Tomo 7 • zoología • enero • 2016
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Zoología • Tomo 7 • Enero 2016
Portada: Cabeza de pájaro en palo de Dulce Pinzón
Colaboradores en esta edición: Dahlia Antonio Dulce Pinzón Elsa Madrigal Bulnes Erika Velázquez Esteban Mofeta Miriam Rivera Víctor Uribe
Dirrección general • Redacción y corrección de estilo • Diseño editorial y arte Fernanda Saavedra
Jessica Contreras Citlali Ordaz Dahlia Antonio
Lizbeth Solís Fernanda Saavedra
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Editorial “Zoología” no es sólo un tratado de animales. Esta vez, Diáspora pretende desbordar el concepto y deconstruir la zoología o, con mayor precisión, ampliar su sentido, pues las múltiples especies, la humana incluida, no son sino parte del reino animal. Hacia ese reconocimiento están orientadas las colaboraciones de este número, donde se oyen vacas, cabras y ovejas que gritan contrato social o constitución mientras son devoradas por un león o donde vemos las sucesivas transformaciones de una mujer hasta terminar como un murciélago, una mosca o una serpiente. La misma idea (ampliar las fronteras de la zoología) gobierna las imágenes de los osos de peluche suicidas cuya figura pende de los árboles y las de los filósofos vistos como sátiros, caracoles, cisnes o cornejas. Diáspora no intenta conceptualizar el instinto, pero sí acercarse a nuevas visiones de lo “humano” y lo “animal”, propiciar una plataforma donde se fusionen, un espacio donde dialoguen, ya sea éste el del arte o el lenguaje. Diáspora
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E sopo,
Monterroso y el León Víctor Uribe
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onfabuladas secretamente en contra del León, la Vaca, la Cabra y la insidiosa Oveja pactaron colaborar con él en sus cacerías por el monte, para ultimarlo al menor descuido. La voracidad y egoísmo del depredador lo justificaba, según ellas. Consciente de la preferencia de sus socias por las hierbas y las pasturas, éste aceptó la propuesta con cierta reticencia y sugirió, con la mejor disposición, que se repartieran en partes iguales a la presa. Distraídas con el forraje que tapizaba el rumbo, las conspiradoras se dedicaron a comerlo y a quejarse de las malas condiciones del camino. En tanto, el León dio caza a un ciervo habilísimo, lo llevó con sus compañeras, lo dividió en cuatro y las invitó a degustarlo, de acuerdo con lo convenido. Sorprendidas por la eficacia del León e impedidas para ejecutar su plan, la Vaca pretextó, con evidente nerviosismo, no poder dar bocado por hallarse a dieta. La Cabra, por su parte, se dijo aquejada por un fuerte dolor de muelas que le impedía masticar y a la Oveja sólo se le ocurrió balar y tirarse panza arriba. Sin mayor explicación, el León repartió varios zarpazos letales entre súplicas y ruegos de clemencia. Agradecido por el repentino festín, el León organizó con el resto de su manada un animado banquete.
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El León, la Vaca, la Cabra y la Oveja Esopo
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untáronse un León, una Cabra y una mansa Oveja a cazar en los montes y repartirse después fraternalmente las reses que apresaron. Bien pronto, con la ayuda de todos, se cazó una cierva hermosísima; y el León, dividida la hubo en cuatro partes iguales, habló a sus compañeros del siguiente modo: “La primera de esas partes es para mí, porque me llamo León; me daréis la segunda porque soy el más fuerte; la tercera será también mía, porque valgo más que vosotros; y por lo que hace a la cuarta, el que la toque que haga su testamento.” Cuando se tiene la honradez de la vaca, la inocencia de la cabra y la mansedumbre de la oveja, no se debe formar sociedad con los leones.
La parte del León Augusto Monterroso
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a Vaca, la Cabra y la paciente Oveja se asociaron un día con el León para gozar alguna vez de una vida tranquila, pues las depredaciones del monstruo (como lo llamaban a sus espaldas) las mantenían en una atmósfera de angustia y zozobra de la que difícilmente podrían escapar como no fuera por las buenas. Con la conocida habilidad cinegética de las cuatro, cierta tarde cazaron un ágil ciervo (cuya carne por supuesto repugnaba a la Vaca, a la Cabra y a la Oveja, acostumbradas como estaban a alimentarse con las hierbas que cogían) y de acuerdo con lo convenido dividieron el vasto cuerpo en partes iguales. Aquí, profiriendo al unísono toda clase de quejas y aduciendo su indefensión y extrema debilidad, las tres se pusieron a vociferar acaloradamente, confabuladas de antemano para quedarse también con la parte del León, pues, como enseñaba la Hormiga, querían guardar algo más para los duros días de invierno. Pero esta vez el León ni siquiera se tomó el trabajo de enumerar las sabidas razones por las cuales el ciervo le pertenecía a él solo, sino que se las comió allí mismo de una sentada, en medio de los largos gritos de ellas en que se escuchaban expresiones como contrato social, constitución, derechos humanos y otras igualmente fuertes y decisivas.
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Zoo phí as Mir iam Rivera
¿Acaso no duermen en las palabras e imágenes mis dulces y amargos
sentidos? Que despierten –profundas, poéticas y voluptuosas– desde la superficie de la animalia, de sus lineales descripciones y planitud de estructuras en esquemas. De arañas, medusas, órganos y sistemas, aparecen enigmas de un mundo de fantasías revestidas de imaginación, que alumbra el interior de la mente con la luz de la poesía. A partir de las imágenes de un libro de zoología –de recomponerlas y enlazarlas diversamente con sensaciones y emociones, de reordenar el texto– surgen entidades, criaturas gestadas de símbolos en dormición, que acaban adquiriendo los contornos de fantasmas individuales, de sombras que se dejan ver a la luz que ellas mismas proyectan entre el cielo (alma racional) y la tierra (el cuerpo), una analogía del hombre, puente entre el ángel y la bestia.
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El
vuelo
del cisne
y el ocaso de la
cosmovisi贸n quim茅rica en la antigua
Grecia
Dahlia Antonio
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n la antigua Grecia no había límites entre la tierra y sus criaturas sino la misma continuidad carnal que hay entre una madre y un hijo, por eso no resulta extraño que entre esas criaturas los límites fueran difusos. En los rituales, en los mitos, en los juegos y en las representaciones teatrales hombres y animales llegaron a compartir –gracias a los disfraces, el vino y quizá algún enteógeno– el mismo cuerpo. Fue el caso de los sátiros. Mitad hombres, mitad carneros, los sátiros eran –con sus danzas lascivas, su barullo, su hedonismo, su actitud burlesca y su gusto por el vino– un símbolo de alegría y una evocación de la fecundidad terrestre en los rituales dedicados a Dioniso, deidad de quien eran compañeros inseparables. Tal fue su popularidad que su figura dio vida a un género teatral: el drama satírico, también llamado cuarto drama porque su representación seguía a una trilogía de tragedias. Naturalmente, los sátiros aparecían en escena haciendo escarnio del argumento y los personajes de las obras trágicas precedentes. Sócrates mismo fue comparado, por su nada atractiva apariencia, con un sátiro (Platón Banquete 215 a). A construir esa imagen también contribuyó, según cuenta Diógenes Laercio, su afición a los banquetes, a la danza (105) y su carácter revoltoso, no muy lejano de lo cómico – el mismo Laercio anota: “[m]uchas veces discutiendo con vehemencia recibía puñetazos y arrancadas de pelo, y las más era despreciado y lo tomaban a risa” (100). Cercano al cuerpo como todos los sátiros, Sócrates se tenía a sí mismo como partero de la verdad. Es decir que, hasta Sócrates, la verdad no estaba tan perfumada por el aroma del espíritu como para considerarse aparte de los procesos del cuerpo grotesco: parir, comer, beber, defecar y reír. Una muy buena dosis de la jocosidad grotesca de la que los sátiros eran portadores pasó a los fabulosos coros teriomórficos de la comedia antigua: ranas, aves y avispas compartieron la escena con personajes de la talla de Dionisos o la extraordinaria Empusa –un ser capaz de adoptar todas las formas: desde una tentadora mujer hasta una horrenda bestia, un buey, un mulo, un perro, etc. (Aristófanes, Ranas 290). En ese mundo quimérico, hechos fabulosos como el que Trigeo, en La Paz de Aristófanes, intentara volar sobre un escarabajo para llegar al Olimpo no eran nada extraños (80-90). La comedia antigua, con sus coros teriomórficos, su desatada carcajada carnavalesca y su gusto por lo obsceno brindó momentos de gran regocijo a los antiguos griegos; sin embargo, a medida que la sociedad griega se volvió más sofisticada y se alejó de sus raíces agrícolas, la visión quimérica del mundo se debilitó y la arcaica risa grotesca perdió estima. Hacia el siglo V Platón censuró la risa violenta porque hacía surgir la intemperancia en los hombres racionales (República 388 e- 389 a). Por esa 8
misma razón, expulsó a los poetas, incluidos los cómicos, de su república ideal. En su opinión, las comedias inducían a los hombres a perder la vergüenza, a imitar las payasadas de la escena e, incluso, a volverse comediantes en la charla habitual (República 606 c). La tradición cómica respondió a ese desprecio ridiculizando a Platón. Así, Anfis, un cómico del siglo IV, representó al filósofo en su comedia Dexidémides como un cascarrabias arrogante que levantaba las cejas con la solemnidad de los caracoles (Laercio 164). Asociar al filósofo del mundo de las ideas, representado por sus discípulos como un cisne, con un animalillo rastrero como el caracol seguro fue una gran puntada pero también una operación de la estética grotesca que rebajaba a los personajes eminentes acercándolos a la tierra. Mas, como he apuntado antes, para sus discípulos el emblema de Platón era un cisne. Diógenes Laercio apunta la anécdota según la cual la noche previa a su primer encuentro con Platón, Sócrates soñó que tenía a una cría de cisne en su regazo y, repentinamente, le crecieron plumas y emprendió el vuelo (155). Hacia el siglo II a. C. Hegesandro de Delfos relató una parodia de esa anécdota: en lugar de un cisne, Sócrates soñaría con una corneja que le picoteaba la cabeza. Tan violenta y chusca acción habría sido un símbolo de “lo mucho que Platón iba a mentir en su nombre” (López Cruces 163). Y es que en los últimos Diálogos Platón, el cisne, usa al sátiro Sócrates como un muñeco de ventrílocuo, de tal manera que el partero de la verdad, el filósofo carnavalesco de la plaza pública que era capaz de defender sus posturas en apasionados diálogos, es una criatura edulcorada que más que defender el carácter dialógico de “la verdad”, se convirtió en maestro y filósofo de la verdad monológica (Bajtín 161). Los últimos diálogos son testimonio de la derrota del sátiro a manos del cisne y con esto, de toda la cosmovisión de la que esa figura grotesca se nutría. Por eso no es extraño que en la comedia nueva griega la estética grotesca, la risa obscena y, huelga decir, los animales “terrestres” brillaran por su ausencia.
Bibliografía Aristófanes. Comedias III. Lisístrata- Las TesmoforiasLas ranas-La asamblea de las mujeres- Pluto. Trad. Luis M. Macia Aparicio. Madrid: Gredos, 2007. ------------. Comedias II. Las nubes-Las avispas-La pazLos pájaros. Trad. Luis M. Macia Aparicio. Madrid: Gredos, 2007. Bajtin, Mijail. Problemas de la poética de Dostoievski. Trad. Tatiana Bubnova. México: FCE, 1986. Laercio, Diógenes. Vidas y opiniones de los filósofos ilustres. Trad. Carlos García Gual. Madrid: Alianza Editorial, 2007. López Cruces, Juan Luis. “Anfis sobre Platón (fr. 13 K.A.)”. Cuadernos de Filología Clásica. Estudios griegos e indoeuropeos. 18, 2008. 159-175. Platón. Diálogos IV. República. Trad. Conrado Eggers Lan. Madrid: Gredos, 1988.
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A n t r o p o z o Elsa Madri
La serie Antropozoomorfias de Elsa Madrigal, c
de artista, recrea fantasías de transformación (ta animales. Con progresivas y desconcertantes var plasma representaciones temporales y/o cíclicas formando, una y otra vez, sólo para retornar a está compuesta por diez placas de zinc de 5 x 5 c de aguafuerte y aguatinta) dan cuenta de la tra hacia conejos, serpientes, iguanas, rinocerontes La artista –inspirada en las muy comunes entre los animales y los humanos– borra a cada gico “de origen” y nos recuerda que existe una l restantes especies. Por lo demás, cuando la real determinadas circunstancias, se torna de lo má tan humano es el animal.
La Chupacabras (mujer-vampiro) 2005 Aguafuerte y aguatinta sobre zinc 10 huecograbados de 5 x 5 cm cada uno
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o o m o r f i a s
gal Bulnes
conformada por diez huecograbados y diez libros anto de ida, como de vuelta) entre seres humanos y riaciones en cuanto a trazo y tonalidades, Madrigal s. En sus metamorfosis, sus personajes se van transun improbable estado inicial. Cada metamorfosis cm y sus huecograbados (realizados con las técnicas ansformación, paso a paso, de hombres o mujeres s, tortugas, murciélagos… s comparaciones, de rasgos físicos o de actitudes, momento el prejuicio biológico, evolutivo o teolólínea muy frágil entre nosotros, los humanos, y las lidad o la fantasía terminan por imponerse, o ante ás difícil definir qué tan animal es el hombre o qué
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El PrĂncipe (hombre-sapo) 2005 Aguafuerte y aguatinta sobre zinc 10 huecograbados de 5 x 5 cm cada uno
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La Mosquita muerta (mujer-mosca) 2005 Aguafuerte y aguatinta sobre zinc 10 huecograbados de 5 x 5 cm cada uno
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La Venenosa (mujer-serpiente) 2005 Aguafuerte y aguatinta sobre zinc 10 huecograbados de 5 x 5 cm cada uno
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H istorias de l par aí s o Dulce Pinzón
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Los museos de historia natural siempre me han parecido mundos artificiales que
apuradamente se aproximan a aquél que pretenden reconstruir. Dulce Pinzón hace una cuidadosa disección de las devastaciones de la naturaleza y la fauna y las reconstruye a través de su fotografía. Inanimadas y silenciosas, éstas se convierten ahora en personajes centrales de una compleja trama narrativa en la que han dejado de ser sólo los objetos que recibían las miradas, para convertirse en espectadores de escenas cuidadosamente montadas. Historias del paraíso hace evidentes las extrañas y, generalmente, enfermizas relaciones del ser humano con la naturaleza. Para contar estas historias no basta con tener un tema sino, a la vez, proponer otro, como sucede ahora, que revierta una lectura lineal y simplona. La historia es más complicada de lo que parece, el paraíso también lo es. Aquí están unos atisbos de ese nuevo mundo. Santiago Espinosa de los Monteros Curador
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Rubber Duckies
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C avil aciones en casa de la abuela Erika Velázquez ¡Me va a matar! Lo puedo ver en sus ojos. Con cada palabra lo confir-
mo. Hoy voy a morir; si pudiera volver el tiempo atrás. Le pregunto algunas cosas y, sin dudar, él me responde. Se ve tan confiado; y cómo no, si no hay nadie cerca. ¡Me va a matar!, sé que así será. Aunque no entiendo por qué no lo hizo antes. Pudo lograrlo cuando estábamos en el bosque; quizá sea un juego que se propone o quizá sea su costumbre hacerlo tan ceremonioso, no lo sé. Allá, tan apacible, tan tranquilo, tan bueno, y yo... tan ingenua. No es mi amigo, ahora lo veo; su mirada amenazante, sus garras tan cerca de mí. Si pudiera correr... pero estoy paralizada. No debí decirle a quién visitaría, así no estaría aquí, así no estaría ahora, frente a mí. ¡Me va a matar! Sé que no tengo escapatoria. Si pudiera volver le habría dicho a ella que no, que no debía mandarme; soy una niña. Pero en qué estaba pensando yo, en qué estaba pensando ella; qué no sabe que me pueden matar? Él me va a matar, ya no tengo duda. No quiero preguntar más, pero cada palabra es un segundo más de vida. Tengo miedo. Sé que cuando termine de hablar, me matará y todo mi encanto y mi inocencia no servirán de nada. Ella nunca se imaginó que esto pasaría, si pudiera retornar a la mañana; estábamos tan felices preparándolo todo antes de mi partida: la comida, la cesta... y mi..., seguramente ella no sabía que el rojo puede mancharse de rojo, ¡qué ironía! Es una lástima que él la rasgue, había quedado tan bonita. ¡Me va a matar! Y todos dirán: “había una vez”... pero no lo escucharé, porque para entonces él me habrá devorado.
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Gallos Esteban Mofeta
Gallo de pelea 31 2015 Grabado en lin贸leo Papel 120 x 80 estampa 100 x 60 1/5
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9 MM 2015 Grabado en lin贸leo Papel 26 x 20 estampa 20 x 15 1/10
RPD 2015 Grabado en lin贸leo Papel 26 x 20 estampa 20 x 15 1/10
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Infierno 2014 Grabado en lin贸leo Papel 26 x 26 estampa 21 x 18 1/5
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