Gaceta literaria
Núm. 177 Colima, Col., lunes 30 de noviembre de 2015 Tiempo de apropiarse del texto Así como la imagen no existe hasta que no es vista, un texto no es hasta no ser descubierto por alguien. La comunicación no es sólo un fenómeno entre sistemas vivos; se trata más bien de procesos de interacción superpuestos de manera infinita y en distintos niveles, algunos imperceptibles, de tal forma que se van estableciendo entre dos y más elementos, a la par que van rompiendo, lazos, vínculos, relaciones... La comunicación con el texto implica un proceso intrapersonal de apropiación de aquello que el escritor dejó allí, y que cada lector encuentra formando un testimonio. Te invitamos, estimado/a lector(a), a que establezcas comunicación verdadera con el texto, que te apropies de él, para que veas que en la lectura es donde comienzas a ser.
Ilustración: Allan Ochoa
Contenido
15 de Julio de 2015- Citlali Vergara
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Trascendencia- Sergio Antonio Uribe Mosqueda
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Infiel- Kaory Vega Cortés
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Dalí- Alejandro Cabrera
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Sí te quiero- Sarahí Balderrama Robles
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Los zopilotes no hablan- Brian Vadillo
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Una tarde de reflexión y flexiónJosé Mauricio Montaño Suárez
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Un encargo tormentoso- Anahí González Hernández
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Haikú
Diluido- Manuel Sebastián Alcaraz Cabrera
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Del visto y otros pormenoresMario Antonio Rodríguez Bautista
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La cruel Ifigenia de Alfonso Reyes (2ª parte)Jaime Velasco
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Reflexionar la historia y cuestionar la patria, en una obra teatral de César Anguiano- Víctor Gil Castañeda
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Cuando éramos, pensamosJosé Mauricio Montaño Suárez
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Sueño- Óscar Yael Parra Carranza
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Universidad de Colima Directora: Beatríz Paulina Rivera Cervantes Consejo Editorial: Ada Aurora Sánchez, Víctor Gil Castañeda, Gloria Vergara, Krishna Naranjo, Cecilia Caloca, Carmen Zamora, Nélida Sánchez, Gilberto Max Ceballos,Lucila Gutiérrez, Carlos Ramírez, José Manuel González Freire Coordinación: Abelina Landín Vargas Corrección: Omar David Ávalos Chávez Ilustraciones Allan Ochoa
Diseño: Celida Buenrostro Impreso en el periódico “El Comentario” José Ferruzca González Director eFacebookf Destellos Falcom eColaboracionesf destellosfalcom@hotmail.com abelandin@ucol.mx La opinión aquí expresada es responsabilidad de los/as autores/as
15 de julio de 2015
Infiel
Citlally Vergara*
Por siempre en el tiempo Kaory Vega Cortés* Simoneta teñía su cabello, al tiempo que enajenada, quedito, confesaba su amor al hombre que a distantes días habíase comportado ante ella como un patán, ingrato y despreciable ser. Hubo mirado al espejo de forma lúgubre y mundana. En arquetipo de madre María, tendido a sus brazos postrábase el deseo carcomido, aprisionado y no consumado de aquel varón en apariencia descuidado, de mirada taciturna; azulada como edén, como edén sometido por Satán. Sus pómulos rugosos guardaban aún el vetiver entreverado en nuez moscada, ámbar, sándalo y clavel; ya en declive pero asido en los dorados bellos de su candilada barba. Simoneta atisbaba la manteca clandestina en los labios de Pablo, trastornada repasaba las imágenes deshonestas, hirientes, de aquel nocturno despojo de trapos apresurados; asquerosos, abarrotados de traición, entretanto teñía su cabello con las vísceras escarlata que adornaban la figura tortuosa de aquel fresco cadáver. Hubo mirado al espejo de forma lúgubre y mundana. Impulsada por el desánimo del juramento, parloteó: “Amado mío, es imposible un para siempre habiéndonos separado la muerte. Haz trascendido cuanto mi mano trepidante ha hurgado tu torso con fino puñal despiadado, asimismo ha perecido mi alma más aprisa que la tuya, en el momento que ¡esposo mío! tocabas la piel de otra”.
Sentí cómo de repente se formó. Ahí, justo una cuarta más arriba del ombligo. Subió tibio. A su paso calentó mi pecho, la garganta, la cara. Explotó en mi lengua y no lo pude retener. “Plaaaaaahhhhhgg” vómito verbal. ¿Se sigue llamando así aun cuando lo que se diga sea honesto, puro y blando? Salió sin filtros, lubricado con un poco de alcohol, adrenalina y una noche sin luna. No lo esperaba, estoy segura. Con cada letra que vibraba en sus tímpanos podías notar cómo se iluminaba su rostro. Era como si alguien jugara en su cerebro con las terminales eléctricas e hicieran mover, uno por uno, sus ojos, las cejas, la boca, las orejas, el cuello, los hombros, el pecho, la cintura, la cadera, los brazos y piernas. De pronto lo vi, estalló igual que conmigo: una cuarta más arriba. Suave y brillante subió hasta su cara. Un paso, su sonrisa. Otro paso, mi sonrisa. Su mano en mi cintura, la mía en su pecho. Su mano en mi rostro, la mía en su hombro. Se acercó a mi oído. ¡Pum! Sincronizamos voltajes: teeaemeo. Como Benedetti: codo a codo… mucho más que dos. *Actriz de la compañía de teatro de la Universidad de Colima Egresada de la Licenciatura en Periodismo
* Alumna del 1º semestre de Letras Hispanoamericanas
Sí te quiero Sarahí Balderrama Robles* Y si algún día piensas en regresar… Tócame como tocas música, con pasión, con entrega, con amor... no delicadamente como una guitarra tócame aceleradamente, con ritmo, sin pensar, porque te sabes de memoria el camino, tócame como si lo dieras todo, como si fuera la última pieza musical que vas a tocar en tu vida. O no, hazlo atemporal sin ritmo, sin sentido, sin pasión, sin entrega, sin amor, sin un propósito, tócame sin querer, sin nada, como si no fuera que te gustara tanto, para sentir la diferencia entre lo que amas y lo que deseas. Tócame al tiempo que dura tu canción favorita y cuando termine solo vete, sin decir nada, pero tampoco para decir algo, vete pero intenta regresar algún día, o solo quédate con la sensación de tocarme la próxima vez que escuches esa canción. * Estudiante del Bachillerato 1. Universidad de Colima
Ilustración: Allan Ochoa
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Los zopilotes no hablaban Brian Vadillo* Un viejo hombre caminaba por un cerro árido, lleno de cultivos de magueyes. Algunos ya estaban tan grandes como una persona, otros apenas alcanzaban las rodillas. Caminaba sin saber por dónde iba y casi ciego por el brillo del sol reflejado en la tierra, solo estaba seguro que andaba por un cerro hacia su hogar, cuando de pronto, el suelo se acabó para él. Cayó por una colina, golpeándose contra las rocas hasta terminar en el fondo. La caída no era lo suficientemente grande como para acabar con su vida al instante, solamente se había golpeado y hecho varias heridas. Sintió un líquido que le escurría por la cabeza. Sabía que ya no había vuelta atrás, tenía que llegar de alguna manera al pueblo para tratarse las heridas. Intentó levantarse pero fue inútil, sus piernas le dolían, y una de ellas ya no le funcionaba. El sol, mientras, seguía subiendo por el cielo, brillando más intensamente, como queriendo cocinar a aquel hombre. De pronto, escuchó una voz que le llamaba. -Oye, ¿ya estás muerto? El hombre miró a todos lados pero no vio a nadie. Creyó que había caído preso en alguna alucinación, así que guardó silencio, esperando a que todo pasara. Pero la voz volvió a insistir. -¿Ya estás muerto? De nuevo trató de encontrar eso que le llamaba, pero no había ninguna persona, solamente un zopilote que lo miraba desde
Ilustraciones: Allan Ochoa
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una piedra. El hombre, confundido lo miró fijamente, esperando a que este volara, se moviera, o hiciera algo que le diera a entender que no era producto de su imaginación. Lo imposible se hizo posible, el zopilote le habló de nuevo. -¿Ahora sí estás muerto? -No. Estoy vivo todavía. -¿Seguro qué estás vivo? ¿Cómo lo sabes?-interrogó el carroñero. -Veo a las nubes andar con la brisa del viento. Siento la tierra que está tocando mi espalda, y aún respiro ese oxígeno que me brindan las plantas. Por eso sé que estoy vivo. -Puedes estar muerto y sentir eso. -No estoy seguro de poder. -¿Alguna vez has estado muerto? -Para nada, es absurda la idea de que entienda a la muerte estando vivo. -¿Cómo sabes qué estás vivo si ni siquiera sabes si estás muerto? -Si estuviera muerto creo que estaría en el purgatorio, en el infierno o donde sea que tenga que estar, y no aquí tirado sin poder moverme, hablando con un animal que no debería estar hablando. Tú hueles a los muertos ¿no? ¿Por qué no me dices tú si yo estoy muerto? El zopilote guardó silencio, como se supone debía ser. Se rascó un ala con el pico y siguió mirando al hombre, quien intentaba ponerse de pie en vano. -¿Por qué no te recuestas a descansar?
-Si lo hago no podré pedir ayuda, y no podré regresar a mi casa. -¿Tienes familia? -Eso no te importa. Comienzo a creer que haces tiempo para que yo muera. -¿Por qué habría de hacer tiempo si es más fácil ir a comerte de una vez? El hombre comenzó a sentirse más cansado y con mucho sueño. Ya casi no veía bien, pues su vista se oscurecía. -¿Eres un demonio, zopilote? -Soy solo un zopilote, nada más. -No te creo. De chiquillo mi abuela me contaba que la muerte y los demonios se transformaban en animales para aparecer frente a los hombres mortales. -Tu abuela, entonces, era muy sabia. -Buscas ganarte mi confianza, yo lo sé, para que cuando cierre los ojos puedas disfrutar de un banquete, o tal vez tú eres la muerte que viene por mí. -¿Ya estás muerto?- preguntó de nuevo el zopilote, pero no hubo respuesta, ahora había silencio mientras el hombre estaba tirado en el fondo del barranco sin poder moverse. Ya no percibía el dolor. Ya no percibía nada. Veía como las nubes se hacían cada vez más grandes, como si ellas descendieran hacia él, entonces, se dio cuenta de que la muerte le murmuraba, y que los zopilotes no hablaban. * Alumno de 1º semestre de Letras Hispanoamericanas
Ilustración: Allan Ochoa
Un encargo tormentoso Anahí González Hernández*
¿Me prometes que me avisarás cuando la muerte venga por mí?, no soportaría morir en la soledad. Con sus ojos de perro lo miraba como si de verdad hubiera comprendido lo que su amo le decía. Hace cinco años que ese perro, cruza de Chihuahua y labrador –vaya qué cruza–lo acompañaba en su vida. Ya le tenía mucho cariño al perro como el cariño que le tenía a su madre. Sus días comenzaban a las siete de la mañana y terminaban casi 12 horas después; llegaba del trabajo y dejaba caer su cuerpo como una lápida encima del mismo sillón; como el color mármol de la lápida. Fidel poseía un extraño tono en su piel, no siempre lo tuvo, pero desde hacía ya algunos años la enfermedad se lo fue acabando poco a poco. Su madre era una mujer ya mayor; casi no escuchaba bien, Fidel tenía que gritarle aun estando cerca el uno del otro; podía quedarse todo el día en su mecedora vieja de fierro que ni Fidel ni nadie comprendían por qué no le dolían ni las nalgas ni la espalda de estar todo el tiempo ahí. Fidel temía terminar como su madre, porque en cierta manera la sabía sola y abandonada, hundida en sus recuerdos de mujer joven, con la mirada fija hacia la nada como atenta a una película de amor. ¿Me prometes mi pequeño Minuto que me avisarás cuando muera? Sabes que disfruto la soledad en momentos, pero cuando me llegue la hora de partir, en verdad quisiera verte a mi lado, mirándome con esos ojos que tienes, como de gente, y sentirme acompañado por ti. Minuto tenía ya seis años, color café oscuro y tamaño prudente entre un Chihuahua y un labrador, cosa que llamaba mucho la atención por ser como es. Ya era viejo, o al menos eso creía Fidel, quien también se sentía viejo a sus 40, cansado de los estragos de esa palidez lapidaria. Fidel, necesito que vengas a casa de papá, hay algunas cosas pendientes entre nosotros y tú estás en el testamento, ya ven, estamos desesperados porque si no aceptas tu parte, los demás no dispondremos de la nuestra, fue una clara petición de papá. Así decía la nota que Fidel encontró una mañana en un sobre manila debajo de su puerta. Se rehusaba una y otra vez a presentarse ante esa farsa, ir y ver ahí a los carroñeros de sus hermanos, ellos jamás cuidaron de su padre y ahora habían tomado posesión de lo poco que quedó intestado. Esto me tiene cansado… arrastro una capa larga, como si fuera un vestido de novia larguísimo, y la arrastro pesadamente. Me mata. Me asfixia. Papá sabía que nadie más que yo lo cuidaba, después de su ceguera y los años, conocía mis manos cuando le limpiaba la saliva seca de la boca cada mañana; cuando limpiaba sus lagañas de sus ojos tapados por sus párpados caídos.
Papá sabía que era yo y nadie más, porque nadie tenía tiempo para cuidar de un anciano como él. Y eso me ha matado siempre, porque él murió una fría mañana mientras yo dormía… No quiero morir solo, Minuto. Mientras rodaban las lágrimas por sus mejillas, recordó que su madre no había comido nada aún ese día, se dirigió a la cocina y le llevó un caldo calientito, sabía que a ella le encantaba comerse primero la carne y luego el caldo, pero ya no había carne que su carne de las encías sintiera. Vamos mamá, come un poco porque hoy no haz comido nada y no quiero que te enfermes. Ella lo miraba y sorbía de a poco aquel caldo calientito, le tomó de la mano mientras él le daba de comer y lo miró fijamente: hijo, dónde está tu padre, ya quiero que vuelva. Casi en secreto se lo preguntó, Fidel no hizo más que sonreír y recogerle su cabello blanquecino de la frente. Mira mamá, papá ahora no podrá venir, pero pronto tú estarás con él. Ella asintió contenta y terminó su caldo. Fidel la cargó hasta la cama, como todas las tardes, y cerró la puerta del cuarto para llorar sin que ella lo viera. No puede ser que uno esté vivo y se le olvide lo que vivió, mamá ya no recuerda lo que ha llorado por la muerte de papá, cree que sigue vivo y eso la hace sentirse acompañada. Al menos no se sentirá sola cuando muera, es justo lo que quiero sentir yo Minuto, que estoy acompañado. Minuto lamió los pies de su amo y sin esperar Fidel una señal, el perro se puso a llorar como los perros que ven algo que los ojos humanos no pueden ver. Fidel tuvo una extraña sensación, tal vez de tristeza o de lástima por su perro, y lloraron juntos hasta que uno de los dos cayó rendido por el sueño. Minuto, echado a los pies de su amo, levantó atento las orejas, un intruso entró en la casa; sigiloso recobró la postura defensiva y comenzó a ladrar hacia la puerta de la recámara de Fidel, pero Fidel no se movió ante el ruido de los ladridos. Minuto aulló de dolor al comprobar que la muerte ya iba de salida con su amo de la mano, y lloró de dolor de animal toda la noche. Fidel yacía ya en su sillón de siempre más pálido que la lápida con su nombre en el panteón, la enfermedad lo consumió durante la noche sin dejarle un movimiento de auxilio, después de tanto tiempo concedido a su cuerpo sin permiso. Minuto se quedó triste y solitario, la mayoría del tiempo en el cuarto de su amo Fidel, con los ojos abiertos y alerta por si su amo regresaba, así se quedaría siempre, sin dormir, porque no quería volver a fallar un encargo tormentoso. * Egresada de la Licenciatura en Letras Hispanoamericanas
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Diluido Manuel Sebastián Alcaraz Cabrera* Ojalá fuera capaz de disolver la cápsula en la que me han atrapado, pero creo que me encontré con la definición de imposibilidad. Soy un buscador, me han enviado a este mundo por una razón: exigir a los antiguos una sola respuesta. No soy el único. Pero anhelo ser el primero en regresar. Viajé recorriendo universos, ejecutando cada uno de los secretos compartidos, algunos de mis anteriores lograron comunicar información a nuestros padres, así, los sabios conocieron la esperanza y la infinita y última tropa de buscadores estaba lista para soñar. Allá no naces, ni mueres, aunque tampoco es posible estar en paz, se vive con la sensación de un hueco y vacío, jamás completos, pero siempre en comunión con la verdad. La duda brinda sentido a mi existencia, y motiva a la misión. Todo lo conocido queda atrás, diluido en la incógnita, varado en la inmensidad. Dimensión tras dimensión, deseando sea la correcta, la de antigüedad. Y no dejo de escuchar ese constante sonido, que me hizo vibrar, y recordar un sinónimo de insignificante, embarrado en los líquidos de mi prisión. Dicen que ellos se creen protagonistas del todo, ¿cómo podría existir una revelación sin igual, viniendo de seres impregnados de ignorancia? Nosotros hemos ocupado todo nuestro tiempo en encontrarlos, y estamos tan cerca, estaba tan cerca del final. Aún persiste el azul del reflejo entre mis pensamiento, color tan singular para mis receptores, que ahora siento podría llamarlos ojos, como ellos. En ese momento me vi en la gloria, la enorme esfera inundó el futuro, el planeta más deseado por fin a mis alcances. Avancé deprisa, agotando tal vez los restos de energía que me habían proporcionado, dejando la suficiente reserva para llevar a cabo una transfiguración física ante el primer antiguo que se me cruzara, tomaría la forma de un infante, esos que son de menor tamaño pero de mayor confianza, alguna vez llegué a escuchar que pocos de esos pequeños sabían de nosotros, tenían 6
conocimiento del todo y su inmensidad. Entonces, podría pronunciar la cuestión, y darle a mi pueblo la tranquilidad. En el límite, había desperdiciado energía en fantasear con mis planes. Me estaba acercando, podía distinguir distintos tonos de azul, de verde, hasta algunas áreas marrón, y de nuevo pensé. Apareció de manera tan abrupta, no tenía conocimiento de aquello, era abominablemente irresistible, me atraía como metal hacia un imán, la fuerza que emanaba del borde era arrolladora. No podía, no debía dejarme vencer. En ocasiones no sólo es el latido, también lo acompañan voces, creo que el espacio se reduce lentamente y mis recuerdos se convierten en una maraña de ramas secas y quebradizas. A pesar de mi evidente fracaso, puedo palpar el equilibrio en este lugar. La división entre su mundo y el nuestro fue demasiado para mis partículas, me desvanecí en el acto y en el instante había desaparecido para convertirme en parte de un nada, y así extinguir mi labor como buscador. Me fundí entonces en algún punto de esa esfera llamada Tierra, que se negó a recibirme. Cobré consciencia en este sitio donde el todo es limitado, es cálido y presenta poca dureza, como una cápsula, se me ocurrió entonces poder disolverla, pero ni si quiera conocía su total extensión, quizá no era el único, y el lugar era una especie de fosa común, podría encontrarme con los buscadores anteriores, podría conocer la verdad, pero el poder se volvió lejano, y al igual que mi cárcel, me limité. He pensado mucho en la respuesta que nunca encontré, ahora tengo la certeza de que la cápsula me quiere desaparecer, se reduce con cada momento que veo transcurrir, ya no queda espacio para memorias en mí, sólo repito la misma pregunta. ¿Qué era lo que debía preguntar? Mis pensamientos se dirigían a un nuevo lugar, pero también conocía su nombre: cerebro. Me volví dueño de mi cuerpo físico, cada célula respondía al llamado de mi centro, y me sentí humano, por primera
vez. La cápsula comenzó su proceso de digestión, empujaba y tiraba de mí en todas direcciones, la frecuencia de mi ruido acompañante incrementó de manera exponencial, me retorcí y sentí que ya no era tanto el líquido que me rodeaba. La presión se hizo insoportable, quería estallar y convertirme al polvo, esparcirme en lo ancho de las estrellas, volver a casa y olvidar por completo mi aceptada realidad. Entonces me expulsó hacia la nada, pero esta vez era distinto, era real. Su voz me hablaba, era a mí aunque no me conocía, podía percibir demasiada felicidad, abrí mis ojos, los tenía, y entonces la vi, recordé cada pensamiento, sentí cada átomo y cada reacción ocurrir en el universo, y en los demás, y vi a mi pueblo, lo había logrado, estaba completo, la duda había sido resuelta… Y sentí su calor, quería recostarme contra ella, era hermosa, estaba enamorado de su voz, de su latido, de su amor, hice una mueca con mi boca, ella también, un hombre se acercó y me besó tiernamente, ambos me llamaron por mi nuevo nombre a la vez, entonces cobró sentido, todo lo conocido se volvió desconocido y en mi mente no había rastro de ningún buscador, olvidé la pregunta y también la respuesta, cuando mi sangre y cada molécula escuchó: Hijo. * Estudiante de la Licenciatura Ciencia Ambiental y Gestión de Riesgos
Ilustración: Allan Ochoa
Del “visto” y otros pormenores Mario Antonio Rodríguez Bautista* Me ha llamado la atención cómo en los últimos años se ha popularizado el uso de una expresión bastante... peculiar. Todo comenzó sólo aplicándose al ámbito de las redes sociales y la mensajería instantánea, pero ahora también está presente en las conversaciones reales y la convivencia en persona; ahora ya no se ignora a alguien, se le deja “en visto”. Servicios de mensajería instantánea como Facebook Messenger o Whatsapp muestran un signo (“palomita” o check en inglés) para confirmar al emisor que el receptor ya leyó el mensaje; esto no debería ser problema alguno puesto que quien envía un mensaje tendría la certeza de que no hay fallas en la red y su destinatario recibió el comunicado. Hasta ahí vamos bien; el “problema” comienza cuando el receptor ya no responde. En Facebook aparece una leyenda junto al check que dice “visto” junto a la hora en la que el mensaje fue leído; de este modo quien envía sabe que ya lo leyeron, o como se interpreta muchas veces, ya lo ignoraron. Por alguna razón (seguramente atenuación discursiva) en lugar de utilizarse el término “ignorar” se comenzó a referir a este acto como ver para convertirse en dejar “en visto”. Lo ilustro con el siguiente ejemplo: Acción: ver el mensaje [receptor] > [Emisor] Recibe confirmación de lectura. Enunciado [emisor]: - Me ignoró. Lo vio. > Me vio. > Me dejó visto. > Me dejó en visto.
Perder la dignidad nivel: Volverle a escribir “hola” a esa persona que en algún momento te dejo en visto. Fuente: Twitter Esto lo podríamos representar en una cadena más o menos similar a la siguiente: >sujeto A [mensaje, emisor] > sujeto B [receptor, lee mensaje; no hay respuesta (+orgullo, control de la conversación)] > sujeto A [no encuentra respuesta (- dignidad)] > sujeto B [envía mensaje, se convierte en emisor] > sujeto A [receptor, lee mensaje: no hay respuesta] > sujeto B [no encuentra respuesta (- dignidad)] sujeto A (+ dignidad, equilibrio conversacional) > Fin de la interacción “Dejar en visto” ha pasado a formar parte de la conversación cotidiana no sólo dentro del ámbito electrónico sino también en el de relaciones interpersonales, convirtiéndose en sinónimo de ignorar; además, podemos notar cómo se relaciona a esto ciertos aspectos conductuales. ¿Has dejado en visto? ¿Te han dejado en visto? Este texto es un primer (y tal vez tímido) acercamiento a un creciente e interesante fenómeno lingüístico que no podemos dejar en visto. * Estudiante de 7o semestre de la Licenciatura en Lingüística
Entonces, la acción de ignorar vía mensajería instantánea comenzó a ser denominada de tal manera, siendo la forma conjugada el verbo dejar, conservándose la estructura de -en visto. De esta manera, podríamos conjugar dejar en visto: dejo en visto, dejas en visto, dejamos en visto, dejad en visto, dejáramos en visto, etc. Lo curioso comienza cuando este fenómeno se extiende más allá del ámbito de la mensajería instantánea para comenzar a aplicar también en las relaciones interpersonales, sobre todo entre los más jóvenes. A pesar de que esta forma se usa mayormente en redes sociales, podemos encontrar que algunos dejan en visto en la vida real, es decir, ignoran, ya que bajo la acepción y entendimiento del segundo se utiliza el primero. Gafas obscuras y audífonos... ...mi manera de dejar en visto en la vida real. Fuente: Twitter Ahora, sumándole más cosas al ya de por sí curioso caso, se relaciona a dejar en visto cuestiones de orgullo y dignidad, donde quien es dejado en visto “pierde (poco a poco) su dignidad”, más si éste escribe insistentemente y sigue “siendo víctima” de lo mismo, sin embargo, podría recuperarse cuando el ignorador le escriba y la víctima se convierta en victimario, es decir, ahora sea él quien deje en visto. Me urge dejar en visto a alguien para equilibrar mi dignidad. Fuente: Twitter
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La cruel Ifigenia de Alfonso Reyes (2ª parte) Jaime Velasco* Ifigenia cruel: expiación de una huída A diferencia de Eurípides, Reyes presenta a una Ifigenia olvidada de su pasado. Una Ifigenia que reclama ante el coro, el verse privada de un nombre que le asigne una razón de ser. Es que reclamo mi embriaguez, mi patrimonio de alegría y dolor mortales. ¡Me son tan extrañas tantas fiestas humanas que recorréis vosotras con el mirar del alma! (91) Reyes se centra en esta ambigüedad y desarrolla su tragedia. No acepta la redención de la raza en manos de Orestes. Le parece que Ifigenia merece semejante honor. Ifigenia cruel representa un esfuerzo intelectual que de un modo inferencial resulta ser una expiación del propio poeta ante el conflicto que le significó la muerte de su padre. La Ifigenia, además, encubre una experiencia propia. Usando el escaso don que nos fue concedido, en el compás de nuestras fuerzas, intentamos emanciparnos de la angustia que tal experiencia nos dejó proyectándola sobre el cielo artístico, descargándola en un coloquio de sombras (131). Reyes acomete la empresa de otorgar a Ifigenia la redención de la humanidad. Ifigenia, como dijera Xirau (1972), “es la presencia de una lucha” (12). Las contradicciones se darán solamente en ella, las cuales le dan cierto carácter de complejidad que pudiera interpretarse como trágico, sin realmente serlo. Calla, porque me aniquila el peso del nombre que espero Oh vencedor extraño, calla, porque, al fin, no quiero Saber —oh cobarde seno— quien soy yo. (106) Ifigenia desea recuperar la memoria perdida y se da un reconocimiento doble: al tiempo que reconoce a su hermano Orestes, se reconoce a sí misma. Notable aportación del autor mexicano. —Pero ¿qué hago, Diosa? ¿Salgo de tu misterio? Amigas, huyo: ¡esto es el recuerdo! Huyo, porque me siento cogida por cien crímenes al suelo. Huyo de mi recuerdo y de mi historia, como yegua que intenta salirse de su sombra. (116) Al reconocerse (anagnórisis) y percatarse “de que pertenece a una raza ensangrentada y perseguida por la maldición de los dioses, entonces siente asco de sí misma” (Reyes, 81). El poeta mexicano ve aquí la posibilidad de cortar con la maldición. ¿Volver a la vendetta de Micenas o quedarse entre bárbaros sacrificando extranjeros? He ahí el dilema. Ifigenia opta por la última alternativa: “por abominable y dura que parezca, único medio cierto y práctico 8
de eludir y romper las cadenas que sujetan a la fatalidad de su raza” (81). En términos dramáticos y desde la perspectiva de la ética, que ya hemos revisado, ¿qué logra Ifigenia cruel? Alfonso Reyes expía una deuda con el pasado histórico de su propia familia creando Ifigenia cruel. Concibe su obra como tragedia de sublimación, puesto que Ifigenia funge como redentora de la humanidad. Ella, en un acto de liberación, dará fin a la fatalidad de su familia, rechazando su retorno al hogar. Ramón Xirau (1972) coincide con Reyes y nos refiere de la trayectoria de la protagonista: “del olvido de los orígenes a la memoria, de la memoria a la decisión voluntaria y lúcida; de la decisión y la lucidez a la libertad” (Xirau, 14). Una libertad que le cuesta la posibilidad de fecundar. Al suponer Ifigenia que sus hijos serán también sujetos pervertidos por los dioses se niega a la reincorporación con los suyos. En este sentido, podemos hablar de Ifigenia cruel como tragedia de destrucción. Ifigenia es sacerdotisa predilecta de Artemisa, diosa virgen y protectora de la fecundidad humana, y al mismo tiempo, de los sacrificios humanos. Distintamente de Eurípides, que se mantiene fiel a la leyenda, Reyes suprime en su heroína el poder de fecundación, en aras de la libertad. Creemos que Reyes no logra elevar a la protagonista a la altura de una trágica. Ello se debe a cierta reticencia del autor por enmarcar el contexto histórico. Ahora bien, Ifigenia cruel tiene rasgos trágicos. Sin embargo, al acercarse microscópicamente a ella, se olvida el autor de fortalecer el orden cósmico, “aquellos valores que justifican y fundamentan el sistema filosófico y sociopolítico vigente durante la creación del drama” (Alatorre, 38). El pensador mexicano nos habla de una conducta privada de nexos comunitarios y, por ende, se mueve en la faceta de la moralidad. Su cruel Ifigenia se comporta más como víctima que como heroína trágica. Diremos, para concluir, que Ifigenia es cruel de dos maneras. La primera: es cruel con los demás al obedecer a sus enemigos y violar un pacto sagrado con su pueblo. Los extranjeros para los griegos son mensajeros de los dioses o, en el peor de los casos, son los mismos dioses disfrazados. El sentido de hospitalidad hacia ellos surge de tal consideración. No así la Ifigenia de Reyes. La segunda: es cruel consigo misma. Es víctima de una voz que no es la suya. Su decisión aparece en su aspecto moral. Las razones que la mueven son estrictamente personales y secretas. No existe el sustento de la aspiración colectiva, sino exclusivamente la gallardía de la actitud. Ifigenia rompe el mito huyendo de su gente al escapar hacia el templo de la diosa. Llévate entre las manos, cogidas con tu ingenio, estas dos conchas huecas de palabras: ¡No quiero! (124) Las repercusiones de su fuga solamente le competen a su familia. No basta un “no quiero” para romper con la fatalidad.
Ifigenia decíamos, obedece la voz de una conciencia exterior que supone suya. Ifigenia cruel constituye pues, un acto heroico en este sentido: es el triunfo del poeta Reyes, de su voz que quiere expiar una deuda con el funesto desenlace de su familia. Loable esfuerzo que se queda a la mitad del camino en la persecución del acto redentor de su Ifigenia Cruel. Bibliografía citada: Alatorre, C.C. (1999) Análisis del drama. Tercera edición. México: Escenología, A.C. Bentley, E. (1985) La vida del drama. México: Paidos Studio. Carballo, E. (1986) Protagonistas de la literatura mexicana. México: Ediciones del Ermitaño/ SEP. Heller, A. (1998) Aristóteles y el mundo antiguo. Barcelona: Ediciones Península. Jaeger, W. (1995) Paideia: los ideales de la cultura griega. México: FCE. Reyes, A. (2011) Antología: prosa, teatro, poesía. México: FCE. Xirau, R. (1972) “Cinco vías a Ifigenia cruel”. En Poesía iberoamericana Contemporánea. México: SEP/ SETENTAS. * Estudiante de Maestría en Estudios Literarios Mexicanos
Ilustración: Allan Ochoa
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Ilustración: Allan Ochoa
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Ilustraci贸n: Allan Ochoa
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Reflexionar la historia y cuestionar la patria, en una obra teatral de César Anguiano * Dirigida por Jaime Velasco Chávez *En memoria del maestro Miguel Ángel Cuervo Víctor Gil Castañeda* Un escritor colimense se imagina siete siglos de historia. Ve cómo evolucionó su patria en ese tiempo. Descubre vicios, sistemas de corrupción, persecución ideológica, carencias monetarias, malas administraciones, saqueos insaciables, educación rudimentaria, falsos héroes y un desmedido poder que no sabe ordenarse a sí mismo, ni servir a los demás. Su reflexión se convierte en crítica y juicio sumario, pero reconoce, en el fondo de su amarga experiencia, que hay varios sitios por los que daría la vida. Este podría ser el tema central que nutre la obra teatral: “Delirium Bicentenarium Tremens”, del escritor César Anguiano Silva. Un montaje dirigido por Jaime Velasco Chávez, que tuve oportunidad de apreciar hace algunos meses en el teatro de Casa de la Cultura. Dicho evento fue patrocinado por la Secretaría de Cultura del gobierno del estado de Colima, el CONACULTA y el gobierno federal. La escenificación, de acuerdo al programa de mano, estuvo dedicada en memoria del maestro Miguel Ángel Cuervo Romero, ya fallecido, quien se desempeñó brillantemente como profesor del Centro de Educación Artística “Juan Rulfo”. La obra tuvo el mismo estilo de Cuervo; la ironía, el sarcasmo, la burla inteligente, la provocación estética, la crítica política y la información. La representación recurrió a tres sistemas de actuación paralelos. Por un lado, la función de los declamadores que nos hicieron llegar versos de excelente factura, seleccionados con el mismo fin reflexivo, a partir de varios poetas que han sido críticos de su país y su historia. En segundo lugar estuvieron los poemas y los textos dichos en “off”, a través de micrófonos, a un lado del escenario, tras bambalinas o desde la cabina técnica. En tercer lugar se encuentran las actuaciones de los diversos personajes, que por el tinte del argumento, todos tienen una genealogía de corte histórico. Fue como acudir al mundo del revés, o el espejo invertido, porque en mis años de educación primaria la historia patria me llegó con los Libros de Texto Gratuito. Como era un niño, todo me creía y hasta recitaba en algunas fiestas cívicas fragmentos de sus páginas:
“Banderita, banderita, banderita tricolor…” O aquel otro: “Bandera, bandera de México, símbolo de nuestros héroes…”. Pero esta patria que nos ofrece “Delirium Bicentenarium Tremens” es diferente, opuesta y contraria a lo que bebimos en la dulce infancia. Ésta es una patria desmadejada, corroída por las arbitrariedades del poder político, religioso, militar y financiero. Es una patria manirrota y sujeta a los vaivenes de los caprichos pseudo democráticos con que se navega en el tercer milenio. Los tres sistemas de actuación paralelos, señalados anteriormente, nos ofrecieron una historia dolorosa. Dos personajes, un Borracho y una Pordiosera, perdidos en su alcoholismo y su pobreza, desmenuzan los acontecimientos desde el inicio. Nos van dando pie para hilar las anécdotas y en un momento determinado hacen mutis, para dejar que los otros seres de la historia nos cuenten su pesar y sus desgracias. Por eso vimos aparecer una Malinche ultrajada y vencida, ataviada con escasas prendas y amarrada a una soga que mutila su libertad femenina. Su quietud y su silencio parecían la tétrica gestualidad de un esperpento clavado en la conciencia y la psicología del mexicano. La Sor Juana Inés de la Cruz que cruzó el escenario, llevaba la misma carga represiva y así, hostigada por una doble moralidad eclesiástica, debía refugiarse en una institución que no satisfacía sus anhelos intelectuales o artísticos. Fray Servando Teresa de Mier, otro religioso perseguido por la inquisición y las envidias, debe sucumbir al odio de su propia cofradía, para que no subvierta el orden de las imágenes o los iconos, que tanto pesan en el alma de nuestro pueblo. José María Morelos sufre la afrenta y la insidia, porque su liderazgo es temido. Benito Juárez corre igual suerte. Es defenestrado porque se atrevió a separar el reino de Dios y del César… ¡pero fuera de España! y los poderosos conservadores de su tiempo, que son todavía nuestro siglo, no le perdonaron esta acción valiente y decidida. Emiliano Zapata es otro personaje humillado por el ostracismo y el agravio,
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pues exiliado de su propia tierra, fue a parar en una traicionera (Continúa en página 12) emboscada. Él, que tan sólo pedía tierra y libertad para los campesinos, recibió únicamente paletadas de tierra en su tumba. Por eso, en la desesperación final de la obra, cae hincado, abatido y apesadumbrado en la desdicha. El Indio Vicente Alonso, recolector de esperanza entre los pobres, se vio obligado a matar, para defender su derecho al trabajo y la subsistencia decorosa. A partir de allí su destino fue huir y escapar, pillando recursos que luego repartía entre los pobres. No como los políticos actuales que nos dejan siempre pobres, porque son ellos quienes se pillan los recursos; internacionales, federales, estatales y municipales. Por eso había que matarlo, sin importar que fuera una mano femenina la clave, porque su ejemplo era inaudito: ¿cómo que robar para darlo todo a los pobres? ¿Y los malos políticos con qué se quedarían? Me parece que “Delirium Bicentenarium Tremens” tiene a su favor la decidida promoción y divulgación que se le hizo a través de una institución gubernamental. Esto habla de nuevos aires en la tolerancia y la recepción estética, porque hubo años en que este tipo de espectáculos eran boicoteados y prohibidos en el país. Recordamos el filme: “La sombra del caudillo” (basada en la novela de Martín Luis Guzmán), que fue considerada en casi cuatro décadas como la película maldita del cine mexicano y nunca se exhibió en ese tiempo. O la obra teatral: “El gesticulador” (de Rodolfo Usigli), que fue retirada en su segunda función del palacio de las Bellas Artes. O la censura inquisitorial que lanzó un Secretario del Trabajo contra la novela: “Aura”, de Carlos Fuentes. Esperemos que este apoyo continúe, porque como dijo su director en esa función: “sería prudente llevarla a todos los municipios y que haga una gira a nivel nacional”. Además, porque en Colima casi no se escribe teatro. Son más los creadores de poesía, cuento, novela y ensayo, que los autores de textos dramáticos. Entre los dramaturgos vivos, actualmente recuerdo a Magda Escareño, Rubén Martínez González, Carmen Solorio, Héctor Castañeda, Luis Valenzuela y los seis incluidos en el libro: “Taller Colima”, que coordinó Emilio Carballido. También será necesario que les brinden mayores recursos para ampliar la escenografía y los instrumentos de tramoya, porque es muy incierto y frío, mantener la atención del público, solamente con la visión
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horizontal del inmenso ciclorama que está al fondo; ya en azul, ya con humo, con antorchas o con sombras. Esto permitiría enriquecer la infraestructura arquitectónica donde se juzga a Morelos y a Zapata, pues habría una mayor identificación de los espacios. Aunque el director tiene sus propios mecanismos de ubicación técnica, ya que como lo dice en el programa de mano: “La obra no aborda un personaje específico o tiempo histórico preciso. Los personajes convocados coexisten en la temporalidad de la ficción”. Y como el dramaturgo no es el director, éste debe acomodar todo en un jarrito, como dice el refrán, para darle sentido y pertinencia a la escenificación. Los créditos de la obra: “Delirium Bicentenarium Tremens” (César Anguiano, autor). Dirección de Jaime Velasco Chávez. Actuaciones; Paco Toledo, Vianey Torres, Indira Isel Torres, Francisco Salinas, Susana Di Pierro, Roberto López Lara, Noé Guerra Pimentel, Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez. Maquillaje de José Coyazo. Diseño y construcción de escenografía; Antonio Carranza, Sergio Figueroa, Chava Saucedo y Alma Gómez. Utilería, diseño y realización de vestuario; Alfredo Medina, Bertha Chávez y Denia Santana. Musicalización y efectos de sonido; Arturo Hernández. Iluminación; Inocencio Negrete y Luis Enrique Jiménez. Agradecimientos; Rubén Pérez Anguiano, Rodrigo Ramírez, Tonatiuh Morales, Jonathan Aparicio, Rafael Araiza, Lucy de la Peña, Imelda Scott y Alberto Llanes Castillo. * Profesor investigador en la Facultad de Letras y Comunicación
Ilustración: Allan Ochoa
Ilustración: Allan Ochoa
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Cuando éramos, pensamos
Sueño
José Mauricio Montaño Suárez*
Óscar Yael Parra Carranza*
Se nos oscurece el cielo. Resuellos por la simple carne sin objeto mas que la muerte en el aire plomizo. Bruma caliente encarada por tierra. Hombre por hombre, muere. Un ser sin distinción de tierra, un prisionero de una bandera surcada en el mundo. El arma no mata, ni la bala, ni el soldado. El dedo de quién. La farándula es la guerra en las redes en conmoción de nada, cantidades reunidas de nadie. El púbico escollo de las opiniones, todo es por quién sabe. Banderas, países, bandos, etc. Se ponen de acuerdo nada más para matarse. El hijo único de la guerra es la mortandad. Todos perdemos. El hombre involuciona.
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I Tus manos son caridad de tarde, irritación del sol naciente, frivolidad confusa. Yo convierto a tu flama, enigma de mi espejo, en cantos rotulantes, anuncios de grandeza, estridentismo y algarabía que llena tu alma. II Pasillos. Pasillos de vida, sordera en las paredes. Un adiós seguro cuando parta de ti. Sé que habrá una herida que cortará el viento. Sangre de tu sangre, vida y muerte. Anuncios y esquelas dirán mi huida. No soy cobarde, mi dignidad me requiera fuera de tiempo.
*Alumno de 1º semestre de Letras Hispanoamericanas
Trascendencia Sergio Antonio Uribe Mosqueda* Yo nací entre luces, brasas y mantos fríos. Yo crecí con dolor, sombra y muecas falsas. Yo morí en las aguas, las raíces y las nubes. Yo fui lo que ya no soy y seré lo que alguna vez fui. Yo me iré no sin antes quedarme, acariciado, amado y destruido. ¡Yo! ¡Qué el tiempo me haga a su manera! Yo gritaré por más intenso que sea el silencio y romperé multitudes. Yo, yo y nadie más. Porque yo soy todos, hermanos y ancestros. Porque la unidad nos hizo uno y ese uno soy yo. * Alumno de 1° semestre de Letras Hispanoamericanas
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III Tus manos son... O eran, no lo sé, recuerdos poéticos que olían a la palabra, pero ahora, puesto en ésta piedra reconozco el frío de tus sueños. Voy volando por el hielo, por los glaciares de esperanzas rotas, rotando cada vez más en los laberintos de la cobardía con una salida de mis delirios. Objeto de posesión con galaxias sin terminar, ahora, despierto de este sueño con un encanto optimista, de saber que tus manos y ojos están acariciándome y no volarán este día a otra cama, a otro sueño quizá o a otra galaxia que ocupan iluminar. * Alumno de 7° semestre de Letras Hispanoamericanas
Una tarde de reflexión y flexión José Mauricio Montaño Suárez* Figuraremos nuestros particulares cuerpos en todas las estaciones y vagones del metro. En las tardes horas de la comida pensarás orgullosamente en tu conocimiento, sonreirás. Aquí hay gente asediada en los rincones de la cuidad en un aire denso de desinterés por las cosas. La maligna parcialidad de la educación. Nosotros objetaremos las cosas que nos hagan ceder al hambre. Arrinconaremos nuestros cuerpos a la ansiedad excitada del gozo: he de hacerme agua para escurrir en tu centro suave de dulzor. Aquellos romperán en desesperanza; la lúgubre situación les asfixia. Nosotros aceleramos el ritmo; la oportunidad nos florece y no nos importa lo demás. Acabo sintiéndome feliz contigo en la habitación, entristezco cuando salgo a la calle. Ilustración: Allan Ochoa
DALÍ Alejandro Cabrera* Eres mi droga, la más fuerte de todas, habidas y por haber en mi vida, soy un toxicómano consciente, y sé que te quiero y sé que eres para mí; mínimo por ahora, tal vez sólo en esta vida, -aunque ya en otras fuiste mío, yo tuyo y siempre nosotros, unidos-. Algún día llegará la rehabilitación, tocando mi puerta, golpeándola fuerte; bajo camisa de fuerza me querrán obligar a dejarte, pero ¿sabes una cosa?, prefiero morir enfermo, intoxicado, lleno de ti; queriéndote y deseándote hasta el último segundo, antes de morir. *Alumno de 1° semestre de Lingüística
Te conservo en estado gozoso mientras afuera quedaremos sólo ruinas de personas inasequibles al conocimiento y, por lo tanto, también insolubles de capacidad para la vida misma. No se puede ser tan indiferente a las personas.
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*Alumno de 1° semestre de Letras Hispanoamericanas
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Haikú Mexicanos siempre alegres como el sol
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Akira Otsuka Estudiante del Programa de Español Académico Para Extranjeros
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Ilustración: Allan Ochoa
Una persona cálida es sincera y fiel
Narumi Ishigaki Estudiante del Programa de Español Académico Para Extranjeros