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¿El AHPNS es el mayor reto sanitario que enfrenta la camaronicultura en la actualidad?
La cría mundial de camarones se enfrenta a muchos retos. Todos coinciden en que el más grave es el de las enfermedades, siendo imperativo que los criadores aprendan a hacer lo posible para reducir el estrés y garantizar los niveles más altos posibles de bioseguridad.
La cría mundial de camarones se enfrenta a muchos retos. Todos coinciden en que el más grave es el de las enfermedades. Muchas aparecen con regularidad y su impacto en la productividad global es grande y nuevos patógenos surgen con una regularidad desalentadora. Por desgracia, la propia naturaleza de la cría de camarones garantiza que esto seguirá siendo así. Hay literalmente cientos, si no más, de virus, bacterias y hongos no caracterizados, los cuales están presentes en los entornos de producción. En condiciones adecuadas, cualquiera de ellos podría convertirse en patógeno obligado. Por ello, es imperativo que los acuicultores aprendan a hacer todo lo posible para reducir el estrés y garantizar los niveles más altos posibles de bioseguridad. Aquellos que no disponen de los recursos necesarios para hacerlo correctamente, suponen un riesgo para todos los demás.
El Vibrio parahaemolyticus (VP) es un patógeno transmitido por el agua, causante de diarrea en los seres humanos cuando se consume en mariscos crudos, incluidos los camarones. También puede provocar una septicemia fulminante de rápido desarrollo a partir de heridas leves que originan la muerte en 24 horas, hasta en individuos sanos. Su principal factor de virulencia en humanos es la hemólisis
(proteínas que destruyen los glóbulos rojos). Es omnipresente en los medios marinos y su prevalencia aumenta en un planeta que se calienta.
Existen más de 150 especies de Vibrio y periódicamente se clasifican nuevas especies. De ellas, existen muchas cepas (fenotipos diferentes con suficiente solapamiento genético para ser considerados de la misma especie). La mayoría no son patógenas, aunque algunas pueden encontrarse en camarones muertos o moribundos, por lo cual algunos suponen sean la causa del problema. Los vibrios son fundamentales en el ciclo de la quitina, explicando su afinidad por animales como el camarón, cuyo exoesqueleto quitinoso se desprende constantemente a medida que este crece. Se pueden encontrar cepas de VP en camarones muertos y moribundos, a menudo como patógenos secundarios. Es decir, puede que no sean la causa principal de mortalidad, pero infectan a organismos débiles y contribuyen a la mortalidad. Sin embargo, en la última década han aparecido cepas que han sido la causa principal (es decir, son patógenos obligados) de mortalidades masivas en camarones de piscifactoría.
Los plásmidos son fragmentos circulares extracromosómicos de ADN que pueden codificar muchos rasgos diferentes, entre los cuales se encuentran los factores de virulencia y la resistencia a los antibióticos. Un ejemplo lo encontramos en las cepas de Vibrio anguillarum patógenas para el salmón (algunas cepas también han estado relacionadas con la principal enfermedad del camarón), donde la presencia de un plásmido responsable de la virulencia codifica genes que producen membranas externas que permiten al huésped retener el hierro, un factor de crecimiento obligado. Si el plásmido se cura, las cepas no son virulentas.
Se ha descubierto que las cepas de VP asociadas con la mortalidad aguda en camarones albergan plásmidos (el número de copias varía de unas pocas a muchas) que codifican para un par inusual de toxinas, las cuales alteran la integridad de la membrana en los túbulos hepatopancreáticos (HP), afectando la capacidad de los organismos para nutrirse y crecer, además de hacerlos mucho más susceptibles a infecciones secundarias. Los organismos expuestos a niveles elevados de toxinas suelen mostrarse lentos, con poco apetito e intestinos vacíos, con la HP pálida o blanca.
La enfermedad se declaró por primera vez en China en 2009 y se propagó rápidamente por el sudeste asiático. La primera aparición de lo que ahora se conoce como enfermedad o síndrome de necrosis hepatopancreática aguda (AHPND, por sus siglas en inglés) se manifestó como síndrome de mortalidad precoz (SME, por sus siglas en inglés). Un número masivo de organismos moría en el primer mes de su repoblación. Es muy probable que hoy esté presente en casi todos los países donde se cría camarón. Se extendió a América en 2013 y se trasladó a Sudamérica y Estados Unidos. Al inicio, la atención se centró en las cepas de VP como única fuente de la enfermedad. Posteriormente, se ha determinado que este plásmido se ha encontrado en varias otras especies de vibrios e incluso en algunos no vibrios.
Estas toxinas se conocen como PirA y PirB. Son estructuralmente similares a las toxinas producidas por varias bacterias que afectan a los insectos, como Photorhabdus y Xenorhabdus sp, entre otras, aunque no está claro dónde se originaron y cómo acabaron en los vibrios marinos. Históricamente, este plásmido se encontró en una cepa de Vibrio campbellii en una recolección de cultivos que precedió a la primera incidencia reportada de la enfermedad. Es probable que los vibrios que contienen las toxinas existan desde hace tiempo (también hay informes de patologías similares observadas hace décadas) y algo cambió que les permitió proliferar de la forma como lo han hecho. Se han identificado al menos tres posibles razones de los cambios en las propias cepas, a saber: a. El cultivo erróneo de bacterias (probióticos) en los estanques sin control de calidad. Los vibrios son omnipresentes. Las zonas de cría de camarones tienen vibrios en los sedimentos, el agua e, incluso, el aire. Las cepas que contienen toxinas crecen rápidamente y una mezcla de agua de estanque con nutrientes añadidos, como la melaza, contiene todo lo necesario para prosperar. Y así lo hacen, superan con facilidad cualquier bacteria añadida por el acuicultor. Las esporas de Bacillus tardan un tiempo en germinar, durante el cual proliferan los vibrios. b. El uso excesivo de cloro. El uso de cloro para “matar” el microbioma deja un microbioma agotado que es fácilmente colonizado por vibrios de rápido crecimiento, incluyendo las cepas que causan AHPNS. Estos vibrios tienen rasgos, además de un crecimiento rápido, que les permiten impedir el crecimiento de otras bacterias. c. Una falta de apreciación de la naturaleza del proceso de la enfermedad. Esta enfermedad es una intoxicación. Las toxinas, y no la presencia de las bacterias específicas, causan el daño tisular. Las bacterias no tienen que estar presentes para que la toxina lo esté, aunque son la fuente de las toxinas que se segregan al medio ambiente. Las bacterias oportunistas se aprovechan de los organismos debilitados y estresados, causando infecciones secundarias que los matan.
Los estudios han determinado la existencia de muchas variantes de las cepas portadoras de los plásmidos. Esto no es poco frecuente, es su naturaleza. Algunas cepas llevan una copia de los genes que codifican las toxinas, mien- tras otras pueden llevar muchas. Algunas no producen toxinas y otras producen niveles variables de una de ellas o de ambas. Dado que los vibrios pueden ser viables, pero no cultivables (VBNC, por sus siglas en inglés), no encontrar la bacteria no significa que no esté presente.
Cuando las toxinas están presentes, sin que la bacteria lo esté, pueden dañar la HP. Hay pruebas que sugieren que muchos camarones pueden verse afectados, debilitados y mostrar signos de procesos de enfermedad secundarios, incluso tras una exposición de bajo nivel a las toxinas. En muchos criaderos, existe la clara posibilidad de que las toxinas estén presentes en niveles bajos, lo suficientemente altos como para causar patología, pero no tan altos como para causar mortalidad. Este es el resultado de los esfuerzos por controlar el Vibrio sin comprender que las toxinas son las que afectan a los camarones.
La cepa VP culpable (u otro vibrio portador del plásmido) no siempre puede encontrarse utilizando métodos tradicionales como la PCR, RT PCR, pruebas basadas en anticuerpos, aislamiento en medios, etc., porque se aísla en alguna parte del ecosistema que no está siendo muestreada o está presente en niveles bajos. Las biopelículas son importantes para la protección de muchos microorganismos y sirven como lugar de detección del caldo de cultivo. VP y muchos otros vibrios (y no vibrios) forman biopelículas. No existe una relación absoluta entre el número de bacterias presentes y la carga de toxinas. Puede haber una cepa que produzca grandes cantidades de toxinas, pero no se presente en cantidades muy elevadas. Para detectar la presencia de bacterias, es prudente enriquecer las muestras, lo cual implica colocarlas en caldo de cultivo durante 12 a 18 horas y, luego, verificar la existencia de VP. También se debe evitar el uso de cloro y la adición de lotes caseros de probióticos. En su lugar debe usarse PRO4000x, el primer producto bacteriano en tabletas para la cría de camarones.
En muchos criaderos, existe la clara posibilidad de que las toxinas estén presentes en niveles bajos, lo suficientemente altos como para causar patología, pero no tan altos como para causar mortalidad.
Actualmente, no se cuenta con herramientas comerciales disponibles para determinar la presencia de la toxina, aunque la tecnología existe, y se han desarrollado y evaluado tiras reactivas. Deshacerse de este vibrio no es fácil, el objetivo debe ser minimizarlo y proporcionar un entorno de producción donde le resulte más difícil prosperar. Evite el uso de cultivos al aire libre, ya sean algas, artemia o bacterias probióticas. Use probióticos ecológicos como PRO4000x y bacteriófagos específicos para VP (aunque es probable que no puedan diferenciar las cepas inofensivas de las que portan el plásmido con genes activos). La PCR, aunque es extremadamente sensible, tiene límites de detección. El aislamiento debe emplearse para validar que estos protocolos han sido eficaces en la eliminación de los vibrios responsables. Mantenerlo fuera de los tanques/estanques de incubación y de los viveros es esencial para evitar que la HP sufra daños leves, los cuales pueden aumentar su sensibilidad a diversos agentes patógenos.
Limitar el impacto del estrés es el mayor reto al que se enfrentan los criadores de camarones. Minimizar el estrés de los organismos es fundamental para garantizar que no aumente la susceptibilidad a las enfermedades, ya sea por patógenos obligados como los virus (por ejemplo, virus del síndrome de la mancha blanca, virus de la mionecrosis infecciosa y muchos otros) y los hongos, de los que el principal ejemplo es el Enterocytozoan hepatopenaei , el agente etiológico de la EHP, o cualquier otro patógeno.
Hasta que los acuicultores no comprendan que el estrés no es un componente aceptable en un modelo de producción sostenible y se aseguren de tomar todas las medidas necesarias para minimizar tanto la presencia como el impacto del estrés, las enfermedades seguirán siendo un reto. El AHPNS parece haberse moderado en el sentido de que no estamos viendo la gran mortalidad en las primeras repoblaciones característica de la enfermedad cuando se extendió por primera vez. La carga total de toxinas es menor, pero no ha desaparecido. Los organismos desarrollarán tolerancia e incluso resistencia a estas toxinas. A pesar de ello, si se lleva la productividad más allá de la capacidad de carga del entorno de producción, seguirán produciéndose problemas de salud animal.
Stephen Newman es doctor en Microbiología Marina con más de 30 años de experiencia. Es experto en calidad del agua, salud animal, bioseguridad y sostenibilidad con especial enfoque en camarón, salmónidos y otras especies. Actualmente es CEO de Aqua In Tech y consultor para Gerson Lehrman Group, Zintro y Coleman Research Group.
Contacto: sgnewm@aqua-in-tech.com www.aqua-in-tech.com www.bioremediationaquaculture.com www.sustainablegreenaquaculture.com
Por: Ing. Lilia Marín Martínez*, Ing. Norma Alejandra Gutiérrez Mendoza y QFB. Juan Pablo Zaragoza González
Hoy, las empresas dedicadas a la elaboración de alimentos balanceados y comercializadoras deben evaluar, seleccionar y certificar a los proveedores en función de su capacidad para suministrar productos de acuerdo con los requisitos del comprador o cliente.
Hoy, las empresas dedicadas a la elaboración de alimentos balanceados y comercializadoras deben evaluar, seleccionar y certificar a los proveedores en función de su capacidad para suministrar productos de acuerdo con los requisitos del comprador o cliente, cambiando la práctica de hacer negocios sobre la base del precio, sino minimizar el costo total con una tendencia a tener un proveedor con una relación a largo plazo de lealtad y confianza.
Al implementar una certificación de calidad en la evaluación de proveedores, los beneficios externos e internos se multiplican. Entre los beneficios desde el punto de vista externo a la empresa se pueden mencionar:
9 Mejora de la imagen de la empresa, proveniente de sumar al prestigio actual de la organización la consideración que proporciona demostrar que la satisfacción del cliente es su principal preocupación.
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9 Desde el punto de vista interno, surgen otros beneficios que posibilitan la existencia de los primeros y, además, permiten sustentarlos en el tiempo, favoreciendo el crecimiento y adecuado desarrollo de la organización. Entre los beneficios internos de mayor relevancia se tienen:
9 Aumento de la productividad, originada por mejoras en los procesos internos, que surgen cuando todos los componentes de una empresa no solo saben lo que deben hacer, sino que también se encuentran orientados a hacerlo en procura de un mayor aprovechamiento económico.
9 Mejora de la organización interna, lograda a través de una comunicación más fluida, con responsabilidades y objetivos establecidos.
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9 Orientación hacia la mejora continua, que permite identificar nuevas oportunidades para mejorar los objetivos ya alcanzados.
9 Mayor capacidad de respuesta y flexibilidad ante las oportunidades cambiantes del mercado.
9 Mejora en la motivación y el trabajo en equipo del personal, que resultan los factores determinan- tes para un eficiente esfuerzo colectivo de la empresa, destinado a alcanzar las metas y objetivos de la organización.
9 Mayor habilidad para generar valor añadido, tanto para la empresa como para sus proveedores y socios estratégicos.
La aplicación de los principios de un sistema de calidad no solo proporciona los beneficios directos ya citados, sino que también contribuye decididamente a mejorar la gestión de costos y riesgos, consideraciones estas que tienen gran importancia para la empresa misma, sus clientes, sus proveedores y otras partes interesadas. No olvides que la evaluación de proveedores es un paso fundamental a lo largo de todo el proceso.
Las referencias y fuentes consultadas por el autor en la elaboración de este artículo están disponibles bajo petición previa a nuestra redacción.
*Ingeniero Químico, egresada de la Universidad de Guadalajara, con especialidad en Nutrición, Producción de Alimentos para Mascotas y Acuicultura por la Universidad T&M.
Se ha desarrollado en Jefaturas y Gerencias de Calidad y Producción en Aceiteras y Empresas de Alimentos Balanceados. Consultora Internacional y Nacional para Empresas de Plantas de Rendimiento de subproductos de origen animal terrestre y marino y consultora en microscopía de alimentos, entre otros.
CEO de Proteínas Marinas y Agropecuarias S.A. de C.V. (PROTMAGRO), PROTMARIN S.A. de C.V. y de Marín Consultores Analíticos.
Por: Dr. David Celdrán* y Biol. Edna Riaño