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Trump y la guerra en Ucrania, su mayor desafío político
Eliseo BOTTINI
Director de Estudios Sociales del Centro de Estudios Económicos Argentina XXI (CEEAXXI).
Las promesas de campaña en elecciones democráticas se suelen contrastar mucho con el ejercicio del poder ejecutivo. Es tan real esta premisa que no debería ser aclarada, pero como en el siglo XXI el sistema democrático es el nuevo Dios de Occidente, nunca hay que olvidarlo. “Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante una guerra y después de una cacería”, fue una frase presuntamente expuesta por Otto von Bismarck, el visionario y estratega Canciller del Imperio Alemán.
La frase aplica perfecto para cualquier escenario previo a unos comicios. “Si soy presidente, tendré esa guerra resuelta en un día, 24 horas”, afirmó DONALD TRUMP durante su campaña para retornar a la Casa Blanca.
Quienes llevan algunos años analizando de forma profesional la política nacional o global deberían desestimar el estricto detalle de lo dicho en campaña. Enfocarse en algo tan menor como el detalle de una promesa desnuda intereses particulares o ignorancia absoluta para entender la realidad. Cualquiera de esas dos opciones las disfrutaremos con fuerza este año en Argentina con motivo de las elecciones legislativas.
Volviendo a Estados Unidos, la promesa trumpista no está invalidada, aunque hayan pasado más de 24 horas de su asunción, asunción que por cierto trajo una catarata de medidas 2.0 que merecerían ser analizadas en otra entrega. En el caso particular de los muchos conflictos internacionales que deberá atender, uno de los más sensibles es el de la guerra UcraniaRusia.
El otro probablemente sea el de Israel-Hamas, que aunque tiene una tregua de fuego, aún no es ni por asomo un tratado de paz. El caso europeo es mucho más complejo de lo que parece. Trump tiene más cartas para jugar en pos de la paz que su antecesor Joe Biden, quien ha hecho muy poco para impedir el recrudecimiento de las hostilidades desde que asumió en 2021, y mucho menos logró algo en conseguir, por lo menos, un alto al fuego. Recordemos que tras perder las elecciones, Washington dio ‘luz verde’ a Kiev para el uso de misiles tácticos ATACMS -de fabricación estadounidense-, y luego ordenó que su embajada en la capital ucraniana levantara campamento. El magnate por lo menos tiene un galardón empírico, y es que en su mandato 2017-2021 no se desataron nuevas guerras
Aún así, la realidad en el este europeo será muy desafiante. Su funcionario especializado en la guerra de invasión rusa, el general KEITH KELLOGG, ya expresó a Fox News que en principio hay que pensar en 100 días o quizás más para lograr algo semejante a una solución de largo plazo. Kellogg es la representación de Trump en las estepas rutenas. Tiene 80 años y es un general altamente condecorado, con amplia experiencia en el Ejército y los negocios internacionales.
El as bajo la manga que tiene Estados Unidos es jugar con el cansancio de una guerra que cumplirá en febrero ya tres años. Los medios occidentales se encargaron de mostrar el agotamiento de Moscú y la ‘inevitable’ derrota del Kremlin. El agotamiento es real, pero no la perspectiva de derrota. Además, los medios no muestran el otro perfil del conflicto: el agotamiento ucraniano. Una de las últimas encuestas realizadas en agosto y octubre de 2024, arrojó que el 52% de los ucranianos desea que se negocie el fin de la guerra lo antes posible y está dispuesta a hacer algunas concesiones territoriales como parte de un acuerdo de paz
Un resultado así era impensado en 2022, cuando fueron encuestados en los meses posteriores a que Rusia lanzara su invasión a gran escala y el 73% prefería luchar hasta la victoria. El tiempo cambió la perspectiva y ese 73% cayó al 38%. Es decir, seis de cada diez ucranianos creen que su país ya no debería seguir luchando hasta conseguir la victoria.
El Pentágono seguramente está viendo estas realidades, entre otras muchas variables, y la posibilidad de que Trump sea un intermediario en el cual arbitre una paz a cambio de concesiones territoriales -especialmente las 2 provincias del Donbass-, es un planteamiento realista. Luego está el atamiento indisimulable de Kiev al apoyo armamentístico estadounidense. Si Trump corta ese financiamiento, Vladimir Zelensky quedará solamente protegido por la Unión Europea, que según los expertos no tiene la capacidad humana y militar como para salvaguardar el destino de su país.
Frente a estas observaciones preliminares, el escenario más probable es un plano aparentemente ganador para Moscú. En los últimos meses, Ucrania logró invadir parcialmente la región de Kursk, provincia rusa, pero es una posición territorial aún disputada y recrudecerá mientras más se acerque un posible acuerdo. Además, Ucrania ha demostrado una carencia de tropas y una incapacidad para reclutar a sus jóvenes. En Rusia ocurre lo mismo, pero cuenta con aliados en Oriente y con la ventaja de haber dado los primeros golpes en 2022. En este escenario hipotético, Rusia oficilaizaría la anexión del Donbass y retendría Kursk, con una promesa de Vladimir Putin de que no iniciará nuevas operaciones militares siempre y cuando la OTAN cumpla en no ofrecerle el ingreso a Ucrania y Washington no interfiera en la política ucraniana.
El gran escollo actual no es convencer a Putin sino a Zelensky. Los ucranianos sienten que si firman un trato para terminar la guerra hoy mismo, Putin simplemente descansará a su ejército, repondrá sus suministros y regresará por el resto de Ucrania más tarde, cosa ya vista en 2014 con la invasión de Crimea.
El desafío de Trump no será solamente la paz, sino la mirada política que tendrá su propia población. Mirada que no termina en 100 días sino que se estirará hasta el 20 de enero 2029, cuando termine su segundo mandato. Trump no puede permitir un legado similar al de Afganistán, que podría ser, por ejemplo, una toma rusa de Kiev que permita a los demócratas decir que él perdió Ucrania. Proteger Kiev será la parte más difícil y más importante de las negociaciones, y probablemente la exigencia más importante de Washington.
Más allá de los 4 años de mandato, el grueso de la política global de la Casa Blanca suele observarse en los primeros 180 días. Pondría ese plazo para averiguar con más certeza el futuro del este europeo.