2 Testimonio
Un militar andino
en el Sinaí
El sargento mayor del Ejército, Víctor Hugo Orrego Mejía, integró el Batallón Colombia en la frontera entre Egipto e Israel. Retrato de una experiencia que solo viven los militares premiados en servicio.
Brahian Ríos García Estudiante de Comunicación Social – Periodismo donbryantt@hotmail.com Fotografías: Cortesía
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entado en un mueble negro y luciendo ropa informal, después de haber vestido el camuflado durante poco más de 25 años, ‘Vítor’, como le decimos sus amigos, entrecruza sus brazos, a la espera de que yo le ‘dispare’, como dice él, todas mis preguntas. Yo me río porque sé que, luego de haber recorrido gran parte de la geografía nacional, a un andino como él solo hay que dispararle una pregunta para que se ‘desangre’ en historias. Inicio mi ‘ataque’: ¿Por qué fue enviado usted al Medio Oriente, tan lejos, a integrar el Batallón Colombia? Bueno, para responder, es necesario contextualizar sobre mi vida militar porque integrar esa misión es un premio que reciben, comúnmente, quienes dan resultados operacionales. Sin embargo, mi trabajo no era operacional, sino estratégico. Aun así, me enviaron a Tierra Santa. Recuesta su espalda en el mueble, descruza los brazos, respira profundo y, con un tono de voz como de regaño, empieza a relatar el camino que recorrió para llegar al Sinaí, que no se cuenta en kilómetros, sino en años de trabajo y méritos porque el Batallón Colombia solo reúne a 250 militares, de un Ejército conformado para, esa época, por más de 200.000 soldados. *** ‘Vítor’ nació en Andes en junio de 1970. Es el mayor de cuatro hermanos. En su adolescencia, fue el dolor de cabeza de sus padres. Un día, sin motivo aparente, mientras repetía el grado décimo en el colegio Juan de Dios Uribe, decidió retirarse del salón e irse para su casa con la firme intención de no volver. Al llegar, les dijo a sus padres que no iría más al colegio. Se cambió la ropa y, huyendo de los regaños, se fue corriendo hacia el Cerro de la Cruz. Al llegar a la cúspide de
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la montaña, empapado en sudor, se trepó en la estructura metálica y, mirando al cielo, clamó una oración para que su Dios iluminara su mente. No sabía qué hacer con su vida. Apreciando el paisaje montañoso, descendió de la Cruz y regresó a su casa. Pocas cuadras antes de llegar, vio que en el sector había varios militares. Mientras curioseaba, un amigo de su niñez se le acercó y le dijo que se iba a enlistar en el Ejército, así que Víctor decidió hacer lo mismo. Semanas después viajó desde Medellín, en compañía de otros jóvenes, hacia Tolemaida. Una vez llegó, junto a 800 aspirantes, inicio su carrera de suboficial. Luego de un año en la Escuela de Suboficiales, se gradúo y fue ascendido a cabo segundo, con 400 compañeros, ‘cursos’, como se distinguen. En marzo de 1990, fue enviado a Barranquilla donde, sin saberlo, inició su camino al Sinaí. *** Suboficial Orrego Víctor Cuando inicié mi carrera como cabo, me asignaron a una compañía de instrucción militar. Yo capacitaba a jóvenes que iban a prestar el servicio. Mi trabajo consistía en dirigir el entrenamiento. En esas labores, estuve un año; luego, me aburrí de la monotonía en el Batallón y me ofrecí a integrar una compañía contraguerilla porque quería tener la experiencia de estar en el área de combate. Me trasladaron a una compañía que patrullaba la Sierra Nevada de Santa Marta. A los tres meses de estar allá, durante un patrullaje de rutina, tuvimos un enfrentamiento. Yo me asusté mucho porque era la primera vez que estaba en esa situación. No es lo mismo uno tirarle a un polígono a saber que le están disparando para matarlo. Cuando uno escucha el primer disparo, se arroja al suelo. El miedo es mucho, pero es cuestión de segundos; luego, uno se tranquiliza y también empieza a combatir. Los enfrentamientos con la guerrilla son muy aparatosos: las balas zumban y tumban copos de los árboles. Los superiores gritan, en fin... Yo avancé para apoyar a los de adelante; en ese instante, un soldado empezó a gritar que estaba herido. Yo fui a auxiliarlo cubriéndome con los árboles; pero, antes de llegar, escuché un estruendo que me arrojó hacia adelante. No recuerdo nada más.
Camino al Sinaí Fuimos evacuados al Hospital Militar. Afortunadamente, repelimos el ataque y no hubo muertos. Quedé herido por las esquirlas de la granada. En la cabeza y la espalda, tengo todas las cicatrices. Cuando me recuperé, me enviaron a trabajar en una oficina de Inteligencia: allí estuve haciendo informes y cositas así. Luego, me enviaron a hacer cursos de inteligencia, de contrainteligencia, de entrevistador y de criptografía. Empecé a hacer seguimientos, de civil, en zonas guerrilleras. Con la información que recogíamos, se hacían seguimientos y, posteriormente, operativos. Cuando ascendí a sargento, trabajé seis años en el Comando Central del Ejército: ahí es donde se maneja lo más alto de la inteligencia a nivel nacional. Mis logros me hicieron resaltar entre mis demás compañeros de trabajo. El segundo comandante del Ejército y, a la vez mi superior inmediato, se refería a mí trabajo como: “Orrego, un militar excepcional”. Fue por esto que cuando ese general fue llamado a ‘calificar servicios’, es decir, fue despedido del Ejército porque, en palabras llanas, no tenía la rosca política para ser el comandante general, me dijo que, en reconocimiento a mi labor y mis resultados, me iba a premiar con la ida al Sinaí. Eso para mí era un sueño. Además, ese premio, en muchas ocasiones, se le asignaba a los militares por trabajos operacionales; es decir, por bajas en combate, que era lo principal para la época, estoy hablando del año 2004. Mi trabajo era distinto. Yo no daba bajas; mi trabajo era, simplemente, de investigación, por eso fue una sorpresa ir al Sinaí. Como ese general tenía el poder para enviarme, así lo hizo. En enero de 2004, arranqué para Tierra Santa a cumplir una misión de vigilancia en la frontera entre Israel y Egipto. Arribo a Medio Oriente El día del vuelo salimos una delegación de 180 militares, aterrizamos en Madrid. Yo tenía mucha ilusión porque no conocía Europa. En cuanto aterrizamos, me desilusioné por la condición en que tratan a los colombianos: veíamos que pasajeros españoles, franceses e italianos bajaban sin ningún contratiempo. Nosotros tuvimos que esperar en fila. Cuando los demás pasajeros descendieron, la policía del aeropuerto nos hizo vaciar las maletas y con perros antinarcóticos nos ‘raqueteaban’ todo; eso fue humillante para mí y,
3 seguramente, para mis compañeros. Aun sabiendo que éramos militares, que íbamos a cumplir una misión internacional, tuvimos que pasar varios controles que eran exagerados. Ese día nos hospedamos en Madrid e hicimos los recorridos turísticos en los lugares más emblemáticos de la ciudad. Al día siguiente, nos montamos al avión con destino a Tel Aviv, Israel. Una vez aterrizamos, nos esperaban unos buses para llevarnos al Multinational Force & Observers (MFO) [Fuerza Multinacional de Paz y Observadores] ubicado a seis horas atravesando el desierto en la Península de Egipto. La Base MFO La estancia allí es una experiencia muy bonita. Para donde usted mire no ve sino arena, arena y arena. Sin embargo, parece una ciudad. En las instalaciones, hay 15 delegaciones. Cada Batallón está ubicado en un sector determinado y, a la vez, cumple una función distinta. Por ejemplo: la parte aérea le corresponde a Estados Unidos; la naval, a los franceses. Hay unos que cumplen funciones médicas, otros la recreación y el deporte. Todo es muy organizado. El objetivo general de todas las delegaciones es observar que se respete la frontera de las naciones que ahí conviven puesto que, en 1967, en la Guerra de los Seis Días, la Coalición Árabe (Egipto, Jordania, Irak y Siria) se enfrentó a Israel. Este último país salió victorioso y expandió su territorio, pero tuvo que devolverlo al firmarse un tratado de paz. En ese tratado, las partes se comprometían a respetar las fronteras; entonces, la ONU determinó enviar militares aliados para garantizar que el pacto se cumpliera. El premio de ir a Tierra Santa Se dice que ir al Sinaí es un premio porque, quienes están allá, reciben dos sueldos: cobran el sueldo que paga el Ejército colombiano y otro, en dólares, que corre por cuenta de Naciones Unidas. En mi caso, me ganaba como sargento $1’500.000 en esa época. Y en el Sinaí me daban $1.500 dólares, algo así como tres millones. O sea que, prácticamente, me ganaba tres veces mi sueldo. Adicional a esto, cada mes las Naciones Unidas te regalan 100 dólares en efectivo para los gastos personales. En el fuerte hay un banco, de hecho, es prácticamente una ciudad dotada con supermercados, bares, coliseo; hay de todo. El primer día que uno llega debe abrir la cuenta para que la ONU consigne cada mes. Cuando usted termina la misión, le dan todo el dinero que ahorró en ese tiempo; pero, si quiere, usted pasa la tarjeta y se lo gasta. En mi caso, yo me lo gasté casi todo porque fui con la intención de turistear en los ratos libres; entonces, me la pasaba paseando y comprando cosas. Una loción que en Colombia cuesta $200.000, allá valía 15 dólares, es decir,
$30.000; una botella de whisky costaba 6 dólares. Lo mismo los electrodomésticos, la ropa, todo era muy económico y yo me mantenía de shopping. Batallón Colombia en el Sinaí Nuestra labor consistía en vigilar la frontera. La mayor parte del tiempo estábamos patrullando. En los nueve meses, no hubo ningún enfrentamiento entre esas naciones. De haberlo, no estábamos autorizados para intervenir: la orden era salir del lugar. Algo que me llamó la atención, en relación con los demás militares, es que el soldado colombiano es muy indisciplinado: cada militar extranjero sabía cuál era su labor y la cumplía a cabalidad. Por el contrario, a los colombianos había que regañarlos, vigilarlos o se ponían a holgazanear. La “viveza colombiana” floreció en el desierto En varias ocasiones, pasamos rabias y vergüenzas por el mal comportamiento de algunos soldados: peleas, robos, chismes, vulgaridades, mal comportamiento, etc. Nunca vi a un militar extranjero con acciones tan impropias de la disciplina militar. Por eso, pienso que los demás militares discriminaban a los colombianos. La actitud de un militar francés con un gringo, era muy diferente a cómo se comportaban con nosotros; eran educados, pero no permitían trato más allá de la necesaria cordialidad. Son tantas las diferencias en relación con la cultura de los militares extranjeros que en los alojamientos gringos, por ejemplo, dejaban el dinero, relojes, cámaras de video, sobre la cama y no cerraban las puertas, y entre ellos nada se perdía. Nosotros manteníamos con candado todo y, aun así, los mismos soldados colombianos nos robaban a los suboficiales y oficiales. Más vergonzoso todavía, algunos se iban a robar a las barracas de los soldados extranjeros. En varias ocasiones, a medianoche nos caía la Po-
“El soldado colombiano es muy indisciplinado: cada militar extranjero sabía cuál era su labor y la cumplía a cabalidad. Por el contrario, a los colombianos había que regañarlos, vigilarlos o se ponían a holgazanear”.
licía Militar a hacernos allanamientos porque se había perdido algo y, preciso, ahí lo encontraba. Nunca escuché que allanaran los alojamientos de los demás batallones, siempre era el colombiano. Sucedió una vez que varios soldados colombianos se vinieron un mes de vacaciones. Cuando regresaron al Sinaí, llevaban dólares falsos. Los cogieron en El Cairo tratando de engañar a unos comerciantes. Eso allá es un delito gravísimo. Le tocó al comandante de la Fuerza, un general francés, ir a interceder por ellos con un cónsul. A los implicados, los deportaban al otro día; pero la imagen mala se quedaba allí. Extrañando el hogar Ese viaje es bueno. El primer mes uno llega muy entusiasmado, con ganas de salir y conocer; después del mes, ya uno ha recorrido todo y se aburre. Como se está en pleno desierto, no hay nada qué hacer porque uno ya lo ha hecho todo y, entonces, toca repetir y lo que era nuevo se vuelve monótono. Además, la soledad es mucha y uno empieza a extrañar a la familia. Nueve meses es mucho tiempo y uno desde que se levanta hasta que se acuesta no ve sino arena. Llega un momento en el que uno empieza a contar los días para regresar a la casa y se le hace eterno. Yo nunca pensé en tirar la toalla, pero sí tenía el anhelo de regresar rápido, mirar el almanaque, tacharlo y contar los días. Sargento mayor retirado Orrego Yo le entregué los mejores años de mi vida al Ejército. Le debo el hombre que soy. Durante esos largos años, tuve experiencias muy bonitas, como también hubo momentos amargos. Pero estoy muy orgulloso de la institución a la que pertenecí. Después de haber estado en el Sinaí, puedo concluir que si bien hay diferencias entre unos y otros, uno puede aprender a tolerarlas. Es mejor tolerar que estarse matando. Yo combatí a las guerrillas 25 años, y creo que la manera es dialogar porque con las armas no se pudo. El abandono del Estado va a seguir poniendo gente humilde a matarse entre ellos mismos; por eso espero que este conflicto con las guerrillas termine pronto, y que todos, al igual que Egipto e Israel, vivamos en paz, aunque no nos caigamos bien. *** El rostro de ‘Vítor’ refleja impaciencia, el minutero del reloj ya dio un par de vueltas desde que ‘disparé’ la primera pregunta. No se ha ‘desangrado’ todavía, pero mi grabadora se ahogó en el océano de anécdotas que parecen no terminar. Punto final ─digo─, continuará, y unas risas cómplices terminan la entrevista. Al final, tuve la razón: sólo bastó disparar una sola pregunta para que brotaran, como en una fuente de recuerdos, las historias del militar andino que estuvo en el Sinaí.
Víctor Hugo Orrego (a la derecha) junto a sus compañeros del Batallón Colombia en el Sinaí.
Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia
4 Opinión Editorial Comité editorial: Patricia Nieto, Ana Cristina Restrepo Jiménez, Heiner Castañeda Bustamante, Raúl Osorio Vargas, Gonzalo Medina Pérez Dirección: César Alzate Vargas Dirección edición regional: Juan David Ortiz Franco Asistencia editorial edición regional: Wilmar Vera Zapata Equipo de redacción: José Andrés Rubiano, Brahian Ríos, María Camila López, Manuela Ruda, Nini Morales, Luisa Arias, Damaris Cuervo, Luis Alfonso Acevedo, Juliana Osorio, Katlin Alejandra Castañeda, Yessica Johana Posada, Verónica Vélez, Hely Montoya. Corrección de estilo: Alba Rocío Rojas León Diseño gráfico: Sara Ortega Ramírez Impresión: La Patria, Manizales Circulación: 2.500 ejemplares Sistema Informativo De la Urbe Coordinación general y de Radio: Alejandro González Ochoa Coordinación Televisión: Alejandro Muñoz Coordinación Digital: Walter Arias Coordinación Especiales: David Santos Gómez Corresponsal en Urabá: Luisa Fernanda Gómez Rincón Calle 67 N° 53-108, Ciudad Universitaria, of. 12-122 Tel: (57-4) 219 5912 delaurbe.udea.edu.co delau.prensa@gmail.com facebook.com/sistemadelaurbe twitter.com/delaurbe Medellín, Colombia Acorde a los postulados sobre derecho a la información y libertad de expresión consagrados en la Constitución Política y las leyes de Colombia, las opiniones expresadas por los autores no comprometen a la Universidad de Antioquia ni al Sistema Informativo De la Urbe. Universidad de Antioquia Mauricio Alviar Ramírez, Rector Ximena Forero Arango, Decana (e) Facultad de Comunicaciones Juan David Rodas Patiño, Jefe (e) Departamento de Comunicación Social
¿Cómo participamos en política?: los vicios que develó el Plebiscito
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l 2 de octubre de 2016, el 62,57% de los colombianos habilitados para votar no asistió a las urnas para decidir sobre la refrendación de los acuerdos de paz entre el Gobierno y las Farc. Lo que vino después, con el triunfo del NO, generó aún mayor polarización y un ambiente de incertidumbre que no termina de disiparse, pese a la firma de un nuevo acuerdo cuatro semanas después. Pero, más allá de las disputas entre quienes defienden posturas a favor o en contra del acuerdo, por sí solas las cifras de abstención en el Plebiscito deberían ser alarmantes. Y lo son porque un asunto es la abstención activa e informada que algunas personas ejercen en determinados procesos electorales y otro, que ni siquiera la consigna de que los colombianos nos enfrentábamos a la decisión democrática “más importante de nuestras vidas”, lograra remover la indiferencia con la cual la mayoría asume ese tipo de decisiones. Y es que en los últimos 14 años, ninguna elección presidencial ha alcanzado siquiera el 50% de participación. La cifra más diciente la ofreció la primera vuelta de 2014, cuando el 60% de las personas habilitadas para votar prefirió no hacerlo. Las explicaciones pueden ser muy diversas. Pero si a esto se suma que, proporcionalmente, la mayor cantidad de votos la aporta las principales ciudades del país, es posible concluir que en las zonas rurales, especialmente en aquellas donde hay menos presencia del Estado, no existen las condiciones para que sus ciudadanos se sumen a la toma de decisiones. Un buen ejemplo es el de Bojayá. Este municipio chocoano padeció, de frente, las consecuencias de la guerra. En 2002, durante un enfrentamiento con las AUC, las Farc arrojaron un cilindro bomba que explotó en la iglesia donde se refugiaban los civiles: más de 80 personas murieron. Aun así, en el Plebiscito del 2 de octubre, el 95,78% de quienes votaron en dicho municipio lo hicieron por el SÍ. Ese resultado fue asumido por algunos sectores como un claro
mensaje de las víctimas directas del conflicto. Sin embargo, esa interpretación no tuvo en cuenta los resultados de otras regiones, también victimizadas, donde el triunfo fue para el NO. Tampoco tuvo en consideración que las cifras de abstención en Bojayá alcanzaron el 70%, casi siete puntos por encima del promedio nacional. Pero, además de la abstención, el Plebiscito puso sobre la mesa otro aspecto: la capacidad de uno u otro sector para manipular la información y, de esa forma, incidir en la opinión de los ciudadanos. El problema, entonces, no es por sí solo que haya triunfado una u otra opción, sino que buena parte de quienes decidieron acudir a las urnas no entendía por qué estaba votando. “Es hora de decirle a Santos que no lo queremos como presidente”, se escuchaba en los parques de los municipios del Suroeste de Antioquia. En 22 de los 23 municipios de la subregión, ganó el NO. El problema tampoco fue por sí solo que al acuerdo tuviera 297 páginas —tampoco lo es que el nuevo texto, con muchas de las propuestas de quienes abanderaron el NO, tenga 310—. Para simplificar su contenido, hubo resúmenes, espacios en radio, Internet, prensa y televisión. El problema fue que muchos colombianos no se interesaron por el proceso y, así el acuerdo tuviera una o mil páginas, tomaron sus decisiones con base en mitos cuya veracidad no se interesaron en verificar. Por eso, lo ocurrido en la refrendación del acuerdo de paz desnuda, aunque tal vez solo confirma, muchos de los vicios de nuestra democracia. Enfrentarlos es una tarea pendiente y una construcción en la que todos estamos implicados. Desde los más adultos, hasta los más chicos; desde las familias, hasta las instituciones educativas. Es tiempo de pensarnos como ciudadanos, de entender el poder de la participación para consolidar la diversidad y el entendimiento. No se trata solo de un voto, sino de la capacidad de trabajar juntos para construir el cambio.
Guía básica para ver películas sobre ruedas *Con historias incluidas*
José Andrés Rubiano Franco Estudiante de Comunicación Social – Periodismo j.a.rubiano@hotmail.com Ilustración: José Andrés Capítulo Antioquia
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ISSN 16572556 Número 04 Diciembre de 2016
Fotografía de portada: Ana Uribe
No. 04 Andes, diciembre de 2016
dvertencia: no intente realizar ninguna de las siguientes acciones en casa. Para poner a prueba este plan, es necesario desplazarse por las calles de un pueblo que creció a las ‘patadas’. En caso de querer seguir las pautas que se presentarán a continuación, se recomienda discreción y la compañía de un adulto responsable. ¿Es usted un adulto responsable? *** 22.667 personas habitan la zona urbana de Andes. Ubicar esa cantidad de gente en un lugar empinado y estrecho se ha convertido en una tarea tan heroica como enfermiza. Las calles andinas están ahora infestadas de edificios que, de a poco, se fueron robando las mejores partes del firmamento. El afán de “progreso” ha logrado que en el pueblo ya no exista un sitio en dónde ver cine. La nueva infraestructura, sumada a la falta de interés de los pobladores, permitió que los cinemas y teatros hayan desaparecido. Esos cambios apresurados y poco racionales permitieron que Andes, el orgullo comercial del Suroeste antioqueño, no tenga un lugar para ver películas. Pero no todo está perdido, no; aún queda una pequeña esperanza. Ante usted, y sin costo alguno, se abre la posibilidad de poder apreciar las más selectas escenas del diario vivir de los andinos: la ruta del bus urbano.
Ahora bien, sin más preámbulos, aquí está la guía básica para ver películas sobre ruedas: Disponga del dinero necesario para el ocio. Por $1.300, usted puede asegurar una silla en la ruta de la cotidianidad de los andinos. ¿Posee esa cifra en su bolsillo, cartera, bolso o en el lugar en donde deposita su efectivo? Si la respuesta es afirmativa, puede continuar al paso número dos; de lo contrario, también puede hacerlo. Es necesario poseer la certeza de tener un lugar a dónde llegar o, si no, al menos, fingirlo. Será común que en más del 50% de las ocasiones el conductor del bus le lance el siguiente interrogante: “¿Para dónde va?”. Si usted titubea, podría hacer entrar en pánico al piloto; por eso, es mejor tener una respuesta preparada. En cualquier caso, bastará con un silencio que sea tan seguro como confiable. Mantenga la concentración a la hora de abordar el bus urbano. Fácilmente, podría subir al vehículo equivocado ya que en Andes todo el transporte público está pintado de azul. Un agravante más es que si a usted le gusta el fútbol, es posible que no se sienta conforme con esa tonalidad de azul en particular, pues está muy lejos de parecerse al de Racing de Avellaneda o, incluso, al del Napoli italiano. Para solucionar este inconveniente, será suficiente con esperar al bus en la puerta del Regina1. 1 Panadería, con aviso luminoso y colorido, ubicada en el costado izquierdo del Parque Principal. En este sitio, y a finales de los 90, los andinos se reunían a ver partidos de fútbol, ya que el televisor más grande del pueblo se encontraba en ese local.
Opinión Haga caso omiso a la banda sonora del viaje. El momento del día define la música que acompañará el recorrido. Si usted aborda en la tarde, deberá acomodar su viaje al sonido de los vallenatos y el reguetón de la emisora del Ejército Nacional. Si prefirió subirse en la noche, lo esperará un ambiente de melancolía y recuerdos amorosos: las baladas de los años 60, de Omega Digital Estéreo, serán su compañía durante el recorrido. Si usted no está en la capacidad de que la música del bus le sea irrelevante, es pertinente usar audífonos. Intente conservar el mejor ángulo visual. Las ventanillas del bus urbano no se hicieron para los curiosos; por lo tanto, deberá recurrir a su ingenio para poder observar el panorama sin castigar su columna. Póngase cómodo y mantenga los ojos bien abiertos. Si ha podido llegar hasta este punto, es porque, seguramente, ya está sentado en una de las sillas del bus urbano; de ser así, le espera la mejor parte. De lo contrario, deberá remitirse al paso número uno, dos o tres. En fin, ahora está todo dispuesto para disfrutar de las películas de la vida cotidiana. Todo al natural, sin guiones, libretos, luces o actores profesionales. No hay ningún premio. Si ahora usted está aquí, debe tener la disposición para sentirse un extraño que viaja formando parte de toda una movilización de historias. Abandone la función en el momento en el que lo desee. Con estos simples y sencillos pasos, usted podrá conocer de primera mano las dinámicas del día a día de un pueblo que ya no es pueblo ni tampoco una ciudad. Un lugar que, por capricho de unos pocos, se volvió una mezcla de un todo que, al final, terminó siendo nada. El recorrido no tardará más de 40 minutos y más de una historia de la vida real se quedará dando vueltas en su cabeza. ¡Buen viaje! *** El cine no es otro asunto que una herramienta para mostrar la condición humana, los rasgos culturales y los aspectos de la vida misma. Una construcción que puede ser real o imaginaria y que tiene sus bases en la historia. A través de las ventanillas y el pasillo del bus urbano, es posible apreciar la esencia de las películas. La silla que usted destine para el viaje es el lugar desde el cual podrá tener una visión del mundo tan propia que ni el mismo Álvaro Uribe le podrá refutar o censurar. A continuación, encontrará algunos interrogantes, anécdotas y trozos de historias que transcurrieron mientras el bus urbano transitaba lento y silencioso por las calles de Andes. ¿Ha pensado en cómo se desarrollaría su vida dentro de una vitrina? ¿Qué tal que usted fuera una empanada o un pastel de pollo? ¿Debería ser esa la manera más cálida y tranquila de esperar la muerte protegido del aire contaminado de las calles y en la quietud que proporciona un estado de lucidez suicida? Y es que si usted fuera un comestible de los que venden en la Cafetería El Chaparral podría ser testigo, en primera fila, de cómo parquea el bus urbano. Con el vidrio empañado de su vitrina, estaría en la capacidad de entender la prisa que llevan las personas cuando el día ya se está convirtiendo en noche. Desde ahí, es posible cerciorarse de que el bus urbano es una especie en vía de extinción y de que los demás medios de transporte lo están haciendo desaparecer. La gente, usualmente, vive de afán y hacer un recorrido de más de media hora es toda una utopía; por eso, prefieren tomar un taxi o esperar la buseta: el urbano es ahora un ‘mamut’ que vistieron de azul. Pero si las empanadas y los pasteles de pollo son una manera de ver pasar la vida, los chorizos no se quedan atrás. Óscar y Wilson Saldarriaga son dos hermanos que, desde hace más de 20 años, tienen a su cargo el Café Arbolito, un sitio que, por un olvido del tiempo y por convicción de sus propietarios, se quedó suspendido en el antaño. Desde la ventanilla derecha de cualquier bus urbano, usted puede ver el Arbolito, justo cuando viene subiendo por la estación de gasolina La Chaparrala. Los hermanos Saldarriaga cierran su café a las ocho de la noche y venden los chorizos más emblemáticos de toda la zona de talleres de mecánica del pueblo. Una que otra vez Wilson y Óscar abordan el bus urbano, se sientan en sillas separadas y viajan en silencio. La cercanía de toda la vida les ha permitido compartir silencios como medio de comunicación. Aunque son amantes de los sonidos de Transmisora Surandes de Todelar, deben soportar la música moderna que suele sonar por las emisoras de frecuencia modulada. El cinema Los Fundadores fue el último teatro y sala de cine que existió en Andes. En 1989, poseía 460 sillas y se llenaba con regularidad. Posteriormente, fue sometido a una reestructuración y quedó con capacidad para 160 personas sentadas. Seguía llenándose con cada estreno de cine y por años fue el refugio de solitarios. No pasó mucho tiempo para que el cinema se extinguiera: la implementación del DVD en las casas de muchos andinos dejó vacíos los asientos del teatro. Hoy en día, es un centro comercial por cuya entrada pasa el bus urbano. “Recuerdo que, cuando presentamos La lambada, el teatro se llenó. Había gente de pie y, para la siguiente función, debían usar la salida de emergencia; afuera ya había fila para ver la misma película. Lo mismo pasaba con El mártir del Calvario, la repetíamos todo el fin de semana y la gente lloraba viendo la película”, evoca Gabriela Restrepo, quien fuera la encargada del cinema. Ella no recuerda con exactitud la última vez que montó en bus urbano; lo que sí tiene claro es que, cuando sus hijos estaban pequeños, el bus era todo un programa familiar. En la actualidad, prefiere tomar algún taxi para desplazarse dentro del pueblo.
Hoy en día, la flota de buses y el transporte público en Andes es regido por Cootrasandina, una cooperativa que, poco a poco, se ha ido adueñando del sector de transporte del municipio. De allí la razón para que la mayoría de los vehículos estén pintados de ese color azul que, poco o nada, tiene que ver con la herencia de este pueblo. Pues, si se tratara de algún tipo de legado, los buses de Andes deberían ser rojos, sí, y de una tonalidad tan sangrienta como la historia de los primeros habitantes de estas tierras. Hasta hace menos de cinco años, los buses urbanos eran pintados de varios colores, parecían parientes lejanos de las chivas escaleras. Hoy se tuvieron que uniformar y salir tristes como los elefantes en la India. Desde la ventanilla derecha del urbano, subiendo por la Baranoa (vía que une el sector San Pedro con el barrio Corid), usted puede encontrarse con Drogas La Economía, una farmacia en cuyo aviso está el rostro sonriente de su propietaria. Para quien viaja sin prisa, es todo un espectáculo bajar la mirada y notar que en el mostrador de la droguería está Tatiana, algo menos sonriente, pero dispuesta a calmar sus dolencias. También puede notar que Andes tiene la única buñuelería del Suroeste antioqueño y que, justo en frente de ella, está el Supermercado Los Abuelos (la abuela le debe llevar unos 10 o 15 años al viejo, al menos así lo refleja el aviso). El 27 de mayo de 2016 el urbano salió del Parque a las 6:58 p.m. con dirección a San Luis y Las Mercedes. Tres ancianos abordaron las primeras sillas, Mónica y Alejandra Correa iban detrás de ellos. Tres minutos después, el bus ya estaba pasando por el Estadio Municipal. Las graderías estaban a medio colmar y el primer encuentro de la fecha del Torneo Interbarrios estaba por comenzar. ‘Jaime Botas’ estaba listo en el arco de Nuevo Hogar, sabía que se venía un duro encuentro contra el siempre difícil seleccionado de Santa Rita. Jaime fue arquero del Once Andino, el equipo más representativo que ha surgido en Andes. Las hermanas Correa se bajaron en la esquina de la Capilla de San Luis y el urbano siguió con dirección a Las Mercedes. Las Mercedes es uno de los barrios más apartados de Andes. Está ubicado sobre la vía que conduce a Jardín. Es un sitio solitario y oscuro, una de sus vías alternas es aún de terreno destapado; por lo general, aquí el bus urbano llega vacío. Siendo las 7:15 de la noche, el urbano es simplemente un testigo del cansancio del día. Es tanto el silencio del bus que podría ser el lugar propicio para planear un crimen, escribir una novela con la cual salvar la vida o, como en este caso, ser el testigo silencioso de las noches de un lugar que perdió su esencia desde hace casi dos décadas. El bus urbano es un lugar para engendrar preguntas. Desde aquí, usted puede cuestionarse si la mujer de la Droguería San Pedro leerá todas las tardes. Recostado en cualquiera de las ventanillas del urbano, es posible ver mecánicos, prostitutas, tiendas de objetos sexuales, perros callejeros y mamás desesperadas. Pero sobrevive todavía un espacio desde el cual se pueden comprender la estupidez y la inteligencia humana. De un modo, tal vez sea incomprensible, queda un lugar desde el cual usted puede disponerse a sentir y apreciar las películas que ya no se presentan. Miguel tardó casi un minuto en bajarse del urbano: su cuerpo refleja el cansancio de más de 80 años de trajín y su bastón confirma el agotamiento. Con un saludo afectuoso, se despide del conductor y se aleja en dirección a la cancha del barrio Corid. De aquí, y vacío, el urbano se dirige a su lugar de partida. Fin de la función. ¡Gracias por venir! Los esperamos en una nueva presentación…
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¿#LaPazSíPeroNOAsí?
Los promotores del NO en el Plebiscito rechazaron los Acuerdos de La Habana con la consigna de “la paz sí, pero no así”. Ganaron, eso no está en discusión. Pero ahora, con un nuevo acuerdo, producto de la inclusión de la mayoría de sus propuestas, parece que al exprocurador y futuro candidato presidencial, Alejandro Ordóñez, además de expresidentes Uribe y Pastrana, y sus grupos políticos, se les acomodara mejor la idea de que NO es NO. Luego de la renegociación, cuestionaron el nuevo acuerdo; dijeron, entre otras cosas, que antes de anunciarse debió haber pasado por sus manos para que fueran ellos los encargados de aprobarlo. “No se hicieron cambios sustanciales”, dijo Ordóñez. Sustancial es esta guerra que ellos quieren continuar.
Promesas en el aire
La cultura y el deporte en Andes son el “caballito de batalla” en los discursos políticos cuando de campaña se trata. Sin embargo, todo queda en ilusiones que, en la realidad, se esfuman: que “no hay plata”, que “estamos gestionando”, que “pa’l año que entra”, que “ya estamos trabajando en eso”. Muchos deportistas y músicos apasionados llevan pidiendo, por años, el apoyo suficiente para seguir construyendo sus sueños. ¿No es hora de que los políticos se pellizquen y apliquen lo que tanto han predicado?
Fiestas Katías con lema de excluidos
En medio de las Fiestas Katías, en un ambiente lleno de máscaras, danzas y música, resaltaba un letrero con el lema “Los excluidos”. Lo portaban varios jóvenes que se quejaban porque, dada su edad actual, fueron apartados de la Escuela de Música del municipio de Andes. Dice la Alcaldía que ya son “muy mayores” para hacer parte de ese espacio. Hoy, sin ellos, la Escuela de Música apenas medio sobrevive con los pocos niños que asisten, mientras que aquellos que desean seguir en su proceso formativo no tienen dónde continuarlo.
Facultad de Comunicaciones Universidad de Antioquia
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Región
Provincia de Cartama,
apuesta conjunta de 11 municipios
del Suroeste E
l proyecto de Ordenanza que propone la creación de la Provincia de Cartama fue radicado el 24 de octubre de 2016 en la Asamblea Departamental de Antioquia. Este nuevo ente administrativo estaría conformado por los municipios de Caramanta, Jericó, La Pintada, Montebello, Pueblo Rico, Santa Bárbara, Támesis, Tarso y Valparaíso ─por la Cuenca del Cartama─, más Fredonia y Venecia que también se vincularon a dicho esquema asociativo. El artículo 2º del proyecto de Ordenanza explica que las Provincias son entidades administrativas conformadas por dos o más municipios geográficamente contiguos, “tendrán por objeto el desarrollo económico y social de los municipios que las conforman y se constituyen para organizar conjuntamente la prestación de los servicios públicos, garantizar la ejecución de obras de ámbito regional, ejecución de proyectos de desarrollo integral y la gestión ambiental”. En ese acto, el gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutiérrez, calificó como histórico que la primera Provincia María Camila López Ramírez del país se esté concretando en la región: “Desde Antioquia, le estamos dando un gran ejemplo a Colombia sobre Estudiante de Periodismo las oportunidades que ofrecen las nuevas divisiones territocamilalopez057@gmail.com riales. Son 11 municipios del Suroeste que se quieren unir Fotografías: María Maya Taborda para trabajar en planificación, servicios públicos y en obras comunes. Es empezar a darle vida a la Constitución del 91. Hasta hoy, a nadie en Colombia se le había ocurrido hacer una Provincia”. De acuerdo con sus promotores, la Provincia de Cartama busca el desarrollo de los municipios que están trabajando para su implementación. La idea es avanzar en la descentralización y en la capacidad de que las 11 alcaldías que la integrarían puedan solucionar los problemas de manera conjunta. Esto significa que el nuevo ente administrativo tendrá la función de reunir a las administraciones para la toma de decisiones colectivas en materia política, tecnológica, ambiental, cultural, económica, y social para los cerca de 122 mil habitantes de ese grupo de municipios. El alcalde de Támesis, Alexander Zuluaga, aseguró que, entre los proyectos que hasta el momento se han disLos 11 municipios de la región que integrarán la Provincia, coordinarán acciones en materia social, política y de cutido, hay asuntos ambientainfraestructura. les, territoriales y de infraestructura. “Nos reunimos con Corantioquia y pretendemos hacer proyectos de impacto transversal. También, lo que podamos desarrollar con las Autopistas Pacífico 2 frente a la compensación social, ambiental y la generación de impuestos de industria y comercio. Además, se pretende la actualización de los esquemas de ordenamiento territorial y se piensa en la idea de plusvalía”. Esas primeras ideas también incluyen la creación de una planta hidroeléctrica, de un clúster agrícola y ambiental, del Bioparque del Suroeste para el manejo de las basuras y de un Parque Temático Turístico. Aunque se da como un hecho que la Fábrica de Licores de Antioquia sería trasladada a uno de los municiTámesis sería el primer municipio en asumir la Presidencia del organismo que coordinará el funcionamiento de la pios de la Provincia, el alcalde
La Asamblea de Antioquia tramita un proyecto de Ordenanza que creará la primera provincia de Colombia. Esa figura permitirá que un grupo de municipios de la subregión trabaje en proyectos colectivos.
Provincia de Cartama.
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Zuluaga aseguró que la Gobernación debe “evaluarlo con todo el juicio y se debe generar un concepto muy profundo de dónde va a ser el sitio indicado para su ubicación”. Por otra parte, y antes de que se conforme el nuevo ente administrativo, la Gobernación de Antioquia anunció que pondrá en marcha un proyecto junto con la Secretaría de Agricultura para que cada municipio tenga un agrónomo o un veterinario para apoyar los procesos agrícolas. Además, se adelantará otro proyecto de Ordenanza para que cada localidad tenga nueva maquinaria pública. Eso incluirá la compra de retroexcavadoras, buldóceres, volquetas y motoniveladoras. Para el financiamiento de las iniciativas que se desarrollen una vez conformada la Provincia, el proyecto de Ordenanza estipula que el primer año cada municipio destinará el equivalente al dos por mil del impuesto predial unificado en los municipios asociados. A partir del segundo año, será un valor similar a los aportes realizados por los municipios que son parte de la provincia en el año inmediatamente anterior. Sin embargo, la Gobernación de Antioquia se comprometió a buscar otras líneas de financiamiento con el Instituto para el Desarrollo de Antioquia (IDEA), Corantioquia y Planeación Nacional. Por su parte, el representante a la Cámara, Horacio Gallón, aseguró que la conformación de las Provincias “facilita que los gobiernos lleven los recursos de mejor manera a las regiones”. Y agregó que el Congreso trabaja en un proyecto de Ley para que los recursos del Gobierno Nacional lleguen directamente a las Provincias, según dijo, para que éstas “tengan vuelo propio”. Esa norma tardaría cerca de un año y medio en ser tramitada e implementada. Organización política La Provincia, como una entidad administrativa de derecho público, necesita un ente que regule cada uno de los procesos que ponga en práctica. Es por esto que el artículo 12 del proyecto de Ordenanza estipula la creación de unos Órganos de Planificación y Administración. Para ello, se establece que la Provincia estará a cargo de la Junta Provincial, el presidente de la Junta (elegido democráticamente), el director, el Consejo Provincial de Planeación y la Secretaría Técnica. El periodo del presidente de la Junta, que será uno de los alcaldes de los 11 municipios, regirá por dos años, y la sede del Consejo Provincial variará de acuerdo con la zona donde se encuentre el presidente. Támesis es uno de los municipios que más fuerza ha tomado de cara a asumir ese papel en los primeros años; sin embargo, el acalde Zuluaga dijo que “es una decisión que debemos tomar entre los 11 alcaldes. Lo que queremos hacer es un proceso muy transparente donde todos podamos trabajar de la mano y le apostemos de manera igualitaria al proceso”. Según lo dicho en la Asamblea Departamental de Antioquia, en enero de 2017 se podrán iniciar las labores administrativas en torno a la Provincia de Cartama. Apoyo del Área Metropolitana Eugenio Prieto Soto, director del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, manifestó su apoyo a la Provincia de Cartama. “Medellín y Antioquia construyeron un modelo más centralista que el de Bogotá. Por eso, nosotros queremos que se avance a ese escenario de la Constitución de 1991 de soberanía popular, de democracia participativa y de Estado social de derecho a través de los esquemas asociativos territoriales que permitirán fortalecer los municipios”. Prieto dijo que ve en la Provincia un modelo de desarrollo e invitó a que se sigan generando propuestas de ordenamiento territorial. A su vez, el alcalde de Caldas, Carlos Eduardo Durán, consideró que la presencia del Área Metropolitana en los procesos de la Provincia servirá para que los 11 municipios se comprometan a consolidar una administración seria y responsable que trabaje de manera eficiente por la región. “Es necesario que el Gobierno ponga las miradas fuertes en esa comunidad de municipios como lo hace hoy con el Área Metropolitana”, dijo Durán. Aunque el proyecto de Ordenanza cuenta con el apoyo del Gobernador de Antioquia y con la aprobación de la Asamblea Departamental y los alcaldes de los 11 municipios, una vez se convierta en Ordenanza tendrá que formalizarse otro trámite ante el Gobierno Nacional para la creación definitiva de la Provincia.
Informe
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Deslizamiento en La Huesera, un año sin una Manuela Ruda Estudiante de Comunicación Social – Periodismo manuruda14@gmail.com Fotografía: De La Urbe
solución definitiva
El derrumbe de noviembre de 2015 cobró dos vidas, incrementó costos para el transporte y aisló a miles de pobladores del Suroeste. Para el 18 de diciembre, cuando finaliza el contrato para la recuperación de la vía, debería ser habilitado el paso normal por esa zona.
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recorridos de hasta tres horas. Por esa razón, han quedado aislados de atención médica especializada e incluso del suministro de alimentos. “Somos el único municipio de Antioquia tan cerquita de Medellín y tan lejos de recursos”, dice Manuel Hurtado, un comerciante de ese municipio. Además de que los pasajes en el transporte público se duplicaron, algunos alimentos han empezado a escasear por su costo: “Hay algunos proveedores que, por no dar la vuelta porque eso les genera más costo de combustible, no nos visitan. El único pueblo que vendrían a visitar es a Titiribí, ya que todos los establecimientos de la vía La Albania están cerrados”, explica Surley Jiménez, otra comerciante de esa localidad. En cuanto a los productos, “siempre se incrementan porque ya le cobran a uno más cara la traída de las cosas. En este momento, en alza está la panela: pasó de $2.200 a $3.400, además del maíz trillado y el maíz cáscara que han subido mucho. A mí, me traían una caja en $2.000 pesos; ya me están cobrando $4.000 o $5.000. Un bulto que valía $3.000, vale $6.000 o $6.400; entonces, se dobletea todo”, afirma Eucario Betancur dueño de una tienda de abarrotes. “Si seguimos mucho tiempo así, yo creo que mucho comercio va a tener que cerrar porque tanta carencia que hay, tanto desempleo y usted decir vamos a subirle un 10% o un 15% a un artículo caro, la gente no lo va a consumir”, complementa Manuel Hurtado.
l 12 de noviembre de 2015 una explosión en una ese periodo y después de una inversión de $1.873 mimina de carbón en el municipio de Amagá generó llones, aún no se había podido remover ni siquiera una un deslizamiento que taponó la Troncal del Café y tercera parte del talud. Por esa razón, tampoco se hacausó la muerte de dos personas: el operario de una retroebilitó la vía en su totalidad. Desde septiembre, se perxcavadora, Edison de Jesús Cardona, y el administrador de mitió el paso de vehículos durante una hora y media en una cantera, Carlos Mario Cano Castrillón. la mañana y por un lapso igual en las horas de la tarde. ¿Habrá solución? En ese momento, el Instituto Nacional de Vías (Invías) Así, por la mayor duración del viaje y el mayor conTitiribí no ha sido el único afectado por el cierre de la aseguró que fueron cerca de 60.000 metros cúbicos de aresumo de combustible, algunas empresas de transporte auvía. En Bolombolo, por ejemplo, los comerciantes aseguran na, piedras y material vegetal los que se desprendieron de mentaron sus tarifas casi en un 50%. En empresas como que sus ventas han disminuido entre 35% y 50%, ya que la montaña. Además, esa entidad aseguró que se iniciarían Tratam, el pasaje para el recorrido entre Medellín y Titiribí su principal ingreso económico es gracias al turismo, que los trabajos para recuperar el paso por la zona en el menor pasó de $9.000 a $20.000. En Cootransandina (que viaja a también se ha reducido. tiempo posible. Sin embargo, casi un año después de ese inAndes), pasó de $17.000 a $21.000 y en Cootracibol (con Entre tanto, a mediados de octubre, el Invías informó cidente, el tránsito de vehículos por el sector de La Huesera servicio a Ciudad Bolívar), pasó de $22.000 a $23.000. que a partir del 18 de ese mismo mes habría apertura nocaún se encuentra restringido. En cuanto a los habitantes cercanos a la obra, para miturna desde las 6:00 pm. hasta las 7:00 am. del día siguiente, Esa vía, que va desde La Mansa hasta Primavera, cotigar el impacto por el cierre de la vía, se habilitó un paso y los días domingos y puentes festivos la vía estaría habilitada desde las 2:00 p.m. necta a la ciudad de Medellín con los municipios del Suroespeatonal que funciona todos los días en estos horarios: de Aunque, en principio, se habló de 60.000 metros cúbite antioqueño. Por ésta circulan, según el Invías, más de 2 6:00 a.m. a 7: 00 p.m., de 12:45 p.m. a 1:15 p.m., y de 5:00 cos, y luego hasta de 100.000, los encargados de la obra asemillones de usuarios anuales y, debido a las fallas geológicas p.m. a 6:00 p.m. El objetivo es proporcionar soluciones a las guran que hasta principios de noviembre habían removido que la afectan, los taponamientos han sido constantes desde personas de las veredas aledañas y prevenir nuevas tragedias. 80.000 metros cúbicos de material en la zona del derrumbe. hace cerca de 20 años, según explica Miguel Guarín, ingeEl ingeniero Guarín asegura que el contrato para la recuniero encargado de la obra en el sector de La Huesera. Titiribí, el más afectado peración de la vía culmina el 18 de diciembre y que, para Esos deslizamientos han generado grandes pérdidas Aunque están ubicados a solo 62 Km de la capital anesa fecha, si las condiciones climáticas lo permiten, el paso humanas y económicas. Según Guarín, solo en el punto del tioqueña, los 14.000 habitantes de Titiribí han pasado de por La Huesera debería estar habilitado en su totalidad. deslizamiento de noviembre de 2015 se han invertido más estar en Medellín en menos de una hora, a tener que hacer de $2.700 millones. Sin embargo, agrega que es incalculable la cantidad de recursos que se ha destinado para intervenir el tramo que va desde el kilómetro 76 hasta el km 79 (zona de falla geológica) mediante la construcción de “túneles falsos”, la reconstrucción de puentes y la remoción de toneladas de tierra y escombros. De los 23 municipios que conforman al Suroeste antioqueño, 15 se ven afectados cada vez que ocurre alguna catástrofe natural en la zona. Los comerciantes, los viajeros y las empresas de transporte tienen gastos adicionales. Pero los más afectados son los miles de pobladores de Amagá, Titiribí y Venecia, los municipios más cercanos a la falla geológica. Y es que el 17 de agosto de 2016, tras una reunión con los alcaldes de esos tres municipios, el Invías y el concesionario Covipacífico S.A.S. anunciaron el cierre total de la vía para iniciar la intervención. Hasta ese momento, y durante nueve meses desde que ocurrió el deslizamiento, no se adelantaron obras; hubo cierre nocturno y en el día se habilitaba paso a un carril. El cierre total se extendió durante un mes, del 19 de agosto al 19 de septiembre. En ese periodo, los viajeros tuvieron que tomar las rutas alternas, lo cual aumentó la duración del viaje hasta La maquinaria de la empresa contratada para la recuperación de la vía permanece en la zona. Los trabajos se desarrollan durante el día y, en la noche, entre las 6:00 p.m. y las 7:00 a.m., se habilita el paso vehicular. en tres horas. Sin embargo, terminado
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8 Entrevista
Jóvenes por el SÍ y otras ideas para construir
paz desde la cultura Aceptar la diversidad, comunicarse con otros mundos, expresar ideas y sentimientos propios para construir la paz cotidiana. Por eso, existen colectivos que le aportan su grano de arena a la construcción de paz.
Luisa Fernanda Arias Jaramillo Estudiante de Comunicación Social – Periodismo lariasjaramillo@gmail.com Fotografía: Cortesía Jóvenes por el SÍ
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n la recta final del proceso de paz, se gestaron varias iniciativas que pretendieron darle a Colombia el aliento que necesitaba para acabar con su medio siglo de violencia. Entre ellas estuvieron las manifestaciones de la sociedad civil que propendieron ─y aún lo hacen─ por el apoyo al acuerdo de paz entre el Gobierno y las Farc. Sin embargo, existen otras que, a través de la cultura e independientemente de ese acuerdo, tienen por objetivo aportar a la construcción de paz. Jóvenes por el Sí es una muestra de esas acciones que surgieron alrededor del proceso de paz; pero que, insisten, no termina con los diálogos. Por eso, este equipo liderado por universitarios adoptó la consigna “Acuerdos ya”. Andrés Fernández, uno de ellos, buscó promover la participación democrática de ese sector de la población que suele caracterizarse por la apatía política. Para ello, se valió del medio más utilizado por los jóvenes: Internet y redes sociales; también, la toma de los espacios públicos. En la Universidad de Medellín, uno de esos jóvenes se arriesgó a arrodillarse ante Álvaro Uribe y pedirle que se casara con la paz. El expresidente, sorprendido, no aceptó la propuesta de matrimonio. Luego, en el Centro de Convenciones Plaza Mayor, otra joven vestida con traje de boda le hizo la misma propuesta a Humberto de La Calle. El jefe negociador del Gobierno
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le dio el sí. Los domingos, en diferentes ciudades del país, esos mismos jóvenes se tomaron los espacios públicos para pintar camisetas, y manifestar su apoyo a la paz. No han dejado de marchar.
“Los jóvenes, por supuesto, le cumplimos al país. Aunque no fuimos los que más votamos, sí fuimos los que más participamos”.
¿Qué sensación les dejaron los resultados del plebiscito a Jóvenes por el Sí? Ese resultado no le deja sensaciones a Jóvenes por el Sí; se las deja a toda Colombia. Es algo que nadie esperaba ni siquiera el Centro Democrático. Tampoco Álvaro Uribe contaba con ese resultado. Él mismo dijo, en las declaraciones de ese domingo en la mañana, que “no esperaban ganar”, lo cual evidencia que ellos no tenían un plan B. Pero, tampoco se había pensado en esa posibilidad ni desde el Gobierno ni desde las Farc.
¿Qué piensan que pudo fallar en la campaña por el SÍ para no haber logrado su objetivo? Tuvimos un poco de culpa por tratar de decir que el SÍ era la única opción porque sabíamos que llegar
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a un panorama de estos era muy preocupante; entonces, siempre dijimos que no había forma de renegociar los Acuerdos, fue como tentarlos a la situación que hoy nos deja en el aire. Además, fue muy complejo socializar los Acuerdos, por un lado, por el poco tiempo y, por el otro, por la desinformación y la tergiversación. Fue una falencia difícil de combatir, en parte, porque las redes sociales, utilizando las palabras de Umberto Eco, “le dieron un poder gigante a los idiotas”. Hoy, una cadena de Whatsapp es una verdad absoluta como quedó demostrado en la campaña.
“Falta lo más importante de ésta negociación que es la implementación. Eso es lo que nos hará mover mucho más”.
¿Los jóvenes y la academia hicimos nuestra parte? En las universidades, se empezó a hacer la pedagogía de los Acuerdos. Ella tuvo su papel, pero siempre estará en deuda con el país. Debido a ese resultado, no se puede abandonar eso que, en algún momento, nombraron la Cátedra de la Paz. Los jóvenes, por supuesto, le cumplimos al país. Aunque no fuimos los que más votamos, sí fuimos los que más participamos y eso ya es un paso: salir a las calles, tomarse las universidades… Cumplimos saliendo de la indiferencia y debemos ser nosotros los que empecemos a construir, no el país que soñamos, sino el país que nos dejaron. ¿Será que la cultura de la guerra es más fuerte en Colombia? Yo no tengo ni un sí ni un no. Pero la cultura del odio sí ha predominado y se arraiga desde el sistema de justicia puesto que, pedirla, es pedir una venganza. Y eso es lo que demostramos querer los colombianos: una venganza contra las Farc, sin entender que ellos no son los únicos culpables en esta guerra. Hasta hace unos días el panorama de la renegociación era incierto ¿ahora cómo lo ven con los nuevos acuerdos? Bajó un poco la incertidumbre, pero no ha terminado, porque falta lo más importante de ésta negociación que es la implementación. Eso es lo que nos hará mover mucho más, quizás no por medio de la movilización social, sino a través de la veeduría que nos corresponde a todos los ciudadanos, pues allí está el verdadero éxito de este acuerdo.
Las iniciativas en marcha
La cultura no se ve como un activo fundamental, en la mayoría de regiones del país, y el presupuesto que se asigna para estos temas es mínimo. Es el caso del municipio de Jardín que, de su presupuesto general que supera los $10.000 millones, destina para esta área $30’000.000 al año. Esa historia se asemeja a la de muchos otros lugares. En Ciudad Bolívar, por ejemplo, el presupuesto de cultura para este año fue de $115’000.000, en un presupuesto general cercano a los $27.000 millones. Al margen de los presupuestos oficiales, hay muchas iniciativas que comparten algo en común: la escasez de recursos; pero eso no evita que se la jueguen por hacer cultura para construir paz. Entre ellas, están la Corporación Barrio Comparsa o la Oficina de Comunicación para la Paz y el Posconflicto, ambas en Medellín, o la Corporación Cultural de Jardín (CCJ) y el Taller de Artes del mismo municipio. Barrio Comparsa, precursora de ese tipo de proyectos, se conformó en 1991 como respuesta a las fronteras invisibles que se imponían en los barrios de la ciudad. Allí se trabaja por la cultura, a través de diversas metodologías como el juego, la comparsa y el teatro, enfocados hacia el respeto y la convivencia. En sus 25 años de historia, ha consolidado unos productos de los cuales “sobrevive”, como expresa Luis Fernando García, su fundador. Esos productos son sus comparsas, talleres comunitarios de formación artística, animación de eventos y juegos públicos. “Trabajar la cultura, en este momento histórico de Colombia, es una importante estrategia para que el país
salga de la oscuridad. A través de las manifestaciones culturales en las ciudades o en los pueblos, se puede generar confianza, promover la educación y sensibilizar el espíritu. Se debe promover la cultura y el arte como una alternativa espiritual para alcanzar a entender el mundo, las cosmovisiones de cada sociedad, el reconocimiento de nuestra diversidad y construir el cambio que nuestra sociedad requiere”, dice García. La Oficina de Comunicación para la Paz y el Posconflicto es una estrategia comunicativa que funciona desde hace nueve meses enlazando varias organizaciones como la Mesa de Derechos Humanos de la Comuna 1, La Corporación Social Somos Uno y algunas fundaciones. Su objetivo es realizar actividades como el Semillero Fotografía y Paz, en el cual trabajan con niños de la Comuna 1 de Medellín en aspectos técnicos de la fotografía enfocados tanto en el tema de la paz como en el de la construcción cotidiana de la persona. Por su parte, la Corporación Cultural de Jardín (CCJ) está conformada hace más de 12 años. Sus recursos los consiguen con el certamen “Jardín al Encuentro con el Arte”. En ese espacio, invitan a artistas quienes donan una de sus obras; posteriormente, se subastan y, de allí, sale el presupuesto con el que contará la Corporación por dos años, hasta el próximo evento. En la CCJ, trabajan ocho personas voluntarias. Actualmente, promueve tres propuestas: El cineclub Vamos pa’ cine, el Videoclub y el proyecto Jardín Fonográfico, que consiste en armar un mapa digital del municipio, a través de imágenes y sonidos, para lo cual realizan talleres de apreciación y conocimiento de temas fundamentales para su desarrollo.
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10 Análisis
El nuevo acuerdo y la paz en los territorios Varios municipios y departamentos del país han creado planes y programas para desarrollar sus propios proyectos de cara al posconflicto. ¿Cómo se articularán con el acuerdo de La Habana?
El 12 de noviembre, luego de cuatro semanas de “renegociación”, los jefes de las delegaciones del Gobierno y de las Farc firmaron el nuevo acuerdo de paz. Fotografía: Oficina del Alto Comisionado para la Paz
Damaris Cuervo Estudiante de Comunicación Social – Periodismo damariscuervo95@gmail.com
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l 2 de octubre de 2016 los Diálogos de Paz entre el Gobierno y las Farc recibieron una respuesta inesperada: de las personas que estaban habilitadas para votar, solo un 37,46% participó en el Plebiscito para refrendar los acuerdos y, de ellas, una mayoría, representada en el 50,21%, le dijo NO a lo negociado. Fue una sorpresa porque, tanto los le apostaban al SÍ como al NO, tenían la convicción de que los colombianos, en su mayoría, se pronunciarían a favor. Pero esta no ha sido la única sorpresa, porque luego, el 12 de noviembre, en menos del tiempo previsto, se anunció un nuevo acuerdo que incluye buena parte de las propuestas, reclamos y recomendaciones de quienes se opusieron al texto inicial, o de quienes votaron afirmativamente, pero con reservas sobre su contenido. Las controversias no terminan y algunos sectores mantienen sus críticas. Pero lo cierto es que el escenario actual hace ver más cerca la desmovilización de las Farc y la implementación de lo pactado en materia política, económica y social. Pero antes de todos esos imprevistos, el proceso de negociación había dado pie para que se comenzaran a crear, a nivel nacional y regional, proyectos e iniciativas para el posconflicto: un proceso que pretende generar un corte en una historia marcada por largos periodos de
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violencia y cortos momentos de treguas; coloreada de rojos de revolución, rojos de etiqueta y rojos de sangre. En esos contrastes, pueden ubicarse las Farc, el grupo guerrillero que, con el argumento de combatir los desequilibrios sociales, emprendió lo que hasta este momento ha sido una guerra de ideas y de tierras que, sin embargo, ha dejado a su paso miles de muertos. “Las raíces de la violencia con las Farc se relacionan con dos grandes causas estructurales: los problemas del desarrollo agrario y las dificultades para que haya una democracia moderna y unas garantías para la oposición”, afirma el sociólogo Max Yury Gil, exdirector de la Corporación Región. Agrega que ambas cuestiones se tuvieron en cuenta en los Diálogos en La Habana. Y, aunque no son grandes revoluciones estructurales porque hay una parte de la población que se opone a cualquier proceso de modificación en la estructura política y económica de Colombia, son pasos importantes para avanzar en este camino. Además, durante buena parte del proceso, se hizo común la consigna de “la paz se firma en La Habana, pero se construye en los territorios”, lo que convocaba a la dirigencia política y a la sociedad civil en las regiones para que empezaran a formular sus propuestas. Así, se crearon, entre otros estamentos e iniciativas, un Ministerio del Posconflicto, algunas oficinas departamentales y municipales sobre la materia, se publicaron cartillas con lineamientos para la inclusión de enfoques y temas de paz en los planes de desarrollo territorial y se creó el Consejo Interinstitucional del Posconflicto y el Fondo Colombia en Paz. Partiendo de lo anterior, y con la idea de que es en los territorios en donde tendría que hacerse realidad lo
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Aunque los mayores retos para la implementación estarán en los territorios más afectados por el conflicto, también será clave incluir a quienes votaron NO y a quienes no votaron. Fotografía: Rubén Mejía
negociado, Daniela Vélez, secretaría del Posconflicto de Andes, asegura que “el municipio quiso ser pionero en liderar acciones que le apostaran a la paz”. Lo cierto es que esa localidad es la primera en Antioquia en crear una secretaria enfocada en el tema. Aunque hoy no es una zona de conflicto, Andes sufrió la presencia de grupos guerrilleros en los 80 y los 90; luego, finalizando el siglo XX y comenzado el XXI, los paramilitares se posicionaron en varios corregimientos del municipio y lograron legitimar su autoridad. “Aquí el accionar paramilitar era aplaudido porque lo que hacían era eliminar la diferencia, al que no encajaba en los prototipos sociales, al que pensaba diferente”, explica Vélez. Éste fue uno de los motivos para que el municipio enfocara su Plan de Desarrollo en el posconflicto. Con este propósito, acompañado por la Alta Consejería para el Posconflicto de la Presidencia, se priorizaron acciones y se planearon programas como Manos a la Paz; Jornadas Móviles de Justicia, Paz y Derechos; iniciativas de fortalecimiento a las juntas de Acción Comunal y organizaciones sociales; así como un plan de prevención de reclutamiento de niños, niñas y adolescentes. Si se observa el Plan de Desarrollo de Andes, se evidencia que comparte muchas de sus líneas con los acuerdos que se pactaron en La Habana. Sin embargo, para Max Yuri Gil, son pocos los municipios, no solo en el Suroeste de Antioquia, sino en todo el país, que realmente vincularon el proceso de paz en sus proyectos. “La constante nacional fue la no articulación con los acuerdos, a excepción de lugares como Cauca o Nariño”, departamentos altamente tocados por la guerra. Pero eso no fue suficiente y, a pesar del énfasis que sí se puso en el tema en algunos territorios, municipios como Andes y departamentos como Nariño, que sí prepararon sus planes de gobierno con base en el posconflicto, vieron cómo la mayoría de sus habitantes votaron NO en el Plebiscito. Un resultado que no es tan descabellado si se tiene en cuenta que las principales ciudades tuvieron mayor participación en la construcción e información del acuerdo, mientras que municipios como Andes no hicieron parte de la toma de decisiones ni de las mesas de trabajo regionales ni de los proyectos de víctimas para incidir en la negociación.
Tampoco hubo recursos, apoyo o financiación para la pedagogía y, por ello, la carga fue asumida por algunas alcaldías en la medida de sus posibilidades. John Jairo Mejía, alcalde de Andes, en un conversatorio sobre el acuerdo de paz realizado en septiembre (2016) con la comunidad, dijo: “Como administración municipal, estamos improvisando, pretendiendo iniciar una temática para la cual no hemos sido educados ni como ciudadanos ni como administradores de lo público”. Lo anterior pudo ser un motivo para que muchos territorios no quisieran realizar proyectos enfocados en el posconflicto, a lo que Vélez agrega que “en muchos municipios había incertidumbre y desconfianza entre si se firmaba o no el acuerdo de paz, también había desconocimientos e incluso falta de interés con los temas del acuerdo”. Sin embargo, refiriéndose al resultado del plebiscito, Vélez dice que “con la polarización y el triunfo del NO más se requiere trabajar para la construcción de la paz”. Explica que desde Andes van a hacerlo desarrollando las intervenciones que se proyectaron con la Alta Consejería para el Posconflicto de la Presidencia y realizando las acciones que se habían propuesto de manera independiente en el municipio relacionadas con la reintegración, la reconciliación y la reconstrucción de la memoria. Según dice, “la paz no es solo las acciones que por parte del Gobierno Nacional se emprendan. La paz es desde cada uno de los territorios y es un deber de los municipios trabajar en eso. El papel de las regiones debe ser activo en la gestión de los proyectos relacionados con el posconf licto”. Entonces, de acuerdo con la Administración Municipal, pese a la incertidumbre sobre la refrendación y la
“La constante nacional fue la no articulación con los acuerdos, a excepción de lugares como Cauca o Nariño”.
implementación del nuevo acuerdo, Andes no tendría dificultades para desarrollar los programas que se plasmaron en el Plan de Desarrollo. Eso teniendo también en cuenta que en el municipio ya no hay presencia de grupos guerrilleros ni paramilitares, no hay cultivos ilícitos y de las 3.667 víctimas que aparecen en los censos oficiales, 3.000 vienen de otros lugares. En cambio, un reto mayor lo tienen los lugares abandonados por el Estado y socorridos por la violencia, por ejemplo, aquellos cuyas economías se sustentan en la producción de hoja de coca y en el control que ejercen los grupos armados sobre ese negocio, sitios en donde esas organizaciones son las que ejercen, a su modo, los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, y se han consolidado como “autoridad legítima”. Estos lugares son los que “pagan la cuota de la guerra”, como dijo Aurelio Iragorri, ministro de Agricultura. Entonces, allí tendrán que elegir entre esperar que aterricen los nuevos acuerdos en sus territorios o avanzar para tratar de construir proyectos de paz en medio de la incertidumbre. En todo caso, si el camino de la implementación tiene un final más o menos feliz, sus propias iniciativas podrán articularse con lo negociado. Lo cierto es que en todo el país el proceso de implementación tendrá, entre otros, el reto de incluir a un 62,59% de la población que no salió a votar. Porque, si bien es cierto que no puede haber un posconflicto sin un cese al fuego, tampoco puede construirse la paz donde más de la mitad de la población es indiferente ante la situación social del país. “No tenemos la capacidad de pensar en comunidad, de trabajar en asociatividad o de sentir que lo que le pasa al otro le afecta porque somos una misma sociedad”, dice Vélez, refiriéndose al Suroeste de Antioquia. Por su parte, Gil afirma que “el acuerdo, más que a las Farc y al Gobierno, beneficia a la sociedad. Se trata de ponerle fin a una confrontación armada de más de 50 años y construir una sociedad en la cual se remplace la violencia como mecanismo de control y poder”.
Municipios como Andes no hicieron parte de la toma de decisiones ni de las mesas de trabajo regionales ni de los proyectos de víctimas para incidir en la negociación.
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Dos décadas por fuera de su territorio amenazan con borrar hasta el último vestigio de una cultura. La violencia, por las minas en el Alto Andágueda, despojó a los Embera Katío no solo de sus tierras, también de sus costumbres.
Los Embera Katío en Andes, 20 años de destierro Luis Alfonso Acevedo Escalante Estudiante de Comunicación Social – Periodismo comunicadorudea@gmail.com
“Allá sí tenía oro, pero se lo estaban robando también. Cuando trabajaba, la guerrilla se llevaba todo sin permiso, hasta los animalitos. Por ese problema, soy desplazada acá”.
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Fotografías: Ana Uribe
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o sabemos si escogemos el territorio, tampoco tenemos claro si el territorio nos escoge a nosotros. Lo que sí se evidencia es que, una vez establecida esta relación simbiótica, el cordón umbilical se hace irrompible y cualquier alteración puede resultar en una tragedia. Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), en investigación realizada entre 2011 y 2012, “aproximadamente 70.000 de los desplazados internos registrados en Colombia son indígenas. El desplazamiento entre estas comunidades se ha incrementado en los últimos cinco años y creció más que el del resto de la población entre 2006 y 2008. De acuerdo con las cifras oficiales, entre el 2004 y el 2008 se desplazaron 48.318 personas pertenecientes a pueblos indígenas”. Además, entre los periodos de 1998 y 2008, la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic) reportó el asesinato de 1.980 indígenas, producto del conflicto armado del país. Entre las cifras, se encuentran distintos grupos indígenas: los Nukak Makú en el Guaviare, los Hitnu en Arauca, los Awá en Nariño, entre otros. Decenas de guerras se han despertado en la puja por sus terri-
torios y por las acciones violentas contra esas poblaciones que van desde destierros forzados hasta el reclutamiento de menores. Según la Corte Constitucional, dichas comunidades se encuentran en un grave riesgo de extinción. Solo los Embera, en el Chocó, por ejemplo, sufrieron 12 desplazamientos masivos en 2008. La lucha por la tierra Allí en el Alto Andágueda (Chocó) estaban los Embera Katío aferrados a lo que sus dioses les entregaron; allí en esa porción de mundo que les tocó para sobrevivir, para echar sus raíces y dejar sus semillas. Pero, al mismo lugar, llegaron quienes devorarían su existencia y tratarían de extinguirlos. La llamada ‘fiebre del oro’ fue la culpable de que, un día, los indígenas tuvieran que renunciar a su nido, a sus hogares, y echar a andar. “Allá sí tenía oro, pero se lo estaban robando también. Cuando trabajaba, la guerrilla se llevaba todo sin permiso, hasta los animalitos. Por ese problema, soy desplazada acá”, explica, en lo que poco que sabe de español, Adrina, una mujer embera desplazada junto a su comunidad. El Alto Andágueda está ubicado en límites entre Chocó, Antioquia y Risaralda; es una zona de espesa selva. Pero las minas de oro que hay en la región han enfrentado a las comunidades con empresarios, grupos armados y multinacionales. Los Embera Katío empezaron a huir, como se supone lógico, a los lugares de más fácil acceso para ellos. Su condición de nómadas facilitó su huida; pero lo hicieron, muchas veces en condiciones de mendicidad, a zonas urbanas de Antioquia y Risaralda.
13 La ambición por el oro, junto con las balas, desterró a parte de esa población y, para 1997, un grupo de ellos se asentó en Andes, un pueblo con ínfulas de ciudad grande, donde la caridad de las personas sobrepasó los límites. Entonces, empezaron a llegar más y más indígenas como abejas a su panal. Acá han vivido y han seguido aferrados a la vida, de finca en finca han obtenido el alimento. Ya no cazan, ya no cultivan, no pescan; solo logran sobrevivir, seguir respirando. Es como si en Andes hubiesen encontrado una extensión del cordón umbilical que los ata a su territorio o, sencillamente, no hubieran tenido otra opción. Como dice Adrina, “somos desplazados porque necesitamos una tierra para hacer una cultura”. El grupo de indígenas se asentó en la parte alta de la vereda Quebrada Arriba: allí se mantuvo durante casi 20 años en tambos improvisados. No solo estaban expuestos a una catástrofe natural, sino que, por sus actividades, contaminaban el agua con sus desechos. El saqueo constante de productos agrícolas a algunas fincas agudizó la problemática. “El Servicio Seccional de Salud de Antioquia propuso alguna vez que fueran atendidos por los de Antioquia y por el municipio de Andes. Pero, finalmente, el Centro Pastoral Indígena del Chocó y Orewa [Organización Regional Embera Wounaan] prohibieron que la gente se metiera. Entonces, siguieron las necesidades: violencia, presencia de grupos armados y mala atención en salud y en asistencias técnicas. Eso obligó a que se fueran desplazando más y más”, manifiesta Jaime Arbeláez, exalcalde de Andes en los periodos de 1995 a 1997 y 2001 a 2003. Aunque se han adelantado varios intentos de reubicación, ni el departamento del Chocó ni las organizaciones encargadas de velar por el restablecimiento de los derechos de la población indígena han contribuido para que estas personas retornen a su territorio con garantías de seguridad y supervivencia. Mientras tanto, los Embera continuaban asentados a 40 minutos de la cabecera municipal de Andes, en la ribera de la quebrada La Chaparrala, donde intentaban conservar algo de su cosmovisión, pues una de sus principales características es vivir cerca del agua. La anterior administración municipal y la Gobernación de Antioquia, finalmente lograron reubicarlos en otro lugar, donde ahora tienen sus propias viviendas y donde pueden llevar a cabo sus prácticas culturales o, dicho de otro modo, rescatar lo que la guerra les arrebató de su cultura. Al menos, ese es el mensaje que se quiso transmitir con la reubicación. No obstante, los indígenas no se sienten cómodos ni se identifican con el lugar que habitan. Ahora, esta población indígena se halla asentada en el sector de Dojuro, a tres horas del corregimiento de Santa Inés (Andes), en terrenos que pertenecen a la comunidad Embera Chamí. Pero Dojuro es un desfiladero de la Cordillera Occidental donde, aprovechando pequeños terraplenes, se construyeron casas que, poco o nada, están emparentadas con aquellas de tradición indígena. Además, ubicados en unas tierras que son ajenas y donde los Embera Katío no se atreven a cultivar, tal vez porque no se sienten bien sembrando en una tierra que no les pertenece o porque 20 años borraron su costumbre de cultivar. Entonces, algunos se dedicaron a la mendicidad. Lo cierto es que ese lugar no es propio de sus tradiciones; el río, que es la base de su subsistencia, está al pie de la montaña y ellos, en la parte alta. La situación los obliga a realizar sus actividades domésticas y sus necesidades fisiológicas dentro de las casas construidas sin tener en cuenta sus costumbres. El territorio, más allá de una porción de tierra Las comunidades indígenas no solo habitan un espacio geográfico delimitado, sino que le dan un significado a las actividades que desarrollan en sus territorios. Los bailes, ritos y todas las ceremonias dan cuenta de su cultura: todo ello hace parte de su entorno. Sus formas de cultivar y la base de la alimentación son factores de identidad para los indígenas y sus futuras generaciones. El antropólogo Rubén Darío Guevara habla de la respuesta que las comunidades indígenas dan a problemáticas como el desplazamiento, la resistencia indígena y el arraigo al territorio. Sin embargo, explica que, ante la presión de la violencia y el poder de actores externos a sus formas de vida, a veces resulta más importante preservar sus vidas que sus costumbres. Lo cierto es que a raíz del desplazamiento, los Embera Katío de Andes transformaron sus modos de vida y perdieron la interacción con el territorio y su organización política. Mientras tanto ─después de dos décadas de estar entre carros, montañas, tierras ajenas y gente extraña─, los indígenas se aferran a este, su nuevo refugio, y dicen no atreverse a volver a ese lugar donde muchos vieron la luz por primera vez, pero donde también conocieron lo más crudo de la guerra. Cada vez sienten menos la necesidad de que su descendencia conozca el lugar donde vieron correr la sangre de los suyos, así como corre el agua que es el símbolo de su cultura.
Ese lugar no es propio de sus tradiciones; el río, que es la base de su subsistencia, está al pie de la montaña y ellos, en la parte alta.
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Los “aislados” por Pacífico 1 Los pobladores y comerciantes de la vereda Sinifaná se encuentran entre los afectados por el cierre de la vía en el sector de La Huesera. Además, les preocupa que en unos años el tránsito se trasladará casi por completo a una nueva autopista.
Juliana Osorio Betancur Estudiante de Comunicación Social – Periodismo juliana.osoriob@udea.edu.co Fotografía: Juliana
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l restaurante La Amistad, un lugar con 24 años de existencia en la vereda Sinifaná del municipio de Venecia, es solo uno de los establecimientos comerciales ubicados en la vía que comunica la subregión de Suroeste con Medellín. Muy cerca avanzan las obras de una nueva autopista que costará cerca de $1,94 billones y, una vez terminada, permitirá conectar a Bolombolo con la capital de Antioquia en 40 minutos. Sin embargo, Mel Sepúlveda y su hermana María Elsa, propietarios del restaurante, están preocupados porque, aseguran, la construcción de la doble calzada los dejará aislados. De las Autopistas para la Prosperidad (Conexión Pacífico 1, 2 y 3), la Conexión Pacífico 1 cuenta con los tramos Ancón Sur - Camilo Ce (corregimiento de Amagá) y Camilo Ce - Bolombolo (Venecia), con una longitud de 46 kms, de acuerdo con el proyecto de la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI). Por el poco número de comensales, Mel Sepúlveda reposa el almuerzo al lado de su madre y esperan el noticiero del mediodía. Entre pláticas y anécdotas, menciona cómo será la doble calzada según lo que recuerda de los diálogos que ha entablado con los ingenieros que han visitado el lugar para realizar estudios. “Pues aquí vienen mucho los ingenieros y dicen que allí va a haber un puentecito cerquita y que va a haber un intercambio vial allí arriba”. No sabe muy bien lo que la nueva vía pueda representar para su economía afectada desde hace varios meses por el deslizamiento de La Huesera y el cierre del puente de Bolombolo para vehículos pesados. “Un ingeniero me dijo a mí que si vendía por lo que vendiera perdía mucha plata porque esto más adelante tendrá un progreso muy bueno. Y yo creo que, si es verdad lo de la doble calzada y allí abajo lo de la represa, sí. Y si no es así, quedamos graves nosotros”, dice Mel. Su hermana, María Elsa Sepúlveda, encargada de atender el negocio, conoce más sobre el diseño de este corredor vial que, según la Concesionaria Vial del Pacífico (Covipacífico) tendrá una extensión de 32,2 kms de nueva vía doble calzada, con 54 puentes, dos túneles y tres intercambiadores viales. “Pues van a hacer varios puentes y unos túneles. Y ya han empezado a venir los ingenieros
No. 04 Andes, diciembre de 2016
La Autopista Conexión Pacífico 1 tendrá una inversión total aproximada de $1,94 billones. Agilizará la comunicación entre Medellín y el Suroeste, pero dejará aisladas a algunas personas y negocios asentados cerca de la vía actual.
para empezar a hacer la construcción. Ellos están mirando porque, dentro de muy poco, van a empezar los trabajos. Más que todo van a hacer puentes por las montañas y todo eso porque por acá no pueden hacer túneles ni carreteras”. María Elsa conoce la obra porque ha asistido a las reuniones que ha citado Covipacífico en diferentes veredas cercanas para socializar el diseño del proyecto. Sin embargo, su posición es pesimista con respecto a la Autopista: “Por acá sí va a haber mucho trabajo para las personas de Bolombolo y de toda esta vereda. Y sí lo beneficia a uno mientras que la hacen, pero después quedamos aislados porque esta carretera no va a quedar sirviendo, sino que queda por allá, por encima”. Según la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI), este proyecto pretende generar más de 10.500 empleos en su etapa de construcción, de los cuales, 2.100 serán directos y beneficiarán a los cuatro municipios del área de influencia: Caldas, Amagá, Titiribí y Venecia. No obstante, la situación que tienen los habitantes de la vereda Sinifaná es similar a la que, sobre su municipio, anuncia Paola Chavarriaga, coordinadora del Comité Cívico de Amagá: “La doble calzada aísla siete veredas que quedan en el costado norte subiendo y, al no haber retornos, todas tienen que subir hasta el peaje para devolverse a Amagá, trayendo esto un alto costo en el peaje y en el transporte público”. Entonces, ¿cómo va a ser el desplazamiento de María Elsa y Mel en el transporte público? Ella, con una sonrisa, responde: “¡Nos toca caminar, si la carretera queda por allí encima, los carros prefieren ir por la doble calzada que pasar por acá! Además, los costos pueden incrementar porque nosotros mercamos en Amagá”. La misma preocupación que tienen en el restaurante La Amistad existe entre los demás comerciantes de la zona. “Nosotros los del comercio nos perjudicamos mucho porque la gente no llega. Ya todos pasarían por la doble calzada, especialmente buses y camioneros. Si alguien viene por acá, ya debe de ser es un paseo”, dice otro comerciante. Y es que el comercio de paso que hay en la vía actual será el más afectado. La nueva vía será ubicada a 200 metros de distancia y, según la coordinadora del Comité Cívico de Amagá, ni la ANI ni ninguna otra autoridad le ha
explicado a la población lo que pasará con sus predios. Por ahora, lo que consuela a esta población es que aún no ha empezado la construcción y que, según ellos, se demora. Elsa, siendo consciente de las nuevas dinámicas económicas que acarrea la construcción, dice: “Es que eso todavía falta mucho. Por ahí en cinco o seis años se verá la doble calzada mientras que hacen todos esos trabajos”. Pero su hermano prefiere no pensar en lo que vendrá pues, según él, la construcción tardará más de 10 años y él ya no estará. De acuerdo con Covipacífico, la obra estaría finalizada en un plazo no mayor a seis años. Por su parte, Neiro Enrique Jaime, director de Comunicaciones de la ANI, explica que “Pacífico 1 inició la etapa de construcción el 4 de octubre de este año con un descapote en unos terrenos que necesitan para construcción entre el corregimiento de Bolombolo y Puerto Escondido [Conexión Autopista al Mar 1]. El inicio estaba retardado porque está pendiente la firma de un acta que se espera esté lista a finales de noviembre”. Con respecto a la preocupación de los pobladores de la zona por el aislamiento que tendrán quienes habitan o tienen sus negocios sobre la carretera actual, Jaime responde que el tipo de vía que se desarrolla en la zona es de “comunicación rápida”, lo que implica la construcción, por ejemplo, de puentes y túneles. “Pero es que hay personas que quieren que la vía tenga entrada a su casa o que haya un retorno al frente de su casa. Lo que nosotros hacemos es poner en común todas estas situaciones y buscar unas soluciones de retornos; pero no uno por uno, sino que beneficien a ciertos grupos de personas”, dice el funcionario. Además, frente a las dinámicas económicas que les permiten subsistir tanto a Elsa y a su hermano, como a muchos otros comerciantes de la zona, la respuesta de la ANI es que Covipacífico, el concesionario encargado de la obra, tiene planes sociales de atención, programas de responsabilidad social empresarial y planes de afectación social: “A ellos se les debe buscar un tipo de alternativa a esa economía que están dejando de recibir y eso está dentro de los planes que deben hacer las concesiones”, dijo el director de Comunicaciones de la ANI.
Informe
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¿Dónde está el presupuesto para la Escuela de Música de Jardín? Por falta de recursos, la Escuela de Música de Jardín no pudo asistir a tres eventos nacionales para los que había conseguido clasificar el año anterior. Sus integrantes se han ingeniado diversas estrategias para subsistir, pues la Alcaldía ha incumplido el compromiso que asumió para su sostenimiento.
274 niños y jóvenes integran en la actualidad las agrupaciones de la Escuela de Música de Jardín, una de las más destacadas del departamento.
Nini Joana Morales Cardona Estudiante de Comunicación Social – Periodismo nini.morales2806@gmail.com Fotografía: Cortesía
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a Corporación Escuela de Música de Jardín fue la única de Colombia que clasificó este año a tres de los concursos nacionales de música más importantes del país, que se realizan en Anapoima, Tuluá y Bucaramanga con la participación de coros, bandas y agrupaciones de todo el país. Sin embargo, los músicos de Jardín no pudieron participar ya que ni el Instituto de Cultura de Antioquia ni la Alcaldía municipal aportaron los $25’000.000 que requerían los jóvenes que integran la Escuela para asistir a tales eventos. La Escuela había logrado sus cupos para esos concursos en las categorías de Coro Infantil, Banda y Estudiantina, con puntajes de 88, 85,9 y 83, respectivamente, en una escala de 1 a 100. A pesar de ello y de la tradición musical del municipio, el alcalde de Jardín, William Rendón, le dijo a De La Urbe no saber los motivos por los cuales las agrupaciones no pudieron viajar: “No conozco el porqué no van a asistir”. Por su parte, la respuesta del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, cuando la Escuela de Música le solicitó apoyo para sus viajes, fue que “para este año no se ha contemplado la asignación de recursos económicos”, afirmó en una carta enviada el 23 de junio de este año. Eso significa, según Germán Arenas, representante legal de la Escuela, que las agrupaciones que desean participar en los concursos nacionales deben responder por todos los gastos.
Por su cuenta, la Escuela de Música de Jardín no logró reunir el dinero necesario para asistir. Este año solo contó con dos entradas fijas de recursos. Una, de la Fundación Fraternidad, que anualmente aporta $20’000.000. Otra, de la Alcaldía Municipal, que destinó $4’000.000 de su presupuesto para 2016, pero hasta noviembre no habían sido desembolsados y representan $22’000.000 menos que lo aportado en 2015. Esos $4’000.000 son, aproximadamente, el 3.4% de los $118’000.000 que requiere la Escuela para su sostenimiento general, lo cual quiere decir que, por cada integrante de la Escuela –en la actualidad son 274 jóvenes–, la Alcaldía municipal hace un aporte de $14.600 para todo el año. María Isabel Vélez, secretaria de Turismo y Cultura del municipio, advierte que el presupuesto para cultura este año es mínimo. Asegura que, por ser municipio de sexta categoría, Jardín recibió del Sistema General de Participaciones $30’000.000 para ser repartidos entre las diferentes organizaciones culturales de la localidad. Según la secretaria, con ese dinero escasamente se alcanzan a pagar los tres monitores con contrato: la directora de la Biblioteca, el monitor de la Ludoteca y el profesor de Danzas. “La Alcaldía ya está poniendo de sus recursos $6’000.000 para completar esos tres salarios, sin contar las dotaciones que estas organizaciones puedan necesitar”. Afirma la funcionaria que, por tal motivo, la Escuela de Música no entró en los presupuestos de la Alcaldía y que, por tanto, el apoyo para esa institución radica en infraestructura, pues las dos sedes que tiene en este momento son propiedad del municipio. En respuesta a un derecho de petición que la Escuela de Música interpuso ante la Alcaldía el 23 de julio de
2016, la administración municipal aseguró que las sedes que facilita para el funcionamiento de la Escuela representan un aporte de $24’000.000 anuales. Pero ese documento no tiene en cuenta que, en 2014, cuando la Escuela fue reconocida como una de las mejores del país, recibió una dotación de instrumentos por parte del Instituto de Cultura de Antioquia y las autoridades municipales de entonces firmaron un documento con el cual se comprometían a apoyarla económicamente en todos sus ejes: formación, circulación, proyección, gestión, investigación, emprendimiento, dotación e infraestructura. Ese compromiso se sustenta en la Ley 1151 de 2006, según la cual “los procesos educativos y culturales tiene un papel fundamental en el logro de ciudadanos competentes para desempeñarse en un sistema social complejo (…)”. También cita el artículo 311 de la Constitución Política de Colombia que define “como deber del municipio el de promover el mejoramiento social y cultural de sus habitantes”. Uno de los puntos de ese compromiso es que la Alcaldía debe garantizar la permanencia de un monitor o director de música durante mínimo 10 meses al año, ya sea como vinculación con el municipio o como prestación de servicios. Sin embargo, el actual alcalde manifiesta no tener conocimiento de ese acuerdo. “En el año 2014 yo no estaba ni conocí cual fue el compromiso de la administración en ese tiempo. Yo no conozco el compromiso. Habría que entrar a mirar, pero hay otras ayudas que se dan y la gente del municipio no las valora. Nosotros esperamos, cuando pasen estas afugias, ayudar a la Escuela de Música. Estamos haciendo algunas gestiones de tipo departamental y nacional para ver si nos pueden cofinanciar algunos programas y proyectos para, obviamente, estimular y apoyar la Escuela”, dice el mandatario. Estrategias para mantenerse En vista de la situación actual del municipio, en términos de presupuesto para cultura, la Junta Directiva de la Corporación Escuela de Música propuso una serie de actividades para lograr recaudar fondos para el sostenimiento y para el pago de monitores. José Humberto Jaramillo, vicepresidente de la Junta, dice que “estos eventos ya se han realizado en la Escuela, cuando ésta ha tenido crisis económicas, para tener una entrada de dinero. Con esto, buscamos que los padres de familia se vinculen con la problemática y, en general, todos los habitantes del municipio”. Entre las estrategias, están los bingos que realizan mensualmente y la rifa anual de un carro, que tuvo lugar el pasado 18 de octubre. Como resultado, dejó una utilidad de $ 20’040.000, aproximadamente la sexta parte del presupuesto general para el sostenimiento de la Escuela. Salomé Jaramillo, integrante de la Banda, dice que la “reacción de todos cuando les cancelaron el viaje para Anapoima (Cundinamarca) en noviembre, fue irse en contra del alcalde, William Rendón”. Asegura, que “éste no promueve mucho el apoyo económico para la Corporación”. Por su parte, Daniel Moreno, clarinetista, agrega que antes hacían solo las rifas anuales y que “a la Escuela de Música le colaboraban mucho financieramente”. La participación y vinculación de los músicos con estos eventos es interpretando sus melodías para atraer más personas. Y lo han logrado porque, según Alexandra Rendón, secretaria de la Corporación, cada bingo está dejando alrededor de $ 800.000 libres. Ese dinero se usa para cubrir parte de la nómina mensual que es de $ 5’350.000, ya que hay cinco docentes contratados para dictar las clases: el director del Coro, el director de Banda Sinfónica y de la Estudiantina, el director de Cuerdas Frotadas y dos profesoras de iniciación musical. Por otro lado, la Escuela se ingenió un proyecto con otras Escuelas de Música de la subregión. El objetivo es hacer intercambios entre los integrantes de las agrupaciones. Jorge Osorio, director del Coro de la Escuela de Música, afirma que la idea es incentivar a los músicos después de no haber podido asistir a los diferentes encuentros a los que clasificaron.
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16 Informe
Así se defiende Concordia de la
minería
La Administración Municipal, las autoridades y la comunidad de Concordia están uniendo fuerzas paro oponerse a la minería y defender su cultura cafetera.
María José Méndez Estudiante de Comunicación Social - Periodismo majomh28@gmail.com Fotografías: Jorge Tobón
No. 04 Andes, diciembre de 2016
“
¡No a la minería!” se ha vuelto una frase común para los habitantes de casi todos los municipios del Suroeste antioqueño. Ahora, quienes se suman a esa consigna, son los pobladores de Concordia. Es así desde que, en abril de 2016, la Secretaría de Minas de Antioquia le notificó a la Administración Municipal que tramita el estudio y la evaluación de una propuesta de concesión minera para la multinacional AngloGold Ashanti. Eso desató la inconformidad de las autoridades, de la comunidad y de los campesinos, quienes, aseguran, serían los más afectados. Por esta razón, el pasado 6 de agosto se realizó una manifestación que contó con la presencia de cerca de 3.000 personas, incluyendo líderes de municipios aledaños como Salgar, Ciudad Bolívar y Andes. “Los habitantes de Concordia se quisieron manifestar para que las autoridades locales, departamentales y nacionales conocieran la inconformidad tan grande que hay por el tema y que se quiere mantener la cultura cafetera y agropecuaria”, aseguró el alcalde de Concordia, Diego Alejandro Restrepo. A su vez, el coordinador de la Mesa Ambiental del Suroeste, Fernando Jaramillo, señaló que la presencia de funcionarios de esta multinacional en ese municipio generó mayor preocupación entre los concordianos. Según cifras de la Alcaldía de Concordia, de las 23.800 hectáreas que conforman el territorio, 7.500 están cultivadas en café; es decir, un tercio del territorio. Además, el municipio cuenta con aproximadamente 15 marcas registradas de café y cerca de 25 tostadores del grano. Eso es lo que, de acuerdo con quienes se han manifestado, se pondría en riesgo con la llegada de la minería. “La postura del municipio es seguir fomentando la agricultura y la cultura cafetera, incentivar a las buenas
prácticas agropecuarias y decirle a la minería artesanal: Sí; pero a la gran minería: No”, destacó Cristian Restrepo, secretario de Agricultura y Medio Ambiente de Concordia. El argumento es que, con la llegada de esta práctica, no solo se deterioraría el medio ambiente, sino que también se perdería la identidad cafetera. “El café siempre ha sido el fuerte del municipio, una posible entrada de la minería acaba con el pueblo y con nosotros, además del daño que sufriría el agua. Mejor dicho, nos perjudica a todos”, declaró Gildardo Ruiz, f loricultor del municipio. Por su parte, el alcalde Restrepo dice que, personalmente, también está en desacuerdo con la posible llegada de grandes empresas mineras al territorio. “Yo, la verdad, no las quiero ver en Concordia. Estamos conscientes de que es una maquinaria minera que viene legalmente a buscar algo que, en el municipio, no estamos dispuestos a entregar. Nosotros somos cafeteros, de paisajes y de una tradición de respeto que queremos mantener”, señaló el mandatario. Por ello, el municipio ha creado el Comité Concordiano en Defensa del Territorio. Ese organismo será el encargado de representar a sus habitantes en todos los procesos legales que los opositores de la minería pretenden llevar a cabo. El Comité está conformado por el párroco, Guillermo Laverde; la primera dama, Catalina Avendaño; y los concejales: Eduardo Rúa, Alonso Cuervo, Diego Sánchez, Javier Mesa, Augusto Villegas y Cristian Salazar. “La Administración Municipal se ha manifestado desde lo jurídico, apegados desde el Plan de Ordenamiento Territorial de nuestro municipio, que será revisado por el Concejo, donde estaremos tomando acciones desde la legalidad para proteger nuestro territorio”, concluyó Restrepo.
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A la marcha del pasado 6 de agosto para oponerse a la llegada de multinacionales mineras, los concordianos suman varios recursos jurídicos que interpondrán para que esta actividad no se asiente en su territorio.
Así sería el proyecto De acuerdo con AngloGold Ashanti, los minerales que se explotarían son oro, cobre, plata, platino, plomo, zinc y molibdeno. La solicitud abarca un área libre para exploración y explotación que comprende más de 147 mil hectáreas. De estas, el 10.1% se encuentra en jurisdicción de Concordia y comprende 16 de las 24 veredas del municipio. “Estas veredas están ubicadas en territorios que ancestralmente han tenido vocación agraria y cuyas tradiciones la población no quiere cambiar por actividades mineras que han demostrado generar graves efectos ambientales, económicos y culturales”, dijo Catalina Avendaño, primera dama del municipio e integrante del Comité Concordiano en Defensa del Territorio. Asimismo, denunció que la empresa está llegando a los territorios y, por medio de engaños, ingresa a los predios. “Llegan en tres o cuatro vehículos, dicen que son funcionarios de la Gobernación o del Ministerio de Ambiente, toman muestras de los nacimientos de agua, sacan tres o cuatro bolsas de tierra y se van con eso para hacer la prospección”, asegura Avendaño. Agrega que Concordia continuará con las acciones de movilización y, paralelo a ello, el Comité tramita una solicitud ante la Registraduría Nacional del Estado Civil para realizar una consulta popular y preguntarles a los habitantes del municipio si están de acuerdo con la llegada a su territorio de grandes empresas mineras. De esa forma, quieren aprovechar las herramientas jurídicas que brinda la Constitución Política de Colombia, las sentencias de la Corte Constitucional y el Esquema de Ordenamiento Territorial (EOT), como lo manifiesta el vocero del Comité, Augusto Villegas: “Nosotros consideramos que así la población en general diga: ‘¡No a la minería!’, si no hacemos los procedimientos legales y jurídicos, no podríamos lograr el objetivo. El Código Minero es prácticamente un permiso que le concede el Ministerio de Minas a las multinacionales sobre los territorios. Ante eso, nosotros traemos a colación el artículo 288 de la Constitución que habla sobre el principio de la coordinación del Estado, en este caso, con los entes territoriales a través del Ministerio de Minas. Ellos no pueden venir a usufructuar el subsuelo sin tener en cuenta las directrices que tienen los municipios”. Villegas agrega que, de pasar por encima de las disposiciones del municipio, habría una violación constitucional a
su autonomía. Además, el EOT regula el uso del suelo y el Concejo Municipal y el alcalde son los responsables de formularlo. “Desde aquí mismo, planeamos el futuro y, sin lugar a dudas, nuestro futuro es lo agropecuario, lo pecuario y lo agroindustrial, como lo ha sido desde el principio”. Pero la lucha no se queda solo en contra de la llegada de AngloGold Ashanti; internamente, este municipio busca fortalecerse para preservar la cultura ambiental que ha mantenido durante años. La renovación de las políticas públicas ambientales, la creación de un inventario de aguas, fauna y flora, y la implementación de cátedras ambientales en los colegios son algunas de las estrategias para crear en la comunidad conciencia sobre el medio ambiente.
“Así la población en general diga: ‘¡No a la minería!’, si no hacemos los procedimientos legales y jurídicos, no podríamos lograr el objetivo”.
La respuesta de AngloGold Ashanti Margarita Arango, gerente de Comunicaciones de AngloGold, explica que en Concordia solo se ha realizado la fase de prospección y ésta no requiere título. Consiste en tomar muestras de agua, tierra y roca para luego analizarlas y así determinar si el terreno es apto para un proyecto minero. Frente al rechazo de la comunidad, opina que se debe a la desinformación relacionada con las prácticas mineras porque, según afirma, se han puesto tanto a la minería legal como a la ilegal dentro de la misma categoría. Sostiene que esta última es la que genera grandes daños al medio ambiente y, por ende, temor en las comunidades. En cambio, dice, la minería que realiza esa empresa cumple con todos los protocolos sociales, legales y ambientales. Por último, señala que no es cierto que AngloGold Ashanti engañe a los campesinos para entrar a los territorios y que, por el contrario, la empresa promueve los derechos humanos en los lugares donde trabaja y contribuye a construir alianzas productivas y respetuosas en las comunidades en donde opera.
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El trabajo infantil en el campo:
¿abuso o tradición?
Yessica Johana Posada Estudiante de Comunicación Social – Periodismo johana.posada@udea.edu.co Ilustración: Daniela Valbuena
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n Colombia, el trabajo infantil se ha vuelto común, ya sea por el desconocimiento de los derechos de los menores por parte de los adultos o por los contextos sociales y culturares en los cuales ellos crecen y se desarrollan. En otros casos, por las convicciones de las comunidades, sobre todo en áreas rurales, de que si un niño trabaja también es una forma de preservar la forma de vida campesina. Como lo define el Código de Infancia y Adolescencia, hay diferentes clases de maltrato infantil: los castigos crueles, la humillación, el abuso físico o psicológico, la explotación y el descuido de los adultos sobre los niños y niñas. Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), en Colombia trabajan 1’039.000 niños. Esta es una de las cifras más altas referente al tema del abuso infantil a nivel nacional. Sin embargo, en Andes, es una de las formas de maltrato menos denunciadas, pues hace parte de la costumbre de que los menores, desde muy temprana edad, se dediquen a trabajar, muchas veces junto a sus familiares, a pesar de que algunos de ellos estén interesados en estudiar y hacer una vida fuera de las fincas. “Es que no tenemos nada más para hacer”, dijo Sebastián Restrepo*, un adolescente de 16 años de la vereda La Piedra, quien se dedica a trabajar como ayudante de una finca de la zona. “Es que para nosotros es muy difícil desplazarnos hacia un colegio porque por acá solo hay una escuela donde uno estudia, si mucho, la primaria. Entonces, nos queda más fácil trabajar que estudiar; además, consigue uno su propia plata sin hacer nada malo”, agrega el joven. Desde el Centro Zonal del Suroeste del Instituto Colombiano de Bienestar Familia (ICBF), es poco lo que pueden hacer por estos jóvenes campesinos. En parte, eso se debe a que las comunidades asumen como normal y casi nunca denuncian casos de este tipo. Según Yamid Alonso Gómez Gómez, trabajador social de esa entidad, la institución también se ve limitada por la distancia entre las veredas y la zona urbana. Pero los menores que trabajan en el campo no solo lo hacen por no tener oportunidades de estudio u otras posibilidades para realizar diferentes actividades; en algunos casos, se trata de una necesidad por cuenta de la situación económica de sus familias. Por esto es que, podría afirmarse, la pobreza afecta directamente el desarrollo y la libre elección de los menores. Ese es el caso de Alejandro Gallego*, un joven de 14 años, también de la vereda La Piedra: “No me molesta trabajar, pero tampoco es algo que me guste mucho. Yo preferiría estar haciendo otras cosas, pero no puedo porque lo que yo gano trabajando es para ayudar a mi familia”. Ante este panorama, Luz Heliana Pineda, coordinadora del Centro Zonal del ICBF, dice que esa entidad debe “contrarrestar y hacer prevención frente a la posible vulneración de los derechos de los menores. Pero, para esto también necesitamos que la comunidad ponga de su parte realizando las denuncias correspondientes para nosotros poder actuar”. Por su parte, las instituciones educativas en las zonas rurales también cumplen un papel en estos casos. Por ejemplo, en la Escuela de La Piedra cada dos o tres meses se realizan reuniones en las que tratan de concientizar a los padres sobre cuáles y cómo deben ser los cuidados con los menores de edad. Estas reuniones son convocadas por los maestros y, cuando es posible, cuentan con el apoyo del ICBF y de la Alcaldía municipal. Sin embargo, Consuelo Araque, coordinadora de la Escuela, reconoce que la asistencia a esos espacios es reducida y que es difícil cambiar las creencias y las costumbres de los campesinos sobre la crianza de sus hijos.
No. 04 Andes, diciembre de 2016
En Colombia, miles de niños campesinos trabajan junto a sus familias en las actividades del campo. Eso responde a tradiciones y formas de vida, pero, si la ley se aplicara al pie de la letra, no podrían ejercer esos oficios.
Liliana Serna, trabajadora social de la Universidad de Antioquia, dice que “no se pueden juzgar los comportamientos y las costumbres de ciertas comunidades desde entornos sociales diferentes porque las personas del área urbana del municipio sí ven como un delito el trabajo infantil. Pero esto en las comunidades campesinas cambia drásticamente: para ellos, no es malo que un menor de edad trabaje. Lo ven como una manera de progreso y una forma de enseñarles a los jóvenes a trabajar su propia tierra y a que así se sientan orgullosos de ser campesinos. La realización de trabajos del menor en el campo hace parte de una infancia normal en un contexto rural”. Esa idea se refleja en el caso de Juan David Gómez*, quien desde sus 10 años decidió dejar la escuela para aprender a trabajar el campo al lado de su padre. Ya lleva cinco años realizando esa labor. Asegura tener amor y pasión por el trabajo campesino y reconoce que, también, por tener su propio dinero.
Por su parte, la Alcaldía de Andes asegura que su objetivo es mejorar las condiciones de vida de los menores habitantes del campo en el municipio. “Nosotros, como entidad municipal y junto con el apoyo del Centro Zonal del Suroeste del ICBF, esperamos desarrollar diferentes estrategias y proyectos que permitan que los menores del área rural se desarrollen adecuadamente y, de esta manera, puedan crecer en óptimas condiciones. Como inicio, los viernes, cada 15 días, se están haciendo visitas a las diferentes veredas junto con Indeportes, donde los niños, niñas y adolescentes del campo pueden disfrutar de tardes deportivas, por medio de las cuales puedan recrearse libremente”, dijo el alcalde John Jairo Mejía. La discusión, entonces, no se limita a lo que indica la ley, sino que intervienen, sobre todo, las costumbres de comunidades que, durante generaciones, han incentivado el trabajo en el campo desde la infancia como una forma de garantizar la supervivencia de sus tradiciones. *Nombres cambiados para proteger la identidad de los menores.
Perfil
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“Yo no tenía nombre, pero ahora me llamo Sara” Desde niño, Daniel se sentía mujer. En sus 18 años, ha enfrentado las discriminaciones y la satisfacción de esa lucha por su propia identidad.
Alejandra Castañeda Henao Estudiante de Comunicación Social – Periodismo katlinalejandra98@gmail.com Fotografía: Alejandra
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n 1998, la familia Betancur Ramírez esperaba un bebé. La criatura traería mucha más felicidad al hogar conformado. Para ese entonces, el deseo de los padres era tener una niña. Sin embargo, meses antes de su nacimiento, la noticia estaba dictaminada: “Van a tener un niño”. El 2 de mayo de 1998, a las 6:30 de la mañana, Blanca Ramírez dio a luz, en el Hospital San Rafael del municipio de Andes, a Daniel Betancur, con cinco libras de peso. Esa mañana, el niño despertó por primera vez entre las montañas agrestes de esta subregión del departamento de Antioquia. Empezó a gatear, a dar sus primeros pasos y, a los pocos años de vida, a caminar seguro de sí mismo. Desde ese momento, recuerda, tenía clara una cosa: aunque físicamente su figura era masculina, interiormente, la feminidad lo arrollaba. De niño, prefería estar con las niñas de su barrio, jugar con las muñecas, hablar de ser madres, conversaciones sobre el juego de la cocinita. Coincidía con la delicadeza de muchas de sus amiguitas. La ilusión de ser niña iba creciendo al mismo tiempo que su cuerpo masculino se desarrollaba. Seguía con la convicción de que los vestidos, los tacones, el maquillaje y los accesorios que representan a una mujer serían su tesoro más preciado. Nunca imaginó que aquellos anhelos de niño, algún día serían realidad. Pero la vida es contradictoria, y la realidad aún más, porque esos mismos accesorios que esperaba poder utilizar cuando creciera un poco más, se convirtieron en el blanco de las críticas para quienes consideran “diferentes” a los transgeneristas. Es precisamente esa “diferencia” la causante de que en 2013 y 2014 se registraran 164 homicidios
contra la población LGBTI del país, según un informe publicado en 2015 por el Centro de Memoria Paz y Reconciliación de Bogotá y la organización Colombia Diversa. Daniel empezó a ir al colegio. Era aquel niño con poca vida social que vivía encerrado en su bolita de cristal con el miedo absoluto de salir al mundo. Un niño que, con 12 años de vida, sentía correr por sus venas la herencia femenina de su madre. Después, sería ese joven que descubrió, en los alrededores del colegio San Juan de los Andes, su atracción por los hombres y que sentía que la delicadeza era una característica innata. Sin embargo, el municipio de Andes, tradicionalista y conservador, le cerraba las puertas a quien, llegando a sus 13 años, ya quería ser mujer. De niño a mujer “15 primaveras tienes que cumplir, 15 flores nuevas que te harán vivir…”, dice la canción que acompaña al vals en las fiestas de 15 años: cambiar de zapatos, apagar las velas y llorar por ese “paso de niña a mujer”. Daniel también tuvo este anhelo, soñaba con un vestido fucsia, tacones, maquillaje y un gran peinado. Pero no fue así. Le tocó bailar otro vals y apagar otras velas, las velas de la esperanza que años más tarde y, con muchas dificultades, volvería a encender: “Pero yo no me veía como una mujer de 15 años; me veía como una trans”, cuenta Sara. A sus 15 años, decidió volar. Se fue para Medellín a “conocer su mundo”; un amigo le abrió las puertas de su casa y allí empezó la historia de su feminidad. En 2014, a finales de noviembre y principios de la época de Navidad, desfiló no tan segura de su apariencia, pero sí segura de tantos años en los que creyó lejos ese momento. Fue en un reinado de belleza en el municipio de Bello. Se vistió de mujer y salió a la pasarela. Deslumbró, atrajo todas las miradas, se sintió diva y realizada. “Mucho gusto, mi nombre es Karoll Barreneche”, le dijo una reconocida trans de Medellín. Cuando la vio, quiso conocerla. Daniel ya no era Daniel. No tenía nombre, estaba nerviosa, no sabía cómo llamarse, se le nubló el mundo por un momento. Se le había olvidado ese pequeño detalle. Pero su amigo, el que le había ayudado
a instalarse en la ciudad, interrumpió la conversación y dijo: “Karoll, ella se llama Sara”. Desde ese momento, Sara es segura, valiente, arriesgada, altiva. Ese día se ‘trepó’ y “‘treparse’ en el gremio de las transgénero es salir al público”, explica Sara. En ese momento, entendió el significado de la palabra “completa” porque, aunque años atrás usaba indumentaria femenina, nunca se había sentido tan cerca de ser mujer. Aunque es solo una estadística, hoy Sara es una de las 250 mil transgénero que existen en Colombia, según un estudio realizado en 2015 por el Grupo de Apoyo a Transgeneristas (GAT), organización que acompaña a las minorías sexuales en Bogotá. Después de ser modelo por webcam y seguir arrollando con su belleza, Sara Berz, ─apellido que tomó de la unión entre Betancur y Ramírez─, decidió volver a Andes. Fue para la Nochebuena de 2014. Su familia no la esperaba y menos con ese cambio. Llegó una nueva persona, una nueva mujer. “Nosotros nos alegramos mucho de verla porque creímos que se había perdido y por eso la aceptamos con el cambio que vino”, recuerda Blanca, su madre. Caminaron juntas, de la mano. Recorrieron las calles que una vez caminaron cuando Sara era un niño. Caminó por Los Libertadores, su barrio, y llegó hasta el parque principal. Muchos no la reconocían, otros se alegraron de verla. Pero también le tocó enfrentar el rechazo. Cuando quiso retomar sus estudios en 2015, el rector de la Institución Educativa Juan de Dios Uribe dijo no tener cupos disponibles. Prometió llamarla, pero esa llamada y el cupo nunca aparecieron. Además, tuvo que cargar con el rechazo de muchos que consideraba eran sus amigos y con el desengaño por aquellos hombres a los que prefiere no recordar. Al hablar de amor, Sara dice que prefiere pedir una media de ron. A sus 18 años, es una mujer de Andes, que no le teme a la crítica de quienes la lapidan por su condición: con un cabello a mitad de hombros, cejas y pestañas maquilladas, labios rojos, sonrisa brillante, senos, glúteos y una cintura muy natural, como ella. Con sus tacones de 13 centímetros y su vestido largo, Sara Berz habita su pueblo, su cuna, y sigue insistiendo por un cupo en el colegio. No espera nada; ella quiere y busca lo mejor para su vida.
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20 Deportes
¿Qué falta para que Colombia tenga
La Selección Colombia femenina de voleibol ocupa el puesto 30 en la clasificación mundial. Igual que los hombres, nunca ha participado en campeonatos mundiales o Juegos Olímpicos.
Pese a su progreso, el voleibol no ha dejado de ser un deporte olvidado en Colombia. Aunque exporta talentos y es competitivo en el ámbito internacional, los jugadores que desean vivir de esta disciplina deben hacerlo fuera del país.
No. 04 Andes, diciembre de 2016
Verónica Vélez Alzate Estudiante de Comunicación Social – Periodismo veroveleza.47@gmail.com Fotografía: Comité Olímpico Colombiano
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l voleibol colombiano, pese a su evolución, sigue subsistiendo con recursos limitados; aunque, con frecuencia, exporta talentos al exterior. Y es justamente por la falta de apoyo que decenas de jugadores han tenido que emigrar hacia el exterior para desarrollar su potencial deportivo, ya que en el país no cuentan con las posibilidades que solo una liga profesional les podría brindar. Según la Federación Colombiana de Voleibol (FCV), cada año se invierten cerca de $1.500 millones para el desarrollo de esa disciplina. Esa cifra es casi 60 veces menor que el valor en que está tasado el plantel de Atlético Nacional y es el equivalente al sueldo que, en solo un mes, gana James Rodríguez en el Real Madrid. Omar Zapata hizo parte de la Liga Argentina de Voley en 2001. Fue el primer jugador colombiano en emigrar del país para participar de una liga profesional de ese deporte y afirma que “en Colombia seguimos sin una liga profesional, con un desorden administrativo tal que no permite que nuestro deporte crezca. Desafortunadamente, para los que quieren vivir del voleibol hoy, deben irse del país”. Por su parte, Amanda Coneo, jugadora de la Selección Colombia y del Sab Volley en la Liga Italiana, considera que “sin una liga profesional en Colombia nos vemos afectados en cuanto al desarrollo del jugador”. A su vez, el vicepresi-
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una liga profesional de voleibol? dente de la FCV y líder de ese deporte en el departamento de Bolívar, José Alfredo Polchlopek, coincide con que los jugadores colombianos se ven afectados sin una liga profesional. Asegura que eso afecta la calidad del deportista y facilita la fuga de talentos. Bolívar, ejemplo en voleibol En el país, hay talento de sobra para llegar a ser potencia en el voleibol. En la actualidad, Bolívar es ejemplo de cómo se expande la práctica de este deporte en sus distintas categorías. Según Polchlopek, se cuenta con alrededor de 300 deportistas activos y se invierte, aproximadamente, 600 millones de pesos, lo que ubica a este departamento como el más relevante en el voleibol colombiano. Eso, según Amanda Coneo, quien hizo parte de la Liga de ese departamento, lo han logrado con “el trabajo duro, los extensos horarios de entrenamiento, sumado al esfuerzo de cada jugador, pues cada uno de nosotros tenemos otras ocupaciones y no es para nada fácil tener como prioridad el voley; a eso se deben los grandiosos resultados que ha obtenido Bolívar en el país los últimos años”. Por su lado, Polchlopek añade que Bolívar ha logrado destacarse en el voleibol del país “gracias al trabajo, disciplina y mucha gestión acorde a la visión del plan estratégico formulado, el cual es revisado día tras día”. Voleibol de Colombia en el mundo En cuanto a selecciones, Colombia ocupa los puestos 30 y 42 en las ramas femenina y masculina, respectivamente, en el ranking mundial de la FIVB (Federación Internacional de Voleibol). Esas posiciones pueden considerarse buenas para un país que no cuenta con una liga profesional. Sin embargo, en cuanto a clasificaciones, los resultados no han sido muy alentadores. Ninguna de las dos ramas ha tenido participaciones en campeonatos mundiales, ligas mundiales o Juegos Olímpicos. Aunque sí se ha estado en campeonatos suramericanos: cuatro participaciones del equipo femenino que obtuvo sus mejores resultados con el tercer puesto, tanto en 1991 como en 2015. El equipo masculino, por su lado, ha tenido 12 participaciones y su mejor resultado fue el tercer puesto en 2013. Debido a esto, el entrenador de la Selección Mayor Femenina de Colombia, el argentino Eduardo Guillaume, manifiesta que “el crecimiento de las selecciones es notorio. Hoy peleamos, de igual a igual, con federaciones poderosas como Argentina y Perú, quienes tienen una historia larga en este deporte”. Pero la tradición de esas selecciones se debe, en parte, justamente a las ligas profesionales con las que cuentan. En Suramérica, países como Argentina, Brasil, Perú y Venezuela, cada uno tiene una liga profesional. Es por esto que en el ranking mundial de la FIVB Argentina y Brasil superan a Colombia en ambas ramas: Perú en femenino y Venezuela en masculino. Sin embargo, para Guillaume una de las claves para que, aun sin liga, a nivel de selecciones, el voleibol en Colombia haya tenido un rápido ascenso es el apoyo estatal con el cual han contado. “Por medio de Coldeportes, el apoyo ha sido total”, afirma el entrenador. Entonces, si el apoyo para los procesos a nivel de selección ha sido suficiente y este deporte es exportador de talentos al exterior, ¿por qué en Colombia no hay una liga profesional? Algunas de las respuestas a esa pregunta tienen que ver con la infraestructura, el apoyo económico, la afluencia de público y la vinculación de la empresa privada, entre otros factores. Lo que falta para que haya una liga Omar Zapata hoy en día promueve, en compañía de los jugadores de alto rendimiento, Freddy Alexander Zapata y Arnulfo Velásquez, un proyecto llamado Altos Logros. Es una asociación sin ánimo de lucro que busca fomentar e impulsar la práctica del voleibol, inicialmente en el departamento de Antioquia, y con la visión de expandirse por todo el país.
Con respecto a la liga profesional, Omar menciona que “ha faltado apoyo estatal, pero no se le puede dejar toda la responsabilidad a los entes gubernamentales. Hay que comenzar con una liga regional, involucrar la televisión y la empresa privada y, además de eso, presentar proyectos con transparencia, y que en ellos haya sostenibilidad en el tiempo”. El entrenador Guillaume da otra perspectiva acerca de la inexistencia de una liga profesional en Colombia: “Si no se ha creado, es porque hasta el momento no se ha tenido la necesidad de hacerlo”. Pero reconoce que ahora, con el bagaje internacional adquirido por las selecciones colombianas de voleibol, es casi una necesidad impulsar la competitividad interna. Además, dice que existe la intención de fundar dicha competencia y es optimista con ello: “Al ser la primera, va a tomar tiempo y grandes esfuerzos crearla; ojalá en 2017 se esté jugando la primera”. Al respecto, el vicepresidente de la FCV considera que las dificultades que se han encontrado para crear la liga han sido “los recursos del privado y gestión de ligas, por su poco trabajo. Pero, ya estamos en eso, creería que en no más de dos años hay liga profesional”. Freddy Alexander Zapata ve como objetivo a largo plazo para Altos Logros, convertirse en una liga profesional; pero plantea que “es prematuro aún pensar en esto. La idea es ir construyendo el escenario propicio e ir proyectando todo para que se dé”. También, propone una estructura mixta que cuente con el apoyo tanto de la FCV como de la empresa privada. ¿Habría público para el voley? Otro de los detalles importantes a la hora de analizar la viabilidad de una liga profesional es la afluencia de público. Sería imposible el sostenimiento de escenarios, equipos, deportistas y todo el personal necesario si no hay aficionados que asistan a las canchas. Omar Zapata ve la asistencia del público sujeta, entre otras razones, a “saber vincular los medios y evitar la corrupción administrativa”, lo que permitiría vender el voleibol como un espectáculo. Esto, dice, también sería fundamental para lograr la adhesión de la empresa privada. “En Latinoamérica, exceptuando a Brasil, el voleibol no es tan popular, debido en su mayoría a la falta de difusión, como sí la tienen otros deportes”, dice Guillaume. La opinión del entrenador toma mayor importancia si se tiene en cuenta lo que ha sucedido con el futsal o el baloncesto, que han aumentado su fanaticada desde que Win Sports empezó a transmitir los juegos de sus ligas en vivo. Pero, entonces, sí es posible atraer público hacia una liga, incluso encontrar apoyo en la empresa privada; lo que se requiere es gestión dirigencial. Eso fue lo que, según Polchlopek, permitió la creación de la Liga Profesional de Fútbol Femenina que empezará en 2017. ¿Cuáles serían los beneficios? El profesor Guillaume menciona la importancia de la competencia interna para subir el nivel competitivo de los jugadores en el país. Polchlopek, por su parte, manifiesta que se tendría mayor participación en eventos de talla mundial. Y Amanda Coneo agrega que “teniendo una liga profesional podemos crecer más aún por el ritmo de juego que se tiene; por esto, en las potencias del mundo se tiene una liga profesional porque, a medida que juegan, se va ganando la experiencia y el desarrollo”. Si ahora, sin liga, se ha logrado, según el profesor Guillaume, organizar torneos como el Grand Prix femenino (Cali), el Sudamericano Sub23 Masculino (Cartagena), el Clasificatorio Olímpico (Cali) y el Sudamericano Mayor Femenino (Cartagena), una liga sería el primer paso para que el país logre ser una potencia a nivel suramericano, luego panamericano y, finalmente, cumplir el gran sueño olímpico.
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22 En lente
“Aquí cabemos
todos”
No. 04 Andes, diciembre de 2016
De La Urbe Delau.prensa@gmail.com Fotografías: Rubén Darío Mejía
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n las capitales marcharon multitudes; en las zonas de conflicto marcharon las víctimas; en Jardín, el 14 de octubre, se reunieron jóvenes, músicos, artistas, niños, adultos. No fueron miles, pero llegaron de varios municipios del Suroeste y así fueron los suficientes para que sus voces se escucharan pese a que, para la mayoría, el conflicto ha sido distante, ajeno. La marcha fue convocada con una consigna: “Aquí cabemos todos”; una invitación a escucharnos, a que la tensión alrededor del acuerdo de paz y del Plebiscito no se transforme en la justificación para profundizar diferencias y atizar nuevos conflictos.
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24 Última
Una bebida con el mucílago del café: del desperdicio a los mercados del exterior
El proyecto para desarrollar la bebida antioxidante surgió en una hacienda con más de 500 hectáreas cultivadas con Café.
En Andes, culminaron los estudios de calidad para iniciar la comercialización de una bebida antioxidante creada con desperdicios orgánicos del café. Estará a la venta en el primer trimestre de 2017. Hely Montoya Restrepo Estudiante de Comunicación Social – Periodismo helym96@gmail.com Fotografía: Hely
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n la Hacienda La Arboleda, ubicada en el corregimiento Tapartó del municipio de Andes, culminó, después de más de cinco años de estudios, un proyecto con el cual se pretende elaborar una bebida antioxidante producida con el mucílago del café. La idea es convertir en un producto comercial la sustancia viscosa que se encuentra entre la cáscara y la semilla del fruto del café cuando está maduro, la cual normalmente se desecha durante el proceso tradicional de secado. El estudio lo financió la empresa Natucafé, cuyas instalaciones se encuentran en la hacienda propiedad de Rigoberto Franco, uno de los empresarios cafeteros más reconocidos de la región. Fue él quien decidió apoyar esta idea que un viejo amigo había estado promoviendo, sin éxito, desde hacía más de 10 años entre diferentes empresarios cafeteros del país. La mayoría se mostraba escéptica ante la propuesta inicial de elaborar, a base de mucílago, un alimento para animales de granja. Rigoberto decidió invertir en esta idea, pues su hacienda es la propiedad cafetera más grande del Suroeste antioqueño. Tiene una extensión de 500 hectáreas de tierra cultivadas con café, razón por la cual consideró tener la suficiente materia prima para iniciar, por su propia cuenta, el proyecto del mucílago. Este derivado del café tiene un alto contenido vitamínico y es ideal para la alimentación de animales de granja. Además, según la propuesta, tendría la ventaja de ser producido en abundancia por las mismas empresas cafeteras e incrementaría las ganancias de sus dueños ya que esta materia prima se ha venido desechando en los ríos. Sin embargo, el proceso de investigación concluyó con resultados que no se esperaban y cambió drásticamente los objetivos del empresario. Un grupo de estudiantes y egresados de la Universidad de Antioquia, coordinado por el in-
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geniero de Alimentos, Hernán García, encargado de dirigir el proyecto, determinó, durante un estudio de rutina, que aquellos animales de granja alimentados con el subproducto del café se demoraban 30 días más en alcanzar el peso al que llegaban aquellos animales que tenían otra dieta. Franco, quien estaba al tanto de cada uno de los pormenores de la investigación, recuerda entre risas que, en cuanto se enteró de lo que sucedía con los cerdos, decidió hacer análisis más completos. “Mandé a hacer estudios de laboratorio más rigurosos en Bogotá. Los resultados mostraron un índice muy elevado de antioxidantes en el mucílago; entonces, decidí cambiar el objetivo de alimentar animales por el de alimentar personas. Opté por cambiar el concepto de negocio. Conseguimos las máquinas y vaporizadores para crear el producto a base de mucílago de café”. El empresario se puso en contacto con la Federación Nacional de Cafeteros y adquirió unas máquinas especiales llamadas desmucilaginadoras, las cuales exprimen el grano y facilitan la extracción y conservación del mucílago. De esa forma, iniciaron los estudios para elaborar una bebida que fuera apta para el consumo humano. Adicional a esto, adquirieron el resto de la maquinaria necesaria para procesar y empacar el producto. Con estos aparatos, dieron inicio a la elaboración de la bebida que, en los próximos meses, va a empezar a comercializarse, inicialmente en el exterior y, luego, en Colombia. Sobre el proceso, el ingeniero García explica que el fruto maduro del café se compone de tres partes: el 60% equivale a la fruta; el 20%, a la cáscara, y el 20%, al mucílago. Este derivado es sometido a un proceso físico químico, se evapora y se reduce a un 6%. De cada 100 litros, se extraen 6 kg de miel de café, la materia prima de la bebida. Por otro lado, algunos estudios previos sobre el mucílago, que viene adelantando la empresa Natucafé, determinaron que la “bebida es funcional y tiene bondades medicinales que previenen enfermedades degenerativas, ya que contiene un nivel muy alto de antioxidantes”, explica García. Agrega que, según revelan los estudios, “la bebida tiene bondades para regenerar las células muertas, previene las cardiopatías y los accidentes cerebrovasculares”.
Por su parte, Rigoberto agrega: “Sin duda, vamos a tener una expansión empresarial importante que generará un impacto positivo en la economía regional, ya que hay países que se interesaron en comprar el producto a base de mucílago. Vamos a tener una nueva utilidad que estábamos desechando a los ríos”. Además, depositar en las cuencas hídricas ese producto, que ahora será comercializado, causaba contaminación. Por ello, Rigoberto asegura que es una alternativa ecológica para dar uso responsable a los desechos orgánicos del café: “El mucílago, al llegar a los ríos, acaba con algo que se llama demanda biológica de oxígeno y mata la vida animal”. Esto sucede debido a que, durante el proceso en el que se desprende la pulpa de la cáscara del grano de café, se vierten en una máquina cientos de litros de agua para limpiar la semilla; luego, esa agua contaminada es desechada en los ríos y quebradas. Con la manipulación del mucílago para elaborar un subproducto del café, no se requiere agua, sino que, por medio de máquinas y utilizando el vapor, se retira esta miel del grano. Para la consolidación en el mercado internacional, la empresa Natucafé encontró un aliado en la Cooperativa de los Andes, como responsable de establecer convenios para la comercialización de la bebida antioxidante en países como Alemania, Japón, Corea, República Dominicana y Brasil. Además, está en proceso de negociación con otros países de la Unión Europea y no se descarta la posibilidad de incursionar en el mercado norteamericano. Una vez se inicie la actividad en el mercado internacional, se espera que el producto se comercialice en Colombia en dos presentaciones: una botella de 360 mililitros a un costo de $4.500 pesos o en sobre en polvo para ser mezclado con agua, a $2.500. Con esta nueva propuesta comercial a base de mucílago, se amplía una gama de productos derivados del café con sello colombiano y, con este nuevo hallazgo, Rigoberto Franco espera revolucionar el mercado. Además, brindar empleo a la comunidad andina porque necesitará más mano de obra para la producción de dicha bebida; hoy, su hacienda tiene 200 empleados permanentes y hasta 700 en tiempos de cosecha.