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2 Informe

Con el Alma a prueba

Fotografía: Sara Lopera

Un paro de estudiantes, asambleas, cifras, foros, debates, mítines, gases lacrimógenos, marchas, el cierre del claustro, la redacción de contrapropuestas, una serie de discusiones acaloradas en un escenario que parece desconcertante. ¿El motivo?: la incorporación de una prueba específica al examen de admisión de pregrado en la Universidad de Antioquia. Resumen de las últimas semanas en la Alma Máter.

El pasado 2 de octubre, un grupo de estudiantes marchó por las calles del Centro de Medellín para manifestar su rechazo al cambio del examen de admisión.

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l aviso llegó un martes a la medianoche, sin que nadie pudiera anticiparlo, a esa hora en la que suelen llegar las malas noticias. Llegó por correo electrónico, a modo de un comunicado del Comité Rectoral que, posteriormente, fue publicado en el portal de la Universidad. Este mensaje sentenciaba que, velando por la protección de la integridad física de la comunidad universitaria y la custodia de los bienes públicos, la rectoría de la Universidad de Antioquia había decidido suspender actividades académicas y de educación continua a partir del día siguiente, el miércoles 28 de octubre a las 6:00 a.m., hasta el jueves 5 de noviembre a la misma hora. La justificación de este cierre era, además, un asunto de terror estimulado por las sospechas que tenían la Rectoría y el Consejo Superior Universitario de que existían grupos interesados en desestabilizar la Universidad en los días previos y durante la realización del examen de admisión, 3 y 4 de noviembre. Nuevamente, la Alma Máter enfrentaba un ciclo de cierre, la repetición de un escenario del pasado en el que la Universidad se convirtió en un campus fantasma. Los antecedentes eran cercanos: en 2013, el claustro universitario vivió el cierre forzado por 15 días, mientras que en 2010 cerró sus puertas durante 26 días en medio de uno de sus períodos más difíciles tras la implementación de la TIP –Tarjeta Integrada Personal–. Pero, esta vez, el motivo desencadenante del cierre, a diferencia de años pasados, era otro: la modificación del Régimen de Admisión de pregrado. Desde antes de su posesión como Rector de la UdeA, el 6 de abril de 2015, Mauricio Alviar había manifestado que el objetivo principal de su administración sería el mejoramiento de la calidad. Y que dicha calidad era un factor determinante en la disminución de la deserción, una situación problemática que se presenta con regularidad en los distintos pregrados. Así, para el nuevo Rector, disminuir estos índices de deserción implicaba, necesariamente, la modificación del examen de admisión. “Se trata de cambiar el examen de admisión por un proceso de selección, que sea predictivo de la calidad y que,

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ojalá, nos dé pistas sobre la vocación de los jóvenes”, manifestó el Rector a algunos medios de comunicación. Tal y como lo había anunciado, el 21 de agosto de 2015 se aprobó el Acuerdo Académico 480, el cual modificó el Acuerdo Académico 236 de 2002 y reglamentó la aplicación de una prueba específica seleccionada para cada programa académico, entre las siguientes opciones: Biología, Matemáticas y Humanidades. Por lo tanto, el examen de admisión pasó de tener dos pruebas—una de razonamiento lógico y otra de competencia lectora— a incluir una tercera prueba de conocimientos específicos. El cambio en el examen también contempló modificaciones en la calificación de la prueba, dado que el puntaje final del aspirante se obtiene ahora de acuerdo con la siguiente ponderación: 30% para cada prueba por competencias –lectora y razonamiento lógico, o sea, 60%–, y 40% para la prueba específica seleccionada. Además, se sustituyó la segunda opción por la doble opción, lo que significa que los aspirantes con los mejores puntajes que no logren cupo en el programa de su preferencia van a ir a la segunda opción a competir con aquellos aspirantes que inscribieron ese programa como primera opción. Sin la discusión propia del ambiente universitario, la modificación del examen fue para muchos precipitada. Además, desde que se dio a conocer el Acuerdo Académico 480, se ha cuestionado la verdadera relación existente entre la modificación del examen de admisión, la disminución Entre las exigencias del pliego de peticiones de los estudiantes, se pide que se tenga en cuenta a todos los estamentos en las decisiones relacionadas con el cambio de la de la deserción y la calidad. El foro El política de admisión y eventuales reformas a reglamentos y estatutos. proceso de admisión en la UdeA, organizado por la Asociación de Profesores de la Universidad de Antioquia (Asoprudea), fue uno de los relacionar el examen de admisión con la deserción. Los espacios de debate en los que se discutió el tema. Allí, estudios a fondo que se han hecho de alguna manera Víctor Villa, profesor jubilado de la Facultad de Comuignoran esa variable”. Como Villa, cientos de voces se nicaciones y quien ha formado parte de la comisión que sumaron a la idea de que es difícil predecir realmente elabora el examen de admisión en la prueba de comsi este cambio en el examen de admisión disminuirá los petencia lectora, explicó que “realmente es muy difícil índices de deserción.

Fotografía: Luisa María Charry Valencia

Daniela Jiménez González danielajimenezg09@gmail.com / @danielajg18


3 Como consecuencia directa de la implementación del Acuerdo Académico 480, la comunidad universitaria vive un ambiente de desazón en el que se discute, en los diferentes estamentos, la falta de diálogo y de consenso en la decisión del Consejo Académico. En medio de estas tensiones, el 8 de octubre, la Asamblea General de Estudiantes decretó el inicio de un paro indefinido y con este, un pliego de peticiones donde los estudiantes exigen que se derogue el Acuerdo 480 y que se tenga en cuenta a todos los estamentos universitarios en la toma de decisiones concernientes al rumbo de la Universidad, al cambio de la política de admisión y a las eventuales reformas a reglamentos y estatutos. El estamento estudiantil no fue el único inconforme con las modificaciones al examen de admisión. La Asamblea General de Profesores, en una decisión adoptada los días 21 y 22 de octubre, decidió declararse en Asamblea Permanente, atendiendo a tres puntos concretos: el Acuerdo Académico 480, las incapacidades y la compensación salarial (bonificación). En medio de las contrariedades y la presión ejercida por la comunidad universitaria debido al cierre del claustro, el examen de admisión se realizó en absoluta calma los días 3 y 4 de noviembre. Contó con más de 49 mil estudiantes inscritos, de los cuales el 94% pertenece a los estratos 1, 2 y 3. Asimismo, 76% de los aspirantes proviene de colegios públicos. No obstante, la notable inconformidad entre los estudiantes derivó en que este estamento se mantuviera en paro indefinido, a excepción de algunas unidades académicas. Como respuesta del estudiantado, desde la Oficina de Asuntos Estudiantiles de la Facultad de Derecho y Ciencias políticas (OFAE) se redactó el proyecto del Acuerdo 481, que posteriormente fue expuesto en la Asamblea General de Estudiantes y aprobado para ser presentado al Consejo Académico. Esta contrapuesta planteó, en primer lugar, que se derogue el Acuerdo 480 y, adicionalmente, exigió la creación de un Comité de Evaluación y Planeación de la política de acceso y permanencia en la Universidad de Antioquia. Por su parte, la Asamblea General de Profesores, reunida el viernes 6 de noviembre, acordó levantar la Asamblea Permanente y declararse en Asamblea Escalonada, luego de que el Consejo Académico y las directivas accedieran a conformar tres comisiones de trabajo con el fin de analizar la viabilidad del Acuerdo Académico 480, la compensación salarial y el tema de las incapacidades. Se constituyó, también, una cuarta comisión que se ocupará del tema de gobernabilidad universitaria, el Plan de Acción y el Plan de Desarrollo. Para este trabajo, se nombró un nuevo grupo de profesores con sus respectivos asesores. Ante esta decisión de continuar en paro indefinido por parte de los estudiantes, el Consejo Académico, mediante la Resolución 2973 del 25 de noviembre de 2015, autorizó a algunos de los consejos de facultad, escuelas e institutos a cancelar cursos y hasta semestres del período académico en curso. La primera unidad académica en tomar este tipo de medidas fue la Facultad de Educación, en donde se cancelaron los cursos teóricos del semestre. La aplicación de la prueba dejó otros sinsabores adicionales. Alrededor de 300 aspirantes recibieron, el día del examen de admisión, la prueba equivocada, por lo que presentaron el componente de Humanidades en lugar de Matemáticas. Estos aspirantes que tuvieron inconvenientes con el examen de admisión realizaron de nuevo la prueba, pero solo tuvieron que responder las preguntas que les faltaron. Así, la Universidad debió asumir el costo de transporte, alojamiento y alimentación de seis aspirantes que vivían fuera de Antioquia y que tuvieron que repetir la evaluación. Un error que, según Alviar, le costó a la institución aproximadamente siete millones de pesos. Luego de la publicación de los resultados, se conoció un nuevo error que puso en cuestionamiento la transparencia del proceso de calificación. Aproximadamente 4 mil aspirantes que no presentaron el examen y 69 que lo presentaron incompleto, aparecieron en el sistema con puntaje en la prueba específica. Pese a esto, la Universidad manifestó que esta falla en el reporte de la calificación no alteró los resultados generales y que en ningún momento se les dijo a estos aspirantes que habían sido admitidos. Finalmente, la presión ejercida por los estamentos de la comunidad universitaria derivó en la decisión del Consejo Académico de suspender la aplicación del Acuerdo Académico 480, desde el 23 de noviembre de 2015 y hasta tanto se concluya el trabajo de los grupos especializados y las comisiones definidas. Esta suspensión no afecta el proceso de admisión realizado para el semestre 2016-1, pero constituye un avance en el diálogo que se teje alrededor del análisis del Régimen de Admisión de pregrado y que, de entrada, deja muchos más interrogantes acerca del futuro del claustro universitario, de los cambios venideros y, sobre todo, de la situación actual de la Universidad, inmersa en un ambiente de aciertos y desaciertos.

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4 Anรกlisis

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Entrevista

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Las cartas sobre la U Al posesionarse como gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez será también presidente del Consejo Superior Universitario, máximo organismo de dirección y gobierno de la Alma Máter. ¿Cuál será el papel que asumirá el político en este organismo? ¿Cuál es la imagen que tiene sobre la UdeA? Aquí, algunas respuestas.

Juan Diego Posada jdposadap@hotmail.com

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ara Luis Pérez Gutiérrez, gobernador electo de Antioquia, no es ajena la UdeA. Fue rector de la misma entre 1990 y 1993, director del Icfes un año más tarde y Secretario de Educación de Medellín durante la alcaldía de Sergio Naranjo. El político ya ha lanzado algunos comentarios sobre la situación de la Universidad de Antioquia y ha cuestionado ciertos programas de educación de la administración Fajardo. “Por algo dijo que Antioquia la más educada es un cascarón vacío”, comenta el profesor Jhon Muñoz, jefe del Departamento de Trabajo Social, de la UdeA, y doctor en Políticas Públicas. Para el docente, ya es notable cierta “tensión” entre el Gobernador electo y el rector de la Universidad de Antioquia, Mauricio Alviar, cuya entrada a la rectoría se debió, en buena parte, al voto de confianza del gobernador Fajardo. Sin embargo, es probable que el panorama no sea tan oscuro como se cree. Según Muñoz, “el rector no es de izquierda; puede ser más de derecha y eso podría acomodarlo más por el lado de Pérez”, lo que significaría encontrar puntos comunes en sus formas de gobierno. A su vez, ambos han manifestado interés por fortalecer la educación virtual por encima de la presencial para las regiones. Además, en caso de no llegar a un consenso, el llamado al orden puede venir directamente desde arriba. Es decir desde el Ministerio de Educación o incluso desde la Presidencia que son, en términos prácticos, los que han apoyado tanto la elección de Alviar como la de Pérez. “Gina puede llamarlos al orden pues los dos, indirectamente, están avalados por los dos partidos. Es probable que ni siquiera haya una ruptura. Probablemente no haya cambios estructurales en el plan del Rector”, asegura Muñoz. Después de una larga búsqueda, De La Urbe pudo abordar al Gobernador electo en rueda de prensa y preguntarle sobre temas de la Universidad. ¿Qué opinión le merece la situación que está viviendo la Universidad de Antioquia? Yo quisiera que toda la dirigencia antioqueña, los que somos más ilustrados y los que somos más pudientes, empecemos a preocuparnos por la Universidad de Antioquia. La Universidad por cada mes de paro está perdiendo casi 100 mil millones de pesos; eso a mí me parece un escándalo. Lo segundo es que estamos dejando de educar nuestra juventud; eso vale más que los 100 mil millones de pesos. Yo voy a trabajar en una nueva universidad más ágil, más flexible, que se mueva con más facilidad, que pueda llegar más rápido a las regiones y naturalmente voy a poner a la Universidad de Antioquia y al Politécnico a que apoyen esta nueva universidad para que vaya a los municipios. Vamos a aprovechar también los parques educativos para llevar más educación superior a los municipios. Soy de los que cree que hay que hacer un examen de la Universidad de Antioquia a ver si toda la descentralización va a correr por cuenta de ella o si vamos a darle esa tarea a una nueva universidad. Ustedes ven que el doctor Fajardo ha hecho una buena tarea en lo que tiene que ver con la UdeA para Urabá, se han hecho grandes esfuerzos, pero los resultados son modestos. En Urabá, creo que hay cerca de 1250 o 1300 estudiantes; eso es muy poco para las necesidades que tenemos. Vamos a buscar la forma para que las nue-

vas tecnologías las podamos aplicar para que los municipios de Antioquia tengan buena educación superior. Algunos estudiantes ya piden la renuncia del Rector, ¿usted qué piensa hacer? Hasta el primero de enero soy un ciudadano común y corriente. Mi preocupación es que los muchachos estén sin clases, además del dinero que se pierde. Por ahora no puedo interferir en la actividad de gobierno del actual Gobernador, pero sí puedo presentar mi preocupación como ciudadano sobre por qué de una forma tan tranquila se esté dejando la Universidad así. ¿Ya tiene algunas decisiones puntuales como cabeza del CSU frente a la situación de la Universidad? Yo estoy nombrando una comisión de empalme, que me muestre cuál es la situación real de la Universidad para decir cuál va a ser mi posición sobre el futuro de la institución. Yo le voy a introducir obviamente cambios, vamos a seguir apoyando la Universidad con toda la fortaleza, pues yo fui rector y quién más puede amar la Universidad que Luis Pérez. Pero vamos a ver cómo distribuimos algunas funciones. Porque yo voy a crear la Universidad Digital de Alta Tecnología de Antioquia, que puede, digamos, remplazar muchas tareas que la UdeA hace mucho más costosas y más difíciles, para que se dedique a actividades diferentes. Tenemos que buscar un diálogo permanente para que la Universidad funcione. A mí me parece que si una universidad está cerrada un mes o dos meses está perdiendo los días de la juventud, el conocimiento que se adquiere en la juventud y más de 200 mil millones de pesos que al Departamento también le hacen falta. Eso no es solamente culpa de los que se opongan a que funcione, sino que tiene que haber unas directivas que sean capaces de resolver esos conflictos. Me imagino que ser directivo de la Universidad es distinto a ser gerente de una empresa. Y, precisamente, los rectores y los directivos tienen que tener la capacidad de comprender y entender a los estudiantes, a los inconformes, de resolver esas diferencias y lo más fácil es cerrar una universidad; eso le queda fácil a cualquiera. Pero me parece que tenemos que tener dirigentes que estén permanentemente adelantándose a los conflictos, solucionándolos y buscando que la Universidad esté abierta 24 horas del día, ojalá, para todos los ciudadanos. ¿Ha tenido algún acercamiento con el rector Mauricio Alviar? Todavía no. ¿Qué va a pasar con los docentes de la Universidad? Como Rector, yo nunca tuve problemas con ellos. Tuvimos una excelente relación. Yo creo que no hay ningún es-

tamento en la Universidad, ni siquiera los estudiantes, porque cuando Luis Pérez fue rector los estudiantes volvieron al Consejo Superior. Eso quiere decir que tengo una capacidad de entendimiento para buscar que todos nos pongamos de acuerdo para que la Universidad funcione bien y si eso lo hice como Rector, también quiero hacerlo como Gobernador de Antioquia. El Consejo Superior Universitario, máximo organismo de dirección y gobierno de la Universidad, está integrado por: 1. El Gobernador del Departamento de Antioquia, quien lo preside. 2. El Ministro de Educación Nacional o su delegado. En este caso, Gina Parody o Francisco Javier Cardona Acosta. 3. Un representante del Presidente de la República que haya tenido vínculos con el sector universitario. Se trata de Antonio Yepes Parra, exministro de Educación y exgobernador de Antioquia. 4. Un decano en representación de las directivas académicas, designado por el Consejo Académico para un período de dos años. Francisco Londoño Osorio, decano de la Facultad de Artes. 5. Un representante de los profesores. María Rocío Bedoya Bedoya, docente de la Facultad de Derecho. 6. Un representante de los estudiantes, elegido por estos en votación universal, directa y secreta, para un período de dos años. Desde hace años no se cuenta con este representante ante el CSU. 7. Un egresado graduado de la Institución, elegido por los Representantes de los Egresados ante los Consejos de Facultad, y que no esté vinculado laboralmente con la Universidad. Ricardo Álvarez García, médico salubrista. 8. Un representante del sector productivo. Juan Guillermo Londoño Posada, Administrador de Negocios de la Universidad Eafit. Actualmente es gerente de la empresa de servicios públicos Celsia S.A. 9. Un exrector de la Institución que haya desempeñado el cargo en propiedad, elegido por los exrectores de la Universidad de Antioquia que cumplan la misma condición. Jaime Restrepo Cuartas. 10. El Rector, con voz y sin voto.

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6 Editorial Comité editorial: Patricia Nieto Nieto, Jorge Alonso Sierra, Luis Carlos Hincapié, Raúl Osorio Vargas, Jaime Andrés Peralta Agudelo, Heiner Castañeda Bustamante, Natalia Botero Oliver. Dirección: Juan Camilo Jaramillo Acevedo Coordinación editorial: Daniela Jiménez González, Juan Diego Posada Posada, Juan Manuel Flórez Arias, Sofía Villa Múnera, Mariana White Londoño. Redacción: Daniela Jiménez González, Jaime Zapata Villarreal, Maria Helena Vivas, Remberto Rhenals M., Juan Diego Posada, Karen Parrado, Mariana White Londoño, Luis Carlos Hincapié Muñoz, Carlos Andrés Hernández Duque, Diana Sofía Villa Múnera, Juan Manuel Flórez Arias, Juan Camilo Jaramillo Acevedo, Estefanía Carvajal Restrepo. Corrección de estilo: Alba Rocío Rojas Diseño: Cristina Montoya Ramírez Fotografía: Sara Lopera, Luisa María Charry Valencia, Juan Diego Restrepo, Federico Ruíz, Valeria Fuenmayor, Santiago Agudelo, Alejandro Cock, Catalina Sierra. Ilustración: Ricardo Cortázar, Cristina Montoya Ramírez. Cómic: Pablo Pérez (Altaís) Caricatura: Moly Portada: Andrés Felipe Otálvaro Muñoz Impresión: La Patria, Manizales Circulación: 10.000 ejemplares Sistema Informativo De La Urbe Coordinación Radio: Luis Carlos Hincapié Coordinación TV: Jorge Alonso Sierra Coordinación Digital: Wálter Arias Coordinación Especiales: David Santos Gómez Universidad de Antioquia Rector: Mauricio Alviar Ramírez Decano Facultad de Comunicaciones: David Hernández García Jefa Departamento de Comunicación Social: Deisy García Franco Las opiniones expresadas por los autores no comprometen a la Universidad de Antioquia. Universidad de Antioquia, Bloque 12, oficina 122. delaurbe.udea.edu.co, delaurbe@comunicaciones.udea.net.co, delau.prensa@gmail.com, www.facebook.com/sistemadelaurbe, www.twitter.com/delaurbe Teléfono: 219 59 12 FACULTAD DE COMUNICACIONES Ciudad Universitaria-Calle 67 N° 53-108 Medellín - Colombia

Número 76 Diciembre de 2015

No. 76 Diciembre de 2015

Pongámonos de acuerdo S

on múltiples las interpretaciones que se pueden hacer frente a la situación de anormalidad académica en la que se encuentra sumida la Universidad de Antioquia desde hace más de dos meses. Hay quienes aluden a la intransigencia y a las decisiones autoritarias del rector Mauricio Alviar, otros lo explican como una medición de fuerzas que pone en escena el concepto de gobierno universitario, y hay sectores que lo entienden como el resultado natural de las disposiciones que se derivan del relevo en las estructuras de poder tras la salida de Alberto Uribe, rector durante más de 12 años. No obstante, más allá de conocer estas y otras posibles razones que se escuchan en los pasillos, la realidad es que como universitarios debemos admitir que culminamos el año 2015 con un deterioro del hilo de la conversación entre los actores. Aunque las directivas de la Universidad, en cabeza del Rector, insisten en que la mayoría de los procesos misionales no se han detenido y que muchos profesores y estudiantes asisten a los cursos con regularidad, lo que se ha generado es una suerte de “normalidad” forzada que impide reconocer la situación en su verdadera dimensión, porque si bien es cierto que la dinámica del día a día de la institución no se detiene, el ausentismo en las actividades académicas y culturales en la ciudad universitaria es un síntoma de que algo no anda bien. Por razones justificables o no, los paros, las anormalidades académicas, las asambleas permanentes, las asambleas escalonadas y la sucesión de nombres que se le dan a los ceses de actividades han sido recurrentes en la Universidad. Pero lo que marca hoy una diferencia fundamental es que el diálogo entre las partes carece de un código común que facilite la interlocución, dando como resultado un intercambio de mensajes equívocos, de notificaciones en tono de imposición, de ultimátums, de declaraciones oficiosas, de justificaciones forzadas, de sustentaciones normativas y de anuncios amparados en las “reglas” que rigen las dignidades de los diferentes estamentos. Este código babel ha trascendido de tal forma que de una misma canasta de palabras tomadas al azar por algunos de los hablantes, se adoban con prevención términos como diálogo, gobierno, cogobierno, gobernabilidad, autoridad, participación, deliberación, representatividad, democracia, política, politiquería, autonomía y otros tantos vocablos.

Preguntar ¿por qué?, en un lenguaje común, debe ser una condición inherente a los universitarios cualquiera sea su posición en el engranaje de una institución pública como la nuestra. Los directivos, los profesores, los estudiantes, los empleados, los egresados y la sociedad en general tienen la obligación de indagar por las implicaciones que tienen las decisiones, sin que ello implique subvertir los fueros ni confundir los deberes y derechos amparados en las normas. Ante este escenario de actores en desencuentro que buscan acuerdos frente a asuntos tan complejos como la reforma al examen de admisión, el estatuto profesoral, el reglamento estudiantil, la financiación de la universidad, el programa de salud o la democracia universitaria, bastaría al menos una primera aproximación acerca de la voluntad real que tienen las partes para sentarse a conversar con base en los alcances y limitaciones que se deriven del diálogo, porque mientras ello no ocurra hay un riesgo inminente de que las grietas se amplíen con el correspondiente daño institucional. Además de las pérdidas económicas que genera una anormalidad como la que se vive en la Alma Máter, hay un menoscabo en la imagen institucional que afecta directamente los índices de calidad y reconocimiento, aspectos en los que ha hecho énfasis la actual administración y que pueden venirse al suelo si las partes no actúan con la responsabilidad y el tacto que exige el momento. Mantenerse en el plano de la tozudez, jugar al cansancio de la contraparte, llevar al extremo al contrario o fomentar una vía de hecho para lograr empecinadamente los objetivos puede darle réditos a unos o a otros, pero mientras tanto la institucionalidad se resquebraja, se mina la confianza, se dilapidan los recursos, se desdibuja el sentido de la Universidad y se acrecienta esa suerte de indiferencia de muchos actores sociales, incluso universitarios, frente a lo que afecta a la institución educativa más importante de Antioquia. En la Universidad, como escenario natural del diálogo de saberes, es imperativo acordar los términos de la conversación, acudir a la sindéresis y al recurso de la palabra para aclarar las posturas. Sería inaceptable prolongar un desencuentro amparado en las convicciones inamovibles de las contrapartes, sería inadmisible que los 4592 aspirantes que pasaron el examen de admisión tuvieran que postergar aún más su matrícula porque directivos, profesores y estudiantes se resisten a ceder un trozo de su vanidad.

Opinión

Una casa para Svetlana Alexiévich

Jaime Zapata Villarreal jaimezapata92@gmail.com

I

nicia así: ella gana el Premio Nobel de Literatura y parte del mundo aprende a pronunciar −casi siempre mal− su nombre: Svetlana Alexiévich. Lo que sigue ya es historia de todos los años por estas fechas: compramos sus libros para decir que la leímos, o la leemos para decir que compramos sus libros y que es muy buena, que merece ese y muchos más premios. Y descubrimos, entonces, que debimos haberla leído antes: que es necesario separar un espacio en nuestra biblioteca a esos libros raros que dicen tanto de otros como de nosotros mismos. Pero antes de la historia, como siempre, hay una vida y un registro: Svetlana Alexiévich, Stanislavo, Ucrania Occidental, 31 de mayo de 1948. Si bien nació allí, Alexiévich creció en Minsk, Bielorrusia, lo que supuso, para ella, no solo un cambio de territorio sino una noción portátil del origen: saberse de un lugar, pero al instante mudar de suelo, postergar su registro. Estos datos serían mera estadística si no cifraran las bases de una obra posterior que, como toda la literatura comprometida con su arte, parte de un conflicto íntimo, individual −ser mujer, civil, víctima en una geografía atravesada por la guerra y el machismo− para desarrollar, posteriormente, un fresco plural que dé cuenta de las voces de otros, del mapa social de una región convulsa, flotante, en constante mudanza política. Alexiévich es periodista de profesión y así ganó el Nobel de Literatura: no ha escrito novelas ni cuentos ni poesía. Y

(

es que, a diferencia de otros escritores que utilizan el periodismo como puente hacia la ficción, Alexiévich hizo de este el sostén de su trabajo: sus crónicas y reportajes ensayísticos recogen prácticas del buen periodismo tradicional −intensa reportería, voces innumerables y contrapuestas, análisis riguroso− para hacer nudo, a su vez, con las herramientas más sofisticadas de la ficción: polifonía de voces, monólogo interior, fragmentariedad, elipsis. En Voces de Chernóbil (1997), su único libro traducido íntegramente al español, Alexiévich radiografía, desde el punto de vista de las víctimas, la catástrofe nuclear de Chernóbil, Ucrania. Más de 500 entrevistas en diez años de trabajo sirvieron de insumo a este potente mosaico oral que desnuda las grietas del dolor sin amarillismos ni sensiblerías: la contención emocional, en sus páginas, alcanza alturas de gran brillantez que permiten percibir el esqueleto de la tragedia desde la cruda alocución de las víctimas, desordenando su sintaxis, ensayando una nueva respiración −de las voces y del texto− a medida que las historias van despoblándose, cada una, de sus cargas; como si escurrir el daño estirara el sentido de la vida, le diera músculos; como si el dolor, a fin de cuentas, fuera un hábito necesario. Así es como Alexiévich construye un mundo, una casa propia a través del periodismo: dona la voz pero aguza la mirada; entra preciso a una vida pero sale de ella a destiempo, para que algo quede. Por eso una casa es un origen: un lugar para estar y para irse después; para volver si se quiere o, quizá, para partir de nuevo: nunca se está en ella totalmente. Y esto, Alexiévich lo sabe mejor que nadie: ella erigió su hogar perdiendo fronteras y visibilidad, pero ganando, a cambio, experiencia, vidas ajenas, buena literatura.

A diferencia de otros escritores que utilizan el periodismo como puente hacia la ficción, Alexiévich hizo de este el sostén de su trabajo.

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7 Humor La vida interrumpida

Mataron a Dorancé Herrera, periodista de Caucasia. Eso dice mucho. Dice que un disparo −así lo mataron− basta para desaparecer el cúmulo de experiencias recogidas durante 28 años: la niñez en Palanca, las escaladas a los árboles de la sede Caucasia de la Universidad de Antioquia cuando estudiaba Comunicación Social, los mangos producto de esas escaladas, las exposiciones en las que la lucidez de sus ideas contrastaba con la escasa ortografía de sus diapositivas. Dice que un momento, decidido por otro, puede desaparecer cualquier futuro posible: el libro de poemas que durante años planeó con su amigo Rober Aurelio Nieto, la carrera en Ingeniería de Construcción. En la tumba se lee: “Dorancé Herrera 1987­-2015”, como reiterando que se trata de una historia concluida. Mataron a Dorancé Herrera, hace un año mataron a Luis Carlos Cervantes y hay otros ocho periodistas amenazados por el ‘Clan Úsuga’ en el Bajo Cauca. Eso dice.

Atrápame si puedes

Vía telefónica, WhatsApp, correos electrónicos, mensajes de voz, con sus comunicadores y hasta con sus más cercanos, De La Urbe intentó localizar al gobernador electo, Luis Pérez, que más que una figura pública se comporta como un prófugo de la justicia. El futuro gobernante parece no querer tener contacto con los medios, por lo menos, antes de su posesión. Lo entendemos, señor Pérez, podemos ser una piedra en el zapato para los políticos. Le deseamos la mejor de las administraciones y que brille por sus apariciones más que por sus ausencias.

Opinión

Informar no es dialogar María Helena Vivas López vivashelena@gmail.com

E

l rector de la Universidad de Antioquia, Mauricio Alviar, dice que el Plan de Acción 2015 - 2018 es fruto del “diálogo constante y abierto con la comunidad universitaria”. Sin embargo, hasta ahora solo hemos asistido a exposiciones suyas al respecto, a la entrega de información, pero no a un diálogo, a un intercambio de ideas y argumentos. Tampoco es claro en el Plan de Acción cómo se integraron algunas sugerencias y propuestas de la comunidad universitaria, entre ellas las que plantea un documento juicioso de 16 páginas elaborado por los decanos y directores del área de Ciencias Sociales y Humanas, enviado al rector en julio de este año. Sabemos que, aunque la Constitución Política de 1991 señala que Colombia es una república “democrática, participativa y pluralista”, todavía hay poca participación ciudadana en los asuntos que nos afectan. Pero lo que parece lamentable es que en una universidad pública, como la nuestra, tampoco hayamos llegado a consolidar costumbres democráticas de diálogo, controversia y trabajo colectivo, aunque en las normas y en los discursos esas palabras se repitan constantemente. El Estatuto General de la Universidad consagra la participación como uno de sus principios. Señala que “La Universidad se reconoce como espacio de controversia racional, regida por el respeto a las libertades de conciencia, opinión, información, enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra, orientadas por las exigencias de los criterios éticos que se traducen en una real convivencia universitaria”. Las palabras y los propósitos de nuestras normas deben materializarse en hechos de la vida cotidiana de la institución. El diálogo y la controversia son necesarios en la Universidad y requieren, por lo menos, de la voluntad de comunicar de los participantes. Las condiciones y los procedimientos deben ser acordados para llegar a la interacción. La información previa, la escucha y la respuesta hacen parte de los elementos esenciales de la conversación. Comunicarse, dialogar, conversar, no es lo mismo que enviar y recibir información. Por ello, tanto los encuentros con las unidades académicas, como los posteriores “Diálogos con el Rector” con los diferentes estamentos, fueron espacios para el intercambio de información. Aún si aceptamos que el rector tuvo el propósito de dialogar, las dificultades operativas para conversar con centenares de personas de los diferentes estamentos fueron evidentes. Entonces, para qué insistir en llamar “diálogo” a la apertura de unos espacios poco propicios para la conversación, sin procedimientos concertados para ello. En los encuentros se presentaron solicitudes y se hicieron preguntas al final de la exposición central del rec-

Aunque llueva, pague

tor. ¿Cuántas de esas solicitudes realmente se integraron a la discusión posterior en el Comité Rectoral y el Consejo Académico acerca de las necesidades y expectativas de la comunidad universitaria? ¿Es este el diálogo que requiere una institución pública, con tradición deliberante como la Universidad de Antioquia? ¿Qué hay de la búsqueda del entendimiento? ¿Significa participar emitir alguna opinión o presentar un atisbo de propuesta en una reunión? Tanto en la elaboración del Plan de Acción, como en la reforma al examen de admisión, faltó establecer procedimientos adecuados para la participación y el diálogo con la comunidad universitaria, que ha manifestado su inconformidad por no percibir que su contribución fuera tenida en cuenta al elaborar el diagnóstico que debe servir como base para el plan de acción. Igualmente lo han señalado los profesores y estudiantes con relación al proceso de análisis, estudio y reforma del examen de admisión. Además de la necesidad de una mayor capacidad de escuchar, de promover la participación y de propiciar un diálogo efectivo, se requiere una visión prospectiva para avizorar colectivamente el futuro posible de la Universidad como patrimonio público y proyecto cultural de enorme impacto social y científico. Sin embargo el enfoque parece quedarse en la proyección, es decir, en mirar más el pasado que el futuro, lo cual no parece pertinente para la dimensión y responsabilidad de la institución: “El futuro de la universidad hay que leerlo en el pasado. Las tradiciones nos interpelan. Todo paso nuevo en el conocimiento exige riesgo y responsabilidad. Ser innovador apunta a eso: comprenderse y atreverse a cambiar” (Plan de Acción 2015-2018, p.4). Después de más de un mes de cese de actividades de estudiantes, en protesta por el cambio apresurado y poco debatido del examen de admisión, y de anuncios sobre reformas al reglamento estudiantil, entre otros asuntos, se logró concretar una comisión de representantes del Consejo Académico, conjuntamente con profesores, para debatir estos temas, cuyo primer resultado fue la suspensión del acuerdo académico 480 de 2015, que estableció el nuevo examen de admisión. Se considera un avance haber iniciado este diálogo, pero el costo de lo que hoy sucede, en incertidumbre, discontinuidad académica, recursos económicos y el perjuicio para la institución, para la comunidad universitaria y las familias de los estudiantes, es muy grande como para no considerar en adelante mejorar las formas de proceder. Solo si nos inspira realmente el epígrafe de Elías Canetti que acompaña el Plan de Acción será posible cumplir el propósito del diálogo y la participación en la Universidad: “¡Qué grandes son las buenas palabras! ¡Cómo puede uno, cuando se olvida de sí mismo, apaciguar su vanidad, su deseo de tener siempre razón, sus ansias de dominio, sus mil y un espejos!”.

¡Ese tal Fenómeno del Niño no existe! Estamos ante uno de esos típicos episodios endémicos que pasan en nuestra hermosa república tropical. Cómo es que el Gobierno anuncia el aumento de las tarifas de servicios públicos en el país debido a la sequía causada por el Fenómeno del Niño y, acto seguido, comienzan las lluvias en diferentes zonas del país. Esto, en otro lugar del mundo, sería un hermoso milagro para evitar que la gente de a pie tenga que meterse la mano al dril; pero aquí no. Resulta que aquí el alza de las tarifas sigue en pie, aun cuando los colombianos ya pagamos al “Fondo de Confiabilidad” $2,7 BILLONES ANUALES desde 2006 para que las generadoras de energía tuvieran con qué sortear crisis como esta. Parece increíble que ese dineral no les haya alcanzado para evitar que suban los precios en este pedacito de mundo que tiene una riqueza hídrica envidiable.

Un himno para Lupe

Luis Pérez ya no le encuentra energía al himno de Antioquia. Dice que requerimos un himno solemne en todos los sentidos aunque queda la duda sobre qué es, en específico, lo que le molesta: si la mujer indígena que canta el principio, si el acordeón y la guacharaca que suenan luego, si las palmas y las tamboras de la agrupación del Urabá después. Quizá todo, y el desánimo de Pérez es escuchar ritmos y voces diversas junto a una letra que solo habla de hachas y montañas. ¿Dónde buscar la energía perdida? La clave podría estar en el músico personal del gobernador electo, que en la pasada campaña tuvo la genialidad de reemplazar “mujeres” por “Luis Pérez” en la canción de Ricardo Arjona. Quizá en el futuro escuchemos la letra del himno antioqueño sobre la pista de “Señora de las cuatro décadas”.

Orgullo

Nos sentimos orgullosos de los reconocimientos que han ganado algunos de nuestros estudiantes y egresados de la Facultad de Comunicaciones en diferentes convocatorias durante estos últimos meses. Luis Carlos Padilla, estudiante de Periodismo, ganó el 23 de octubre el Premio Rodrigo Noguera Laborde de Periodismo, otorgado por la Universidad Sergio Arboleda, sede Santa Marta, con su reportaje de televisión “Héroes: de la locura a la libertad”. Por otra parte, con el documental “Aquí me quedé”, Jenny Alejandra Echavarría y Juan Fernando Foronda resultaron premiados en la categoría Investigación Estudiantil durante la celebración del Día Clásico de la Universidad de Antioquia, el 9 de octubre. Finalmente, el egresado Antonio Rodríguez Marenco, coordinador de la Emisora Cultural en el municipio de Andes, ganó el 30 de octubre el Premio de Periodismo Simón Bolívar en la categoría de trabajo periodístico en radio con la crónica “Sobrevivientes”. Esperamos que sean muchas más las distinciones para estos periodistas rigurosos y comprometidos.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


8 Testimonio

Ella, Carolina Jaramillo, economista y cantante; él, Alejandro Cock, documentalista y profesor de la Universidad de Antioquia; juntos, una pareja encantadora. Historia de vida en medio de la enfermedad, contada en la voz de su protagonista.

Fotografía: Alejandro Cock

Canción de amor

“El cáncer es un monstruo y al mismo tiempo es un regalo porque abre muchas posibilidades de reinterpretar la vida, de decidir qué quiere hacer uno con el tiempo que tiene. Yo hallé en la música el camino para acompañar eso, y por encima de la música, el amor”.

Juan Camilo Jaramillo cjaramillo2004@yahoo.es

A

lejo y yo teníamos un amigo que vivía en el edificio del frente, y yo me paraba en el balcón de su casa y veía este apartamento, justo este, y decía: yo quiero vivir allá. Llamaba a Alejo y le decía: “No es una casa con jardín, pero tiene terraza para nosotros y para Foster”. Es que el sueño de Alejo y yo era tener una casa con jardín, pero terminamos enamorados de esta zona en El Poblado, de esta casa. Fue una cosa súper charra porque, a partir de entonces, a Alejo le dio por venir cada quince días a preguntarle al portero: “¿Hay casas para la venta?”, y a los ocho días yo hacía lo mismo, sabiendo que nosotros ni siquiera teníamos plata ni nada. Éramos como unos locos viniendo hasta aquí. Se nos clavó que tenía que ser este apartamento. En algún momento nos habíamos planteado vivir en Santa Elena, un lugar que amábamos, pero fue una idea que tumbamos muy rápido porque nosotros todo el tiempo estábamos callejeando. Todo el tiempo en cine o en conciertos o en las casas de amigos o en conferencias o en tertulias; eso nos encantaba. Y decíamos: “Si nos vamos a Santa Elena nos pegamos una aislada la verraca”. Además éramos muy trasnochadores porque vivíamos bailando salsa como unos locos en todas partes, y decíamos: “Nos coge unas ganas de ir al Tíbiri a bailar salsa y cómo hacemos para devolvernos a las dos de la mañana”. Por esas cosas decidimos quedarnos en Medellín. Entonces un día el portero me dice: “Hay dos apartamentos para la venta”. Entro y uno de ellos era este. Y cuando lo veo me pongo a llorar. Llamé a Alejo y le dije: “Amor, nos desocuparon la casa de los sueños”, y empezamos a hacer toda la negociación con el dueño, que fue algo alucinante. Después de todas las cosas que me han pasado, tengo la certeza de que uno tiene que tener la idea fija de pa dónde va y qué quiere hacer, y a partir de eso como que el mundo se abre. Era llamar cada veinte días al dueño de la casa a decirle “Véndala que no nos alcanza”, y a las siete de la noche llamarlo a decirle: “No la venda todavía, por favor, espere, no vaya a vender”. Así. Y Alejo me decía: “No más, busquemos otra cosa, no tenemos tanta plata”. Porque nos costaba un montón, y de dónde pues. Y ese man nos hizo una rebaja que yo sé que a nadie le han hecho nunca en la vida. Nunca, nunca. Desde tiempo antes Alejo ya me había dicho: “Vamos a ver otros apartamentos”, y yo toda aburrida mirando en internet a ver qué encontrábamos. Nos íbamos a buscar otros apartamentos y salíamos más aburridos. Veía una casa y decía: esta no es la casa. Alejo entraba a otra y era: “No tiene vista, no tiene luz, vámonos, vámonos”. Hasta que a último momento Alejo dijo: “Ah, pues lo peor que nos puede decir ese man es que no. Llamémoslo y digámosle que esto es todo lo que tenemos, que es el sueño de

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No. 76 Diciembre de 2015

nuestras vidas, y si nos para bolas, bien; si no, nada que hacer”. Y llamamos a ese señor con una seguridad, casi regañándolo: “Nosotros queremos vivir allá; no tenemos sino esto. Lo toma o lo deja. Se lo damos pasado mañana”. Y ese señor nos dijo: “Bueno, listo”, y a los veinte días ya estábamos viviendo acá, felices. Esta casa se convirtió como en el templo de la amistad, la casa de todos: La Mansión Foster la llamamos. Foster es mi perro, que me encontré en la calle. En septiembre Alejo y yo hubiéramos cumplido tres años de estar acá, si no fuera porque al poquito tiempo de habernos pasado le diagnosticaron cáncer. Eso fue en julio de 2012. El síntoma inicial fue que comenzó a sangrar por la orina, por eso comenzaron a tratarle la vejiga y se demoraron mucho en descubrirle el cáncer, que estaba en el riñón. A Alejo se le demoraron entre seis y ocho meses en diagnosticarle el tumor. Él tenía carcinoma urotelial avanzado, muy avanzado. Es un cáncer que da en vías urinarias, el tipo de tumor más escaso de todos. A la gente que le da, suelen ser personas mayores de 84 años, que han tenido contacto con muchos químicos durante toda la vida, que han fumado de forma enferma siempre. O sea todo lo contrario a Alejo. Por eso yo digo en una de las canciones que la estadística nunca tiene la razón. Alejo era el mar, el bosque, la naturaleza, los viajes. Un ser

“Aprendí también que uno es capaz de hacer lo que le dé la gana, que uno se tiene que quitar los miedos de la cabeza. Porque todo se puede. Todo”. absolutamente apasionado con lo que hacía, con un inmenso respeto por el otro, por las plantas, por los animales. De ese modo asumía todo: cada fotografía, cada documental. Por eso nadie se le abría ante una cámara como se le abría a él, como si le abriera el alma. Era un hombre que estaba ubicado del lado de las preguntas, no del lado de las respuestas. Nunca con arrogancia ni con la última palabra. Siempre hablando desde las posibilidades, tratando de no estar para que los otros sobresalieran. Yo me acuerdo que cuando le dieron el PhD en España, lo único que decía era “Ay, siquiera pasé esto”, y si uno lo llamaba “Doctor”, él era “No, qué mañé, no me digás así”. Porque él partía de la base de que no sabía, y siempre que estaba trabajando en algún documental me preguntaba: “Chiqui, vos cómo ves esto, qué te parece”, y al que le podía preguntar, le preguntaba. Alejo nunca sentía que lo que había hecho era La Obra, no, y yo creo que eso es lo que lo hacía tan grande.

Justo cuando le dieron el diagnóstico, nosotros estábamos en uno de los mejores momentos de nuestras vidas. Habíamos acabado de cumplir el sueño de tener esta casa y apenas estábamos aprendiendo a habitarla. Nos la estábamos disfrutando, poniendo cada cuadro, trayendo cada cosita. A nivel laboral yo estaba en un gran momento en mi trabajo en mercadeo, y Alejo se encontraba en una etapa en la que ya sentía que había creado algo bacano en la Universidad de Antioquia, en el pregrado de Comunicación Audiovisual. Sentía que había encontrado la manera de hacer algo que siempre soñó, que era unir la creación con la investigación para el trabajo audiovisual. Entonces es como si estuvieras en el mejor momento de tu vida y de repente las manecillas del reloj cambiaran de sentido, y entraras en una cuenta regresiva que tiene escondido un número, que tiene por detrás cuánto va a durar, y ese reloj lo sabe pero vos no lo sabés. Reaccionamos con mucho desconcierto. Al principio con mucho miedo, con negación: esto no puede ser verdad. Después con tristeza y después con esperanza, siempre con esperanza. Siempre con la filosofía de Alejo y yo, que es la que está recogida en el disco El amor es lo que salva y en el proyecto de los niños: el presente. Amor y presente. Vivir el hoy. A Alejo le habían dado muy poquitas posibilidades al principio. No le habían dado ni seis meses. Y duró tres años, y eso es mucho. Es muy poco pero es mucho, un tiempo que nosotros nos degustamos hasta la última gota. Alejo nunca dejó sus documentales ni de tomar fotografías. Él salía de quimio a dar clase. Salíamos de la clínica Soma y unas tardes decíamos: “Vamos a ver películas a la casa”, y nos veníamos a ver películas toda la tarde. Otras veces decíamos: “Qué rico, vamos a Ciudad del Río y tirémonos en la manga”, y nos tirábamos en la manga todo el resto de la tarde. Y otras veces me decía: “Vamos a trabajar”. Lo llevaba a la universidad y yo me iba a la oficina. Semanas después del diagnóstico, cuando lo operaron del riñón, me acuerdo que saliendo de la clínica le dije: “De ahora en adelante vamos a hacer lo que nos dé la gana. Lo único urgente es lo que nosotros sintamos que tenemos que hacer”, y a los dos días cogimos un avión y nos fuimos pa Cartagena a ver el mar, que era lo que él más amaba en su vida, su mar. Y allá estábamos, un martes, mientras todo el mundo estaba trabajando. Dijimos: “Nada es más importante que vivir. Nada”. Cuando ya llevábamos un año en el proceso de la enfermedad, en julio de 2013, a Alejo le diagnosticaron que el cáncer se había disparado de forma impresionante. Ese día yo lloré y lloré y lloré mucho, incluso después de que Alejo se durmió. Al otro día me levanté casi sin voz. Resultó que había tenido un shock nervioso que había generado un problema serio en las cuerdas vocales. Me acuerdo que cuando me levanté así escribí una nota en Facebook que decía: “Cuando creí haberlo perdido todo, entonces perdí mi voz”. Y cuando escribí eso dije: jueputa, ahora sí me fui.

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Fotografía: Catalina Sierra

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“Al lado de él aprendí muchas cosas, pero con todo su proceso de enfermedad y sin estar buscándolo siquiera nos enseñó a vivir a todos, reivindicó el amor. Porque a Alejo el amor lo salvó. Absolutamente”.

Yo había dejado de cantar desde 2009, por boba. Había montado un proyecto de tangos muy bacano, que había querido hacer toda la vida. Era un trío de guitarra, bandoneón y mi voz: un proyecto hermoso. Lo monté, lo lancé, lo amé; luego me cogió una nube de trabajo y lo maté, y me maté al mismo tiempo. Me dediqué a trabajar en mercadeo y me quedó una cosa súper loca porque peleé con la música. Que no, no quiero, es que no puedo. Y fue como una traición muy brava a mí misma. Pero al quedarme sin voz, tras el shock nervioso, el doctor solo me dio dos opciones: una era operarme y correr el riesgo de no poder volver a cantar, y la otra era tratar de curarme a punta de terapias de técnica vocal. Entonces, durante semanas, empecé a sanarme a través del canto, y el canto me sanó. Y cuando recuperé la voz, dije: Necesito hacer algo con lo me está pasando, con lo que he aprendido, con lo que estoy viviendo. Necesito reconciliarme otra vez conmigo y jurarme que no voy a dejar de cantar nunca más. Y todo apareció como un rompecabezas mágico en la cabeza, en el corazón. Me dije: Yo no quiero hacer una cosa en este momento que no sea por Alejo. Necesito reencontrarme conmigo, necesito volver a cantar, necesito que lo que haga sea coherente con la manera de vivir de nosotros, con la creencia de dar y compartir. Yo tenía claro que no quería cantar para la fama o el reconocimiento. Quería cantar para otra cosa. Además estaba convencida de que cantar sanaba, porque ya me había dado cuenta de eso en mí. Juntando todo eso nació un proyecto que primero se llamó Te doy mi voz. Eso lo inventé en agosto de 2013. Me senté y redacté un montón de cartas pa amigos y músicos, diciéndoles que yo quería que hiciéramos canciones pa Alejo. El fin era hacer un concierto y cantarle a Alejo el día de su cumpleaños, 20 de noviembre. Algo muy íntimo y para un día no más, y que de ese evento recogiéramos fondos para una donación a un grupo de niños con cáncer. Solo que pasó noviembre y no había canciones. Yo pensé: Este proyecto se desbarató, a mí nada me sale. Y en diciembre a Alejo le hicieron un examen donde aparecía que estaba curado. Yo siento que en este proceso, Alejo se alcanzó a curar muchas veces, en esas ganas que tenía de vivir. Los resultados decían que él estaba bien, que ya no quedaba nada, y nosotros nos dedicamos a celebrar la vida como unos locos, nos fuimos a pasear. En enero volví, saqué la cabeza y dije: De todas formas, este proyecto no se puede morir. A mis amigos músicos, yo les mandaba cosas que quería decir, la historia de Alejo y yo. Antes yo había cantado, pero me moría del miedo de sentarme a componer. Con este proyecto aprendí a componer, a darle forma a las letras; letras que se hicieron música en las manos de otros amigos. No eran canciones por encargo sino que era decirle al otro: Hacé lo que querás hacer, solamente pensá qué puede hacer mi voz con eso. Un asunto de confianza total, donde yo decía: Quiero decir esto, pero esto no soy yo, somos vos y yo haciendo algo. Una destrucción del ego muy bonita porque con ninguna canción sentí que yo la hubiera hecho de otra forma.

Lo aprendí con vos

ntesis, Aprendí que la vida es tiempo entre paré dad, que es tan clara la tristeza como la felici la razón que la locura es el lugar donde habita ar. y que es más poderoso creer que pens rtante, impo es nte urge lo todo Aprendí que no que un amigo es el que sabe cuándo irse, ras que una mirada dice más que mil palab . y que un abrazo silencioso a tiempo sana estar r sabe ad verd de Lo que significa Lo que valen diez minutos de soledad Lo que cuesta darse cuenta que los golpes te atraviesan y te hacen ser. Todo eso lo aprendí por vos, todo eso lo aprendí con vos. Que la noche más larga se puede llenar con canciones, recuerdos del alma. es, Aprendí que lo que falta nos hace total icción, que ser valiente es entregarse por conv pena la vale vez a algun e que equivocars y que fluir es más difícil que pelear. de verdades, Aprendí también que hay seis millones , razón la que la estadística no siempre tiene rio miste y ca máti mate es que el universo amor. y que no hay fuerza más intensa que el

Desde el principio, Jorge Sabogal, un músico caleño radicado en Barcelona, estuvo montado en el paseo sin dudarlo un solo día. Fue el productor de “Este amor”. Estuvo José Pablo Arbeláez, líder de Matute, amigo mío desde hace veinte años. Andrés Correa, de la que era fan y se terminó montando también. Estuvo Lina Villegas, que hizo “Corazón si estás conmigo”, que es prima de Alejo y una gran amiga de los dos. Y estuvieron otros, que llegaron más al final, como Andrés González y Mónica Zuluaga, que hacen parte de mi banda, dos grandes amigos que me regaló este proceso. Mucha gente se fue sumando y la idea fue creciendo, fue creciendo, y yo dije: Esto no puede ser una cosa efímera, un encuentro de un día. Decidí que no iba a ser un concierto sino un disco, que llamé El amor es lo que salva. Vale decir que en toda esta parte yo no le había dicho nada a Alejo. Era una sorpresa para el cumpleaños y siguió siéndolo semanas después. En estos días supe que Alejo lla-

maba a Santiago Herrera, profe de audiovisuales, colega y parcero del alma de la Universidad de Antioquia, y le decía: “Santi, yo estoy tan preocupado. Caro está como una loca. Se va, se encuentra con esos manes amigos suyos, no me dice pa dónde va, ahora se inventó una ida pa Barcelona porque dizque se tiene que ir, y yo enfermo”. Él no entendía nada. Y es que en el círculo nuestro casi nadie tenía ni idea. A mí se me había metido en la cabeza que yo tenía que grabar en Barcelona, que era una ciudad muy importante para Alejo y yo porque habíamos vivido allá en una época muy feliz. Entonces apareció un ángel que fue uno de los mayores regalos: Diego Vanegas, un paisa que vive en Barcelona hace veinte años, uno de los mejores productores de España y un ser humano como pocos. Lo curioso es que yo a Diego no lo conocía. Lo contacté un día por Skype y le conté la historia. Le dije: “Yo necesito hacer esto y necesito saber cuánto me vas a cobrar por unas horas de estudio pa que me ayudés a hacer una canción”. Él se murió de la risa y me dijo: “Yo le voy a decir una cosa: a mí me respeta. Primero, yo a usted no le voy a cobrar nada; véngase. Lo único que le voy a pedir es que me deje ser también compositor del disco. Porque no soy yo el que le estoy haciendo un regalo a usted: es usted la que me está haciendo el regalo más grande de la vida al dejarme participar en este disco suyo”. Al final terminó siendo el productor del noventa por ciento del álbum y regaló todo su trabajo. Así iban las cosas hasta que en marzo, cuando ya tenía visa, tiquete comprado y todo listo, a Alejo le hicieron un examen de seguimiento y resultó que estaba lleno otra vez, y de ahí arrancó todo pa atrás. Apareció sobre la mesa que había que hacerle una cirugía de pulmón, y nadie entendía por qué con semejante noticia yo me tenía que ir. Inicialmente yo le había dicho a Alejo que en la oficina me obligaban a sacar vacaciones porque de lo contrario las perdía, que tenía que aprovechar que una amiga estaba en Barcelona, que necesitaba descansar, recargarme. Y yo veía que todo el mundo me miraba con una cara como de quien dice: esta cómo se va a ir con Alejo así. Pero yo sabía que no podía cancelar eso. Yo tenía que entregarle ese regalo a Alejo y se lo tenía que entregar vivo. Solo que cuando llegó la noticia de la cirugía, Alejo me confrontó. Me dijo: “Yo necesito que me digás por qué te tenés que ir”, y le saqué todo. Le dije: “Este es el plan, llevo casi un año trabajando en esto”. Le pinté en un papel: estoy haciendo esto, estoy pensando en un disco, he convocado a tal gente, con el man con que me ves hablando cada rato es Diego Vanegas, productor de Sony. Alejo se puso a llorar, impresionado, y me dijo: “Te tenés que ir”. Y le dije: “¿Viste?, me tengo que ir, no me puedo quedar aquí”. Y me fui. En Barcelona pasé dos semanas alucinantes, como una loca grabando, conociendo los distintos colores de mi voz, cuidando cada detalle: una cosa mágica. Era el mismo proceso que veía cuando Alejo estaba haciendo sus películas y sus cosas. De armar, de cuidar la mirada del personaje, de que esto conversara con aquello, como toda la fi ligrana que tiene hacer un disco o un documental.

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Regresé con tres canciones listas. Apenas llegué, le solté a Alejo la primera, que fue “Cuando amas”, y él encantado. Las canciones comenzaron a acompañarnos siempre. Alejo hasta el último día estuvo escuchando su disco y cantándolo, y yo siento que fue uno de los regalos más grandes que yo le pude dar. Al principio pensé que eso era todo: tres canciones y listo. Pero cuando llegué de Barcelona le dije a Diego: “Metido un dedo, metida toda la mano. Un disco de tres o cinco canciones la gente lo quita en cinco minutos, y yo quiero que la gente esto lo vuelva un mantra”. Eso le dije a Diego: “Quiero que se vuelva un mantra, y un mantra no son tres canciones”. Y a medida que el tiempo fue pasando sentía que tenía otra cosa que decir y otra cosa que decir, y cuando menos me di cuenta ya estaban las diez canciones: un jazz, una salsa, otras más roqueritas, una que es más blusera. Terminamos de grabar en el estudio de José Pablo, aquí en Medellín. Siempre bajo una idea: que en el disco solo se sintiera amor puro. Al mismo tiempo estaba el proyecto de hacer una obra social, una idea que tenía desde el principio, y cuando lo del disco comenzó a crecer pensé en que no fuera una mera donación sino algo más grande. A mí el hospital San Vicente Fundación siempre me ha parecido muy humano, porque siento que es una institución que sobrepone la vida al resto, por el enfoque social y por el trabajo que ellos hacen en el hospital infantil. Y por esos cables que se dan, tuve la fortuna de conocer a Natalia Londoño, la coordinadora de donaciones, y le conté la idea. Le dije que yo no quería simplemente entregar la plata que recogiéramos del disco y los conciertos, que lo hicimos, sino hacer una cosa que tuviera trascendencia, y ahí fue donde nació la idea de un programa de música. Porque Naty me contó que ellos tenían desde hacía doce años un aula pedagógica para los niños que estaban hospitalizados permanentemente. Yo le dije: “Listo, usted tiene el espacio, tiene los niños, lo que tenemos que hacer es que ese espacio se llene de música”. Así lo desarrollamos, y ese programa hoy se llama Música para Vivir. Vinculamos a Canto Alegre, que pone los profesores y la pedagogía para darles clase de música a niños con cáncer o con enfermedades crónicas. A partir de ahí se sumó la Alcaldía de Medellín, financiando parte de lo que hacemos y convirtiendo nuestra propuesta en un nodo del programa Medellín Vive la Música con el cual ya llevamos más de 800 niños atendidos. Para agosto de 2014, mientras terminábamos el disco, yo ya tenía una banda sólida, pensando en el lanzamiento. Alejo estaba feliz, absolutamente feliz. Yo le grababa los ensayos, venía, se los ponía, y a él se le iluminaba la cara siempre. Es que nosotros éramos muy compinches. Exagerados. Un par de alcahuetes con lo que cada uno quería y soñaba hacer. Al mismo tiempo aparecieron los dolores. Antes había habido afectaciones, fatiga, muchas fiebres muchas veces, pero era llevadero. Los dolores fuertes en el cuerpo vinieron en agosto después de la cirugía del pulmón. Al final, en el disco fuimos diez compositores, tres productores y un eje transversal que fue la historia de nosotros. Ningún músico cobró nada, ni siquiera por los conciertos. Fue como la apuesta social de todos. Incluso Carlos Jones, de la litografía, regaló toda la parte impresa. El disco lo oímos mil veces acá. Se lo entregué, se lo puse. “Reinvención” fue una canción que amó. “Más fuerte” y “Lo aprendí con vos”, también. Cada día le gustaba una diferente, dependiendo de cómo se levantara. El concierto de lanzamiento él ni se lo imaginaba. No sabía yo qué iba a decir, no sabía qué me iba a poner, no sabía cuál era el orden ni las visuales ni las luces, nada, nada. Yo no lo dejé ni siquiera entrar al camerino. Alejo no se tomaba un trago hacía un año, y cuando terminó el concierto dijo: “Necesito una copa de vino”, y con ese esfuerzo se paró a llevarme un ramo de rosas al escenario. Era muy hermoso porque Alejo tenía muchos dolores, demasiados, nadie se imagina. Y él me decía que mientras estaba en los conciertos se le olvidaba el dolor, solo lo volvía a sentir cuando salía de allá. Pero en ese momento, entre la música, se lo tragaba la felicidad. Fueron dos conciertos en Casa Teatro El Poblado, el 28 y 29 de enero de 2015, y como se agotaron las boletas montamos uno más para la semana siguiente en El Teatrico, el 4 de febrero, que se agotó de una también. Por esos días, Alejo estaba en tratamiento de radioterapia, y él se paraba con ese dolor de la radio a sentarse en primera fila a recibir ese amor de doscientas personas cada día mandándole energía y puras cosas bacanas. Después de la radio, a Alejo se le habían acabado las opciones en Colombia, y encontramos un tratamiento de inmunoterapia específico para el tipo de enfermedad que él tenía. Para ese cáncer no se desarrollaba ninguna medicina desde hacía treinta años, y en noviembre de 2014, en Estados Unidos, habían sacado un tratamiento de inmunoterapia específico que había dado un grado de efectividad grandísima: en un cincuenta por ciento de los pacientes, que eso en cáncer es exagerado. Hicimos todo lo que podíamos para ir, pero él ya estaba muy mal. Cancelamos el viaje tres horas antes de partir, el 25 de abril. El cuerpo ya no le daba. Murió aquí, en esta misma casa, cinco días después. Alejo no era un hombre que le tuviera miedo a la muerte. Alejo no tenía sino ganas de vivir, y en esas mismas ganas estuvo muy aferrado hasta el final. Porque sentía que tenía muchas cosas por hacer, muchas: proyectos documentales que tenía en mente, proyectos de fotos, viajes. Por ahí quince días antes de su muerte estábamos acostados en la cama de la clínica soñando con el viaje a Nueva York. Soñando que volvía sanado, y haciendo la lista de los sitios que íbamos a visitar cuando él saliera. Incluso hicimos una cosa tan irresponsable como comprar dos

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Fotografía: Alejandro Cock

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“Muchas veces me decía qué rico un disco, pero eso cómo es de caro, puede valer sesenta millones. Pero aprendí que no todo es plata, y que en últimas hay gente que opina lo mismo que uno”.

boletas para ir a un concierto de U2 en Chicago. Ahí las tengo todavía. Porque él se iba a aliviar en el tratamiento de Estados Unidos. Entonces dijimos: “Aprovechamos y cumplimos un sueño de toda la vida”, que era ver a U2. Esa era la actitud en esta casa. Cagados de la risa, Alejo sentado en la silla de ruedas, frente al escritorio, y yo parada al lado de él gritando como una loca: “Vamos a ir al concierto de U2, vamos a ir al concierto de U2”. Éramos escogiendo las ubicaciones y planeando dónde había acceso para sillas de ruedas por si él no podía caminar. Él no le tenía miedo a la muerte. Había muchas ganas de vivir y había una sensación de que tenía mil cosas por hacer todavía. Alejo y yo nos conocimos en septiembre de 2004. Fue un día en el que yo estaba toda aburrida y una amiga me llevó pa Santa Elena donde unos amigos de ella, y estando allá ellos se animaron y dijeron: “Invitemos a otro combo y hacemos fiesta”. Y apareció Alejo. Antes de que él llegara, mi amiga me había dicho: “Va a venir un man que te va a gustar”. Y yo: “No, no quiero estar con nadie, no me presenten a nadie”. Pero cuando lo vi fue una cosa muy rara. Fue una cosa muy rara porque yo en Alejo no vi la belleza física, que la tenía, sino otra cosa, otra cosa. Tanto así que en el matrimonio de nosotros había un aviso en la puerta que decía: “Sí existe el amor a primera vista”. Esa

noche de inmediato empezamos a conversar, y resultó que teníamos muchas cosas en común. Me acuerdo que hablamos de política, de cine, de viajes, de música, de todo. Él no habló con nadie más en toda la noche. Con nadie. Arrancamos por ahí a las siete de la noche y terminamos a las cuatro de la mañana. Hasta que él dijo: “Me tengo que ir porque mañana tengo que recoger a mi hijo”, que en ese entonces tenía un año. Fue una cosa muy loca porque Alejo se me perdió, se fue. Yo tenía 23, estaba muy chiquita, y se fue. Y yo: cómo es que no voy a volver a ver a este man nunca, qué es esto tan raro. Porque a Alejo, que era el man más elevado que se pueda imaginar, se le olvidó pedirme el teléfono. Se fue. Y pasaron los días y nada; él se fue a Urabá a hacer un documental, me contó después. Y yo la única pista que le había dejado era la dirección de un bar en Sabaneta, donde cantaba. Pero Alejo por ningún lado, y yo tampoco me iba a poner a preguntar. A los quince días exactamente, me fui para una obra de teatro con una amiga, en el Águila Descalza, y él entró, ¡pum!, se acercó muerto de risa. Me dijo: “Ya me vas a conocer, yo soy súper elevado. Yo llevo estos quince días en Urabá sin poder conseguirme tu número y pensando en vos todos los días. Yo te tenía que volver a ver”. Después de la obra nos bajamos pal Eslabón a bailar, y de ahí juntos pa toda la vida.


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Especiales

Las Farc: una historia entrecortada Se dice que, de firmarse el acuerdo de La Habana, se acabaría una lucha de 50 años. Pero… ¿de dónde viene esa cifra? ¿Por qué remitirse a la década del 60 como el punto de partida de la confrontación Estado y Farc? ¿Qué implicaciones tiene esto? Preguntas que no son tan inocentes y que ponen de plano una historia con distintos puntos de vista.

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a leyenda reza, más o menos, así: una vez, hace algo más de cinco décadas, un extraño grupo de 50 campesinos comunistas defendió por las armas la pequeña Marquetalia, vereda del también pequeño municipio de Planadas, en el departamento del Tolima. Se cuenta que entre esos campesinos marchaban ya los célebres Tirofijo y Jacobo Arenas; que el Ejército Nacional perdió en la zona a una decena de hombres antes de que, en 1964, el presidente Guillermo León Valencia desatara en contra de aquellos campesinos la Operación Soberanía. Y se cuenta, por último, que aquel episodio desató la formación de la guerrilla de las Farc, la más antigua de Latinoamérica. Luego, la estructura básica cambia según quien la analice: para aquellos que encajan en el laxo mote de “gentes de derecha”, como Álvaro Valencia Tovar o Ernesto Mackenzie, el de Marquetalia es un mito fabricado por “la propaganda mamerta” (en palabras de este último). En su versión prima el relato de algunas acciones llevadas a cabo por los hombres de Tirofijo antes de la Operación Soberanía: los campesinos matan a cinco soldados en una emboscada en la vía Planadas-Gaitanía, en 1963; los mismos campesinos derriban y toman presos a los pasajeros de una avioneta de AeroTaxi cerca de Planadas, ya en 1964; piden un rescate de 300 mil pesos por ellos y matan a los pilotos de una aeronave de la Fuerza Aérea Colombiana que acudió en su ayuda. En esta historia, el Ejército, “en brillante acción”, según Mackenzie, “ingresó a la tupida zona, puso fuera de combate a 35 guerrilleros, capturó a otros 54, liberó a la población del yugo terrorista y se apoderó de la documentación del grupo armado”. Así pues, el pequeño grupo de campesinos de la versión inicial aquí se convierte en un grupo armado (y terrorista) compuesto por, al menos, 89 milicianos. Las Farc no nacen, según ellos, tras la Operación Soberanía. Para esa fecha, afirman, el grupo ya existía, aunque no tuviera por nombre el que hoy lleva. Pero las “gentes de izquierda” dicen otra cosa: para Jacobo Arenas, por ejemplo, en la ofensiva a Marquetalia participaron “entre 10.000 y 16.000 hombres” (mientras Valencia Tovar afirma que no fueron más que 1.500), bajo la asesoría de la Misión Militar norteamericana (los “yanquis”) contra un movimiento de trabajadores agrícolas que el Gobierno ponía convenientemente “en el mismo plano de los grupos de asesinos organizados en años anteriores por el oficialismo liberal y algunos círculos conservadores, con el objetivo de destruir las organizaciones de los campesinos”. Lo que prima en este relato son las historias sobre cruentos y frecuentes bombardeos que la Fuerza Aérea Colombiana ejecutaba sobre zonas donde la población civil padecía los estragos, intentando hacerlos pasar por consecuencias del accionar del Movimiento. En respuesta, además, se cuentan grandes hazañas ejecutadas por los campesinos alzados en armas que obligaron al ejército a huir de la zona en más de una ocasión y le restaron legitimidad al Gobierno, propiciando en todo el país “la expresión de la solidaridad popular con los campesinos de Marquetalia”. Sin embargo, la mayoría de las versiones sue-

len coincidir, aunque desde orillas opuestas, en una premisa: Marquetalia dio inicio (simbólica y fácticamente) a un conflicto armado que, al día de hoy, completa 50 años de duración (y un poco más). Pero, ¿es acertado decir que el conflicto armado en Colombia comenzó cuando nacieron las Farc? ¿Qué interés guarda quien así lo afirma, y cuáles son las consecuencias de esa suposición? ¿Niega ese relato otras condiciones históricas? Decir que no hay narración inofensiva es ya un lugar común, pero hará falta rescatarlo para esta ocasión, porque, siguiendo al investigador Gonzalo Sánchez, “nombrar al otro es asignarle un lugar en la memoria, en la narrativa política, en la escena social”, y demarcar, decidir sobre la duración y origen de un conflicto, es precisamente un ejercicio que precede al de nombrar. ¿Cómo? Para el politólogo Álvaro Villarraga, por ejemplo, “han existido episodios de conflicto armado internos y expresiones de violencia sociopolítica de forma ininterrumpida, desde 1946 hasta la actualidad; es decir, por 69 años”, y negar el vínculo evidente entre el conflicto guerrillas-Estado, la “guerra civil liberal-conservadora” y el “pacto excluyente del Frente Nacional” es un acto político que pretende ignorar las condiciones históricas que propiciaron el surgimiento de las Farc y otras guerrillas contemporáneas: ELN y EPL. Pero hablar de un conflicto armado de 50 años no es usual solamente en los círculos opositores al actual proceso de paz (que no reconocen políticamente a las guerrillas), sino también en los medios de comunicación. Para el profesor y abogado Julio González Zapata, “los medios suelen simplificar los conflictos de forma burda”. En su afán por hacer comprensible “lo que por naturaleza es complejo, adoptan estereotipos de forma un tanto ingenua”, produciendo narraciones arquetípicas donde caben, precisamente, los 50 años de conflicto armado. Eso, sumado al “manifiesto interés de algunos periodistas por entender el conflicto colombiano en los mismos términos de la guerra global contra el terrorismo” y la frecuente “moralización de la acción armada”, cimienta la confusión. Pero, si no son 50, ¿cuántos años tiene el conflicto colombiano? Y aún mejor: ¿por qué importa tanto decidirlo? En general, no existe un consenso sobre

su edad: en el informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas (cuya formación surgió de la mesa de La Habana), los 12 académicos difieren sobre este aspecto: los hay desde aquellos que adoptan las ya mencionadas 5 décadas (como Jorge Giraldo), hasta aquellos que sitúan el origen del conflicto en las dos primeras décadas del Siglo XX (como Jairo Estrada). Y basta echar una levísima ojeada sobre cada uno de los 12 ensayos para percatarse de lo mucho que importa esa aparentemente inofensiva acción de cortar temporalmente el análisis. Si se parte de las primeras décadas del siglo XX, se prioriza el tema agrario, por ejemplo. Si se parte de 1948, se prioriza la influencia de los movimientos armados liberales en la formación de las guerrillas. Si se parte del Frente Nacional, lo que prima en el relato es la exclusión política. Partir de Marquetalia, en cambio, cimienta la impresión de que las guerrillas surgen de forma espontánea e impredecible. Ha pasado mucho tiempo desde el episodio de Marquetalia, y muchísimo más desde la colonización agraria de las dos primeras décadas del siglo pasado, de los puntos más álgidos de la Violencia o el nacimiento del Frente Nacional. Y Colombia enfrenta un proceso de negociación con la guerrilla que, de uno u otro modo, proviene de todos aquellos episodios. Ahora, cuando se ha pactado la creación de una Comisión de la Verdad y de una Jurisdicción Especial para la Paz, el pasado vuelve a importar (aunque la “verdad” histórica y la “verdad” judicial difieran en muchos aspectos). En un panorama como el actual, quizá los héroes y villanos de las leyendas deban reposar para dar paso a los humanos que, hay que decirlo, se han combatido mutuamente durante mucho más de 50 años.

Ilustración: Ricardo Cortázar

Carlos Andrés Hernández Duque elessar_707@hotmail.com

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


12 Especiales

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Acto legislativo para la paz: Es una reforma constitucional que se realizó el 31 de julio del 2012 “por medio del cual se establecen instrumentos jurídicos de justicia transicional en el marco del artículo 22 de la Constitución Política y se dictan otras disposiciones”. No modificó la Constitución sino que creó un aparte especial. Se hizo pensando en las futuras negociaciones y fue un acto unilateral del Estado; por lo tanto, puede perder validez después de lo acordado entre el Gobierno y las Farc en La Habana. Amnistía: Medida tomada por el legislador, que tiene por efecto extinguir la acción penal y suprimir una pena ya pronunciada por infracciones que la Ley de Amnistía considere que pueden ser objeto de este beneficio. Se considera comúnmente como una medida de olvido. Se distingue del indulto en que este solo suprime la pena.

C

Comisión de la verdad: Mecanismo integrado a los proce-

sos de paz para llevar a conocimiento público los hechos de guerra que hubiesen acarreado destrucción, odio y sufrimiento a la población. Constituye un acto de justicia con las víctimas del conflicto y sus familiares, en tanto contribuye a reconstruir la memoria colectiva tras años de silencio e impunidad.

Congresito: Mecanismo especial para hacer más expedito y

menos burocrático el trámite de reforma constitucional. Así, lo acordado en La Habana no pasaría por todas las plenarias del Congreso. Existe la posibilidad de que incluyan a representantes de las Farc. No es una medida aprobada sino que es una posibilidad de poner en marcha los acuerdos, como también lo es someter lo pactado a la refrendación popular o hacer una reforma constituyente.

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G J

Crimen de lesa humanidad: Crímenes masivos o sistemáticos, es decir, que no se trate de hechos aislados ni casuales. El Estatuto de la Corte Penal Internacional contempla dentro de esta categoría los siguientes: asesinato, exterminio; reducción a la esclavitud; deportación o traslado de población; tortura; delitos contra la libertad sexual como violación, esclavitud sexual, prostitución forzada, fecundación y esterilización forzadas; persecución contra grupos o colectividades por razones políticas, raciales, nacionales, étnicas, culturales, religiosas o de género; desaparición forzada de personas; crimen de apartheid y otros actos inhumanos o similares que causen grave sufrimiento o serio daño mental o físico. Guerrilla: Técnica de combate generalmente ofensiva y utilizada en territorio ocupado por un adversario. Por extensión, se aplica también a los grupos rebeldes que hacen uso de esta en las guerras de liberación nacional y en los conflictos armados internos. Justicia ordinaria: Opera todo el tiempo para cualquier tipo de conflicto y está codificada por medio del Código Penal. Incluye justicia penal, civil, administrativa, entre otras, y no deja de operar si se lleva a cabo un proceso de justicia transicional. Justicia redistributiva: Justicia que tiene connotaciones económicas y sociales. Se trata de distribuir los bienes y servicios que posee una sociedad de una manera que resulte equitativa y que le pueda llegar al mayor número de personas. En términos del proceso de paz, se habla de justicia redistributiva porque gran parte del conflicto de Colombia se explica por la inequidad social, ya que un alto margen de la población no ha tenido acceso a la riqueza colectiva, sino que esta se ha concentrado en muy pocas manos. Garantizar la


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redistribución de las riquezas es visto como una posible garantía de la no repetición del conflicto. Se efectúa a través de políticas públicas; no mediante penas o medidas punitivas.

P R

Justicia restaurativa: Es una alternativa al derecho penal tradicional. Desde este punto de vista, no basta y no es importante castigar al delincuente sino restaurar las condiciones previas a la comisión del delito. Parte de un diálogo entre víctima y victimario mediado por el Estado. Se vale de otros mecanismos diferentes al proceso judicial y no está codificada, pues el objetivo es que el hecho criminal no se repita y que la víctima se sienta restablecida. Se trata de elaborar una solución que satisfaga a la víctima y que el victimario se sienta arrepentido y comprometido con la solución, no simplemente sancionado o reprochado. Inicialmente se planteó como remplazo de la justicia penal en delitos de menor impacto. En Colombia es una alternativa para delitos que tengan penas menores a ocho años de prisión si tanto víctima como victimario están de acuerdo.

S T

Justicia transicional: Es una justicia excepcional para regular situaciones en las cuales ha habido violaciones masivas de derechos humanos, bien sea por dictaduras, conflictos armados, guerras civiles o regímenes de discriminación racial. Debe cumplir unos requisitos mínimos como la búsqueda de verdad, la reparación para las víctimas y las garantías de no repetición. Para Javier Ciurlizza, director del Programa para América Latina y el Caribe del International Crisis Group, “además de garantizar los derechos de las víctimas, debe crear un escenario que favorezca a la desmovilización, el desarme y la reinserción”.

V

Posconflicto: Periodo que sigue a la superación total o parcial de los conflictos armados. Este término tiene relación directa con la construcción de paz, como lo indica la ONU: consiste en una serie de medidas dirigidas a reducir el riesgo de caer o decaer en los conflictos mediante el fortalecimiento de las capacidades nacionales en todos los niveles para la gestión de conflictos, y sentar las bases para el desarrollo de una paz sostenible. Rebelión: Intento de suprimir o modificar el régimen constitucional o legal vigente mediante el uso de las armas. Reconciliación: Es una meta, como un proceso de largo plazo, de personas o sociedades, encaminada a construir un clima de convivencia pacífica basado en la instauración de nuevas relaciones de confianza entre los ciudadanos y las instituciones del Estado, así como entre ellos mismos; busca además la profundización de la democracia. La reconciliación no supone el olvido sino una perspectiva del pasado de cara a la concepción de un futuro compartido. Referendo: Uno de los procedimientos de reforma constitu-

cional previstos por la Carta de 1991. Somete a votación popular las propuestas de reforma aprobadas por el Congreso. Puede ser aprobatorio o derogatorio y requiere del voto de más de la mitad de los sufragantes, cuyo número debe exceder la cuarta parte del total de ciudadanos que integren el censo electoral.

Reparación: Comprende las medidas dispuestas para resarcir el daño causado luego de violaciones graves a los derechos de una persona o una comunidad. En Colombia, las acciones de reparación dispuestas en la Ley de Víctimas corresponden a la restitución de tierras y viviendas, indemnizaciones económicas, me-

didas de rehabilitación enfocadas a la atención psicosocial de las víctimas y garantías de no repetición para evitar las violaciones de los derechos humanos y las infracciones al Derecho Internacional Humanitario.

Subversión: Acción y efecto de subvertir: trastornar, revolver, destruir. En Colombia, el término hace referencia a la actividad de los grupos que buscan subvertir el orden constitucional establecido. Se usa también bajo la forma de sustantivo para referirse a las guerrillas como “la subversión”, o los subversivos. Terrorismo: Ataque deliberado con fines políticos a población no combatiente. Logra sus objetivos generando miedo en la sociedad. Tribunal de paz: También es llamado la Jurisdicción de paz. Es un tribunal especial conformado por magistrados, creado para el proceso de paz de La Habana. Operará independientemente de la justicia ordinaria y se encargará de examinar la situación de los combatientes. Aunque no se ha revelado quiénes y cuántos serán los integrantes del Tribunal, puede incluir magistrados extranjeros y funcionará temporalmente. Verdad: En el marco de las violaciones a los derechos humanos por causa de conflictos armados o dictaduras, la verdad es un derecho colectivo e individual. De este se desprende la obligación del Estado de investigar los hechos y determinar quiénes fueron los responsables. Pero esta obligación no se cumple únicamente a través de procesos judiciales. Víctima: El Estado colombiano reconoce como víctimas a las personas que cumplan con los requisitos que propone la Ley 1448 de 2011. Dicha Ley, llamada Ley de Víctimas, define como víctimas a las personas que individual o colectivamente hayan sufrido un daño por hechos ocurridos a partir del 1 de enero de 1985, con ocasión del conflicto armado interno. También son víctimas el cónyuge, compañero o compañera permanente, parejas del mismo sexo y familiares en primer grado de consanguinidad, cuando la víctima esté muerta o desaparecida. A falta de estas, lo serán quienes se encuentren en el segundo grado de consanguinidad ascendente. De la misma manera, se consideran víctimas las personas que hayan sufrido un daño al intervenir para asistir a la víctima en peligro o para prevenir la victimización.

Fuentes: Conferencia Episcopal de Alemania, Fescol, Embajada de Alemania y Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (1999). Manual para cubrir la guerra y la paz. Morelo, Ginna; Castrillón, Gloria y Behar, Olga (2014). Pistas para narrar la paz. Periodismo en el posconflicto. Julio González Zapata, profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia. Entrevista con Javier Ciurlizza, director del Programa para América Latina y el Caribe del International Crisis Group, La paz requiere voluntad, recursos y paciencia: Ciurlizza. En: De La Urbe Prensa. N° 73 (abr. 2015).

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


14 Especiales

El discurso

de los que se oponen

Luis Carlos Hincapié Muñoz lchincapiem@gmailcom

H

ace tres años, el Gobierno colombiano inició negociaciones con su enemigo más antiguo y beligerante: las Farc. Y el 23 de septiembre de 2015, luego de un ciclo prolongado y crítico de diálogos, Juan Manuel Santos y Timochenko le anunciaron al mundo desde La Habana, con un apretón de manos, que los acuerdos estarán firmados, a más tardar, el 23 de marzo de 2016. Ante la inminencia de los acuerdos, el partido político Centro Democrático, fiel a las ideas doctrinarias del expresidente Uribe, encarna la más férrea oposición a las negociaciones de paz. Para el senador del Centro Democrático, José Obdulio Gaviria, “las Farc son una organización criminal que debe ser sometida a la justicia”. Se trata, en síntesis, de castigar sus crímenes de lesa humanidad y delitos como el terrorismo, el narcotráfico, el secuestro y toda suerte de transgresiones históricas que −según Gaviria− “exceden los límites del derecho internacional humanitario y rompen la institucionalidad de la nación”. Dos contenidos teóricos y doctrinarios definen la conducta de Gaviria y los opositores frente a la criminalidad organizada: “La primera línea es la de considerar que Colombia sufre los estragos de una guerra civil, de un conflicto interno armado en los términos de los Protocolos de Ginebra, de una confrontación del Estado frente a un partido político armado que conduce un sector importante de la sociedad hacia nuevas formas de organización política”. La segunda descripción del estado de cosas en Colombia − según José Obdulio Gaviria− es la de que “hay una organización criminal muy importante como las Farc que nació de determinaciones políticas de un partido, pero nunca logró conducir a un estado de guerra civil o conflicto interno armado en los términos del Protocolo de Ginebra”. Esta doctrina sostiene que las Farc nunca consiguieron un apoyo popular que les permitiera control territorial ni lograron armar un “cuasiestado” ni un mando unificado que guiara los destinos de la comunidad y de su propio ejército. La doctrina esencial de la seguridad democrática no enfatiza en la negociación, sino que practica el ejercicio firme de la autoridad, la presencia estatal en todo el territorio, el tratamiento como organización criminal a las Farc y a cada uno de sus militantes. “El escenario no es de conflicto interno armado, sino de graves perturbaciones” que −como reitera Gaviria− “está consagrado en los Protocolos de Ginebra”. En ese escenario, afirma el Senador, “el presidente Santos da un viraje de 180 grados para abrir una negociación que, en nuestro sentir, fue absolutamente inadecuada”. Para el expresidente Uribe, la seguridad democrática condujo a una derrota de las Farc en todos los aspectos. Prueba de ello, sostiene, fue el exterminio del Bloque Caribe y la desmovilización masiva del Bloque que dirigía Iván Ríos en el Eje Cafetero, hechos que obligaron a las Farc a un repliegue hacia zonas como el Huila, Caquetá y otros territorios nacionales. Analizando la tesis anterior, el académico español Rafael Grasa, profesor de Relaciones Internacionales, de la Universidad Autónoma de Barcelona, y un estudioso del conflicto armado en Colombia y Centroamérica, sostiene que este “es un argumento irracional que corresponde a quienes están imbuidos en una antigua cultura política cuya doctrina ordena que el enemigo debe sometérsele para que de

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Mientras se habla de paz, por momentos pareciera que otra guerra se librara desde las palabras. Aquí, un análisis de los diferentes puntos de vista, a veces incendiarios, alrededor del proceso de negociación entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc. ningún modo esté presente en el mismo escenario que los otros”. Por su parte, José Girón, analista político del Observatorio de Derechos Humanos del IPC y miembro de la oenegé internacional “Coordinación Colombia Estados Unidos”, piensa que tanto opositores como partidarios de la paz negociada coinciden en que el conflicto colombiano es político y que obedece a causas estructurales. Pero “la tesis dominante en el ultimo lapso ha sido la de la negación del conflicto armado y la denominación de los rebeldes como organizaciones terroristas que convierten al Estado en víctima de un enemigo interno al que hay que perseguir y derrotar militarmente”. Cuando se menciona el fracaso de los acuerdos de Ralito en 2003, el senador José Obdulio Gaviria es enfático y refuta: “Al contrario ese proceso es óptimo. Si lográsemos firmar un acuerdo en estos mismos términos y con unas consecuencias para la cúpula de las Farc idénticas a las logradas para los miembros de las Auc pues estaríamos en el mejor de los mundos”. Para José Girón, “hechos reconocidos por los mismos dirigentes extraditados demuestran que esta tesis es también falsa”. Al respecto, hace poco la Defensoría del Pueblo admitió que el paramilitarismo se ha fortificado en los últimos 11 años ya que agrupaciones como Los Urabeños y Los Rastrojos pasaron a tener presencia y dominio territorial en 343 municipios. Esto demuestra, en palabras del investigador, que “lo que hicieron en Ralito fue una negociación espuria. Es un buen ejemplo de cómo no debe hacerse una negociación”. Institucionalidad versus impunidad Para el senador José Obdulio Gaviria, “la sola firma de esos acuerdos de impunidad absoluta de los rebeldes, anunciados el 23 de septiembre, así como la formación de un tribunal de carácter judicial, es para nosotros un salto al vacío (...). A pesar de que el Estado colombiano tenga que aprobar esas normas con la legislación especial que nos están proponiendo en el acuerdo legislativo, nosotros vamos a estar oponiéndonos”. Sobre la probable refrendación, el expresidente Uribe, el senador Gaviria y la bancada del Centro Democrático tienen claro que los acuerdos que se firmen deben ser ratificados con un mecanismo como la Constituyente, que es lo que dice la Constitución en el artículo 376. “Una Asamblea integrada por constituyentes de origen de votación popular”, sostiene José Obdulio Gaviria. Los analistas políticos destacan la coincidencia curiosa, entre izquierda y derecha, en torno a la idea de una Constituyente, pero la Asamblea estaría conformada de maneras muy distintas. En el borrador del acuerdo de refrendación, las Farc expresan que los representantes deben ser designados por los indígenas, por las comunidades, por el movimiento obrero y por las organizaciones sociales, y que los partidos políticos lo hagan individualmente. Mientras que el Centro Democrático propone una Constituyente en la que pueda apostar por una mayoría electoral como una oportunidad para entorpecer o negar los acuerdos. Por ello, el Gobierno viene jugándole a unas alternativas que salven del riesgo a la refrendación. La fórmula más viable es la de un referendo con

un umbral más bajo que el vigente, pero representativo en lo político de modo que no se manipule al electorado. Las víctimas y la correlación con los que se oponen El Comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, sostuvo hace poco en Medellín que las víctimas “son las primeras a las que hay que responderles, son las que más daños han sufrido en el conflicto y van a ser la base de la reconstrucción, el posacuerdo y la construcción de la paz”. Lo que pasa –explica Rafael Grasa– es que “por estar descoordinadas y por vivir muy en primera persona el duelo no acabado de lo que pasó con sus seres queridos, son usadas fácilmente de manera partidaria”. En el discurso opositor, las víctimas las ha puesto las Farc. El hecho de que se consideren a todos los actores del conflicto en el fuero jurídico de los acuerdos y de que se reconozcan a las víctimas de las fuerzas del Estado y a los paramilitares es inequitativo y laxo frente a determinadores que, como las Farc, han incurrido en delitos como el secuestro, la desaparición y el narcotráfico. Mientras se negocia y se anuncian acuerdos como los de justicia transicional, la jurisdicción especial para la paz, la creación de una unidad de búsqueda de desaparecidos de todos los actores del conflicto; mientras el Congreso debate los mecanismos políticos para la refrendación de los acuerdos, la guerra de los discursos continúa.

Una tipología de la oposición Rafael Grasa opina que entre los que se oponen a las negociaciones de paz de la Habana hay tres categorías: “Unos se oponen por razones tácticas coyunturales porque las negociaciones no coinciden con el programa de su partido político. Este sería el caso del presidente Uribe y el Centro Democrático (...) El expresidente es consciente y sabe que él negoció con las Farc y con muchos otros y que no hizo más que cumplir con su obligación presidencial (…). Es una cuestión táctica”. Una segunda oposición es motivada por las vísceras, como cuando se dice “Estos tipos de las Farc han hecho tal grado de salvajismo que lo único razonable sería la derrota total y que se rindan”. El problema es que esta opción se halla basada en algo irreal porque las Farc no han sido derrotadas en el campo de batalla; han sido derrotadas parcialmente en lo político, han tenido que aceptar una agenda de negociación de mínimos y decir que del cambio del modelo colombiano ya se hablará a través de las urnas y de las instituciones políticas. Y una tercera es la de los que pregonan y practican una oposición poco fundamentada. Según Grasa, “es la oposición que tiene que ver con la cultura política colombiana de los últimos dos siglos, es decir, desde la Independencia”. Se refiere a una cultura política que no madura, que no ha aceptado que en política hay adversarios y no enemigos. El enemigo se percibe como el mal absoluto y, cuando alguien lucha contra el mal absoluto, piensa que está justificado eliminar físicamente al enemigo. Este es el caso del Procurador General de la Nación.


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Universidad,

¿cuál es tu aporte a la paz? Dicen que la universidad –y más si es pública– es reflejo de la sociedad. En esa medida no es ajena, de ningún modo, a la guerra. Con miras a una posible firma del acuerdo de paz del Gobierno con las Farc, en De La Urbe nos preguntamos sobre el papel de la universidad pública, tanto en el conflicto como en el posconflicto.

L

os grafitis alusivos a los grupos armados ilegales, que vemos quienes caminamos por las plazoletas o los corredores de la Universidad de Antioquia, o las banderas y brazaletes de las Farc, del ELN, del Partido Comunista de Colombia y de movimientos anarquistas, entre otros, que han llevado consigo algunos encapuchados en tropeles con el ESMAD y en actos donde promulgan sus discursos, son solo algunos ejemplos que reflejan que la academia ha estado permeada por el conflicto armado o que el conflicto armado ha estado permeado por la academia. El 30 de junio del 2013, luego de las protestas y disturbios del ‘Día del Estudiante Caído’, el 13 del mismo mes, el entonces rector de la UdeA, Alberto Uribe Correa, envió una carta abierta a la mesa de Diálogos en La Habana pidiendo que hechos como ese no pasaran inadvertidos para el proceso de paz, ya que los encapuchados habrían actuado de forma violenta y en nombre del Movimiento Bolivariano de las Farc. Jesús Santrich, negociador de la guerrilla, respondió a Uribe en septiembre del mismo año en una carta donde decía que la educación ya tenía un lugar importante en la agenda de paz. Defendía el tropel como protesta popular, la capucha como mecanismo de protección y criticaba que algunos sectores de la comunidad universitaria –de la cual también hacían parte, aclaraba– se ensañaran contra la protesta estudiantil. Otro ref lejo de la relación academia-conf licto armado que ha existido en el país. Todo esto no es ajeno al contexto nacional e internacional. Si bien las Farc es una organización armada de origen campesino, entre sus filas ha tenido académicos. El mismo Alfonso Cano, hijo de maestros, estudió Antropología en la Universidad Nacional. El ELN nació con universitarios y luego se sumaron exponentes de la Teología de la Liberación. El ‘Mayo del 68’ en Francia es mítico porque las protestas fueron iniciadas por universitarios de izquierda en busca de las libertades y en contra de la sociedad de consumo, que terminaron enfrentados con la Policía. En ese panorama, las universidades tienen un papel importante en los Diálogos de Paz que adelantan el Gobierno Nacional y las Farc; en sus aulas se puede buscar un diálogo f luido entre ciudadanos y aportar estrategias para decirle, por fin, adiós a la guerra. Primer paso: no estigmatizar Para Carlo Tognato, director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad Nacional, un primer paso debe ser “superar las prácticas de estigmatización que alimentan la guerra”. El texto de la conferencia que Tognato dictó el 21 de julio, publicado en El Malpensante, expone que aquellas prácticas “impiden la resolución pacífica de las diferencias, así como dificultan entender que la realidad del país no puede pintarse en blanco y negro”. Para el profesor Tognato, la Nacional –aunque aplica para la universidad pública en general– ha sufrido tanto de estigmatización negativa como positiva. La primera, cuando se le etiqueta como foco de la insurgencia; la segunda, cuando se la considera cuna del pensamiento y de la práctica revolucionaria en el país. Las dos etiquetas hacen daño, pues dejan de lado la multiplicidad de pensamientos de la vida social e intelectual. Así mismo, no se puede omitir que nuestra universidad tiene una realidad bastante plural. Pues así como ha tenido presencia de grupos insurgentes, también de

contrainsurgentes. Es el caso de las Autodefensas Universidad de Antioquia a finales de los 90, o el hecho de que en sus aulas haya estudiado Carlos Mauricio García, luego jefe paramilitar ‘Doble Cero’. También, que por su naturaleza ref lexiva hay quienes hacen memoria, investigan la guerra, o quienes simplemente la ignoran. Diversidad de matices que responden a una sociedad compleja. Reflexionar “¿Cuál es la naturaleza del conflicto armado?, ¿por qué la guerra es tan cruel o se ha recrudecido?, ¿cuáles son las víctimas que se generan?, ¿quiénes son los responsables de eso?”: son preguntas que, según Adrián Restrepo, profesor del Instituto de Estudios Políticos de la Universidad de Antioquia, se ha hecho la academia, aportando así a un entendimiento del conflicto colombiano. Juan Carlos Vélez, director del mismo Instituto, considera que la UdeA “ha aportado a la paz o a una situación en la que los conflictos se tramiten por otra vía, y eso es incluso mucho antes de los Diálogos”. Señala que se han hecho estudios sobre los efectos urbanos y rurales de la confrontación armada, desplazamiento, víctimas, victimarios y alternativas de paz, entre muchos otros. Por otro lado, la U ha contribuido en los congresos Redunipaz (Red Universitaria por la Paz) desde 1997, eventos que reúnen a universidades públicas y privadas del país para reflexionar sobre temas como la reforma agraria, la economía, el desarrollo, la justicia, los derechos humanos, la educación, la comunicación y la cultura, teniendo como referente la paz. Es “un espacio que se activa, se desactiva, pero siempre ha estado ahí promoviendo iniciativas de paz”, cuenta Restrepo. El jurista Iván Velásquez, reconocido el pasado 9 de octubre como egresado sobresaliente en el Día Clásico de la Universidad de Antioquia, cree que la academia tiene la posibilidad de sensibilizar, de contribuir a la creación de una conciencia de la civilización, la convivencia y la tolerancia. En la charla «Lucha contra la corrupción: camino para la paz», expresó que la universidad tiene un papel muy importante en “el diseño de nuevos modelos, de nuevas estructuras, que serían necesarias en un nuevo Estado en el que estaría, en el centro de todo, la lucha por la dignificación del hombre”. La propuesta de Carlo Tognato de despedirse de la guerra empezando por las universidades motivó el conversatorio «Decir adiós a la guerra. Retos y responsabilidades de la academia en el postconflicto», realizado en la Universidad Eafit con profesores de esta entidad, de la Nacional y Carlos Vásquez, vicerrector general de la Universidad de Antioquia. Para Vásquez, la paz significa destruir el escenario de la guerra, que nos ha hecho sufrir demasiado y sin razón; romper ese guion, olvidar ese libreto. “El dilema apunta, y en esto creo que el papel de las universidades es protagónico, a decir, aprender a decir, fundar un teatro donde todo sea plena oralidad; encontrarse para decirse algo, confesarse algo, pedir ser oído”. Un ejemplo claro de cómo hoy comenzamos a decirnos algo, a construir el teatro de plena oralidad, es la Mesa Universitaria por la Paz, espacio para reflexionar sobre el conflicto y permitir el encuentro de distintas voces que tocan temas como la memoria, la justicia, la reparación y la no repetición en un posible posconflicto. Esta propuesta es liderada por la Vicerrectoría General de la Universidad de Antioquia y la mesa fue instalada afuera de la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz, un día después del simbólico apretón de manos entre Santos y Timochenko. Proponer En otra charla reciente, un estudiante le preguntó a Alfredo Molano cuál era el papel de la universidad en el proceso de paz. El sociólogo y escritor bogotano consi-

Fotografías: Juan Diego Restrepo

Mariana White Londoño mariana.whitelo@gmail.com

La presencia guerrillera en la academia no es algo del pasado. El 5 de noviembre, encapuchados de las Milicias Bolivarianas de las Farc rindieron homenaje a sus líderes muertos en la plazoleta central de la Universidad de Antioquia.

deró que la academia vivía muy encerrada en su propio mundo y que poco salía al mundo real, al de afuera. “Deja al conocimiento meramente académico esa realidad sin sentirla, sin sudarla, sin tocarla”. Para él, el desafío está en romper con ese círculo e ir más allá. La crítica de Molano hace parte de la misma pluralidad de la vida académica e intelectual. Efectivamente hay quienes se quedan en la mera ref lexión de su entorno universitario; otros, en cambio, van a campo y ven de frente, tocan ese mundo real del que habla el sociólogo. El Instituto de Estudios Regionales de la Universidad de Antioquia, por ejemplo, está liderando algunos proyectos en Urabá para la construcción de paz, y los académicos se ven más dispuestos a participar en los medios de comunicación con columnas de opinión o en programas de radio y televisión, intentando llegar al público común y corriente. Los estudios, los foros, las enseñanzas, las propuestas que apunten a resolver los problemas ‘sin darnos bala’ deben ser conocidos por los ciudadanos. Hoy, en momentos en los que el país necesita no solo una reconciliación entre el Gobierno y las guerrillas, sino entre ciudadanos, la responsabilidad de la academia no debe quedarse en el análisis que hacen unos cuántos, sino motivar la participación de todos. La Universidad abre caminos, investiga, descubre, enseña y propone un país mejor a toda la sociedad.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


16 Crónica

Ilustración: Cristina Montoya Ramírez

Tras rejas extranjeras

En solo diez años, más de 1.200 colombianos fueron extraditados y juzgados en los tribunales estadounidenses. Mucho se ha dicho sobre los crímenes que cometieron, pero pocos saben cómo viven estos hombres y mujeres tras rejas extranjeras. Estefanía Carvajal Restrepo lacocinadeolivia@gmail.com Texarkana, Texas. 1985. “–Fermina –le dijo–: he esperado esta ocasión durante más de medio siglo, para repetirle una vez más el juramento de mi fidelidad eterna y mi amor para siempre”. Jaime Dereix pone el separador entre las páginas 74 y 75 del libro de pasta amarilla. Piensa en Florentino Ariza y en su paciencia. Cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días esperó a que Juvenal Urbino, el esposo de Fermina Daza, pasara a mejor vida. Y a pesar de que su cuerpo se había revolcado con el de muchísimas mujeres, su corazón nunca tuvo otra dueña. Florentino no había dejado de pensar un solo día en Fermina Daza desde que la vio por primera vez caminando hacia el colegio de la Presentación, pegada del brazo de su tía. Ni los años ni la distancia, ni el vehemente rechazo de la joven, ni su matrimonio con el doctor más importante de la ciudad pudieron alejar el recuerdo de los ojos de Fermina. Jaime Dereix piensa en Florentino Ariza y en su paciencia y por un instante –que se prolonga más de lo que hubiera querido– siente que él mismo es Florentino. La justicia de los Estados Unidos lo condenó en marzo de 1983 a veinticuatro años de prisión, de los cuales solo ha purgado tres. Cuando Jaime vuelva a ver a María Eugenia Rodríguez, el amor de su vida, ambos estarán tan viejos como Florentino y Fermina en su viaje interminable por el río Magdalena. A pesar de que el destino les jugó una mala pasada y ambos fueron condenados a vivir largos años lejos del amor, Florentino y Jaime tienen muy poco en común. Dereix es costeño como Florentino –su madre, Carmen Ana Pérez, dio a luz a tres varones y una mujer en una casona cerca al parque de Montería–. Pero a diferencia de Florentino −un muchacho

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cartagenero que usaba el apellido de su madre y trabajaba como asistente en la oficina de telégrafos−, Jaime es el hijo primogénito de una familia rica que heredó el apellido de León Dereix –su abuelo–, un francés que llegó en 1894 a la ribera del Sinú, acompañado de su esposa Martha Conrad y de Octavio, su hermano mayor. Los hermanos administraron durante doce años la Compañía Francesa del Río Sinú, una empresa agrícola que explotaba las tierras circundantes al río, hasta que en 1906 fueron reemplazados por su compatriota Alberto Fraissagnes. Eso sí: ni cortos ni perezosos, los hermanos Dereix compraron grandes extensiones de tierra y empezaron a construir su propia fortuna. Jaime, el primer hijo de Jean Dereix, creció entre El Torno de Matamorros y Costa de Oro, las haciendas que su padre heredó de su padre. En las tierras del francés, el algodón crecía en abundancia y el ganado encontraba siempre un lugar para pastar. En épocas de recolección, cientos de peones se desperdigaban por las inabarcables hectáreas de Costa de Oro y volvían en las horas de la tarde con los canastos de palma repletos de motas de algodón. A pesar del calor abrasante que invadía la atmósfera de la sabana del Sinú, Jean Dereix acompañaba a sus trabajadores en las labores del campo y junto con él llevaba al pequeño Jaime. En las excursiones por las haciendas de la familia, Jean le enseñó a su hijo a manipular el ganado como cualquier vaquero, a caminar sobre el barro y a hundir los pies en la boñiga de las vacas. Un viejo mito monteriano les advertía a madres y cuidanderas que para que el niño creciera bien debía comer al menos una libra de tierra al año; por eso a Jaime nunca lo detuvieron cuando se metía las manos sucias a la boca, ni cuando comía tréboles recién arrancados del pasto. Antes de que empezara a ir a la escuela, su padre le enseñó que los campesinos son hermanos. Le enseñó que el hombre vale por su trabajo y por sus acciones. Le enseñó que los Dereix son de carácter fuerte pero tienen un gran corazón. Eso sí, muchas veces las lecciones de su padre las aprendió a punta de rejo.


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Tendría si mucho cuatro años cuando sus padres le dieron la primera pela. Esa tarde, Jean Dereix y Carmen Ana Pérez revoloteaban por los rincones de la casa ultimando los preparativos para el baile. A pesar del calor infernal que no cedía ni con la lluvia ni con el viento, la clase alta de Montería organizaba fiestas en las que se exigía a los asistentes llevar puesto traje de frac, para los hombres, y vestido de gala, para las mujeres. Bien sea porque sus padres se veían espectaculares en traje de etiqueta, o por puro capricho de niño, al pequeño Jaime se le metió en la cabeza que tenía que acompañarlos al baile, a como diera lugar y en contra de todos los pronósticos. Naturalmente, Carmen Ana le dijo que no, que una fiesta como esas no era lugar para un niño. Como era costumbre, esa noche se quedaría en la casa al cuidado de Josefa, una negra chocoana que le sirvió por muchos años a la familia y que adoraba a los niños Dereix como si fueran sus propios hijos. Al ver sus deseos eclipsados por la negligencia de su madre –años después entendería que no era negligencia sino sentido común– Jaime recurrió al llanto y armó una pataleta monumental. Pero cuando se dio cuenta de que todos en la casa ignoraban sus alaridos, decidió cambiar de estrategia. Con sigilo, cogió las tijeras que estaban sobre el tocador de su madre. Carmen Ana se cepillaba el cabello concienzudamente y apenas notó la presencia del pequeño. Con tijeras en mano, Jaime se acercó a Jean Dereix, estiró con la mano izquierda una de las tirantas y con la derecha partió el elástico por la mitad. Salió corriendo como alma que lleva el diablo, tan rápido que nadie pudo alcanzarlo. Pero cuando pensó que había logrado escaparse del castigo, sintió aterrizar sobre su cabeza un objeto durísimo que por poco lo deja inconsciente: el cepillo con el que su madre se estaba peinando el cabello. Sin tirantas y con el niño descalabrado, los esposos decidieron quedarse en casa. Hasta ahí llegó la fiesta. Dos años después, el tifus se llevó la vida de Carmen Ana, cuando esta tenía solo veintiséis años y había acabado de dar a luz a su cuarto hijo. Al poco tiempo, Jean Dereix se volvió a casar. El francés contrajo matrimonio con Elvia Teresa Pérez, la hermana menor de su esposa muerta, tía de sus cuatro hijos mayores y madre de los cinco que vinieron. Así, los hijos de Jean que nacieron bajo la bendición del matrimonio católico –antes de Carmen Ana tuvo tres hijos con otra mujer– se apellidaron todos Dereix Pérez, y Jaime pronto aprendió a llamar “mamá” a su tía Elvia. Que en paz descansen. Cuando cumplió trece años, su padre lo envió a estudiar a la Escuela Militar de Florida en calidad de cadete en entrenamiento. Desde un par de siglos atrás todos los hombres de la familia Dereix eran enviados a una escuela de formación militar a cursar sus estudios secundarios. El primogénito del matrimonio entre Jean y Carmen Ana no iba a ser la excepción. En la Escuela Militar de Florida, ubicada en Biscayne Boulevard con la calle 105 –Miami–, Jaime Dereix terminó su bachillerato. Lo que no sabía era que mientras él corría por los campos de entrenamiento de la escuela cuando el sol apenas despuntaba en el horizonte, en esa misma ciudad, a esa misma hora, el amor de su vida se metía al baño, se duchaba, se vestía, desayunaba, agarraba su maletín, embutía en él los cuadernos, los lápices, el borrador, los libros, y salía de casa para empezar otro día en la escuela. Y aunque dicen por ahí que el mundo es un pañuelo, Jaime no conoció a María Eugenia Rodríguez en el tiempo en que ambos estudiaban en Miami, sino que tuvo que regresar a Colombia unos años después para que el destino los pusiera en el mismo camino. El mito platónico sobre el amor cuenta que en un principio los seres humanos eran hombre y mujer al mismo tiempo, unas criaturas redondas con cuatro ojos, cuatro brazos, cuatro piernas y dos sexos entre las extremidades. Estos seres, fuertes y orgullosos, se sintieron capaces de atentar contra los dioses. Por supuesto, las criaturas andróginas eran simples mortales y solo consiguieron desatar la furia de Zeus, quien no podía destruir a la raza humana porque era la única especie sobre la Tierra que les rendía pleitesía a los dioses del Olimpo. Así que el castigo de Zeus fue partirlos por la mitad, y desde entonces hombres y mujeres van por el mundo buscando la otra parte de su ser que los dioses les quitaron en el principio de los tiempos. Cuando Jaime y María Eugenia se encontraron, no tardaron mucho en darse cuenta de que cada uno de ellos era su otra mitad. Sus vidas parecían un espejo: ambos nacieron el mismo día, del mismo mes, del mismo año, en una familia rica y numerosa; ambos recibieron por primera vez el cuerpo de Cristo el mismo día, del mismo mes, del mismo año; ambos fueron enviados por sus padres a estudiar en Miami cuando dejaron de ser niños, y ambos regresaron a Colombia al culminar sus estudios. Jaime y María Eugenia eran prácticamente gemelos de distintas barrigas (solo que una de las barrigas estaba en Montería y la otra en Bucaramanga, y la una no tenía idea de la existencia de la otra). En 1964, Jaime y María Eugenia juraron amarse por siempre, hasta que la muerte los separe. Tenían apenas veintidós años y la posibilidad de la muerte estaba más allá del horizonte que podían vislumbrar con su mirada juvenil. Inicialmente se radicaron en Montería. Allí nació el primer retoño: una niña a la que llamaron Carmen Ana, como la madre de Jaime. Después llegó Elvia Teresa, como la tía-mamá que terminó de criar

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a Jaime y a otros ocho niños Dereix. A la tercera hija la llamaron Clara Cecilia, quien heredó un nombre de cada una de sus tías, hijas del segundo matrimonio de Jean Dereix: Marta Cecilia, la una, y María Clara, la otra. La última nació cuando la familia se había radicado en la ciudad de Medellín. La llamaron María Eugenia, como su madre, y con ella se paró la máquina de producción. Si no vinieron más hijos no fue por falta de ganas, sino por voluntad divina: porque Dios así lo quiso. A principios de los 80, los esposos pagaron veinte mil dólares por un tratamiento de fertilidad en Suiza que le prometía un quinto hijo a la familia Dereix Rodríguez. La condición de la pareja era que el quinto retoño, sí o sí, debía ser varón. Jaime buscaba el heredero al trono: un hombre hecho y derecho que arrastrara con su apellido de abolengo por un par de generaciones más. De haber nacido ese niño se habría llamado Juan Jaime, en honor a su papá y a su abuelo, y ese niño habría engendrado otro hijo, y su hijo otro hijo. ¡De haber nacido! Pero antes de que el tratamiento surtiera efecto alguno, Jaime fue capturado por la justicia norteamericana y condenado a veinticuatro años de prisión, de los cuales solo ha purgado tres en el momento en que pone el separador y cierra, con tristeza, el primer ejemplar de El amor en los tiempos del cólera.

Sus vidas parecían un espejo: ambos nacieron el mismo día, del mismo mes, del mismo año, en una familia rica y numerosa.

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Fragmento del Trabajo de Grado en Periodismo Tras rejas extranjeras. Asesor: César Alzate Vargas.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


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Lasvoces de los

Fotografía: Federico Ruíz para Bacánika, cortesía

animales El abogado, pintor y defensor de animales Aníbal Vallejo, candidato por el Polo Democrático, alcanzó 3.407 votos.

Solo hasta comienzos del siglo XX, la defensa de los animales fue un tema de debate público en Medellín. En las elecciones de octubre, dos candidatos al Concejo llevaron la bandera animalista; un reconocido concejal se enfrentó a la nueva aspiración política de un intelectual. ¿Cómo les fue a ambos? ¿Por qué estaban enfrentados? ¿Qué piensan el uno del otro? Preguntas para entender, de paso, la política. gritos de euforia, Esperanza ataca a uno de los asistentes. El herido se levanta, aparta su mano todavía sangrando de su camisa −Yo soy su voz, ¿y vos?− y dice que no se preocupen, que el animal se asustó. “Yo también lo hubiera mordido”, comenta una mujer entre risas. Álvaro Múnera mira la pantalla.

Juan Manuel Flórez Arias juanmanuel.rock@gmail.com

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speranza reposa, echada. No podría decirse que ella es el centro de atención; ese es la pantalla gigante que hay al fondo del salón, frente a la que una decena de personas observa de pie. Tampoco es ignorada; los jóvenes que están más cerca, sentados en el suelo, la acarician y juguetean con ella cuando no miran la pantalla. La mayoría viste camisetas de colores en las que se lee: “Yo soy su voz, ¿y vos?”. Sobre el eslogan, a la altura del pecho, hay siluetas de animales: toro, caballo, elefante, ballena, gato, pájaro y perro. Esperanza funge como representante de esta última especie biológica. El término reposo es exagerado, no podría decirse que Esperanza esté tranquila. Cada tanto, los gritos la sobresaltan. El ritual es siempre el mismo: alguien anuncia un nuevo boletín electoral y se hace el silencio. Hay una breve elección del encargado de dar la noticia en voz alta: el porcentaje de mesas escrutadas y el número de votos al Concejo de Medellín por Álvaro Múnera Builes, el primero en la lista del Partido Conservador. Sin importar la cifra, hay un grito conjunto de euforia y aplausos contenidos, que esperan a confirmar que la ventaja sobre el segundo se amplía. El hombre −al fondo del salón, de gafas y párpados caídos, chaqueta de cuero y en silla de ruedas−, recibe palmadas en el hombro y felicitaciones mientras repite que los votos no son suyos, son de los animales. Un muchacho comenta que pasó la mañana repartiendo volantes cerca de los puestos de votación: “La gente pasaba derecho y ni nos miraba. Pero luego les decíamos ‘¡Voten por los animales!’ y se devolvían”. “Esperanza nos puso 3.000 votos hoy, salimos a repartir con ella”, responde otro. En el piso, se puede leer en un volante: “Álvaro Múnera. El concejal de los animales”. No podría decirse que sea agresiva, pero ante uno de los

*** A finales del siglo XIX, cuando Medellín era apenas una villa con 40.000 habitantes, los guardias civiles incluyeron a los perros vagabundos entre las “inmundicias” para limpiar. Durante los primeros meses de 1892 era común encontrar perros envenenados en las calles. Dos décadas después, en 1913, se castigaba con arresto de 72 horas a quien arrojara materias fecales o perros muertos sobre las vías pú-

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“En la década del ochenta, a nadie le importaban los animales; ahora dan votos”.

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blicas. Pero las calles se seguían llenando de cadáveres de animales; los incumplimientos a esta norma fueron denunciados continuamente en la prensa de la época. Hasta 1917, no hubo un abanderado claro de la defensa de los animales. Ese año, por sugerencia del presidente del Concejo Municipal, el decreto Nª. 67 creó la Sociedad Protectora de Animales (SPA), la ONG de carácter animalista más antigua de Colombia. En la década del 40 se independizó y continuó su trabajo con apoyo de la admi-

nistración municipal en ocasiones, y en abierta oposición a ella en otras: en 1943 condenó un nuevo envenenamiento de perros, ordenado por la Dirección de Higiene Municipal. Con la gestión de la SPA sucedieron varios hechos: se creó una cooperativa de cocheros que velaba por el trato que se le daba a los caballos, se controló la venta de aves de corral en la Plaza de Mercado de Guayaquil y se logró la supervisión del uso de animales con fines académicos en la Universidad de Antioquia. A partir de 1973, la sede de la Sociedad se ubicó en las faldas del cerro El Volador. Debido al crecimiento de la ciudad, aumentaron las peticiones de actores públicos y privados. Para Aníbal Vallejo, presidente de la Sociedad desde 1989, “la ciudad nunca entendió que la SPA era un ente privado; si desalojaban la finca de un traqueto, aquí llegaban los animales”. En 2001, dos septuagenarias fueron demandadas por sus vecinos. Las hermanas, que tenían más de veinte perros en su casa, anunciaron que se matarían si les quitaban los animales. La SPA instauró una tutela. El fallo decía que la responsabilidad de los perros recaía en el Estado, y le ordenó construir un albergue para animales vagabundos. El albergue La Perla, en el sector de Belén Altavista, fue inaugurado en 2004. Cuatro años después, la unión de los movimientos animalistas de la ciudad (F.A.U.N.A) llevaría por primera vez un candidato animalista al Concejo de la ciudad. Se llama Álvaro Múnera Builes. *** En el pocillo se lee: “Álvaro Múnera. El Concejal de los Animales”. La oficina luce como cualquier otra, a excepción de la figura de San Francisco de Asís sobre una mesa, el saco de comida para perro en la esquina izquierda y la cabeza de un toro disecada a la derecha. Álvaro Múnera bebe, descarga el pocillo en la mesa y se acomoda las piernas en la silla de ruedas. “Es para las protestas”, explica al señalar la cabeza. No dice que el nombre del toro era Beato, que él mismo le clavó tres espadas y le cortó ambas orejas. Eso lo dijo en televisión en 2010. En cambio dice: “En una época de infortunadas decisiones, yo fui torero. Yo fui torturador


19 de animales entre los 12 y los 18 años. Un día toreando en Albacete, España, un toro me cogió por la pierna izquierda y en la caída me corneó de nuevo. Me partió la quinta vértebra cervical, lesión medular completa y un diagnóstico contundente: no podía volver a caminar”. Ese día de septiembre de 1984, El Pilarico, apodado así por el barrio en el que nació, en el seno de una familia amante de la fiesta brava, sintió dolor en la primera cornada, frío tras la segunda y después no sintió nada, no podía ver nada; solo escuchar los gritos desesperados y el diagnóstico. Cuando pudo abrir los ojos iba en una ambulancia acompañado por El Yiyo, un torero español, su amigo, que en menos de un año después moriría en Madrid corneado por un toro en el corazón. Durante su recuperación en Estados Unidos, Múnera se vio frente a una sociedad que lo rechazaba por su pasado de torero. Terminó por ceder ante sus argumentos. Sus colegas taurinos en Colombia solo sabrían años después, en un artículo escrito en 1992, que El Pilarico ya no era tal. Múnera decía que él y el Yiyo habían sufrido lo mismo que les hacían a los toros y, aunque estéticamente le fascinaba el espectáculo, repudiaba la violencia y la sangre. “Yo no quería, pero unos amigos con los que había hecho un gimnasio para discapacitados dijeron que necesitábamos un concejal que abogara por nuestros derechos, y me escogieron a mí –recuerda Múnera–. Trabajé dos períodos por los discapacitados, pero como era defensor de animales aproveché para meter en el Plan de Desarrollo del año 2001 la creación del albergue La Perla”. No quería lanzarse en 2004 porque cambió el sistema electoral, pero lo hizo avalado por el partido conservador, debido a su amistad con la familia del exgobernador Juan Gómez Martínez. En 2006 varios defensores de animales, organizados en un grupo llamado F.A.U.N.A. (Fuerza Anticrueldad Unida por la Naturaleza y los Animales), le insistieron en que fuera candidato y, aunque no quería, tras cuatro años volvió al Concejo en 2008. Esta vez como defensor de animales. En 2009 fue reconocido como Concejal del Año, por sus gestiones en favor de los animales: el cambio de cocheros por motocarros, la esterilización masiva de perras y gatas, el tratamiento de animales heridos en La Perla. “La eutanasia es cuando ya no queda nada por hacer. Yo creo en ella hasta para los humanos, pues no soy religioso –explica Múnera–. Eso sí, creo en la reencarnación, en que tenemos un camino para evolucionar y el que se equivoca, sufre, le toca subir y bajar, se demora más pero llega, ¿a dónde? A la perfección”. Un hombre entra a la oficina por el saco de cuido para perro. Múnera sigue hablando: “El año pasado me avisaron que se estaba armando un combo político maluco que planeaba quitarle a la Universidad Lasallista la administración de La Perla, entonces me lancé otra vez al Concejo. Aunque no quería, estoy cansado”.

Aníbal, va perdiendo por 30 votos”. “Que vaya y pelee eso en el reconteo del Palacio”, dice Múnera y ante la mirada de sorpresa del joven, agrega: “que entre, que entre, mejor un animalista más. Ya no hay rencores”. *** Cuando, por primera vez en su vida, Aníbal Vallejo participó en una elección, llegó tarde. Sus compañeros profesores de la Facultad de Artes de la Universidad de Antioquia lo llamaron dos horas antes de que concluyeran las elecciones para decano y le pidieron que postulara su nombre. Aunque las votaciones ya habían iniciado, Vallejo salió victorioso. Muchos años atrás, siendo un niño, antes de ser pintor, docente de arte, decano, vicedecano y director del Museo de la Universidad de Antioquia en los setenta y ochenta, Aníbal Vallejo conoció las elecciones con su padre, Aníbal Vallejo Rendón, montado en un carromato viejo, yendo a las plazas públicas donde se hacía política a mediados del siglo XX.

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En 1987, el entonces director del Museo Universitario vio un bulto rojo que era lanzado de la camioneta de enfrente. Cruzó su carro para proteger al perro macheteado, soportó los insultos de los conductores que venían detrás, tomó el animal ensuciando su traje de paño y, como muchos años antes cuando en la carretera destapada vio morir atropellada a Katiuska, la perrita de su abuela, supo que había que calmarle el dolor y fue a la Sociedad Protectora de Animales. Lo que vendría después serían tres décadas como presidente de la SPA. Aníbal Vallejo, uno de los artistas más destacados de la pintura modernista en Colombia y hermano del escritor Fernando Vallejo, volcó su vida a la defensa de los animales. “A mí el arte me llenó mucho y también me dejó vacíos –dijo en una entrevista–. Pero si pudiera repetir, no repetiría lo del arte, pero sí lo de los animales. Yo siento como que llegué tarde”. También tarde, aspiró a llegar a la política, cuando en 2013 el concejal Álvaro Múnera le dijo que estaba cansado y le propuso lanzarse al Concejo, por los animales. *** “Subamos, lo voy a llevar a la intimidad de mi casa”, indica Aníbal Vallejo. Su casa está decorada con pinturas propias y ajenas, esculturas y libros, también sobresalen unas banderillas de torero que llevó a un programa de televisión para mostrar que esa cuchilla del tamaño del índice, adornada con cintas y flores, se le clava al toro como un arpón. Llega a la habitación y arroja sobre la cama la pila de

*** Álvaro Múnera reposa, sonríe: ha sido elegido concejal para el período 2015-2018. El mismo joven de hace un momento interviene: “Aníbal no pasó, perdió por 200 votos. Por nosotros votaron los verdaderos animalistas. Por él solo votaron los artistas”. Los animalistas anuncian a gritos que van a hacer un video grupal agradeciéndole a la gente por votar por ellos. Posan frente a la cámara y gritan al unísono: “¡Gracias por votar por los animales!”. Y se hace el silencio. No podría decirse que animal sea un insulto, que sea siquiera una categoría diferente a humano; pero entre susurros, los animalistas se ponen de acuerdo para repetir la toma. Posan de nuevo y esta vez tienen cuidado de decir: “¡Gracias por apoyar a los animales!”.

Fotografía: Valeria Fuenmayor

“Yo soy un accidente, esto es por los animales”, responde Álvaro Múnera ante una nueva felicitación tras el último boletín. Un joven revisa en la pantalla las votaciones por el partido Polo Democrático. “No va a pasar

“Aníbal no pasó, perdió por 200 votos. Por nosotros votaron los verdaderos animalistas. Por él solo votaron los artistas”.

pequeñas revistas: “El Enano: Periódico taurino más pequeño del mundo”. Y lee en voz alta una nota de 1996, en el número 249, donde el periódico felicita al Pilarico por su matrimonio y reseña la recepción que se hizo en la Plaza de Toros la Macarena, “con becerrada y todo”. Continúa con el número 351 de 2006 en el que, con otro tono, el autor pregunta: “Pilarico, ¿por qué ese resentimiento contra la fiesta si a ella tiene que agradecerle los votos de muchos taurinos que lo llevaron al Concejo?”. Tras esto, Aníbal Vallejo –saco marrón, corbatín azul, cara alargada y ojos penetrantes– se levanta y dice: “En la década del ochenta, a nadie le importaban los animales; ahora dan votos. Las obras de la tal bancada animalista son letra muerta. Antes de 2004 nunca fueron al albergue de la Protectora. Se han atribuido la construcción de La Perla, cuando se hizo gracias a la tutela que apoyó la Protectora; la prohibición de las marranadas, cuando ya había un artículo de 1989 que las prohibía; la eliminación de los cocheros, cuando la Protectora lleva casi un siglo trabajando por eso. Múnera le consigue 1.700 millones de pesos a la Plaza Minorista, para el tal módulo de fauna que va a propiciar la venta de animales, cuando la política de La Perla es la regulación de la población natal, la adopción. Eso fue lo que no le gustó a Múnera, que yo le dijera que iba a escoger el partido y a incluir los artistas en mi campaña. Él dice que se dedica solo a los animales. Son 150 sesiones ordinarias al año, ¿va a ladrar en todas? Cuando no ladra, ¿se queda callado o dormido?”. Ese mismo día, en la mañana, en su oficina, Múnera habrá dicho: “Si yo hubiera sabido desde el principio que se iba a lanzar con los artistas, no lo apoyaba: ¡si esos son los que más piden! Yo no pido sino para animales y por eso soy efectivo. Uno tiene que calcular. En una ciudad de centro-derecha como esta, un partido como el Polo tiene resistencia, pero uno necesita menos votos para pasar. Un partido de derecha como el Conservador tiene más acogida pero se necesitan más votos”. Y entre lo que dirán uno y otro flotará un fragmento de Mi hermano el alcalde, la novela de Fernando Vallejo: “Un candidato no es; un alcalde sí es. Muchos se quedan en candidatos; a alcalde llegan pocos. Entre candidato y alcalde hay el abismo inmenso de las elecciones, que hay que costear, que hay que aguantar, que hay que ganar, ganándonos las voluntades de muchos y las enemistades de más. En la balanza de las predilecciones en este platillo ponemos el amor y el afecto; en el otro el odio, el encono”.

Con algo más de 70 mil votos, el Partido Conservador registró la tercera votación más alta para el Concejo de Medellín, después del Centro Democrático y el Partido Liberal. Álvaro Múnera, conservador, logró la votación más alta por su partido: 13.178.

Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia


20 Entrevista

periodismo

Fotografía: Santiago Agudelo

Sin pasión no hay

Rodríguez también ganó en 2012 el Premio Nacional de Periodismo Agropecuario con su trabajo “Campesinos mercando en la ciudad” y en 2014 el Premio Nacional de Periodismo Semana-Argos, como mejor aporte original a la radio con la historia “Roxana, el travesti del resguardo”.

“Hay quienes se levantan todos los días queriendo morir. Otros, en cambio, antes de dormir agradecen por haber vivido. Hay quienes despierten sin saber que antes de que finalice el día se habrán convertido en sobrevivientes”, dice en los primeros minutos de su crónica radial Antonio Rodríguez, coordinador de la Emisora Cultural UdeA Suroeste antioqueño. Este periodista apasionado relata cómo construyó “Sobrevivientes”, uno de los trabajos ganadores del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2015. Mariana White Londoño mariana.whitelo@gmail.com

A

ntonio Rodríguez Marenco supo desde el bachillerato que quería contar historias. Lo comprobó luego, con su experiencia en el periódico Ciudad Rural, donde comenzó escribiendo cuentos. Después estudió Periodismo en la Universidad de Antioquia, trabajó en la emisora comunitaria La Voz de San Pedro y hoy, como coordinador de la Emisora Cultural UdeA y profesor de Radio los sábados en la Seccional Suroeste, sabe muy bien que quiere seguir contando cuentos que son verdad, como llamó García Márquez a las crónicas. Nació en Cartagena, pero vivió desde los cuatro hasta los 18 años en Valledupar; dice que es cien por ciento caribe, con la fortuna de vivir entre montañas. El 30 de octubre de 2015, Antonio obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar por “Sobrevivientes”, una crónica radial que narra la manera en que un holandés y dos colombianos escaparon de la muerte en tres distintas tragedias históricas y fueron forzados a emprender un viaje lejos de sus tierras, solos. “Las voces de los testigos y la del cronista se entrecruzan en un relato vibrante del esfuerzo cotidiano por conservar la dignidad y la esperanza”, escribieron los jurados en el acta oficial del Premio. Con este reconocimiento, Antonio suma tres premios nacionales. De La Urbe lo buscó para preguntarle cómo cuenta esos cuentos que son verdad. Antes de dedicarse a la radio, usted laboró en medios escritos. ¿Cómo se decidió por lo radial? ¿Desde cuándo ese gusto? Cuando era más joven, en Valledupar, observaba que mi papá era muy aficionado a la radio. Él no es comunicador, es más bien un periodista empírico apasionado por los medios. Tenía amigos en emisoras y ocasionalmente lo llamaban a hacer apoyo, sobre todo en las elecciones municipales. Él servía como reportero en las emisoras locales y ese fue el primer contacto que yo tuve con la radio. Sin embargo, mi primer acercamiento real con este medio ocurrió en Envigado, cuando pertenecí a la corporación Ciudad Rural. Ahí empecé presentando

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algunos programas, haciendo informes, notas, luego llegó el curso de Radio en la Universidad de Antioquia, cuando estudiaba Periodismo, y después vino toda mi etapa laboral. En San Pedro de los Milagros trabajé nueve meses en una emisora comunitaria, La Voz de San Pedro, que me dio la oportunidad de poner en práctica lo que había aprendido en Ciudad Rural. Después llegué a la Emisora Cultural Universidad de Antioquia, donde me desempeño como coordinador de la sede, en el municipio de Andes, desde hace cuatro años. ¿Cuándo y cómo nace la idea de “Sobrevivientes”, la crónica con la que gana el Simón Bolívar? En el 2009, mi esposa trabajaba en el Ecoparque de Santa Elena y conoció la historia de Philip Gans, un turista holandés que sobrevivió al Holocausto Nazi. Al escuchar su testimonio, le pidió una entrevista para mí, porque ella sabe que a mí siempre me ha interesado la Segunda Guerra Mundial, que me gusta leer y ver películas sobre ese tema. Yo, en ese entonces, era estudiante y trabajaba como editor en la Facultad de Comunicaciones, y lo entrevisté en el barrio Laureles. Una parte de esa entrevista la utilicé en un ejercicio universitario y ya, hasta ahí. La grabación quedó guardada como una joya, muchos años. En el 2013, cuando ya trabajaba en la emisora, me fui de vacaciones al municipio de Plato, Magdalena. Allí me encontré con Delio Gómez. Sabía que era sobreviviente de la avalancha de Armero. A él no le gusta hablar del tema, pero me atendió por lo menos una hora. Ya en el 2015 pensé en la posibilidad de hacer una crónica donde narrara la historia de Philip y la de Delio. Le conté a una amiga y ella me sugirió que consiguiera un tercer testimonio sobre una víctima del conflicto armado colombiano, otro drama histórico. Entonces encontré a Diana Marcela, desplazada de la vereda Palmitas, en el departamento del Huila; ella me narró la masacre en la que mataron a su padre y a sus dos hermanos. Cuando tuve las tres historias, ya sabía que tenía algo, unos testimonios muy valiosos sobre lo que significa sobrevivir y salir adelante después de haberse encontrado con la muerte. Yo soy cronista de radio, pero generalmente mis crónicas eran de cinco o seis

minutos máximo. Esta es mi primera crónica de largo aliento y creo que se está haciendo bien el ejercicio. ¿Cómo se sintió escuchando esas historias? Hay quienes dicen que los periodistas debemos ser objetivos y tomar distancia de las historias. Uno no puede ser objetivo ni puede guardar distancia. Cuando estás haciendo una historia ya estás participando en ella; cuando te sientas a escribir después de ver el rostro de una persona que te entregó su testimonio, ya estás haciendo parte de la historia. Es muy difícil, es imposible tomar distancia en un ejercicio que es completamente humano. En la ceremonia del Simón Bolívar, Germán Castro Caycedo recibió el Gran Premio a la Vida y Obra de un Periodista 2015, y habló de eso precisamente en su discurso. La objetividad no puede existir en el periodismo si queremos que la historia sea sincera. La crónica se alimenta de lo que uno ve, de lo que uno siente, de lo que uno huele cuando uno está haciendo el trabajo de observación, de investigación. Mal haríamos si no dejáramos que esas historias y esas emociones nos atraviesen porque no estaríamos siendo honestos. Esas historias complejas conmueven, tanto al periodista como a los oyentes. ¿Cree que hay que buscar historias así, conmovedoras, para que nos escuchen? No, no, no. Creo que hay que contar historias que nos gusten, no contar historias para conmover necesariamente. Por ejemplo, el año pasado hicimos “Roxana, el travesti del resguardo”, un reportaje galardonado por la revista Semana. Esa historia no pretendía conmover en ningún momento; lo que pretendía era que los oyentes supieran cómo vive un travesti en el resguardo indígena Karmata Rúa, en Andes, y cómo lo asume su comunidad. Hay miles de historias y sensaciones por contar. Tenemos que tener el talento suficiente para coger un personaje, por ejemplo Pelika, un señor en Fredonia, Antioquia, que anuncia todos los eventos y las promociones de los almacenes con un megáfono, y hacer una crónica sobre esos oficios que se mantienen vigentes a pesar de las nuevas tecnologías. Contar la historia de una señora de 60 años que todavía tuesta el café en su casa.


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Hace seis años empezó la reportería de “Sobrevivientes”, ¿cuánto tiempo le llevó su realización?, ¿cuál fue el método a seguir? Cuando sentí que tenía las historias, creo que pasó un mes mientras decidía cómo estructurar la crónica. Tenía la posibilidad de presentar a cada personaje y que cada uno contara su historia de forma lineal. Pero yo sentía que, al ser una crónica de largo aliento, podía tornarse tediosa para el oyente. Por eso me la jugué por algo más cinematográfico. Ahí empecé a jugar con algunas estructuras de narración que he visto en cine para contar las tres historias de manera paralela. Que Philip contara su historia, que entrara Delio y que después entrara Diana Marcela. Estructuré la crónica en cuatro temas: antes del encuentro con la muerte, el encuentro con la muerte, cómo sobreviven y una reflexión en torno a la vida. Ya definido eso, vino algo muy importante: la selección de los testimonios, que fueran fragmentos concretos, no muy largos pero tampoco insulsos o muy cortos. En la medida en que iba seleccionando los audios, redacté los textos narrativos con los que acompañé la historia y armé un guion técnico con los efectos y musicalización. Es como una fusión entre lo técnico y lo literario. En todo ese proceso se me fue un mes, mes y medio, que fue cuando la crónica se emitió en la Emisora Cultural. ¿Qué significa ganarse un Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar? (Risas). Yo anhelaba obtener un Premio Simón Bolívar, era uno de mis sueños, de mis aspiraciones a nivel profesional.

“Uno no puede ser objetivo ni puede guardar distancia. Cuando estás haciendo una historia ya estás participando en ella”.

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Lo hablaba con mis amigos en Andes, con mis colegas, con mi familia, y no lo veía tan concreto por la competencia que se da en un premio de estos. Yo había seguido el Premio en las últimas versiones y veía la calidad de los trabajos ganadores, veía los medios a los que pertenecían los periodistas que ganaban y pensaba: es algo muy centralizado y son grandes medios; yo trabajo en un pueblo, en un medio universitario. Sin embargo, cuando tuve la crónica, decidí mandarla. No es que estuviera convencido de que iba a ganar, no, porque son muchos trabajos los que se presentan y el jurado es muy calificado, pero las personas que la habían escuchado me decían que les parecía muy buena y eso me daba ánimos, y ya me había ganado el Premio Semana el año pasado, donde el jurado también era muy riguroso. Ganar fue la alegría de ver cómo se reivindica el trabajo de los periodistas en las regiones y también el de la radio universitaria. A través de ese Premio, también se hace un reconocimiento

Diccionario revitalizado E de palabras cansadas

al sistema de radio educativa y a los coordinadores que estamos todos los días en cada una de las subregiones contando lo que sucede en Antioquia.

Es muy importante la experiencia que ha tenido como periodista en estos 10 años, y hay quienes nos estamos formando para ello. ¿Qué consejos nos daría a los estudiantes de Periodismo? Cuando yo estaba en la Facultad y estudiaba Periodismo, trataba de ir a todos los conversatorios. Había charlas con grandes periodistas y escritores como Alfredo Molano y Javier Darío Restrepo, y uno trataba de estar ahí para preguntarles un poco sobre sus métodos. Que me estén preguntando hoy a mí qué consejo doy a los estudiantes es realmente emocionante. El consejo es que se apasionen por lo que hacen, eso es algo que le digo a mis estudiantes todos los sábados. Es una ley de la vida, en general: si uno no tiene pasión nada funciona. Si estás estudiando y no tienes pasión por lo que estudias, va a haber problemas. Ya en el ejercicio profesional, pienso que los estudiantes deben desarrollar la capacidad de relacionarse, poder iniciar una conversación, perder el miedo a ese primer saludo con la fuente. Creo que en eso muchos estudiantes se bloquean, ese asunto de acercarse a una persona y pedirle una entrevista les genera temor, vergüenza. Tienen que romper con eso porque vamos a vivir de preguntar toda la vida. Cuando uno pregunta recibe una respuesta y esa respuesta generalmente es una historia.

Daniela Jiménez González danielajimenezg09@gmail.com / @danielajg18

Patricia Nieto y Jorge Mario Betancur (Editores) (2015). De las palabras. Crónicas y ensayos. Medellín: Secretaria de Cultura Ciudadana.

Reseña

n el principio, las palabras llegaron como barquitos de papel arrastrados por la corriente. Venían de un largo viaje, un recorrido que las había dejado marchitas por el uso y arrinconadas en los bolsillos. Cargaban el peso que trae consigo la ciudad y sus calles, en donde las personas las han usado a su antojo por años. Arribaron de sorpresa a la mesa de un café en donde las esperaban un grupo de cronistas. Cada palabra eligió a un narrador. Ellos no tuvieron derecho a escoger. A partir de ahí nació una relación de persecución y búsqueda, en un ejercicio que exigió que cada escritor se replantease las certezas sobre el significado de cada una de estas palabras. El reto, desde siempre, fue reencontrar en estos conceptos los diversos matices de Medellín: recorrer de nuevo sus barrios, repasar las anécdotas, volver a los lugares y a las personas para escribir historias reales que permitieran darle a cada palabra un nuevo sentido. Los cronistas se reunieron cada semana para darle forma a sus historias. Allí, en discusiones de colegas y de amigos, las edades desaparecieron para dar paso a un encuentro en el que se conjugaron la trayectoria de escritores versados en el oficio con la vitalidad y entusiasmo de los cronistas jóvenes. Así, las historias que nacen de este ejercicio de laboratorio y experimentación conforman el libro De las palabras. Crónicas y ensayos, una obra de circulación gratuita editada por Patricia Nieto y Jorge Mario Betancur y auspiciada por la Secretaría de Cultura Ciudadana de Medellín en convenio con la Fundación Casa Teatro El Poblado. Son veinticuatro crónicas y doce ensayos que, a modo de diccionario, dan cuenta de una serie de palabras que narran la vida de la ciudad. Cada una es ambientada por un ensayo y dos crónicas y, entre esta selección que compone el libro, se encuentran palabras como “respeto”, detallada en el recuento de la trágica caída del Space, uno de los edificios más emblemáticos de El Poblado. O “violencia”, que se transforma en música, a la manera de una banda de punk que le canta a los barrios de su ciudad en medio de las adversidades. Pero “violencia” es también la experiencia de vida de un fotógrafo que documentó y fue testigo de la guerra disputada en Medellín. Incluso encontramos palabras como “política”, en el relato de un joven universitario que persiguió hasta su muerte un cambio en la sociedad. Pero en la obra, las crónicas y los ensayos no son oponentes. Por el contrario, conforman una intensa armonía en donde las crónicas, con su ritmo y versatilidad, son situadas en un contexto histórico por la experticia de los ensayistas, algunos de diferentes países. Sin embargo, este no es un diccionario tradicional ni tampoco una cartilla o manual de convivencia. En el libro, las palabras no cumplen con una categorización esquemática ni van presentadas en orden alfabético. Quien lee, puede hacerlo en distinto orden, teniendo múltiples posibilidades de ingreso. La obra inicia con la palabra “felicidad” bajo el relato conmovedor de Elena Poniatowska: “(…) felicidad, amor, te quiero, porque eres sabio y no te gusta nombrar nada, aunque la felicidad está allí, al acecho, con su nombre feliz que se queda en el aire, encima de nosotros (…)”. El cierre, en cambio, es dedicado a la palabra “esperanza”, reconstruida por la voz de tres mujeres, cada una desde una apuesta estética y una visión diferente. Las ilustraciones del libro, realizadas por Marlon Vásquez, constituyen una narración con imágenes, un juego con los colores que complementan la lectura de los textos y despojan al libro de la linealidad. Destaca, además, los cuidados en la forma y el diseño, donde la paginación rompe con la disposición típica. Desaparecen los números y llegan nuevamente las palabras, desde la página uno hasta la trescientos cincuenta y tres. El encanto del libro está en la proeza de recuperar un conjunto de palabras, antes estigmatizadas, que cobran la vida que parecía habían perdido en el trajín del andar cotidiano. Es, además, una reivindicación de las buenas historias; también, un retrato de una ciudad emocional que se debate, cada día, entre la tranquilidad, la agitación y la indiferencia de sus habitantes.

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Imagen no oficial. Ilustración: cortesía Banco de la República.

Recientemente, el Banco de la República anunció la serie de personajes que estarán en los billetes colombianos para 2016. Una pintora antioqueña emprende la correría, de mano en mano, en el nuevo billete de dos mil, destronando al distinguido Francisco de Paula Santander. Un hombre de leyes por una mujer de artes. Karen Parrado y marginadas. Débora retratando políticos como sapos piedemosca@gmail.com y buitres devoradores. Débora censurada. Hace días encontré la colección de revistas Gloria —la publicación institucional de los años dorados de Lado A la empresa antioqueña Fabricato—, en la biblioteca de —¿Sabe quién es el hombre que aparece en el bila Universidad de Antioquia. En una de las ediciones, llete de cinco mil? —empecé a preguntar en la calle. de 1946, me sorprendió leer la carta que una madre Nadie supo darme razón del señor barbudo en le escribió a la señora Dix, la encargada de la sección el papel. “Sin estar seguro de que fueron héroes o Inquietudes femeninas de la revista, confesándole que no, yo no le como a eso”, respondió un vendedor de si bien su hija tenía cualidades excepcionales, no se cajugos en las afueras de una estación del metro. Algusaría nunca: “Mi hija es inteligente, buena, de carácter nos sacaron el billete y le dieron vueltas buscando el afable, educada, poseedora de las mejores cualidades. nombre del susodicho personaje, la mayoría de veces Pero… no es hermosa”. sin suerte. Quien aparece en el billete de cinco mil es La curiosa publicación muestra el afán de la época José Asunción Silva, el poeta modernista colombiano por ubicar a la mujer en un rol definido, único y sade finales del siglo XIX. Un personaje de letras, al grado. En aquellos años 40, se produjo gran parte de igual que el escritor Jorge Isaacs, el hombre del billete la obra de Débora, nacida en 1907 y fallecida a los 98 de 50 mil y autor de María, el clásico de la literatura años. Después de su participación en el Salón de Arcolombiana. tistas, Arango se unió a varias exposiciones colectivas Cuando pregunté por la mujer del billete de 10 en Medellín y Cali y empezó a lidiar con las críticas de mil solo una persona atinó a decir que era “una líder una sociedad conservadora que pedía a gritos su excocomunista”. Esa es la familia de billetes colombiana: munión. Una de sus exposiciones fue boicoteada por las unos rostros desconocidos, sin nombre y difuminaDamas de la Liga de la Decencia, guardianes de la modos por el valor en números acuñado en cada papel. ral; otra, fue cerrada por orden del político conservador Hace 20 años, el rostro de Policarpa Salavarrieta deLaureano Gómez; una más, en España, fue clausurada butó en el billete de 10 mil pesos, el cuarto de mayor por el gobierno de Francisco Franco, en 1955. circulación actual, según datos estadísticos del BanA partir de la década de 1950, sobre la vida y obra co de la República en 2014. Se cumplían entonces de Débora Arango comenzó a pesar un largo silencio. 214 años del movimiento de los comuneros de 1781, ese sacudón social en el que una mujer había escandalizado camándulas y peluquines coloniales por estar involucrada en asuntos libertarios impensables para una de su género. La Pola fue imagen de una cerveza nacional hasta 1960 y la única mujer de la galería de rostros ilustres de los billetes colombianos desde 1995 hasta hoy.

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Esa es la familia de billetes colombiana: unos rostros desconocidos, sin nombre y difuminados por el valor en números acuñado en cada papel.

La pintura y el silencio En los años 30, Débora Arango, la primera mujer colombiana que se atrevió a pintar desnudos, asistió a su primera clase de pintura en el Colegio María Auxiliadora. Después de graduarse −y de que una monja salesiana le dijera a la madre de la muchacha que Débora no estaba para hacer “paisajitos” sino que tenía “capacidad para cosas muy grandes”− la pintora ingresó al Instituto de Bellas Artes de Medellín, pero se retiró dos años después hastiada de una formación técnica y convencional. Una década después, tras su paso como alumna destacada del muralista Pedro Nel Gómez, el país presenció el nacimiento de su obra. En 1940, Jorge Eliécer Gaitán la invitó a exponer sus cuadros en el Teatro Colón de Bogotá y luego participó del Primer Salón Anual de Artistas Colombianos. En un momento en el que la sociedad esperaba de cualquier señorita una confinación doméstica con recatados destellos de espíritu moderno, ahí estaba Débora: con sus pinturas de mujeres desnudas, prostitutas, presas

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toda su fuerza admirable”. Parece que Débora Arango Pérez, la mujer más representativa del arte colombiano del siglo XX, retorna al igual que la mujer del cuadro. Lado B Los cuadros de Débora todavía exhalan las palabras sucias de esa ciudad conservadora que vivió y pintó: coraje, angustia, dolor, libertad. “Su talento no solo aportó al desarrollo del arte moderno en Colombia, sino al advenimiento de la mujer moderna —explica Carlos Arturo Acosta, profesor de la Escuela de Diseño Gráfico de la Universidad Nacional—. Solo que ese advenimiento no se aceptaba en un tono tan fuerte como el que proponía ella, muy liberada para su momento”. El anuncio oficial de la inscripción de Débora en el billete de dos mil es un guiño para la historia de arte nacional, la misma que le cerró las puertas a su obra por tanto tiempo. “Es una deuda. Creo que el reconocimiento a la maestra le llegó muy tarde, porque Débora hizo su producción desde la década de los años treinta”, comenta María Mercedes González, directora del Museo de Arte Moderno de Medellín. “Estará en un billete que seguramente va a estar al alcance de mucha gente. No es el billete de 100 mil, no es el billete de 50 mil, es el billete de dos mil y eso también es muy diciente; además es muy coherente con la obra de la maestra”, agrega González. Del rincón de arte de la Sala F del Mamm a la plancha de un billete, Débora le dará la cara a los hijos de la generación que pintó: ¿qué les dirá? Aunque el reconocimiento nunca fue algo que le quitara el sueño; al contrario, estar lejos de él la mantuvo lúcida para pintar eso que las mujeres no estaban destinadas a pintar. Como en los mejores discos de música, el billete de Débora tiene dos lados: A o anverso con su imagen, como pionera del arte moderno en Colombia; y el reverso que exaltará a Caño Cristales, el hermoso río de los cinco colores, ubicado en la Sierra La Macarena. Junto a Débora estarán la antropóloga Virginia Gutiérrez, en una de las caras del billete de 10 mil; el expresidente Alfonso López Michelsen, en una de las de la denominación de 20 mil; el escritor Gabriel García Márquez, en el de 50 mil; y el expresidente Carlos Lleras Restrepo en el de 100 mil. El poeta José Asunción Silva continúa en el billete de cinco mil. “Hay en su obra un contexto de país. Si bien la maestra vivió gran parte de su vida en Medellín y en Envigado, fue una mujer absolutamente universal”, concluye González, la mujer del recinto que custodia la mayor parte del legado de la artista: 233 obras donadas al Mamm en 1987. Parada frente a los cuadros de Débora en la Sala F, recuerdo la historia de la madre preocupada por su hija y esa respuesta de la señora Dix en las páginas de la revista Gloria: “La muchacha que da muestra de inteligencia comprendiendo a tiempo que deberá mantenerse ella sola toda la vida, dará aún mayores pruebas de inteligencia dedicando a su trabajo energías y voluntad. Debe decidir lo que quiere hacer, y hacerlo con cabeza y corazón, aprendiendo cuál es la clase de trabajo que merece y obtiene la recompensa más alta”.

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Las caras del retorno En la cara principal del folleto informativo de la Sala F del Museo de Arte Moderno de Medellín (Mamm), una mujer mira de frente con ojos desencajados. Tiene esa expresión recia que emerge de las pinceladas fuertes con las que Débora le imprimió vida a El retorno, uno de sus cuadros más conocidos. “Su obra se emparenta con una vertiente de la pintura moderna latinoamericana que retrata la realidad social desde el contexto local: la representó tal y como era, sin temores, tabúes o prejuicios; esa franqueza, sumada a sus retratos de mujeres desnudas, hizo que su obra fuera la causa de fuertes polémicas”, consagra una de las páginas del folleto. Afuera, desde la calle frontal al Museo, se lee en un panel promocional: “Débora Arango: La vida con


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Juan Manuel Flórez Arias juanmanuel.rock@gmail.com

Soy metida. Horriblemente. Soy chismosa. Soy observadora. Me quedo quieta mientras veo cómo la gente vive la vida, y cómo la habla”. Así comienza su relato, sentada en un pasillo cualquiera de la Universidad de Antioquia. Esta tarde, o noche, tomará su cuaderno de notas –que aparece en medio de una clase, al tomar café en una mesa, o en cualquier lugar en el que su atención se detenga en una conversación ajena–, revisará también las decenas de colaboraciones que llegan diariamente; se reirá. Publicará, desde el anonimato, lo que sus oídos y los de los estudiantes han escuchado. Ella, cuyo nombre prefiere mantener en secreto, es la única administradora de En la UdeA andan diciendo, una página de Facebook en la que se leen “frases de pasillo; unas chistosas, otras incoherentes, otras demasiado crueles”. Está basada en el proyecto de los argentinos Tatiana Goldman y Ezequiel Mandelbaum, quienes desde 2012 comparten en las redes sociales frases de las calles de Buenos Aires y hasta el momento han publicado dos libros. La idea de ella –trasladar el mismo formato a un lugar reducido como la Universidad de Antioquia– surgió en un salón ante un comentario gracioso de un profesor. Dos semanas después se decidió y en quince minutos creó la página y el logo. La primera publicación la había escuchado cerca al Museo Universitario, cuando una paloma se le acercó a un muchacho que comía una presa de pollo: “Vea lo que le pasó a su hermanito”, le dijo con tono de amenaza. “Desde ese día no he dejado de recibir mensajes, no solo colaboraciones, también agradecimientos. Pero todo el mundo piensa que soy hombre. Me dicen ‘gracias parcero’, como si una mujer no pudiera hacer esto”. Al día de hoy, En la UdeA andan diciendo tiene casi 40 mil ‘me gusta’, cerca de 2.500 post y recibe unos veinte mensajes por día. Ella, diariamente, debe disimular cuando le preguntan si vio la última publicación de la página. “Al principio no lo pensé, pero la página ayuda a mostrar que la Universidad no es solo hostil, no es solo paros y tropeles. Es más plural que esto. Sin embargo, siento que esto va a morir en algún momento. En la Universidad siempre va a haber conversaciones, pero uno no todos los días escucha genialidades –o estupideces– como para publicar. Si no muere, me gustaría poder ganar algo de dinero con esto, pues requiere mucho trabajo. Sería bonito que el día de mi graduación me ofrezcan en la entrada un separador de libro con una frase de la Universidad”. Ella se levanta en un pasillo cualquiera. Si mientras conversábamos un transeúnte hubiera pasado con el oído atento, en unos días podríamos encontrar una frase nuestra publicada. Entonces, sabríamos que lo que decimos también hace parte de lo que En la UdeA andan diciendo.

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