EDITORIAL Las historietas para adultos me fascinan desde que era pequeño. Aquellos libritos gruesos que veía en el quiosco, impresos en blanco y negro, con tinta que te manchaba los dedos. A veces hojeaba uno al azar y pasaba las páginas con la sensación de hacer algo prohibido: allí podía verse sangre, algún trozo de cerebro... ¡Y tías en pelotas! En aquellos tiempos los niños no se pasaban las tardes atropellando gente en GTA, por lo que toda esa violencia gráfica me impresionaba mucho. Me gustaba tanto que me asustaba. Al leerlos me decía que no tenía prisa por ser adulto... Lo de ser adulto me resultaba muy.... ¡raro! Después crecí, me olvidé de los fumetti del quiosco y cuando uno tiene acceso al videoclub de tus padres te es muy fácil relegar la historieta al estante de los niños. Mucho más tarde redescubriría la historieta para adultos gracias a la llegada de Internet. Allí me tropecé con las cubiertas de los comic-books americanos de los años cincuenta editados por la EC. Eran cómics que nunca habían llegado a nuestro país, o, en todo caso, a mi quiosco. La cubierta era un teaser, antes de que se inventaran, que llamaba la atención del lector con imágenes y frases que desafiaban la imaginación. Esos cómics se publicaron en la postguerra, en una época donde todo en el cómic estaba por hacer. Era el periodo bendito de los finales sorpresa y de las vueltas de tuerca improbables, verdaderos inspiradores de la futura serie de The Twilight Zone, de las películas de Hitchcock o, mucho más tarde, de la adaptación televisiva de Los cuentos de la cripta... Era un nuevo tipo de cómic destinado a un público adulto, con historias resueltamente maduras, profundas, servidas con un grafismo innovador e inquietante, que abordaban temas perturbadores como la guerra, la violencia criminal, el racismo, la droga, las relaciones entre hombres y mujeres... Los niños se abalanzaban a por ellos. Y, entonces, resultó que todos los crímenes del país tenían una causa común: “es culpa de los tebeos”. Ahora algunos dirían: “es culpa de los videojuegos”. La escandalizada Norteamérica decidió poner punto final a tanta violencia desaforada y adoptó el Comic Code del Dr. Wertham para proteger a la juventud americana de las tentaciones de la perversión. La opinión pública aún no estaba preparada para la historieta “adulta”, para tan desbordante creatividad, e impuso que aquello dejara de perturbar a la juventud norteamericana, marcando así el final de aquella revolución del cómic. Hoy en día no veo nada tan fuerte como aquellos cómics con títulos abundantes en palabras como “horror”, “terror”, “crimen”, o “extraño”. Eran verdaderas obras maestras del noveno arte. Lo que ahora abundan son las parodias o los guiños privados mal digeridos, y como director de colección, es habitual que me lleguen proyectos pseudoinspirados tipo “La invasión de los boniatos del espacio” o “El regreso del muerto que mata”... ¿Os vais haciendo una idea? Nunca he sido muy fan de ese humor colegial, pero tengo la desagradable sensación de que a veces se me asocia con él... Con Doggy Bags no pretendemos resucitar aquel periodo bendito (¿maldito?) del cómic para adultos. Solo queremos devolver al género sus cartas de nobleza, a nuestra modesta manera, respetuosamente y con mucha admiración. Ajustaos los cinturones y tomad un poco de azúcar, porque las siguientes páginas no son cicateras ni en testosterona, ni en violencia, ni en primer grado. Este primer número de Doggy Bags es una prueba para ver si aún quedan enamorados de este tipo de cómics donde los superhéroes en calzoncillos brillan por su ausencia... ¡Espero que Doggy Bags encuentre su público, y que podamos trabajar en otros números que lleven todavía más lejos este concepto!
¡SÍ! ¡SÍ! ¡SÍ! MI AMIGO
YO Por los dibujos malsanos. Por las historias enfermizas. Para cabrear a mis padres.
Por los superposters. Porque no tengo amigos. Porque soy un asesino en serie.
Por los dibujos malsanos. Por las historias enfermizas. Para cabrear a mis padres.
Por los superposters. Porque no tengo amigos. Porque soy un asesino en serie.
Enviar este cupón a: DIBBUKS. c/ Quintana, 17 2º A – 28008 Madrid – España Tél.: 915339746– www.dibbuks.com Editores: Ricardo Esteban Plaza y Marion Duc Traducción: Lorenzo F. Díaz
Maquetación y rotulación: El Torres
DOGGYBAGS © Vol.1, Dibbuks, por esta primera edición en castellano de mayo de 2015. Publicado originalmente por LABEL 619, Ankama Éditions. Contenido © Ankama Éditions, 2011. Direction artistique : Run + Yuck. “Fresh Flesh & Hot Chrome” por Guillaume Singelin. “Masiko” por Florent Maudoux. “Mort ou Vif” por RUN. Reservados todos los derechos. El contenido de esta publicación no puede ser reproducido, ni en todo ni en parte, ni transmitido, ni registrado por ningún sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sin el permiso previo, por escrito, de los titulares del copyright. ISBN: 978-84-15850-75-5 Dep. Legal: M-6974-2015. Producción:ESTUGRAF Impreso en España – Printed in Spain
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Joven asesino profesional, Guillaume Singelin es el jefe de fila de una nueva ola de autores, verdadera sangre nueva que está oxigenando el mundo del cómic europeo. Singelin apunta con cuidado y acierta con cada golpe de lápiz, Reconocido por sus cualidades como dibujante, aúna talento y estilo. Guillaume Singelin se estrenó en 2009 en el seno del colectivo norteamericano POPGUN y es autor de King David, de Pills y de The Grocery, título que empezó a publicarse en 2011 dentro de Label 619.
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¡Venid a por mí, manada de chuchos!
¡VIOLENCia
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Doggy Bags presenta: ¿Lo sabías?
ONE PERCENTER
Ante la mala reputación que tienen los moteros en Estados Unidos y la forma en que los trataban los medios de comunicación, el presidente de la American Motorcycle Association intentó tranquilizar a la opinión pública declarando que solo el 1% de los moteros eran ilegales. Así nació el movimiento radical “One percenter”. Desde entonces, los clubs ilegales de moteros se reivindican como tales, enarbolando orgullosos el logo del 1% en sus cazadoras de cuero. Sus clubs, o bandas de moteros, viven del tráfico de armas y drogas, de robos y agresiones, y de todo tipo de actividades mafiosas. La insignia del 1% no es lo único que señala su pertenencia a un grupo ilegal.
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FRENTE
DORSO
A. B. C. D. E.
f. NOMBRE DE LA BANDA g. síMBOLO DE LA BANDA h. PARCHE de mc (motorcycle club) i. LUGAR DE ORigen de la banda
Nombre de la banda. Grado. Símbolo de la banda. insignia de 1 percenter (1%) insignia del lugar de origen de la banda
Al igual que otras bandas callejeras, los clubs ilegales de moteros tienen sus propios códigos, sus colores y sus insignias distintivas. Sus cazadoras están definidas por un código estricto: la primera identificación del club se hace mediante la gran insignia que llevan en medio de la espalda, con el logo del club. El nombre del club está situado justo encima, y la ciudad de origen del mismo a la altura de los riñones. La insignia MC significa “Motorcycle Club”. Quien la lleva dedica toda su vida al club. La pérdida o robo de la cazadora tiene por consecuencia un castigo severo, cuando no la expulsión definitiva del club, o algo peor... Las mujeres del club no son consideradas miembros completos del mismo, sino propiedad del MC. Solo tienen derecho a llevar en la cazadora la insignia “Property of” seguida del nombre del club, y a menudo son prostituidas o abusadas sexualmente dentro de la banda.
MACHACADOR SILENCIOSO Utilizado desde hace generaciones por la policía, las bandas callejeras, las milicias de barrio y los vigilantes. ¡Hoy en día todo el mundo tiene al menos uno!
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Una vez tengas “el machacador silencioso” no habrá fiesta a la que acudas sin él. solo ¡con denominación de origen!
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UNA MINI CHOPPER DE REGALO POR LA COMPRA DE UNA BIBLIA
¡Jesús es mi copiloto!
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I see the bad moon rising. I see trouble on the way. I see earthquakes and lightnin’. I see bad times today.
Don’t go around tonight Well, it’s bound to take your life, There’s a bad moon on the rise.
I hear hurricanes ablowing. I know the end is coming soon. I fear rivers over flowing. I hear the voice of rage and ruin.*
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Creedence Clearwater Revival : Bad moon rising.
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...cuatro... ¡y cinco!
Gracias, cariño.
Aquí están las birras, chicos.
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Gracias, Tig... EmpezĂĄbamos a perder la paciencia. La chica no es muy habladora.
Hace como si no nos conociera... ÂżDe verdad no te acuerdas, guapa?
...
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