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¿Es la apertura comercial del Presidente Javier Milei la respuesta para nuestro país?
Natalia MOTYL
Economista UBA, Directora de Candormap, Directora de Fundación Libertad Humana de Chile y Escritora.
Como expresó Juan Bautista Alberdi, uno de los padres fundadores de nuestra nación, “El comercio es la vida de los pueblos, y el comercio libre es la vida de los pueblos libres”. Siguiendo esta premisa, el gobierno actual ha comenzado a abrirse al mundo, retomando las ideas que fundaron nuestro país de apertura y libertad comercial. De a poco, empieza a reorientar su política comercial hacia afuera. Hay muchas controversias en torno a si es el momento preciso para llevar adelante estas políticas, si deben ser acompañadas por otras reformas estructurales o si, por el contrario, están yendo por el camino correcto. Por ello, es necesario empezar a dilucidar cuáles serán las consecuencias de esta apertura comercial y cómo nos afectará en nuestro día a día.
En primer lugar, cabe remarcar que, en términos microeconómicos, la apertura comercial siempre beneficia al consumidor final, ya que podrá acceder a bienes y servicios de mayor calidad y a un menor precio. La competencia de mercado es la única fuente de bienestar para el consumidor. Lamentablemente, en Argentina se ha priorizado beneficiar a determinados sectores productivos que refugiaban su ineficiencia con políticas proteccionistas que solo perjudicaban a los individuos, quienes eran forzados a adquirir bienes costosos y de mala calidad. Todo este tipo de políticas perpetuaban una estructura productiva obsoleta sin inversiones ni mejoras salariales.
Por lo tanto, en términos simples, la competencia que se incrementa como resultado de un aumento en la apertura comercial genera un crecimiento del bienestar individual. En palabras de Milton Friedman, “La competencia es el mejor regulador del mercado”.
Asimismo, dentro de la estructura productiva se genera una mejora debido a que la apertura comercial favorece a las empresas más eficientes en relación con las menos eficientes. Es muy interesante destacar los estudios realizados por Bernard y Jensen (2004), en los cuales demuestran que las empresas más productivas tienen más probabilidades de exportar. Además, dentro de la misma industria, las empresas que exportan tienden a emplear una proporción más alta de trabajadores calificados y a pagar salarios más altos a sus empleados que las empresas que producen solo para el mercado interno.
Supongamos dos empresas de botellas de plástico en una zona industrial. La marca Pirulo se concentra únicamente en satisfacer la demanda local de botellas, mientras que la marca Carlitos decide expandir su mercado y comenzar a exportar sus productos a otros países.
La marca Carlitos, al adentrarse en el mercado internacional, se enfrenta a estándares de calidad más rigurosos y una mayor competencia. Esto la impulsa a innovar en sus procesos de fabricación, implementar tecnologías más eficientes y mejorar la calidad de sus productos para satisfacer las demandas del mercado global.
Con el objetivo de mantenerse competitiva en el mercado internacional, la marca Carlitos necesita contar con empleados altamente calificados, como ingenieros de producción y especialistas en control de calidad. Estos empleados, gracias a su experiencia y conocimientos, contribuyen a mejorar los estándares de calidad y eficiencia de la marca.
Además, al expandirse hacia mercados externos, la marca Carlitos aumenta su demanda de producción, lo que resulta en la contratación de más personal y la creación de nuevos empleos en la comunidad. Los trabajadores de la marca Carlitos, al desempeñar roles más especializados y contribuir al éxito de la empresa en el mercado global, pueden beneficiarse de salarios más altos en comparación con aquellos empleados en la marca Pirulo.
Mientras tanto, la marca Pirulo, al limitarse al mercado local, no se ve presionada por la competencia externa y puede no invertir tanto en mejorar sus procesos de producción o en la capacitación de su personal. Como resultado, es posible que la marca Pirulo no logre alcanzar los mismos niveles de eficiencia y calidad que la marca Carlitos, lo que podría afectar su capacidad para aumentar los salarios de sus empleados.
De hecho, según estos estudios, se estima que las empresas exportadoras o las que están en las primeras etapas de exportación tienden a tener un crecimiento del empleo entre el 2% y el 4% . En sus trabajos explican que tanto dentro como entre industrias, la exportación está asociada con la reasignación de insumos, tanto de mano de obra como de capital, de plantas menos eficientes a plantas más eficientes, lo cual contribuye a mejorar las condiciones en el mercado laboral.
Es cierto que con la apertura comercial puede haber un cierre de empresas menos competitivas en el mercado local. Sin embargo, este proceso no es necesariamente negativo en su totalidad. El cierre de empresas menos eficientes libera recursos que pueden ser utilizados de manera más productiva en otros sectores de la economía.
Cuando las empresas más eficientes y competitivas sobreviven y prosperan en un entorno de apertura comercial, tienden a generar más empleo de calidad y a aumentar su productividad. Esto se debe a que estas empresas están mejor posicionadas para competir tanto en el mercado local como en el internacional, lo que les permite expandirse y contratar más trabajadores.
Tal como explico en mi libro, recientemente publicado, “La Guía secreta sobre el liberalismo argentino que el sistema quiere ocultar”, el crecimiento de los salarios reales puede estar relacionado con la entrada de capitales que hacen más costosa la mano de obra en comparación con el capital. Esto puede ocurrir cuando las em- presas invierten en tecnología y maquinaria para aumentar su productividad, lo que incrementa la demanda de trabajadores calificados y eleva los salarios en el mercado laboral.
Además, las empresas exportadoras suelen ser más dinámicas y están más integradas en las cadenas globales de valor, lo que les permite acceder a nuevos mercados y tecnologías. Esto puede generar un efecto derrame sobre el resto de la economía, impulsando el crecimiento y la competitividad de otros sectores.
En definitiva, la apertura comercial y el libre comercio, fundamentados en principios como los expresados por Juan Bautista Alberdi, no solo son esenciales para el desarrollo económico de un país, sino que también pueden tener impactos positivos significativos en el bienestar individual y colectivo. Al abrirse al mundo, un país puede aprovechar las oportunidades que ofrece el comercio internacional para mejorar la calidad y diversidad de los bienes y servicios disponibles para los consumidores, así como para fomentar la competitividad y eficiencia de sus empresas.