A papĂĄ nunca le habĂa gustado la velocidad. Sin embargo le apasionaba el aire fresco en la cara y los olores que se le introducĂan por todos los huecos del casco de la moto.
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Por eso, en cuanto mamá le dio permiso, se fue al concesionario y se compró la moto de sus sueños. Una Harley-Davidson nuevecita y reluciente.
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ยกEs que daba gloria verle! Con su cazadora negra de mil cremalleras, llena de chapas, pins e insignias en las solapas. El emblema de su club motero y sus colores en la espalda.
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Porque ¡claro está!, todo motero que se precie debe pertenecer a un club. El de papá se llamaba Los Titanes sobre Ruedas. Su emblema era el más curioso de cuantos he podido ver en mi vida: la cara de un cerdo gordito, todo él sonrosadito, con un casco azul en la cabeza. Llevaba gafas de sol negras con llamas en las patillas y un hocico feroz.
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