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Ajuste fiscal: timing político y costo social
Eliana SCIALABBA
Directora Ejecutiva CEEAXX.
Introducción
Durante las últimas décadas, el sector público argentino ha tomado una dimensión inmanejable, y esto queda fuera de toda duda. Sin embargo, esto no es un fenómeno nuevo en nuestro país, ya que durante los últimos 62 años, el país solo tuvo superávit fiscal en 6 de ellos.
No obstante, uno de los principales problemas que complica el panorama actual, es el alto peso del gasto publico sobre el PIB, que se duplicó en dos décadas, y ya representa casi medio producto. De acuerdo al último dato de gasto público consolidado para el año 2022, este alcanzó el
43% del PIB, y cuando estén disponibles los datos del pasado año, no cabe duda que habrá un incremento. ¿Por que esto constituye uno de los principales retos para la gestión de cualquier gobierno? Porque el gasto público tiene una gran proporción de gasto corriente, principalmente con finalidad social, el cual es inflexible a la baja, y tiende a ser indexado por inflación. En tanto, la recaudación impositiva, si bien se encuentra atada a la suba del nivel de precios, también depende del nivel de actividad de la economía.
Esto lleva a la conclusión que si bien los impuestos actúan como estabilizadores automáticos del ciclo, el carácter de inflexible a la baja del gasto tiende a incrementar los déficit fiscales en las etapas de crisis, lo que lleva de manera inexorable a la necesidad de seguir en un sendero de estancamiento, en la medida que el Estado no vuelva a cumplir sus funciones básicas, o en otras palabras, hasta que no volvamos a tener un Estado mínimo y eficiente.
No obstante, si bien la teoría muestra la necesidad de la sanidad fiscal, en términos de mejores condiciones de enfrentar las crisis y mejorar la capacidad de endeudamiento de la economía a fin de llevar a cabo proyectos de largo plazo, tales como inversión en infraestructura, capital físico y humano, entre otros, lo que lleva al crecimiento sostenido, desde el punto de vista político, en Argentina parecemos condenados a este ciclo en lo que los gobernantes buscan explotar al máximo el ciclo económico de manera transversal con el político, a fin de maximizar el “extractivismo”.
Timing político y costo social
De acuerdo a la teoría económica, los estudios de economía política acuerdan que el mejor momento para llevar a cabo el ajuste fiscal, de existir problemas de solvencia, es al inicio de los mandatos presidenciales, debido a que los votantes, a través del voto democrático, han establecido sus preferencias.
El presidente Milei tiene muy claro este punto, por lo que comenzó la reestructuración del Estado desde el momento que asumió: parte impor- tante de su compromiso electoral fue la reducción del sector publico, a fin de dotar al sector privado de mejores condiciones para la expansión de la inversión, el empleo y el crecimiento de largo plazo. No obstante, la condición fiscal que se encontró la gestión fue tan desastrosa, que a pesar de llegar con un discurso de rebaja de impuestos, el gobierno se vio forzado a enviar al Congreso la restitución de la cuarta categoría de impuesto a las Ganancias.
No obstante, los niveles de aprobación de la gestión siguen por encima del 50%, a pesar del enorme costo social al que enfrenta la economía en un escenario de fuerte ajuste fiscal y monetario.
El desafío que hay por delante, es consolidar la reducción del Estado, y con ello, la posibilidad de pasar a una segundo etapa de reducción de impuestos y simplificación del sistema tributario, a fin de incentivar la inversión privada.
El ajuste monetario, aun fuera del tema estrictamente analizado en este trabajo, lleva a una licuación de los pasivos monetarios del BCRA, que de no haberse llevado a cabo hubiesen dado lugar a una hiperinflación. De esta manera, evitar la escala inflacionaria a la que llevaba la emisión monetaria de la gestión previa ha sido un éxito notable de Milei y su equipo, sumado a la reversión del rojo fiscal durante los primeros meses del año. De esta forma, a pesar de los costos derivados, el presidente sigue los lineamientos de lo prometido en campaña, y la sociedad está acompañando este esfuerzo inicial. El desafío que hay por delante, es consolidar la reducción del Estado, y con ello, la posibilidad de pasar a una segundo etapa de reducción de impuestos y simplificación del sistema tributario, a fin de incentivar la inversión privada. Por otra parte, los mercados se encuentran de fiesta, lo que ha llevado a los bonos del Tesoro a casi duplicar su valor en dólares desde la asunción del gobierno, y una fuerte caída de las cotizaciones paralelas del dólar. Esto ademas ha permitido reducir la presión sobre el mercado de cambios, y una mayor acumulación de reservas por parte del BCRA, que garantiza el pago de los cupones de bonos.
De acuerdo a la tabla, se observa que para mantener la relación de deuda / PIB en torno al 90%, dato que sur- ge de los datos oficiales del Ministerio de Economía, con una tasa promedio de deuda pública en torno al 6% - 6,5%, el tamaño del ajuste fiscal debe encontrarse en torno al 5.4% y 5.9%, para una economía estancada, o algunos puntos por encima para un nivel de actividad en contracción.
Consideraciones finales
Si bien el nivel es elevado, consideramos que la economía va por el camino correcto. El ajuste inicial será doloroso, nadie piensa que sea de otra manera, pero sabiendo que los primeros tiempos de la gestiona estarían signados por este camino, casi el 56% del padrón electoral decidió dar un golpe de timón a fin de dejar atrás años de decadencia y estancamiento. El éxito no esta garantizado, pero se va en la línea trazada. Pero en materia fiscal, hemos finalizado un primer trimestre exitoso con un superávit financiero de 0.2% del PIB. Falta mucho camino por recorrer, pero el primer paso está dado.