medida, aunque la propuesta no se puede circunscribir a límites precisos de la práctica, sí hace eco de ciertas tendencias conceptuales y procedimentales específicas al contexto donde actúa.
14. Benjamín Cadena, entrevistado por Sebastián Trujillo Torres, Procesos y estructuras de ‘Happy’ (18 de agosto de 2020). 15. Zaera-Polo y Fernández Abascal, “Well Into the 21st Century”, 7. 16. Franck y Stevens, Loose Space: Possibility and Diversity. 17. Liderado por figuras como Michael Speaks, Stan Allen, Sylvia Lavin, Robert Somol y Sarah Whiting —entre otros— el giro poscrítico es una réplica (antagonista) a la escuela de pensamiento instaurada por arquitectos como Peter Eisenman y Michael Hays, que había dominado las escuelas de arquitectura estadounidenses más importantes desde los años ochenta. Mientras la teoría ‘crítica’ favorecía figuras discursivas asociadas a la filosofía y las ciencias sociales (con una preferencia por lenguajes inescrutables), sus contradictores lo asociaron con una metodología crítica neomarxista, que lo que hacía era reproducir retórica con índole ideológico. En contraposición, los poscríticos empezaron a favorecer estrategias de diseño cercanas a las lógicas del mercado y competencias de la inteligencia militar (Saunders, The New Architectural Pragmatism), llegando a deslegitimar casi completamente el valor mismo de la teoría (Speaks, “After Theory”).
[ 96 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 88-101. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Figura 6. Mapeo 5. Laboratory for Architecture and Urban Design: Villa Tuileries. Fuente: elaboración propia.
La estereotomía como transgresión y sus destrezas normativas Laboratory for Architecture and Urban Design y la villa a las afueras de Ginebra En 2015, Andrés Ojeda Umaña —director del Laboratory for Architecture and Urban Design— recibió el encargo de diseñar una casa prototípica en Bellevue, a las afueras de Ginebra (Suiza). La búsqueda de la entidad promotora que respaldaba este experimento era indagar en la posibilidad de introducir un lenguaje arquitectónico contemporáneo en un contexto urbano tradicionalista. El contexto específico del proyecto, por consiguiente, estaba formado por condiciones abstractas que tendían a una generalización establecida y las circunstancias concretas del lugar, caracterizadas por los colindantes elementos naturales. En consecuencia, el proceso de diseño funcionó como una herramienta de negociación entre obtusas prescripciones formales y volumétricas —la normativa reaccionaria de un pueblo conservador— y la búsqueda por un lenguaje formal contemporáneo, a través del cual se pudiera abrir el elemento arquitectónico “como un embudo”18 hacia el bosque y el arroyo adyacentes. De esta forma, la estereotomía —como procedimiento de sustracción y adición volumétrica, en un marco de composición formal— se constituyó como una estrategia que permitió cumplir la normativa, mientras se alcanzaban las metas latentes del diseñador y del promotor. Una estrategia que posibilitó la transgresión de las implícitas expectativas figurativas, para lo-
calizar la propuesta en un diálogo con paradigmas disciplinares más amplios (podría decirse, incluso, un diálogo semperiano característico de la escuela suiza), en tanto se asimilaba una relación muy específica y controlada con el contexto natural. Por lo tanto, es importante examinar estos procedimientos estereotómicos del proyecto no necesariamente por sus efectos estéticos, sino por sus cualidades procedimentales. Una serie de destrezas enfocadas en conciliar la rigidez burocrática con alternativas disímiles de proyección espacial. Asimismo, esta propuesta también es interesante porque se enmarca dentro de un esquema identitario opuesto al convencional. En muchos contextos del sur global —donde Colombia no es una excepción— es conocida la tipología del diseñador extranjero que irrumpe en el contexto por medio de proyectos que proclaman nuevas verdades, paradigmas desconocidos y voluntades aparentemente renovadas. Inserciones posibilitadas por sistemas de privilegio implícito, que hacen eco a lógicas coloniales. Por otro lado, es en este caso un colombiano —en un contexto centroeuropeo— el que asume la posición de introducir la ‘novedad’ en medio de ligaduras culturales muy estrictas. Y aunque no sea un problema invertir esquemas epistemológicos, sí es una cuestión de relativizarlos y, en esa medida, esta propuesta asume una gran significación.
18. Andrés Ojeda Umaña, entrevistado por Sebastián Trujillo Torres, Procesos y estructuras de la villa Tuileries (20 de agosto de 2020).
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Figura 7. Mapeo 6. Atelier García: Louvered Townhouse. Fuente: elaboración propia.
Sobre pistas de lo impredecible y negociaciones con lo predecible Atelier García y sutownhouse en Brooklyn En 2006, Orlando García empezó a diseñar un proyecto en el Columbia Street Waterfront District de Brooklyn. Lo que inició como una galería de arte en un lote industrial, eventualmente pasó a ser un edificio de uso mixto (comercial-residencial) y, finalmente, un edificio de vivienda que inició su construcción en 2012. Un proceso largo y tortuoso que revela una relación peculiar entre la arquitectura y el mercado, donde este último se manifiesta como mecanismo volátil e impredecible capaz de transformar radicalmente la manera en que el arquitecto asimila problemas de diseño. Un vínculo que se ve aún más intensificado en una ciudad como Nueva York —la capital del capital19— y que resulta en un propósito muy específico: vender.
cia solar directa), que obliga a tener persianas, se asume en cambio como celosías continuas: la temática del proyecto. La inevitable tipología del townhouse —que precisa una serie de relaciones espaciales definidas— se suplementa con flujos imprevistos y pequeñas sorpresas visuales. La expectativa matérica del brownstone neoyorquino —como requisito estético implícito— se interpreta por medio de una propuesta oscurecida y homogénea, que termina caracterizando la fachada principal.
Sin embargo, esta relación no es tan simple como parece. La particularidad de este proyecto es que, a pesar de estar embebido en estas condiciones tan predecibles de la contemporaneidad —donde hay una clara mercantilización de la arquitectura—, el rol del diseñador se centra precisamente en la búsqueda de aquellos otros factores que demuestren impredecibilidad: asumir así el problema desde la responsabilidad de lo posible y en busca de una respuesta sensible.
Lo que en últimas interesa de esto es que, de cierta forma, representa un esquema de práctica profesional que no es exclusivo a la cuarta geografía: los arquitectos, como subordinados a la potestad del mercado, cuya autoridad navegan por medio de decisiones reducidas. Sin embargo, este esquema, por lo general, produce edificios genéricos que no contribuyen nada en términos disciplinares, ni tampoco en la construcción del paisaje urbano. Por otro lado, esta propuesta demuestra la posibilidad de asumir la agencia del diseño por fuera del naturalizado absolutismo procedimental del capitalismo, en un contexto particularmente inexorable. Es una muestra de lo impredecible, en un estricto marco de lo predecible.
Esto surge de leer pistas contextuales. Señales que indiquen puntos de fuga, posibilidades de cambio. Posibles actuaciones que asienten la oportunidad de sorpresas proyectuales. De esa manera, la adversidad climática (específicamente, la inciden-
Dada la naturaleza de esta breve investigación, más que conclusiones definitivas, parece más adecuado resaltar de modo breve ciertos encuentros singulares que nos permitan especular sobre desarrollos disciplinares potenciales.
19. “Capital of Capital” (Jaffe y Lautin 2014) es una investigación que rastrea y localiza el epicentro de la industria bancaria en la ciudad de Nueva York respecto a su evolución como centro financiero internacional. Un desarrollo económico que daría forma no solamente a las estructuras políticas estadounidenses (desde los inicios precarios de los bancos en el siglo XVIII y su eventual relación con la independencia, pasando por los primeros bancos nacionales, la Gran Depresión y el Occupy Wall Street), sino al capitalismo contemporáneo del mundo entero.
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PROYECTOS
Inferencias contingentes
Por un lado, es importante recalcar que —en gran medida— el valor principal de los proyectos seleccionados radica en las diversas relaciones sensibles y profundas que establecen con condiciones contextuales, a pesar de enmarcarse dentro de categorías identitarias difusas. Los miedos y nostalgias que antes despertaba la globalización, ahora podemos reexaminarlos desde las oportunidades que despierta. Así, la disolución de los absolutismos identitarios ha producido nuevas arquitecturas contextuales que usan estrategias imaginativas para construir cultura, participación y colaboración, en muchos casos reafirmando voluntades comunitarias o ciudadanas. Prácticas inventivas, construidas bajo sistemas de activa cooperación con múltiples agentes —más que a través de herencias instructivas— que progresivamente dependen menos de metanarrativas o paradigmas fijos, para manufacturar certezas circunstanciales que se adaptan a la inmediatez relevante. Es esta, por tanto, una de las cualidades transversales preeminentes de la cuarta geografía. En lugar de absolutismos fijos, sus campos operativos se consolidan por medio de la sagaz comprensión y asimilación de contingencias cambiantes, en contraste con las predisposiciones normativas de contextos que generalmente expresan una inexorable inflexibilidad. Por tanto, el valor de los proyectos no surge linealmente de capacidades o predisposiciones implícitas; en otras palabras, no es necesariamente una relación causal entre ‘talento’ y arquitec-
turas excepcionales. Es, al contrario, una destreza o inteligencia ad hoc que permite navegar complejas situaciones inestables desde la conceptualización hasta la implementación, imbricando condicionantes económicas, normativas, sociales y políticas. Por tanto, es una competencia para maniobrar circunstancias de tal manera que todas las partes interesadas resulten beneficiadas del proceso. Y aunque esto no niegue virtuosismos subyacentes —como generalmente los entendemos—, es importante recalcarlos, a modo de componentes suplementarios dentro del proceso, mas no necesariamente atributos centrales. Tal comprobación, consecuentemente, tiene implicaciones formativas. Lo que podemos aprender de estas prácticas es el tipo de inteligencias requeridas para navegar por el ámbito profesional contemporáneo, donde se vuelven fundamentales habilidades como la negociación y la colaboración, tanto como la improvisación, que toma tanta relevancia como la planeación: entender un problema —o una oportunidad— radica en la resolución de su particularidad diferenciada. En esa medida, la cuarta geografía se plantea no solo como un campo de experimentación con gran potencial investigativo, sino un territorio crecientemente sugestivo sobre el cual actuar.
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Figura 8. Síntesis de los mapeos. Fuente: elaboración propia.
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PROYECTOS
Bibliografía 1. Arango, Silvia. Historia de la arquitectura en Colombia. Bogotá: Sociedad Colombiana de Arquitectos, 1989. 2. Arango, Silvia. “El lugar de lo público: Colombia, un país y tres geografías”. Arquitectura Viva 138 (2011): 26-31.
11. Martínez, Carlos. Arquitectura en Colombia. Bogotá: PROA, 1963. 12. Ojeda Umaña, Andrés. Entrevista de Sebastian Trujillo Torres. Procesos y estructuras de la Villa Tuileries, 20 de agosto de 2020.
3. Bonnett, Alastair. “Challenging Assumptions: Geography: What’s the Big Idea?”. Geography, 97, n.º 1 (2012): 39-41.
13. Ponzini, Davide y Michele Nastasi. Starchitecture: Scenes, Actors, and Spectacles in Contemporary Cities. New York: The Monacelli Press, 2016.
4. Cadena, Benjamín. Entrevista de Sebastian Trujillo Torres. Procesos y estructuras de ‘Happy’, 18 de agosto de 2020.
14. Saunders, William S. The New Architectural Pragmatism. Minneapolis, London: University of Minnesota Press, 2007.
5. Castro, Lorenzo. Entrevista de Sebastian Trujillo Torres. Procesos y estructuras del pabellón El Recoveco, 18 de agosto de 2020.
15. Soja, Edward. Postmetrópolis. Madrid: Traficantes de Sueños, 2008.
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16. Speaks, Michael. “After Theory”. Architectural Record (2005): 72-75. 17. Stratigakos, Despina. Where Are the Women Architects?. Princeton and Oxford: Princeton University Press, 2016. 18. Téllez Castañeda, Germán y Alberto Saldarriaga Roa. Twenty Biennals of Colombian Architecture. Bogotá: Sociedad Colombiana de Arquitectos, 2006. 19. Trujillo Jaramillo, Sergio. Arquitectura en Colombia y el sentido del lugar. Bogotá: Sociedad Colombiana de Arquitectos, 2004. 20. Yemail, Antonio y Alejandro Haiek. Entrevista de Sebastian Trujillo Torres. Procesos y estructuras del Parque Industrial de Barquisimeto, 25 de agosto de 2020. 21. Zaera-Polo, Alejandro y Guillermo Fernández Abascal. “Well Into the 21st Century: The Architectures of Post-Capitalism?”. El Croquis n.º 187 (2016): 1-20.
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“De la poética del tornillo a las controversias territoriales” Oficina: Arquitectura Expandida Proyecto: COMMUNauté Chêne Pointu Lugar y Fecha: Región Paris, Francia. 2017-2018-2019 Fotografía: Arquitectura Expandida (Harold Guyaux, Ana López Ortego, Viviana Parada)
Las Islas. Marcando el territorio ¡Somos el 9-3!
[ 102 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 102-113. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
COMMUNauté Chêne Pointu; provocaciones tácticas en Clichy-sous-Bois. Arquitectura Expandida
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[ 104 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 102-113. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Cartografía del movimiento de los muebles
COMMUNauté Chêne Pointu; provocaciones tácticas en Clichy-sous-Bois. Arquitectura Expandida
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Arriba: El saco de boxeo Abajo: Los Arcos Derecha: El Sube y Baja
[ 106 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 102-113. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
COMMUNauté Chêne Pointu; provocaciones tácticas en Clichy-sous-Bois. Arquitectura Expandida
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La mecedora
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El banco
[ 110 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 102-113. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Superior-Derecha: COMMUNAUTÉ VOL.2: Pong-Ping Central-Izquierda: El Oasis Central-Derecha: COMMUNAUTÉ VOL.2: Los Arcos 2.0
El Oasis
COMMUNauté Chêne Pointu; provocaciones tácticas en Clichy-sous-Bois. Arquitectura Expandida
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El incómodo
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Experimentos colectivos de una arquitectura progesiva Oficina: Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB Proyecto: Parque Industrial y Cultural Barquisimeto Lugar y Fecha: Barquisimeto, Venezuela. 2015 Fotografía: Irina Urriola y Alejandro Haiek
Vista de cafetín cultural Fotografía: Irina Urriola
[ 114 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 114-123. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Parque Industrial y Cultural Barquisimeto. Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB
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Planta Baja 1. Estudio de grabación 2. Salón múltiple 3. Cafetín cultural 4. Infocentro 5. Taller de fabricación 6. Taller de textiles
[ 116 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 114-123. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Planta de Cubiertas
Parque Industrial y Cultural Barquisimeto. Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB
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Arriba: Espacio de juego. Fotografía: Alejandro Haiek Abajo: Vista de cafetín cultural. Fotografía: Irina Urriola
[ 118 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 114-123. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Graderías y plaza. Fotografía: Alejandro Haiek
Parque Industrial y Cultural Barquisimeto. Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB
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[ 120 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 114-123. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Vista transversal del proyecto. Imágenes: Lab.Pro.Fab
Parque Industrial y Cultural Barquisimeto. Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB
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Abajo: Graderías. Fotografía: Irina Urriola Derecha: Parque Industrial y Cultural Barquisimeto. Fotografía: Irina Urriola
[ 122 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 114-123. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Parque Industrial y Cultural Barquisimeto. Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB
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La acumulación del tiempo o de la intuición como razón profunda Diseño Conceptual: Lorenzo Castro Jaramillo Oficina: Castro Arquitectos: Yezid Ropero y Alicia Bello Arquitecto Asociado en México: Meir Lobaton Corona Colaboradores: Universidad de los Andes: Daniel Ronderos, Maria Andrea Gonzalez, José María Rodriguez, Juan Salamanca Proyecto: El Recoveco - Pabellón para Mextrópoli Lugar y Fecha: México D.F, 2016 Fotografía: Juan Salamanca
Pabellón el Recoveco.
[ 124 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 124-135. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
El Recoveco - Pabellón para Mextropoli. Castro Arquitectos
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[ 126 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 124-135. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Pabellón el Recoveco. Parque Alameda Central.
El Recoveco - Pabellón para Mextropoli. Castro Arquitectos
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Acuarelas. Autor: Lorenzo Castro Jaramillo
[ 128 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 124-135. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Acuarelas. Autor: Lorenzo Castro Jaramillo
El Recoveco - Pabellón para Mextropoli. Castro Arquitectos
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Esquemas Pabellón. Autor: Lorenzo Castro Jaramillo
[ 130 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 124-135. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Esquemas de Pieza. Autor: Lorenzo Castro Jaramillo
El Recoveco - Pabellón para Mextropoli. Castro Arquitectos
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Interior de la estructura.
[ 132 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 124-135. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Secciones
El Recoveco - Pabellón para Mextropoli. Castro Arquitectos
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Pabellón el Recoveco. Parque Alameda Central
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Los usos de la ambigüedad y otras metodologías abiertas Oficina: Studio Cadena / Benjamin Cadena Proyecto: Happy - Pabellón en Flatiron Public Plaza Lugar y Fecha: Manhattan, Nueva York. Nov. 2018 - Ene. 2019 Fotografía: ©BenjaminCadena
Happy, Flatiron North Public Plaza Fotografía: ©BenjaminCadena
[ 136 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 136-143. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Happy - Pabellón en Flatiron Plaza. Studio Cadena
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Abajo: Planta Derecha: Happy, Flatiron North Public Plaza. Fotografía: ©BenjaminCadena
[ 138 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 136-143. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Happy - Pabellón en Flatiron Plaza. Studio Cadena
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Vista superior. Fotografía: ©BenjaminCadena
[ 140 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 136-143. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Fotografía: ©BenjaminCadena
Fotografía: ©BenjaminCadena
Happy - Pabellón en Flatiron Plaza. Studio Cadena
[ 141 ]
Fotografías de la Maqueta: Studio Cadena
Fotografía: ©BenjaminCadena
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La estereotomía como transgresión y sus destrezas normativas Oficina: Laboratory for Architecture and Urban Design / Andrés Ojeda Umaña Proyecto: Villa Tuileries Lugar y Fecha: Bellevue, Canton de Ginebra, Suiza. 2015 Fotografía: Didier Marinoni y Andrés Ojeda
Villa Tuileries. Imagen exterior
[ 144 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 144-155. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Villa Tuileries. Laboratory for Architecture and Urban Design
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Plantas
[ 146 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 144-155. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Fachada Norte
Fachada Sur
Sección
Villa Tuileries. Laboratory for Architecture and Urban Design
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[ 148 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 144-155. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
Fachada Posterior
Villa Tuileries. Laboratory for Architecture and Urban Design
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Espacios interiores
[ 150 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 144-155. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Detalle interior de ventana
Villa Tuileries. Laboratory for Architecture and Urban Design
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Arriba: Fotografía de la maqueta
[ 152 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 144-155. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Arriba: Esquema conceptual Abajo: Fotografía de la maqueta
Villa Tuileries. Laboratory for Architecture and Urban Design
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Fachada lateral
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Sobre pistas de lo impredecible y negociaciones con lo predecible Oficina: Atelier García / Orlando García Proyecto: Louvered Townhouse Lugar y Fecha: Brooklyn, Nueva York. 2014 Fotografía: Orlando García
Esquema de la fachada Fotografía: © ATELIER GARCIA
[ 156 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 156-160. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
Louvered Townhouse, Fachada principal Fotografía: © ATELIER GARCIA
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Plantas y espacios interiores Fotografías: © ATELIER GARCIA
[ 158 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp 156-160. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
PROYECTOS
Louvered Townhouse. Atelier García
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Fachada principal Fotografías: © ATELIER GARCIA
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CREACIÓN
COLOMBIA DESDE AFUERA: LA FOTOGRAFÍA DE LEONARDO FINOTTI Claudia Rueda Velázquez
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Colombia desde afuera: La fotografía de Leonardo Finotti Colombia from the Outside: Leonardo Finotti's Photography Claudia Rueda Velázquez Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUUAD) claudia.rueda@academicos.udg.mx Cómo citar: Rueda Velázquez, Claudia. “Colombia desde Afuera: La fotografía de Leonardo Finotti”. Dearq nº. 29 (2021): 162-172. DOI: https://doi.org/10.18389/dearq29.2021.10
Resumen Este artículo plantea viajar y mirar a Colombia, desde afuera, a través de la propuesta del arquitecto y fotógrafo brasileño Leonardo Finotti. Desde afuera, expresa la condición externa de la mirada del fotógrafo, el modo en que se percibe la realidad por medio la fotografía, a través de los ojos del artista y, también, hace alusión a la distancia temporal que separa la construcción de las obras de la construcción visual de las fotografías. Palabras clave: fotografía; arquitectura; Finotti
La experiencia de conocer un lugar y su arquitectura no requiere necesariamente un viaje físico. Puede producirse a través de libros, textos, planos e imágenes. Esta clase de viaje es “un encuentro de algo que andábamos buscando, sin saber qué es con exactitud”.1 El viaje se acompaña de la acción de mirar, distinta a la de ver, pues esta última “alude más a una determinada capacidad, y mirar a cierto acto consciente y deliberado: ciertamente, vemos todo lo que miramos pero no miramos todo lo que vemos; basta tener los ojos abiertos para ver, pero para mirar necesitamos ejercer, en alguna medida, la voluntad”.2
este contexto se enmarca el trabajo Leonardo Finotti y su personal visión con respecto a la fotografía de arquitectura. Finalmente, se intenta orientar al observador con algunas notas de la cuidadosa selección de imágenes que él propone.
Al hilo del lema de este número de la revista Dearq, “Colombia desde afuera”, este artículo plantea viajar y mirar, desde afuera, a través de la propuesta del arquitecto y fotógrafo brasileño Leonardo Finotti. Desde afuera, expresa la condición externa de la mirada del fotógrafo, el modo en que se percibe la realidad por medio la fotografía, a través de los ojos del artista y, también, alude a la distancia temporal que separa la construcción de las obras de la construcción visual de las fotografías.
La arquitectura y la fotografía han estado estrechamente ligadas desde el nacimiento de esta última, en el siglo XIX, con el daguerrotipo.3 A partir de esa época, la arquitectura fue el objetivo predilecto de los fotógrafos porque, además de sus singularidades plásticas y formales, su condición de objeto estático facilitaba la búsqueda del mejor ángulo e iluminación. Philip Morton Shand4, crítico de arquitectura inglés, afirmaba que, desde la década de 1930, sin la fotografía, la arquitectura moderna no habría podido transmitirse y cuestionaba si la fotografía originaba los nuevos planteamientos formales de la arquitectura o viceversa. Sin duda, ambas artes se desarrollaron en forma paralela a mediados del siglo XX y, como consecuencia de ello, se originó una serie de relaciones simbióticas entre arquitecto y fotógrafo que dieron origen al nacimiento de los arquitectos-fotógrafos.
El escrito comienza con unas breves líneas acerca de la relación de la arquitectura y la fotografía y aborda el nacimiento de la figura del arquitecto fotógrafo, orientación profesional que se origina en la profunda relación entre ambos oficios. En
En Colombia se dieron relaciones fructíferas entre los arquitectos y fotógrafos Rudolf Schrimpff, Saúl Orduz, Leo Matiz y Paul Beer, entre otros, cuyo trabajo ha sido publicado recientemente en la exposición Bogotá en la mirada de 10 fotógra-
1
Moreno Mansilla, Apuntes de viaje al interior del tiempo, 13.
2
Moreno de Alba, Minucias del lenguaje.
3
El daguerrotipo es un proceso por el cual se obtiene una imagen en positivo a partir de una placa de cobre recubierta de yoduro de plata.
4 Robinson, Architecture Transformed, 118.
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CREACIÓN
fos. Todos ellos documentaron la arquitectura y la ciudad realizada entre 1950 y 1970 a través de sus imágenes y legaron un valioso testimonio de la arquitectura moderna en la capital colombiana. Todos ellos han aportado una visión propia, a partir de su interpretación y su experiencia. En esa misma muestra, también se exhibió el trabajo de Germán Téllez, uno de los fotógrafos más importantes del siglo XX en Colombia, que estudió arquitectura e inició, después, su carrera como fotógrafo. A propósito de la condición de arquitecto-fotógrafo, Germán Téllez afirmaba que la dualidad entre arquitectura y fotografía generaba una lucha íntima entre los criterios del arquitecto en su búsqueda por el control de las imágenes y la continua rebeldía de estas frente a las limitaciones temáticas de la arquitectura.5 Sin duda alguna, todo arquitecto tiene su propio modo de mirar, observar y analizar un edificio, pero el fotógrafo se esfuerza por hallar encuadres que, de algún modo, expliquen la experiencia espacial vivida y transmitan aquello que quieren demostrar. Casi setenta años después del inicio de la modernidad arquitectónica en América Latina, Leonardo Finotti puso el punto de mira de su cámara sobre ella. Estudió arquitectura en Brasil y, más tarde, encaminó su profesión a la fotografía, entendida como otra manera de proyectar, a través del lente fotográfico, como hiciera Germán Téllez tiempo atrás. Finotti considera
que tanto la profesión de fotógrafo como la arquitectura, en el fondo, tienen un fin común: la construcción de un proyecto, ya sea a través de la luz o con los materiales. Finotti fotógrafo busca traducir y proyectar una espacialidad en las dos dimensiones de la fotografía y se plantea cómo lograr la tridimensionalidad dentro de un solo plano, a modo de crear composiciones plásticas en dos dimensiones. Explica que, con el tiempo, se ha ido decantando hacia la producción de fotos francas, lo que se traduce en fugas y efectos compositivos poco exagerados. Otra característica de su fotografía es que asume las condiciones climáticas del instante en que realiza la toma, sin esperar al momento del día más idóneo, pues para él el presente es lo primordial. Se trata de fotografías realistas que incorporan a la imagen el ambiente del entorno físico y social que la ha transformado con el paso del tiempo. Incorporan la escala humana, las escenas de la vida cotidiana y las infraestructuras que rodean el edificio, de manera que sitúa la obra en un contexto real y no ideal. Leonardo Finotti propone analogías visuales entre Bogotá y Medellín en este viaje a Colombia a través de la imagen. Comparar las imágenes nos permite encontrar diferencias,
5 Téllez, “Espacio arquitectónico y fotografía”, 338.
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semejanzas, relaciones y certezas y, a su vez, reconocer las singularidades de cada una de las imágenes confrontadas. Es un ejercicio visual en el cual las analogías pueden registrarse desde la arquitectura, la composición de la imagen y, también, a partir de rasgos subjetivos. Desde el punto de vista arquitectónico, Finotti establece comparaciones entre la arquitectura y el paisaje, entre la arquitectura y la ciudad y entre el espacio interior y el espacio exterior. Pero también es capaz de acortar la distancia temporal, al comparar la arquitectura ‘clásica’, como la de Rogelio Salmona o la de Germán Samper, con la obra de arquitectos más recientes, hallando analogías y diferencias. Esta comparación aventurada le permite establecer una serie de reflexiones sobre la continuidad, la ruptura y la identidad de la arquitectura producida en las dos ciudades colombianas. Desde aspectos compositivos, plantea dos formatos: el rectangular y el cuadrado. Este último constituye la vía de exploración que Finotti ha trabajado con cierta intensidad en los últimos años: a partir de una foto rectangular, recompone y vuelve a pensar la fotografía, dando como resultado una nueva creación fotográfica. En las imágenes (formato cuadrado o rectangular) propone juegos de construcciones visuales ordenados y estructurados a partir de la forma, la geometría, las sombras y las texturas: texturas desde la cercanía y desde la lejanía. Para él, una buena fotografía de arquitectura debe comunicar una particularidad concreta de un proyecto, sin perder su globalidad. Cuando proyecta una fotografía, la piensa como parte de una totalidad que transmitirá su visión. El conjunto de imágenes, él las denomina ensayo, donde cada fotografía formará parte de un discurso. De ese modo, “la obra fotográfica […] es una obra abierta, necesariamente abierta, obra vivida que adquiere una dimensión nueva y un destino nuevo en cada realización: y la historia de la obra también está viva, porque cada recepción puede ser una nueva recreación”.6 Desde otro tiempo, desde otros ojos, desde otro lugar, el ensayo visual que propone Leonardo Finotti nos permite reconocer y conocer una serie de aspectos específicos de la arquitectura de Bogotá y Medellín y, a su vez, construye un discurso fotográfico autónomo.
6 Soulages, Estética de la fotografía, 343.
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Bibliografía 1. Moreno de Alba, José G. Minucias del lenguaje. México: Fondo de Cultura Económica, s. f. https://www.fondodeculturaeconomica. com/obra/suma/r3/buscar.asp 2. Moreno Mansilla, Luis. Apuntes de viaje al interior del tiempo. Barcelona: Fundación Caja de Arquitectos, 2002. 3. Soulages, François. Estética de la fotografía. Buenos Aires: La Marca Editora, 2010. 4. Robinson Cervín y Joel Herschman. Architecture Transformed. A history of the photography of buildings from 1839 to the present. New York: The Massachusetts Institute of Technology and The Architectural League of New York, 1987. 5. Téllez, Germán. “Espacio arquitectónico y fotografía”. En Arte y espacio: XIX Coloquio Internacional de Historia del Arte, editado por Óscar Olea, 367-390. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Estéticas, 1995.
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•
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La revista Dearq cuenta con un formato de evaluación descargable en el sitio web que contiene preguntas con criterios definidos, que el evaluador debe responder sobre el artículo objeto de evaluación. A su vez, tienen la responsabilidad de aceptar, rechazar o aprobar con modificaciones y/o sugerencias el documento arbitrado y declarar que no existen conflictos de interés. Durante la evaluación, los nombres de los autores y los de los evaluadores serán mantenidos en completo anonimato.
Cuenta con la siguiente estructura: un Equipo Editorial compuesto por un Director, un Editor, Gestor(es) Editorial(es) y Monitor(es); un Comité Editorial y un Comité Científico cuyos miembros son evaluados cada dos años en función de su aporte a la publicación, de su reconocimiento en el área y de su producción académica visible en otras revistas nacionales e internacionales indexadas; y un Equipo de Apoyo Editorial que se encarga de la diagramación, soporte, corrección de estilo y traducción. Los artículos presentados a la revista deben ser originales e inéditos y no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. En caso de que un artículo incluido en el contenido de la revista quiera utilizarse en otra revista o publicación, el autor y/o la revista deben solicitar la autorización del Equipo Editorial y la publicación tiene que señalar con claridad y visibilidad los datos de la publicación original en la revista Dearq. Asimismo, cuando el Equipo Editorial tenga interés en traducir y/o publicar un artículo que ha sido previamente publicado se compromete a pedir la autorización y realizar la declaración correspondiente a la revista que realizó la primera publicación. Responsabilidades del Autor Los autores deben remitir sus artículos a través de la sección "Enviar un Artículo" en el sitio web de la revista Dearq durante las fechas establecidas por la convocatoria vigente. La revista ofrece indicaciones y pautas específicas para la presentación de los textos, así como reglas de edición. Esta información se puede consultar en español y en inglés en la sección de Políticas Editoriales, apartado "Normas de Publicación" en la versión digital e impresa de la revista. En el envío de un artículo el autor debe diligenciar un formato de información personal y académica, aceptar las condiciones de originalidad del texto, declarar el artículo como inédito, sin previas publicaciones en otras revistas, ni estar otros procesos de evaluación paralelos, o con compromisos de publicación en otras revistas de investigación. El envío del "Certificado de Originalidad" es obligatorio. Si bien el Equipo Editorial aprueba los artículos con base en los requisitos básicos de calidad, rigurosidad investigativa y criterios de evaluación, los autores serán los únicos responsables de las ideas allí expresadas, así como de la idoneidad ética del artículo. Los autores deben hacer explícito que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros.
Responsabilidades del Equipo Editorial El Equipo Editorial es responsable de definir las Políticas Editoriales y Éticas para que la revista cumpla con los estándares que permiten su posicionamiento como una reconocida publicación científica. De igual manera, cumple las exigencias de divulgación y publicación digital y física de la revista mediante la actualización de plataformas de gestión editorial y canales activos para la divulgación de contenidos. La selección y escogencia de los artículos está siempre basada en la calidad y relevancia de los mismos, en su originalidad y contribución al conocimiento de los campos de la arquitectura y la ciudad. En este sentido, cuando un artículo es rechazado la justificación brindada al autor se orienta hacia estos aspectos. El Equipo Editorial vigila y cumple en su totalidad las normas establecidas por el Committee on Publication Ethics (COPE). Durante todo el proceso editorial, aplica mecanismos de confidencialidad, de control de plagio y de evaluación que permiten decidir la publicación o el rechazo de los manuscritos recibidos. Cuando la revista Dearq recibe quejas de cualquier tipo, el Equipo Editorial debe responder y, en caso de que el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a la resolución del problema y publicar correcciones, aclaraciones, rectificaciones o dar justificaciones. En el caso de que un artículo publicado, presente errores de fondo detectados por el autor y que atente contra la calidad científica, podrá solicitar el retiro o corrección. Si se detecta por un tercero, plagio, publicación previa, conducta no ética o error, es obligación y responsabilidad del autor retractarse públicamente, con lo cual se procederá de inmediato al retiro o corrección pública. La corrección o retractación pública se realizará en el siguiente número impreso de la revista, así como en su versión digital. Tan pronto un número de la revista Dearq sea publicado, el Equipo Editorial tiene la responsabilidad de su difusión entre los colaboradores, evaluadores y las entidades con las que se hayan establecido acuerdos de intercambio, así como la actualización de contenidos en los repositorios y sistemas de indexación nacionales e internacionales.
Igualmente, es deber de los autores disponer a la revista la "Autorización para el Uso, Reproducción, Impresión y Publicación"del material que no sea de su propiedad o autoría (planos, cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotografías, etc). A su vez, deberán autorizar la utilización de los derechos patrimoniales del autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución), mediante la firma del “Documento de Autorización de Uso de Derechos de Propiedad Intelectual” a la Universidad de los Andes - Departamento de Arquitectura para incluir su escrito o artículo en la revista Dearq. Los autores aceptan someter sus textos a las evaluaciones anónimas de dos pares evaluadores y se comprometen a tener en cuenta las observaciones de los evaluadores, así como los ajustes solicitados por el Equipo Editorial. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le sea indicado por el Equipo Editorial. Una vez que la revista Dearq reciba el artículo modificado, se le informará al autor acerca de la decisión tomada.Si el texto es aprobado, es deber del autor gestionar la traducción al inglés o al español —en función del idioma original del texto sometido— y enviar el documento dentro del plazo establecido por el Editor para su debida inclusión en la publicación.
Colombia desde Afuera: La fotografía de Leonardo Finotti. Claudia Rueda Velázquez [ 175 ]
Dearq 29. COLOMBIA DESDE AFUERA
Ethical Guidelines Publication and authorship
Reviewers Responsibilities
Dearq is a journal ascribed to the Department of Architecture, School of Architecture and Design at Universidad de los Andes, which finances its publication.
Dearq has a downloadable evaluation format on its website, that contains questions with defined criteria, which the evaluator must answer regarding the article under evaluation. Likewise, they have the responsibility to accept, reject or approve with modifications and/ or suggestions the arbitrated document and declare that there are no conflicts of interest. During the evaluation, both the names of the author(s) and the evaluators will be kept in complete anonymity.
The structure of its organization is as follows: An Editorial Team conformed by Director, Editor, Editorial Manager(s) and Assistant(s); an Editorial Committee and a Scientific Committee whose members are evaluated every two years based on their contribution to the publication, their recognition in the area and their visible academic production in other national and international indexed journals; and a Support Editorial Team that is in charge of layout, support, style correction and translation. The articles submitted to the journal must be original, previously unpublished and must not be in an evaluation process or have an editorial commitment with any other publication. In the event that an article included in the content of the Dearq wants to be published in another journal or publication, the author and / or magazine must request authorization from the Editorial Team, and the publication must clearly and visibly indicate the data of the original publication in Dearq. Likewise, when the Editorial Team is interested in translating and/or publishing an article that has been previously published, it commits to request the corresponding authorization and to indicate the data of the original publication. Author Responsibilities Authors should submit their articles through the section "Submit an Article" at the home page of Dearq's website on the dates established by the call for papers. Dearq offers specific guidelines for the submission of the texts, as well as editing rules. This information can be consulted in Spanish and English in the Editorial Policies section, in the segment "Publication Guidelines" in the digital and printed version of the journal. When submitting an article, the author must complete a form of personal and academic information, manifest that the text they present is of their own authorship, unpublished and that they are not in a parallel evaluation process or have an editorial commitment to any other research journal. The "Certificate of Originality" is mandatory to send it. Even though the Editorial Team approves articles based on the basic requirements of quality, research rigor and evaluation criteria, the authors will be solely responsible for the ideas expressed therein, as well as for its ethical suitability. Authors should manifest that the text they present is of their own authorship and that they respect the intellectual property rights of third parties. Likewise, it is the author’s responsibility to obtain and provide to the journal the "Authorization for the Use, Reproduction, Printing and Publication" of all of the additional material which is not of their property or authorship (plans, tables, graphs, maps, diagrams, photographs, etc). Also, they must authorize the use of the author’s patrimonial rights (reproduction, public communication, transformation and distribution), by signing the “Authorization Document for the Use of Intellectual Property Rights” to the Universidad de los Andes- School of Architecture, in order to include the text in Dearq. Authors agree to submit their texts to anonymous evaluations of two peer reviewers and to take into account their observations, as well as the adjustments requested by the Editorial Team. These modifications and corrections to the manuscript must be made by the author within the period stablished by the Editorial Team. Once Dearq receives the modified article, the author will be informed of the final decision. If the text is approved, the author must translate it into English or Spanish —depending on the text’s original language— and send it according to the deadline established by the Editor.
[ 176 ] Enero de 2021. E-ISSN 2215-969X. Bogotá, pp. 161-172. https://revistas.uniandes.edu.co/journal/dearq
Editorial Team Responsibilities The Editorial Team is responsible for defining the editorial and ethical policies so that the journal complies with the standards of a renowned academic publication. Likewise, it covers the requirements of dissemination of digital and physical publications through the updating of editorial management platforms and active channels for the dissemination of content. The selection of the articles is founded on the quality and relevance of the article, as well as its originality and contributions to the field of Architecture and urbanism. In this sense, when an article is rejected, the justification given to the author is oriented through these aspects. The Editorial Team oversees and fully complies with the standards established by the Committee on Publication Ethics (COPE). Throughout the editorial process, it applies confidentiality, plagiarism control and evaluation mechanisms that make it possible to decide whether to publish or reject a manuscript. When the Dearq journal receives complaints of any kind, the Editorial Team must respond, and in case the claim warrants it, it must ensure that the appropriate investigation is carried out to resolve the problem. It must also publish corrections, clarifications, rectifications or give justifications. In the event that a published article presents substantive errors detected by the author and that threatens the scientific quality, he may request the removal or correction. If a third party detects plagiarism, previous publication, unethical conduct or error, it is the obligation and responsibility of the author to retract publicly, which will proceed immediately to the removal or public correction. The correction or public retraction will be made in the next printed issue of the journal as well as in its digital version. As soon as a volume of the journal is published the Editorial Team has the responsibility of its diffusion among the contributors, reviewers and institutions with whom exchange agreements have been established, as well as the content actualization in national and international repositories and indexation systems.
SUSCRIPCIÓN Durante 2 años reciba 6 ejemplares de la revista Dearq. Si tiene interés en obtener la suscripción, envíe un correo electrónico a dearq@uniandes.edu.co La revista se pondrá en contacto con usted. El precio de la suscripción es de $200.000* *Este valor está en pesos colombianos y no incluye gastos de envío.
COLOMBIA DESDE AFUERA Investigación
Proyectos
Arquitectura de Colombia vista desde fuera Una breve introducción. Felipe Hernández y Fernando Lara
La cuarta geografía Sebastián Trujillo Torres
Letter to my Colombian Friends Fernando Lara De la excelencia al olvido. Sobre la emergencia y la desaparición de dos décadas de arquitectura en Colombia Giaime Botti y Jorge Francisco Liernur La historia olvidada de la arquitectura en Colombia: La vivienda rural y la modernización durante la República Liberal Susana Romero Sánchez Modern Fetishes, Southern Thoughts Felipe Hernández Magical Modernism: Latin American Urbanisms and the Imaginary of Social Architecture Daniel Cardoso y Nida Rehman Consagrar y excluir: el canon en disputa de la arquitectura colombiana, 1951-1981 Hugo Mondragón y Manola Ogalde
COP $40.000 ISSN 2011-3188 / E-ISSN 2215-969X Facultad de Arquitectura y Diseño Departamento de Arquitectura, Universidad de los Andes https://arqdis.uniandes.edu.coz
Interview with Carlos Comas Felipe Hernández y Fernando Lara
COMMUNauté Chêne Pointu Arquitectura Expandida Parque Industrial y Cultural Barquisimeto Yemail Arquitectura + LAB.PRO.FAB El Recoveco - Pabellón para Mextrópoli Castro Arquitectos + Universidad de los Andes Happy - Pabellón en Flatiron Public Plaza Benjamin Cadena / Studio Cadena Villa Tuileries Laboratory for Architecture and Urban Design / Andrés Ojeda Umaña Louvered Townhouse Atelier García / Orlando García
Creación Colombia desde afuera: La Fotografía de Leonardo Finotti Claudia Rueda Velázquez