Boletín Salesiano Mayo / Junio 2020

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Nuestra Historia P. Julio Soto, SDB

Esbozo de historia de la sede Inspectorial de la Inspectoría Salesiana de Las Antillas en Santo Domingo, República Dominicana Al conmemorarse el 22 de abril en este año 2020 un aniversario más de la inauguración de la Sede Inspectoríal de la Inspectoría Salesiana de las Antillas, he creído oportuno revisar y entregar de nuevo a la Familia Salesiana estas pinceladas. Hago notar que en esta redacción no he tenido documentos en la mano. Puede haber, por tanto, errores en fechas y documentos. Desde el año 1961 la sede de la Inspectoría estuvo en los locales del “Colegio Don Bosco”, en la segunda planta. Con el pasar del tiempo crecieron los servicios inspectoriales y se veía la necesidad de tener un lugar “ad hoc” para la sede Inspectoría. En el año 1992 probablemente la sede Inspectoría de la Inspectoría Salesiana de las Antillas era una de las pocas en el mundo cuyos locales estaban alojados en otra casa salesiana. Con una fe al estilo de Don Bosco, sin dinero, ya desde antes de mediados del 1992 se empezó a buscar lugares libres, que no estuviesen fuera de mano de cualquier casa salesiana. Tocamos también las puertas del Gobierno Dominicano. El Señor Rafael Bello Andino, exalumno, nos dijo que indagáramos a ver si quedaba alguna de Boletín Salesiano Antillas

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las casas propiedad del Gobierno. Ya no había ninguna. Tal vez el Gobierno tenía algunos terrenos, pero lejos de todas las casas salesianas. Cuando, en caminatas, pasábamos frente a la casa número 52 de la Avenida 30 de marzo, veíamos que era un magnífico lugar, con unos 2,500 metros cuadrados, pero habitado por unas once familias y con un taller de vehículos en lo que en un tiempo había sido jardín. Pensábamos que era tal vez una de las tantas invasiones. No fue así. Pablo y José Manuel, hermanos del Padre Julio Soto, ya fallecidos, habían sido puestos al corriente de que se buscaba un lugar para la Casa Inspectoríal, a fin de que también ellos indagaran. Un anciano llamado Ramón Pérez, quien vivía en la calle Benigno del Castillo, en el Barrio “San Carlos”, estaba arreglando unas puertas en la casa de José Manuel, muy cercana a la suya. En una de las conversaciones entre ambos, le comunicó a José Manuel que un señor quería vender la casa número 52 de la Avenida 30 de marzo, pero sólo a una institución religiosa. Le dio a José Manuel el teléfono privado del dueño. El Señor Ramón Pérez había trabajado años atrás para el posible vendedor en la misma casa. Mayo - Junio

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