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La luna de Caracas
¿Pasó alguna vez por su cabeza esa visión romántica de pensar que la misma Luna que estamos viendo está siendo observada por otra persona a muchos kilómetros de distancia?
Acostumbro a ir a los kioscos de la Alameda de Linares a comer un Completo, esa versión chilena del hot dog de USA, o del cachorro quente como se le denomina en Brasil.
Casi siempre voy a satisfacer este placer culposo al mismo kiosco, uno que es atendido por una mujer venezolana que los prepara como a mí me gustan.
Para mí el Completo debe ser con el pan tostado y nunca calentado al vapor como los hacen en Talca, con un poco de tomate, mucha palta y sólo un toque de mayonesa. Nada de chucrut o salsa americana.
Sí, ya se, eso en Chile se llama Italiano y no Completo.
Bien, estaba una noche comiendo mi Completo culposo cuando observo que hay una de esas Lunas llenas tamaño XL, que no sé si se han dado cuenta que ya son mucho más habituales que antaño.
Al observar esta inmensa Luna, quizás con qué misteriosa intensión tuve la ocurrencia de hacerle el comentario a la guapa venezolana, diciéndole algo así como: “¿Tú has pensado que esta Luna llena también ilumina la noche de tu bello país…?”.
Esperaba una risa de ella, quizás que me contara algo entretenido, pero lo que obtuve fue una historia que resumiré para ustedes.
Salió de Venezuela como muchos otros, buscando la posibilidad de brindarles un digno mejor presente a sus dos pequeños hijos, hoy de cuatro y ocho años quienes quedaron al cuidado de su madre en Caracas.
Pasó una temporada en Colombia y luego las emprendió con rumbo a Chile, el Canaán, el Valhalla, el Paraíso en la tierra, en este caso en Sudamérica.
Sagradamente le envía a su madre gran parte de lo que aquí gana y si bien eso la llena de orgullo, el vacío que en su corazón provoca el forzado distanciamiento de sus niñitos quiebra su voz aflorando las lágrimas.
Muy tonto, el muy idiota, no encontró nada más inteligente que preguntarle si ellos no la extrañaban.
Me respondió que sí, que mucho y que el mayor de ellos le había dicho: “Mamá, cuando por las noches pienso en ti salgo al patio y miro al cielo buscando la Luna y si la encuentro, me conecto contigo, pues en Chile también hay Luna… ¿no cierto Mamá?”.
Ay amigos míos, es verdad que la edad nos ablanda y quien quedó con los ojos anegados fue el devorador de Completos.
Sé que vivimos tiempos difíciles y muchas de esas dificultades son producto de la inestabilidad generada a partir de la escalada delictual que nos asola. Sé también que hoy asociamos muchos de esos delitos con la desbocada y sin control inmigración de la que debemos hacernos responsables a partir de actos irresponsables de nuestro distinguido staff político.
Pero yo no tengo una solución para eso, sólo se me viene a la mente el ejemplo del plomero, que antes de efectuar cualquier reparación, lo primero que hace, es cortar la llave de paso del agua.
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Lo que quiero decirles y con esto acabo, es que no debemos generalizar, que la enorme mayoría de los inmigrantes que han ingresado al capitalista Chile son personas normales que buscan oportunidades que sus igualitarios países socialistas no les han brindado.
Cada caso es un caso y nunca debemos estigmatizar a las personas por su nacionalidad.