Preview La isla de las mujeres

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¡Pellízcame! ¡Estoy soñando!

¡¡AY!!

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Dos años antes, en Francia. 1913.

¡Vengan a ver, damas y caballeros...

... un espectáculo acrobático único realizado por un piloto especialista!

¡Oh, sí! Parece que va a intentar hacer una figura que nunca se ha hecho antes..

¡Qué habilidad! ¡Qué precisión!

Está... volando... ¡boca abajo, damas y caballeros! ¡Extraordinario!

¡Dios mío! ¡Parece que no consigue enderezar el aparato! Se dirige hacia... ¡Contra el suelo!

Gracias, Dios mío, se ha salvado en el último momento. ¡Es increíble!

¡¡Querido y boquiabierto público, aplaudan a este formidable loco de los cielos, el bien llamado Céleste Bompard!!

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¡Fantástico! ¡Lisa y llanamente fan-tás-ti-co!

¡Como alcalde de Issy-les-Moulineau, tengo el inmenso honor, señor Bompard, de entregarle este trofeo por sus grandes acrobacias en aeroplano!

Céleste Bompard es un “gallo del aire”. Un joven exaltado, un as de la acrobacia aérea.

Un rara avis que fuerza continuamente los límites de lo posible corriendo un gran peligro...

Tanto el prefecto como yo estaríamos encantados de invitarle a cenar: Mi mujer hace un exce...

Lo siento, jefe, pero creo que tengo otros planes para esta noche.

Su irracional fogosidad le granjea muchos éxitos entre el género femenino.

Para unas, es un donjuán, para otras un inmoral.

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Cambia el monoplano por un biplano, y explota su talento acrobático al servicio del ejército.

Hasta que, en 1914, la guerra pone fin a sus extravagancias y debe dejar atrás sus cabriolas.

¡Hola, chicos! ¡No ha sido fácil aterrizar en vuestra pista de queso gruyere!

¡Cargad todo eso, muchachos!

¡A su salud, soldado! ¡Nos alegramos de verlo por aquí!

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¿Qué hay en esas cajas?

¡Cartas de los chicos dirigidas a sus mujeres!

Y todo para proporcionar lecturas a unas pobres mujeres... ¡pfff!

¡Estas cartas son su razón de vivir, soldado! Los chicos perderían la esperanza sin ellas.

¡Maldita sea mi suerte!

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¿Qué? ¿Arriesgo la vida por puñeteras cartas de peludos?*

* Peludos: forma en que se llamaba a los soldados franceses durante la Primera Guerra Mundial.

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schlonk schlonk

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¿Dónde dejo la bandeja del desayuno?

¿El señor ha dormido bien?

Ponla sobre la cama, cariño...

“Aquí tiene su café bien cargado, como le gusta, y un croissant calentito... pero... ¿qué hace...? Yo... Señor, no... Qué atrevido es usted... Yo... ¡Oh!”

Bien, señor.

Tras escrutar el horizonte en vano durante días, Céleste comprende que, de no mediar algún milagro, nadie acudirá en su auxilio.

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