3 minute read
Media vida laboral en FAO
Después de casi 40 años de servicios profesionales ininterrumpidos en la academia, en la producción acuícola y como funcionario internacional, ha llegado el momento de la jubilación, al menos de la FAO... ¡Hasta siempre…!
En esta ocasión voy a aprovechar la columna para un asunto personal y, por ello, pido disculpas anticipadas. Quiero agradecer el espacio que Panorama Acuícola Magazine me ha brindado por más de una década, para comentar y dar a conocer lo que la FAO realiza, en América Latina y el Caribe, en materia de impulso a la acuicultura sostenible: ofreciendo asistencia a los gobiernos de países de la región para identificar oportunidades, solventar limitaciones y planificar el desarrollo de su sector acuícola con sostenibilidad ambiental e inclusión social. El enfoque, aunque no de forma exclusiva, es hacia los productores de pequeña escala, a quienes su limitación de recursos les impide desarrollarse y alcanzar estabilidad económico-productiva.
Después de casi 40 años de servicios profesionales ininterrumpidos en la academia, en la producción acuícola y como funcionario internacional, ha llegado el momento de la jubilación, al menos de la FAO y, con ello, dejar el espacio de esta prestigiada revista a otro columnista.
Me incorporé a FAO hace 15 años, después de ser elegido a partir del largo proceso de selección de la Organización, siendo aún Rector de la Universidad Marista de Mérida, México, institución a la que, al igual que al Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV), Mérida, debo mucho, tanto en lo profesional como en la dimensión humana.
La pesca y la acuicultura son pilares fundamentales para alcanzar estos objetivos, lo que se refleja en el hecho de que ambos sectores, en conjunto, producen más alimentos anualmente que los demás sectores productivos, aun cuando socialmente poco se reconoce esta contribución global.
La decisión tuvo su base en la oportunidad de trabajar en una Organización cuyo mandato es la eliminación del hambre, la erradicación de la pobreza rural y el uso social sostenible de los recursos naturales. Sin duda, la pesca y la acuicultura son pilares fundamentales para alcanzar estos objetivos, lo que se refleja en el hecho de que ambos sectores, en conjunto, producen más alimentos anualmente que los demás sectores productivos, aun cuando socialmente poco se reconoce esta contribución global.
América Latina contribuye con un aproximado de 12% de la producción pesquera global y, aun cuando solo el 4% de la producción acuícola se genera en la región, su tasa de expansión es de las más altas a escala global y la superficie con aptitud acuícola es la más amplia mundialmente. No obstante, los desafíos son múltiples: el cambio climático que afecta de forma directa a muchas comunidades acuícolas; el encarecimiento de insumos productivos críticos; la negativa imagen social de la acuicultura que genera resistencias; las crecientes exigencias de certificación, que pueden convertirse en una carga financiera adicional; y la baja jerarquía política de la institucionalidad acuícola en la mayoría de los países de la región, que impide contar con recursos suficientes para fomento y ordenación, entre otras. Sin duda, estos desafíos demandan creatividad, innovación, cooperación, adaptación y voluntad política para establecer el entorno habilitante que se requiere para desarrollar el potencial pleno de la acuicultura en favor de la sociedad.
En una breve síntesis retrospectiva, puedo decir que, hemos contribuido a abordar y salvar, en algunos casos, al menos parcialmente, algunos de estos desafíos. Puedo ejemplificar con satisfacción que entre los múltiples planes y estrategias de desarrollo sectorial que hicimos en estos años para muchos países, algunos permitieron incrementar de manera significativa la producción nacional, el consumo de pescados y mariscos, mejorar la condición nutricional de comunidades vulnerables y mejorar sustancialmente los ingresos de muchas familias. Con ello, también hemos podido evidenciar el potencial de la acuicultura en el desarrollo territorial. Creamos puentes entre países que se han beneficiado de la transferencia de conocimientos y tecnología y desarrollamos programas nacionales y regionales de gran envergadura en materia de innovación, fortalecimiento de capacidades e inclusión productiva, que han permitido avanzar en el desarrollo acuícola y contribuido a mejorar, por este medio, las condiciones de vida de múltiples familias.
Yo solo he sumado, mis limitadas capacidades, al trabajo de un enorme equipo integrado por muchos colegas de FAO, las autoridades acuícolas y técnicos nacionales, la academia y, por supuesto, los miles de productores que se han comprometido y han compartido generosamente sus propios saberes a sus pares.
Gracias a todas las personas e instituciones que generosamente compartieron sus capacidades y recursos, para lograr estos objetivos.
Hasta siempre…
Por: Antonio Garza de Yta, Ph.D.* Vicepresidente, CIDEEA / Senior Fisheries & Aquaculture Advisor, AWJ Innovation