Poemas de Adriana - Daniel Frini

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Daniel Frini

Poemas de Adriana


Frini, Daniel Eduardo Poemas de Adriana / Daniel Eduardo Frini. - 1a ed. - Villa Ballester : Daniel Eduardo Frini, 2017. 64 p. ; 19 x 13 cm. ISBN 978-987-42-5215-9 1. Poesía Argentina. I. Título. CDD A861

Primera Edición: agosto de 2017 Tirada: 200 ejemplares © de los textos: Daniel Frini © de esta edición: Daniel Frini Arte de tapa: Eduardo Pagliano Diseño y maquetación: Eduardo Pagliano Co- edición: Ediciones Artilugios / Eppursimuove Ediciones Este libro no puede ser reproducido, ni total ni parcialmente, ni incorporado a un sistema informático, ni transmitido en cualquier forma o cualquier medio, sea mecánico, electrónico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo y por escrito de los titulares en copyright.

ISBN 978-987-42-5215-9 Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723 Impreso en la Argentina Printed in Argentina.


Para Adriana, musa entre musas, que soùó con mariposas.



PRÓLOGO

ste libro habla de amor, pero también habla del tiempo. En realidad, en primer lugar habla de tiempo. Del tiempo aliado e imprescindible para construir una historia de amor. Del tiempo que se necesita para llenar de anécdotas la memoria, de sabores la boca, de caricias la piel, de fantasías las noches, de risas el alma, de sueños la vida. Este libro es hijo de ese amor que solo puede nacer, crecer y hacerse carne con el tiempo. Cuando el amor se vuelve Palabra. Una vez escuché decir a alguien que el Dante había escrito «La Divina Comedia» con el único objetivo de conquistar a Beatrice. Me causó gracia. Parecía excesivo. Ridículo (¿está ahí el origen de la desmesura italiana?). Después lo pensé mejor, y por más que puse todo mi empeño en refutar aquella afirmación descabellada, no encontré ningún motivo capaz de inspirar una obra tan descomunal, que pueda pelearle el trono a la ofrenda amorosa. No me quedó más remedio que reconocer verdad en aquellas palabras (o, al menos, la posibilidad de verdad —me cuesta dar el brazo a torcer—). Hoy, creo que Alighieri la tuvo


fácil (sí, digo bien: fácil). Porque, ¿no es, acaso, sencillo dedicarle palabras de amor a quien se tiene idealizado? Lo difícil viene después. Porque después es la verdad. Y cuando alguien (sea escritor o no, eso es lo de menos) es capaz de parir palabras como las que habitan estas páginas, después de una vida compartida. Y cuando alguien (sea real o de ficción, eso es lo de menos) es capaz de inspirarlas, solo se puede hablar de verdad. De amor y de verdad. Juliana Córdoba


Poemas de Adriana

A veces, hay días No sé lo que pasa. No entiendo. Parece que no fuera cierto: apenas confusas secuencias de un cuento donde estamos solos y duele el silencio. Nos sobra distancia y estás a mi lado. Te siento tan mía. Me hacés tanta falta. Me duele decirlo y lo digo, me duele sentirte y te siento muy cerca mío. Tan cerca, que me es imposible negarme a tu imagen. A veces me duele decirte que extraño tus ojos, tus labios, tus manos. A veces me alegra soñarte, cerrando los ojos y hablarte; 9


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o no hablarte y besarte. A veces el cielo parece mรกs pรกlido. Quizรก porque sabe del mal que me hago pensando en vos. Nada mรกs que en vos.

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Mujer Hoy, que por fin abrí los ojos y te encontré más linda, y te encontré tan clara; hoy, cuando es obvio que mi tiempo se puede dividir en dos etapas (antes de vos, amor; después de vos); hoy, cuando cada cosa está en su sitio y en tu lugar hay primaveras blancas; hoy por fin he comprendido que con vos puedo asumir que soy un hombre o ser emperador, o hasta poeta; o lo que se me dé la santa gana. Y me sentí muy bien, porque a tu lado puedo inventarme mis hazañas. Y sé que para vos tiene importancia lo bueno o lo malo que me pasa. Con vos puedo creer que yo soy alguien aunque para los demás yo sea nada.

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26 de junio de 1984 Ayer nevó y tu nostalgia escribió, en la nieve, tu voz, tus ojos me dibujaron el sol, tus manos acariciaron la luz, mi vida, mis sueños. Y yo con mis manos, en la nieve, te dibujé un corazón.

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La nostalgia La nostalgia está escondida en cualquier lugar: en mi armario, en mis libros o en tu foto; y se pega a mi piel cuando me acuerdo de esos buenos días, de nosotros. Es una vieja mujer que me recuerda lo que fui, que te amo y estoy solo. Es una mueca de dolor y es miel, con un poco de vos y un poco de oro. La nostalgia me aterra cuando pienso que no vivo por mí ni por los otros, cuando dejo mis buenas compañías y busco el descanso de tu rostro.

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Uno Quiero intuirte. Quiero conocerte, olerte, amarte, acariciarte; crecer con vos, llorar con vos, soĂąar con vos. Quiero sentirte, maravillarte, aprenderte, imaginarte. No te quiero sumisa y predecible. Quiero saberte mi sorpresa, que seas magia, viento, paz, angustia, fuerza. Quiero sentirte, mirarte, pintarte, alegrarte. No quiero descubrirte aquĂ­ y ahora, quiero ir poco a poco, deshojarte. Estar a cada instante algo mĂĄs cerca del exacto lugar donde se encuentra tu universo y sumergirme, explorarlo, conocerlo pero nunca conquistarlo. No quiero retenerte.

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Mandarinas Qué locura hermosa ésta, de aferrarme a tu figura. Me surgen alas de mirar tus ojos, me nacen vidas de besar tu boca. —su rojo es como el rojo de la brisa—. Tus pasos suenan en la arena de luz, de las tristezas mías. No hay nada raro en la querida manera que tenés de dar comienzo al día; pero es tu manera, y es preciosa. Marca mis horas, cura mis heridas; y vuela un delicioso sabor a mandarinas que lo cambia todo, que de alguna suerte extraña, difícil de explicar, me cambia y dice que la única forma de salvarme es aferrarme a tu figura. Qué hermosa locura.

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Dos Sobre el silencio crece y se encarama en las alas oscuras de la magia esta puntada amarga que me atrapa. Y surgen las angustias, y trepan las vivencias, y saltan las palabras. Sobre el silencio crece y envuelto en el silencio descubro que te extraño y tengo angustias de vos. Y el tiempo se me hace descarga de fusiles y tumba de gigantes. Entonces, te invento amaneceres y sueño que llovés sobre las calles; te traigo soledades, te cuento primaveras me pierdo en la esperanza de un instante, de algún preciso instante de una tarde en que el camino me acerque a vos.

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Musa cum laude La Antorcha de Troya, tan hermosa, que desató una guerra que te la voglio dire, la Venus de Milo que, según la Wiki, extasió a Alexandros, lady Godgyfu, señora de Coventry, que de puro bella cegó a Peeping Tom, la bonita Lee Miller, que pintó Picasso y a la que amó Man Ray, la pequeña Alice, para quien Charles Dodgson inventó una tierra maravillosa, la dulce Beatriz, donna angelicata, que enamoró a Alighieri y lo llevó hasta el cielo, Norma Jean, la leyenda, a la que amaron todos. Yo tengo a Adriana. Yo prefiero a Adriana.

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Tres Qué sencillo es tenerte y cómo duele esta loca manera de quererte, cómo jode este aliento que me puede este sol que no está, estas cosas que hieren. Qué manera de soñarte y qué curiosa esta forma inexistente de besarte; estas cosas que digo a cada cosa lo que no te digo a vos: te siento hermosa. Qué aventura más suave esta dulzura de saber que no puedo imaginarte, que no hay lápiz que pinte esta pintura, estas ganas de vos, esta locura.

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Maravilla Descubrir, asombrado, que el Paraíso es ese jardincito de tres por tres que tenemos delante de la casa, y que solemos sentarnos a mirar en otoño, cuando el sol dora los verdes. Y descubrir que soy libre. Mi libertad está en elegirte cada día.

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Itacuruçâ Me llegó a la playa y entre la tormenta, mitad agua-lluvia, mitad agua-arena, entre la inocencia de la magia nueva y la magia vieja de verla tan bella. Se acercó despacio, casi entre mis penas. Y le di mis ansias. Y le di mis fuerzas. Llené mis silencios con palabras de ella. Y me di a las ganas de tenerla cerca. Y en esas sonrisas, mitad agua-besos, mitad cielo y tierra, me encontré conmigo y encontré la gloria de mil vidas nuevas. Tempestad, un día, llegó toda fuerzas. Me dejó este credo de creer en ella. Y la amé despacio, como a mis estrellas. Y la amé bien fuerte, 20


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como a mis ausencias. Me llegรณ a la playa y entre la tormenta, mitad agua-besos, mitad cielo y tierra, mitad agua-lluvia, mitad agua-arena.

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Cuatro ... y entonces soñé que en esa guerra de caras pintadas de inocencia, de botas en el barro, como perlas; y noches entre sábanas-trincheras; se habían acabado los espacios para acuerdos de paz. Oculto con betunes de ternura, mi fusil iba cargado de tequieros, y balas, que eran besos de fogueo. Y no existía el sol, ni había cielos. La hipótesis de guerra era quererte, y el campo de batalla nuestros cuerpos. Las armas: nuestras manos, las caricias. El horror lo ponían tus silencios. Y soné que quería conquistarte 22


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(el héroe del día era mi empeño). Buscando superar tus barricadas moría a cada intento en el intento, perdía en cada avance mi universo, sentía en cada sangre nuestro miedo. Soñé que imponerte mis banderas, asaltarte, invadirte, era posible. Soñé que era probable que cayeras. La pólvora en el aire era una hoguera. Las bombas estallaban en gemidos. Soñé que se borraban tus fronteras. Nuestra cama era asolada con napalm. La guerra te la hacía en pie de guerra El amor te lo hacía en pie de paz.

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Cinco Compañera, amiga, quizá se lo hayan dicho o no; eso no importa. Si me escucha, tal vez le cause gracia o no; eso no importa. Si me cree, quizá me mire. Eso sí. Eso sí importa, compañera: ¡Cómo estallan sus ojos cuando miran! y brillan y destellan y me viven. Quizá usted ya lo sepa, o no, y se sorprenda. Quizá no le interese, o sí; eso no importa. Igual voy a decirle, compañera: ¡Que linda queda usted cuando sonríe! se llena de otoño, se ilumina y crece y crece y crece y me domina. Me dejo llevar por esa risa, 24


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sueño que usted no existe y es un hada, y su pecho, de a poco, se desangra; y su sangre no es roja y es de perlas; y las perlas son selvas de ternura. Y pienso, compañera: de usted en más, no existirán las penas; ni angustia, ni dolor. Es más, le digo: de usted en más, que venga lo que venga. Compañera: no deje de reír ni de mirarme, no se aleje de mí, Déjeme una caricia. Hágame ese favor, compañera, sea buena.

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Seis Mirá, dulce, qué cosa más curiosa el cielo, venir a parar acá tan cerca. Mirá vos que dios tan bueno: dejarnos el sol en las veredas. Sentí, como yo, que estamos juntos el agua, el gorrión y las estrellas. Mirá el corazón, mirá las venas, mirá las luces del fuego y su belleza. Vení, dulce, vení vamos a ser grandiosamente simples. Vamos a dar la vida que nos dieron. Vamos a ver si alguien no nos siente. Vamos a querer así, como queremos.

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Canción de cuna Maxi, 1989

Mirá, bebé, qué linda está mamá mirándose al espejo y piensa tus pasitos y sus lunas, cantándote, bajito, su canción de cuna; soñando tu carita y su buena fortuna. Mamá cierra sus ojos y adivina el día en que vendrás y se sonríe. Yo la veo, bebé, y acá en el pecho (Justo al lado del lugar donde guardo a mamá y a vos te espero) aparecen una lágrima y un nudo, una dulce sensación de estar entero, una gota de dios y una sonrisa, unas ganas de gritar y un viento mudo. Mamá te mira mirándose por dentro, y yo miro a los dos (cuánto los quiero). Mamá se ríe al vestirse 27


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y cuando teje; yo veo las manos de mamá (y toco el cielo). Mirá, bebé, qué linda está mamá mientras te espera. Cantale, desde adentro, tu canción de cuna. Hacé que se duerma soñando tu carita y su buena fortuna.

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Roma, 23 de marzo de 1988 Hay un montón de mis lágrimas afuera, mezcladas en la lluvia, detrás de esa ventana que me impide volar. Y en esta tarde tan rara, tan diferente a las nuestras, así, sin darme cuenta, llegás vos. Y me hablás de las cosas que cuenta nuestra vida. «... no hay como el sol de nuestra casa ni lluvia que lave nuestras caras como esas de vos y yo...» Cómo se extrañan. Cómo te extraño. Allá afuera la lluvia deja poco que ver. Según dicen acá, Roma es eterna. Pero al fin y al cabo, amor, sin vos a mi lado ésta Roma es nada.

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Te vi parir, te vi nacer Maxi, 1989

Sí. Ya sé que en el mundo hay un montón de noticias importantes. Pero hoy, a quién le importa saber no sé qué cosas, si acabás de parir; si acabás de venir. Está bien. Debe ser el milésimo parto de este mes y el número un millón en lo que va del año. Pero es especial, porque justamente vos acabás de parir, justamente vos acabás de nacer. Y fue tan lindo verte llorar amor, mientras pujabas, con una fuerza tan nueva y milenaria, tan hermosa que estabas. Y fue tan lindo verte llorar bebé, llenando tus pulmones, 30


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caricias de aire y de lágrimas, tan hermoso que estabas. Quiero emborracharme de alegrías, de viejas nostalgias de vaya uno a saber qué extrañas causas. Delicias de haber visto este milagro, de ser testigo de esta luz tan grande. Buena noticia la de hoy mis vidas. No va a estar en los diarios, entonces, yo la digo: Te vi parir, mi amor; bebé, te vi nacer. Te vi parir mi amor; bebé, te vi nacer.

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Siete Cuando encuentro que no hay nadie que comprenda mis sueños, mis formas y mis miedos. Y siento que no quedan horizontes que valgan la pena. Y el paisaje se reduce a cuatro paredes cada vez más cerca; y un techo húmedo cada vez más bajo. Cuando sé que el mañana va a ser peor porque el hoy no ha sido lo suficientemente malo. Y miro alrededor y no encuentro una sola cuerda de dónde tomarme; pero siento todas las cuerdas alrededor de mi cuello. Cuando grito los nombres que amo y sólo me contesta un eco con tonada de infierno, cuando lloro y le pego a las paredes, y rompo, y pateo; muy dentro de mí, tan dentro, que a veces ni siquiera me doy cuenta; sé que puedo refugiarme en vos. Amiga. Amor. 32


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Ocho Esperarte es, a veces, la nostalgia de haberte esperado tantas otras veces. Y aunque sé que vendrás como viene el otoño; y aunque vas a reírte cuando llegue el verano. No son ganas de verte las que esperan son las ganas de reírnos juntos, son las ganas de saberte cerca, son las ganas de esperarte, siempre.

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Ecografía Alan, 1991

En estos tiempos, en los que parece que la guerra no ha resuelto quién diablos apaga los pozos de petróleo o reconstruye Kuwait, en que la cortina de hierro fue cambiada por una oscura cortina de humo, en que da la impresión que a Maradona le han hecho un espléndido gol de cocaína; vengo a enterarme, por una pequeñísima pantalla con destellos blancos y sombritas negras, que estás ahí, en nuestra panza; tan al margen de la guerra que parece que a Hussein lo han condenado a ser un eterno personaje de historietas; tan al margen de cortinas de hierro o de humo en tu tibia cortina de canciones de cuna; tan al margen de droga y Maradona, tan al margen de música en tu música, tan chiquito, ahí dentro y tan enorme que no entrás dentro de mí; hijo mío, cuánto te quiero. 34


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Adverbios terminados en mente Okey. Ahora vamos a aclarar los tantos. Que sueñe con vos no significa, necesariamente, nada. Pero que sueñe solamente con vos, no deja de ser absurdamente llamativo. Que piense en vos es lógico y hasta comprensible. Pero que piense solamente en vos, cada minuto, es inequívocamente preocupante. Que quiera estar con vos es entendible. Al fin y al cabo tenemos comunes soledades. Pero que quiera estar solamente con vos 35


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es, porqué negarlo, alarmante. Que me gusten las mujeres es normal. Pero que, de todas las mujeres, me gustes solamente vos es, francamente, indicio de alguna forma de locura. Okey. Aclaremos de una vez los tantos. No voy a enfermarme ni clamar al cielo cada vez que te vea. No voy a hacer barbaridades únicamente porque hayas pasado cerca de mí. Pero sí voy a ser terriblemente feliz, tremendamente omnipotente, increíblemente pleno, solamente si me mirás a los ojos y me decís te amo. 36


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Nueve Hola mi amor. Estás muy linda así, con cara de dormida. ¿Sabés? ayer, a mitad de la noche, desperté al soñar que me caía. Y al llegar al final, sobresaltado, descubrí tus manos tibias en las mías. ¡Qué bonita que estabas! De afuera nos llegaba una luz tenue que apenas recortaba tu figura. Imaginé la luna (pero, creo, fue la luz de mercurio, que la envidia). Hacía frío. No miré la hora. En la casa nada se movía. Quise llamarte, darte un beso, acariciarte; no sé, tocarte, amarte. De seguro te habrías despertado. Entonces, me conformé adivinando, en la penumbra, tu sonrisa. Imaginando tu cuerpo, desvistiéndote en mi mente, 37


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siguiéndote centímetro a centímetro. Me acordé de la primera vez que, desnudos, nos dormimos juntos; de la primera vez que nos bañamos juntos, de la primera vez que amanecimos juntos. Me sentí feliz. Puse mi mano en tu mejilla, como te gusta; dibujé un te amo con mis labios, y soñando con vos, me fui perdiendo, dejándome llevar al sueño, para caer, otra vez, con la esperanza de despertarme y empezar de nuevo.

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A cuatrocientos kilómetros de vos Quizá se llame angustia, o nudo, o frío en la garganta, pena, dolor, opresión, o nostalgia. Se me hace que no debe ser ninguna de estas cosas. Debe ser memoria de la piel, de las manos, de los huesos, de la lengua, las caricias, de vientres y pezones, del deseo, de esta vida, de la sangre; memoria de la sangre, de cada gota de nuestra sangre, para que vivas vos, para vivir yo. Memoria de tenerte acá, memoria de desearte buenos días, aunque haya cuatrocientos universos, sueños, tiempos o kilómetros; y cinco días, tiempos, sueños o universos entre vos y yo. Memoria blanca de jazmín de nuestro patio, memoria rosa de clavel flamante, 39


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memoria de la parra, memoria helecho dientes de serrucho, memoria de sonidos que faltan, memoria de comprar el diario, memoria buenas tardes vecino, memoria de abrir la canilla y regar el naranjo, memoria de dios santo hay hormigas en la casa, memoria alcanzame la sal, memoria dónde carajo pusiste la ropa de trabajo, memoria me falta un botón de la camisa, memoria qué dulce que sos, memoria gris de está lloviendo afuera, memoria del calor de enero, de treinta y dos grados a la sombra y setenta grados en las sábanas, memoria de espejo mentiroso, tramposa memoria, memoria puta, mala memoria que aparece ahora y se olvida de decirme estos dulces recuerdos mañana, cuando salga de acá, termine esta condena de distancia y te tenga, otra vez, a mi lado. 40


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Lima, Perú, mayo del ‘94 ...y vio Dios que mi angustia era buena, y al primer día, nomás, dijo «Hágase la nostalgia. Vayan con él, a cada rato, recuerdos de Adriana. Recuérdenle las sábanas vacías la bonita calma de tener a su esposa abrazada, de dormir desnudos para darse calor aún cuando, más allá de las sábanas, el frío del invierno ponga tres grados bajo cero en el resto de la casa. Recuérdenle las cenas solitarias qué lindo es saber que ella está allí, solo a unos pasos; y que, tarde o temprano, hayan peleado o no, puede besarla. Recuérdenle las ocho de la noche, cuando llegue el final de la jornada, que en el hotel nadie lo espera, y no puede pretender que una revista que mezcle Ecuador, Dachau, Lovecraft, Chiapas, Zapata reemplace el hermoso informe diario 41


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de oficina, escuela, compras, chicos, almacén, ropa lavada. Recuérdele la oscuridad al despertarse, a las tres o cuatro de la madrugada, que tenga miedo, que a su dulce mujer debe ganarla como debe ganar, todos los días, el derecho de amarla. Recuérdele el sabor de la comida que no es la sal, ni el aceite, ni el picante, ni el agua. Que son sus manos las que faltan para hacer sabrosos estos platos. Que el condimento que no está se llama Adriana».

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Diez Es tan lindo saberte de memoria, mientras dormís; y en la noche te adivino. Saber cómo has puesto tus pies, dónde tus piernas, que vas a darte vuelta y dejar que pegue mi pecho con tu espalda; y mis rodillas quepan justo detrás de tus rodillas. Otra vez haré a un lado tu pelo. Pasaré mi brazo izquierdo por tu cuello te daré un beso, chiquito, tras tu oreja y trataré de recobrar el sueño.

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Suspicious minds Elvis cantó Suspicious Minds allá por el ´69 y apenas promediaba nuestra infancia. No lo escuché aquella vez. Me entretenían otras cosas Balá, Los Tres Chiflados, y, a veces, El Hombre que Volvió de la Muerte, cuando los viejos no estaban. Puede ser, nomás, que ahora un Elvis viejo, canoso, gordo y con la voz cansada esté en alguna falsa Graceland riéndose con ganas. Chi lo sá. Pero ahora, nomás, mientras conduzco por las calles de ésta Buenos Aires maltratada 44


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y escucho, en la radio, algún programa, entre noticias y pronóstico del tiempo, se cuela ese otro Elvis, joven, canchero y con la voz templada; hablándome a mí, en otro idioma y a casi medio siglo de distancia, diciendo porqué pienso en vos acá y ahora. Because I love you too much, baby Porque te amo, amor, así, con ganas.

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Una vida sin vos Si no estuvieses a mi lado, si no te conociese, te buscaría; preguntaría por vos a los arcanos, te inventaría. Te haría exactamente a tu imagen y semejanza. Porque sin vos, amor no estoy completo. Mi vida es apenas media vida si no tengo tu mano (de la que puedo tomarme y se me van los miedos). Vos me das sentido. Vos me das razones que mi mente ignora y mi corazón guarda. Si no te conociese te buscaría hasta encontrarte, aunque me costase la vida. De todas formas, una vida sin vos no sería vida.

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No llevo la cuenta Me parece estúpido. No soy de acordarme contraseñas, ni claves, ni números de documentos. No recuerdo fechas, ni aniversarios ni —qué falta hace— la mayoría de los cumpleaños. No tiene sentido recordar que a esta hora, a las once y treinta y seis de esta noche de invierno, hace treinta años, cinco meses, cuatro días, diez horas y quince minutos, treinta y dos segundos. Habrá quien piense en un preso que raya paredes a falta de almanaque. Pero no, la cosa no va por ese lado. Que todo eso suma mil quinientas ochenta y siete coma siete semanas; once mil ciento catorce coma cuatro días; doscientos sesenta y seis mil setecientos cuarenta y seis coma seis horas; 47


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dieciséis millones cuatro mil setecientos noventa y seis minutos. Que, al medio, han habido ocho años bisiestos, hubo un cambio de siglo, y un fin de milenio. Habrá quien diga que es hastío. Pero no. Quien diga eso estará equivocado. Se trata de disfrutarte cada año mes semana día hora minuto segundo; cada año bisiesto siglo milenio pasado y por venir Y ser asombrosamente conciente de ello. 48


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Once Es otoño. Hay sol, un árbol y una sombra. Estás sentada en la hierba, tu espalda apoyada en el árbol Mi cabeza descansa en tu regazo. Estoy en el lugar e xac to en el que quiero estar.

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Claro está Pasó que yo, claro está, no estaba pensando justamente en eso. Tenía la cabeza en otra cosa cuando el cura Walter dijo «…en la prosperidad y en la adversidad…» No sé vos, pero yo no le di bola. Era, quizá, temerariamente joven. Algo así como que el mundo debía rendirme pleitesía. Y me fui a vivir con vos, sin armadura. Que lo tiró. Mirá que han habido momentos buenos, muy buenos y excelentes. (las caritas rojas de los chicos saliendo de vos, por citar algo) Pero a la adversidad, carajo, se le metió entre ceja y ceja que tiene que ganarnos por goleada. Un buen día amanecimos 50


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meados por todo Jurassic Park (de la uno a la cuatro y sin publicidades). Al principio nos dijimos: «Son pruebas que nos pone el Barba». Pero a esta altura, si fuera el caso, tendríamos aprobados una parva así de alta de doctorados y licenciaturas. Para mí que el Flaco nos jugó en un truco, con Cornacho (y perdió, claro está). Y encima, nos quiso consolar haciéndonos pensar que a otros les están pasando cosas peores. Será así. Pero a mí se me parte el corazón cuando te veo llorar. Se me rebela el bobo de impotencia cuando no doy con la palabra justa que te ayude a salir. Daría las manos por conocer el abrazo que te deje en la boca una sonrisa. 51


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La vida daría por darte una vida feliz. Pero no soy Copperfield Ni Fu Man Chu, ni Houdini. Y por más que gugleo no encuentro trucos. Ya ves, solo puedo darte mi ineptitud de hombre. Y amarte. Y decirte : «Acá estoy, a tu lado Éste es mi corazón, ésta es mi mano.» Y prestar, claro está, más atención al cura cuando nos case, otra vez más, en otra dimensión, en otra vida. La muerte no podrá separarnos.

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Será Será que antesdeayer nos despertamos vándalos y rompimos abrazos, como quien va y rompe vidrios. Será que ayer nos despertamos cuerdos y sopesamos opciones como quien malabarea por monedas en semáforos que andan proponiendo destinos. Será que hoy nos despertamos ángeles y andamos emparchando empachos, y volviste a elegirme, y te elegí de nuevo. Y te ando proponiendo casamiento en lugares tan románticos como la góndola de los embutidos, y me andás contestando paraqués, si está bien así. Será como decís. Pero me encanta habértelo pedido.

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Tratado acerca de tu existencia Si vos no estás en casa, el silencio me anuda algo en la garganta, las paredes se alejan y hace frío adentro; a pesar de los treinta y dos grados de este enero. Y el cuore llora, amor. De verdad, llora. Cuando vos estás en casa el aire tiene olorcito a pan recién horneado, sabor a sobremesa de domingos, a mates en tardes de verano, bajo el tilo. Si vos estás, amor, el cuore salta, grita, ríe, canta porque sabe que anda rondando la alegría de esta luna de miel, que treinta años y dos hijos después, no se termina.

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No No. No fue aquel día que decidimos vivir juntos para siempre, impregnar con nuestro olor la misma cama, correr hasta los pies la misma sábana en las noches de calor, y en invierno levantar hasta el cuello las frazadas, a cuatro manos, las narices heladas y unas ganas locas de que se queden dormidos, de una vez por todas, los despertadores. No. Tampoco fue cuando dijiste —Besame. Y nuestro beso escandalizó a tus viejos; y nos lo hicieron saber. La pucha, que nos lo hicieron saber. No. No fue la vez que acaricié tu pierna y dije —Sos suave —Y peluda, como Platero —respondiste, 55


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y me reí, y te reíste, y lloramos de la risa.

No. No fue cuando soltamos, juntos las manos de los hijos y los dejamos saltar sabiendo —mirá si lo sabremos— que la barranca es alta y abajo, la vida, puede disfrazarse de colchón o piedra de granito. Con cada uno de ellos la garganta se cerró, vos lloraste, yo di vuelta la cara. Me inventé que así es mejor, que era más fácil, que no creía —mentí—, que eran inventos estas cosas de los nidos vacíos.

No. Tampoco cuando te llevé al cine y te aguantaste sin chistar la película Invasión (Esa, 56


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donde unos bichos de un planeta lejano, con aires de langostas y patas como espadas, nos mandan un meteorito y nosotros, los terrestres, para darles una lección, los invadimos) en la que ya había dos millones quinientos treinta mil finados apenas pasados diez minutos. Y era nuestro aniversario. Sí. soy un salame atado en estas cuestiones del romanticismo. No. Tampoco fue aquella vez en que me diste una lección de amor. Se me cruzaron los cables y la pifié. Fiero la pifié. Y no me abandonaste. Y supe que tenías muchos mas huevos que yo. Y la remamos, y salimos. lastimados, arrugados, inseguros, 57


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dolidos, hechos mierda. Pero salimos. Y acá estamos, viviendo. No. No fue en la playa cuando, apenas llegados para una semanita de mar, nos caminamos San Bernardo de una punta a la otra, esperando que nos entreguen el departamento. Y, después, nos sentamos a tomar un café en Havanna. Pedimos la cuenta e intentamos levantarnos. No pudimos (Excelente nuestro estado físico) No. Tampoco fue cuando dijiste Qué mareada estoy después de un dedo y medio de vino. Y era cierto. 58


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Nunca se te dió bien el alcoholismo. No. No fue cuando quise cantarte, amoroso, el Poema de Amor, de Serrat, una tarde en que estábamos juntos en la ducha. —Por favor, no cantes más —dijiste mientras enjabonabas mi pecho. Y así mandaste al traste mi carrera de trovador. Lo bien que hiciste, no sé si te lo he dicho. No. Tampoco fue la vez que me llevaste al hielo a patinar; y la horripilante destreza del lado izquierdo de mi cuerpo te arrancó una carcajada, que aún me hace feliz cuando me acuerdo. No. No fue cuando escuchamos en iutub 59


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El viento es un caballo: óyelo cómo corre por el mar, por el cielo. Quiere llevarme: escucha cómo recorre el mundo para llevarme lejos. recitado por Luigi Corsanico (tan especial; tan tres de la tarde, en la novela). Y me divertiste esos días en que anduviste imitando El viento es un caballo / óyelo cómo corre / por el mar, por el cielo, oh. No. Tampoco fue la vez que te regalé el Leaves of Grass, de Withman en inglés —duro inglés el del viejo— apenas me enteré que sabías hablarlo. Y compraste (a escondidas) el Hojas de Hierba, de Whitman traducido al cristiano para poder decirme que lo habías leído. ¿Sabés cuándo fue? Cuando 60


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te vi por primera vez (y vos, aún no me habías visto), ese verano, en la isla. Tus ojos apuntando al mar, (¿viste cómo mira el David de Michelangenlo? bueno, así.) tu remera sin mangas, un shortcito negro (¡Madrecita! ¡qué gambas!), las manos a la cintura. Estabas más allá de nosotros, los mortales. Y no supe qué decirme. Entonces, dije guau. Y así, me enamoré de vos. No sé si te lo he dicho.

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Prefiero escribir para vos y no tener lectores; que tener lectores y no tenerte a vos. Cyril Connolly

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A veces, hay días Mujer 26 de junio de 1984 La nostalgia Uno Mandarinas Dos Musa cum laude Tres Maravilla Itacuruçâ Cuatro Cinco Seis Canción de cuna Roma, 23 de marzo de 1988 Te vi parir, te vi nacer Siete Ocho Ecografía Adverbios terminados en mente Nueve A cuatrocientos kilómetros de vos Lima, Perú, mayo del ‘94 Diez Suspicious minds Una vida sin vos No llevo la cuenta Once Claro está Será Tratado acerca de tu existencia No


Este libro se terminรณ de imprimir en el mes de agosto de 2017 en Bibliografika Carlos Tejedor 2815, B1605CJI Munro, Buenos Aires, Argentina para Ediciones Artilugios y Eppursimuove Ediciones www.edicionesartilugios.com.ar edicionesartilugios@yahoo.com.ar eppursimuoveediciones@gmail.com



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