1830, África. Para los europeos, los hombres blancos, es normal aprovechar la oportunidad que les brinda el continente africano. Barcos negreros viajan regularmente a recuperar “mercancía”: hombres y mujeres negros que se llevan luego a América para ser esclavos. Atar Gull, príncipe de una tribu de Namaquas, forma parte de un lote comprado por el capitán Benoît que sale en dirección a Jamaica. La mano de obra africana que parece inagotable es barata y se vende luego a precio de oro a los dueños de las plantaciones. Pero el viaje es largo y los piratas también se interesan por el tesoro del ébano negro.